San Ambrosio

Starez de Optina

 

 

Obispo Alejandro (Mileant).

Traducido por Vladimiro Deriba

  


Contenido: La vida del reverendo staretz Ambrosio de Optina. Los Sermones Selectos del "Starez" Ambrosio.


 

 

Notas: la palabra "staretz" en ruso significa anciano o monje de edad avanzada, muy venerado por todos. Ellos penetraban en el alma de la gente que los visitaba y daban consejos inspirados por Dios. Sus poderes moral y religiosos eran enormes. Miles de peregrinos concurrían a los monasterios famosos para ver a su "staretz" para recibir dirección y consejos, para ser curados de sus enfermedades corporales o espirituales.

Desierto de Optina es un gran monasterio cerca de la ciudad Kaluga (Rusia central) fundado en el siglo XIV por el monje Opta.

Tropar y Kondak son cantos de la iglesia, que expresan la esencia de la fiesta y alaban al Salvador, a la Virgen María, a un santo o un acontecimiento.

Hieromonje es un monje ordenado sacerdote.

Hierosjimonje es un hieromonje tonsurado con "sjima" (con votos más severos que un monje comun que sólo es tonsurado con mantia).

Oración espiritual: grado de oración logrado sólo por ascetas a través de una vida piadosa con privaciones y una adecuada preparación. En dicho estado el asceta dirige todo su ser a la comunicación con el Creador. Es el grado máximo de oración que muy poca gente logra.

 

La vida del starez

San Ambrosio de Optina

El starez hierosjimonje Ambrosio nació el 23 de noviembre del año 1812 en la aldea Gran Lipoviza (provincia de Tambov). Sus padres eran el sacristán Miguel Feodorovich Grenkov y su esposa Marta Nicolaevna. Su abuelo era el sacerdote del pueblo. En el día del nacimiento del niño Alejandro se congregó mucha gente dentro y fuera de la casa del padre Feodor. Ambrosio diría en broma después: "Entre mucha gente he nacido y así sigo viviendo." Miguel Feodorovich tuvo ocho hijos, cuatro varones y cuatro mujeres. Alejandro (Mijailovich) fue el sexto de ellos.

Era un chico muy despierto, alegre e inteligente. Según la costumbre de aquella época, aprendió a leer con el alfabeto eslavo, el libro de los Salmos y el libro de las Horas. En las fiestas cantaba y leía en la iglesia, acompañando a su padre. Nunca vio ni escuchó nada malo ya que se crió en un ambiente estrictamente eclesiástico y religioso.

Al cumplir 12 años fue mandado a estudiar al primer curso del colegio religioso de Tambov. Estudiaba bien y al terminarlo en 1830 ingresó al seminario de la misma ciudad. El estudio seguía sin costarle esfuerzos. Así recordaba después un compañero suyo del seminario: "Nosotros comprábamos una vela con nuestros últimos ahorros y estudiábamos durante mucho tiempo las lecciones, mientras que él (Alejandro Grenkov) estudiaba poco pero en los interrogatorios del profesor contestaba como si lo estuviera leyendo: era el mejor." En julio del 1836 Alejandro Grenkov terminó con éxito el seminario, pero no ingresó a la Academia Religiosa ni se hizo sacerdote. Él, en su alma, sentía una vocación especial y no se apremiaba a definir su situación; era como si esperara un llamado Divino. Un tiempo trabajó como maestro particular en la casa de un terrateniente y después enseñó en el colegio religioso de Lipezk. Tenía un carácter vivaz y alegre, era ingenioso y bondadoso y por ello era muy querido por sus compañeros de estudio y de trabajo. Durante su último año en el seminario contrajo una enfermedad muy peligrosa e hizo la promesa de hacerse monje si se sanaba. Cuando se curó no olvidó esta promesa pero postergó por varios años su cumplimiento. Pero la conciencia no lo dejaba tranquilo y cuanto más tiempo transcurría más insistentes eran esos reclamos de la conciencia. Los periodos de alegría y despreocupación, propios de un joven, se alternaban con periodos de aguda tristeza, de oraciones y de llanto.

En una ocasión, parado en un bosque en Lipezk, a la orilla de un arroyo, él oyó en su murmullo con total claridad: "¡Alaben a Dios! ¡Ámen a Dios!" Ya en la soledad de su casa le rezó fervientemente a la Virgen María y le rogó que le aclare la mente y le guíe su voluntad. Por lo general, no tuvo una fuerza de voluntad perseverante y ya anciano le decía a sus hijos espirituales: "Vosotros debéis obedecer mis primeras palabras. Yo soy un hombre condescendiente. Si vosotros discutís conmigo, yo podré ceder, pero eso no los beneficiará." En la misma diócesis de Tambov, en el pueblo Troekurovo, vivía en aquel tiempo un famoso starez llamado Ilarión. Alejandro acudió a él para pedir consejo y el starez le dijo: "Ve al Desierto de Optina y adquirirás experiencia. Podrías ir a Sarov pero ahí no hay más starezs expertos como antes" (El starez Serafín del monasterio de Sarov, quien posteriormente fue canonizado como santo, había muerto poco tiempo antes). Cuando llegaron las vacaciones de verano del 1839 Alejandro con Pokrovskii (compañero en el seminario y también profesor del colegio de Lipezk)se fueron en peregrinaje a la Lavra de la Trinidad y de San Sergio, para venerar al "abad de toda Rusia" San Sergio. (La Lavra de la Trinidad y de San Sergio es un famosísimo monasterio).

Después de regresar, Alejandro seguía dudando y no pudo enseguida romper definitivamente con la vida mundana. Esto ocurrió finalmente tras una noche de visita en una casa en la que Alejandro hizo reír a todos los concurrentes. Todos estaban alegres y satisfechos y se retiraron a sus casas de ánimo excelente. Pero a Alejandro Mijailovich, a pesar de que antes también en circunstancias parecidas tuvo sentimientos de constricción, se le presentó nítidamente su promesa a Dios, recordó su fervor en la Lavra de la Trinidad y de San Sergio y sus anteriores largas oraciones y llantos y la definición de Dios dada a través del padre Ilarión.

A la mañana siguiente su determinación maduró y para no vacilar más en ella a causa de lo que pudieran decir sus parientes y conocidos, se fue a Optina sin pedirle permiso siquiera a las autoridades de la diócesis.

En Optina Alejandro Feodorovich encontró personalidades del monacato tales como el abad Moisés y los starez León (Leonid) y Macario. El superior del monasterio era de la misma estatura espiritual: el hierosjimonje Antonio, hermano de Moisés, hombre de piedad y clarividencia.

En general todo el monacato bajo la conducción de los strarezs estaba marcado por las virtudes espirituales. La sencillez (falta de malicia), la mansedumbre y la humildad distinguían a los monjes de Optina. Los monjes jóvenes no solamente eran humildes con los mayores sino también con los iguales, trataban de no ofender de ninguna manera al prójimo y ante el menor malentendido se apresuraban a pedirse perdón entre sí.

Alejandro Grenkov llegó al monasterio de Optina el 8 de octubre de 1839. Dejó al cochero en la recepción, fue enseguida a la Iglesia a la Liturgia y luego fue a verlo al starez León y le pidió la bendición para quedarse en el monasterio. El starez le dio su bendición para vivir al principio en la recepción y le encargó copiar el libro "La salvación de los pecadores," traducción del griego moderno de un libro sobre la lucha contra los pecados.

En enero del 1840 Alejandro empezó a vivir en el monasterio sin llevar todavía el hábito. En ese tiempo hubo comunicación epistolar con sus autoridades diocesanas a causa de su desaparición y todavía no había llegado la orden del obispo de Kaluga a la autoridad de Optina para la admisión en el monasterio del profesor Grenkov.

Recién en abril de 1840 se le permitió a A. Grenkov vestir el habito de monje. Al principio era ayudante de celda y lector (de los rezos reglamentados y de los servicios) del starez León y trabajaba en la panadería del monasterio cocinando panes y preparando la levadura Después en noviembre fue trasladado al "Skit" (sección con un reglamento más severo). De allí el novicio seguía yendo a escuchar al padre León. Allí trabajó un año como ayudante de cocinero y debía ver al starez Macario a menudo: para bendecir la comida, para llamar con campanas para la comida y por otras causas. Aquí tenía la posibilidad de contarle al starez acerca de sus estados espirituales y recibir sus respuestas. El objetivo último era que la persona dominara a las pasiones y que el pecado no se apoderara de la persona.

El starez León quería especialmente al joven novicio, pero con fines educativos en presencia de otros se mostraba muy severo con él para poner a prueba su humildad. Aparentaba ira con él y lo apodó "Quimera" (la flor estéril que hay sobre los pepinos). Pero a los demás les decía que "será un gran hombre." Previendo una muerte cercana el starez León le dijo al padre Macario sobre el novicio Alejandro: "He aquí una persona muy próxima a nosotros, los starez. Yo ahora me siento muy débil, así que te lo entrego, manéjalo como sabes."

Después de la muerte de starez León, el hermano Alejandro se hizo ayudante de celda de Macario (1841-46). En el 1842 fue tonsurado como monje con el nombre de Ambrosio (en honor de san Ambrosio de Mediolano, santo que se conmemora el siete de diciembre). Después lo nombraron hierodiacono en 1843 (monje diácono) y dos años más tarde fue ordenado hieromonje (monje sacerdote).

Su salud en esos años se tambaleó mucho. Durante el viaje a Kaluga para su ordenación como sacerdote el siete de diciembre de 1846, se resfrió y durante mucho tiempo tuvo complicaciones en órganos internos. A partir de entonces nunca más se curó totalmente. Sin embargo él no se desesperaba y reconocía que la enfermedad física actuaba benéficamente para su alma: "A un monje le es útil enfermarse, - gustaba decir el padre Ambrosio - uno no debe sanarse de las enfermedades sino tan sólo curarse parcialmente." A otros para consolarlos les decía: "Dios no le exige proezas corporales a los enfermos sino tan sólo paciencia con humildad y agradecimiento."

Desde setiembre de 1846 hasta el verano del 1848 el estado de salud del padre Ambrosio fue tan critico que fue tonsurado en "sjima" en su celda con su mismo nombre. (sjima tiene los votos más severos y al monje le cambian otra vez el nombre y los hábitos). Sin embargo, para sorpresa de muchos, el enfermo empezó a mejorar y a salir afuera a la calle para pasear. Este cambio del curso de la enfermedad fue una clara acción de la fuerza de Dios y el mismo starez Ambrosio decía después: "¡Dios es misericordioso! En el monasterio los enfermos no mueren rápidamente, sino que siguen viviendo hasta que la enfermedad les trae provecho. En el monasterio es provechoso estar un poco enfermo para que la carne se rebele menos, especialmente en los jóvenes, y para que las nimiedades no entren tanto a la cabeza."

No solamente con enfermedades educaba Dios el espíritu del futuro starez sino también al relacionarlo con los monjes mayores, de los cuales no pocos eran hombres de enormes virtudes. Citemos como ejemplo un caso que luego el mismo starez relataba.

Poco después de ser ordenado diácono y tener que oficiar en la Liturgia en la Iglesia de la Entrada al Templo de la Santísima Virgen, el padre Ambrosio se le acercó antes del oficio al altar para la bendición al abad Antonio quien le preguntó: "Y..., ¿ se está acostumbrando?" El padre Ambrosio le contestó confiado: "Sí y gracias a sus plegarias, padre." Entonces el abad Antonio le replicó: "¿Al temor a Dios se está acostumbrando?" El padre Ambrosio comprendió la desubicación del tono de su respuesta en el altar y se turbó." Así es que sabían enseñarnos a tener piedad los starez de antes" - concluyó su relato el padre Ambrosio.

Muy importante para el crecimiento espiritual en esos años fue la relación del padre Ambrosio con el padre Macario. A pesar de su enfermedad el primero quedó como antes bajo la completa obediencia del segundo y le daba cuenta a él hasta los más mínimos detalles. Con la bendición del padre Macario se dedicó a la traducción de libros de los Santos Padres, en particular preparó para la impresión el libro "La Escalera" del santo abad Juan de Sinaí.

Con la ayuda del starez Macario, el padre Ambrosio aprendió sin grandes dificultades el arte por excelencia: "la oración espiritual." Esta arte de los monjes tiene muchos riesgos ya que el diablo trata de llevar a la persona a un estado de "engaño o ilusión espiritual" y puede acarrear muchas penas pues una persona inexperta que lo ejercita sin la adecuada supervisión trata de seguir su propia voluntad mediante excusas aparentemente buenas. Un monje sin un adecuado guía espiritual puede dañar severamente su alma, cosa que le ocurrió al propio starez Macario, que intentó aprender el arte de la oración espiritual sólo. El padre Ambrosio pudo evitar esos peligros y esas penas precisamente por poder contar con un maestro tan experimentado como el starez Macario. Este último amaba mucho a su alumno, pero eso no le impedía someterlo a veces a algunas humillaciones para domarle su amor propio. El starez educaba en él un austero monje dotado de virtudes monacales como la pobreza, la humildad, la paciencia y otras. Cuando intercedían por el padre Ambrosio diciendo que estaba enfermo el starez respondía: "Yo eso lo sé mejor que tú, pero las reprimendas y las amonestaciones son como cepillos que limpian las suciedades de pecado del monje; sin ellas el monje empieza a oxidarse."

Aún en vida y con la bendición del starez Macario algunos monjes acudían al padre Ambrosio para descubrir sus pensamientos.

Así contaba el abad Marcos (que concluyó su vida en Optina): "Por lo que pude observar el padre Ambrosio vivió ese tiempo sin hablar nada. Acudía a él todos los días para descubrirle mis pensamientos y casi siempre lo encontraba leyendo libros de los Santos Padres: Si no lo encontraba en su celda quería decir que se encontraba con el padre Macario, a quien ayudaba con la correspondencia con sus hijos espirituales o trabajaba traduciendo libros de los Santos Padres. A veces lo encontraba en la cama con lagrimas contenidas y apenas visibles. Me pareció que el starez estaba siempre ante Dios o que siempre sentía la presencia de Dios, como diría el Rey David: "...a Jehová he puesto siempre delante de mí" (Salmo 15(16):8). Es por eso que todo lo que hacía lo trataba de hacer por Dios y para Dios. Por eso siembre buscaba la manera de no ofender a Dios de ningún modo y ese temor estaba reflejado también en su rostro. Tanta concentración en mi starez me producía sensaciones de temblorosa reverencia. No podía sentirme de otra manera. Cuando me arrodillaba ante él para pedirle la bendición él me preguntaba muy bajo: "Hermano, ¿ qué me cuentas de bueno?" Conmovido con su concentración yo le respondía: "Perdóneme, padre, por Dios, ¿no llegué en mal momento?" "No! - me contestaba - díme lo que necesitas pero sucintamente." Luego de escucharme con atención me daba con piedad una provechosa enseñanza y con amor me dejaba ir."

Los consejos que ofrecía Ambrosio no venían de sus propios razonamientos a pesar de que tenía una gran capacidad de raciocinio espiritual. Cuando algún hijo espiritual se le acercaba para ser aconsejado, el padre Ambrosio le contestaba como si estuvieran en un ámbito estudiantil y nunca le daba consejos propios sino siempre enseñanzas de acción de los santos Padres."

Cuando el padre Marcos se quejaba de haber sido ofendido por alguien el starez le decía en tono de llanto: "Hermano, hermano, soy una persona moribunda." O bien: "Yo me moriré hoy o mañana. ¿Qué puedo hacer con este hermano? Pues yo no soy el superior. Hay que reprocharse a sí mismo y tener humildad con el hermano y así te tranquilizarás" Esta respuesta provocaba en el padre Marcos sentimientos de arrepentimiento, quien humildemente le pedía perdón al starez y salía tranquilizado y consolado, era como si saliera volando con alas.

El padre Macario le acercaba a Ambrosio, además de monjes, sus hijos espirituales del mundo común. Al verlos hablar con él el padre Macario decía en broma: "¿ No ven como el padre Ambrosio me quita el pan?" Era así como el padre Macario se preparaba un digno sucesor. Cuando el starez Macario falleció (el siete de setiembre de1860), las circunstancias se fueron dando paulatinamente para que el padre Ambrosio fuera puesto en su lugar. Cuarenta días después de la muerte del starez, el padre Ambrosio se mudó a otro edificio cercano a los límites del skit y a la derecha del campanario. Al oeste de este edificio se había un anexo para recibir a las mujeres, quienes no podían entrar en el skit. Durante treinta años (hasta su partida a Shamordino) vivió aquí el padre Ambrosio, sirviendo por su propia cuenta al prójimo.

Tenía dos ayudantes de celda: los padres Miguel y José, quien luego también fue starez. El principal encargado de la correspondencia era el padre Clemente Sederholm, un hombre muy erudito y maestro en literatura griega que tomó la ortodoxia siendo hijo de un pastor protestante.

Para escuchar las reglas de oración matutinas, el starez se levantaba a las cuatro de la mañana, tocaba el timbre para que vinieran los ayudantes para leer las oraciones matinales, doce salmos elegidos y La Primer Hora. Después se quedaba sólo para la "oración espiritual." Hacía un breve descanso y seguía escuchando "Horas": la tercera, la sexta con Típicas y, de acuerdo al día, el canon con acafist (akathistos) al Salvador o a la Virgen María. (El canon es un conjunto de himnos (generalmente nueve) donde se glorifican al Salvador, a La Santísima Virgen, a un santo o a una fiesta mientras que el "acafist" es un conjunto armonioso de cánticos que se leen y cantan durante los cuales hay que permanecer de pie). El starez permanecía parado durante los "acafist" y después de ello y un liviano desayuno comenzaba un día de entero trabajo con un breve intervalo a la hora del almuerzo. La comida que ingería el starez era la que come una criatura de tres años. Durante la comida los ayudantes le seguían trasmitiendo las preguntas de los visitantes. Después de un breve descanso el intenso trabajo continuaba hasta muy tarde. A pesar del cansancio extremo y la salud enfermiza del starez el día terminaba indefectiblemente la regla de oraciones nocturnas consistente en las Vísperas Menores, el Canon al Ángel de la Guarda y las oraciones nocturnas. Por los continuos anuncios de visitantes, a quienes debían acompañar a la entrada y a la salida, los ayudantes apenas podían mantenerse en pie. A veces el mismo starez yacía casi desmayado. Después de leer las oraciones el starez le pedía perdón a los presentes por sus pecados de "acción, palabra o pensamiento." Los ayudantes de celda recibían la bendición para irse. Cuando sonaba el reloj y el starez con débil voz preguntaba la hora y le contestaban que eran las doce, decía: "Nos hemos atrasado"

Dos años más tarde lo afectó una nueva enfermedad. Su ya frágil salud se debilitó aún más. Desde ese tiempo no pudo ir más a la iglesia y debía tomar la Comunión en su celda. En 1869 su estado empeoró tanto que se perdieron las esperanzas de una recuperación. Se trajo el icono milagroso de la Madre de Dios de Kaluga. Después de un Moleben (oficio en el que se pide o agradece algo a Dios), las oraciones reglamentadas para la celda y la posterior extrema unción, la salud del starez empezó a mejorar, pero su extrema debilidad no lo abandonó ya en toda su vida.

Tales graves recaídas se repetían muchas veces. Es difícil de imaginar cómo pudo él, tan maniatado por penosas enfermedades y con una total falta de fuerzas, recibir diariamente grandes cantidades de gente y contestar a decenas de cartas...Sobre él se cumplía efectivamente la frase: "La fuerza Divina se manifiesta en la debilidad." Si él no hubiera sido un recipiente elegido por Dios a través del cual el mismo Dios actuaba y hablaba, tales proezas y tan enorme trabajo nunca hubieran podido haber sido realizadas por ninguna fuerza humana. La benevolencia Divina estuvo aquí presente y cooperaba. Era evidente la acción de la Vivificadora Gracia Divina que estaba presente y ayudaba a cumplir esas hazañas.

La gracia de Dios, que en tal medida tenía el starez, era la fuente de los dones espirituales con los que él servía a los prójimos al consolar a los apenados, al consolidar en la fe de los que dudaban de ella y al enseñarle a todos el camino de la salvación.

Entre los dones de gracia espirituales del starez Ambrosio que atraían a miles de personas en primer lugar estaba el don de clarividencia. Penetraba profundamente en el alma humana y leía en ella como en un libro abierto sin necesidad de que el interlocutor tuviera que contárselo. Con una alusión leve, que ningún otro notaba, le mostraba a la persona sus debilidades y le obligaba a reflexionar seriamente sobre ellas. Una dama que acudía frecuentemente al starez Ambrosio tenía una fuerte afición al juego de cartas y tenía vergüenza de contarlo. Una vez esta dama en una recepción con otra gente le pidió al starez una tarjeta. Entonces el starez con su particular mirada fija la miró atentamente y le dijo: "¿Cómo es eso, madre? Nosotros, aquí, en el monasterio no jugamos a las cartitas"(en ruso "cartitas" y tarjeta son significadas por la misma palabra). Ella entendió la indirecta y le confesó al padre su debilidad. Con su clarividencia el starez provocaba gran asombro y provocaba en muchos el deseo de entregarse a su dirección, convencidos de que el starez sabía mejor que ellos mismos lo que ellos necesitaban y lo que era bueno o malo para ellos.

Una joven muchacha, que había terminado los cursos superiores en Moscú, cuya madre hacía mucho tiempo que era una hija espiritual del padre Ambrosio, nunca lo había visto, no lo respetaba y lo llamaba "hipócrita" al starez. Su madre la convenció de visitarlo. Ella se dispuso detrás de toda la gente y cerca de la puerta. El starez entró y con la puerta tapó a la joven. Después de rezar y mirarlos a todos, de pronto miró detrás de la puerta y dijo: "¿Y ahí quién está? ¿La Fe lo vino a ver al hipócrita?" Después de esto conversó con ella a solas y ella cambió su conducta con él y lo empezó a querer y luego ingresó al monasterio de Shamordino. Aquellos que con total confianza se entregaban a la guía del starez nunca se arrepentían de ello aunque a veces los consejos a primera vista parecían raros y totalmente irrealizables.

Habitualmente una multitud se reunía para ver al padre Ambrosio. Pasó una vez que una joven, a la que habían convencido de visitar al padre, estaba muy alterada por tener que esperar tanto. De repente se abrió la puerta y el starez aparece y con voz alta dijo: "Quien aquí es impaciente acérquese," se aproximó a la joven y la invitó a entrar. Después de la conversación con él ella se hizo frecuente huésped de Optina y visitante del starez Ambrosio.

Una vez, cerca de la entrada se reunió un grupo de mujeres y una de ellas, de avanzada edad y con cara enfermiza contaba sentada sobre un tronco que ella vino a pie desde Voroneg con las piernas enfermas con la esperanza de ser curada por el starez. A siete kilómetros del monasterio ella se extravió, perdió las fuerzas en caminos tapados por la nieve y se cayó en llantos sobre un tronco tirado. En ese momento se le aproximó un anciano con hábitos de monje, le preguntó por qué lloraba y le señaló con el bastón el camino. Ella siguió la dirección indicada y enseguida, detrás de unos arbustos, pudo ver el monasterio. Todas pensaron que aquel anciano era algún guardabosque cercano al monasterio o alguno de los monjes. De repente salió el ayudante de celda y preguntó: ¿dónde está Avdotia de Voroneg? Todas guardaron silencio mirándose unas a otras. El ayudante repitió la pregunta más fuerte y agregó que el padre la llamaba. "¡Pero Avdotia de Voroneg soy yo!" - dijo la recién llegada de las piernas enfermas que contaba el relato. Todos se apartaron y ella rengueando entró a la casita. Quince minutos más tarde, salió llorando y dijo que el anciano que le había indicado el camino era el mismo padre Ambrosio o bien alguien muy parecido a él. Sin embargo en el monasterio nadie se le parecía. El starez en época de invierno no pudo haber salido de su celda por su estado enfermizo; sin embargo se le apareció de pronto en el bosque a la peregrina para indicarle el camino y media hora más tarde la reconoció ni bien llegó.

He aquí otro ejemplo de la clarividencia del starez Ambrosio, contada por uno de sus visitantes, un empresario contratista:

"Un poco antes de la muerte del starez, unos dos años antes, yo tenía que viajar a Optina para recibir dinero del abad. Nosotros habíamos hecho un iconostasio (pared con iconos que separa a un altar del resto de la iglesia) allí y por ese trabajo debía recibir una cantidad bastante importante de plata. Recibí el dinero y fui a pedirle la bendición al padre Ambrosio para el viaje de vuelta. Yo tenía prisa para volver a casa pues al día siguiente esperaba unos clientes para realizar un importante contrato de unos 10.000 rublos y ellos tenían que venir sin falta al día siguiente a mi casa en K. Al starez, como siempre, esperaba muchísima gente, pero él se enteró que lo estaba esperando y por su ayudante me invitó tomar té con él a la tarde. A pesar de mi apuro pero por el honor y la alegría que me provocaba estar con el starez y tomar el té con él decidí posponer mi partida hasta la tarde con la convicción de que podía llegar a tiempo, aunque fuera viajando toda la noche.

A la hora señalada fui a lo del starez. Me recibió el padre Ambrosio con tanta alegría y tan contento que yo sentía que no había tierra debajo de mí. Estuve con el starez por un tiempo bastante largo y cuando ya casi estaba por anochecer me dijo: "Ve con Dios. Esta noche duerme aquí y mañana te bendigo para que vayas a la Liturgia y después ven a tomar el té conmigo." "¿Cómo es esto?" - pensé pero no me atreví a negarme. Pasé la noche, fui a la misa y me dirigí después a tomar té con el starez y me angustié al pensar en los clientes y seguía pensando en poder llegar esa noche a K. Después de tomar el té quise pedirle la bendición para viajar, pero él no me dio tiempo ni siquiera para abrir la boca y me dijo: "Ven esta noche a dormir aquí." Casi me desmayé, pero no me atreví a contradecirle. Pasó el día y pasó la noche y a la mañana siguiente me animé y pensé: sea como sea, hoy me voy, puede ser que mis clientes me hayan esperado un día. ¡Pero no! Antes que yo pudiese hablar el starez me dijo que viniera al servicio vespertino y mañana a la liturgia y durmiera de nuevo aquí. ¡Qué cosa! Yo me apené totalmente y hasta pequé contra el starez al pensar con respecto a él: "¡¿Qué clase de clarividente es?! ¿No sabe que yo gracias a él me perdí un gran negocio?" Estaba muy intranquilo con respecto al starez y a la noche en la iglesia ya no podía rezar pues pensaba todo el tiempo: "¡Qué starez! ¿Qué clase de clarividente es? ¡Ahora toda mi ganancia se esfumó! Estaba muy enojado pero después del servicio vespertino el starez me volvió a recibir muy alegre. Yo me amargué y pensé de qué se alegraba tanto y hasta pensé, Dios me perdone, que se estaba burlando de mí. A pesar de mi amargura no le dije nada sobre mis preocupaciones. Durante la tercera noche esa amargura se me fue diluyendo: "de todas maneras lo que pasó tan cerca de las manos ya no se podía recuperar." A la mañana siguiente voy a visitar al starez y él me dice: "Bien, ya llegó el tiempo de irte a casa. ¡Ve con Dios! ¡Dios te bendecirá! ¡Y a su tiempo no te olvides de agradecerle a Dios!"

Se me fue toda la tristeza. Salí de Optina indescriptiblemente contento y sin pesares. Pensé para qué me había dicho el padre que no me olvidara después de agradecerle a Dios. "Debía ser porque pude estar tres días en la iglesia" - pensaba. Viajé sin apuro a casa y no pensé más en los clientes y me alegró que el starez me haya tratado así. Llego a casa, atravieso el portón y mis clientes llegan detrás de mí: se habían atrasado tres días de lo pautado. Ahí pensé en los dones de mi starez ¡Qué maravillosas son las acciones Divinas! Sin embargo esto no se terminó aquí. Escuchen lo que ocurrió después.

Poco tiempo después nuestro padre Ambrosio falleció y dos años más tarde se enfermó mi capataz, hombre de mi confianza, que no era simplemente un trabajador sino puro oro. Había estado conmigo por más de veinte años sin interrupciones y ahora estaba por morir. Llamamos a un sacerdote para que pueda confesarse y para darle la comunión mientras estuviera lúcido. Después se me acerca el sacerdote y me dice que el moribundo desea hablar conmigo y me dice que me apure. Fui y me acerqué y mi capataz cuando me vio, empezó a llorar y me dijo: "¡Perdóname mi pecado, patrón! Es que yo te quise matar..." "¡Dios esté contigo! ¡Estás delirando!" "No, patrón, es verdad que te quise matar. Recuerda cuando te demoraste tres días en volver de Optina. Yo convencí a dos personas más y nosotros tres te esperamos tres noches debajo del puente en el camino para matarte y robarte el dinero que traías de Optina. Si no hubiera sido por los rezos de alguien tú hubieras muerto esa noche y el Señor te hubiera llevado sin que te pudieras arrepentir... ¡Te pido que me perdones a mí, que soy un ser maldito! ¡Deja por Dios partir a mi alma en paz!" "Que Dios te perdone así como yo te perdono." Entonces el enfermo empezó a roncar y a fallecer. ¡Que en paz descanse! ¡Grande fue su pecado, pero también grande fue su arrepentimiento!"

La clarividencia de starez Ambrosio se combinaba con otro don valioso, muy importante para un buen pastor: la sensatez, el buen juicio. Sus sermones y consejos resultaban ser teología palpable y práctica para la gente. Era habitual que el starez diera sus enseñanzas de un modo casi gracioso, con lo cual animaba a los desesperados. Sin embargo esta manera no disminuía en nada el sentido profundo de sus dichos. La gente se ponía a pensar involuntariamente en las expresiones metafóricas del padre Ambrosio y por mucho tiempo recordaban la lección. A veces en recepciones de varias personas se oía la invariable pregunta: "¿cómo vivir ?" El starez respondía plácidamente: "Debemos vivir sobre la tierra como gira una rueda: apenas llega a tocar la tierra en un solo punto y con todo el resto tiende a ir para arriba; pero nosotros ni bien nos acostamos no podemos levantarnos."

He aquí, como ejemplo, algunas otras sentencias del starez:

"Donde hay sencillez hay cientos de ángeles pero no hay ninguno donde es complicado"

"No te vanaglories garbanzo de que eres mejor que el poroto pues cuando te mojas - explotas."

"El hombre se hace malo porque se olvida que Dios está encima de él."

"El que piensa que posee algo, lo perderá."

La sensatez del starez se extendía también a las cuestiones prácticas alejadas de los problemas espirituales. He aquí un ejemplo:

Una vez vino un rico terrateniente de Orel y contó que quería instalar agua corriente para sus grandes plantaciones de manzanos. El padre enseguida se interesó y empezó con sus palabras habituales para estos casos: "La gente dice, la gente dice que lo mejor es hacerlo así"; y luego con todo detalle le explicó cómo instalar los acueductos. El terrateniente al regresar a su casa empiezaó a leer los últimos adelantos en el tema y notó que el padre le había descrito los últimos inventos en esta materia. El terrateniente volvió a Optina y el padre le preguntó: "¿Cómo anda el acueducto?" En ese momento en todas partes se echaban a perder las manzanas mientras que este terrateniente obtenía una abundante cosecha de manzanas

La sensatez y la clarividencia del padre Ambrosio se combinaban con una ternura de corazón extraordinaria, semejante a la maternal, gracias a la cual el starez podía aliviar las más grandes penas y consolar las almas más afligidas.

Una mujer de Kozelsk, tres años después de la muerte del starez, en 1894, contaba lo siguiente: "Tenía un hijo que trabajaba en el telégrafo repartiendo telegramas. El padre nos conocía a los dos. Era frecuente que mi hijo le llevara telegramas y yo iba para que me bendiga. Pero mi hijo enfermó de tuberculosis y falleció. Fui a él pues nosotros siempre íbamos a él con nuestras penas. Él me acarició la cabeza y me dijo "Tu telegrama se interrumpió" "Si, se interrumpió" le contesté y me puse a llorar. Y me sentí tan aliviada en mi espíritu a causa de su cariño que sentí como que me sacaban una piedra de encima. Nosotros vivíamos cerca de él como con un verdadero progenitor. Ahora no hay starezs como él. Pero posiblemente en el futuro Dios nos envíe otros."

El amor y la sapiencia eran precisamente las cualidades del starez que atraían a la gente. Desde temprano hasta muy tarde acudían a él con urgentes preguntas, en las que él penetraba profundamente y las que se convertían en los minutos de la consulta en el objeto de su total preocupación. Enseguida él descubría la esencia del asunto, la descubría de una manera sorprendentemente sabia y daba la respuesta adecuada. Pero durante los diez o quince minutos de entrevista el padre Ambrosio no solamente resolvía ese asunto y sus consecuencias sino que además abarcaba con su corazón todos los aspectos de la vida de la persona, con sus aficiones y sus deseos, es decir todo el mundo externo e interno de la persona. Sus palabras y sus indicaciones no sólo demostraban un gran amor a su interlocutor sino también hacia todos sus seres queridos, a su vida y a todo lo que le era caro a esa persona. Al ofrecer su solución el padre Ambrosio no sólo tenía en cuenta el asunto independientemente de las consecuencias que podía acarrearle a esa persona como a otras personas si no que tenía en cuenta todos los aspectos de la vida de algún modo relacionados con el asunto. ¿Cómo eran las tensiones mentales para solucionar tales problemas? Lo consultaban decenas de hombres y mujeres comunes, sin contar a los monjes y al medio centenar de cartas cotidianas que eran recibidas y contestadas. La palabra del starez tenía el poder basado en su cercanía con Dios, que le otorgaba tal omnisapiencia. Era un servicio de naturaleza profética.

Para el starez no había casos pequeños. Él sabía que todo en la vida tiene su valor y sus consecuencias y por eso no había pregunta a la cual él no contestara dándole importancia y deseo de bienestar. En una ocasión una mujer que era empleada en el cuidado de pavos estaba desesperada porque los pavos se le morían y la terrateniente la quería despedir. Ella, llorando, paró al starez y dijo: "Padre, no tengo más fuerzas, los cuido más que a mis propios ojos y me preocupo por ellos pero igual se mueren. Mi patrona me quiere despedir. Apiádate de mí, querido." La gente presente se reía de ella. Pero el starez le preguntó cómo alimentaba a los pavos, le aconsejó mantenerlos de otra manera, la bendijo y la dejó ir. A los que se reían de ella les dijo que esos pavos eran la vida de ella. Después se supo que los pavos que cuidaba esa mujer dejaron de morirse.

Las curaciones milagrosas del starez son muy numerosas y imposibles de nombrar en este corto artículo. El padre Ambrosio siempre trató de ocultarlas. Lo que hacía a veces era mandar a enfermos al Desierto a visitar un manantial y a San Tijon de Kaluga. Antes del starez Ambrosio no se había oído de sanaciones en ese lugar y se puede pensar que san Tijon empezó a curar a la gente por las oraciones del starez. A veces el padre Ambrosio enviaba a los enfermos a lo de san Mitrofan de Voronege. Hubo casos que la gente se sanaba en el camino hacia allá y regresaba para agradecerle al starez. A veces él golpeaba con la mano la cabeza de alguna persona, como en una broma, pero la enfermedad desaparecía. Una vez un lector leía oraciones y estaba aquejado de un fuerte dolor de dientes. De repente el starez le dio un golpe y los presentes creyeron que lo recibió por un error en su lectura pero en ese momento su dolor desapareció. Conociéndolo al padre, algunas mujeres le pedían: "¡ Pégueme, padre Ambrosio que me duele la cabeza!"

Su fuerza espiritual algunas veces se manifestaba en casos absolutamente excepcionales. En una ocasión el starez Ambrosio iba encorvado con bastón por el camino al skit y vio un carro parado cargado y al lado un caballo muerto acostado y un campesino que lloraba. La pérdida del caballo con el que se ganaba el sustento para un campesino era una tragedia. El starez se acercó al caballo muerto, empezó a caminar alrededor lentamente, tomó una fusta, le pegó al caballo y le gritó: "¡Levántate haragán! "Y el caballo se levantó obediente...

A mucha gente el starez Ambrosio aparecía a la distancia (de manera semejante a como lo hacía san Nicolás) para sanarla o salvarla de un desastre. A algunos, muy pocos, se le presentó en imágenes visibles la fuerza que tenía la intercesión del santo ante Dios. Citemos los recuerdos de una monja, hija espiritual del padre Ambrosio:

"En su celda había candiles encendidos y una pequeña vela de cera en la mesa. Estaba oscuro y no tenía tiempo para leer de los apuntes para la confesión. Le dije al starez lo que recordaba, a la sazón apurada, y luego agregué: "Padre, ¿qué más le puedo decir? ¿De qué más me puedo arrepentir? No me acuerdo de nada" El starez me retó por ello. Pero de repente se levantó de la cama en la que estaba acostado y luego de dar dos pasos quedó en el centro de su celda. Involuntariamente, de rodillas, giré en su dirección. El starez se erguió en toda su estatura, levantó la cabeza y levantó las manos como si estuviera rezando. Me pareció en ese momento que sus pies se separaron del piso. Yo veía su cabeza y su rostro iluminados. Recuerdo que pareció en ese momento que el techo había desaparecido y la cabeza del starez se fue para arriba. Eso me pareció muy claramente. Un minuto después el padre se inclinó hacia mí, que no salía de mi asombro, me persignó y me dijo las siguientes palabras: "Recuerda hasta dónde puede llevar el arrepentimiento. Ve con Dios." Me fui estremecida y toda la noche lloré por mi irrazonabilidad y negligencia. Esa mañana nos dieron los caballos y viajamos. Durante la vida del starez a nadie pude contarle de esto. Una única vez, y para siempre, él me había prohibido contar semejantes casos con la amenaza de "perder su ayuda y su bendición."

De todos los lados de Rusia concurrían a la celda del starez pobres y ricos, intelectuales y gente común. Lo visitaban famosos hombres de estado y escritores: F. Dostoievski, V. Soloviev, K. Leontiev, L. Tolstoi, M. Pogodin, N. Strajov y otros. Y él recibía a todos con igual amor y buena disposición. Necesitaba hacer beneficencia siempre. Él repartía las limosnas personalmente o por medio de su ayudante de celda. Él mismo se preocupaba por las viudas, los huérfanos, los enfermos y los apenados. En los últimos años de su vida a doce kilómetros de Optina, en la aldea Shamordino, fue abierto con su bendición un monasterio para mujeres "Desierto de Kazan," en el cual, a diferencia de otros monasterios de monjas, aceptaban a las más pobres y enfermas. En los años 90 del siglo XIX el número de monjas en este monasterio llegó a quinientos.

Precisamente en Shamordino el starez Ambrosio halló la muerte. El 2 de junio de 1890 viajó allá para pasar el verano como de costumbre. Al final del verano el starez intentó tres veces volver a Optina, pero no pudo por estar muy enfermo. Un año más tarde, el 21 de septiembre de 1891 la enfermedad se agravó tanto que perdió el habla y oído. Allí comenzaron sus últimos sufrimientos, tan graves que él mismo confesó no haber sufrido nunca antes así El 8 de octubre el hieromonje José le dio la extrema unción (junto con los padres Feodor y Anatolio) y al día siguiente se le dio la Comunión y llegó el superior del "Desierto de Optina" el archimandrita (el rango mayor entre los monjes) Isaakii. Al día siguiente, el 19 de octubre del 1891 a las 11.30 horas, el starez suspiró tres veces, se persignó con esfuerzo y falleció.

La Liturgia funeral y los responsos se efectuaron en templo de la Entrada de la Virgen al Templo en el desierto de Optina. Al entierro concurrieron cerca de ocho mil personas. El 15 de octubre lo sepultaron al lado de su maestro el hierosjimonje Macario, cerca del mismo templo. Es notable que el starez Ambrosio justo ese día, el 15 de octubre, un año antes instituyó la fiesta en honor del milagroso icono de la Virgen María "La que ayuda con los panes," delante de cuya imagen rezó tantas veces y con tanta devoción.

Inmediatamente después de su muerte empezaron milagros, en los que el starez, de manera similar a la que lo hacía en vida, curaba, enseñaba y llamaba al arrepentimiento.

Pasaban los años. Pero en el camino a la tumba del starez no era tapado por el pasto. Vinieron tiempos de grandes conmociones con la Revolución y el monasterio de Optina fue cerrado y devastado y la capilla sobre la tumba de starez fue borrada de la faz de la tierra. Pero la memoria del gran servidor de Dios no se pudo destruir y la gente señaló el lugar donde estaba la capilla y continuaba visitando a su consejero.

En noviembre de 1987 el "Desierto de Optina" le fue devuelto a la Iglesia. En Junio de 1988 el Concilio de la Iglesia Ortodoxa Rusa canonizó al starez Ambrosio de Optina. El 23 de octubre(según el calendario nuevo), en un aniversario de su muerte (instituido como día de santo en su honor), en el desierto de Optina, en presencia de una gran cantidad de peregrinos, se efectuó una solemne Misa episcopal. Para este tiempo ya fueron halladas las reliquias del reverendo Ambrosio. Todos los que participaron en la fiesta sintieron ese día aquella alegría pura e indescriptible, igual a la que gustaba regalar el starez en vida a los que lo visitaban. Un mes después, en el aniversario del renacimiento del monasterio, por gracia de Dios, sucedió un milagro: de noche, después de la misa, en el templo de La Entrada de la Virgen al Templo, aparecieron emanando miro (crisma) el icono de la Virgen de Kazan, las reliquias y un icono de san Ambrosio. Hubo otros milagros relacionados con las reliquias de starez, con las que éste asegura que no nos abandona en su intercesión por nosotros, pecadores, ante Nuestro Señor Jesucristo.

¡Gloria eterna al padre Ambrosio! Amen.

 

Los Sermones Selectos

Del Starez Ambrosio

 

 

Contenido: Cómo vivir. ¿Cuánto nos preocupamos por el cuerpo y cuánto por el alma? Salvación. Humildad. Incredulidad. Confesión. Sufrimientos. Amor. Misericordia. Pereza y del abatimiento. Paciencia. Irritabilidad. Envidia y el resentimiento. Soberbia. Sentido de tentación. Ayuno. Oración. Progreso y la moralidad.

Cómo vivir.

"¿Cómo vivir?" El staretz de todos lados escuchaba esta pregunta importante y por lo general la contestaba bromeando: "Vivir es no afligirse, no acusar a nadie, no molestar a nadie y mi respeto para con todos." Tales palabras del staretz producían sonrisas entre los oyentes imprudentes y frívolos. Pero, pensando seriamente, cada uno puede ver en ellas un sentido profundo. "No afligirse," es decir, que el corazón no se detenga tanto en los inevitables dolores y fracasos del hombre, si no que esté orientado a la única fuente de la eterna delicia: Dios; con esto el hombre se reconcilia o se hace sumiso con las penas y se tranquiliza.

"No acusar," "no molestar." La principal causa de las acusaciones y de las agresiones entre las personas es la soberbia, defecto que puede llevar a la perdición. Ellas solas bastan para hacer caer el alma de un hombre al fondo del infierno pero generalmente la misma gente no lo considera pecado. - "Mis respetos con todos" indica al mandato del Apóstol: "Amáos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra prefiriéndoos los unos a los otros" (Rom 12:10).

Reuniendo todas estas ideas en una única frase vemos que el staretz predicaba más que nada la humildad que es la base de la vida espiritual, la fuente de todas las virtudes, sin las cuales es imposible salvarse.

 

¿Cuánto nos preocupamos por el cuerpo y cuánto por el alma?

El Evangelio dice: ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? (Marcos 8:36). ¡ Así de preciosa es el alma del hombre! El alma es más valiosa que todo el mundo con sus tesoros y bienes. ¡Pero nosotros comprendemos tan poco el valor de nuestra alma!

Todos nuestros pensamientos desde la mañana hasta la noche están ocupados por el cuerpo, esa morada de gusanos, ese sepulcro enterrado, pero sobre el alma inmortal, sobre la creación más preciosa y querida de Dios, sobre la imagen de Su gloria y Su grandeza, apenas pensamos, con suerte, una vez a la semana. Al servicio del cuerpo se le dedican los mejores años de nuestra vida pero a la salvación eterna del alma solamente los últimos minutos de la vejez. El cuerpo es alimentado diariamente, como en un rico banquete, con vasos llenos y platos lujosos mientras que la salvación eterna del alma recibe las migajas de la palabra Divina a la entrada del templo de Dios. El insignificante cuerpo es lavado, vestido, limpiado, decorado con todas los tesoros de la naturaleza y de las artes mientras que la valiosa alma, la novia de Jesucristo, la heredera del cielo camina con pasos de consumida, vestida con las ropas de un pobre mendigo y no recibe limosnas.

El cuerpo no soporta ninguna mancha en el rostro, ninguna suciedad en las manos, ningún remiendo en la ropa mientras que el alma, de los pies a la cabeza cubierta de males sólo es cambiada a veces de un lodo de pecados a otro y todos los años sólo aumenta los remiendos en la ropa sin cambiar su vestuario a través de confesiones frecuentemente hipócritas. Para el bienestar del cuerpo se requieren distinto tipo de entretenimientos y placeres que muchas veces agotan familias enteras; por ese bienestar la gente a veces es capaz de todo tipo de trabajos y esfuerzos mientras que la pobre alma sólo tiene una hora los domingos para la Liturgia, sólo algunos minutos para los rezos de la mañana y la noche, a duras penas junta un puñado de monedas de cobre para la misericordia y resulta satisfecha cuando con un frío suspiro expresa que se tiene en cuenta a la muerte. Para la salud y conservación del cuerpo se cambian aires y viviendas, se llaman a los médicos más reconocidos (aunque vivan en lugares alejadísimos), se deja de comer y de beber, se toman los más agrios medicamentos, se permiten cortar y quemar partes del cuerpo, pero para la salud del alma, para evitar las tentaciones y contagiarse pecados no se hace ni un paso, se quedan en los mismos aires, en la misma mala compañía, en la misma casa viciada, no se buscan médicos para el alma o se eligen médicos desconocidos e inexpertos y se le oculta a ellos lo que ya es conocido para el cielo y el infierno (y lo mismo de lo que se hace alarde en la sociedad). Cuando se muere el cuerpo se siente aflicción y desesperación pero cuando se muere el alma por un pecado mortal a menudo ni se piensa en eso.

De esta manera nosotros no conocemos la dignidad de nuestra alma y como Adán y Eva la entregamos por una fruta aparentemente bella.

¿Por qué nosotros, por lo menos, no lloramos como Adán y Eva? Nosotros nos preocupamos más por acaparar bienes terrenales y temporales que los celestiales. Olvidamos que los bienes terrenales son pasajeros y no se pueden conservar mientras que los bienes celestiales son eternos, infinitos y no pueden ser quitados.

¡Señor Infinitamente Bueno! ¡ Ayúdanos a despreciar lo que no es duradero y a ocuparnos únicamente por lo que necesitamos para la salvación de nuestras almas!

 

Salvación

Mientras el cristiano vive en la tierra, su salvación, según las palabras del santo monje Pedro de Damasco, se encuentra entre el miedo y la esperanza. Pero los hombres buscan la plena satisfacción en la tierra, del lugar y de la gente, mientras que el Mismo Dios dice en el Evangelio: "En el mundo seréis afligidos." Estas palabras muestran con claridad, que independientemente de donde viva el cristiano no podrá vivir sin ninguna pena. Sólo hay un sosiego: en el cumplimiento de los mandamientos del Evangelio, como se dice en los salmos: "La paz a los que aman Tu ley y no existe para ellos tentación." Si algo o alguien nos tienta o nos confunde significa claramente que nosotros no nos relacionamos de un modo totalmente correcto con las leyes de los mandamientos Divinos, de las cuales la principal dice: "No juzgar ni acusar a nadie." Cada uno por sus acciones será glorificado o avergonzado en el juicio Divino. Ya en el Antiguo Testamento se prescribió prestarle atención a uno mismo, a la propia salvación y a la corrección del alma. Nosotros también tenemos que ocuparnos principalmente de estas cuestiones.

En ninguna parte Dios quiere obligar contra la voluntad del hombre, sino que nos deja a nuestro buen juicio. Los hombres por su propia voluntad pueden ser buenos o malos. Por eso, en vano podremos acusar a los demás, a los que viven con nosotros o cerca de nosotros, de molestar y obstaculizar nuestra salvación o perfeccionamiento espiritual. Samuel vivía y se educaba en la casa del sacerdote Elías junto a sus hijos depravados pero no se desvió y fue un gran profeta. Eva en el mismo paraíso quebrantó el mandamiento Divino. A Judas, los tres años de vida con El Mismo Salvador, no lo hicieron mejor. A pesar de ver tantos milagros y escuchar constantemente la prédica del Evangelio se hizo peor y vendió a su Maestro y Libertador del mundo por treinta monedas.

La insatisfacción de nuestra alma y de nuestro espíritu procede de nosotros mismos, por nuestras incapacidades y por nuestro modo de pensar errado que no queremos abandonar de ninguna manera. Y es esto lo que nos perturba, nos siembra dudas y distintas confusiones y todo esto nos agota, nos resulta pesado y nos lleva a un estado de desolación. Sería bueno si nosotros pudiéramos comprender la sencilla palabra de los Santos Padres: "Si fuéramos humildes tendríamos paz en cualquier lugar; no nos haría falta buscar con la mente otros lugares, donde en realidad nos puede pasar lo mismo o cosas peores."

 

Humildad

Es necesario ser humilde con todos y considerarse a sí mismo el peor de todos. Si nosotros no hemos cometido los delitos o pecados que hicieron otros, puede ser porque no tuvimos la ocasión o porque las circunstancias eran distintas. Cada hombre posee cosas buenas y cosas malas, pero nosotros generalmente vemos en la gente sólo los vicios y no vemos lo bueno.

A la pregunta "¿se puede desear el perfeccionamiento en la vida espiritual?" el staretz responde: "No solamente se puede desear sino que hay que perfeccionarse en ser humilde y considerarse a sí mismo el peor y el más bajo de todos los hombres y de todas las criaturas por los sentimientos de nuestro corazón. Al hombre pecador le es natural e imprescindible ser sumiso y humilde. Si no lo hace lo harán sumiso las circunstancias que le surgirán por la Providencia en pos de su beneficio espiritual. Cuando la suerte acompaña a alguien, éste generalmente empieza a olvidar y le atribuye todo a sí mismo, a su fuerza y su poder aparente pero cuando le sucede la menor desgracia llega a pedirle clemencia hasta a enemigos imaginarios.

El staretz contaba también como a veces las circunstancias inesperadamente tornan más humilde a una persona: "Una vez alguien organizó un almuerzo en su casa y mandó a sus sirvientes a invitar a la gente. Uno de los invitados le preguntó al desprolijo sirviente que le había sido enviado: "¿Tu señor no tenía a nadie mejor que tú para mandarme invitar?" A lo que el sirviente contestó: "A los mejores los mandaron a invitar a los mejores y a mí me mandaron a invitarlo a Usted."

También contaba el starez Ambrosio para guiar a sus alumnos sobre la humildad. "Una vez le vino un visitante al padre archimandrita Moisés, pero no lo encontró en casa y se fue a ver a su hermano el padre abad Antonio. Conversando el visitante le preguntó al abad: "Dígame, padre, ¿qué reglamento de oraciones cumple Ud.?" El padre Antonio contestó: "Tuve muchos reglamentos, viví en el desierto y en varios monasterios donde tuve distintos reglas pero ahora me quedó únicamente la oración del publicano: "Dios, ten piedad de mí, pecador" (Lucas 18:13).

Y el staretz contaba también: "Una mujer quería peregrinar a muchos lugares en Kiev y en Zadonsk y un staretz le dijo: "Todo esto no te servirá, quédate mejor en tu casa y reza la oración del publicano."

 

Incredulidad

"Yo le contaba al Padre," escribe una hija espiritual de san Ambrosio "de una familia por la cual me lamentaba pues sus integrantes no creían en Dios ni en la vida eterna. Lo lamentaba pues pensaba que podía ser que ellos no tuvieran la culpa porque quizás hayan sido educados en tal incredulidad o por algunas otras circunstancias hayan resultado así. El padre meneó la cabeza y dijo enojado: "Para los ateos no hay justificación. Pues a todos, absolutamente a todos, inclusive a los paganos, se les predica el Evangelio. Además, todos nosotros desde nuestro nacimiento tenemos inculcado el sentimiento del conocimiento de Dios; por eso nosotros mismos somos los culpables de no ser creyentes. Tú preguntas si se puede orar por ellos. Claro que se puede orar por todos." "

"Algunos" - decía el starez - "renunciaron a creer en Dios imitando a los demás o por un falso pudor. Y he aquí un caso: un hombre no creía en Dios. Y cuando, durante la guerra del Cáucaso, en plena batalla, alrededor de él silbaban las balas, se inclinó y abrazó a su caballo y empezó a repetir: "Santa Madre de Dios sálvanos." Después, cuando sus amigos se reían de él recordando esto, renunció a sus palabras." El Padre concluyó: "Sí, la hipocresía es peor que la incredulidad."

Arrepentimiento (Confesión).

Para explicar de una manera adecuada el concepto de la fuerza y la importancia del arrepentimiento el staretz decía: "¡Qué tiempos son los de ahora!. Antes, si alguien se arrepentía de sus pecados, cambiaba su vida pecaminosa por una de virtudes, pero ahora, muchas veces sucede que el hombre cuenta todos sus pecados detalladamente cuando se confiesa, pero después empieza a pecar como antes."

El staretz trasmitía también el siguiente relato: "El diablo estaba sentado con el aspecto de un humano y movía sus pies. Alguien que lo vio con su visión espiritual le preguntó: "¿Por qué no haces nada?," El diablo contestó: "Me queda sólo mover los pies, pues la gente hace todo mejor que yo."

Hay tres caminos y grados de salvación. Dijo San Juan Crisóstomo (347-407): a) No pecar. b) Arrepentirse después de pecar y c)para quien se arrepienta mal soportar las aflicciones que vendrán.

"Ocurre a veces, decía el Padre, que nuestros pecados son perdonados en la confesión, pero la conciencia no deja de reprocharnos. El difunto staretz padre Macario, a modo de comparación mostraba su dedo, que se había cortado hace mucho: el dolor había pasado hace mucho pero la cicatriz quedó. Así, exactamente de igual manera, después del perdón de los pecados, quedan las cicatrices, es decir, los reproches de la conciencia."

Aunque Dios perdona los pecados de los que se arrepienten, cada pecado exige un castigo purificador. Por ejemplo, el mismo Dios le dijo al malhechor que se arrepentía en la cruz: "Hoy estarás conmigo en el paraíso." Sin embargo, después de estas palabras le quebraron las piernas. ¿Y cómo le resultó permanecer por unas tres horas más, colgado sólo de las manos en la cruz con las piernas quebradas? Vale decir que él necesitaba los sufrimientos purificadores. Para los pecadores, que mueren enseguida después de confesarse, sirven de purificación los rezos de la Iglesia y los que oran por ellos mientras que los que viven deben purificarse ellos mismos corrigiendo su vida y haciendo caridad para cubrir sus pecados."

Sufrimientos

"Dios no hace la cruz para una persona, es decir el Señor no prepara los sufrimientos espirituales y corporales. Por más pesada que sea la cruz que lleva una persona en la vida, la madera de la que está hecha siempre crece teniendo como suelo su propio corazón"

"Para el hombre," decía el starez, "que va por el camino recto no hay cruz. Pero cuando el hombre se desvía del camino recto y empieza a desviarse para uno y otro lado es cuando aparecen diferentes circunstancias que lo empujan de nuevo al camino recto. Estos empujones pasan a formar para el hombre la cruz. Por supuesto esos empujoncitos son de distinta índole, de acuerdo a las necesidades de cada uno."

Existe una cruz de pensamientos, cuando al hombre lo aturden pensamientos pecaminosos, pero la persona no peca si no les hace caso. El starez daba un ejemplo: "Una mujer piadosa sentía por largo tiempo el acoso de pensamientos impuros. Cuando se le presentó Jesús y la alejó de ellos ella le preguntó: "¿Dónde habías estado hasta ahora, Dulce Jesús?" A esto respondió el Señor: "Estuve en tu corazón." Ella preguntó: "¿Cómo puede ser? Mi corazón estaba colmado de pensamientos impuros" a lo que Jesús le dijo: "Piensa que estuve en tu corazón pues tú nunca aceptaste a esas ideas impuras si no que tratabas cada vez más de librarte de ellas, enfermabas por ello y con eso me preparaste un lugar en tu corazón"

"A veces a una persona le toca sufrir, aunque no tenga culpas, por los demás, así como lo hizo Nuestro Señor Jesucristo. El mismo Salvador sufrió por los hombres. También sus Apóstoles sufrían por la Iglesia y los hombres. Sufrir por los prójimos es poseer el amor perfecto."

Amor

El amor cubre todo. A una persona que le hace el bien al prójimo por los deseos de su corazón, y no únicamente por obligación o por interés, el diablo no podrá molestar.

El amor, sin duda, es superior a todo. Si tú sientes que en tí no hay amor y quieres tenerlo, haz acciones de amor, aunque al principio sean sin sentimientos de amor. Dios verá tu deseo y tus esfuerzos y pondrá amor en tu corazón. "Quien posee un corazón malicioso no debe desesperarse porque con la ayuda de Dios el hombre puede corregirlo. Sólo es necesario ocuparse con atención de sí mismo y no perder la ocasión de serle útil a los prójimos, "abrirse" frecuentemente ante el staretz y hacer caridad. Todo esto no se puede hacer enseguida pero Dios es muy paciente. Él solamente le pone fin a la vida de un hombre cuando lo ve listo para el paso a la eternidad o cuando ve que no hay ninguna esperanza para su corrección.

Misericordia

Sobre la limosna el staretz Ambrosio decía: "El santo Demetrio de Rostov escribe: si viene a ti un hombre a caballo y te pide, dale. Tú no respondes por cómo él emplee tu limosna."

Más: "San Juan Crisóstomo dice: comienza a darle a los pobres lo que a ti no te hace falta, lo que tienes tirado sin uso, después podrás dar más e incluso pasar privaciones y al final estarás listo a entregar todo lo que posees."

Pereza y abatimiento (desaliento).

"El aburrimiento es nieto del desaliento e hijo de la pereza. Para ahuyentarlo trabaja en algo, no seas perezoso en la oración; entonces pasará el aburrimiento y vendrá el entusiasmo. Y si a esto le agregaras la paciencia y humildad te salvarás de muchos males."

"¿Por qué la gente peca?" El staretz se hacía a veces la pregunta y la contestaba: "Porque no sabe lo que debe hacer y qué cosas evitar; o bien si lo sabe, lo olvida y si no lo olvida, entonces es perezosa y se desalienta. A la inversa, como la gente es muy perezosa para las obras virtuosas se olvida muy frecuentemente su principal obligación que es servir a Dios. Por pereza y amnesia llegan a una irracionalidad o desconocimiento extremo. Estas tres cosas atan con lazos que no se pueden desatar a la humanidad: el desaliento o la pereza, el olvido y el desconocimiento. Y después sigue la negligencia con una multitud de vicios y malas pasiones. Por eso nosotros Le oramos a la Reina del Cielo: "Mi Santa Patrona, Madre de Dios, con Tus santos y omnipotentes ruegos aleja de mí, tu manso y mal siervo, la pereza, el abatimiento, la insensatez, la negligencia y todos los pensamientos malos, insidiosos y blasfemos."

Paciencia

Cuando te enfadan, nunca pregunta para qué y por qué. En las Santas Escrituras de esto no se dice nada. Al contrario ahí se dice: "No resistáis al mal; a cualquiera que te hiriere en tu mejilla diestra, vuélvele también la otra" (Mateo 5:39) . Pegar en la mejilla derecha es incómodo y por eso recibir un golpe en la mejilla derecha puede entenderse como cuando alguien te calumnia o te hace enfadar por algo sin razón. No te quejes, aguanta este golpe con paciencia, vuélvele la mejilla izquierda, es decir recuerda tus propias acciones injustas. Y si en este momento eres inocente, quizá antes pecabas mucho y te convencerás de que merecías un castigo. La justificación a uno mismo es un grave pecado.

"Padre: enséñeme a ser paciente" - le dijo una monja. "Aprende y empieza por ser paciente con las circunstancias desagradables que veas y que se te presenten," contestó Ambrosio. -"No puedo entender cómo puede uno no indignarse ante los agravios y las injusticias." La contestación del staretz fue: "Sé justa tú misma y no agravies a nadie."

Irritabilidad

Nadie debe justificar su irritabilidad por alguna enfermedad pues aquella proviene de la soberbia. El santo Apóstol Santiago (Jacobo) dice que "La ira del hombre no obra la verdad de Dios" (Sgo 1:20). Para no caer en la irritabilidad y el cólera no hay que apresurarse.

Envidia y el resentimiento

El starez dijo: "Se debe obligar a uno mismo, aunque sea contra la propia voluntad, a hacerle algún bien a sus enemigos; lo más importante es no vengarse de ellos y ser cuidadoso para no ofenderlos con muestras de desprecio y trato despectivo."

Una persona le preguntó: "Yo no entiendo cómo Ud., Padre, no solamente no se enoja con los que hablan mal de Usted, empero sigue amándolos." El staretz se reía y dijo: "¿Tú te enojabas con tu pequeño hijo, a pesar de lo que hacía o decía? ¿No tratabas siempre de tapar de alguna manera sus defectos?"

Soberbia

Muchos no tienen ningún pretexto para sentirse orgullosos. Con respecto a esto el staretz contaba: "Una mujer le decía a su confesor que ella era orgullosa. "¿De qué eres orgullosa? ¿Probablemente eres noble?" - preguntó él. "No" contestó ella. - "¿Eres talentosa?" - "No." - "Entonces, ¿eres rica?" - "No." "Mm ..., bien, en este caso puedes ser orgullosa" - le dijo al final el confesor.

A la pregunta de cómo lo justos, sabiendo, que viven según los mandatos Divinos, no se ponen orgullosos por su rectitud el staretz contestó: "Ellos no saben qué fin los espera." Por eso agregó: "Nuestra salvación debe hacerse entre el miedo y la esperanza. Nadie debe perder la esperanza y dejarse llevar por la desesperación, pero tampoco hay que confiar demasiado."

El Sentido de las tentaciones

La libertad de las criaturas racionales era probada siempre y lo es hasta ahora hasta que no sean corroborradas sus bondades. Pues el bien no se asienta sin ser puesto a prueba. Cada cristiano es probado: unos por la pobreza, otros por la enfermedad, otros por diferentes malos pensamientos, otros por alguna desgracia o desesperación y otros por distintos tipos de confusiones. Con esto se prueba la solidez de la fe, la esperanza y el amor a Dios. Es decir se ve si se tiende más a lo celestial o si se está atado a lo terrenal. El cristiano con todas estas pruebas puede ver él mismo en qué situación y con qué tipo de disposición se encuentra y se torna más humilde, aunque no lo desee. Porque sin la humildad todas nuestras acciones son vanas, como unánimemente lo afirman los Padres de la Iglesia justos e iluminados por Dios.

Hasta a los ángeles se les dio libertad por prueba. Y si los habitantes del Cielo no evitaron tales pruebas con más razón deben ser probados los que viven aquí, en la tierra.

Ayuno (sobre su sentido y necesidad)

Podemos ver la necesidad de observar los ayunos en el Evangelio y en el ejemplo del mismo Jesucristo, quien ayunó en el desierto por cuarenta días, aunque Él al ser Dios no tenía necesidad de hacerlo. En segundo lugar a la pregunta de Sus discípulos de por qué ellos no habían podido expulsar al demonio de un hombre, Cristo les contestaba: "Por vuestra incredulidad." Y después agregaba: "Este género con nada puede salir, sino con oración y ayuno" (Marcos 9:29). Además hay en el Evangelio indicaciones para que nosotros ayunemos los miércoles y los viernes. El día miércoles Cristo fue entregado y el día viernes fue crucificado.

La comida que no se puede comer (carnes, lácteos, huevos) durante las abstinencias no es mala. No deshonra pero hace más pesado el cuerpo del hombre. El Apóstol San Pablo dice: "Aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior empero se renueva de día en día" (2 Cor 4:16). Él llamó hombre exterior el cuerpo e interior al alma.

Cada privación y cada sacrificio se aprecia delante de Dios, como se dice en el Evangelio: "Al reino de los cielos se hace a la fuerza, y los valientes lo arrebatan" (Mateo 11:12). Los que insolentemente y voluntariamente violan las reglas de ayuno se llaman enemigos de la cruz, su dios es el estómago y su gloria está en su vergüenza. En los salmos se dice: "Pecarás por el vientre." Por supuesto, otra cosa es si alguien quebranta las normas del ayuno por enfermedad o por debilidad del cuerpo. Pero los sanos que ayunan resultan más saludables y buenos y además viven más años, aunque parezcan más flacos o consumidos. Durante el ayuno y la abstinencia el cuerpo no se rebela tanto, el sueño no triunfa tanto, los pensamientos vanos entran menos a la cabeza, el sueño no te vence y los libros espirituales se leen con más entusiasmo y se comprenden mejor.

Entonces si vosotros deseáis, por la gracia de Dios, purificaros de los pecados, sabed que los pecados se combaten solamente con oraciones sinceras y ayuno, pero con un ayuno prudente. He aquí un ejemplo de un ayuno imprudente. Un terrateniente, de vida placentera, quiso de repente hacer un ayuno severo y ordenó en todo el tiempo de la Cuaresma preparar para él, como única comida, semillas de cáñamo y las comía con kvas (Kvas: bebida que usan en países eslavos y se obtiene echando agua caliente sobre la harina de cebada o pan de centeno resecado y dejando fermentar el líquido obtenido.). Como resultado de tan brusco paso de placeres al ayuno, se arruinó el estómago y los doctores tardaron un año para curarlo. Hay escritos de los Santos Padres que dicen que no debemos ser asesinos de nuestro cuerpo sino de las pasiones.

Oración

Para que la gente no permaneciera en el descuido de sí mismo y no depositase toda su esperanza sobre las oraciones de otros el staretz repetía un proverbio popular: "Dios ayúdanos pero tú, mujik (Mujik, leáse muyik, - campesino ruso) no estés acostado."

Una monja le preguntó: "Padre, ¿por medio de quién puedo pedir ayuda si no es por Usted?" El staretz respondió: "¡Pídela tu misma!" "Recuerda a los doce apóstoles, que le pedían al Salvador por la mujer Cananea y Él no los escuchaba, pero cuando ella empezó a rogarle, la escuchó y curó a su hija."

Pero como la oración es un arma muy fuerte contra el diablo, éste trata por todos los medios de alejar al hombre de ella. El staretz contaba: "En el Monte Athos en Grecia un monje tenía un estornino parlanchín. El monje lo quería mucho y le gustaba escuchar al pájaro como hablaba. Pero extrañamente cuando el monje empezaba a rezar las oraciones el estornino empezaba a hablar y lo distraía. En un día de Pascua el monje se acercó a la jaula y le dijo a estornino: "¡Cristo resucitó!" Y el estornino contestó: "Esa es precisamente nuestra desgracia: resucitó" y cayó muerto. En la celda del monje se esparció un hedor insoportable. Entonces el monje comprendió su error y se arrepintió."

Acerca de que Dios mira más sobre la disposición interior del alma del hombre durante la oración el staretz decía: "Una vez vino a lo del padre abad Antonio un hombre con las piernas enfermas y dijo: "Padre me duelen las piernas, no puedo inclinarme para las postraciones y esto me molesta." El padre Antonio le contestó: "En las Santas Escrituras se dice: "Hijo, dame tu corazón" no se nos piden las piernas en ningún lado.

Una monja le dijo al staretz que soñó con un icono de la Madre de Dios y escucho de él: "Haz una ofrenda" El padre preguntó: ¿Y qué trajiste para la ofrenda?" Ella respondió: "¿Y qué podría traer yo si no tengo nada?" Entonces el padre explicó: "En los salmos está escrito: "La ofrenda de alabanzas me glorifica."

Progreso y moralidad

Una de las hijas espirituales del padre le transmitió las siguientes preguntas de su hijo:

1 - Según el Evangelio la comunidad de la gente antes del fin del mundo se presenta con un aspecto terrible. Esto niega la posibilidad de un continuo perfeccionamiento de la humanidad. ¿Cómo se puede trabajar para el bien de la comunidad, si se sabe que nada se puede hacer para lograr como resultado final antes del fin del mundo la posible perfección moral de la humanidad?

2 - El deber de un cristiano es hacer el bien y tratar que este bien triunfe sobre el mal. Pero en el Evangelio se dice que antes del fin del mundo la maldad triunfará sobre el bien. ¿De que manera esforzarse para que el bien triunfe sobre el mal si sabemos que todos estos esfuerzos serán vanos y al final triunfará la maldad?"

La respuesta del staretz Ambrosio: Dígale a su hijo: El mal ya está vencido hace tiempo, sin los esfuerzos ni por la fuerza de hombres sino por el Mismo Señor y Salvador Nuestro Jesucristo que para esto bajó del cielo, se hizo Hombre, sufrió como humano por nosotros y por Sus sufrimientos en la cruz y resurrección destruyó el poder del mal y a su líder el diablo que mandaba sobre el género humano y nos liberó de la esclavitud diabólica y del pecado. Como Él mismo dijo: "He aquí os doy potestad de hollar sobre las serpientes y sobre los escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará" (Lucas 10:19). Ahora a todos los cristianos creyentes se nos da en el misterio del bautismo la fuerza para vencer el mal y hacer el bien con el cumplimiento de los mandamientos evangélicos. Ya nadie puede ser poseído por el mal contra su voluntad, excepto los descuidados en seguir los Mandamientos de Dios y en especial aquellos que voluntariamente se entregan a los pecados. Querer con sus fuerzas vencer el mal que ya ha sido vencido con la llegada del Salvador indica la incomprensión de los sacramentos cristianos de la Iglesia Ortodoxa y muestra una confianza en las propias fuerzas impregnada de soberbia de hombres, que quieren hacer todo solos, con sus fuerzas, sin la ayuda Divina. Pero Dios dice claro: "Porque sin Mí nada podéis hacer" (Juan 15:5).

Usted escribe: en el Evangelio se dice que antes del fin del mundo la maldad triunfará sobre el bien. En ninguna parte del Evangelio se dice esto, lo único que se dice es que en el último tiempo disminuirá la fe: "Empero cuando el Hijo del hombre viniere, ¿hallará fe en la tierra?" (Lucas 18:8) y "por haberse multiplicado la maldad el amor de muchos se enfriará" (Mateo 24:12). El Apóstol San Pablo dice, que antes de la segunda venida del Salvador: "No vendré sin que venga antes la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, oponiéndose, y levantándose contra todo lo que se llama Dios, o que se adora; tanto que se asiente en el templo de Dios como Dios, haciéndose parecer Dios" (2 Tes. 2:3-4), es decir el anticristo. Y aquí mismo se dice que Jesucristo lo matará con el espíritu de Su boca y lo destruirá con el resplandor de Su venida... (2 Tes. 2:8). ¿Dónde está el triunfo del mal sobre el bien? En general todo triunfo del mal sobre el bien es solamente aparente y pasajero.

Por otro lado no es cierto que la humanidad se perfeccione constantemente en la tierra. El progreso o las mejoras existen solamente en los asuntos exteriores, en las comodidades de la vida. Por ejemplo, nosotros usamos los ferrocarriles y los telégrafos, que no había antes; extraemos carbón mineral que permanecía dentro de la tierra, etc. En el aspecto moral y cristiano no existe ningún progreso universal. En todos los tiempos hubo gente, que alcanzaba una alta perfección moral y cristiana guiada por la fe verdadera en Cristo y siguiendo la verdadera doctrina cristiana, conforme con la Revelación Divina que Dios evidenciaba en Su Iglesia por hombres inspirados por Dios: los Profetas y los Apóstoles. Gente así habrá también en los tiempos del anticristo y por esa gente esta época se acortará, como está dicho en el Evangelio: "Y si aquellos días no fuesen acortados, ninguna carne sería salva; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados" (Mateo 24:22).

La perfección moral en la tierra, incompleta, no se logra por toda la humanidad, sino por cada creyente en particular, en la medida del cumplimiento de los mandatos Divinos y de la humildad. La perfección total y final se logra en el cielo, en la futura vida eterna, para la cual la corta vida en la tierra sirve sólo como una preparación, de manera parecida a como los años de estudio de un joven le sirven de preparación para su futura actividad en la práctica de la vida. Si el destino de la humanidad se redujera a su existencia terrenal, si para el hombre todo terminase en la tierra, ¿por qué está escrito "y la tierra y las obras que en ella están serán quemadas" (2 Pedro 3:10) ? Sin la vida futura, dichosa y eterna, nuestra permanencia en la tierra sería incomprensible e inútil.

El deseo de trabajar para el bien de la humanidad tiene buena apariencia pero no está bien encaminado. Todos quieren, de palabra, trabajar para el bien del prójimo pero no se preocupan o se preocupan muy poco en que primero hay que librarse uno mismo del mal y recién ahí ocuparse en provecho de los demás.

Las grandilocuentes ideas de la joven generación sobre grandes actividades para el beneficio de toda la humanidad se parecen mucho a alguien que sin haber terminado el colegio desea ser una sobresaliente eminencia universitaria como profesor. Por otro lado pensar que si no podemos hacer progresar a toda la humanidad no vale la pena esforzarse en absoluto no es más que otro extremismo. Cada cristiano debe, según sus fuerzas y conforme a su posición, trabajar en favor de los demás, pero hacer todo esto de manera ordenada y oportuna y presentarle a Dios y a Su santa voluntad el éxito de nuestros esfuerzos.

En conclusión diré: aconseje a su hijo no mezclar los aspectos humanos externos con los espirituales y morales. En los inventos y descubrimientos, en particular en las ciencias si se quiere, se puede ver progreso. Pero repito, en el aspecto cristiano-moral no hay y no puede haber progreso en la humanidad. Cada uno será juzgado por sus acciones.

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Panfleto Misionero # SA15

Copyright (c) 2000 y Publicado por la Iglesia

Ortodoxa Rusa de la Santa Protección

2049 Argyle Ave. Los Angeles, California 90068

Editor: Obispo Alejandro (Mileant).

(ambrosio.doc, 08-04-2000).

 

Edited by

Date

N. Vorobioff

08/03/2000