del "Starez" Siluan (Silvano "el Athonita")
Obispo Alejandro y Natalia Bufius
Traducido por Vladimiro Deriba
Сontenido
: La vida del starez Siluan.Las enseñanzas y concejos del Starez Siluan.
Acerca del estado del hombre. La voluntad Divina. La oración. La humildad. El mundo espiritual. La Gracia Divina. El arrepentimiento. El amor. Los pastores. Distintos pensamientos y admiración propia. La obediencia. La ultima palabra.
Nota: Sobre la tierra vivía un hombre con una enorme fuerza espiritual, su nombre Siluan. Rezaba mucho y suplicaba a Dios: "Ten piedad de mi," pero Dios no lo escuchaba. Después de varios meses de tales oraciones sus fuerzas espirituales llegaron al límite y en su desesperación el exclamó: "¡Tu eres implacable!" Y con estas palabras en su alma extenuada algo pasó y por un segundo pudo ver a Jesucristo vivo; Su corazón y todo el cuerpo se llenaron de un fuego Divino con tal fuerza, que el podría morir si esta visión duraría un instante más. Nunca más en su vida pudo olvidar la indescriptiblemente dulce, llena de amor, alegre, llena de paz incomprensible mirada de Cristo. Y durante toda su vida el testificaba que Dios es amor, amor ilimitado, incomprensible.
Sobre este testigo del amor Divino, vamos a hablar.
La vida del starez Siluan
E
l sjimonje padre Siluan (el nombre y apellido — Simón Ivanovich Antonov). Nació en el año 1866 en una aldea de la provincia de Tambov, Rusia). Llegó al monte Athos en 1892, fue tonsurado monje en 1896 y tomo la sjima en el año 1911. (Los votos de la sjima son más severos y al monje se le cambia el nombre y los hábitos). Cumplía la obediencia en el molino del monasterio de Viejo Rusik, en economía. Falleció el 24 de septiembre de 1938. Esos pocos datos se tomaron del monasterio de Athos.Desde que "nació" hasta que "falleció" podemos contar muy poco, pues es el tema de la vida interior de un monje ante Dios — algo indiscreto y atrevido. Hablar sobre "la profundidad del corazón" de un cristiano es un sacrilegio, pero creemos que ahora el starez ya no teme a nada. Nada va a perturbar su descanso eterno en Dios. Por eso nos permitimos relatar su extraordinariamente rica vida y también teniendo en cuenta a aquellos pocos que son atraídos por esta vida divina.
Muchos, que están en contacto con los monjes en general y con el starez Siluan en particular, no encuentran nada especial y se quedan con el deseo incumplido y hasta desilusionados. Esto pasa porque se acercan al monje con demandas y búsquedas erróneas. El monje constantemente está en un estado de lucha, muchas veces muy intensa, pero el monje ortodoxo no es un faquir. A el no le interesa un logro con ejercicios especiales, con un particular desarrollo de las fuerzas psíquicas, lo que atrae a muchos ignorantes buscadores de la vida mística. Toda su vida el monje realiza una lucha fuerte. Algunos de ellos, como el padre Siluan, llevan una lucha titánica con el mundo invisible para matar en su corazón al animal orgulloso para hacerse un verdadero hombre dócil y humilde según la imagen del Hombre-Cristo. Para el mundo es extraña e incomprensible la vida cristiana. Una paradoja. Todo parece que es contrario al orden en el mundo y no hay posibilidad de explicarlo con palabras. El único camino para comprender — es cumplir la voluntad de Dios, lo que significa cumplir todos los mandamientos y enseñanzas de Jesucristo.
La infancia y los años de juventud.
De la larga vida del starez queremos mencionar algunos hechos que demuestran su vida interior y al mismo tiempo "su historia." El primero corresponde cuando él tenía 4 años de edad. Su padre, como muchos campesinos rusos, daba buena acogida a los peregrinos. En un día festivo invitó a su casa a un librero ambulante, con la esperanza de enterarse de algo nuevo e interesante, ya que le gustaba instruirse. Al huésped fue ofrecida la comida y el te. El pequeño Simeón escuchaba con curiosidad la conversación. El librero trataba de demostrar, que Cristo no era Dios y que Dios no existe. Al niño le sorprendieron especialmente las palabras: "¿Y donde esta Dios?" y el pensó: "Cuando creceré y seré grande e iré a buscar a Dios." Cuando se fue el huésped, Simeón le dijo al padre: "Tu me enseñas a orar, pero él dice que Dios no existe." El padre contestó: "Yo pensaba que él era un hombre inteligente, pero resulto ser un estúpido. No lo escuches." Pero las palabras del padre no borraron las dudas del alma del niño.
Pasaron muchos años, Simeón se convirtió en un mozo grande y robusto. Trabajaba como carpintero en una estancia. Era miembro de una unión agrícola. Una mujer del pueblo les cocinaba la comida. Una vez ella hizo una peregrinación para visitar la tumba de un famoso ermitaño Juan Sesenovsky (1791-1839). Al regresar, ella contó que sobre la tumba del ermitaño se producen milagros. Otra gente también confirmo el hecho de los milagros y que Juan era un santo. Escuchando esto, Simeón pensó: Si Juan es santo, significa que Dios está con nosotros y no es necesario andar por la tierra buscándolo. Con este pensamiento su joven corazón se lleno de amor a Dios.
Una cosa sorprendente, desde los 4 años hasta los 19 lo incomodaba el pensamiento sobre la existencia de Dios, que le puso el incrédulo librero. Su problema se soluciono en una forma algo ingenua.
Después que Simeón recupero la fe, su pensamiento estaba siempre con Dios y el empezó a rezar mucho, llorando. Entonces sintió un cambio dentro de si y la atracción de la vida monacal. Como él contaba después, ya no lo atraían, como antes, las hermosas jóvenes, las miraba como si fueran hermanas. En aquel momento el pidió a su padre el permiso de entrar en el gran monasterio Lavra de Kiev. Pero el padre fue categórico: "Primero hay que hacer el servicio militar y después sería libre de ir." En un estado tan especial estuvo tres meses, pero después empezó nuevamente a relacionarse con las personas de su misma edad, pasear con las mujeres, tomar vodka, tocar acordeón y vivir como los demás jóvenes de la aldea. Siendo joven, hermoso y fuerte y para este tiempo rico, él gozaba de la vida. Era amado por su carácter alegre y tranquilo y las jóvenes lo miraban como a un novio conveniente. El mismo fue cautivado por una chica, pero antes que se hablara de la boda, ocurrió "lo habitual" entre ellos.
Es remarcable que a la mañana siguiente, cuando el trabajaba con su padre, este le dijo con voz baja: "Hijo donde estuviste ayer, me dolía el corazón." Este dulce reproche entró en el corazón de Simeón. Y recordando después el starez decía; "Yo no llegue a la medida de mi padre. El era sencillo y analfabeto. Aprendió a rezar el Padre Nuestro, escuchando en la iglesia, pero era un hombre dócil."
La familia de ellos era grande: los padres, 5 hijos y 2 hijas. Todos juntos vivían en paz. Los hermanos mayores trabajaban con el padre. Un día viernes a Simeón le toco preparar la comida, durante el tiempo de la cosecha. El olvido que los viernes no se come carne y cocino carne de cerdo. Lo llevó al campo y todos comieron. Pasó medio año, en una fiesta de invierno, su padre le dijo, sonriendo: "te acuerdas, como un día viernes, en el campo me hiciste comer carne de cerdo, era come comer carroña." — "¿y porque no me dijiste nada?" — "yo hijo no quise turbarte."
Relatando semejantes casos de su vida en la casa de su padre, el starez Siluan agregaba: "he aquí el hombre, que yo quisiera tener como "starez," el nunca se enojaba, siempre era recto y dócil. Pensar que espero medio año la oportunidad de corregirme sin turbarme. Simeón era muy fuerte. El era muy joven, antes del servicio militar y un día, durante las fiestas de Pascuas, después de un almuerzo abundante con carne, cuando se quedó en la casa con la madre, ella le ofreció una tortilla de media docena de huevos y el no se negó, comió todo. En aquellos tiempos él trabajaba con sus hermanos en la estancia del príncipe Trubezkoy .En los días de fiesta, a veces, iba a la taberna, donde en una noche tomaba 2.5 litros de vodka y no se embriagaba.
Una vez, cuando después del deshielo cayó helada, entró en la posada un hombre y dijo que no podía partir porque una gruesa capa de hielo cubrió los cascos de su caballo, que no se dejaba liberar por el dolor. Simeón se ofreció ayudarle. Tomó el caballo por el cuello y le dijo al hombre: "Ahora rompa el hielo." El caballo no se pudo mover y todo el hielo en los cascos se pudo sacar. El hombre pudo partir.
Enormes ollas calientes llevaba con las manos para servir la comida en la mesa. O con un puñetazo rompía una gruesa tabla. Podría trabajar mucho y comer mucho y aguantaba fácilmente el calor y el frío.
Pero esta fuerza fue la causa de un gran pecado, seguido por un gran arrepentimiento. Un día de la fiesta parroquial de su aldea y cuando todos los aldeanos charlaban alegremente delante de sus moradas, Simeón paseaba por la calle con sus amigos, tocando el acordeón. A su encuentro venían dos hermanos — zapateros de la aldea. El mayor — un hombre grande y fuerte, escandaloso estaba borracho y quiso quitar el acordeón a Simeón. Pero el último alcanzo entregarlo a un amigo. Simeón quiso persuadir al borracho de seguir su camino, pero viendo a las muchachas que los observaban el zapatero ataco a Simeón. También Simeón, quien al principio quería ceder, pensando que las muchachas se iban reír de él, le dio un fuerte golpe en el pecho. El voló lejos y se cayó en medio de la calle. De su boca salía sangre y espuma. Todos se asustaron y Simeón pensó que lo había matado. Y se quedo parado. En este momento el hermano menor del zapatero tiró una piedra grande sobre Simeón, pero el pudo esquivarla y la piedra le rozó la espalda. Entonces dijo Simeón: "¿que quieres, que te pase lo mismo?" pero el otro escapo. Durante largo rato estaba tirado el zapatero sobre la calle. La gente vino a ayudar. Lo lavaron con agua fría. Recién, media hora después, pudo levantarse y lo llevaron a casa. Cerca de dos meses estuvo enfermo, pero, por suerte, no murió. Los hermanos zapateros, con sus amigos, esperaban a Simeón en las callejuelas con palos y cuchillos, pero Dios lo salvo.
Así, en bullicio de la vida, comenzó a desaparecer en el alma de Simeón el primer llamado de Dios para la vida monacal. Pero Dios, que lo había elegido, lo llamo de nuevo por medio de una visión. Una vez, después de pasar un tiempo indecentemente, Simeón se adormeció y vio como una serpiente penetro por la boca en su interior. Sintió un fuerte asco, se despertó y al mismo tiempo escucho las palabras: "Tu tragaste en el sueño la serpiente y te dio asco; así a Mi no Me gusta ver lo que estas haciendo." Simeón no vio a nadie, solo oyó la voz que por su hermosura y dulzura era totalmente singular. Según la indudable convicción del starez — esta fue la voz de la Madre de Dios. Hasta el fin de sus días, el daba las gracias a Ella por no haberlo despreciado y visitarlo personalmente para salvarlo de la caída. El decía: "Ahora veo como el Señor y la Virgen María se apiadan de la gente. Piensen, la Madre de Dios bajó del cielo para advertirme de mis pecados." El aseguraba que no fue honrado de verla a causa del estado de impureza en que se encontraba
Este segundo llamado, ocurrido un poco antes del servicio militar, decidió la elección de su futuro camino. Lo primero que paso fue un cambio radical en su vida, que tomaba un mal camino. Simeón sentía una profunda vergüenza por su pasado y empezó a arrepentirse muy profundamente ante Dios. La decisión de entrar en un monasterio, después del servicio militar, se duplicó. Y empezó a cambiar su conducta sobre lo que el veía en la vida. El cambio no fue solamente en sus cosas, también en sus muy interesantes conversaciones con la gente.
El tiempo del servicio militar.
Simeón hizo el servicio militar en la Guardia Imperial, en el batallón de zapadores. Vino con mucha fe y arrepentimiento y no dejaba de pensar en Dios.
En el ejército lo querían mucho como a un soldado cumplidor, tranquilo, de buena conducta. Y los compañeros como a un fiel y agradable amigo. Pero esto era normal en Rusia, donde los soldados vivían como hermanos.
Una vez, en vísperas de una fiesta, Simeón con tres compañeros se fueron a la ciudad. Entraron en un bodegón grande con mucha luz y música. Pidieron la cena con vodka y se pusieron a conversar en voz alta. Simeón hablaba poco. Un amigo le pregunto:
¿Simeón, estas callado, en qué piensas?
Yo pienso que nosotros lo pasamos alegremente en un bodegón. Comemos, tomamos vodka, escuchamos música y nos divertimos, pero en el Monte Athos los monjes hacen vigilia y rezan durante toda la noche. ¿Entonces quien de nosotros dará la mejor contestación en el Juicio Final, ellos o nosotros?
Entonces otro le dijo:
¡Como es Simeón! Nosotros nos divertimos y escuchamos música y sus pensamientos están en Athos y en el Juicio Final.
Las palabras del soldado de Guardia sobre Simeón de que sus pensamientos están en Athos y en el Juicio Final, no son solamente de este momento, cuando ellos estaban sentados en el bodegón. El siempre pensaba en el Monte Athos y también enviaba dinero para ayudar a los monasterios.
Una vez el regresaba de una aldea, donde fue para mandar dinero a Athos. Un perro rabioso se le vino directamente a él. Cuando se le acercó y estaba por atacarlo, Simeón, lleno de miedo, exclamó: "¡Señor, ayúdame!" Ni bien el pronunció este rezo, una fuerza extraña lanzo al perro al costado como si hubiere tropezado con algo y contorneando a Simeón el perro corrió hacia la aldea, donde hizo mucho daño a la gente y al ganado. Este acontecimiento le produjo una impresión muy fuerte a Simeón. El sintió la proximidad de Dios, Quien nos custodia, y se acerco más a Dios.
Poco tiempo antes de terminar su servicio militar en la Guardia, Simeón juntamente con un escribiente del batallón fueron a ver al padre Juan de Kronstadt, para pedirle su bendición y rezos. Como no lo encontraron, le dejaron escritas sus cartas. El escribiente dejó una carta larga, escrita con su hermosa letra. Pero Simeón escribió pocas palabras: — "Padrecito, quiero hacerme monje, rece que el mundo no me retenga." Regresaron a San Petersburgo, al cuartel. Y al otro día, según las palabras del starez, el sintió, que a su alrededor "resonaba una llama infernal." Regresó a su casa y permaneció ahí solo una semana. Rápidamente le juntaron los lienzos y otros regalos para el monasterio. Simeón se despidió de todos y viajo a Athos. Pero, desde el día cuando el padre Juan empezó a rezar por él, "la llama infernal" resonaba alrededor de él sin parar, en todos los lados donde se encontraba. En el tren, en el puerto de Odessa, en el barco y aún en el monasterio de Athos, en la iglesia y en todas partes...
La llegada al Monte Sagrado y sus devociones monásticas.
Simeón llego a Athos en el otoño del 1892, y entro en el monasterio ruso del gran mártir San Pantaleón. Empezó su nueva vida de sacrificios y vigilias.
Según las costumbres de Athos, el novicio "hermano Simeón" debía pasar unos días en paz completa, para recordar los pecados de su vida, anotarlos para decirlos al confesor. El tormento infernal, que no se quitaba, le produjo un arrepentimiento muy fuerte. En el Sacramento de la Confesión Simeón quería liberar su alma de todos los pecados y relató con buena disposición y gran miedo todo lo que había hecho en su vida, sin ningunas justificaciones.
El confesor dijo al hermano Simeón: "Tu te confesaste delante de Dios y debes saber que estas perdonado... Desde hoy comienza la nueva vida... Ve con Dios y alégrate que El te trajo a este refugio de salvación."
El hermano Simeón fue introducido, para su desarrollo espiritual, con la ayuda del régimen sempiterno de la vida del monasterio, con el continuo recuerdo de Dios, la oración en la celda solo, largos oficios en el templo, los ayunos y vigilias, frecuentes confesiones y comuniones, lecturas, trabajos y obediencia. Pronto aprendió "la oración a Jesús" con el rosario. Pasó poco tiempo, cerca de tres semanas y una vez al atardecer, durante la oración delante del icono de la Virgen, la oración entro en su corazón y empezó a realizarse ahí de día y noche, pero entonces el todavía no comprendía la grandeza y el extraordinario valor del don recibido de la Madre de Dios.
El hermano Simeón era paciente, bondadoso, obediente: en el monasterio lo amaban, lo elogiaban por los trabajos bien hechos y por el buen carácter y esto le agradaba. Luego empezó a pensar: "vivís sin pecar, te arrepentiste, estas perdonado, rezas continuamente y cumplís bien tus obligaciones." La mente del novicio vacilaba a causa de estos pensamientos y una inquietud penetraba en su corazón, pero, debido a su inexperiencia, él no comprendía que es lo que pasaba. Una noche su celda se lleno con una luz extraña, la cual penetró hasta el interior de su cuerpo y el vio sus intestinos. El pensamiento le decía: "acepta — es la bendición," pero su alma de novicio se quedó confusa y el quedó en una gran confusión.
Después de ver la luz extraña, empezaron a aparecerle los demonios, y él, ingenuo, hablaba con ellos como con la "gente." Poco a poco estas agresiones aumentaron. Algunas veces ello le decían: "ahora tu eres un santo," otras veces: "tu no te salvaras." El hermano Simeón preguntó una vez al demonio: "porque vosotros habláis distinto: o dicen que soy santo, o que no me salvare." Burlándose, el demonio le dijo: "nosotros nunca decimos la verdad."
Las insinuaciones demoniacas de llevarlo al "cielo," en su orgullo, o precipitarlo a la perdición eterna. Y el rezaba a Dios con un fervor excesivo. Dormía poco, a ratos. Físicamente fuerte, un gigante, el no se acostaba. Pasaba rezando todas las noches, parado o sentado en un banco. Cansado se dormía 15-20 minutos y después rezaba de nuevo.
Pasaban meses, pero las agresiones demoniacas se hacían cada vez más fuertes. Las fuerzas espirituales del novicio empezaron a ceder y su ánimo decaía. El miedo a la perdición eterna y desesperación aumentaban. El ya no soportaba más. Llego al último paso de la desesperación y estando sentado en su celda, al atardecer, pensó: "No se puede implorar a Dios." Con este pensamiento el sintió completo abandono y su alma se hundió en la oscuridad de la angustia infernal y tristeza.
En el mismo día, durante el servicio vespertino, en la iglesia del Santo Profeta Elías, a la derecha de la puerta central del Iconostasio, el vio a Cristo vivo. "Incomprensiblemente el Señor apareció al joven novicio" — y todo su ser se llenó con el fuego de Gracia del Espíritu Santo, con aquel fuego, que nuestro Salvador hizo descender con Su presencia en la tierra (Lc. 12:49). Con esta visión, Simeón se quedo extenuado y el Señor se hizo invisible. Es imposible describir el estado de ánimo de Simeón, a esta hora. Lo ilumino la gran luz Divina. Espiritualmente fue elevado al cielo donde oía las palabras indecibles. Fue el momento en que nacía por segunda vez (Juan 1:13; 3:3). La mirada dulce de Jesucristo que todo perdona, llena de amor, alegre, atrajo a todo el hombre y después de desaparecer, llevó su alma a la contemplación Divina, fuera del mundo material... Mas adelante, en sus escritos, él repite constantemente que el conoció a Dios y lo vio por intermedio del Espíritu Santo. También afirma que cuando el Mismo Dios se aparece al alma, ella no puede no reconocer en El a su Creador y Dios.
Al renacer su alma después de la Divina Aparición, después de haber visto la luz de la verdad y eterna existencia, Simeón sentía una alegría pascual. Todo le parecía bueno. El mundo excelente, la gente amable, la naturaleza hermosa. Y el cuerpo se cambio, más ligero y parecería que aumentaron sus fuerzas. Pero, con el tiempo, el sentimiento de la gracia se debilito. ¿Por qué? ¿Que hacer, para no permitir esta perdida?
Empezó la atenta búsqueda de la respuesta a la creciente confusión en los consejos de su confesor y en las obras de los Santos Padres-ascetas. El padre-starez Anatolio, del Santo Rusac, le dijo: "durante la oración mantén tu mente limpia de toda imaginación y pensamiento. Concéntrate en las palabras de la oración." Simeón pasó bastante tiempo con el starez Anatolio. Su conversación instructiva y útil concluyó el padre Anatolio con las siguientes palabras: "si tu ahora eres así, ¿como serás, cuando seas viejo?" Pero esta pregunta le dio al joven novicio un fuerte pretexto para la soberbia, contra la cual él todavía no sabia luchar. Joven y todavía inexperto el monje Simeón comenzó la más difícil, más compleja, más sutil lucha contra la soberbia. El orgullo y la soberbia traen consigo todas las desgracias y caídas. La gracia se aleja, el corazón se enfría, se distrae la mente en la oración y así comienzan los pensamientos pecaminosos.
El joven monje Siluan gradualmente aprende los más perfectas hechos ascéticos, las cuales parecen imposibles a la mayoría. Su sueño sigue entrecortado — varias veces durante las 24 horas de 15-20 minutos. No se acuesta, duerme sentado en un banco. De día trabaja como un obrero, se dedica a la obediencia, renunciando a su propia voluntad. Aprende a guiarse por la voluntad Divina, se abstiene en la comida, se aleja de las conversaciones, reduce los movimientos. Durante largas horas reza la oración de Jesús, rica en su contenido. Y a pesar de todos sus esfuerzos, frecuentemente la luz de la gracia lo abandona y los demonios lo rodean de noche.
Los cambios de estado, algo de gracia y abandono después, y las agresiones demoníacas no pasan infructuosas. Gracias a estos cambios el alma de Siluan se encuentra en continua lucha, pasa las noches sin dormir en la búsqueda de salida. Pasaron 15 años desde el día de la aparición de Cristo. Una vez, cuando luchaba con los demonios, cuando a pesar de todos los esfuerzos no podía rezar con pureza, Siluan se levanta del banco para hacer una inclinación, pero ve delante suyo a un enorme demonio, parado delante de los iconos, quien espera una inclinación a si mismo. La celda estaba llena de demonios. El padre Siluan se vuelve a sentar y inclinando la cabeza con el corazón dolorido dice la oración: "Señor, Tu ves, que yo trato de rezar con la mente pura, pero los demonios me lo impiden. Enséñame, ¿que debo hacer para que ellos no me molesten?" Y recibió la respuesta en su alma: "los orgullosos siempre sufren así a los demonios." — "Señor, — dice Siluan, — "¿enséñame, que debo hacer para que mi alma sea humilde?" Y otra vez la respuesta de Dios en el corazón: "Ten tu mente en el infierno y no te desesperes."
Desde entonces le ha sido abierto en su alma, que la raíz de todos los pecados, la semilla de la muerte — es el orgullo, y que el Dios es — la humildad. Por eso, el que quiere llegar a Dios debe tener la humildad. El comprendió, que aquella indecible, enorme humildad de Cristo, que él vivió durante Su Aparición, es parte integrante del amor Divino, de existencia Divina. Ahora el comprendió con claridad que todo el esfuerzo debe ser dirigido para tener la humildad. Le fue dado a conocer el gran misterio de la Existencia Divina.
Espiritualmente el penetró en el misterio de la lucha del venerable Serafín de Sarov, quien después de haber visto a nuestro Señor durante la Liturgia en el templo, y sintiendo después la perdida de la gracia y abandono Divino, se fue al desierto y ahí paso mil días y noches, parado sobre una piedra, implorando: "Dios, ten piedad de mi, pecador."
Le fue revelado el verdadero sentido y vigor del venerado Pimen el Grande. En la respuesta a sus discípulos:
"Créanme, hijos, Donde esta el demonio, ahí estaré yo." El comprendió porque el venerado Antonio el Grande fue enviado por Dios al zapatero en Alejandría, para aprender de él como hay que pensar humildemente. Del zapatero el aprendió a pensar: "todos serán salvados, solo yo pereceré."
El comprendió por su propia experiencia que el campo de la lucha espiritual con el mal cósmico es el propio corazón del hombre. Espiritualmente, el vio que la mas profunda raíz del pecado es el orgullo — este azote de la humanidad, que alejó a los hombres de Dios y que hunde al mundo en innumerables desgracias y sufrimientos. Esa verdadera semilla de la muerte que cubre la humanidad con oscura desesperación. Ahora Siluan, prominente gigante del espíritu, concentra todas sus fuerzas por la humildad de Cristo, que le fue dada a conocer en la primera Aparición, pero que él no conservó.
Después de la revelación Divina, el monje Siluan se paro con firmeza en el camino espiritual. A partir de ese día su "canto predilecto," como el mismo expresaba, era así: "pronto moriré, y mi alma condenada ira al estrecho y negro infierno, y ahí estaré solo, sufriendo en el oscuro fuego, llorando al Señor: ¿donde estas la luz de mi alma? ¿Porque me abandonaste? Yo no puedo vivir sin Ti."
Esta acción lo llevo a la paz espiritual y a la oración pura. Pero aun y este camino ardiente resulto largo.
La gracia no lo abandona como antes, él la percibe y la lleva en el corazón, el siente la viviente presencia de Dios. El está lleno de asombro ante la misericordia Divina. La profunda paz de Cristo está con el. El Espíritu Santo le da la fuerza del amor y aunque el ahora no es más aquel insensato, como lo fue antes de la larga y difícil lucha, salió instruido y se convirtió en un gran luchador espiritual, — sin embargo seguía sufriendo a causa de las vacilaciones e inconstancias de la naturaleza humana. Y continuaba con el llanto en su corazón, cuando disminuía en él la gracia Divina. Pasaron 15 años mas, hasta que recibió la fuerza para rechazar, con un movimiento de la mente aquello que antes lo perturbaba gravemente. Con la oración pura y sensata el asceta aprende los grandes misterios del espíritu. Penetrando en su corazón, primeramente en el fondo de su corazón corporal, después empieza a penetrar a las profundidades que no son materiales. El encuentra su profundo corazón espiritual, metafísico y ve en él que la existencia de la humanidad no es algo ajeno y extraño a él, pero es inseparable con su propia existencia.
"El hermano nuestro es nuestra vida" — decía el starez. A través del amor Divino toda la gente se percibe como una parte inseparable de nuestra existencia eterna. El mandamiento — amar al prójimo, como a si mismo, — él empieza a comprender no solamente como una norma ética, y en la palabra como, el ve no la medida del amor, sino un ecológico conjunto de la existencia.
"Dios Padre no juzga a nadie, sino todo el juicio dio al Hijo.... por cuando es el Hijo del Hombre" (Juan 5:22-27). Este Hijo del hombre, el gran Juez del universo — dirá en el juicio final, que "cada uno de estos menores" es El Mismo; en otras palabras, la existencia de cada persona El une con la Suya, incorpora a su existencia Personal. Toda la humanidad "todo Adan" El incorporó en Si mismo y sufrió por todos Adan.
Después de la experiencia de los sufrimientos infernales, después de la indicación Divina: "ten tu mente en el infierno" el padre Siluan se acostumbró a rezar por los muertos, que sufren en el infierno. Pero también rezaba por los que viven y por los que tienen que venir. En su rezo, que salía de los límites del tiempo, desapareció el pensamiento sobre los acontecimientos pasajeros de la vida humana, de los enemigos. Le fue dado en la tristeza del mundo dividir a los hombres en creyentes, y no creyentes. El no aguantaba el pensamiento que los hombres van a sufrir "el fuego eterno."
Durante una conversación con un monje-ermitaño, este le dijo: "Dios castigará a todos los ateos. Ellos estarán quemándose en el fuego eterno." Por lo visto le causaba satisfacción este castigo. El starez Siluan le contesto con gran emoción: "y dime, estando vos en el paraíso, y viendo de ahí gente quemándose en el fuego infernal, ¿podrás estar tranquilo? — "y que vas a hacer, ellos solos son culpables" — contestó el monje. Entonces el starez dijo tristemente: — "el amor no puede tolerar esto... Es necesario rezar por todos."
Y él realmente rezaba por todos. Rezar solamente por sí mismo se le hizo impropio. "Todos pecaron y están destruidos de la gloria de Dios" (Rom. 3:23). Para él, que ha visto la gloria de Dios, y que sobrevivió su pérdida, el solo pensar de esta pérdida era penoso. Su alma sufría pensando que hay gente que vive sin conocer a Dios y Su amor. Y él rezaba la gran oración para que el Señor, con Su amor, diese a ellos conocerlo.
Hasta el fin de su vida, a pesar de su debilidad y enfermedades, él conservo la costumbre de dormir a ratos. Le quedaba mucho tiempo para la oración solitaria y siempre rezaba, cambiando según las circunstancias, la forma de oración. Pero su oración se hacia mas fuerte sobre todo en las horas de la noche, antes de Matines. Entonces él rezaba por los vivos y los muertos, por los amigos y enemigos, por todo el mundo.
Las enseñanzas y consejos
Del starez Siluan
El estado espiritual del hombre.
Hasta que una persona no conoce algo mas grande esta conforme con lo poco que tiene. Es parecido a un gallo de aldea, vive en un gallinero, ve poca gente y animales. Conoce una docena de gallinas y esta contento, porque no conoce nada mas. Y el águila, que vuela a gran altura en las nubes, y ve con su ojo agudo las lejanías y desde lejos oye los ruidos de la tierra y goza de la belleza del mundo. Conoce muchos países, mares, ríos. Ve diversos animales y aves. El no estará contento si lo ponen con el gallo en su gallinero.
Así sucede en la vida espiritual. Aquel, quien no experimentó la gracia del Espíritu Santo, se parece a un gallo, que no conoce el vuelo del águila y no comprende la dulzura de la emoción y del amor de Dios. El conoce a Dios en la naturaleza y en las Escrituras. El está satisfecho con los preceptos, como el gallo está contento con su vida y no se aflige de no ser águila. Pero aquel, quien conoce al Señor por el Espíritu Santo, reza día y noche, porque la Gracia Divina lo atrae a amar a Dios. Y por el placer del amor Divino soporta fácilmente todas las desgracias de este mundo y su alma extraña siempre a Dios y solamente busca la gracia del Espíritu Santo.
Todos nosotros sufrimos en esta tierra y buscamos la libertad, pero pocos saben que es la libertad y donde esta. Al hombre arrepentido Dios le da la paz y libertad de amarlo. Oh hermanos míos, toda la gente de la tierra — arrepentios, mientras hay tiempo. Dios con Su misericordia espera nuestro arrepentimiento. Y todo el cielo, todos los santos esperan nuestro arrepentimiento. Así, como Dios es amor, así el Espíritu Santo en los santos es amor. Pedí perdón y Dios te perdonara. Y cuando recibirás el perdón de tus pecados, en tu alma habrá alegría y regocijo y la gracia del Espíritu Santo entrará en tu alma y dirás: "esta es la verdadera libertad: está en Dios y viene de Dios."
La gracia Divina no quita la libertad, solo ayuda a cumplir con los mandamientos Divinos. Adan poseía la Gracia, pero su voluntad quedaba libre. Así los Angeles están en la gracia del Espíritu Santo, lo que no les quita la libre voluntad. El señor quiere que nos amemos los unos a otros y la libertad consiste en el amor a Dios y al prójimo. En esto está la libertad y la igualdad. En los niveles terrenales no puede haber igualdad, pero esto no importa para el alma. No cualquiera puede ser rey o príncipe, no todos pueden ser patriarca, abad, o jefe; pero en cada rango se puede amar a Dios y complacerlo, y solamente esto tiene importancia. Y el que quiere más a Dios en esta tierra, obtendrá mayor gloria en el Reino Divino. En esta tierra más quiera a Dios, mayor gloria obtendrá en el Reino Divino.
Cuando falta un buen guía, se debe entregarse humildemente a la voluntad Divina. Y entonces Dios nos guiará con Su Gracia, porque el Señor nos ama más de lo que se puede expresar.
Es una gran felicidad entrarse a la voluntad de Dios. Entonces en el alma está solamente el Señor y no hay otro pensamiento. Puede rezar con la mente pura y siente el amor de Dios. Y no le importan los sufrimientos del cuerpo. Cuando un alma se entrega totalmente a la voluntad Divina, el Mismo Señor empieza a guiarla y el alma aprende directamente de Dios. Antes estaba dirigida por maestros y la Escritura. Pero esto sucede pocas veces, que el Maestro del alma sea el Mismo Señor con Su gracia del Espíritu Santo. Pocos saben esto, solamente aquel quien vive según la voluntad divina. El orgulloso no quiere vivir de acuerdo a la voluntad de Dios, le gusta guiarse por si mismo. No comprende que al hombre le falta inteligencia para dirigir su vida sin Dios. Y yo, cuando no vivía en el convento y no conocía todavía al Señor y Su Espíritu Santo, no sabía como Él nos quiere, confiaba en mi mente. Pero cuando por el Espíritu Santo conocí a nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, mi alma se entregó a Dios y todo lo penoso que ocurre conmigo lo admito y digo: "El Señor me mira, ¿que puedo temer?" Antes no pude vivir así.
Lo más precioso en el mundo es conocer a Dios y por lo menos comprender un poco Su voluntad. El alma que conoce a Dios tiene que entregarse en todo a Su voluntad y vivir ante Él con miedo y amor. En el amor, porque Dios es amor. En el miedo para no ofenderlo con algún pensamiento malo.
¿Como saber si vivís según la voluntad de Dios? — La señal es: Si estas afligido por alguna cosa eso demuestra que no seguís totalmente la voluntad Divina. Quien vive en la voluntad de Dios no se preocupa por nada. Y si necesita algo se entrega a Su voluntad. Si recibe lo necesario o no lo recibe, igualmente se queda tranquilo. El alma entregada a Dios no teme a nada: ni a la tormenta, ni a los bandidos, a nada.
Para todo lo que pasa — ella dice: "es la voluntad de Dios." Si este enfermo piensa: "significa que esta enfermedad fue enviada por Dios para su bien." Y así se conocerá la paz en el alma y en el cuerpo. Cuando el alma está completamente entregada a la voluntad de Dios, El Mismo Dios empieza a guiarla y el alma aprende directamente de Dios. Anteriormente le enseñaban los maestros y Las Escrituras. Pero esto sucede pocas veces, que el Maestro del alma sea el Mismo Señor con Su gracia del Espíritu Santo y son pocos, los que saben esto. Solamente aquel quien vive según la voluntad divina
Toda alma en confusión o desgracia debe preguntar a Dios, y El le hará comprender. Esto pasa generalmente en momentos de desgracia y confusión. Pero, generalmente hay que preguntar al confesor, esto es humildad. El Señor dio a la tierra el Espíritu Santo y en quien este Espíritu Santo vive — siente el paraíso adentro. Puede ser que digas: "¿por qué yo no tengo esta gracia?" — porque no te entregaste a la voluntad Divina, vivís de acuerdo a tu voluntad. Siempre hay que rezar, para que el Señor nos diga lo que tenemos que hacer y el Señor nos sacará de la confusión. Adán no fue sabio y no pregunto al Señor sobre el fruto, ofrecido por Eva, y así perdió el paraíso. David no preguntó al Señor: "si era bueno que tome la esposa de Urías" — y cayó en el pecado de homicidio y adulterio. Así, todos los santos que pecaron, pecaron porque no pidieron la ayuda de Dios, para que los ilumine. El venerado Serafín de Sarov: "Cuando yo decía por mi mente, había errores."
Si hablas o escribís acerca de Dios, reza pidiendo ayuda y sabiduría y Dios te ayudará e iluminará, Y si tienes dudas, haga tres inclinaciones y diga: "Señor Benevolente, mi alma está confusa y tengo miedo de pecar, aclara mi alma Señor." Y el Señor te ayudará sin duda porque está siempre cerca de nosotros. Pero si dudas no recibirás lo pedido. Así, el Señor le dijo a Pedro: "¡hombre de poca fe! ¿Porque dudaste?" (Mat. 14:31), cuando Pedro empezó a hundirse en el agua. Así pasa con el alma, las dudas la hacen ahogarse en los malos pensamientos.
Así, solamente Dios es Omnisapiente, en cuando a nosotros, sea quien sea, debemos rezar a Dios que nos de Su comprensión, y también consultar al padre espiritual, para no cometer errores.
Quien ama a Dios, Lo recuerda siempre, y esta memoria atrae la oración. Si no vas a recordar a Dios, tampoco vas a rezar, y sin esto el alma no permanece en el amor Divino, porque la oración atrae la gracia del Espíritu Santo. La oración protege al hombre del pecado, porque el que reza piensa en Dios y humildemente está ante Dios, a quien conoce el alma del que reza.
La oración se da al orante, como dicen las Escrituras, pero una oración solo por costumbre, sin arrepentimiento en el corazón de los pecados no es deseable a Dios. El alma amante tiene necesidad de rezar porque es atraída por la Gracia que conoció en la oración. Tenemos templos para rezar. En los templos el servicio se hace de acuerdo con los libros, pero ellos no están siempre a nuestro alcance, pero la oración interior del alma está siempre contigo. El Espíritu de Dios vive en el templo y ahí hay servicios religiosos, pero el alma humana es el mejor templo, y quien reza en el alma tiene el mundo entero como templo, pero esto no es para todos...
Muchos rezan oralmente y les gusta rezar de acuerdo a los libros y el Señor recibe la oración y los perdona. Pero si alguien reza y piensa en otra cosa, tal oración el Señor no la escucha. Quien reza por costumbre no tiene cambios en el modo de rezar, pero el que reza con devoción tiene muchas variedades de rezo: puede ser la lucha con el enemigo, la lucha consigo mismo, la lucha con las pasiones, la lucha con la gente y en todo hay que ser valiente. A muchos les gusta leer libros buenos, esto está bien. Pero mejor de todo es rezar.
Si tu mente quiere rezar con devoción y no puede, entonces pronuncia la oración con la boca y tenga la mente en las palabras de la oración, como enseña "la escalera" de Juan el Lestvichnik (llegar a la perfección — por etapas). Con el tiempo el Señor te dará la oración del corazón, sin distracción y te será fácil rezar. Algunas personas, sin tener preparación necesaria, se han hecho daño en su corazón, tratando mentalmente introducir el rezo en el corazón y llegaron al punto que después no lo pudieron pronunciar con la boca. Hay que saber las etapas de la vida espiritual: los dones se dan a un alma humilde, sencilla, obediente. Quien es obediente y moderado: en la comida, en las palabras, en los movimientos, a aquel Dios dará una oración que se realizará fácilmente en el corazón.
La oración incesante viene del amor, pero se pierde: por las críticas, por habladurías y por la intemperancia. Quien ama a Dios puede pensar en Él día y noche, porque nada impide amar a Dios. Los Apóstoles amaban al Señor y el mundo no les molestaba, aunque ellos recordaban al mundo, rezaban por él y predicaban ahí.
Aprender tener la humildad de Cristo es un bien enorme; con la humildad es fácil de vivir y todo agrada al corazón. Solamente a los humildes se hace ver nuestro Señor a través del Espíritu Santo, y sin esto no veremos a Dios. La humildad es una luz, en la cual podemos ver la Luz Divina, como se canta: "En Tu luz veremos la luz."
Hay mucha diferencia entre una persona sencilla, pero que conoce la gracia de Dios por el Espíritu Santo, y otra persona de gran importancia, pero que no conoce que es la Gracia. Es distinto creer solamente en Dios, o conocerlo a través del Espíritu Santo, amarlo y pensar en el siempre, y todo lo demás — riqueza, gloria mundial — lo tiene por nada. Si fuéramos humildes, Dios, por Su gran amor, abriría a nosotros todos los secretos, pero por desgracia, no somos humildes nos vanagloriamos con cosas sin importancia, y así nos torturamos unos a otros y a si mismos.
Un alma orgullosa, aunque hubiera estudiado todos los libros, nunca conocerá a Dios, porque el orgullo no da lugar a la gracia del Espíritu Santo por la cual se conoce al Señor. El orgullo impide al alma tener fe. Tengo un consejo para un incrédulo, que diga: "Señor, si Tú existes, ilumíname y yo te serviré con toda mi alma y corazón." Y por tal humilde pensamiento y la voluntad de servir a Dios, el Señor, sin falta, lo iluminara.
El Señor, aunque es benévolo, no da la gracia al alma orgullosa, hasta que ella no aprende a ser humilde. El orgulloso tiene miedo al reproche, pero el humilde de ninguna manera. El que adquirió la humildad no se ofende por los reproches, se reprocha a si mismo y no acepta alabanzas. Pero esto es solo el principio, porque cuando el alma adquirió la humildad de nuestro Señor, entonces se ve peor que nadie. El Señor me enseño tener la mente en el infierno y no desesperar, pero la verdadera humildad no se puede describir. Acercándose a Dios, el alma tiene miedo, pero cuando lo vio, por la belleza de Su gloria tiene mucha alegría, y del amor Divino y dulzura del Espíritu Santo, por completo se olvida de la tierra. Así es el paraíso de Dios. Todos se van a amar, y van a estar contentos de ver otras personas en niveles más altos de ellos. La humildad permanece en los menores y son contentos de ser menos que otros. Esto me dio a entender el Señor.
Dijo el Señor: "Aprenden de Mi, porque soy dócil y humilde de corazón." Hay muchas clases de humildad. Uno es obediente y en todo se reprocha, — y esto es humildad. Otro se arrepiente de sus pecados y se considera abominable ante Dios, — y esto es humildad. Pero cuando el alma por medio del Espíritu Santo, vera hasta que grado es dócil y humilde el Señor, entonces ella misma se someterá hasta el fin. Y esta es un sentimiento especial, que no se puede describir y que se comprende solamente por el Espíritu Santo. Si la gente, por Su intermedio, hubiera comprendido como es nuestro Señor Jesucristo, entonces todo cambiaría: los ricos hubieran menospreciado sus riquezas, los sabios — sus ciencias, los gobernantes — su poder y fama y todos se hubieron sometido y vivirían en paz y amor, y en la tierra reinaría una gran felicidad.
El Señor ama a la gente, pero les manda penas, para que la gente conozca su debilidad y se haga humilde y por su humildad reciba al Espíritu Santo, con el Cual viene todo el bien, alegría y todo es perfecto. Una persona puede sufrir mucho por las enfermedades o miseria, pero sino resigna con humildad, sus sufrimientos quedan sin provecho, Pero el humilde esta siempre conforme con su suerte, porque solo Dios es su riqueza y se va a percibir la riqueza de su alma. Si uno dice que le pasan muchas desgracias, pero, siguiendo las enseñanzas de Cristo, se va a dar cuenta que toda se esta tornando por lo mejor y que se atormentaba en vano. Y ahora, con la humildad viene la alegría y paz en el alma, como dijo el Señor: "Mi paz les doy."
El alma del humilde esta parecida al mar: si le tiras una piedra, habrá un leve movimiento en la superficie del agua, pero la piedra enseguida se hundirá en la profundidad. Los disgustos se hunden en el corazón del humilde, porque posee la fuerza de Dios. Antes yo creía, que Dios hace milagros solo por las oraciones de un santo, pero ahora supe, que apenas el alma se hace humilde, Dios escucha sus oraciones. Algunos dicen que tal santo hizo un milagro, pero el que produce milagros es el Espíritu Santo. Dios desea la salvación de todo el mundo y que la gente este eternamente con El, y por eso escucha también las oraciones de un pecador, para el provecho de la gente y del que reza.
¿Donde vivís tú, el alma humilde y a que estas parecida?
Tú ardes fuerte como el sol y no te quemas,
pero con tu calor calientas a todos.
Perteneces a la tierra de los mansos,
como dijo Dios.
Pareces un jardín floreciente, al fondo del cual
está una hermosa casa, donde le gusta estar a Dios.
El cielo y la tierra te aman.
Te aman los santos Apóstoles, Profetas,
Venerados y Beatos.
Te aman los ángeles, Serafines y Querubines.
A ti, humilde, te ama la más pura, Madre de Dios.
El Señor te ama y se alegra por ti.
A juzgar por la predicción de la Escritura y por el comportamiento actual de la gente alrededor, nosotros vivimos en los últimos tiempos. Sin embargo, hay que conservar la paz espiritual, como dijo san Serafín, sin la cual es imposible la salvación. Durante la vida de san Serafín, por sus oraciones, el Señor custodiaba a Rusia. Después hubo otro gran santo — el padre Juan de Kronstadt. El amaba al pueblo y no dejaba de rezar por el: "Señor, quiero que Tu paz este con el pueblo, al cual quieres hasta el fin y diste Tu único Hijo para salvar el mundo. Rezando así por el pueblo, él conservaba la paz interior, la cual no tenemos por falta de amor. Los Apóstoles y todos los santos deseaban la salvación de la gente y rezaban por su salvación; el Espíritu Santo les daba fuerzas para amar a la humanidad. Nosotros si no vamos a querer a nuestros hermanos, no vamos a tener la paz. Que cada uno piensa en esto.
Gracias al Señor que no nos dejó solos, pero nos entregó en la tierra al Espíritu Santo. El Espíritu Santo enseña al alma el amor al pueblo y la piedad hacia todos los extraviados. Quien no tiene el Espíritu Santo, no quiere rezar por los enemigos.
Paisio, el Grande rezaba por uno de sus discípulos, el que llego a renegar de Cristo. El Señor le apareció y dijo: "¿Paisio, por quien rezas? Si él Me renegó" Pero Paisio, teniendo lastima del pecador, seguía rezando. Entonces el Señor le dijo: "Paisio, te asemejas a Mi, con el amor" Así se acapara la paz y otro camino no hay.
Muchos rezos y ayunos, sin amor a los enemigos, no pueden dar paz al alma. Y yo lo digo solamente, porque Dios me enseño esta clase de amor. Al hermano hay que persuadir y convencer con dulzura y amor. Si tu alma se pone orgullosa, humillas en ella a tu hermano, o lo desprecias, hablando mal de él, o lo persuadís sin amor, o si comes mucho y rezas sin gana, — por todas estas cosas se pierde la paz interior. Para empezar, hay que obligarse a querer a los enemigos, y así adquiriremos paz espiritual, ya que con el odio perderemos paz y Dios se alejara de nosotros.
El que posee la paz, la esta esparciendo alrededor, igual sucede con el odio. El alma conocedora de Dios, Lo quiere tener siempre dentro, El viene despacio, da la paz, y sin palabras testimonia la salvación.
El Señor llamó al alma pecaminosa para su arrepentimiento y ella se dirigió a El. Entonces, El, siendo benévolo y humilde, la recibió, y Se le hizo conocer a ella. Con Su gran misericordia no hizo mencionar sus múltiples pecados, y el alma lo quiso de todo corazón, y se precipito a El, como un pájaro se precipita de una jaula al bosque verde. Si el alma pierde esta Gracia Divina, comienza a buscar el porque de esta perdida, se pone a pedir para que Dios le devuelva Su Gracia, sin la cuál ya no puede existir. El amor Divino es tan ardiente, que el alma que lo conoce no desea nada diferente, y si la gracia disminuye o desaparece, el alma se dedica a suplicar en oraciones para que esta Gracia le sea devuelta.
El alma con el Espíritu Santo esta contenta y no estañara al cielo, porque tiene el Reino de Dios adentro de si. Pero, perdiendo la Gracia, con lágrimas la implora. El que no conoce la Gracia Divina, no comprende su necesidad y por eso no la pide. La mayoría de la gente esta pegada a lo terrenal, y no saben que nada terrenal puede reemplazar al Espíritu Santo.
Sacando Su Gracia, nuestro Señor esta enseñando humildad al alma. Dios ayuda en la lucha con nuestros enemigos, porque solos no somos capaces de vencerlos. Por esto esta dicho: "Hay que pedir para recibir." Al no pedir, nos atormentamos nosotros mismos y nos encontramos privados de la ayuda del Espíritu Santo. He aquí un camino muy fácil y breve a la Salvación: se obediente, sobrio, no critica y aleja tu mente y corazón de malos pensamientos, piensa que todos los hombres son buenos y Dios les quiere. Por estos humildes pensamientos la Gracia del Espíritu Santo estará contigo, y dirás: "El Señor es benévolo."
El Señor se alegra, viendo un alma arrepentida y humilde y le da la Gracia del Espíritu Santo. Conozco a un novicio, que recibió el Espíritu Santo, estando solamente 6 meses en el monasterio. Otros tardaron como 10 años, y hay quienes, vivieron 40 y más años antes que llegan a conocer la Gracia. Pero quedar con ella nadie pudo porque nos falta ser humildes. San Serafín tenia 27 años cuando vio al Salvador y su alma se lleno de tal amor a Dios, que se ha cambiado todo. Después, sintiendo que no tenia mas aquella gracia, se fue al desierto, donde permaneció tres años, rezando sobre una piedra: "Dios, se propicio a mi, pecador."
Dichoso aquel, quien no pierde la Gracia, pero se hace cada vez mas fuerte. Yo la perdí, pero Dios misericordioso me tubo lastima y me la devolvió mas grande. Con todas las fuerzas, hermanos, hagan su alma humilde, para que Dios la quiera y le otorgue Su Gracia. Pero si no queremos a la gente enemiga, la Gracia nos dejara.
Gracias al Señor que nos dio el arrepentimiento, por medio del cual todos nosotros podemos quedar salvados. Los que no quieren arrepentirse, no se pueden salvar. En esto veo la desesperación en ellos y lloro mucho por lastima. El alma que perdió la paz se debe arrepentir y nuestro Señor la va a perdonar y vendrá la alegría y la paz. El testigo de esto el mismo Espíritu Santo. La señal del perdón es: si empezaste a odiar el pecado, quiere decir que estas perdonado.
El que tiene un arrepentimiento sincero esta preparado a soportar cualquier aflicción: hambre y desnudez, frío y calor, enfermedades, pobreza, humillaciones, proscripciones, calumnias, pues el alma trata de acercarse a Dios y con mente limpia rezarle. El que esta ligado a las propiedades y dinero, nunca podrá tener la mente limpia en Dios, porque en el fondo de su alma viven distintas preocupaciones. Y si no se arrepiente con sinceridad y aflicción que ofendió a Dios, puede morir en este estado, no conociendo a Dios.
Jesucristo rezaba por los que Lo crucificaban, diciendo: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lc. 23:34). El archidiacono Esteban rezaba por los que lo apedreaban, para que Dios no les tome en cuenta este pecado. Así nosotros, si queremos conservar la gracia, debemos rezar por los enemigos. Si no tienes piedad por un pecador, que tendrá que sufrir en el fuego, quiere decir que no hay en ti la Gracia del Espíritu Santo, pero que en ti vive un espíritu malo, y mientras estas viviendo, tienes que liberarte de él.
El Señor nos quiere como a sus hijos y Su amor es mas fuerte, que el amor de una madre, porque la misma madre puede olvidar a su criatura, y solo Dios nunca nos olvida. Y si el Mismo Dios no hubiera dado el Espíritu Santo al pueblo ortodoxo y a nuestros grandes pastores, nosotros no podríamos saber la grandeza de Su amor. El Señor tanto nos quiere, que se personifico y derramo Su sangre por nosotros y nos dio Su Cuerpo y Sangre, y así nos hicimos Sus hijos, que como hijos se parecen físicamente a su padre, no importa la edad, y el Espirito Divino testimonia a nuestro espíritu, que nosotros estaremos eternamente con Él.
Para conocer a Dios no hace falta tener dinero y sabiduría, mas es preciso ser obediente y moderado, ser humilde y amar al prójimo; así nuestro Señor va a querer tal alma y se le dará a conocer, a El Mismo la va a enseñar y dar todo lo necesario para tener paz Divina. Dios nos creo de la tierra, pero nos quiere como a Sus hijos. El ama a toda la gente, pero más a los que Lo buscan. "Yo amo a los que me aman, y me hallan los que temprano me buscan" (Prov. 8:17).
El Señor desea la salvación de toda la gente y que estén con Él en el Cielo y vean Su Gloria. La Gloria esta se comprende parcialmente con el Espíritu Santo, y el que no lo conoce, solamente cumple los Mandamientos y tiene fe. Pero ellos también son bienaventurados, como dijo Jesucristo al apóstol Tomas (Juan 20:29) y se van a igualar a los que ya en la tierra vieron la Gloria de Dios. El amor puede ser diferente por su fuerza: Quien teme ofender a Dios — es amor, la mente pura — es también amor, más grande que la primera, tener la Gracia en el alma — es el amor todavía más grande.
El amor perfecto es tener la Gracia del Espíritu Santo en el cuerpo y alma. Aquel tiene el cuerpo santificado que quedará intacto, como reliquia. Esto ocurre con los santos grandes mártires, profetas, beatos. Los que llegaron a tal nivel, ya no sienten amor carnal, porque el amor Divino es el mas fuerte. El amor corporal tiende a toda la gente, menos los que poseen plena Gracia de Dios, que trasforma toda la personalidad del hombre. Viviendo en la tierra entre la gente, pero la Gracia Divina lo hace olvidar todo el mundo. Pero el orgullo nos hace indigno de esta Gracia, y el alma sufre y, llorando dice: "Mi alma extraña a Dios." Quien desea amar a Dios, debe amar hasta a los enemigos y ser bondadoso con todos. Entonces nuestro Señor lo llenará de alegría de alabarlo día y noche, y si recuerda al mundo — es para rezar por él. Así vivían los Santos, porque el Espíritu Santo enseña al alma rezar por la gente.
El Señor llama a los obispos para apacentar Su rebaño y les da para esto la Gracia del Espíritu Santo. Ellos tienen el poder de perdonar, o no, los pecados, son los herederos de los Apóstoles. Por la Gracia recibida nos están llevando hacia Cristo. Nos están enseñando la palabra de Dios, nos indican el camino hacia la salvación y ayudan a elevarnos a la altura del humilde Espíritu de Cristo. Ellos reúnen en la Iglesia las afligidas y extraviadas ovejas del Señor, para que sus almas obtengan la paz de Dios. Ellos rezan por nosotros para que todos se salven. Tienen el poder de suplicar a Dios que otorga a los vivos humildad y la Gracia y a los muertos el perdón de los pecados. Permanecen en el trabajo grande y por eso tienen el juicio de los santos, a los cuales están imitando con su vida. Están por encima de los demás y como águilas ven todo de las alturas y apacientan el rebaño de Cristo.
Un sacerdote es un servidor importante ante el trono de Dios. Ofenderlo es ofender al Espíritu Santo que habita en él. Un hombre humilde iba con su mujer e hijos, y al encuentro venia un obispo, sentado en un carruaje. El hombre se inclinó, pidiendo bendición, y vio al obispo que lo bendecía, estando en el fuego de la Gracia Divina. La gente no aguantaría de ver en que gloria hace el sacerdote su servicio, y el mismo no ve esta gloria. Si la viera, serviría aun con más devoción para no ofender con nada la Gracia Divina que esta con él.
Me alegro, que nuestros pastores se asemejan a Jesucristo. Y nosotros, las ovejas, también tenemos un poco de esta Gracia y algo nos parecemos a nuestro Señor. La gente no conoce este misterio, pero san Juan Evangelista dijo claramente: "Seremos semejantes a El." Y no solamente después que morimos, sino aun ahora, pues el Señor Misericordioso mando a la tierra el Espíritu Santo, que vive en nuestra Iglesia. El vive dentro los pastores virtuosos, en los corazones de los creyentes. El enseña el alma para hacer sacrificios, El da fuerzas para cumplir los mandamientos y nos hace ver la verdad.
Los pensamientos pecaminosos y encantos diabólicos.
Hay dos pensamientos peligrosos. Uno te dice: "eres un santo," el otro "no te vas a salvar." Ambos provienen del enemigo y no hay en ellos ninguna verdad. Lo que hay que pensar es: yo soy un gran pecador, pero el Señor es misericordioso, El ama mucho a la gente y perdona a los arrepentidos. No confíes en tus propias hazañas, aunque pongas mucho celo. Un monje me decía: Yo sin duda debo ser perdonado, porque todos los días hago tantas inclinaciones. Pero cuando vino la muerte, él rompió su camisa. Porque Dios otorga por nada Su Gracia, por su misericordia y no por nuestras hazañas. El quiere que el alma sea humilde, bondadosa y con amor perdone a todos, entonces El también perdonará con alegría.
Si tu pensamiento es predispuesto a observar a los demás, quien y como vive — esto es el signo de orgullo. Obsérvate y verás, que apenas menospreciaste a tu hermano — viene un mal pensamiento (propósito). Los enemigos, demonios, han caído del cielo por ser orgullosos y tratan de arrastrarnos también con las engañosas ideas de alabanza. Y si el alma acepta estos pensamientos orgullosos, la Gracia se alejara, hasta que el alma no aprenda ser humilde. Y así toda la vida el hombre debe estudiar la humildad de Cristo.
El hombre se deja seducir por inexperiencia o por el orgullo. Si es por inexperiencia, el Señor lo cura rápidamente, pero si es por el orgullo, entonces el alma sufrirá largo tiempo antes de aprender a hacerse humilde. Nosotros caemos en los encantos diabólicos, pensando que somos más inteligentes y experimentados que los demás, y aun más que nuestro confesor. Si percibes una luz adentro de ti, o afuera, y tu alma no esta enternecida con el amor a Dios y al prójimo, entonces no crees en ella, pero no te asustes, ponte humilde y esta luz desaparecerá. No conociendo por experiencia al Espíritu Santo, el alma no puede entender de donde provino esta visión. El enemigo da al alma un cierto agrado, mezclado con la soberbia y por esto, se manifiesta la seducción, proveniente de él. Un alma humilde con la visión diabólica sentirá confusión y miedo, pero un hombre vanidoso no se asusta porque se cree digno de visiones, las desea, y así queda fácilmente engañado por el enemigo.
Lo celestial se conoce por el Espíritu Santo, empero lo terrenal — con la mente. El que piensa conocer a Dios con su mente, sacando inteligencia de la ciencia, esta en la seducción, porque Dios se conoce solamente por el Espíritu Santo.
¿Por qué los Santos Padres colocaban la obediencia más arriba de la oración y el ayuno? Porque los sacrificios sin obediencia hacen nacer la soberbia, pero el obediente cumple lo que fue mandado a hacer y no tiene pretexto para estar orgulloso. Además, cortando la voluntad propia, escuchando a su padre espiritual, su mente esta libre de cualquier preocupación y el puede rezar con la mente limpia. El obediente piensa solamente en Dios y las palabras de su starez. En cambio, el desobediente tiene en la mente diversas cosas y esta criticando al starez, por eso no puede contemplar a Dios. La obediencia es necesaria no solamente a los monjes, sino a cualquier persona. Nuestro Señor era obediente a la voluntad de Su Padre. Los orgullosos y arbitrarios no tienen la Gracia Divina dentro de ellos y por eso no poseen nunca la paz del alma. La Gracia del Espíritu Santo penetra fácilmente en un alma humilde y obediente y le otorga paz y alegría. El que posee aunque un poquito de gracia Divina, obedece de buenas ganas a los superiores. El sabe que Dios manda en todos lados: en el cielo y la tierra, y en el infierno, y en sus cosas, y por esto esta siempre tranquilo. La obediencia protege del orgullo. En recompensa se da la oración y la gracia Divina.
Por esto la obediencia es superior al ayuno y la oración. Si los ángeles caídos hubieron conservado la obediencia — estarían todavía en el cielo, glorificando a Dios. Si Adan, hubiera sido obediente a Dios, estaría en el paraíso con toda su generación. Aun ahora con el arrepentimiento nos puede ser devuelto el paraíso. Es Señor nos quiere mucho, a pesar de nuestros pecados, a condición que seamos humildes y amemos a nuestros enemigos. El que no ama los enemigos, les odia, en ningún lado podrá tener paz, ni siquiera en el paraíso.
Si pensamos en la historia del cristianismo de 2 mil años, veremos la riqueza obtenida por la cultura cristiana. Grandes bibliotecas, universidades, academias, donde miles de jóvenes beben con avidez "el agua viva" de la sabiduría, existen magníficos templos, admirables obras del genio humano. Nos encontramos con incalculables y preciosas obras de diversas formas de cultura: música, pintura, escultura, poesía, etc. Y mucho, mucho más. Pero el starez, ignorando todo esto, le da importancia solamente a una cosa: humildad y amor a los enemigos — en esto está todo.
Por mas que una persona sea inteligente, instruida, bienparecida, pero si no tiene amor por los enemigos, es decir cualquier ser humano, — no llegó hacia Dios. Y al revés, el mas simple, y pobre y analfabeto, pero si tiene en su corazón este amor, entonces está con Dios y Dios está con él. Amar a los enemigos es imposible, estando fuera de Unico Verdadero Dios — afirmaba el starez. El poseedor de tal amor ya pertenece a la vida eterna y es habitado por el Espíritu Santo, conoce al Padre y al Hijo, es hermano y amigo de Cristo y dios por la gracia. Nuestro Señor toda la ley y los profetas redujo a dos breves mandamientos (Mat. 22:40), y durante la Ultima cena, antes de Su camino a la muerte en la Cruz, dijo a los Apóstoles: "Nadie tiene mayor amor que este, que uno de su vida por sus amigos" y agregó — "Vosotros sois Mis amigos, si hacéis lo que Yo os mando...os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer" (Juan 15:13-15). En estas pocas palabras esta dicho todo. Y sin ellas — todas las leyes, todos los profetas, todas las culturas — no son nada.
Para permanecer en el amor Divino es indispensable, que los sentimientos de odio e indignación fueron dirigidos al pecado, radicado en uno, y no a su prójimo.
Toda la fuerza de la resistencia al mal cósmico se concentra en el fondo del corazón de un cristiano, mientras que, por afuera, "el sigue el mandato de Dios "No resistáis al que es malo" (Mat. 5:39).
El starez Siluan caminaba por la tierra, trabajaba con sus manos, vivía entre la gente, como cualquier simple hombre, pero nadie, excepto Dios, lo conocía.
Beato padre Siluan, ora a Dios por nosotros!
Panfleto Misionero # SA17
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Editor: Obispo Alejandro (Mileant).
(siluan_s.doc, 08-17-2002).
Edited by |
Date |
Irene Stoyanow |
08-25-2000 |
Misha Fedorovich |
08-25-2000 |
cilvio Dignac |
09-05-2002 |