El Antiguo Testamento

en la Iglesia.

 

Protopresbítero Padre Miguel Pomasansky.

Traducido por Irina Bogdaschevski.

 

 

 

Contenido:

Introducción. Según el Precepto de Nuestro Salvador y de sus Apóstoles. El grado de la utilización del Antiguo Testamento ¿Puedes comprender lo que estas leyendo? ¿Por qué se debe conocer el Antiguo Testamento? Bajo la Dirección de la Iglesia. La Inspiración Divina de las Sagradas Escrituras. La Creación del Mundo. La Mañana de la Humanidad. El Pecado Original. El Problema del Mal. La Historia Bíblica y la Arqueología. La Sabiduría del Antiguo Testamento. La Oración y el Canto del Antiguo Testamento. Los Anunciadores del Nuevo Testamento. El Imprescriptible Patrimonio de la Iglesia.

 

 

 

Introducción.

Una gran distancia de siglos nos separa de aquel tiempo cuando fueron escritos los Libros del Antiguo Testamento, especialmente sus primeros libros. Y ya no nos resulta fácil remitirnos hacia aquella disposición del alma y hacia aquel ambiente en los que se creaban esos Libros de Inspiración Divina y que están representados en esos mismos libros. Y de ahí nacen las perplejidades que confunden los pensamientos del hombre actual. Con mayor frecuencia aparecen esas confusiones cuando se quiere conciliar los conceptos científicos contemporáneos con la sencillez de las concepciones bíblicas del mundo. Surgen también preguntas globales: hasta donde los conceptos del Antiguo Testamento corresponden a la concepción del mundo del Testamento Nuevo. Y se preguntan ¿para qué sirve el Antiguo Testamento? ¿No sería suficiente tener la doctrina del Nuevo Testamento y de sus Escrituras?

Lo que se refiere a los enemigos de la Cristiandad, desde antaño sus discursos contra el cristianismo comienzan con los ataques contra el Antiguo Testamento. Y el ateísmo militante actual considera que las leyendas del Antiguo Testamento se prestan con mayor facilidad para este fin. Los que ya han transitado el camino de dudas religiosas y quizás también de la negación religiosa (especialmente aquellos que pasaron por la prédica atea soviética) dan testimonio, que el primer obstáculo para su fe se les presentó precisamente dentro de aquel ámbito.

En el presente examen corto de las escrituras de Antiguo Testamento no trataremos de contestar todas las preguntas que puedan surgir, pero creemos poder exponer ciertas directivas que servirán para evitar toda una serie de posibles confusiones.

 

Según el Precepto

de Nuestro Salvador y de sus Apóstoles.

La Iglesia de los comienzos del Cristianismo, cuyo espíritu habitaba en los ámbitos celestiales, en su búsqueda de lo venidero edificaba la parte terrenal de su existencia, dedicándose particularmente a juntar y conservar los valores materiales de la fe. Y estas eran, en primer lugar, las escrituras monumentales de la fe. La más importante era el Evangelio, como las anotaciones sagradas sobre la vida terrenal, sobre las enseñanzas y la Personalidad de nuestro Señor Jesucristo, el Hijo de Dios. Luego seguían todos otros escritos de los Apóstoles. Y finalmente estaban los libros sacros de los hebreos que nuestra Iglesia conserva también como escrituras sagradas.

¿Por qué razón la Iglesia aprecia tanto los escritos del Antiguo Testamento?

Porque ellos enseñan creer en el Único Dios verdadero, a cumplir sus preceptos, y porque hablan del Salvador venidero. Esto lo menciona el mismo Cristo: "Escudriñad las Escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de Mi" dijo el Salvador a los sabios judíos. En la parábola sobre el hombre rico y Lázaro el Salvador pone en la boca de Abraham estas palabras sobre los hermanos del hombre rico: "Tienen a Moisés y a los Profetas, óiganlos." Moisés — son los cinco primeros libros de la Biblia del Antiguo Testamento, mientras que los Profetas — son sus últimos 16 libros. En la conversación con sus discípulos el Salvador señaló además de los libros mencionados también el Libro de los Salmos: "Debe cumplirse todo aquello, que fue escrito sobre Mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos ". Después de la Última Cena... "cuando hubieron cantado el himno, salieron al monte de los Olivos," dice el evangelista Mateo: esto demuestra sobre el cantado de los Salmos. Suficientes fueron las palabras del Salvador y también Su ejemplo para que la Iglesia prestara toda su escrupulosa atención a los libros mencionados, a la Ley de Moisés, a los Profetas y a los Salmos, que los cuidara y aprendiera de ellos.

Entre los libros, que los judíos habían aceptado como Sagrados, además de la Ley y de Profetas, están también dos categorías de libros: una es la serie de libros de enseñanza, como el Libro de los Salmos; y la otra es la serie de libros históricos. La Iglesia los aceptó porque así lo prescribieron los Apóstoles. Apóstol Pablo escribe a Apóstol Timoteo: "Y desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe, que es en Cristo Jesús." Esto quiere decir, que si los leyeras sabiamente, encontrarías en ellos el camino hacia tu afirmación dentro del cristianismo. El Apóstol tiene en cuenta todos los libros del Antiguo Testamento, lo que se deduce de sus siguientes palabras: "Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia" (2 Timot. 3:15-16).

La Iglesia aceptó el círculo de los sagrados libros judíos en traducción griega de los setenta intérpretes hecha mucho antes del Nacimiento de Cristo. Esta misma traducción la usaron los Apóstoles, porque sus propias epístolas ellos las escribieron también en griego. En ese círculo entraron también los libros de contenido sacro de procedencia hebrea, pero escritos en griego solamente, como los redactó la Gran Sinagoga después de haber presentado la lista oficial de los libros. La Iglesia Cristiana los adjuntó bajo el título de Libros no-canónicos. Los hebreos no usan esos libros en su vida religiosa.

Al aceptar las escrituras sagradas del Antiguo Testamento la Iglesia demostró ser la heredera de la extinta Iglesia Antigua, pero no de la parte nacional de judaísmo, sino del contenido religioso del Antiguo Testamento. En esta herencia una parte tiene el valor eterno, mientras la otra ya esta extinguida y tiene importancia sólo como recuerdo o como enseñanza, por ejemplo el reglamento sobre el tabernáculo, sobre los sacrificios o sobre las reglas del comportamiento cotidiano de un hebreo. Por eso la Iglesia dispone libremente de la herencia que le dejó el Antiguo Testamento, según Su propia, más amplia y elevada que la judaica, concepción del mundo.

 

El grado de la utilización del Antiguo Testamento

Con total y absoluta aceptación de las virtudes de los libros del Antiguo Testamento la Iglesia cristiana no tuvo prácticamente posibilidades de usarlos en todo lugar y siempre, en toda su magnitud. Esto nos resulta evidente si pensamos en la gran cantidad de esos libros que ocupan un lugar en la Biblia cuatro veces mayor, que el Nuevo Testamento. Antes de la época de la imprenta, quiere decir que durante los 1500 años de la historia de la Iglesia, la misma práctica de copiar y de adquirir esos escritos era un asunto difícil. Pocas veces las comunidades cristianas tuvieron la posibilidad de tener sus obras completas, y menos aún alguna familia cristiana. Como fuente de enseñanza dogmática, como compendio de reglas para la vida cristiana, el primer lugar ocupa, evidentemente, el Nuevo Testamento. Solamente del Libro de Salmos podemos decir que la Iglesia lo utilizó y lo utiliza hasta ahora en su totalidad, tanto en los oficios religiosos; como en la vida espiritual cristiana. Y esto nos viene desde los tiempos de Apóstoles, y seguirá siendo hasta el fin del mundo. De los otros libros del Antiguo Testamento la Iglesia extrae algunas lecturas aisladas, pero no de todos ellos. De la Iglesia Rusa, en particular, sabemos, que a pesar de estar ya con todo su esplendor desde los siglos XII-XIII y aún antes de la invasión tártara, ella no poseía las obras completas del Antiguo Testamento, sino que existían solamente traducciones de los Libros más importantes. Sólo a los fines del siglo XV el arzobispo de Novgorod, Gennady, consiguió juntar todas las traducciones eslavas de los libros del Antiguo Testamento. Y esta adquisición se hizo sólo para la cátedra del arzobispo. Recién con la llegada de la imprenta hemos adquirido la primera Biblia completa: esa fue así llamada "Ostrozhskaia Biblia" del siglo XVI, escrita en el idioma eslavo antiguo. Sin embargo, el uso práctico para la Iglesia de los libros del Antiguo Testamento ha permanecido igual, como lo dio al principio la Iglesia .

 

¿Puedes comprender lo que estas leyendo?

El Apóstol Felipe, según el relato de los Hechos Apostólicos, vio por el camino a Caza el libro del profeta Isaías en las manos de un eunuco de la reina de Kandakia. Entonces, preguntó al eunuco: "¿Pero entiendes lo que lees? " Y aquel contestó: "Y cómo podré, si alguno no me enseñe?" Entonces, Felipe le explicó de tal modo el sentido cristiano de la dicha lectura, que fue seguido por el bautismo del eunuco, allí mismo, en cierta agua al borde del camino. El Apóstol aclaró la lectura a la luz de la fe cristiana. De la misma manera, nosotros debemos iniciar la lectura del Antiguo Testamento guiándonos por los preceptos de la fe cristiana, porque aquel necesita la aclaración del Nuevo Testamento iluminado por la Iglesia cristiana. Para eso la Iglesia nos ofrece las interpretaciones de los Padres de la Iglesia, así podremos asimilar mejor el contenido de los libros sagrados. Debemos recordar sobre el Antiguo Testamento, que este es "la sombra de los beneficios venideros." De otra manera el lector no adquirirá la enseñanza debida, como nos advierte el apóstol Pablo. El escribe sobre los hebreos: "Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el corazón de ellos," este velo "no esta sacado durante la lectura del Antiguo Testamento," quiere decir, que ellos no se instruyen espiritualmente para obtener fe. "Pero cuando se conviertan al Señor, este velo se quitara" (2 Corint. 3:15-16). Nosotros debemos del mismo modo leer estos libros, desde el punto de vista cristiano, recordando las palabras de Nuestro Señor: "Ellos atestiguan sobre Mi." Ellos precisan no sólo la lectura, sino también el análisis. En ellos están incluidos los hechos preliminares para comprender el advenimiento de Cristo, las promesas, profecías, protoimagenes, presagios sobre Cristo.

Con este principio se eligen las lecturas del Antiguo Testamento para los servicios eclesiásticos en el templo. Y si la Iglesia nos ofrece desde allí los preceptos morales, elige aquellos, que están escritos como iluminados por la luz del Evangelio, que hablan, por ejemplo, de "la vida eterna" de los hombres santos, de " la virtuosidad en la fe," de la Gracia de Dios. Con este método de abordar la lectura de los libros de Antiguo Testamento se abre la enorme riqueza de preceptos para los cristianos. Como las gotas de rocío que reflejan el sol, así esas Escrituras reflejan aquello, que está predestinado para el futuro, — acontecimientos, acciones, la enseñanza del Evangelio. Pero cuando se pone el sol, las gotas quedan iguales, aunque ya no acaricien nuestra vista. Lo mismo pasa con las Escrituras del Antiguo Testamento: sin la luz de sol del Evangelio, ellas se tornan decrépitas, como dijo Apóstol Pablo (Hebr. 8:13), como las caracterizó también la Iglesia; pero "lo decrépito y lo avejentado está cerca de la desaparición." El reino del pueblo elegido ha terminado de existir, llegó el Reino de Cristo: "Leyes y Profetas hasta Juan (Bautista); después de este tiempo se anuncia la Buena Nueva del Reino de Dios."

 

 

¿Por qué se debe conocer el Antiguo Testamento?

Los cánticos y las lecturas de la iglesia revelan para nosotros dos categorías de acontecimientos: el Antiguo Testamento, como proto-imagen y como sombra; y el Nuevo Testamento, como imagen viva, como verdad y adquisición. Durante el Oficio Divino se comparan permanentemente el Antiguo y el Nuevo Testamentos: Adán — y Cristo, Eva — y la Madre de Dios. Allí está el paraíso terrenal, aquí — el paraíso celestial. A través de la primera mujer llega el pecado, a través de la Virgen María — la salvación. Ingerir el fruto — llevó a la muerte, comulgar de los Santos Sacramentos — da vida. Allí está el árbol prohibido, aquí está la Cruz salvadora. Allí está dicho: morirás de la muerte, aquí — hoy estarás Conmigo en el paraíso. Allí está el crótalo adulador; aquí — el arcángel Gabriel, traedor de la Buena Nueva. Allí se les dijo a las mujeres que sufrirán penas y tristezas; aquí a las mujeres cerca del Ataúd se les anunció: alégrense! Los paralelos no sólo antagónicos sino también de similitudes se trazan a lo largo de ambos Testamentos. La salvación del diluvio universal dentro del Arca — la salvación dentro de la Iglesia; tres peregrinos en lo de Abraham — Tres en Uno de la Santa Trinidad del Evangelio; el sacrificio de Isaac — la muerte en la cruz de Jesucristo. La escalera que Jacob ha visto en los sueños — y la Madre de Dios que fue como la escalera para que Cristo pudiera bajar a la tierra. Los hermanos que vendieron a José como esclavo — y Judas que traicionó a Cristo. La esclavitud en Egipto — y la esclavitud espiritual de la humanidad en las redes del diablo. Salida del Egipto — y la salvación en Cristo. El cruzar milagroso del Mar Rojo — el Bautismo. La zarza ardiente sin quemarse — la virginidad de la Madre de Dios. Sábado — el domingo de la Resurrección. El rito de la circuncisión — el sacramento del Bautismo. Maná caída del cielo — y la Última Cena de Jesucristo. La Ley de Moisés — y la Ley del Evangelio. El Monte Sinaí — y el Sermón de la Montaña. El tabernáculo — la Iglesia Cristiana. El Arca de la Alianza — y la Madre de Dios. La serpiente clavada al madero — el pecado clavado en la cruz por Cristo. El báculo florecido de Aarón — renacimiento en Cristo. Las comparaciones similares pueden seguir infinitamente.

La comprensión del Nuevo Testamento expresada en los cánticos, ahonda el sentido de los acontecimientos del Antiguo Testamento. ¿Con qué fuerza Moisés dividió el mar?— con el Signo de la Cruz: "Después de haber dibujado en el agua signo de la cruz con su báculo, Moisés cruzó el Mar Rojo." ¿Quién condujo a los judíos a través del Mar Rojo? — fue Cristo:..."Al caballo y al jinete en el mar Rojo,...Cristo los hundió, y al Israel lo salvó!" ¿De quién es el prototipo el renovado fluir del Mar después de hacerlo cruzar al pueblo de Israel? — Es el prototipo de la pureza imperecedera de la Virgen María... "En el Mar Rojo se ve dibujado la imagen de la Novia que nunca conoció las nupcias."

Durante la Gran Cuaresma en su primera semana y en la quinta estamos en el Templo para escuchar el conmovedor Canon de San Andrés de Creta. En larga cadena pasan delante de nosotros los ejemplos de los beatos y justos y también los ejemplos de los pecadores desde los comienzos del Antiguo Testamento hasta su final, alternando luego con los ejemplos tomados del Nuevo Testamento. Pero sólo conociendo bien la Historia Sagrada somos capaces de entender en toda su plenitud el contenido del Canon y enriquecernos con sus enseñanzas.

Es por esta razón, que el conocimiento de la historia bíblica no lo necesitan solamente los adultos: por medio de lecciones sobre el Antiguo Testamento preparamos a nuestros hijos para su consciente participación en los Oficios Divinos y para su comprensión. Pero son más importantes aún algunas otras razones. En las palabras del Salvador y en los escritos de los Apóstoles hay muchas referencias dedicadas a los personajes, acontecimientos y textos pertenecientes al Antiguo Testamento: se mencionan Moisés, Elías, Jonás, testimonios del profeta Isaías, etc.

En el Antiguo Testamento están dadas las causas del por qué de esa necesidad perentoria de obtener nuestra salvación a través del advenimiento del Hijo de Dios.

No nos olvidaremos tampoco de la enseñanza moral directa. Como escribe el apóstol Pablo: "¿Que más digo? No me alcanzaría el tiempo para hablarles de Gedeon, de Barak, o de Sansón, de Ieffa, de David, Samuel y de otros profetas, que con su fe vencían a los reinos, proporcionaban verdades, recibían promesas, tapaban las fauces de los leones, menguaban la fuerza del fuego, esquivaban el filo de las espadas, se curaban de sus debilidades, estaban fuertes en las luchas, sabían ahuyentar ejércitos de los extraños... Aquellos, a los que el mundo entero no merecería tener; vagaban por los desiertos y montañas, por las cavernas y los estrechos de la tierra" (Hebr. 11:32-38). Nosotros también nos valemos de estas enseñanzas. Ahí está aquella imagen de los tres jóvenes en el horno babilónico que siempre nos muestra la Iglesia, para que reflexionemos.

 

 

Bajo la Dirección de la Iglesia.

En la Iglesia todo está en su lugar, todo está correctamente aclarado. Esto se refiere también a los escritos del Antiguo Testamento. Nosotros sabemos de memoria los diez Mandamientos del código de Sinaí, pero nuestra comprensión es más profunda que la de los judíos, porque esas leyes para nosotros están más profundizadas y mejor aclaradas por el Salvador con el Sermón de la Montaña. En la legislación de Moisés están incluidas muchas leyes morales y rituales, pero entre ellas está también un elevado llamamiento: "Que ames a tu Dios con todo el corazón, con toda tu alma y con toda tu mente, y que ames a tu prójimo como a ti mismo" — estas palabras sólo a través del Evangelio se iluminaron para nosotros con todo su brillo! No existen ya ni la Tienda, ni el Templo de Salomón, pero nosotros estudiamos su estructura, porque muchos símbolos del Nuevo Testamento se encuentran incluidos en sus instrucciones. Las lecturas de los profetas se ofrecen no para conocer el destino de los pueblos que rodeaban la Palestina, sino porque en esas lecturas se encuentran las profecías sobre la llegada de Cristo y sobre los acontecimientos del Evangelio.

Pero he aquí lo que sucedió en el siglo XVI: toda una gran rama del cristianismo renegó de los preceptos de la Tradición de la Iglesia, de toda la riqueza de antigua Iglesia, quedando sólo — como fuente y guía de su fe con la única Escritura Sagrada — Biblia en sus dos partes, Antiguo y Nuevo Testamento. Así procedió el protestantismo. Hagámosle justicia: el protestantismo tuvo la irresistible sed de la viva palabra de Dios y se entusiasmo con la Biblia. Pero no tomó en consideración que las Escrituras sagradas reunidas por la Iglesia, le pertenecen como tesoro histórico y apostólico heredado. Tampoco tomó en cuenta, que tanto la Biblia se ilumina con la fe de la Iglesia, como a su vez la fe de la Iglesia se ilumina con la Biblia. Una requiere a la otra, y ambas se apoyan mutuamente. Los protestantes se entregaron con grandes ansias al estudio solo de las Escrituras Sagradas, esperanzados que, siguiendo exactamente este camino, no habrá motivo para divergencias en la fe. La Biblia, que consiste en sus tres cuartas partes de Antiguo Testamento, se transformó para ellos en el libro de cabecera. Ellos la analizaron en sus más pequeños detalles, la cotejaron con los textos hebreos antiguos, sin embargo comenzaron a perder el sentido de la justa proporción de los valores del Antiguo y Nuevo Testamentos, que se les presentaron como dos fuentes iguales de la misma fe, como sus dos equivalentes partes que se complementaban mutuamente. En algunos grupos del protestantismo surgió la idea de que con el predominio cuantitativo de los libros del Antiguo Testamento, este debía ocupar el lugar de preferencia también por su significado. Así aparecieron en el seno de una iglesia cristiana las sectas judaicas.

Ellos comenzaron a adjudicar la antigua fe en el Único Dios en un lugar más prominente, que el monoteísmo del Nuevo Testamento con Su revelación Divina de la verdad sobre el Dios Único en Su Santa Trinidad. Les resultaban más importantes los mandamientos del código de Sinaí, que la doctrina cristiana; más notable el sábado, que el domingo.

Otros, que a pesar de no haber tomado el camino de los judaicos, tampoco pudieron diferenciar bien el espíritu mismo del Antiguo Testamento del espíritu renovador del Nuevo; el espíritu esclavo del espíritu filial; el espíritu de la ley del espíritu de la libertad. Impresionados por algunos textos de las Antiguas Escrituras ellos se negaron a aceptar la devoción a Dios que se profesa en la Iglesia cristiana. Ellos rechazaron las formas exteriores de la profesión de fe físico-espiritual y eliminaron, en particular, el símbolo del cristianismo — la cruz, y otras imágenes sagradas. Con esto deberían ser reprobados por el Apóstol: "¿Tu que dices que no se ha de adulterar, adulteras? Tu que abominas de los ídolos, cometes sacrilegio?" (Roman. 2: 22).

Los terceros, al contrario, desconcertados por la simpleza del relato de los antiguas leyendas, o por el severo carácter de la antigüedad que se manifestaba especialmente en las guerras, o por el nacionalismo judío o por otros rasgos de la época pre-cristiana, — empezaron a desaprobar esas leyendas y luego también a la Biblia propiamente dicha, en su pleno tamaño.

Así, como uno no puede nutrirse sólo con el pan, sin agua, aunque el pan sea el elemento esencial para el organismo, de la misma manera no se debe nutrir uno sólo por medio de las Escrituras Sagradas sin el riego bendito que nos proporciona la vida de la Iglesia. La teología protestante, las universidades destinadas para cuidar los intereses del cristianismo y de sus fuentes, estudiando siempre la Biblia, han llegado a sentir como un hartazgo. Los sedujo el análisis crítico de los textos del Antiguo y Nuevo Testamentos y poco a poco ellos han dejado de sentir su fuerza espiritual, han empezado a tratar los libros sagrados como documentos comunes de la antigüedad y con manejo positivista del siglo XIX. Algunos de estos teólogos comenzaron a competir entre ellos inventando teorías sobre el origen de tal o cual libro, contrariamente a las Sagradas Tradiciones de la antigüedad. Para explicar ciertos hechos de predicción de los futuros acontecimientos; hallados en los Libros Sagrados, ellos comenzaron a ponerles fechas más adelantadas a la creación de estos libros, acercándola a los propios acontecimientos. Este todo los hacía menoscabar la autoridad de las Sagradas Escrituras y de la fe Cristiana. Es cierto, sin embargo, que simples comunidades protestantes de los creyentes ignoraban, y hasta ahora ignoran parcialmente, esta, así llamada, crítica bíblica. Pero, por el hecho de que los pastores han estudiado en sus escuelas teológicas, ellos se volvieron a menudo, transmisores del pensamiento crítico en sus comunidades. La época del auge de la crítica bíblica comenzó a mermar, pero esta vacilación hizo que en la gran cantidad de las sectas se ha perdido la fe dogmática. Ellos llegaron a respetar solamente la doctrina moral del Evangelio, olvidando que éste no debe separarse de la doctrina del dogma.

Sucede a menudo, que hasta las mejores intenciones tienen sus lados oscuros. Así, fue el gran adelanto en el ámbito de la cultura cristiana la traducción de la Biblia a todos los idiomas contemporáneos. Esta tarea en gran medida la han cumplido los protestantes. Aunque, en nuestro lenguaje contemporáneo se percibe con mayor dificultad la respiración de la remota antigüedad, no cualquiera puede comprender y valorar la sencillez de las leyendas bíblicas. No en vano los judíos cuidan celosamente el hebreo antiguo de las Escrituras, rehuyen usar la Biblia impresa para lecturas y oraciones en las sinagogas, prefieren los ejemplares del Antiguo Testamento escritos en el pergamino.

La Biblia ha sido distribuida en tirajes millonarios por todo el mundo, pero, ¿no habrá disminuido la devoción, el respeto por ella en las masas? Eso tiene que ver con la actividad interna del cristianismo.

Pero he aquí, que desde afuera se sumaron a nuestra realidad circunstancias nuevas. La Biblia se encontró enfrentada cara a cara con los estudios científicos de la geología, la paleontología, la arqueología. De debajo de la tierra surgió el mundo del pasado, casi desconocido anteriormente, al que la ciencia contemporánea le adjudica la edad de machismos milenios. Los enemigos de la religión no se privaron de utilizar los datos científicos como arma contra la Biblia. Lo expusieron en el estrado de un tribunal, diciendo con palabras de Pilatos: "¿No oyes cuántos atestiguan en contra tuyo?"

En estas condiciones debemos seguir creyendo en la santidad de la Biblia, su rectitud, su valor, su extraordinaria majestuosidad como el Libro de los Libros, el libro legítimo de la humanidad. Nuestra tarea es preservar a nosotros mismos de la confusión. Las Escrituras del Antiguo Testamento entran en contacto directo con las teorías científicas contemporáneas. Por eso aceptemos en su esencia los escritos del Antiguo Testamento. Lo que se refiere a la ciencia, consideramos que la legítima ciencia, objetiva e imparcial en sus propias deducciones atestiguará a favor de la verdad bíblica. Padre Juan de Kronstadt nos enseña: "Cuando tengas dudas sobre la certeza de algún personaje o suceso presentado en las Sagradas Escrituras, acuérdate entonces que todo "La Escritura es de Inspiración Divina," como dice el Apóstol, y por ende, lo que dice — es cierto, verdadero, y carece de seres inventados, de fábulas y cuentos, aunque contenga parábolas y no relatos llanos, donde cualquiera se da cuenta que se está usando el lenguaje parabólico. Toda la palabra de Dios es una sola, entera e indivisible verdad, y si consideras como mentira un sólo relato, una expresión o palabra, entonces estas en falta respecto a todas las Escrituras Sagradas, cuya verdad primaria es el mismo Dios, Nuestro Señor."

 

La Inspiración Divina de las Sagradas Escrituras.

En los idiomas del antiguo eslavo y el ruso determinamos a las Escrituras con la palabra "sagradas," lo que significa que contienen en sí la Gracia proveniente del Espíritu Santo. Sólo al Evangelio siempre se aplica la palabra "santo," y antes de su lectura se ruega de escucharlo dignamente: "Y pedimos a Dios, Nuestro Señor, que nos accede escuchar el Santo Evangelio." Para escucharlo tenemos que estar parados. "De pie oiremos la lectura de Santo Evangelio." Sin embargo, durante la lectura de los escritos de Antiguo Testamento (paremias) y hasta de los Salmos — si no se leen como oraciones, sino como enseñanzas, como por ejemplo las kaphismas en las Matines — la Iglesia permite escucharlas sentados. Las palabras del apóstol Pablo: "la estrella se distingue de otra estrella por su mayor gloria " pueden ser adoptadas a la comparación de las Sagradas Escrituras. Todas las Escrituras tienen la inspiración Divina, pero el tema de un discurso puede ser más elevado que el otro: allí están los hebreos y el Testamento Antiguo y sus leyes, y aquí — en el Nuevo Testamento — Cristo el Redentor y Su Divina enseñanza.

¿Qué es lo que compone la inspiración Divina de una Escritura? Los escritores sacros trabajan bajo una dirección que por momentos se transforma en una súbita iluminación, o a veces hasta en la revelación Divina. "Tuve una revelación de Dios" — leemos en los profetas, y también en los escritos de apóstol Pablo y apóstol Juan (en el Apocalipsis). Con todo esto los escritores usan los medios comunes de información. Para obtener los datos sobre el pasado ellos recurren a la tradición oral. "Oh, Dios, con nuestros oídos hemos oído, nuestros padres nos han contado...No las encubriremos a sus hijos, contando a la generación venidera las alabanzas de Dios y Su potencia... ¡las cuales hemos oído y entendido, que nuestros padres nos las contaron...la obra que hiciste en sus días, en los tiempo antiguos!" (Salm. 44:1, 78:2-3). Apóstol Lucas, que no pertenecía a aquellos 12 Discípulos de Cristo, describe los sucesos evangélicos "después de haber investigado con diligencia todos las cosas desde su origen" (Luc.1:3).

Luego, los escritores sacros utilizan los documentos escritos, registros de las personas y generaciones familiares, informes oficiales del Estado con diversas indicaciones. En los libros históricos del Antiguo Testamento hay referencias a las fuentes, como por ejemplo en los libros "Los Reinos" y "El Paralipomenon ... lo demás sobre el Okhosias... pueden encontrar escrito en los anales de los Reyes de Israel," o "...lo demás sobre el Ioathanes se encuentra en los anales de los Reyes judaicos." Se transcriben también los documentos originales: el primer Libro de Ezdras contiene toda una serie de textuales informes y disposiciones con respecto a la reconstrucción del Templo de Jerusalén.

Los escritores sacros no poseían la omnisapiencia, que pertenece solo a Dios. Pero estos escritores eran santos realmente. "Los hijos de Israel no pudieron fijar la vista en el rostro de Moisés a causa de la gloria de su rostro" (2 Corint. 3:7). Esta santidad de los Escritores, la pureza de su mente, la castidad de su corazón, el reconocimiento de la responsabilidad elevada en el cumplimiento de su vocación se expresaban directamente en sus escritos, en la verdad de sus pensamientos y de sus palabras, en el claro discernimiento entre lo verdadero y lo falso. Bajo la sugestión que venía desde arriba empezaban ellos sus escritos, y así también los terminaban. En algunos momentos especiales se iluminaba su espíritu por medio de elevadas y benditas revelaciones misteriosas, clarividentes penetraciones en el pasado, como en los escritos del profeta Moisés en el Génesis, o en el futuro como en las premoniciones de los Profetas tardíos y en los Apóstoles de Cristo. Eran como visiones captadas a través de la niebla, o a través de un velo... "Ahora vemos por espejo, oscuramente, mas entonces veremos cara a cara; ahora conozco en parte, pero entonces conoceré como fui conocido" (1 Corint. 13:12).

Habráse dedicado la atención al pasado, o al futuro, — el tiempo no contaba en estas premoniciones: los profetas veían "lo alejado lo mismo, que lo más cercano." Por eso los evangelistas describen dos acontecimientos futuros: la destrucción de Jerusalén y el fin del mundo, predecidos por el Cristo de tal modo, que ambos se juntan casi en una sola perspectiva del futuro: "No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en Su sola potestad" — dijo el Señor" (Hechos de Apóstoles 1:7).

La inspiración Divina no pertenece solamente a la Sagrada Escritura, sino también a la Sagrada Tradición. La Iglesia los considera como dos fuentes equivalentes de la fe, porque aquella Tradición que expresa la voz de toda la Iglesia, es también la vos del Espíritu Santo presente en la Iglesia. Inspirados por Dios son todos nuestros oficios religiosos, como se canta en una de las oraciones: "Los testigos de la verdad y predicadores de la devoción, glorifiquémoslos en los cánticos, inspirados por Dios!" La inspiración Divina se encuentra especialmente en la Liturgia de los Santos Sacramentos, que lleva la sublime denominación de la "Liturgia Divina."

 

La Creación del Mundo.

En el primer lugar en el libro de Génesis está la Creación del Mundo. Moisés, el que ha visto a Dios, contó brevemente sobre la Creación del Mundo. Su relato ocupa solamente una pagina de la Biblia. Pero, al mismo tiempo, el supo cubrir todo con una sola mirada. Una profunda sabiduría cabe en esta brevedad, porque, ¿cómo tendría que ser la verborragia que pudiera abarcar toda la grandeza de la obra de Dios? Esta sola página, en su esencia, — es todo un libro, que requirió del sagrado escritor la gran elevación del espíritu y la iluminación proveniente de las alturas. No en vano Moisés termina su relato sobre la Creación de tal modo, como si terminara una obra extensa: "Este libro, — es así ese libro —de los cielos y de la tierra cuando fueron creados, el día que Dios hizo la tierra y los cielos."

Fue una tarea grandiosa, — hablar de cómo se ha generado el mundo y todo lo que hay en él. Esta tarea exigía una buena reserva de medios de expresión, de un léxico tanto técnico, como filosófico. Pero, ¿qué era, lo que Moisés tenía para eso? Poseía para ese fin un lenguaje casi primitivo, un vocabulario de sólo unas centenas de palabras. Este idioma carecía casi de aquellos conceptos abstractos que nos facilitan tanto la actual expresión de nuestras ideas. El pensamiento antiguo es todo imágenes y las palabras todas designan aquello, que los ojos y el oído captan y extraen del mundo visible. Pero Moisés utiliza con precaución las palabras de su tiempo para no sumir la idea de Dios en la rudeza de las nociones puramente terrenales. Está obligado a decir: "Dios creó, Dios tomó, Dios ha visto, Dios dijo, hasta — Dios caminó." Pero las primeras palabras del Génesis son: "En el principio creó Dios," y luego: "El Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas," donde habla claramente de Dios-Espíritu, quiere decir, de lo metafóricas que son las expresiones humanas arriba mencionadas. En el libro más tardío, el de los Salmos, cuando las expresiones metafóricas sobre el Espíritu se tornaron habituales, encontramos mayor cantidad de formas similares, incluso bastante más notables: leemos en el Libro de los Salmos palabras sobre el rostro de Dios, sobre Sus manos, ojos, pies, hombros, sobre el ceno de Dios. "Levántate, saca Tu espada..." se dirige así a Dios el cantor de Salmos. San Juan Crisóstomo en sus comentarios sobre las palabras: "Y oyeron la voz de Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día;" de Génesis dice lo siguiente:

"No dejemos pasar, mis amados, sin prestarle atención a lo anunciado en las Sagradas Escrituras, y no nos detengamos en las palabras usadas, sino meditemos, porque las palabras tan sencillas se precisan a causa de nuestras falencias, y todo lo que sucede es conveniente para nuestra salvación. Pues, dígame, si quisiéramos aceptar las palabras en su significado literal en lugar de comprender lo anunciado como la alegoría Divina, ¿no nos parecerían muchas cosas bastante extrañas? Observemos solamente el propio comienzo de la lectura de hoy: — "Y oyeron la voz del Señor que se paseaba en el Paraíso al aire del día; y tuvieron miedo." ¡Que me dice? ¿El Dios camina? ¿Acaso le atribuiremos aún la tenencia de las piernas? ¿Y no nos lo vamos a explicar, a sobrentender como algo más elevado? ¡No, Dios no camina verdaderamente, no será así! ¿Cómo puede ser, realmente, que Aquel, Quien está en todas partes y todo lo completa, Cuyo trono es el firmamento y Cuya peana es la tierra, — este paseando por el Paraíso? ¿Qué hombre insensato puede decir eso? Qué quiso decir, entonces, con esto de: "Escuchó la voz de Dios quien caminaba de tarde por el Paraíso"? El quiso despertar en ellos la sensación de Su cercanía para que se sintieran inquietos y eso fue lo que sucedió, porque trataron de esconderse esquivando Su acercamiento. Ocurrió el pecado — el delito, y se sintieron avergonzados. — El Juez Imparcial, que es la voz de la conciencia, se levantó, reprochándolos, mostrando ante sus ojos toda la gravedad de su delito. Dios, nuestro Señor, al principio creó al hombre e introdujo en él la conciencia como a un acusador implacable que no puede ser ni engañado, ni seducido..."

En la época nuestra de investigaciones y descubrimientos geológicos, paleontológicos y demás, el mundo del pasado se nos presenta en escalas enormemente grandes de tiempo, la aparición del hombre propiamente dicho se remonta a los milenios anteriores, mágicamente alejados; la ciencia, que estudia el origen y el desarrollo del mundo sigue su legítimo camino. Pero nosotros no tenemos necesidad de hacer esfuerzos para unificar y conciliar todos los puntos de los relatos bíblicos con la ciencia de nuestros días. Y tampoco estamos necesitados de enfrascarnos en los problemas de geología o paleontología a causa de la Biblia. En principio, estamos seguros de que las palabras de Biblia y los datos científicos, después de todo, no se opugnaran mutuamente, a pesar de que, en este momento, la concordancia entre ambos, en algún que otro sentido, no la tenemos muy clara todavía. En algunos casos los datos de la ciencia podrán mostrarnos cómo deberíamos comprender los datos bíblicos. En cierto sentido, estos dos ámbitos no son comparables, tienen propósitos diferentes, observan el mundo desde distintas cumbres, cuyos puntos de vista son casi antagónicos.

El propósito de Moisés no fue el estudio de las leyes del mundo físico. Sin embargo, aprobemos, reconozcamos y también honremos a Moisés por su aporte a la humanidad: él nos había dado la primera, elemental historia natural; fue primero en el mundo en darnos la historia del hombre primitivo; fue él, finalmente, quien en el libro de Génesis dio origen a la historia de los pueblos. Todo esto solo aumenta su grandeza. La creación del mundo, el pasado de todo el mundo él los presenta en una página de la Biblia, y de ahí, de esta brevedad, surge claramente el por qué el hilo de la historia no se extiende, para él, hacia el hondo abismo del tiempo pasado, sino que, más bien, se está expandiendo sobre una superficie plana, como en un solo cuadro.

Pero el propósito principal de Moisés era: a través de la leyenda sobre la creación infundir en su pueblo, y luego también en otros pueblos, los más importantes preceptos de la verdad religiosa.

La verdad principal es sobre Dios—el Único Ente Espiritual, independiente del mundo. Esta verdad se encuentra custodiada por aquella rama de la humanidad, que fue nombrada en 5-6 capítulos de la Biblia como "hijos de Dios", y fueron ellos los que comunicaron esa fe en el Único Dios a Abraham y a su descendencia. Para la época de Moisés los otros pueblos perdieron esa fe desde hacía mucho tiempo. La fe se oscurecía a veces para el pueblo hebreo, rodeado de otros pueblos politeístas, y comenzó a apagarse del todo durante el tiempo de su esclavitud en Egipto. Para el propio Moisés la sublime idea del Único Dios-Espíritu se le había revelado al observar la zarza ardiente en el desierto, cuando él preguntaba perplejo: "he aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: el Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cual es Su nombre? ¿Qué les responderé?" Entonces, Moisés escuchó el nombre del mismo Creador del Universo pronunciado por la voz misteriosa: "Yo Soy El que Soy." Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros." Esta elevadísima idea de Dios es la que Moisés introduce con sus primeras palabras en el libro de Génesis: "En el principio creó Dios los cielos y la tierra." Cuando aún no existía nada material, estaba ya el Espíritu Único Dios, fuera del tiempo, fuera del espacio, Cuya existencia no está ligada al cielo, porque el cielo fue creado junto con el tiempo y con la tierra. En la primera línea del libro "Génesis" está escrito el nombre de Dios, dado sin ninguna clase de definiciones ni limitaciones, porque lo único que se puede decir de Dios, es que Él existe, que Él es la Única Existencia Esencial, fuente de toda otra existencia, es el YO SOY.

Con esta verdad están ligadas otras tantas verdades sobre el Dios, sobre el mundo, sobre el hombre, que se deducen directamente del relato sobre la Creación: como estas, por ejemplo:

 

 

De estos preceptos se deducen unas conclusiones lógicas: el hombre tiene la obligación de aspirar a ser siempre más puro y elevado moralmente para no profanar dentro de sí mismo y para no perder la imagen de Dios y para ser digno de estar a la cabeza de todas las criaturas de la tierra.

Es evidente, que con esa revelación sobre la creación del mundo se ahuyentaban de las mentes del pueblo hebreo todas las leyendas escuchadas sobre dioses, diosas y divinidades varias, quienes: a) dependen en sí de la existencia del mundo y son esencialmente impotentes. b) están llenos ellos mismos de debilidades, pasiones, rencores y son portadores del mal espiritual, y por ende; — c) si hubieran existido realmente, no hubiesen tenido la capacidad de elevar moralmente a las personas. La historia de la creación del mundo tiene su propio valor intrínseco de una verdad que fue dada por la revelación Divina y que representa un golpe definitivo contra las religiones paganas, politeístas y mitológicas.

En una imagen viva se expresa la noción de Dios del Antiguo Testamento en el libro de las Sabidurías Salomónicas: "Todo el mundo está frente a Ti como la oscilación de las tazas de una balanza, o como la gota del roció matinal que baja a la tierra (Sab. Solom. 11:23).

El libro de Génesis profesa un puro, inmaculado monoteísmo. Pero el cristianismo descubre en las relatos bíblicos una verdad suprema: la verdad de la unicidad del Existente y de la Trinidad de Personas, cuando leemos: "Hagamos al hombre a nuestra imagen... He aquí el hombre es como uno de Nosotros..." Y después leeremos cómo Dios se le apareció a Abraham en forma de los tres Peregrinos.

Así es el sentido de este corto relato. Si todo el libro de Génesis hubiera sido formado por esta primera pagina del relato sobre el mundo y la humanidad, hubiese permanecido igual como un grandioso libro, la sublime expresión de la revelación de Dios, la Divina iluminación del pensamiento humano.

 

La Mañana de la Humanidad.

El segundo y el tercer capítulo del libro de Génesis abren un nuevo tema, hasta podría decirse que comienzan un nuevo libro: la historia de la humanidad. Se entiende perfectamente por qué razón Moisés habla dos veces sobre la creación del hombre. Él tuvo que hablar indefectiblemente del ser humano aún en el primer capítulo, dentro del cuadro general de la creación del mundo, como de una obra que coronaba toda creación. Ahora, después de haber concretado el primer tema: "Fueron, pues, acabados los cielos y la tierra, y todo el ejército de ellos..." — Moisés comienza la historia de la humanidad obligado a hablarnos otra vez de la creación del primer hombre y de la mujer, que es el contenido del segundo capitulo, y ahí mismo nos muestra también la vida de ellos en el Edén (el paraíso). El tercer capítulo nos habla del pecado original y de la pérdida del paraíso. En estos relatos, a la par de su significado literal, está presente también su sentido oculto, y no estamos en condiciones de demostrar cuales son los fenómenos presentados con su significado directo, y cuales son los hechos simbólicos. Por eso no tenemos derecho de alterar arbitrariamente las palabras de Moisés. Sabemos solamente que nos fueron presentados, sea cual sea la forma, unos acontecimientos que tuvieron un significado extraordinario.

El símbolo es una expresión condicional apropiada por su carácter pintoresco y por hacer mella en nuestra alma, sin tener que recurrir a los complejos recursos verbales para transmitirnos un pensamiento y para grabar, al mismo tiempo, en nuestras mentes la idea del dicho fenómeno. El símbolo nos permite ahondarnos más en el contenido por medio de nuestras reflexiones. Así, por ejemplo, el santo padre Juan de Kronstadt, al mencionar el texto sacado de un salmo: "Tus manos me han creado," le agrega su comentario personal: "las manos Tuyas son el Hijo y el Espíritu." La palbra "manos" de Dios lo hace pensar en la idea de la Santa Trinidad. Palabras similares leemos en la obra de San Irineo de Lyon (siglo II-do) : "

 

 

La palabra "manos" de Dios le sugiere la idea de pensar en Santa Trinidad. Palabras semejantes leemos en la obra de San Irineo de Lyon (siglo II-do): "El Hijo y el Espíritu Santo son como las manos de Dios Padre."

Es necesario diferenciar severamente el símbolo bíblico y su riqueza de imágenes con su significado especial oculto, — de la idea de un mito. La Biblia no contiene mitología. La mitología corresponde al politeísmo, a muchos dioses que representan los fenómenos de la naturaleza en forma de divinidades y basándose en eso crean leyendas fantásticas. Tenemos el derecho de constatar que por medio del Libro de Génesis quedan desenmascarados los conceptos mitológicos, que el Libro de Génesis es contrario a toda mitología.

Algunos dirán que también se pueden ver símbolos en la mitología. Es cierto. Pero la diferencia consiste en que además de la riqueza de imágenes de Moisés, él apunta a la verdad muchas veces hondamente misteriosa, mientras las narraciones mitológicas son invenciones inspirados por los fenómenos de la naturaleza. Aquí es el símbolo de una verdad como Templo, allí es el símbolo de una fantasía arbitraria. Para el cristiano ortodoxo así se expresa la diferencia entre el icono y el ídolo: el icono es la expresión de una verdad existencial; el ídolo es la imagen de una fantasía mental.

Allí se percibe más el elemento simbólico, donde hay mayor necesidad de aclarar una idea. Es así, por ejemplo, la leyenda del uso de la costilla de Adán para la creación de la mujer.

San Juan Crisóstomo enseña: "Y se dice, que 'tomo una de sus costillas.' No trates de entender humanamente esas palabras, pero que sepas, que esas palabras toscas están adaptadas a las flaquezas humanas. Pues, si las Sagradas Escrituras no hubiesen recurrido a las expresiones semejante, ¿cómo hubiéramos podido reconocer los misterios indecibles? Entonces, no nos detengamos sólo en las palabras, sino aceptemos el todo mesurada y discretamente, como algo referido a Dios. La expresión "ha tomado", y otras similares a esta, se utilizan a causa de nuestras imperfecciones."

Nos resulta comprensible la deducción moral que se obtiene de esta narración, la que menciona también el apóstol Pablo, — que la mujer debe estar subordinada al hombre: "la mujer está conducida por el hombre, y el hombre — por Cristo; no depende el hombre de la mujer, sino la mujer del hombre." ¿Pero por qué Moisés habla expresamente sobre el modo de la creación de la mujer? El pretende, evidentemente, proteger en general la mente de los judíos de las invenciones mitológicas, y particularmente de la antigua mitología de la Mesopotamia, cuna arcaica de los hebreos. Esos relatos mitológicos eran sucios y lascivos en el sentido moral, hablaban de que el mundo de divinidades, el mundo de personas y el mundo de los animales representan una extraña mezcla: las diosas y los dioses fornican con la gente y con los animales. Eso mismo lo sugieren las imágenes de los leones y toros con cabezas humanas tan difundidas en la escultura caldea, mesopotámica y egipcia. El relato bíblico sobre la manera de crear la mujer consolida la idea de que el género humano tiene el origen muy especial, independiente, y conserva la pureza de su naturaleza física que se distingue de los seres del mundo superior, y también del mundo inferior de los animales. De que eso es tan así, podemos deducir de los siguientes líneas de la Biblia: "Y dijo Dios: No es bueno que el hombre esté solo, le are ayuda idónea para él... Y presentó ante Adán a todos los animales, y Adán les puso nombre a todos, — y no se encontró entre ellos un ayudante para Adán similar a él." Y recién entonces lo sumió a Adán en éxtasis, y de su costilla creó para él una mujer.

Así, después de establecer la verdad de la unidad de Dios, se estableció también la verdad de la unidad, independencia y originalidad del género humano. Con estas dos verdades principales comienza su sermón el apóstol Pablo en el areópago de Atenas: Dios que es Único " de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra" (Hechos 17:26). La imagen de la creación del ser humano dada en el libro de Génesis representa el mismo golpe duro para los conceptos politeísticos y mitológicos, como lo fue para su idea de la creación del mundo.

Los primeros seres humanos vivían en el Edén, en un jardín magnífico. Los rayos de un sol benéfico alumbran en el relato de Moisés a la hermosa mañana de la humanidad. Ahora, bajo la influencia de algunos hallazgos en las cavernas, nos pintan comúnmente al hombre prehistórico sumido en la oscuridad cavernícola, que nos produce una impresión repulsiva por su aspecto bestial, con su quijada sobresaliente, con la expresión de amenaza o temor en los ojos, con un garrote en las manos preparado para cazar la carne cruda. Pero la Biblia nos sugiere que el hombre, a pesar de hallarse en un estado casi infantil, en sentido espiritual, representa desde los comienzos de su existencia a una noble criatura de Dios, con un rostro claro y puro, y no con la semblanza oscura y tenebrosa. El siempre se elevaba a causa de su mente por sobre otras criaturas que lo rodeaban. El don de la palabra le permitió desarrollar su naturaleza espiritual. La riqueza del reino vegetal le ofrecía la comida en abundancia. La vida en un clima benigno no exigía demasiado trabajo. La pureza espiritual le daba una paz interior. El proceso del desarrollo hubiera podido tomar una forma superior, desconocida por nosotros.

Y al mismo tiempo que en el mundo animal, inferior al hombre, entre las especies de cuadrúpedos y de aves encontramos tantos seres agradables, armónicamente constituidos, irradiando desde su exterior belleza y gracia, e inclusive tan mansos, listos para domesticación, para dar confianza y cariño, — y lo que más deberíamos destacar — listos para prestarnos su servicio casi desinteresado; también en la época cuando el mundo vegetal nos muestra tanta armonía y belleza, y podría decirse que está siempre listo y hasta compite para ofrecernos sus frutos, — ¿por qué solamente al hombre de la antigüedad debemos representar como a un ser que carece de todo lo bello y atrayente que poseen desde antaño los mundos animal y vegetal?

El Pecado Original.

El bienestar del hombre y su proximidad a Dios son estados inseparables. Dios es mi amparo y mi protección, ¿a quién puedo temer?

Dios "paseaba en el paraíso," — tan cerca estaba de Adán y Eva. Pero para percibir la dicha de esa proximidad de Dios, para sentirse protegido por Dios, hay que tener la conciencia limpia. Nosotros la perdemos, y como consecuencia, perdemos todo lo demás. Los primeros seres humanos pecaron, y he aquí, que ya se esconden de Dios. "¿Adán, donde estas tu? — "Oí Tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo, y me escondí."

El Dios es omnisapiente y siempre está cerca, — nos dice la palabra de Dios, sólo que la percepción de Su proximidad se ensombrece a causa de los vicios humanos. Sin embargo dicha percepción no desaparece totalmente; por todos los siglos de la vida de la humanidad ella existió y existe en los hombres santos. Del propio Moisés esta dicho, que con él habló Dios estando "cara a cara," como si hablara con un amigo Suyo. " Estas cerca Tu, mi Señor," leemos en el Libro de Salmos. "Mi alma está en Dios como un pez en el agua, o como un pájaro en el aire, de todos lados y en todo tiempo está rodeada por El; por Él mi alma vive, por Él se mueve, en Él descansa y amplía su especie en Él," escribe el Santo Padre Juan de Kronstadt. Y vuelve a decir en otro lugar: "¿Qué significa la aparición de los tres Peregrinos ante Abraham? Significa que nuestro Señor en la Santa Trinidad, está como en un peregrinaje en la tierra, vigilando todo lo que acontece; y a los fieles que están en vigilia, se preocupan por su salvación y Lo buscan, los visita Él personalmente, se queda con ellos, y conversa con ellos como amigos. "Vendremos a él, y haremos morada con él" (Juan 14:23); y a los impíos quema con fuego."

Perdida la proximidad de Dios, — se pierde también la felicidad. Al perder la felicidad, nos llega el sufrimiento. Lo esencial del relato de Moisés sobre el pecado inicial del hombre es igual a lo esencial de la parábola de Cristo sobre el Hijo Pródigo. El hijo abandonó al Padre, desapareció de Su vista, seducido por la dulzura de una vida libre y licenciosa. Pero en lugar de recibir placeres, recibió el alimento destinado a los animales, y en cantidad insuficiente para satisfacer su hambre. Lo mismo pasó con nuestros progenitores, a su caída siguieron muchas penas y sufrimientos: "multiplicaré en gran manera los dolores en tus preñeces, con dolores darás a luz los hijos..." "Con dolores... con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado" (Genes. 3 cap.).

Sólo probar el fruto prohibido — parecía un delito tan insignificante — ¿pues, a qué consecuencias y castigos se han expuesto? Pero todo en la vida comienza así: de lo pequeño e insignificante surge lo grandioso... Los aludes de nieve en las montañas comienzan con un pequeño empujón. El gran río Volga tiene su origen en un pequeño manantial y el amplio río Hudson proviene de la fuente "Lágrima de nubes" perdida en las montañas.

Que los vicios tienen que ver con los sufrimientos, que conducen a los sufrimientos y así el hombre se castiga a sí mismo, — eso lo demuestra una simple observación. Si la muerte y toda una serie de dificultades en la vida representan el castigo de Dios, es necesario reconocer que la mayor parte de los sufrimientos se inflige la humanidad a sí misma. A ese grupo pertenecen las guerras encarnizadas, acompañadas por el horrible tratamiento inhumano aplicado a los vencidos; las guerras, que constituyen prácticamente toda la historia de la humanidad. Y también toda clase de padecimientos que los seres humanos causan a sus semejantes durante los períodos pacíficos de esta historia: la esclavitud, el yugo de los extranjeros y todo tipo de violencia y opresión que no derivan sólo de la codicia y del egoísmo, sino son producto, a veces, de una cierta demoníaca pasión por la brutalidad y el salvajismo, — en una palabra, es todo aquello que se expresa en el antiguo proverbio latino: homo hominis lupus est.

¿Hubiera disfrutado el hombre en la tierra de una dicha perfecta, si no hubiese experimentado la caída, el pecado? ¿Hubiera estado protegido de todas las calamidades, penas, casualidades? De la semejante placidez total de la vida; parece, que la Biblia no habla. Donde hay luz, allí también hay sombra; donde existen alegrías, allí también deben existir sinsabores. ¿Pero qué tan largos pueden ser las aflicciones, si Dios nuestro Señor está cerca? ¿Si Él manda a Sus ángeles cuidar en todos los caminos a Sus mejores criaturas, las que fueron hechas a Su imagen y semejanza? La Iglesia nos enseña que el hombre en el paraíso estaba predestinado a la inmortalidad no sólo de su alma, sino también de su cuerpo. Pero, aunque su cuerpo no fuese eterno, ¿qué desgracia hubiera sido esa, si él hubiese percibido con toda el alma su inmortalidad espiritual, hubiera sabido y presentido su futura transición hacia las formas aún más elevadas de la vida?

 

 

El Problema del Mal.

Aquí nos encontramos con una cuestión de vasta amplitud, con el gravísimo problema dentro de la filosofía religiosa, el problema del sufrimiento en el mundo. ¿Por qué la ley de la permanente renovación de la vida — la bienaventurada ley vital del mundo — viene unida al sufrimiento?

¿Es inevitable la mutua aniquilación de los animales, de tener que ingerir los unos a los otros para el sustento de sus vidas, el miedo de los débiles ante los poderosos, el triunfo de la fuerza bruta en el mundo animal? ¿Sería realmente la lucha entre las especies una eterna ley de la vida?

La Biblia no ofrece respuestas directas a nuestras preguntas. Sin embargo, se encuentran indicaciones indirectas para respondernos. He aquí lo que dice la Biblia sobre la primera ley de alimentación que Dios asignó a todo lo viviente. Para los hombres Dios indicó comer de toda las planta que da semilla, que esta sobre la tierra, y todo árbol en que hay fruto y que da semilla (Gen. 1:29) Y sólo después del diluvio universal les permite también comer carne. Y a los animales les asigna Dios:.. "a toda la bestia de la tierra y a todos los aves de los cielos, y a todo lo que se arrastra sobre la tierra, en que hay vida, toda planta verde les será para comer. Y así se hizo" (Gen, 1:30).

Pero el mundo sufrió una decadencia. El género humano se corrompió casi totalmente antes del diluvio, y también le tocó al mundo animal sufrir lo mismo: "Y vio Dios que la tierra estaba corrupta, porque todo el ser vivo falseó su designio en la tierra." La ley de la colaboración se transformó en la ley de la lucha. Y el apóstol Pablo escribe: "Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujeto en esperanza; porque también la creación misma será liberada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una esta con dolores de parto hasta ahora; y no solo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo" (Rom. 8:19-23).

Eso quiere decir, que los lamentos de los entes, de los seres vivos, no serán eternos y también es evidente, que tampoco será eterna la ley de la lucha, la ley de los derechos del más fuerte. Pero, ¿será indiscutible esta, realmente, como una ley de la vida? ¿No habremos observado que en el mundo animal todo lo feroz, brutal, sanguinario, amenazador por su fuerza desaparece más rápido de la faz de la tierra, que aparentemente los seres indefensos, mansos, los que siguen viviendo y multiplicándose? ¿No sería una señal indirecta para que la humanidad no se atuviera tanto a la ley del más fuerte? El santo profeta Isaías habla del carácter transitorio de esta ley, pronosticando los tiempos — ya no en este mundo pecaminoso — cuando estarán juntos..." pastando el lobo con el cordero, y descansando juntos el lince con el cabrito."

La historia del origen del mal en el mundo, — del mal moral y también de los sufrimientos físicos y espirituales — que nos comunica el tercer capítulo del libro de "Génesis," representa un nuevo, el tercer golpe fuerte contra la mitología pagana. Según las leyendas mitológicas, las pasiones y los vicios, y junto con ellos los sufrimientos, son inherentes a los dioses, existe una lucha entre ellos, hay traiciones, matanzas; existe una religión que afirma que hay un dios del bien, y hay un dios del mal; pero de todas maneras, el mal existe desde el principio y por eso los sufrimientos pertenecen a la ley normal de la vida y no existe el camino hacia el verdadero perfeccionamiento moral. No es eso, lo que nos dice la Biblia. Dios no creó el mal. Lo que fue creado, es por su naturaleza "todo era muy bueno." El pecado entró en el mundo a través de la tentación: por eso se le llama el pecado, es decir, un error en la dirección, la pérdida del camino, el desvío de la voluntad hacia un lado equivocado. Y detrás del pecado llegó el sufrimiento.

El autor de la "Sabiduría Salomónica" dice: " El Dios no creó la muerte y no se alegra por la destrucción de los vivientes, porque Él todo lo creó para que siga existiendo y todo en el mundo es para la salvación y no existe el veneno ponzoñoso y tampoco reina el infierno en la tierra" (Sabid. Salom.1:13-14). "Dios creó al hombre para ser imperecedero, lo hizo a la imagen de Su propia existencia eterna; pero por medio de los celos del diablo entró en el mundo la muerte y la experimentarán aquellos, que pertenecen a su feudo" (Sabid. Salom. 2:23-24).

Pero la ley moral no desaparece a causa de la caída del hombre. La luz de esta ley permanece, la diferencia entre el bien y el mal no ha desaparecido. Al hombre se le presenta la posibilidad de volver a tener la riqueza perdida. El camino que hay que tomar es el de dolor de arrepentimiento que lleva a la purificación moral y al renacimiento. De ahí, de las últimas estrofas del 3-er capítulo del Libro de Génesis, se abre a lo lejos el claro horizonte del Nuevo Testamento, la salvación del género humano a través de la llegada del Redentor del mundo, quien nos salvará del mal moral y al mismo tiempo, — de los sufrimientos y de la muerte.

De esta manera, la historia del pecado inicial tiene el significado muy importante para la comprensión de toda la historia de la humanidad al estar directamente unida al Nuevo Testamento. Surge así también un paralelo directo entre los dos acontecimientos: el pecado original de Adán y la llegada del Hijo de Dios a la tierra, y esta comparación siempre está presente en la mente cristiana, tanto en los detalles, como en su totalidad. Cristo es llamado el Segundo Adán, la madera de la cruz se opone al árbol de la caída. Las mismas tentaciones de diablo, infligidos a Cristo en el desierto, pueden ser comparadas en parte a las tentaciones de la serpiente en el paraíso; allí — "coman de este fruto y serán como dioses"; aquí — "si Tu eres el Hijo de Dios, dirás que estas piedras se transformen en panes." Para la historia del pecado original los Padres de la Iglesia prefieren una explicación literal. Sin embargo, aquí también se han entrelazado tan estrechamente el elemento real, el sentido directo con el sentido espiritual, escondido, que no existe la posibilidad de separarlos. Son así, por ejemplo, los nombres dados al "árbol de la vida" o al "árbol del conocimiento del bien y del mal." Y la Iglesia, alegrándose por su salvación en Cristo, dirige sus miradas hacia aquel "antiguo Paraíso," ve al Querubín parado a la entrada durante la expulsión de Adán, que abandonó ya la custodia del Árbol de la Vida y guardo el arma que impedía el acceso al paraíso. Y aquel ladrón arrepentido en la cruz, escucha las palabras de Cristo crucificado: "De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso."

 

 

La Historia Bíblica y la Arqueología.

Sobre el período inicial de la vida de la humanidad el Libro de Génesis habla muy escuetamente. La época anterior al diluvio, después de la historia de Abel y Caín, se limita a presentar los datos genealógicos, los nombres solamente. Al contar los años de vida de los patriarcas pre-diluvianos obtenemos aproximadamente un período de 1600 años. Esta historia de muchos siglos ocupa un solo, el IV-to capítulo. Así podemos observar cómo Moisés cuida que su relato no tuviese influencias espontáneas de las leyendas populares o mitológicas. No hay duda, que para las genealogías Moisés poseía como fuentes las antiquísimas, pero evidentemente muy cortas anotaciones, cuyo lugar de origen era la Mesopotamia. Porque la humanidad desde los comienzos de su existencia vigilaba como a la niña de sus ojos, a su historia. Las familias guardaban en su memoria los nombres de sus fundadores, pero la historia propiamente dicha podía expresarse solamente por medio de la conservación de nombres y de los años de vida!

En las excavaciones contemporáneas de la Mesopotamia fueron descubiertas las escrituras cuneiformes pertenecientes al tercer milenio antes de Cristo, quiere decir, — a unos cuantos cientos de años antes de la vida de Abraham. Pero además de las anotaciones la antigüedad trataba de conservar de generación en generación la memoria sobre sus grandes antepasados, jefes de los clanes, ayudándose para eso por medio de las construcciones de tumbas, panteones y otros monumentos similares. Después del detallado relato sobre el diluvio en el Libro de Génesis se recompone otra vez la historia genealógica abarcando de nuevo casi 2000 años. El mismo severo seguimiento de los datos provenientes de las fuentes desconocidas para nosotros observamos en los capítulos dedicados al recuento de las generaciones anteriores a Abraham. Estas esquemas se interrumpen por medio de dos relatos: 1) sobre el diluvio universal, sobre Noé y sus hijos, y

2) sobre la edificación de la Torre de Babel y la dispersión de los pueblos.

Si Moisés se detuvo en los detalles del acontecimiento magno — el diluvio, debió haber tenido para eso suficientes razones. Suficiente razón era la leyenda sobre el diluvio que guardaba el pueblo hebreo de aquella época. Fue traído a Egipto por los judíos y se conservó en su medio, mientras que en los monumentos egipcios esta leyenda ya había sido extraviada. Sin embargo, y con ornamentos mitológicos, el relato sobre este suceso aparece en los escritos mesopotámicos (de los sumerios, que no perteneces a los pueblos hebreos), en las memorias escritas de la biblioteca de Assurbanipal. Esta coincidencia sobre el hecho básico confirma el recuerdo sobre dicho acontecimiento en la Mesopotamia. Teniendo en cuenta el espíritu del idioma de la antigüedad, su concepto del universo, podemos admitir que las expresiones encontradas en el texto de la Biblia, tales como: "toda la tierra... toda clase de animales," se refieren a lo que comprendía esa comarca habitada. En aquel entonces, lo que estaba delante de la vista se tomaba por un "todo," en el sentido relativo. Hasta durante de la época del Imperio Romano y del cristianismo temprano se sobrentendía bajo el concepto de "universo" aquella parte del globo terráqueo que ha sido conocida y estudiada. Por otra parte, es sólo una de las hipótesis sobre el problema del diluvio universal.

El relato de Moisés sobre el diluvio se rige por las tres básicas ideas conductoras que están vigentes a lo largo de toda la Biblia: a) la permanencia del mundo bajo la voluntad de Dios,

b) las desgracias de los pueblos considerados como castigos por ser impíos, y c) una tribu elegida, para llegar luego a ser un pueblo elegido, como guardián de la fe verdadera.

La leyenda sobre la primaria unificación del lenguaje humano, sobre la edificación de la Torre de Babel y posterior dispersión de los pueblos, — este es el otro detalle dentro del corto esquema de las genealogías. La ciencia arqueológica contemporánea confirma la existencia de la Torre babilónica.

Al llegar a los tiempos de Abraham el Libro de Génesis comienza un consecutivo relato histórico. Desde aquí comienza ya la historia del pueblo hebreo y prosigue su relato en otros cuatro libros del Pentateuco, luego en los libros históricos del Antiguo Testamento, en parte en los libros de los Profetas y se acerca al final al tiempo del Testamento Nuevo.

La arqueología nos ofrece el rico material paralelo a la historia bíblica desde los tiempos de Abraham. Hace sólo unas décadas la crítica de la Biblia nos presentaba una teoría según la cual el libro de "Génesis" era un compendio de leyendas piadosas. Las últimas excavaciones arqueológicas toman el libro de Génesis bajo su protección. Sus descubrimientos, uno tras otro, confirman las leyendas bíblicas. Ellos nos demuestran la extrema antigüedad de los nombres y costumbres mencionados por Moisés. Así son los nombres propios de Abraham (Abam-ram), de Jacobo (Iakov-el): nombres propios similares se encuentran en la antigua Mesopotamia; los nombres de los antepasados y familiares de Abraham encuentran sus homónimos correspondientes en los nombres de las ciudades, porque se les adjudicaban a las ciudades los nombres de sus fundadores. Y al mismo tiempo, se le daban los nombres de las ciudades a las personas que provenían de estos lugares. De esta manera se confirmaron los nombres provenientes de la denominación de las ciudades, tales como: Farra (el padre de Abraham), Serukh (el abuelo de Farra), Falek (su anterior antepasado), Nakhor y Aran (hermanos de Abraham) y Kharan — la comarca en la Mesopotamia de la que provenían todos ellos.

"La Tablas de Nuzi" encontradas en la Mesopotamia revelan las costumbres y los caracteres de aquella época, por ejemplo el hecho de que Abraham antes del nacimiento de Isaac tuvo la idea de adoptar a su mayordomo Eliazar. Otros hechos son: la venta de Esau de su primogenitura; la bendición de los patriarcas antes de su muerte; la historia de los terafines (los ídolos que Raquel se llevo de la casa de su padre Lavan). Claro está, que las épocas más tardías nos ofrecen mayor cantidad de material arqueológico. Son naturales también ciertas confusiones en la coordinación de los detalles. La conclusión general sería la misma que el título de un libro alemán: "De todos modos, la Biblia tiene razón." Uno de los arqueólogos norteamericanos, especialistas bíblicos, hizo una deducción siguiente: "No quedan dudas ahora que la arqueología afirmaría la legitimidad histórica esencial de la tradición del Antiguo Testamento."

Los libros históricos del Antiguo Testamento, lo mismo que la legislación mosaica del Pentateuco, presentan la idea de la causalidad (vínculos causales) entre la devoción del pueblo y su bienestar; dicho de otro modo, demuestra que los desastres populares siempre son la consecuencia de la derogación de la fe y de la decadencia moral. Por eso también en la época cristiana la historia del Antiguo Testamento tiene tanta incidencia instructiva y la Iglesia, en el material usado para el oficio Divino, adopta como ejemplo muchos sucesos suyos. Sin embargo, aquellos libros históricos, en los que el elemento nacional judaico ensombrece la idea religiosa (libros de Esther, de Judith) no tienen uso en los servicios eclesiásticos. De esta manera el material histórico del Antiguo Testamento no nos sigue importando como tal, — porque "las cosas viejas pasaron" (2 Corint. 5:17), — sino por la enseñanza que pueda contener.

El profeta Moisés y los escritores sagrados que le siguen, hablan de las múltiples expresiones de la fuerza Divina, de los fenómenos milagrosos. Pero recurren pocas veces a la palabra "milagro." Ellos nos sugieren que toda la historia transcurre delante de la mirada de Dios, que todos los acontecimientos sólo nos parecen divididos en comunes y extraordinarios, en naturales y milagrosos. Para el alma creyente todo lo milagroso es sólo una rasgadura en el telón, detrás del cual sucede el milagro continuo de la Providencia Divina y se escribe el guión del destino de cada uno de nosotros.

 

 

La Sabiduría del Antiguo Testamento.

Los libros de enseñanza representan el tercer grupo de libros del Antiguo Testamento. Enseñan al hombre construir su vida personal en la tierra de tal manera, que estuviera bendecida por Dios y los hombres, y pudiera darle el bienestar y la paz espiritual. Una vida así le concede al hombre la sabiduría proveniente de Dios.

Cuando Salomón al comenzar su reinado elevó sus plegarias junto con los sacrificios religiosos, el Dios se le apareció de noche y le dijo: "Pide lo que quieres que Yo te de." Y Salomón pidió a Dios una sola cosa: sabiduría y el corazón entendido para juzgar al pueblo de Dios. Y le dijo Dios: Porque has demandado eso, y no pediste para ti muchos días, ni pediste para ti riquezas, ni pediste la vida de tus enemigos, sino que demandaste para ti inteligencia para oír juicio, he aquí lo he hecho conforme a tus palabras; he aquí que te he dado corazón sabio y entendido, ... y aun también te daré... riquezas y gloria de tal manera que entre los reyes ninguno haya como tu en todos tus días."

Los libros de Enseñanza están llenos de instrucciones cómo edificar su propia vida y la de su familia de manera racional, sabia, con temor a Dios, basada en la verdad, honestidad, trabajo y templanza y participar como un miembro útil en la vida social. Estas instrucciones son extraordinariamente aleccionadoras, inteligentes y sinceras. En su construcción verbal encontramos gran riqueza de imágenes, inspiración, agudeza de ingenio, a pesar de que algunas opiniones responden a las necesidades de aquel tiempo tan alejado de nosotros y son ajenos a nuestras costumbres. La tendencia práctica vivencial es el rasgo característico de las sabias enseñanzas del Antiguo Testamento.

Sin embargo, es errónea la idea de que la sabiduría bíblica es la sabiduría aplicada para conseguir el bienestar terrenal. La Biblia considera que lo realmente sabio es ser devotamente humilde ante Dios, enfrentando los sufrimientos mas grandes, incluso inmerecidos; la real sabiduría consiste en aceptar que los caminos de Dios pueden ser incomprensibles. "Salí desnudo del vientre de mi madre, y desnudo volveré ala. Dios dio, y Dios lo quito; sea el nombre de Dios bendito... Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos?" (Job 1:21, 2:10). He aquí la sabiduría de Job, el hombre justo. Pero no contienen sabiduría las construcciones lógicas, dialécticas de sus amigos, y no la contienen precisamente porque se creen con gran aplomo los mejor entendidos con respecto a los designios de Dios; ellos poseen lo que podría llamarse el racionalismo con base religiosa. Y les fue encomendado pedir perdón a Dios a través de Job.

Con todo lo atrayente que pueden ser el bienestar, la riqueza, el éxito, la gloria, — apegarse a estas cosas no tiene sentido — esta es la conclusión final de la sabiduría salomónica. A todos los espera la muerte y resulta entonces que todo es solo la apariencia, lo inútil, "vanidad de vanidades, toda es vanidad" (Eclesiastés 1:2).

Hay en la vida algo más elevado, más digno de alabanza, proveniente de la sabiduría. Es aspirar a conocer las obras divinas, estudiar la naturaleza, dedicarse al conocimiento puro: "Conocer la estructura del mundo, cómo actúan los elementos de la naturaleza, reconocer el comienzo, el final, el justo medio de los tiempos, cambio de vueltas y alteraciones temporales, los círculos de los años, la distribución de las estrellas, naturaleza de los animales y cualidades de las bestias, direcciones de los vientos y los pensamientos de las personas, las diversidad de las plantas y la fuerza de las raíces... Si alguien ama la vida justa, — sus frutos son las virtudes, — por medio de ella se aprende el pudor y la sensatez, la justicia y la valentía, que son de mayor utilidad para la vida de la gente ... Si alguien busca tener mayor experiencia, la sabiduría conoce los tiempos remotos y adivina el futuro, conoce la sutileza de las palabras y la solución de los acertijos, reconoce los augurios y milagros, consecuencias de los años y el resultado de los tiempos" (Sabid. Salomón 7:17-20, 8:7-8) Aquí se reconocen los derechos de la ciencia en sus múltiples ramificaciones.

La posesión de una sabiduría semejante no es el mérito personal, sino es un don de Dios. "Yo he rezado" — atestigua el autor de la "Sabiduría Salomónica " — y acudió a mí el espíritu de la sabiduría. Conocí todo, lo secreto y lo evidente, porque me lo enseño la Sabiduría, gran pintora de todo lo existente. Ella es un espíritu razonable, santo, único, de muchas partes, muy sutil, fácil de trasladar, sereno, limpio, claro, no dañino, bienintencionado, rápido, impetuoso, bienhechor, caritativo, firme, incólume, tranquilo, despreocupado, que todo lo ve y que capta todos los sagaces, pulcros, finísimos alientos... Ella (la sabiduría) es el destello de la luz eterna, es el espejo despejado de la acción Divina y la imagen de Su misericordia. Ella es una sola, pero lo puede todo, y permaneciendo dentro de sí misma, lo renueva todo; habitando de una generación a otra, las almas sacras, prepara la llegada de los amigos de Dios y de sus Profetas; porque Dios no ama a nadie tanto, como a aquel que vive con la sabiduría" (Sabid. Salom 7:22-23; 26-28).

No resulta extraño que una imagen tan perfecta de la Sabiduría como la que fue dada en los libros de enseñanza del Antiguo Testamento, atrae la atención también en la época cristiana, especialmente aquel lado de esta imagen que la presenta como "precursora de los hechos de Dios." "Dios nuestro Señor me tuvo (a la Sabiduría) como comienzo de Su camino, anteriormente a Sus creaciones, en los tiempos inmemoriales; desde los siglos de los siglos estoy ungida, desde los comienzos, antes del estar de la tierra. He nacido cuando no existían aún los abismos, cuando no estaban todavía las fuentes colmadas de agua. He nacido antes de que se alzaran las montañas, aparecieran las colinas, cuando El no había creado aún ni la tierra, ni los campos, ni las originarias partículas de polvo; cuando El inauguraba el firmamento, — yo estaba allí. Cuando El trazaba circularmente la línea a través de los abismos, cuando inauguraba nubes en las alturas, cuando afianzaba fuentes en los precipicios, cuando les daba estatuto a los mares para que las aguas no rebasasen sus límites, cuando estrenaba cimientos de la tierra, — entonces estaba yo ahí, a Su lado, como pintora, y he sido el regocijo de todos los días, alegrándome en Su presencia todo el tiempo, retozando sobre su círculo terrenal, y mi alegría acompañaba a los hijos de hombre... Quien pudo encontrarme, encontró también la vida y recibirá la bendición de Dios, nuestro Señor" (Prov. 8:22-31, 35).

Aquí la Sabiduría esta presentada como una imagen personalizada, como si fuera un ser divino; se pueden indicar otras expresiones similares en los discursos sobre la Sabiduría. Impresionadas por una imagen similar en la filosofía religiosa tanto de la antigüedad cristiana, como de los tiempos medievales y modernos, surgían ideas con pretensiones de entrar en la ciencia teológica, la que anunciaba que con la palabra "Sabiduría" se quería decir "una especial fuerza personal de Dios, o hipóstasis, creada o no creada, quizá la propia alma del mundo, "la divina Sofía." La enseñanza sobre la "Sofía" tuvo su desarrollo dentro del pensamiento religioso ruso en los filósofos Vladimiro Soloviov, padre Pablo Florensky y protopresbitero Sergio Bulgakov. Estos pensadores, basándose en sus especiales premisas filosóficas, tratan de justificarlas por medio de las Sagradas Escrituras, pero no prestan la suficiente atención en que para los escritos del Antiguo Testamento es usual el método de la personalización de los conceptos. El que escribe el libro de las Parábolas advierte que se debe durante la lectura del libro.. "para entender proverbio y s declaración, palabras de sabios y sus dichos profundos" (Prov. 1:6), quiere decir, que no deben tomarse literalmente las expresiones figurativas.

Pero en aquellos lugares donde la Sabiduría tiene una imagen especialmente expresiva, como un ser personalizado, como hipóstasis de la Sabiduría, el Nuevo Testamento la comprende como — Hijo de Dios, Jesucristo, "Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios," como lo leemos en los escritos del apóstol Pablo (1 Corint. 1:24). La interpretación similar encontramos, por ejemplo, en las lecturas breves del libro de los Proverbios: "La Sabiduría edificó su casa, labró sus siete columnas" (Prov. 9:1-6).De esta manera, aquí el escritor sagrado traslada nuestro pensamiento directamente al Nuevo Testamento, a la prédica del Evangelio, al Sacramento de la Eucaristía y a la organización de la Iglesia de Cristo. Aquí el Antiguo Testamento ingresa en el Testamento Nuevo.

 

La Oración y el Canto del Antiguo Testamento.

Entre los libros de Enseñanza hay un libro especial, libro de las Oraciones. ¿Quién de los cristianos, no sólo ortodoxos, sino de cualquier religión o secta, no conoce el Libro de los Salmos, o en el caso extremo, — el Salmo 51 (50), él de arrepentimiento? He aquí el libro para todos, para la oración en todas sus expresiones, para todos los casos: de dolor, de desesperación, de la enfermedad, de las desgracias personales y sociales, de lágrimas de arrepentimiento después de la caída, y de la alegría después del consuelo recibido, de la necesidad de agradecer y de atestiguar su fe, de reverenciar, de afianzar la esperanza y de elevar la pura alabanza a Dios. En el libro de los Salmos hay muchas reflexiones, muchas invocaciones a su propia alma, muchas palabras de consuelo. Por eso no en vano el libro de Salmos tiene el uso tan amplio en la Iglesia Cristiana. En ningún servicio religioso puede faltar la lectura de los salmos, en forma de proclamas, aleluya, versículos dedicados a nuestro Señor, estribillos y otras cortas invocaciones, tanto suplicantes, como laudatorias o de arrepentimiento. Las oraciones cristianas utilizan a menudo las expresiones sálmicas. El libro de Salmos ya está cristianizado en pleno sentido de esta palabra. Esto quiere decir que la Iglesia introduce en todas las expresiones el significado cristiano, mientras la presencia del elemento proveniente del Antiguo Testamento se retira a un último plano. Esas palabras en los Salmos: "Levántate, resucita, oh, Señor!" — elevan nuestro pensamiento a la futura resurrección de Cristo; las palabras sobre la prisión adquieren el significado del alma aprisionada por el pecado, la nómina de los pueblos enemigos de Israel lo tomamos en el sentido de los enemigos espirituales, mientras el nombre de Israel se entiende como el nombre de un pueblo religioso; el llamamiento a batirse con el enemigo es como llamar a la lucha contra las pasiones; cuando habla de salvarse de los egipcios o de los babilonios, — significa la salvación en Cristo. En casi cada versículo del libro de los Salmos la Iglesia encuentra reflejado el Nuevo Testamento. En forma de tal o cual acontecimiento o pensamiento, profesión de fe, de esperanza y amor. Esta manera de tratar el libro de Salmos nos ha sido enseñada por los apóstoles, quienes en sus escritos citaban los versículos de los Salmos, pero dándoles el significado afín al Nuevo Testamento.

Algunos salmos y hasta agrupaciones de versículos tienen expresiones poco claras, no sólo en el texto eslavo eclesiástico antiguo, sino también en su original hebreo y en las traducciones griegas, pero al mismo tiempo, al lado hay versículos brillantes por su expresividad. De todos modos, hay tantos salmos absolutamente claros, que expresan magníficamente nuestro estado de alma y les añaden una interpretación tan plena de una plegaria, como si no fuesen escritos en la época tan remota, sino ahora, en nuestros tiempos y para nosotros!

Entre los libros de Enseñanza hay uno que habla de amor. Es el "Cantar de los Cantares," de parte de un amante a su querida. En la primera impresión ese libro puede presentársenos como un lírico canto artístico: así la interpretan muchos comentaristas libres, que no están sujetos a las voces de los Padres de la Iglesia. Habrá que pasar a la lectura de los Profetas para entender que en el Antiguo Testamento la imagen del amante y de la amada se emplean en el sentido elevado de un compromiso entre el Dios y Su pueblo elegido, y si este libro llegó a pertenecer al código de los sagrados libros judíos, entonces, cualquiera que sea su significado inicial, la tradición del Antiguo Testamento lo comprendía en su más elevado sentido simbólico. En el Nuevo Testamento este mismo símbolo lo utiliza el apóstol Pablo, aunque sin emplear la forma poética, cuando habla del amor de un marido por su mujer, comparándolo con el amor de Cristo por la Iglesia. Esa misma imagen del novio y la novia la escuchamos a menudo en los cánticos de la Iglesia, como el símbolo de un amor ardiente del alma cristiana por su Salvador: "Tu cordera, Jesús, Te llama con voz fuerte: a Ti, Novio mío, Te amo, y buscándote — me conduelo," se canta en la oración a una santa mártir. Semejante estallido de amor del alma a Cristo encontramos también en los escritos de los ascetas cristianos.

 

 

Los Solemnes Anunciadores del Testamento Nuevo.

La caída de los reinos de Israel y Judea, y especialmente la destrucción de Jerusalén y el cautiverio Babilonio fueron golpes terribles para el pueblo hebreo, una conmoción de medidas extraordinarias. Este pueblo sufrió la condena en el juicio Divino por traicionar el pacto con Dios y por la profunda perversión moral. Ha llegado para este pueblo una noche lúgubre y aparentemente sin esperanzas. Y he aquí, que justo en un momento así surge toda una pléyade de consoladores que buscan aliviar los sufrimientos de la gente. Acusación y consolación — he aquí dos temas de la tradición oral y de los libros de Profetas que componen la especial y última parte del Antiguo Testamento.

Las acusaciones proféticas preceden a los últimos golpes que sufre el destino del pueblo hebreo, mientras quedan todavía los restos de la prosperidad y permanece aún adormecida la conciencia del pueblo. Esas incriminaciones resultan incomparables por su fuerza, por su sinceridad despiadada.

 

"¡Ay de ti, pueblo vicioso, cargado de arbitrariedades, raza de malhechores, hijos de la perdición!... ¿Cómo golpearlos todavía, a los que persisten en su obstinación? Toda su cabeza está llena de heridas, y su corazón está marchito. Desde la planta de los pies hasta la coronilla no queda un lugar sano: úlceras, manchas, llagas purulentas, sin limpiar ni vendar, sin haber sido untadas con bálsamo... No traigan más donaciones vanas, el humo de sus inciensos Me es repugnante, sus reuniones sabáticas y de la luna nueva, sus días festivos no los puedo soportar. ¡La corrupción y los festejos... ¡Lávense, purifíquense, alejen las malas acciones de Mi vista, pongan fin a sus maldades y aprendan en hacer el bien: busquen la verdad, salven al oprimido, defiendan al huérfano, intercedan por la viuda. Sólo entonces acérquense, — y hablaremos," — dice nuestro Señor. "Si sus pecados tendrán color carmesí — los haré blancos como la nieve; si serán de color púrpura — los blanquearé como si fuesen olas!" — así proclama el profeta Isaías (Is. 1:4-6, 13:16-18).

 

Con las palabras aún más fuertes denuncia y llora la caída de su pueblo el profeta Jeremías: "No confíen en las palabras mentirosas que éste es el templo de Dios. ¡¿Cómo?! Ustedes roban, matan, cometen adulterios y juran las mentiras y adulan a Baal, siguen los pasos de otros dioses que no conocen, y luego vienen y se enfrentan a Mi, en esta casa que lleva inscripto Mi nombre, y dicen: ¡estamos salvados!, para seguir haciendo después las mismas inmundicias. ¿No se habrá transformado ante sus ojos en un antro de criminales esta casa, la que lleva Mi nombre?" (Jerem. cap. 7).

 

"¡Oh, quién proveería de agua mi cabeza y daría a mis ojos la fuente de lágrimas? — lloraría entonces día y noche lamentando las pérdidas de la hija de Mi pueblo. ¡Oh, quién me prestaría el albergue para los peregrinos en el desierto! — dejaría entonces este pueblo Mío y me habría alejado de ellos, porque son todos libertinos, manga de traidores... Cada uno engaña a su amigo, no dice la verdad, enseñaron a su lengua pronunciar sólo mentiras, son maliciosos hasta cansarse... ¿Acaso no querré castigarlos por todo eso? — dice el Dios, nuestro Señor... Haré de Jerusalén un montón de piedras, un habitáculo de chacales, y a otras ciudades de Judea las haré desiertas, sin habitantes. ¿Existiría algún sabio, quien habría podido comprenderlo? —así hablaba el Dios, nuestro Señor: ¡Mediten y llamen a las lloronas para que se acercaran, para que se apuraran y prorrumpieran en llanto por nosotros, para que nuestros ojos derramasen lágrimas y de nuestras pestañas corriese agua!" (Jerem. del capit. 9).

 

Y cuando los infortunios llegaron, cuando empezaron a extenderse las desgracias inconcebibles, los abatió el cautiverio de Babilonia y no aparecía ningún consuelo, — esos mismos profetas se transformaron en el único sostén del pueblo.

 

"Alienten, alienten a Mi pueblo, — les hablaba su Dios; hablen al corazón de Jerusalén, avísenle que se cumplió el tiempo de su lucha, que se ha redimido de sus maldades, porque de la mano de Dios ha recibido el doble castigo por sus pecados... ¡Que subas muy alto, oh, Sión, propagador de buena nueva, eleva con fuerza tu voz bienaventurado Jerusalén! Eleva tu voz, no temas, dígales a las ciudades de Judea: ¡he aquí su Dios! Aquí llega con fuerza Dios, nuestro Señor y Su músculo tiene poder. He aquí el premio que Él trae y Su recompensa está delante de Él. Como un pastor Él cuidará Su rebaño; a los corderitos los tomará en Sus brazos y los llevará estrechado a Su pecho" (Isaías, 40:1-2; 9-11).

Así son los consuelos del profeta Isaías, erguido en los días de llanto como el profeta de la salvación futura y de la futura bendición de Dios.

 

"Me dan voces de Seír: "¡Guarda, ¿que de la noche? Guarda, que de la noche? El guarda respondió: La mañana viene, pero aún es de noche" (Isaías 21:11-12). Pasará la noche, desaparecerá la ira de Dios, "se alegrará el desierto y la tierra yerma, y se hará dichoso el país inhabitado y florecerá como una florel narciso, florecerá maravillosamente, y se alegrará jubiloso, se regocijará, ¡aleluya!... Fortalezcan los brazos debilitados, afiancen las rodillas temblorosas, díganles a los tímidos de alma: que sean firmes, no teman, he aquí nuestro Dios, llegará la venganza, recompensa divina; Él vendrá y os salvará. Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y los oídos de los sordos se destaparán Entonces el rengo saltará como un ciervo y la lengua del mudo cantará, porque las aguas manarán en el desierto y en las estepas — las torrentes... Y volverán los que fueron liberados por Dios, subirán al Sión con alegres exclamaciones y la eterna alegría reinara sobre sus cabezas, y ellos encontrarán jubilo y alborozo, y la tristeza y lamentaciones se alejarán" (Isaías, 35:1-10).

¿Qué es lo que infunde en los profetas tantas esperanzas luminosas que ellos tienen en esas visiones del futuro lejano? ¿Verán ellos el poderío estatal de su pueblo, sus victorias y triunfos? ¿O se les presenta su futuro bienestar, riquezas, la abundancia de los bienes terrenales? No, no son esos artículos del bienestar material, o los asuntos del orgullo nacional los que atraen sus miradas. ¿Cómo puede ser que a estos hombres santos que se han condenado a la vida de mártires y hasta a veces a una muerte dolorosa (el profeta Isaías murrio cortado con un serrucho de madera), han podido entusiasmar solamente estos logros terrenales deseados para su pueblo? Ellos podían prever en el futuro otra revelación divina, inusitado renacimiento espiritual, los tiempos de la verdad reinante, de la mansedumbre y de la paz, "la tierra será llena del conocimiento de Dios" (Isaías 11:9). Ellos pronosticaban la llegada del Nuevo Testamento.

"Aquí llegan los días," — dice Dios, nuestro Señor, — "cuando he de concertar con la casa de Israel y con la casa de Judas un trato nuevo, un nuevo testamento, que no será igual a aquel que concerté con sus padres aquel día, cuando Yo los tomé de la mano para conducirlos fuera de la tierra Egipcia, — aquel testamento Mío ellos han quebrantado, a pesar de que he permanecido en alianza con ellos," — dice nuestro Señor. "Pero he aquí el trato que concertaré con la casa de Israel, pasado el tiempo," — dice nuestro Señor: "introduciré entonces en su interior Mi ley y lo escribiré en sus corazones, y seré su Dios, y ellos serán Mi pueblo. Y ya no tendrán que enseñar uno al otro, un hermano a otro hermano, diciendo: ‘conozcan a Dios,’ porque todos ya Me conocerán, los grandes y los pequeños " — dice Dios, — "porque les perdonaré sus arbitrariedades y de sus pecados ya no Me acordaré más." Así profetiza Jeremías (Jerem. 31: 32-34).

Así vaticina también el profeta Ezequiel: "Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra... y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos... y quitare el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne" (Ezequiel, 36:26-27; 11:19-20).

Hablan mucho los profetas sobre las represalias contra otros pueblos, enemigos de Israel, pueblos paganos, que fueron el arma de la ira divina dirigida contra el Israel. Ellos beberán su copa de ira. Pero la bendición futura de Israel a ellos también los iluminará. "Acontecerá en aquel tiempo que la raíz de Isai, la cual estará puesta por pendón a los pueblos, será buscada por las gentes; y su habitación será gloriosa" (Isaías, 11:10).

El cumplimiento de estas esperanzas tiene que ver con la misteriosa promesa sobre el otorgamiento del reinado eterno a Israel: "Mi siervo David, será rey sobre ellos, y todos ellos tendrán un solo Pastor; y andarán en Mis preceptos...y Mi siervo David será príncipe de ellos para siempre. Y haré con ellos el pacto de paz, pacto perpetuo será con ellos" (Ezequiel, 37:24-26).

Hacia este futuro Rey tratan de dirigir las miradas de todos sus contemporáneos los profetas que los están consolando. Y estos son los rasgos que nos muestra Su imagen iluminada por la mansedumbre, la indulgencia, la humildad, la hombría de bien. "He aquí Mi siervo, yo le sostendré; mi escogido, en quien mi alma tiene contentamiento; he puesto sobre él mi Espíritu; él traerá justicia a las naciones. No gritará, ni alzará su voz, ni la hará oír en las calles. No quebrará la caña cascada, ni apagará el padillo que humeare; por medio de la verdad traerá justicia" (Isaías 42:1-3).

Con estas o similares palabras hablan los profetas de la llegada del Salvador del mundo. Tenemos delante de nosotros esparcida en los diferentes fragmentos pertenecientes a los escritos de los profetas, pero rica en su conjunto — la imagen de los acontecimientos futuros del Evangelio, y también la propia efigie evangélica del Señor nuestro Jesucristo.

Tiene indicada Isaías la Galilea, el primer lugar en la tierra donde aparece nuestro Salvador y se presenta ante la gente. "Los tiempos anteriores menoscabaron la tierra de Zabulón y la tierra de Nephalim; pero los hechos posteriores exaltarán el camino litoraleño, el país transjordánico, la Galilea pagana. El pueblo, que permaneció en las tinieblas, verá una magna luz; iluminará esa luz a todos los que vivían en la sombra mortal... Porque el Niño nació para nosotros y nos fue dado un Hijo; llevará gran poder en Sus hombros y será nombrado como: el Ángel sublime del Consejo; extraordinario Consejero, Dios inconmovible, Soberano, Amo del mundo, el Padre de los siglos venideros" (Isaías 9:1-6).

He aquí también la indicación Divina de la glorificación de Jerusalén. "¡Levántate, resplandece Jerusalén! Porque ha venido tu luz, y la gloria del Señor ha nacido sobre ti. Porque he aquí, que tinieblas cubrirán la tierra, y la oscuridad las naciones, mas sobre ti amanecerá el Señor y sobre ti será vista Su gloria. Y andarán las naciones a tu luz, y los reyes al resplandor de ti nacimiento" (Isaías 60:1-3).

Aquí tenemos la profecía de aquel Profeta, con cuyas palabras el Cristo Mismo comenzó su prédica terrenal en la sinagoga del Nazaret: "El Espíritu de Dios, nuestro Señor está sobre Mí, porque me ungió Dios; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos; a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad del Señor" (Isaías 61:1-2).

¿Habrá previsto el profeta que el Salvador no será reconocido y no tendrá aprobación de los líderes del pueblo judío, y con ellos — de una parte del propio pueblo? Si, él señala indirectamente lo que sucederá en el sublime cuadro de los sufrimientos de Cristo que figura en el capítulo 53 de su libro, y en una de las más significativas profecías suyas — quizás, en la más importante, realmente.

 

"¡Dios y Señor mío! ¿Quién creyó lo que había escuchado de nosotros y a quién se le revelaron los movimientos del brazo Divino? Porque Él surgió delante del Señor como un vástago, como un brote salido de la tierra yerma, no tenía Él aspecto importante, ni solemne; Le observábamos y Su aspecto no llamaba la atención como para atraernos hacia Él. Ha sido desdeñado y menospreciado, empequeñecido delante de la gente, Hombre sufrido que conoció enfermedades y nosotros Le dábamos vuelta la cara. Ha sido despreciado y no lo tomábamos en cuenta. Pero Él tomó a Su cargo todos nuestros pesares y dolencias, mientras nosotros pensábamos que ha sido castigado, derrotado y disminuido por Dios. Pues Él ha sido ulcerado para redimir nuestros pecados, y atormentado a causa de nuestros desmanes, el castigo que merecía nuestro mundo estaba pesando sobre Él, y por medio de Sus llagas nos hemos curado. Todos hemos vagado como ovejas, cada uno erraba por su lado y el Dios, nuestro Señor echó a Él las culpas de todos nosotros. Ha sido torturado, pero sufría voluntariamente sin haber abierto la boca; como una oveja ha ido al sacrificio y así como el cordero que permanece callado ante aquel que lo esta esquilando, Él tampoco había abierto Su boca. Ha sido encadenado y enjuiciado, pero ¿quién podrá explicar lo sucedido? Porque Él ha sido arrancado de la tierra de los vivos; ha sufrido la condena por culpa de los crímenes de Mi pueblo. Le adjudicaron la sepultura con los criminales, pero fue sepultado como un rico, porque no ha pecado y no salió mentira de su boca" (Isaías 53:1-9).

 

La historia del Evangelio atestigua, que el pueblo judío no ha reconocido el tiempo de Su visitación. Sin embargo, no podemos decir que la profecía consoladora no se cumplió. Porque nadie puede quitarle al pueblo judío aquella gloria de que ha surgido de su seno la Santísima Virgen María, y de que Jesucristo pertenecía a la semilla de David, y también de que los Apóstoles pertenecieron al mismo pueblo y que el Jerusalén se ha convertido para todos los tiempos en el lugar glorioso de Cristo Resucitado. Desde Jerusalén se extendió la prédica del Evangelio por todo el universo y de él canta la Iglesia: "Alégrate, el santo Sión, la madre de las Iglesias, la morada de Dios: tu fuiste él que recibió primero la redención de sus pecados por medio de la Resurrección" (Octoico Doming. Cap. 8, versículo de "Te imploramos Señor").

Pero la explicación exhaustiva del por qué del acatamiento masivo de la Iglesia de Cristo por los pueblos preferentemente paganos, mientras la mayoría de los judíos ha elegido no creer en Cristo, nos ofrece el apóstol Pablo en sus escritos ya pertenecientes al Nuevo Testamento. Encontramos en él la exégesis perfecta de las profecías del Antiguo Testamento sobre ese tema, sin necesitar ninguna otra explicación complementaria. El Apóstol dice:

 

"¿Qué se pude hacer, si Dios, deseando manifestar su ira y mostrar su poderío, con una gran paciencia compadecía a los receptáculos de su ira, cercanos a la destrucción, para demostrar juntos la riqueza de Su Gloria sobre los receptáculos de la misericordia preparados por Él para nosotros, que han sido elegidos no sólo entre los judíos, sino también entre los paganos? Decía, como en los escritos de Ocias: ‘No nombraré Mi pueblo como pueblo Mío, ni a la amada Mía como Mi amada.’ Y en aquel lugar donde les fue dicho: ‘no son ustedes Mi pueblo, allí serán nombrados los hijos del Dios viviente.’ Pues, Isaías proclama sobre el Israel: aunque el número de los hijos de Israel están grande como el numero de los granos de la arena del mar, solo el resto de ellos se salvaría... ¿Qué podemos decir? Los paganos que no buscaron ser hombres justos, recibieron ese don de ser íntegros, justos a través de la fe, mientras Israel que buscaba la ley justa, no alcanzó a tener esa ley. ¿Por qué? Porque no la buscaban en la Fe, sino entre los asuntos legales. Porque tropezaron con un escollo, como dicen las escrituras: ´Pongo aquí, en el Sion, un escollo, la piedra para tropezar y la piedra para tentar, pero todos los que creerán en Él, no tendrán razón para avergonzarse.´ Pero yo me pregunto: ¿no lo habrán escuchado ellos? Al contrario, por toda la tierra se extendió su voz y hasta los confines del universo se oyeron las palabras suyas. Pregunto otra cosa: ¿Acaso el Israel no lo sabía? Pero fue Moisés el primero quien había dicho: ‘Despertaré celos en ustedes no de un pueblo, los irritaré contra un pueblo imbécil.’ E Isaías dice sin vacilar: ‘Me encontraron los que no Me buscaron. Me revelé a los que no preguntaron por Mí.’ De Israel dice, sin embargo: ‘Durante todo el día tuve extendidos Yo Mis brazos hacia el pueblo desobediente y testarudo’" (Roman. 9: 22-27, 30-33, 10:18-21).

 

Este podría parecer el destino demasiado severo y una sentencia demasiado dura para un pueblo que ha sido elegido alguna vez. Pero el mismo Apóstol Pablo trata de consolar a su pueblo, diciendo: "No quiero, hermanos, que ignoréis ese misterio, — para que seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles; y luego todo el Israel será salvo, como está escrito: vendrá de Sión el Libertador y apartará de Jacobo la impiedad..... Porque Dios sujeto a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos. ¡Oh, profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuan insondables son Sus juicios, e inescrutables Sus caminos!" (Rom. 11:25-26, 32-33).

 

 

El Imprescriptible Patrimonio de la Iglesia.

"Paso la sombra de la ley, cuando llego la gracia" (Octoicos doming, Dogmaticon 2-da voz): se fue el arquetipo cuando vino la Verdad; la sombra prematinal se ha disipado cuando brilló el sol. No existen sacrificios del Antiguo Testamento — no sólo en el sentido de haber perdido su significado, sino, — no los hay realmente. No está más la Tienda, ni el Templo de Jerusalén del Antiguo Testamento, ni sumo sacerdote con los legítimos sacerdotes judíos.

Ha llegado el Reino de Cristo. Y el germen mismo de la ley del Antiguo Testamento — los diez Mandamientos de Dios, entregados en el monte Sinaí ceden su prioridad a los preceptos declarados en otra montaña, a los mandatos beatíficos de Cristo en el Sermón de la Montaña.

Quedan incólumes dos antiguos mandamientos: uno es — amar a Dios con todo el corazón, todo el alma y todos los pensamientos; y el segundo es: amar al prójimo como a sí mismo. En ellos consiste la esencia ideológica del Antiguo Testamento. El Salvador nos ha dicho que en ellos se basan las Leyes y los Profetas. Pero el precepto sobre el amor al prójimo, en Su última conversación con los discípulos, Cristo nuestro Señor ha elevado a una altura aún mayor, diciendo: "Un mandamiento nuevo os doy..." Aquí el antiguo mandato ha sido ampliado por la idea de amor hasta autosacrificio, de un amor mayor que el amor a uno mismo.

Durante la Última Cena el Señor nos reveló la misteriosa verdad de haber establecido el Nuevo Testamento: "Esta Copa es el Nuevo Pacto en Mi Sangre." Esta verdad se hizo el principal objetivo de la prédica de los Apóstoles.

Pero de cualquier manera, el Antiguo Testamento no deja de ser aquel cimiento, puesto en la tierra, el fundamento, en él que se basa y se eleva hacia los cielos la Iglesia de Cristo. La piedra fundamental de esta base son los libros del Antiguo Testamento de la Biblia: legislativos, históricos, de enseñanza y los proféticos. Ellos contienen grandes profecías sobre Jesucristo y una cantidad casi ilimitada de arquetipos, presagios, reflexiones sobre el Nuevo Testamento venidero. En ellos escuchamos las llamadas anticipadas de arrepentimiento, de mansedumbre y misericordia; declaradas luego con toda la fuerza y profundidad en la prédica evangélica; en ellos encontramos los múltiples ejemplos de beatitud y abundantes enseñanzas morales. Son eternas las verdades humanas reveladas aquí sobre el Dios y el mundo, sobre el hombre, el pecado, sobre la necesidad de redención y sobre la llegada del tan deseado Redentor.

Iluminado por la luz del Evangelio y revelado en todo su significado por la Iglesia del Nuevo Testamento, la Biblia del Antiguo Testamento sigue siendo el Imprescriptible e inconmovible patrimonio del Cristianismo.

 

 

 

Folleto Misionero # S 77h

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Editor: Obispo Alejandro (Mileant)

 

 

(antiguo_nuevo_pomazansky.doc, 02-08-2002).

 

 

Edited by

Date

Irina Bogdaschevsky

 

C. M.

2/8/02