Testimonios del

Antiguo Testamento

acerca del

M e s í a s

 

 


Contenido: Resumen de las profecías mesiánicas. Las mas antiguas profecías pertenecientes al Pentateuco de Moisés. Las profecías del rey David. Profecías de Isaías. Profecías referentes a la pasión de Mesías. Profecías de Daniel.

Profetas últimos y "Menores." Espera del advenimiento del Mesías. Cumplimiento de las profecías del Antiguo testamento. Conceptos tergiversados acerca del Mesías. El Apéndice: Profecías referentes a la iglesia y a la nueva época, distinción entre la Pascua del Antiguo y del Nuevo Testamento, la profecía referente a la conversión del pueblo judío a Cristo. El índice de las profecías.


 

Introducción

El tema central de los libros Sagrados del Antiguo Testamento constituye el advenimiento del Mesías y el establecimiento del Reino de Dios entre los hombres. Hemos reunido aquí las principales profecías del Antiguo Testamento referentes al Mesías, el Salvador del mundo, con el fin de platicar acerca de su contenido y para demostrar cómo las mismas se han cumplido en la Persona de nuestro Señor Jesucristo.

A pesar de su remota antigüedad, las profecías del Antiguo Testamento no han perdido su importancia en la actualidad. Al hombre creyente le permiten comprender con más profundidad el sentido de su fe; en cuanto a un incrédulo, le sirven de prueba de la existencia de Dios y de Su participación en la vida humana. El propio hecho de que las profecías estaban en condiciones para vaticinar el futuro a centenares y hasta millares de años con tanto lujo de detalles, atestigua que por medio de ellas habló Dios. Esperamos que este folleto ayudará a comprender mejor las Escrituras de sus gloriosos antepasados y ver claramente en Él al tan esperando Rey y Salvador.

A parte de eso, como luego veremos, el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento en el caso de nuestro Señor Jesucristo, excluye la posibilidad de la venida de cualquier otro mesías. El verdadero Mesías puede ser uno solo, Quien ya ha llegado. Todos los otros pretendientes, del pasado y del futuro, para este título serán usurpadores y tramposos - "lobos en piel de oveja." El último falso mesías que llegará hacia el fin del mundo será el anticristo. Conforme con las predicciones de los antiguos profetas y apóstoles mucha gente creerá en él como un líder genial y "salvador" de la humanidad. Sin embargo, sólo traerá desgracias y destrucción al mundo.

 

Resumen de las

profecías mesiánicas

Como luego veremos, los libros del Antiguo Testamento están saturados con profecías referentes al Mesías y a Su Reino de bienaventuranza. El objetivo de las antiguas profecías consistía en preparar a los judíos, y por medio de ellos a la humanidad entera para el advenimiento del Salvador del mundo, para que cuando Éste llegara, fuera reconocible y digno de confianza. Sin embargo, la tarea de los profetas no era fácil debido a varias razones. Primeramente, el Mesías no solamente debería ser un gran hombre, sino simultáneamente Dios, o sea, Dios-Hombre. Por lo tanto, los profetas tenían que revelar la naturaleza Divina del Mesías, pero formulando sus explicaciones de tal manera que no se diera motivo para el politeísmo, cuya tendencia tenían tanto los pueblos de la antigüedad, inclusive los hebreos.

Por otro lado, los profetas tenían que advertir que la tarea del Mesías no solamente consistiría en el mejoramiento de las condiciones exteriores de vida (tales como pudieran ser: la supresión de las enfermedades, la muerte, la pobreza, la desigualdad social, los crímenes, etc.). La meta de Su llegada al mundo ante todo residiría en Su auxilio a los seres humanos para que se liberen de los males interiores - el pecado y las pasiones; y para indicarles el camino hacia Dios. En efecto, el mal físico sólo es una consecuencia del mal moral, de la corrupción pecaminosa. Tampoco la herida podrá estar curada aplicando a la misma una piel sana: ante todo tendrá que eliminarse el pus. Por consiguiente, el Mesías tuvo que comenzar Su misión de salvación del género humano desarraigando el mal del alma humana. Sin este proceder ningunos cambios de vida podrían producir felicidad al hombre.

Pero el renacimiento espiritual es imposible sin la voluntaria y activa participación del propio hombre. De ahí se desprende la dificultad de la misión del Mesías: se precisa salvar al hombre con su propia participación. Pero por cuanto al hombre se le ofrece la selección libre entre el bien y el mal, resulta que la felicidad universal es irrealizable mientras vivan conjuntamente justos y pecadores. Al fin de cuentas tendrá que ocurrir la selección de unos y otros. Sólo después de la intervención Divina en la suerte humana el juicio y la selección podrá tener lugar el comienzo de la nueva vida en la que reinará la alegría, la paz, la inmortalidad y otras bendiciones. Las profecías del Antiguo Testamento abarcan todo los aspectos de este largo complejo proceso físico-espiritual relacionado con el advenimiento del Mesías.

Naturalmente, no cualquier hombre de la época del Antiguo Testamento pudo elevarse hasta comprender con claridad la meta de la llegada del Mesías. Por eso Dios por medio de los profetas ponía de manifiesto a los hombres la personalidad del Mesías y la organización de Su Reino paso a paso para que ellos, al utilizar la experiencia de las generaciones anteriores pudieran alcanzar un nivel espiritual mas alto. El período de las profecías mesiánicas abarca muchos millones de años, partiendo de nuestros antecesores Adán y Eva y extendiéndose hasta la época próxima a la llegada del Señor Jesucristo al principio de nuestra era.

En los libros del Antiguo Testamento se pueden hallar varios centenares de profecías referentes al Mesías y a Su Reino de bienaventuranza. Están difundidos en casi todos esos libros, comenzando con el Pentateuco de Moisés y finalizando en los últimos profetas, Zacarías y Malaquías. Entre los que más escribieron sobre el Mesías están el profeta Moisés, el rey David y los profetas Isaías, Daniel y Zacarías. Aquí sólo vamos a prestar atención a las principales profecías y al mismo tiempo recalcaremos las ideas fundamentales que las mismas contienen. Presentando estas profecías principalmente en orden cronológico, veremos cómo las mismas revelaban a los hebreos cada vez nuevos datos acerca del venidero Mesías, de Su naturaleza humana y divina, acerca de Su carácter, Su modo de actuar y otras particularidades de Su vida. A veces las profecías mesiánicas incluyen símbolos y alegorías. Vamos a considerarlos al estudiar las correspondientes profecías.

Frecuentemente los profetas yuxtaponen en sus visiones dentro del cuadro, acontecimientos que distan entre sí varios siglos y hasta millones de años. El lector de los escritos proféticos debe acostumbrarse a mirar los sucesos dentro de una perspectiva de muchos siglos, la cual enseña simultáneamente el principio, la parte media y el fin de un proceso espiritual largo y complicado.

La palabra "mesías" (meshia) es hebrea y significa "ungido," o sea impregnado por el Espíritu Santo. Una vez traducida al idioma griego, se escribió "Cristo." En la antigüedad se denominaban ungidos los reyes, profetas y sumos sacerdotes, porque al consagrarlos sobre su cabeza se vertía el sagrado óleo, el símbolo de la gracia del Espíritu Santo, la cual recibían para poder realizar exitosamente su alto servicio. En calidad de nombre propio con la palabra "Mesías" los profetas se referían siempre a un determinado ser ungido, el Salvador del mundo. Vamos a aplicar los nombres de Mesías, Cristo y Salvador alternativamente siempre refiriéndonos a la misma Persona.

 

Las más antiguas

profecías mesiánicas

El profeta Moisés, que vivió 1500 años a.C., ha registrado en sus libros las más antiguas profecías del Salvador del mundo, las cuales se conservaron durante miles de años en las tradiciones orales del pueblo hebreo. Adán y Eva escucharon la primera profecía mesiánica en el Edén, inmediatamente después de probar el fruto prohibido. En aquella ocasión Dios dijo al diablo que tomó aspecto de una serpiente: "Pongo perpetua enemistad entre ti y la mujer, y entre tu linaje y el suyo; este te aplastará la cabeza, y tu le morderás el calcañal (Gen. 3:15). Con estas palabras el Señor condenó al diablo y consoló a nuestros antepasados prometiendo que posteriormente un Descendiente de la mujer aplastará la propia "cabeza" de la serpiete-diablo que lo ha seducido. Pero al mismo tiempo el propio Descendiente sufrirá a causa de la serpiente que Le "morderá el calcañal," es decir que Le causará padecimientos físicos. En esta primera profecía es también notable la denominación del Mesías como "linaje (simiente) de la mujer," lo que subraya Su extraordinario nacimiento de la Mujer, la cual concibió al Mesías sin participación del hombre. La ausencia del padre físico se desprende de la antigua costumbre de llamar a los descendientes según el padre y no la madre. Esta profecía relacionada con el nacimiento sobrenatural del Mesías se confirma más aún por una posterior profecía de Isaías (Is. 7:14), la cual vamos a considerar más adelante. Conforme con el testimonio de los antiguos comentadores de los libros de Moisés Onkelos y Jonafan, los hebreos siempre asociaban la idea del "linaje de mujer" con el Mesías. Dicha profecía resultó cumplida por completo cuando nuestro Señor Jesucristo, después de padecer Su pasión sobre la cruz con Su cuerpo físico "aplastó" al diablo, esta "antigua serpiente," o sea, le quitó todo el poder sobre el hombre.

La segunda profecía mesiánica también figura en el libro de Génesis, y habla acerca de la bendición que se extenderá por Él sobre todos los hombres. Esta profecía fue pronunciada a Abraham, cuando éste al estar listo para sacrificar a su único hijo Isaac, demostró su excepcional fidelidad y obediencia a Dios. Luego Dios, por medio de Su Ángel prometió a Abraham: "En tu descendencia (simiente) se bendecirán todos los pueblos de la tierra, por haberme tú obedecido" (Gen. 22:1).

En el texto original de esta profecía la palabra "simiente" (descendencia) está en singular, demostrando de esta manera que se trata de un solo Descendiente y no de varios, Cuya bendición se extiende sobre todos los pueblos. Los hebreos siempre referían esta profecía al Mesías, aunque preferían interpretar la bendición como difundida entre el pueblo elegido. En su sacrificio Abraham representaba a Dios Padre, y su hijo Isaac a Dios Hijo que debía padecer sobre la cruz. Este paralelo también está presentado en el Evangelio, donde está escrito: "Tanto amó Dios al mundo, que le dio Su Unigénito Hijo, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga la vida eterna" (Jn. 3:16). La trascendencia de la profecía referente a la bendición de todos los pueblos por el Descendiente de Abraham se hace evidente al recordar que Dios ha confirmado Su promesa con un juramento.

La tercera profecía acerca del Mesías la pronunció el nieto de Abraham, el patriarca Jacob, al bendecir un poco antes de morir a sus 12 hijos y vaticinando la futura suerte de sus descendientes. A Judá predijo: "No faltará de Judá el cetro, ni de entre sus hijos el báculo, hasta que venga el Consolador, y a Él darán obediencia los pueblos" (Gen. 49:10). Conforme con la versión de los Setenta, esta profecía tiene la siguiente variante: "Hasta que venga Aquel que deberá venir, y Él será la esperanza de los pueblos." El sentido de esta profecía es que los descendientes de Judá tendrán sus propios gobernadores y legisladores hasta que venga el Mesías, Quien aquí se llama Consolador. Este término pone de manifiesto un nuevo rasgo en Su carácter: Suprimirá la enemistad surgida entre Dios y los hombres debido al pecado. Nota: En estos mismos términos cantaban también los Ángeles en la natividad de Cristo: "Gloria a Dios en las alturas, y Paz en la tierra a los hombres buena voluntad" (Luc. 2:14). El patriarca Jacob vivió 2000 años a.C.

El primer conductor de la tribu de Judá fue el rey David, descendiente de Judá quien vivió 1000 años a.C. A partir de él, la tribu de Judá tuvo sus propios reyes, y luego, después del cautiverio de Babilonia, también sus dirigentes hasta la época de Herodes el Grande, quien se hizo rey de Judea en el año 47 a.C. Por su origen Herodes era un idumeo, y bajo él los gobernadores populares de la tribu de Judá perdieron por completo cualquier poder. En cuanto al Señor Jesucristo, nació en los últimos años del reinado de Herodes.

Aquí sería oportuno citar una leyenda que figura en el Medrash, una parte antigua del Talmud, donde se relata que los miembros del Sanedrín, cuando perdieron el derecho al juzgado criminal, alrededor de 40 años de la destrucción del Templo (año 30 de J. C.), se vestían de silicio, arrancaban su cabello y vociferaban: "Ay de nosotros, ay de nosotros, porque hace mucho no aparece un rey de Judá, mientras que el prometido Mesías aún no ha venido." Naturalmente, se expresaban así porque no reconocieron en Jesucristo al Consolador (Pacificador), de Quien habló el patriarca Jacob.

Se ha de observar que por cuanto ya hacía mas de dos mil años la tribu de Judá había perdido cualquier poder cívico y que sus representantes se habían mezclado con otras tribus, sería imposible aplicar esta profecía de Jacob a los nuevos candidatos de la dignidad mesiánica. La próxima profecía acerca del Mesías bajo aspecto de "la estrella que se alza" de Jacob fue pronunciada por el profeta Balam (oráculo) que vivió a 1500 a.C. siendo contemporáneo de Moisés. Los príncipes de Moab invitaron al profeta Balam para que maldiga al pueblo hebreo, el cual amenazaba con la invasión de su territorio. Esperaban que la maldición les ayudará a alcanzar la victoria sobre los israelitas. El profeta Balam, mirando desde un monte vio al pueblo israelita que se aproximaba y en su visión profética divisó al lejano Descendiente de este pueblo. En éxtasis espiritual en vez de pronunciar la maldición exclamó: "Lo veo, pero no ahora; lo contemplo, pero no cerca. Álzase de Jacob una estrella, surge de Israel un cetro, que quebrantará las dos sienes de Moab y socavará a los hijos de Set" (la versión española dice "hijos de tumulto" N. del T; Núm. 24:17). Los nombres alegóricos del Mesías, estrella y cetro, subrayan Su importancia de dirigente. Balam predice la derrota de los príncipes de Moab y de la destrucción de la potencia del mal acampada contra el Reino del Mesías. Ahora bien, la presente profecía de Balam completa la más antigua profecía referente al hecho de "aplastar la cabeza" de la serpiente (Gen. 3:15); Él aniquilará a la "serpiente" y sus servidores.

La profecía de Balam referente a la Estrella de la tribu de Judá, puso principio a la creencia de los israelitas al igual que la de los persas, de parte de los cuales llegaron los magos evangélicos, que antes del advenimiento del Mesías aparecerá sobre el cielo una brillante estrella. Como ya sabemos, en efecto una estrella extraordinariamente brillante resplandeció en el celo un poco antes de la Natividad de Cristo.

La última profecía del Pentateuco fue dada por Dios a Moisés cuando la vida terrenal de este gran líder y legislador del pueblo judío se aproximaba a su fin. El Señor prometió a Moisés enviarle al pueblo israelita a su debido tiempo otro Profeta similar por Su importancia y poder espiritual, y que El mismo (Dios) hablará por Sus labios: "Yo les suscitaré de en medio de sus hermanos un Profeta, como tú, pondré en Su boca Mis palabras, y Él les comunicará todo cuanto Yo le mande. A quien no escuchará las palabras que Él dirá en Mi nombre, Yo le pediré cuenta" (Deut. 18:18-19).

El añadido (postdata) incorporado en la parte final del libro del Deuteronomio por los contemporáneos de Esdras a 450 a.C., atestiguan que entre los numerosos profetas, tan abundantes en la prolongada historia del pueblo hebreo, no se ha encontrado ningún profeta comparable con Moisés. Por consiguiente, el pueblo judío desde la época de Moisés esperaba encontrar en la Persona del Mesías al grandísimo Profeta y Legislador.

Resumiendo las profecías registradas por Moisés observamos que mucho antes de que se formara la nación judía, en los tiempos remotos patriarcales, los antiguos hebreos ya poseían una sustancial y valiosa información acerca de Mesías: que Éste vencerá al diablo y a sus servidores, traerá bendición para los pueblos; que será un Reconciliador y Caudillo, y que Su Reino no tendrá fin. Estos datos pasaron de los hebreos a numerosos pueblos gentiles: los hindúes, persas, chinos y finalmente, a los griegos. Se difundían bajo la forma de tradición oral y leyendas. Pero, a decir verdad, con el correr de los tiempos el concepto del Salvador del mundo palideció entre los pueblos paganos y fue desfigurado, aunque la unidad de su origen permaneció indudable.

 

Profecías

del rey David

Después de la muerte del profeta Moisés y de la ocupación de la Tierra Prometida por los hebreos, las profecías mesiánicas cesaron por mucho siglos. Una nueva serie de profecías referentes al Mesías surgió durante el reinado de David, descendiente de Abraham, Jacob y Judá, quien reinó sobre el pueblo judío a mil años a.C. En estas nuevas profecías se revela la dignidad real y divina de Cristo. El Señor promete por boca del profeta Nathan establecer por la persona de este Descendiente el Reino de la Eternidad: "Él edificará casa a Mi nombre, y Yo estableceré un trono por siempre" (2 Sam. 7:13).

Esta profecía referente al reinado eterno del Mesías tiene una serie de profecías paralelas, que merecen ser estudiadas con mas detalle. Para comprender y apreciar la importancia de ellas, se precisa conocer aunque sucintamente la vida del rey David, porque éste siendo rey ungido por Dios y profeta representaba la figura del supremo Rey y Profeta, Cristo.

David era el hijo menor de los numerosos hijos del pobre pastor Isaí. Cuando el profeta Samuel, enviado por Dios, entró en la casa de Isaí, para ungir al rey para Israel, creyó que debía ungir a uno de los hijos mayores. Pero el Señor reveló al profeta que el hijo menor David, todavía no más que un adolescente era el elegido por Él para este elevado servicio. Luego, obedeciendo a Dios, Samuel vertió sobre la cabeza del hijo menor el sagrado óleo, ungiéndolo para el reinado. Desde aquel momento David se convirtió en el Ungido de Dios, un Mesías. Pero David no comenzó a reinar efectivamente enseguida. Ante él estaba el largo camino de pruebas e injustas persecuciones de parte del rey que reinaba en aquel entonces, Saúl, quien odiaba a David.

La causa de este odio residía en la envidia, porque el joven David con ayuda de una pequeña piedra mató al gigante filisteo Goliat, invencible hasta aquel momento. Esto condujo a la victoria del ejército judío. Luego la gente decía: "Saúl venció a miles, y David a decenas de miles." Solamente la potente fe en Dios Protector ayudó a David a aguantar muchas persecuciones y numerosos peligros durante casi 15 años. A menudo, vagando por el salvaje e impenetrable desierto durante meses enteros David se desahogaba ante Dios con su tristeza causada por la tribulación, componiendo inspirados salmos. Con el tiempo estos salmos se convirtieron en una parte inseparable y el adorno primero de los divinos servicios del Antiguo Testamento y luego de los novotestamentarios.

Después de subir al trono en Jerusalén cuando falleció Saúl, el rey David resultó ser el más sobresaliente monarca que alguna vez reinara en Israel. Combinó en su persona numerosas cualidades valiosas, tales como el amor al pueblo, la justicia y, lo que es principal, la firme fe en Dios, además de la sabiduría y valentía. Antes de tratar de solucionar cualquier problema de estado, el rey David rezaba ardientemente a Dios, rogando por Su inspiración. El Señor asistía en todo a David y bendijo su reinado de 40 años con grandes éxitos en la política interior al igual que la exterior.

Pero David no pudo evitar numerosas pruebas. Su mayor aflicción fue causada por la sublevación militar encabezada por su propio hijo Absalóm, quien quería apoderarse del trono prematuramente. En este caso David experimentó toda la amargura de la negra ingratitud y la traición de muchos súbditos suyos. Pero al igual que antes, en el tiempo de Saúl, la fe y la esperanza en Dios ayudaron a David. Absalóm pereció ignominiosamente, aunque David hizo todo lo posible para salvarlo. Los otros sediciosos fueron todos indultados. Esta insensata y pérfida sublevación de sus enemigos fue representada luego por David vivamente en sus salmos mesiánicos.

Cuidando el bienestar material de su pueblo, David prestaba también suma atención a su vida espiritual. A menudo encabezaba las fiestas religiosas, presentando ofrendas por el pueblo judío y componiendo sus inspirados himnos religiosos, los salmos. Siendo rey y profeta, y hasta cierto punto sacerdote, el rey David se hizo el prototipo del grandísimo Rey, Profeta y Sumo Sacerdote, Cristo Salvador el Descendiente de David. La experiencia personal y el don poético del rey David le permitieron representar la personalidad y la hazaña del venidero Mesías con inimaginable viveza y talento en una serie de hermosísimos salmos. Asimismo en su segundo salmo David vaticina la enemistad y sublevación contra el Mesías de parte de Sus enemigos. Este salmo está escrito en forma de una plática entre tres personas: David, Dios Padre y el Hijo de Dios, ungido por el Padre para el Reino. He aquí los principales pasajes de este magnífico salmo:

- Rey David: "por qué se amotinan las gentes, y los pueblos meditaran cosas vanas? Se reúnen los reyes de la tierra y a una se confabulan los príncipes, contra el Señor y contra Su Ungido."

- Dios Padre: "Yo he ungido a Mi Rey sobre Sión, Mi monte santo."

- Hijo de Dios: "Voy a promulgar Su decreto; el Señor Me ha dicho: Tú eres Mi Hijo, hoy Te he engendrado Yo."

- Rey David: "Honrad al Hijo, para que no se enoje y perezcáis en vuestro camino" (versículos: 1-2, 6-7 y 12).

La más notable parte de este salmo es la verdad, revelada por primera vez, que el Mesías es el Hijo de Dios. El monte Sión, sobre el cual estaba situada la ciudad Jerusalén con su templo, simbolizaba el Reino de Mesías - la Iglesia.

Acerca de la divinidad del Mesías escribe algo más David en los salmos siguientes. Por ejemplo, en el salmo 44 David se dirige al venidero Mesías, diciendo: "Tu trono, oh Dios! Es por los siglos eterno, y cetro de equidad es el cetro de Tu Reino. Amaste la verdad y aborreciste la iniquidad; por eso Dios, Tu Dios, Te ha ungido con el óleo de alegría más que a Tus compañeros" (vers. 7-8).

Revelando la diferencia entre las Divinas Personas, entre Dios que unge y Dios ungido, la profecía en cuestión preparaba el fundamento para la creencia en el Dios Tri-hipostático. Salmo que habla del Dios Trino.

El salmo 40 indica la insuficiencia de los sacrificios del Antiguo Testamento para la redención (para lavar los pecados de la humanidad), y atestigua acerca de la prevista Pasión del Mesías. En este salmo el propio Mesías dice por boca de David:

"No deseas Tú (Dios Padre) el sacrificio y la ofrenda, pero Me has dado el cuerpo. No buscas el holocausto y el sacrificio expiatorio. Luego Me dije: He aquí que vengo, en el rollo de la ley (eternos designados de Dios) se escribió para Mí que haga Yo TU voluntad. Oh Dios! Yo quiero cumplir Tu voluntad, y dentro de Mi corazón está Tu ley" (Sal. 40:6-10).

Al sacrificio redentor del Mesías esta dedicado un capítulo especial. Acá sólo vamos a mencionar que conforme con el salmo 110, el Mesías no solamente es la Víctima, sino también el Sacerdote que ofrece el sacrificio de Sí mismo. En el salmo 110 se repiten las ideas fundamentales del salmo 2 referentes a la divinidad del Mesías y la enemistad levantada contra Él. Pero también se anticipa cierta nueva información, relacionada con la natividad del Mesías, Hijo de Dios, que se presenta como acontecimiento sempiterno. Cristo existe en la eternidad al igual que Su Padre.

"Dijo el Señor (Dios Padre) a Mi Señor (Mesías): Siéntate a Mi diestra, en tanto que pongo a Tus enemigos por escabel de Tus pies... es semejante al rocío Tu nacimiento de las entrañas precedido por la estrella. Ha jurado Dios y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote eterno según el orden de Melquisedec" (Apóstol Pablo explica que Melquisedec mencionado (Génesis 14:18) era prototipo del Hijo de Dios, Sacerdote Eterno; véase al 7 capítulo de su epístola a los Hebreos).

En el salmo citado las palabras "de las entrañas" no significan que Dios posee órganos algunos similares a los "órganos humanos, sino que el Hijo de Dios tiene la misma naturaleza que es la de Dios. La expresión "de las entrañas" debería cortar la interpretación alegórica del título de Cristo como Hijo de Dios.

El salmo 72 es un himno de alabanzas al Mesías. En el mismo podemos ver al Mesías en la plenitud de Su gloria. Esta gloria deberá tener lugar hacia el fin del tiempo, cuando el Reino Mesiánico triunfará y el mal será aniquilado. A continuación presentamos varios versículos pertenecientes a este salmo.

"Prostraránse ante Él todos los reyes y Le sirvieron todos los pueblos, porque protegerá al desvalido que implora y al oprimido que no tiene quien le ayude... Será eterno Su nombre, durará mientras dura el sol, y Le bendecirán todas las gentes, todas las naciones Le aclamarán bienaventurado" (Sal. 72:10-17).

Acerca del Reino del Mesías se relatará detalladamente mas adelante. Pero ahora, para que el lector tenga idea cuán amplias y llenas de pormenores son las profecías referentes al Mesías contenidas en los salmos, vamos a enumerarlas conforme con el orden de su material: acerca del advenimiento del Mesías, los salmos 18,50, 68, 95-98; acerca del Reino del Mesías 2, 18, 20, 21, 45, 66, 72, 110, 132; acerca del sacerdocio del Mesías 109; acerca de la Pasión, Muerte y Resurrección del Mesías 16, 22, 31, 40, 41, 66, 69, 99. En los salmos 40, 54, y 108 se trata de Judas el traidor; de la ascensión de Cristo al cielo habla el salmo 68; Cristo como fundador de la iglesia 118; de la gloria del Mesías 8; del juicio final 97; y de la herencia del eterno reposo para los justos, el salmo 95.

Para comprender correctamente los salmos proféticos se precisa recordar que David, al igual que otros justos del Antiguo Testamento, representaban los prototipos de Cristo. Por esto es comprensible por que él se expresa en primera persona - como si se tratase de él mismo - cuando habla por ejemplo de los padecimientos (salmo 22) o de la gloria v. gr. De la resurrección (salmo 16), los cuales, lógicamente, no se refieren personalmente al rey David, sino a Cristo. Vamos a estudiar más detalladamente los salmos 16 y 22 en el proximo capitulo.

Ahora bien: las profecías mesiánicas de David, registradas en sus salmos inspirados por Dios, prepararon el fundamento para la fe en Mesías como el verdadero y único Hijo de Dios, el Rey, el Sumo Sacerdote y el Redentor de la entera humanidad. El influjo de los salmos sobre la fe de los hebreos del Antiguo Testamento fue particularmente grande debido al uso amplio de los mismos en la práctica privada y en las ceremonias religiosas de este pueblo.

 

Profecías de Isaías

Como ya hemos dicho, los profetas del Antiguo Testamento tenían la ingente tarea de retener el pueblo hebreo dentro de la fe en el Dios Único y preparar el terreno para que crean en el venidero Mesías como Persona que además de la naturaleza humana tendrá también la divina. Acerca de la divinidad de Cristo los profetas tenían que hablar con los judíos en términos que excluyeran la comprensión gentil, o politeísta, de la idea. Por consiguiente, los profetas revelaban el misterio de la Divinidad del Mesías gradualmente a medida que se afirmaba en el seno del pueblo judío la fe en el Dios Único.

El rey David fue el primero que habló de la Divinidad de Cristo. Después de su reinado vino un intervalo de 250 años en las profecías, y solo el profeta Isaías, que vivió a siete siglos antes de Jesucristo continuó una nueva serie de profecía referentes al Mesías, en las cuales Su naturaleza divina se ponía de manifiesto cada vez con mayor evidencia.

Isaías es un de los más eminentes profetas del Antiguo Testamento. El libro por él escrito contiene una cantidad tan grande de profecías referentes a Cristo, que hacen llamarlo por muchos el Evangelista del Antiguo Testamento. Isaías profetizó en Jerusalén, en la época de los reyes de Judas: Oseas, Achaz, Ezechías y Manases. En la era de Isaías tuvo lugar la derrota del reino Israelita, en el año 722 a.C., por el rey asirio Sargón, quien cautivó al pueblo hebreo que habitaba en el país de Israel. Después de esa tragedia el reino israelita existió 135 años más. El profeta Isaías murió como mártir en el reinado de Manases. Su cuerpo fue cortado en dos mitades con una sierra de madera. El libro del profeta Isaías se destaca por la elegancia de su lengua hebrea y posee altas cualidades literarias, lo que no escapa ni en sus versiones extranjeras.

El profeta Isaías escribió también acerca de la naturaleza humana de Cristo, y de él aprendemos que Cristo debería nacer de una manera milagrosa de una Doncella (Virgen): "El Señor mismo os dará la señal: He aquí que la Virgen estará grávida dando a luz un Hijo Que se llamará Emmanuel" (lo que quiere decir "Dios está con nosotros" (Is. 7:14). Esta profecía fue pronunciada ante el rey Achaz con el fin de asegurarle que su casa no será exterminada por los reyes sirios e israelitas. Por el contrario, la treta de los enemigos no se cumplirá, ya que uno de los descendientes de Achaz será el prometido Mesías, que nacerá milagrosamente de una Virgen. Por cuanto al propio Achaz era un descendiente del rey David, esta profecía confirma todas las profecías anteriores de que el Mesías procederá de la casa del rey David.

En las subsiguientes profecías Isaías revela nuevos pormenores referentes al maravilloso Niño que nacerá de la Doncella. Por ejemplo, en el capítulo octavo de su libro, Isaías escribe que el pueblo de Dios no debe temer las confabulaciones de sus enemigos, porque sus ardides no se realizarán en la práctica: Que sepan los pueblos y obedezcan, porque Dios esta con nosotros (Emmanuel)." En el próximo capítulo habla de las características del Niño: "Nos ha nacido un Niño, nos ha sido dado un Hijo, que tiene sobre su hombro la soberanía, y que se llamará Maravilloso Consejero, Dios Fuerte, Padre Sempiterno, Príncipe de la paz..." (Is. 9:6-7). El nombre Emmanuel, al igual que todos los otros nombres conferidos aquí al Niño, naturalmente no son nombres propios, sino sólo indican los caracteres de Su divina naturaleza.

También predijo Isaías acerca de la predicación del Mesías en la parte septentrional de la Tierra Santa dentro de los límites pertenecientes a las tribus de Zabulón y Naftalí, llamada Galilea: "El pueblo que andaba en tinieblas vio una luz grande; sobre los que habitaban en la tierra de sombras de muerte resplandeció una brillante luz" (Is. 9:1-2). El Evangelista Mateo cita esta vacilación cuando describe la predicación de Jesucristo en esta parte de la Tierra Santa, que se destacaba por su particular ignorancia (Mat. 4:16). En las Sagradas Escrituras la luz es el símbolo del conocimiento religioso, de la verdad.

En las profecías posteriores Isaías nombra a menudo al Mesías también por otro nombre: "Retoño" o "Brote." Este nombre es simbólico confirman las profecías anteriores referentes al extraordinario y milagroso nacimiento del Mesías, el cual, precisamente, ocurrirá sin participación del hombre, a la manera de un retoño que germina sin semilla directamente de la raíz de una planta: "Y brotará una vara del tronco de Isaí [padre del rey David] y retoñará de sus raíces un vástago (brote), sobre el que reposará el Espíritu de Dios, Espíritu de inteligencia, consejo y fortaleza, espíritu de entendimiento y de temor de Dios" (Is. 11:1). Aquí Isaías profetiza la unción de Cristo con los siete dones del Espíritu Santo, o sea, con la plenitud de la gracia del Espíritu Santo, lo que fue manifestado en la Epifanía, es decir el bautismo en el río Jordán.

En otras profecías Isaías habla de los actos de Cristo y de Sus cualidades; particularmente, de Su misericordia y mansedumbre. A continuación se presenta la profecía que cita las palabras del Dios Padre: "He aquí Mi Mancebo a Quien sostengo yo, Mi elegido a Quien se complace Mi alma. He puesto Mi espíritu sobre Él, y Él dará la ley a las naciones. No gritará, no hablará recio, no alzará Su voz...no romperá la caña cascada ni apagará la mecha humeante" (Is. 42:1-3). Estas últimas palabras hablan acerca de la gran paciencia y la benevolencia a la debilidad humana, con las cuales Cristo se referirá a los penitentes y desamparados. Una profecía similar pronunció algo mas tarde Isaías hablando de parte del propio Mesías al decir: "El Espíritu del Señor Dios descansa sobre Mí, pues Dios me ha ungido y Me ha enviado para predicar la buena nueva a los abatidos y sanar a los de quebrantado corazón, para anunciar la libertad a los cautivos y la liberación a los encarcelados" (Is. 61:1-2). Estas palabras determinaron con precisión la meta de llegada del Mesías: curar las dolencias espirituales de los hombres.

Además de las dolencias del alma, el Mesías se ocupó de sanar también las enfermedades físicas, como lo predijo Isaías: "Entonces se abrirán los ojos de los ciegos, se abrirán los oídos de los sordos. Entonces saltará el cojo como un ciervo, y la lengua de los mudos cantará gozosa, porque brotará agua en le desierto y correrán arroyos por la estepa" (Is. 35:5-6). Esta profecía se cumplió cuando el Señor Jesucristo al predicar el Evangelio curaba miles de enfermos de toda clase, ciegos de nacimiento y poseídos. Por medio de Sus milagros testimonió la verdad de Su doctrina y Su unidad con Dios Padre.

Conforme con el Divino plan de salvación de los hombres, ésta se llevará a cabo en el Reino del Mesías. Este reino de bienaventuranza designado para los creyentes a veces se comparaba por los profetas con un esbelto edificio (véase el apéndice referente al Reino de Mesías). El Mesías, siendo por un lado fundador del Reino de Dios, y por otro el constructor de la verdadera fe, es denominado por el profeta PIEDRA, es decir la base sobre la cual se edifica el Reino de los Cielos. Por eso dice el Señor Dios: Yo he puesto en Sión por fundamento una piedra, piedra probada, piedra angular , valiosa y sólidamente asentada. El que en ella se apoye no titubeará (Is. 28:16). Como ya hemos dicho Sión era el monte sobre el cuál se ubicaba Jerusalén con su templo.

Es notable que esta profecía por primera vez recalca la importancia de la FE en el Mesías: "El que en ella (FE) se apoya no titubeará (no se avergonzará)." En el salmo 118 también figura dicha Piedra: "La Piedra que rechazaron los constructores ha sido puesta por piedra angular" (Sal. 118:22-23; véase también Mat. 21:42). Es decir que no obstante, de ser rechazada esta piedra, Dios la puso como cimiento del edificio de la Iglesia.

La profecía siguiente completa las anteriores, en las cuales se habla del Mesías como conciliador y manantial de bendiciones, no solamente para judíos, sino para todos los pueblos del mundo: "Poco es para Mí ser Tú Mi Siervo para restablecer las tribus de Jacob y reconducir los salvados de Israel. Yo te hago luz de las gentes, para llevar Mi salvación hasta los confines de la tierra" (Is. 49:60).

Pero independientemente de la grandeza de la luz espiritual emanada por el Mesías, Isaías auguró que no todos los judíos divisarán esta luz debido a su embrutecimiento espiritual. El profeta escribe lo siguiente relacionado con esta circunstancia: "Oiréis y no entenderéis, veréis no conoceréis pues esta endurecido el corazón de este pueblo, tapa sus oídos, cierra sus ojos; que no vea con sus ojos ni oiga con sus oídos, ni entienda su corazón para que no se convierta y esté sanado" (Is. 6:9-10). A causa de la tendencia solo hacia del bienestar terrenal, no todos los judíos reconocieron en la Persona de Jesucristo a su Salvador prometido por los profetas. Como si tuviese previsto la desconfianza de los judíos, el rey David en uno de sus salmos les llama con las siguientes palabras: "Porque Él es nuestro Dios, y nosotros el pueblo que él apacienta y el rebaño que Él guía. Si hoy oyereis de Él estas palabras: no endurezcáis vuestro corazón como en Meriba, como el día de tentación en el desierto" (Sal. 95:7-8) Es decir: Al escuchar la predicación del Mesías, creed en su palabra. No seáis obstinados como vuestros antecesores en la época de Moisés en el desierto, quienes tentaban a Dios y murmuraban contra Él (véase Ex. 17:1-7; Meriba quiere decir reproche).

 

Vaticinios referentes a la

Pasión y Resurrección del Mesías

Pasión del Mesías

Los sacrificios de purificación ocupaban la posición central en la vida religiosa del pueblo judío. Cada devoto judío ya sabía desde su niñez que el pecado sólo podría borrarse por medio de un sacrificio cruento. Todas las grandes fiestas y acontecimientos familiares se acompañaban de sacrificios. Los profetas no explicaban en que consistía el poder purificador de los sacrificios. Sin embargo, sus profecías relacionadas con la Pasión demuestran que los sacrificios del Antiguo Testamento anticipaban el gran sacrificio redentor del Mesías, el cual Él tuvo que ofrecer para la purificación de los pecados del mundo entero. De este gran sacrificio tomaban fuerzas y trascendencia las ofrendas del Antiguo Testamento. La relación íntima entre el pecado y los subsiguientes sufrimientos, al igual que entre los padecimientos voluntarios y la subsiguiente salvación del hombre, no está bien comprendida aún hasta hoy día. No vamos a tratar de explicar esta relación interior, sino sólo nos detendremos aquí sobre las propias profecías referentes a la prevista Pasión redentora del Mesías.

La más sobresaliente y detallada profecía relacionada con venideros sufrimientos del Mesías es la de Isaías que ocupa uno y medio capítulo de su libro (cap. 52-53). Esta profecía incluye tantos pormenores sobre los padecimientos de Cristo que el lector tiene la impresión de que el profeta Isaías escribía al propio pie del Gólgota, aunque sabemos con seguridad que el profeta vivió siete siglos antes de Cristo. A continuación presentamos la profecía en cuestión:

"¿Quién ha creído á nuestro anuncio? ¿Y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová? Y subirá cual renuevo delante de él, y como raíz de tierra seca: no hay parecer en él, ni hermosura: verlo hemos, mas sin atractivo para que le deseemos. Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto: y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados: el castigo de nuestra paz sobre él; y por su llaga fuimos nosotros curados.

Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino: mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros. Angustiado él, y afligido, no abrió su boca: como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca. De la cárcel y del juicio fue quitado; y su generación ¿quién la contará? Porque cortado fue de la tierra de los vivientes; por la rebelión de mi pueblo fue herido. Y dispúsose con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; porque nunca hizo él maldad, ni hubo engaño en su boca. Con todo eso Jehová quiso quebrantarlo, sujetándole á padecimiento. Cuando hubiere puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. Del trabajo de su alma verá y será saciado; con su conocimiento justificará mi siervo justo á muchos, y él llevará las iniquidades de ellos. Por tanto yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los perversos, habiendo él llevado el pecado de muchos y orado por los transgresores."

La frase introductora de esta profecía: "¿Quién creerá lo que hemos oído?" atestigua acerca del carácter excepcional de los acontecimientos descritos, los cuales exigen un esfuerzo de voluntad de parte del lector para creerlos. En efecto, las profecías anteriores de Isaías hablan de la magnificencia y gloria del Mesías, mientras que la presente expone Su voluntaria humillación, padecimientos y muerte. El Mesías, estando completamente limpio de pecados personales y santísimo, soporta todos estos sufrimientos con el fin de purificar al género humano de sus iniquidades.

También describió vivamente la pasión de la cruz del Salvador el rey David en su salmo 22. Pero aunque en este salmo el texto se desarrolla en primera persona, naturalmente el rey David no pudo escribir de sí mismo, pues no soportó dichos padecimientos. Sólo figura como un prototipo del Mesías, refiriendo proféticamente a su propia persona lo que en realidad pertenecía a su Descendiente Cristo. Es notable que algunas palabras de este salmo fueron pronunciadas literalmente por Cristo crucificado. A continuación vamos a presentar algunas frases del salmo 22, y paralelamente los correspondientes contextos Evangélicos.

Versículo 7: "Todos los que me ven, escarnecen de mí," y Marc.15:29.

Versículo 17: "Horadaron mis manos y mis pies," Luc. 23:33.

Versículo 18: "Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes," y Mat. 27:35.

Versículo 8: "Remítese á Jehová, líbrelo; Sálvele, puesto que en él se complacía." Esta frase fue repetida literalmente por los sumos sacerdotes y escribas, Mat. 27:43.

Versículo 2: Así exclamó el Señor antes de morir: "Dios mío, clamo de día, y no oyes."

Aparte de eso, el profeta Isaías había registrado los siguientes detalles referentes a los padecimientos del Mesías, que se han cumplido literalmente (expresados en primera persona: "El Señor Jehová me dio lengua de sabios, para saber hablar en sazón palabra al cansado... Di mi cuerpo á los heridores, y mis mejillas á los que me mesaban el cabello: no escondí mi rostro de las injurias y esputos. Porque el Señor Jehová me ayudará; por tanto no me avergoncé: por eso puse mi rostro como un pedernal, y sé que no seré avergonzado. Cercano está de mí el que me justifica; ¿quién contenderá conmigo? Juntémonos. ¿Quién es el adversario de mi causa? Acérquese á mí. He aquí que el Señor Jehová me ayudará; ¿quién hay que me condene? He aquí que todos ellos como ropa de vestir se envejecerán, los comerá polilla. ¿Quién hay entre vosotros que teme á Jehová, y oye la voz de su siervo? el que anda en tinieblas y carece de luz, confíe en el nombre de Jehová, y apóyese en su Dios. He aquí que todos vosotros encendéis fuego, y estáis cercados de centellas: andad á la luz de vuestro fuego, y á las centellas que encendisteis. De mi mano os vendrá esto; en dolor seréis sepultados" (Is. 50:4-11; compárese con Mat. 26:67).

Bajo la luz de estas profecías se hace comprensible la misteriosa profecía del patriarca Jacob destinada a su hijo Judá, una parte de la cual ya hemos presentado en el capítulo 2 de este folleto. Profecía completa: "Cachorro de león Judá: De la presa subiste, hijo mío: Encorvase, echóse como león, Así como león viejo; ¿quién lo despertará? No será quitado el cetro de Judá, Y el legislador de entre sus pies, Hasta que venga Shiloh; Y á él se congregarán los pueblos" (Gen. 49:9-11).

En esta profecía el León por su poder y majestad simboliza al Mesías, Quien deberá nacer de la tribu de Judá. La pregunta del patriarca acerca de quien pudiera levantar al dormido león habla alegóricamente de la muerte del Mesías, que se denomina por la Sagrada Escritura "El león de la tribu de Judá" (Apoc. 5:5). Acerca de la muerte del Mesías hablan también las palabras proféticas finales de lavar los vestidos en el zumo de uvas. La uva es símbolo de la sangre. Las palabras referentes a la asna y el pollino resultaron cumplidas cuando el Señor Jesucristo, antes de su Pasión en la cruz, entró (triunfalmente) a Jerusalén. En el capítulo siguiente veremos la predicción del profeta Daniel acerca del tiempo cuando tuvo que padecer el Mesías.

A estos antiguos testimonios referentes al sufrimiento del Mesías se ha de añadir la no menos determinada profecía de Zacarías, quien vivió dos siglos después de Isaías (500 a.C.). El profeta Zacarías describe en el capítulo 3 de su libro la visión del sumo sacerdote Josué, vestido del primero con el vestido ensangrentado y luego luminoso. El vestido del sumo sacerdote Josué simboliza el estado moral del pueblo: al principio pecaminoso y luego justo. En la descrita visión existen numerosos detalles referentes al misterio de la redención, pero aquí sólo vamos a citar las conclusivas palabras de Dios Padre:

"He aquí, yo traigo á mi siervo, el Pimpollo. Porque he aquí aquella piedra que puse delante de Josué; sobre esta única piedra hay siete ojos: he aquí, yo grabaré su escultura, dice Jehová de los ejércitos, y quitaré el pecado de la tierra en un día... Y mirarán á mí, á quien traspasaron, y harán llanto sobre él, como llanto sobre unigénito, afligiéndose sobre él como quien se aflige sobre primogénito... En aquel tiempo habrá manantial abierto para la casa de David y para los moradores de Jerusalén, para el pecado y la inmundicia" (Zac. 3:3-9; 12:10; 13:1).

Hemos encontrado también el término "Retoño" en el libro de Isaías. Se refiere a Mesías de la misma manera como Su denominación "piedra angular." Es notable que conforme con la profecía la purificación de los pecados del pueblo tendrá lugar en un día. En otras palabras, un solo Sacrificio realizará la purificación de los pecados. La segunda parte de la profecía, que ocupa el capítulo 12, habla de la pasión en la cruz del Mesías, de Su traspaso por una lanza y del arrepentimiento del pueblo. Todos estos acontecimientos ocurrieron así y están descritos en el Evangelio.

No obstante, de las dificultades que tenía el hombre del Antiguo Testamento para creer en la necesidad del sufrimiento redentor del Mesías, una serie de antiguos escritores comprendieron correctamente la profecía del capítulo 53 del libro de Isaías. Vamos a citar aquí las valiosas ideas referentes a esta peculiaridad en los antiguos libros hebreos: "¿Cuál es el nombre de Mesías?" pregunta el Talmud, y contesta: "El Enfermizo, conforme con lo escrito: Este lleva nuestros pecados y padece por nosotros." En otra parte del Talmud figura: "Mesías toma sobre Sí mismo todos los padecimientos y sufrimientos de los israelitas. Si no aceptase estas torturas, ningún hombre podría soportar los castigos que siguen a la infracción de la ley." También el rabino Moche Goddarshan escribe en su interpretación de la sagrada escritura:

"El Señor, santo y bendito, entró en las siguientes condiciones con el Mesías, diciéndole: Mesías Mi Santo, los pecados de los hombres serán una carga grande para Ti: Tus ojos no verán la luz, Tus oídos escucharán terribles insultos, Tu boca probará la amargura, Tu lengua se pegará a Tu paladar... y Tu alma sucumbirá de la aflicción y de muchos suspiros. ¿Estás dispuesto a aceptarlas? Si vas a tomar para Ti mismo todos estos padecimientos, - esta bien; si no, en este mismo momento voy a exterminar a todos los pecadores. Luego contesto el Mesías: Señor del universo, acepto con alegría todos estos padecimientos, pero también bajo condición de que en Mis días resucitarás a los muertos comenzando con Adán y hasta ahora, y que no solamente salvarás a ellos, sino también a todos los que deseabas crear y no creaste todavía. Entonces el Santo y Bendito Dios contestó: Sí, estoy de acuerdo. En aquel momento el Mesías aceptó gustosamente los sufrimientos, de acuerdo con lo escrito: Estaba torturado, pero sufría voluntariamente... fue sacrificado como oveja."

Estos testimonios de los hebreos celosos y conocedores de los libros Sagrados del Antiguo Testamento son valiosos debido al hecho de que demuestran la trascendental importancia que tiene la profecía de Isaías para reforzar la fe en el poder salvador de los sufrimientos de la cruz del Mesías.

Resurrección del Mesías

Aparte de la necesidad salvadora de la pasión del Mesías, los profetas también profetizaban Su Resurrección de entre los muertos y la subsiguiente gloria. Después de describir los padecimientos de Cristo, Isaías finaliza su relato con las siguientes palabras:

"Cuando hubiere puesto su vida en expiación por el pecado, verá linaje, vivirá por largos días, y la voluntad de Jehová será en su mano prosperada. Del trabajo de su alma verá y será saciado; con su conocimiento justificará mi siervo justo á muchos, y él llevará las iniquidades de ellos. Por tanto yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los perversos, habiendo él llevado el pecado de muchos y orado por los transgresores" (Is. 53:10-12).

En otras palabras, el Mesías vivirá de nuevo después de la muerte para encabezar el Reino de los rectos y estará moralmente contento por los sufrimientos soportados por Él personalmente.

La resurrección de Cristo también fue profetizada por el rey David en su salmo 16, donde habla de parte de Cristo, diciendo:

"A Jehová he puesto siempre delante de mí: Porque está á mi diestra no seré conmovido. Alegróse por tanto mi corazón, y se gozó mi gloria: También mi carne reposará segura. Porque no dejarás mi alma en el sepulcro; Ni permitirás que tu santo vea corrupción. Me mostrarás la senda de la vida: Hartura de alegrías hay con tu rostro; Deleites en tu diestra para siempre" (Sal. 16:8-11).

El profeta Oseas asimismo tiene mención de la resurrección al tercer día, aunque su profecía se expone en plural:

"Andaré, y tornaré á mi lugar hasta que conozcan su pecado, y busquen mi rostro. En su angustia madrugarán á mi. Venid y volvámonos á Jehová: que él arrebató, y nos curará; hirió, y nos vendará. Darános vida después de dos días: al tercer día nos resucitará y viviremos delante de él" (Os. 6:1-2; véase: 1 Cor. 15:4).

Además de las profecías directas referentes a la inmortalidad del Mesías, lo testifican en realidad también aquellos pasajes del A.T., en los cuales el Mesías se llama Dios. (Sal. 2, 45, 110, Is. 9:6, Jer. 23:5, Miq. 5:2, Mal. 3:1). Resulta que Dios por Su naturaleza es inmortal. De la misma manera, podemos concluir acerca de la inmortalidad del Mesías cuando leemos vaticinios referentes a Su eterno Reino (Gen. 49;10, 1Sam. 7:13, Sal 2, 132:11, Ezq. 7:13). Todos saben que el eterno Reino presupone la existencia del eterno Rey!

Por lo tanto resumiendo el contenido de este capítulo observamos que los profetas del A.T. se expresaban muy determinadamente al hablar de los padecimientos redentores, la muerte y luego la gloriosa resurrección del Mesías. El tenía por delante los salvados por Él. El origen de estas verdades, reveladas por los profetas, constituyen posteriormente la base de la fe cristiana.

 

Profecías de Daniel

Ya hemos visto, que el patriarca Jacob ajustaba el tiempo del advenimiento del Reconciliador a la época cuando los descendientes de Judá perdieran su entera independencia política. Este lapso referente a la llegada del Mesías, precisado por Daniel en la profecía es registrado sobre 70 semanas.

El profeta Daniel escribió referente al tiempo de la llegada del Mesías al encontrarse junto con otros hebreos en la cautividad de Babilonia. Los hebreos fueron llevados a la cautividad por el rey Nabucodonosor, quien destruyó Jerusalén en el año 588 a.C. San Daniel sabía que el plazo de 70 años de la cautividad profetizado por Jeremías se aproximaba al fin. Deseando una pronta vuelta del pueblo hebreo a su propia tierra y la reconstrucción de la sagrada ciudad de Jerusalén, San Daniel comenzó a rogar frecuentemente a Dios con cálidas oraciones acerca de esto. Apareció ante el profeta el arcángel Gabriel, y le dijo que Dios escuchó sus ruegos y pronto ayudará a los hebreos a reconstruir Jerusalén. Al mismo tiempo el arcángel Gabriel le informó también acerca de la buena nueva más agradable aún, es decir que a partir de la publicación del manifesto referente a la reconstrucción de Jerusalén, corresponderá comenzar el cálculo del año del advenimiento del Mesías y de la afirmación del Nuevo Testamento. He aquí lo que dijo el arcángel al Profeta Daniel:

"Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para acabar la prevaricación, y concluir el pecado, y expiar la iniquidad; y para traer la justicia de los siglos, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos. Sepas pues y entiendas, que desde la salida de la palabra para restaurar y edificar á Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; tornaráse á edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos.

Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, y no por sí: y el pueblo de un príncipe que ha de venir, destruirá á la ciudad y el santuario; con inundación será el fin de ella, y hasta el fin de la guerra será talada con asolamientos. Y en otra semana confirmará el pacto á muchos, y á la mitad de la semana hará cesar el sacrificio y la ofrenda: después con la muchedumbre de las abominaciones será el desolar, y esto hasta una entera consumación; y derramaráse la ya determinada sobre el pueblo asolado" (Dan 9:24-27).

En esta profecía el intervalo completo entre el edicto referente a la reedificación de Jerusalén y la afirmación del Nuevo Testamento y la segunda destrucción de esta ciudad se divide en tres períodos. Los plazos de cada período se calculan en semanas de años, o sea lapsos de 7 años. Siete es un numero simbólico sagrado que denota la plenitud, perfección. El sentido de esta profecía es el siguiente: para el pueblo hebreo y su santa ciudad están designados 70x7 o 490 años (70 semanas hasta que venga el Santo de los santos (Cristo), Quien borrará las iniquidades, traerá la sempiterna verdad y cumplirá todas las profecías. Como comienzo para dichas semanas servirá el edicto referente a la reconstrucción de Jerusalén y de su templo; y como finalización la renovada destrucción de ambos. Conforme con el orden de los acontecimientos, estas semanas se subdividen como sigue: en el transcurso de las primeras 7 semanas de tiempo (o sea 49 años) están renovadas el templo y la ciudad de Jerusalén. Luego, hacia la finalización de las subsiguientes 62 semanas (es decir, 434 años), vendrá Jesús, pero padecerá y será entregado a la muerte.

Finalmente, durante la última "semana" se afirmará el Nuevo Testamento y en la parte media de la misma cesarán los holocaustos en el templo de Jerusalén, mientras que en el santuario habrá "abominación de desolación." Entonces llegará un pueblo dirigido por su caudillo, que destruirá la santa ciudad y el Templo.

Sería interesante e instructivo el desenvolvimiento de los sucesos históricos reales que tuvieron lugar dentro del periodo de tiempo marcado por el arcángel Gabriel. El promulgamiento del edicto referente a la reedificación de Jerusalén por el rey persa Atajerjes 1 (Longimano) en el año 453 a.C. Este acontecimiento esta descrito detalladamente por Nehemias en el capítulo 2 de su libro. Precisamente a partir del momento de la publicación de este edicto se calculan las semanas de Daniel. Conforme con la estimación griega, se trataba del tercer año de la olimpiada 76, y según el cálculo romano, el año 299 de la fundación de Roma. La reedificación de las murallas de Jerusalén y del templo se prolongó por 40-50 años (siete semanas), porque algunos pueblos paganos que habitaban en la proximidad impedían de todas maneras los trabajos de reconstrucción.

De acuerdo con la profecía, el Mesías debería padecer para la purificación de los pecados humanos en el periodo entre las semanas 69 y 70. Si vamos a añadir al año de la promulgación del edicto 69 semanas, se obtendrá el año 30 de la era cristiana. Alrededor de este tiempo (entre 30 y 37 d.C) tendría que sufrir y morir el Mesías. El evangelista Lucas escribe que el Señor Jesucristo salió a predicar en el año 15 del reinado del emperador romano Tiberio. Esto coincide con el año 782 de la fundación de Roma, o sea el año 39 de d. C. Nuestro Señor Jesucristo predicó durante 3 y medio años y tuvo Su Santa Pasión entre los años 33 y 34 de nuestra era, o sea exactamente en el intervalo de tiempo indicado por Daniel. Después de la resurrección de Cristo la fe cristiana comenzó a difundirse con celeridad, de suerte que el periodo correspondiente a la semana 70 puede considerarse como el establecimiento del Nuevo Testamento entre los hombres.

Jerusalén fue destruida por segunda vez en el año 70 de nuestra era por el caudillo militar romano Tito. Durante el sitio de Jerusalén en la ciudad reinaba un caos absoluto debido a querellas entre los caudillos judíos. Debido a las mismas los servicios del templo eran muy irregulares, de modo que, finalmente, conforme con lo ordenado por el arcángel Gabriel, se llegó a "la abominación de desolación" en el templo. Nuestro Señor Jesucristo en una de Sus pláticas recordó esta profecía y advirtió a Sus oyentes que cuando vean en el lugar sagrado dicha abominación de la desolación, tendrán que escapar cuanto antes de Jerusalén, ya que esta por llegar su fin (Mat. 24:15). Así, en efecto, procedieron los cristianos moradores de Jerusalén cuando los romanos levantaron temporalmente el sitio debido a la elección del nuevo emperador - Vespasiano. Por eso los cristianos no sufrieron ningún percance después de la vuelta del ejército romano con la subsiguiente destrucción de Jerusalén. De modo que evitaron la suerte trágica de muchos judíos que permanecieron en la ciudad. Con la destrucción de Jerusalén finalizó la profecía de Daniel de las "semanas."

Así que se observa que la coincidencia de la profecía dada con los sucesos que luego han tenido lugar fue sobresaliente, al igual que con el relato presentado por los Evangelios.

Se ha de mencionar aquí que los rabinos judíos muy a menudo prohibían a sus correligionarios calcular las semanas de Daniel. El rabino de Gemara hasta maldijo a los judíos que estimaran el año del advenimiento del Mesías: "que tengan temblor óseo los que se atreven a calcular los tiempos." La rigurosidad de esta prohibición es bien comprensible, porque las "semanas" de Daniel indican directamente el tiempo correspondiente a la actividad de Jesucristo Salvador nuestro, lo que no les gustaría reconocer a Sus incrédulos adversarios.

En el libro de Daniel también encontramos otro testimonio importante acerca del Mesías, registrado en forma de una visión, donde Mesías está retratado como Señor de la Eternidad. "Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí en las nubes del cielo como un hijo de hombre que venía, y llegó hasta el Anciano de grande edad, é hiciéronle llegar delante de él. Y fuéle dado señorío, y gloria, y reino; y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron; su señorío, señorío eterno, que no será transitorio, y su reino que no se corromperá" (Dan. 7:13-14).

En esta visión se trata del último destino del mundo, del fin de la existencia de las naciones de este mundo, del temible juicio de los pueblos reunidos alrededor del Anciano de días, o sea Dios Padre, y acerca del principio de los tiempos gloriosos del Reino de Mesías, Quien aquí se denomina Hijo del Hombre, lo que manifiesta Su naturaleza humana. Como sabemos del Evangelio, nuestro Señor Jesucristo a menudo se llamaba a Sí Mismo Hijo del Hombre, recordando con este nombre a los judíos la profecía de Daniel (Mat. 8:20; 9:6; 12:40; 24:30, etc.).

Las profecías de otros dos grandes profetas Jeremías y Ezequiel están presentadas en el Apéndice, donde se encuentran reunidas las profecías referentes al Reino del Mesías. Para finalizar este capítulo, solamente vamos a transcribir la profecía de Baruj, discípulo de Jeremías, en la cual escribe acerca de la llegada de Dios a la tierra: "¡Este es nuestro Dios, ningún otro cuenta al lado de él! El penetró todos los caminos de la ciencia y se la dio a Jacob, su servidor, y a Israel, su predilecto. Después de esto apareció sobre la tierra, y vivió entre los hombres" (Bar. 3:36-38) Pero durante la cautividad de Babilonia el original hebreo del libro del profeta Baruj se ha extraviado, lo que hizo considerar la versión griega del mismo como deuterocanónica. Debido a esta causa, entre los bibliógrafos de otras confesiones la profecía de Baruj no goza de la merecida autoridad.

 

En la siguiente parte vamos a finalizar con las profecías mesiánicas, y vamos a tratar los otros profetas "menores," los cuales también esperaban el advenimiento del Mesías y acerca de los conceptos tergiversados referentes a Mesías y Jesucristo entre los antiguos hebreos. En el Apéndice vamos a presentar las profecías referentes a la Iglesia y los tiempos del Nuevo Testamento, la distinción entre la Pascua antigua y la actual, la profecía referente a la conversión del pueblo judío a Cristo. Finalmente se presentará el índice del contenido en orden cronológico.

 

Las Profecías de

los Profetas "Menores"

Aparte de los libros de los "grandes" profetas, a los cuales pertenecen los de Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel, se encuentran también entre los libros sagrados los profetas llamados "menores," debido a que son cortos, con pocos capítulos. Los que escribieron acerca del Mesías, contemporáneos a Isaías, son Oseas, Joel, Amos y Miqueas (700 a.C.), al igual que el profeta Ageo, Zacarías y Malaquias, quienes vivieron después de la cautividad de Babilonia entre los siglos 4 y 5 a.C. En la época de estos tres últimos profetas se edificaba el segundo templo del Antiguo Testamento en Jerusalén, en lugar del destruido templo de Salomón. Con el Libro de Malaquias se termina el Antiguo Testamento.

El Profeta Miqueas registró la conocida profecía acerca de Belén, la cual cita que los escribas judíos cuando el rey Herodes les preguntó donde deberá nacer Cristo "Mas tú, Beth-lehem Ephrata, pequeña para ser en los millares de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días del siglo" (Mic. 5:2). Aquí el profeta dice que no obstante, de que Belén es una de las mas insignificantes ciudades de Judas se digna de ser el lugar de nacimiento del Mesías, Cuya ascendencia real sube hasta la eternidad. Como se sabe, la existencia eterna es la característica esencial del Divino Ser. Por consiguiente, esta profecía testifica acerca de la eternidad, o sea consubstancialidad del Mesías con Dios Padre (Isaías llamó al Mesías: el Padre de la eternidad, el padre del siglo venidero, Is. 9:6).

Las Profecías de Zacarías y Amós se refieren a los últimos días de la vida terrenal del Mesías:

"Alégrate mucho, hija de Sión; da voces de júbilo, hija de Jerusalén: he aquí, tu rey vendrá á ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, así sobre un pollino hijo de asna. Y de Ephraim destruiré los carros, y los caballos de Jerusalén; y los arcos de guerra serán quebrados: y hablará paz á las gentes; y su señorío será de mar á mar, y desde el río hasta los fines de la tierra. Y tú también por la sangre de tu pacto serás salva; yo he sacado tus presos del aljibe en que no hay agua" (Zac. 9:9-11).

El asno es el símbolo de la paz, mientras que el caballo es símbolo de la guerra. De acuerdo con esta profecía el Mesías tendrá que anunciar la paz a los hombres: reconciliación con Dios y el cesar de la enemistad entre ellos. La segunda parte de la profecía relacionada con la liberación de los condenados de la zanja, vaticinio acerca de la liberación de las almas de los hombres condenados del infierno a resultas de los padecimientos del Mesías.

En la profecía que sigue Zacarías profetizó que Mesías será traicionado por 30 monedas de plata. En esta profecía el discurso se dirige de parte de Dios, Quien sugiere que los jefes judíos Le designen el pago por todo lo que Él ha hecho para el pueblo, diciendo "Si os parece bien, dadme mi salario; y si no, dejadlo. Y pesaron para mi salario treinta piezas de plata. Y díjome Jehová: Échalo al tesorero, hermoso precio con que me han apreciado. Y tomé las treinta piezas de plata, y échelas en la casa de Jehová al tesorero" (Zac. 11:12-13). Como ya sabemos de los Evangelios, por 30 monedas de plata Judas Iscariote traicionó a su Maestro. Sin embargo, Judas no esperaba que Cristo sería condenado a muerte. Al enterarse de esta decisión se arrepintió y tiró las monedas recibidas en el templo. Con estas treinta monedas los sacerdotes compraron de un alfarero cierto lote de tierra que fue destinada para enterrar a los forasteros, precisamente como lo profetizó Zacarías (Mat. 27:9).

El profeta Amós predijo el oscurecimiento del sol, que tuvo lugar durante la crucificaron de Cristo: "Y acaecerá en aquel día, dice el Señor Jehová, que haré que se ponga el sol al mediodía, y la tierra cubriré de tinieblas en el día claro" (Amós. 8:9). "Acontecerá que en ese día no habrá luz clara, ni oscura. Y será un día, el cual es conocido de Jehová, que ni será día ni noche; mas acontecerá que al tiempo de la tarde habrá luz. Acontecerá también en aquel día, que saldrán de Jerusalén aguas vivas; la mitad de ellas hacia la mar oriental, y la otra mitad hacia la mar occidental, en verano y en invierno" (Zac. 14:5-9).

Otras profecías referentes al Mesías en el caso de los profetas Ageo, Zacarías y Malaquias, están íntimamente relacionadas con la edificación del segundo templo de Jerusalén. Después de volver del cautiverio (de la cautividad), los judíos comenzaron a construir - sin mucho entusiasmo - el templo en lugar del destruido templo de Salomón. Todo el país yacía en ruinas, de suerte que muchos judíos primero querían reconstruir sus propias casas. Por la tanto los profetas del periodo de pos-cautividad tenían que instar al pueblo para que se dedique a la reedificación de la casa de Dios. Para alentar a los constructores, los profetas decían que no obstante, de ceder ante el anterior templo de Salomón en su aspecto exterior, el nuevo templo lo sobrepasará muchas veces debido a su importancia espiritual. La causa de la gloria del templo que estaba en construcción residía en el hecho de que la visitara el Mesías esperado por todos. A continuación vamos a presentar, una tras otra, las correspondientes profecías de Ageo, Zacarías y Malaquias, pues se complementan entre sí. Dios habla por los labios de los profetas, diciendo:

"Porque así dice Jehová de los ejércitos: De aquí á poco aun haré yo temblar los cielos y la tierra, y la mar y la seca: Y haré temblar á todas las gentes, y vendrá el Deseado de todas las gentes; y henchiré esta casa de gloria, ha dicho Jehová de los ejércitos" (Ag. 2:6-7).

"Así ha hablado Jehová de los ejércitos, diciendo: He aquí el varón cuyo nombre es Pimpollo, el cual germinará de su lugar, y edificará el templo de Jehová" (Zac. 6:12).

"He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí: y luego vendrá á su templo el Señor á quien vosotros buscáis, y el ángel del pacto, á quien deseáis vosotros. He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos" (Mal. 3:1).

Dios Padre denomina al Mesías "el Deseado por todos los pueblos," "el Mesías, conocido por los judíos según profecías anteriores, reunía todas las profecías referentes a Cristo en algo entero y completo. Malaquias fue el último profeta del "Angel" para la preparación del camino al Señor, Quien debería venir a la brevedad, se finalizará el ciclo completo de la misión de los profetas del Antiguo Testamento y comienza el periodo de la espera del advenimiento de Cristo.

Conforme con la recientemente citada profecía de Zacarías, el Mesías tendría que edificar el Templo del Señor. Aquí no se trata del templo material (el cual lógicamente, no podría cobijar todos los pueblos del mundo), sino del templo espiritual: la Iglesia de los creyentes, ya que Dios mora en el alma de los fieles como en el templo (Lev. 26:11-12).

 

Espera del

advenimiento de Mesías

Resumiendo aquí el contenido de las profecías del Antiguo Testamento referentes al Mesías: observamos que los judíos; teniendo tan abundante y multilateral descripción de su vida y personalidad, podían adquirir sin ningún esfuerzo la correcta fe en Él. En particular, debían saber que el Mesías tendría dos naturalezas: la humana y la divina, que será el grandísimo profeta, rey y sumo sacerdote, ungido por Dios (Padre) para esta misión, y también buen Pastor.

Las profecías atestiguaban también que la obra trascendental del Mesías será la derrota del diablo y de sus servidores, la redención del género humano, la curación de sus enfermedades espirituales y físicas y la reconciliación con Dios; que santificará a los creyentes y establecerá el Nuevo Testamento y que todos Sus beneficios espirituales abarcarán la humanidad entera.

Los profetas revelaron también numerosos acontecimientos de la vida del Mesías; por ejemplo: que Él descenderá de Abraham, por la tribu de Judá. A través de la estirpe del rey David; que nacerá en Belén de una Virgen, predicará paz a los hombres, sanará a los enfermos, será manso y compasivo, será traicionado y condenado injustamente, padecerá, será traspasado por un dardo, morirá será sepultado en un sepulcro nuevo y que durante Su crucifixión sobrevendrá la oscuridad. Acto seguido el Mesías bajará (descenderá) al infierno y rescatará de allí las almas humanas: finalmente, resucitará de los muertos. Predecían también que no todos le reconocerán como Mesías y que hasta algunos se enemistarían con Él. Aunque vanamente, el fruto de su redención será la renovación espiritual de los fieles y la efusión sobre ellos del Espíritu Santo.

Finalmente, los profetas especificaron que la época de su advenimiento coincidirá con la pérdida de la independencia de la tribu de Judá, la que ocurrirá no mas tarde que dentro de setenta semanas (490 anos) después de la promulgación del edicto de la edificación de la ciudad de Jerusalén, al igual que no mas tarde de la destrucción del templo de Jerusalén; que Él aniquilará al anticristo y vendrá de nuevo con gloria. El resultado final de su actividad será la consumación de la justicia, paz y alegría.

También acerca de la naturaleza del Mesías y la grandeza de su obra testifican los nombres que asignaban los profetas, llamándole: León, David, Retoño, Dios Fuerte, Emmanuel consejero, Príncipe del Mundo, Padre del siglo venidero, Reconciliador, Estrella, simiente de la Virgen, Profeta, Hijo de Dios, Rey, Ungido (Mesías), Redentor y Señor, Siervo de Dios, Hombre Justo, y Santo de los Santos.

Toda esta abundancia de profecías referidas a Cristo en los libros sagrados del Antiguo Testamento nos muestra la enorme importancia que le atribuían los profetas de a su misión de enseñar a los judíos a creer con propiedad en el venidero Mesías. Todo esto sumado a la esperanza que a su debido tiempo vendría un extraordinario Hombre, que redimirá a los hombres de sus tribulaciones se ha difundido de los hebreos a muchos pueblos, por eso Ageo denomina a Cristo el "Deseado por todos los pueblos." En efecto entre muchos pueblos de la antigüedad (Chinos, hindúes, Persas, Griegos y demás), ya mucho antes de la natividad de Cristo, había leyendas relacionadas con el avenimiento de Dios Hombre, algunos lo llamaban Santo, otros Salvador.

De esta manera, los profetas del antiguo testamento, poco a poco, crearon las condiciones necesarias para la exitosa propagación de la Fe novotestamentaria. En efecto, numerosos monumentos de antiguas escrituras desde el siglo II a.C. hasta el siglo II d.C, atestiguan que en el periodo citado el pueblo hebreo esperaba con intensa tensión la llegada del Mesías. De estas de escritura se destacan particularmente las siguientes: el libro de Enoch, oráculos de sibilas, versiones antiguas de Talmud, los rollos del mar muerto, apuntes de José Flavio (historiador Judío del siglo I) y otros. La lectura de estos monumentos literarios permite arribar a la conclusión de que la fe Hebrea en el Mesías aveces adquiriera fuerza sorprendente. Por ejemplo, algunos escritores de la antigüedad, llamaban al venidero Mesías Hijo del Hombre y el Hijo de Dios, agregando que Este ya existió antes de la aparición del universo, que es el Rey y Juez de los rectos quien premiará a los buenos y castigará a los malos.

Cumplimiento de

las profecías Mesiánicas

Hasta que punto fueron preparados espiritualmente los Judíos para la llegada del Mesías se nota en los capítulos iniciales del Evangelio según Lucas. Por ejemplo, la santísima Virgen María, la Recta Isabel, el sacerdote Zacarías, el Recto Simón, la profetisa Ana y muchos habitantes de Jerusalén, consideraban el nacimiento de Jesucristo como el cumplimiento de las mencionadas profecías referentes al advenimiento del Mesías, el perdón de los pecados, el derrumbamiento de los presuntuosos, el alzamiento de los humildes, el restablecimiento de la alianza con Dios, y el servicio al Dios de Israel con corazón puro. Después de que Cristo comenzara a predicar, los evangelios atestiguan con que facilidad, muchos hombres de corazón sensible reconocieron en su persona al prometido Mesías, lo que confirman los apóstoles Andrés, Felipe y más tarde, Nathaniel y Pedro (Jn. 1:40-44).

Jesucristo reconocía ser el Mesías y refería a Si mismo las profecías de los profetas, como por ejemplo la profecía de Isaías referente al Espíritu Santo, que tenía que descender sobre el Mesías (Is. 61:1; Luc. 4:18). También se refería el texto del mismo profeta que hablaba de la curación de los enfermos por el Mesías (Is. 35:5-7; Mat 11:5). Jesús elogió al apóstol Pedro por llamarlo Cristo, Hijo del Dios Vivo y prometió fundar la Iglesia sobre la base de su fe (Mat. 16:16). Decía a los Judíos que escudriñen las escrituras que testimonian de Él (Jn. 5:39). Decía también que es El Hijo que debe sentarse a la diestra del Padre refiriéndose al salmo 110 (Mat. 22:44). Jesucristo llamábase también la piedra rechazada por edificadores (Mat. 21:42) al referirse al salmo 118.

Antes de su Pasión, Jesucristo recordaba a sus discípulos que deberá cumplirse todo lo escrito de Él (Luc. 22:37; Is. capítulo 53). Durante el juzgado por Caifas, la pregunta era si Él era el Hijo de Dios, a lo que Jesús contestó, afirmativamente recordando la profecía de Daniel (Mat. 26:63; Dan 7:13); y esta confesión sirvió de causa formal para Su condenación a la muerte. Y después de Su resurrección de entre los muertos, Cristo reprendía a Sus apóstoles por ser "tardos de corazón para creer todo lo que vaticinaron de Él los profetas" (Luc. 24:25). En otras palabras, desde el principio de Su servicio público hasta la misma Pasión de la Cruz, Jesucristo reconocíase ser Mesías prometido por los profetas: aun después de Su gloriosa Resurrección siempre afirmaba lo mismo.

Si Cristo en presencia del pueblo evitaba llamarse directamente Mesías, solo se refería a las profecías que hablaban de Él, lo hacía por la razón de los rústicos y desfigurados conceptos que se han establecido en la masa del pueblo. Cristo asimismo evitaba al máximo el influjo de la gloria mundana y la intervención en la vida política.

Debido a la humillante dependencia de Roma, muchos judíos tenían deseo de encontrar en la persona del Mesías a un poderoso rey conquistador que les proporcionaría la independencia política, gloria y los bienes terrenales. Mientras tanto Jesús había venido para suscitar en los hombres el renacimiento espiritual. Y los bienes prometidos por Él como galardón por la virtud no eran terrenales sino celestiales. Por eso muchos judíos rechazaron a Cristo.

Aunque los apóstoles antes de la crucifixión de Cristo oscilaron (vacilaron) de su fe en Él, después de la resurrección (de Cristo) ya no tenían ni la menor duda que Él es el prometido por Dios Mesías. Después de la resurrección la fe de ellos se afirmada hasta tal punto que estaban dispuestos para entregar - y en efecto, entregaban - su vida por Cristo. Para convencer a los judíos de la veracidad de la fe cristiana, los apóstoles siempre citaban en sus epístolas las antiguas profecías mesiánicas. Por eso la palabra de ellos, no obstante, de la incredulidad y resistencia de particularmente escribas, sumos sacerdotes, tuvo mucho éxito primero entre los judíos y luego entre los paganos. Ya hacia el fin del siglo I la fe cristiana se había propagado hasta los extremos del vasto imperio Romano.

 

Conceptos tergiversados

acerca del Mesías

No obstante, de la abundancia de las profecías mesiánicas en las escrituras del Antiguo Testamento, no todos los judíos poseían de Él un concepto correcto (ortodoxo). La causa residía en el hecho de que muchos judíos no estaban en condiciones para elevarse hasta la comprensión espiritual de las profecías mesiánicas, como las referentes a la naturaleza divina del Mesías, acerca de la renovación espiritual, de la gracia de Dios que actúa en el Reino del Mesías.

El periodo entre el siglo III a.C. y el principio del siglo II d. C. fue un tiempo de intensa lucha del pueblo hebreo por su política independentista. Esta pugna fatigosa y las privaciones relacionadas con la misma contribuyeron al florecimiento de las ideas de mejores tiempos, en las que vendría el Mesías y subyugaría a los enemigos del pueblo hebreo. Imaginaban que con la entronización del Mesías comenzarían tiempos de una vida henchida de abundancia material. Debido a estas esperanzas tan estrechamente nacionalistas y utilitarias, como ya hemos mencionado, el Señor Jesucristo evitaba de llamarse en publico Mesías. Sin embargo, citaba frecuentemente las antiguas profecías que hablaban del Mesías como el caudillo espiritual y de esta manera encaminar la fe de los judíos a la senda correcta (ver: Mat. 26:54; Marc 9:21; Jn.5:39).

A los judíos que esperaban tener en la persona del Mesías un rey terrenal y quienes querían al mismo tiempo enriquecerse, los irritaba el aspecto humilde y aun a veces humillado (abatido) de Jesucristo. Su doctrina acerca de la mansedumbre y la tendencia hacia el Reino de los cielos era completamente ajena (incomprensible) para ellos.

Los judíos dirigentes durante varios años no sabían como deshacerse del indeseable Maestro-taurnaturgo. Recelaban la pérdida de su influencia sobre el pueblo ya que muchos hombres creían en Jesucristo. Por fin se presentó una cómoda ocasión cuando Judas, uno de los 12 apóstoles, ofreció a los sumos sacerdotes su colaboración para entregar a Jesús al juzgado. Sin embargo durante el juzgado los jueces no pudieron exponer contra Jesucristo una acusación que fuera suficiente para condenarlo a la muerte. Sólo recién después de contestar afirmativamente la pregunta de Caifás, si Jesús se considera Cristo (Mesías), Hijo de Dios vivo, Le acusaron de blasfemia. De acuerdo con la ley, este "pecado" se castigaba con la muerte. Pero los dirigentes judíos no tenían derecho para ejecutar su fallo, porque Judea estaba bajo el dominio de los romanos. Como ya sabemos del Evangelio, Pilato, preocupado por su propia suerte, confirmó el fallo de los judíos, del sumo sacerdote y de los miembros del sanedrín. Cristo fue crucificado a la víspera de la Pascua judía del año 33 ó 34 de nuestra era. Bajo estas circunstancias el pueblo judío, en la persona de sus dirigentes rechazó al Mesías enviado por Dios.

Mientras tanto, en la espera del Mesías conquistador y poderoso rey, antes de Jesucristo y, especialmente en los siglos 1 y 2 se creaba un terreno favorable para el surgimiento en el medio de los judíos de diversos mesías impostores. Se trataba del periodo, que según el profeta Daniel y del patriarca Jacob, deberá llegar el verdadero Mesías. En el transcurso de la historia del pueblo judío se cuenta la aparición de casi 60 falsos mesías. Eran en la mayoría diferentes aventureros, a veces cabecillas de las bandas de ladrones, a veces jefes militares o religiosos fanáticos y reformadores.

El mas sobresaliente falso mesías fue Bar-Kajba, quien encabezó una temeraria sublevación contra Roma en los años 132-135 d. C. El se denominó Estrella de Jacob (refiriéndose a Num. 24:17) y mesías libertador. Era muy dominador y subyugó por completo a los judíos de Palestina. Era dueño absoluto de la propiedad y las vidas de sus súbditos. Los judíos creían ciegamente en su misión mesiánica y estaban dispuestos a sacrificar todo con tal de que se llevaran a cabo sus sueños de los felices tiempos mesiánicos. Pero la pequeña Judea no tenía suficiente poder para medir sus fuerzas con la potente Roma. La guerra terminó con terribles destrucciones de toda la Palestina. Una parte considerable pereció en la guerra y los sobrevivientes fueron llevados a la cautividad, y se vendían en los mercados de esclavos. Pereció también el propio Bar-Kojba. (Nota: el escritor del siglo 2, Justiniano Filosofo relata acerca de las atrocidades de Bar-Kojba en el apogeo de su poder. Exigía, que los cristianos apostaten a Cristo e injurien Su nombre. A los que se negaban sometía a las más horrendas torturas y a la muerte. No tenía compasión ni de las mujeres, ni de los niños).

En el transcurso de los siguientes siglos los judíos, ya dispersos por todo el mundo, ejercían esfuerzos máximos para conservar su religión del Antiguo Testamento y su nacionalidad. En este sentido tuvieron mas suerte. Sin embargo, no aceptando a Cristo y Su doctrina, los judíos se privaron de lo más valioso: la esperanza del renacimiento espiritual.

Después de la segunda guerra mundial, algunos judíos comenzaron a sentir cierta tendencia a su verdadero Mesías, Jesucristo. En su medio surgieron misioneros activos que atraían a sus compatriotas hacia la cristiandad. El trabajo de las misiones empezó a desarrollarse exitosamente, porque ellos recurrieron a las profecías de los antiguos profetas. Las Sagradas Escrituras tienen alto respecto aún entre judíos indiferentes para con Dios. De esta manera los libros de los profetas siguen representando la palabra viva y activa de Dios.

Se presume que estos nuevos cristianos hebreos, a pesar de los siglos que pasaron, tendrán la difícil tarea de poner de manifiesto la falsedad del venidero último falso mesías - el anticristo. Este impostor, a la manera de los antiguos, prometerá bienes terrenales y felicidad. Conforme con las profecías, muchos lo creerán ciegamente, de modo que él llegará a tener un considerable éxito político, el cual, sin embargo, no será duradero. Luego perecerá al igual que los anteriores impostores.

Los cristianos no tienen necesidad de que se les compruebe que Jesucristo es el verdadero Mesías. Sin embargo, el conocimiento de las antiguas profecías es útil para todos. En un lado enriquece la fe en Cristo, y por otro, provee el medio para convertir a la fe a los incrédulos y a los individuos que dudan. Nosotros, mientras tanto, tenemos que estar agradecidos a los profetas del Antiguo Testamento por informarnos tan claramente y con tanto lujo de detalles acerca de Cristo. Gracias a ellos nuestra fe en Él esta consolidada y fundada sobre una sólida piedra, y con esta fe nos salvaremos.

Apéndice

Profecías referentes

a las épocas novotestamentarias

Según los profetas, la meta de la venida del Mesías al mundo consistía en el establecimiento del Reino de Dios, al cual tenía que entrar el nuevo, espiritualmente renovado Israel. Los profetas describen este Reino en forma bastante detallada. En nuestra obra tenemos por objetivo presentar las profecías relacionadas con el Mesías y demostrar como se han cumplido las mismas en el caso de Jesucristo. Pero solo vamos a detenernos en las profecías características generales y principales de este Reino.

Los profetas representaban el Reino Mesiánico como una sociedad de los hombres renovados espiritualmente. En esta sociedad aparte de los hebreos tienen que entrar también otros pueblos. Lo principal de este Reino debe ser la abundancia de los dones de gracia. Siendo Reino de Dios, es mas fuerte que cualquier otro reino terrenal, a los cuales sobrevivirá. Recibiendo su principio en la llegada del Mesías al mundo, después del juicio general de los pueblos, deberá transfigurarse en su aspecto exterior. Luego, sobre la nueva transfigurada tierra desaparecerán todas los cataclismos físicos, reinará sobre sus habitantes la bienaventuranza con la inmortalidad y la plenitud de los Divinos beneficios. Ahora vamos a considerar algunas características.

Al hablar de los tiempos mesiánicos, los profetas indicaron que se trata de la época del Nuevo Testamento (alianza) entre Dios y los hombres. Como se sabe, el Antiguo Testamento de Dios con Israel fue concertado en tiempo de Moisés al pie del monte Sinaí. En aquel entonces los hebreos aceptaron la obligación de cumplir los mandamientos escritos sobre tablas de piedra para recibir de Dios la recompensa de la tierra prometida a Abraham (la tierra de promisión). En cuanto al Nuevo Testamento, el Profeta Jeremías escribe lo siguiente:

"He aquí que vienen días, dice Jehová, en los cuales haré nuevo pacto con la casa de Jacob y la casa de Judá: No como el pacto que hice con sus padres el día que tomé su mano para sacarlos de tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, bien que fui yo un marido para ellos, dice Jehová: Mas éste es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Daré mi ley en sus entrañas, y escribiréla en sus corazones; y seré yo á ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y no enseñará más ninguno á su prójimo, ni ninguno á su hermano, diciendo: Conoce á Jehová: porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová: porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado" (Jer. 31:31-34).

El profeta Isaías llama al Nuevo Testamento sempiterno "Inclinad vuestros oídos, y venid á mí; oid, y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros pacto eterno, las misericordias firmes á David" (Is. 55:3; ver también Hech. Ap. 13:34).

La peculiaridad característica del Nuevo Testamento en comparación con el Antiguo consiste en el hecho que al mismo se atraen, aparte de los hebreos, también otros pueblos, que en conjunto forman el nuevo Israel, el Reino de gracia del Mesías. Acerca de esta llamada de los pueblos gentiles escribió el profeta Isaías, de parte de Dios Padre, como sigue:

"Poco es que tú me seas siervo para levantar las tribus de Jacob, y para que restaures los asolamientos de Israel: también te di por luz de las gentes, para que seas mi salud hasta lo postrero de la tierra" (Is. 49:6).

Un poco mas adelante Él expresa su alegría por esta decisión Divina: "Alégrate, oh estéril, la que no paría; levanta canción, y da voces de júbilo, la que nunca estuvo de parto: porque más son los hijos de la dejada que los de la casada, ha dicho Jehová. Ensancha el sitio de tu cabaña, y las cortinas de tus tiendas sean extendidas; no seas escasa; alarga tus cuerdas, y fortifica tus estacas. Porque á la mano derecha y á la mano izquierda has de crecer; y tu simiente heredará gentes, y habitarán las ciudades asoladas. No temas, que no serás avergonzada; y no te avergüences, que no serás afrentada: antes, te olvidarás de la vergüenza de tu mocedad, y de la afrenta de tu viudez no tendrás más memoria. Porque tu marido es tu Hacedor; Jehová de los ejércitos es su nombre: y tu redentor, el Santo de Israel; Dios de toda la tierra será llamado" (Is. 54:1-5: ver también Gal. 4:27).

Aquí el profeta representa la Iglesia hebrea del Ant. Test. bajo aspecto de una mujer estéril. La cual luego engendrará más hijos que la primera mujer. Acerca de la llamada de los paganos para que ocupen el lugar de los judíos, separados del Reino, predice también Oseas (Os.1:9 y 2:23)

En la época del Antiguo Testamento la pertenencia al Reino se establecía por la nacionalidad. Pero en el tiempo novotestamentario, la condición imprescindible de la pertenencia al Reino de Mesías será la fe, lo que estipulaba el profeta Habacuc: "El justo por su fe vivirá" (Hab.2:4).

Contrariamente a la ley del A.T., escrita sobra las tablas de piedra, la nueva ley de Dios estará escrita sobre los propios corazones de los miembros del Nuevo Testamento. Es decir que la voluntad de Dios se convertirá en inseparable parte de su naturaleza. Este registro de la ley en los corazones del renovado Israel lo llevará a cabo el Espíritu Sto., lo que atestiguan los profetas Isaías, Zacarías y Joel. Como veremos más adelante, al hablar de la gracia del Espíritu Santo, los profetas a menudo la denominaban agua. La gracia a la manera de agua refresca, limpia y da vida al alma humana. Acerca de la renovación espiritual primero habló el profeta Isaías: "Yo derramaré aguas sobre el secadal, y ríos sobre la tierra árida: mi espíritu derramaré sobre tu generación, y mi bendición sobre tus renuevos" (Is. 44:2-3).

Y Zacarías escribe: "Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán á mí, á quien traspasaron, y harán llanto sobre él, como llanto sobre unigénito, afligiéndose sobre él como quien se aflige sobre primogénito... En aquel tiempo habrá manantial abierto para la casa de David y para los moradores de Jerusalén, para el pecado y la inmundicia" (Zac. 12:10 y 13:1).

Acá, entre otras cosas, se vaticina aquella aflicción que experimentaron los moradores de Jerusalén después de la muerte de Cristo sobre Gólgota (ver In. 19:37 y Hech. Ap. 2:18).

Acerca de la renovación espiritual escribió también profeta Ezequiel: "Yo os tomaré de las gentes, y os juntaré de todas las tierras, y os traeré á vuestro país. Y esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros ídolos os limpiaré. Y os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi espíritu, y haré que andéis en mis mandamientos, y guardéis mis derechos, y los pongáis por obra" (Ezq. 36:24-27).

La siguiente profecía de Joel completa las tres anteriores: "Y será que después de esto, derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros viejos soñarán sueños, y vuestros mancebos verán visiones. Y aun también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días. Y daré prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, y fuego, y columnas de humo. El sol se tornará en tinieblas, y la luna en sangre, antes que venga el día grande y espantoso de Jehová" (Jo.2:25-32).

Estas profecías comenzaron a cumplirse al cincuentécimo día después de la resurrección de Cristo (ver Hech., Ap. 2:18, comparar con Is. 44;3-5; Ez.36:25-27, Rom. 16:13). La parte final de la profecía de Joel acerca del oscurecimiento del sol se refiere a los sucesos que tendrán lugar antes del fin del mundo.

El Reino Mesiánico a veces se representa en las profecías en forma de una alta montaña. Este símbolo, tomado del sagrado monte Sión, es apropiado para el Reino mesiánico, porque este, como montaña, al aparecerse sobre la tierra, eleva los hombres a las alturas, hacia el cielo.

He aquí, lo que escribe el profeta Isaías acerca del Reino mesiánico: "Y acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa de Jehová por cabeza de los montes, y será ensalzado sobre los collados, y correrán á él todas las gentes. Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte de Jehová, á la casa del Dios de Jacob; y nos enseñará en sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sión saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová" (Is. 2:2-3).

Bajo término de Jerusalén los Apóstoles no solo comprendían la capital del estado hebreo, sino también el Reino del Mesías. Por ejemplo, Isaías exclama: "Levántate, resplandece; que ha venido tu lumbre, y la gloria de Jehová ha nacido sobre ti. Porque he aquí que tinieblas cubrirán la tierra, y oscuridad los pueblos: mas sobre ti nacerá Jehová, y sobre ti será vista su gloria. Y andarán las gentes á tu luz, y los reyes al resplandor de tu nacimiento. Alza tus ojos en derredor, y mira: todos estos se han juntado, vinieron á ti: tus hijos vendrán de lejos, y tus hijas sobre el lado serán criadas. Entonces verás y resplandecerás; y se maravillará y ensanchará tu corazón, que se haya vuelto á ti la multitud de la mar, y la fortaleza de las gentes haya venido á ti. Multitud de camellos te cubrirá, dromedarios de Madián y de Epha; vendrán todos los de Seba; traerán oro é incienso, y publicarán alabanzas de Jehová" (Is. 60:1-5).

Esta representación del Reino de Mesías se repite con muchos detalles en la visión del profeta Daniel. Además del monte, él habla también de la piedra desprendida de la montaña que ha destruido al ídolo colocado en el valle; como sabemos la piedra simboliza a Mesías. He aquí la descripción de esta visión:

"Estaba mirando, hasta que una piedra fue cortada, no con mano, la cual hirió á la imagen en sus pies de hierro y de barro cocido, y lo desmenuzó,"

A continuación Daniel explica esta visión: "Y en los días de estos reyes, levantará el Dios del cielo un reino que nunca jamás se corromperá: y no será dejado á otro pueblo este reino; el cual desmenuzará y consumirá todos estos reinos, y él permanecerá para siempre" (Dan. 2:34 y 44).

Aquí la estatua (ídolo) denota los reinos de la tierra. No importa cuánto se esfuercen los enemigos del Mesías contra Su Reino, nunca tendrán éxito. Los reinos terrenales desaparecerán mas tarde o mas temprano, pero el Reino Mesiánico permanecerá para siempre.

A veces, como luego aclararemos, las profecías referentes al Reino del Mesías hablan acerca de las condiciones ideales de paz, alegría y bienaventuranza. En este punto el lector podrá tener las dudas siguientes: No serían estas descripciones del Reino los reflejos de un irrealizable sueño? Y si tiene derecho la propia Iglesia novotestamentaria pretender el titulo del Reino de Dios, ya que en su camino histórico se encuentran tantos desvíos del ideal trazado en las profecías?

Para poder comprender correctamente las profecías referentes al Reino Mesiánico, se precisa recordar que en las mismas a menudo se reúnen diferentes épocas separadas entre sí por muchas centurias, y hasta milenios. También el Reino de Mesías esta condicionado por lo interno: la felicidad, la inmortalidad, la bienaventuranza, la completa armonía, la paz y otros bienes y beneficios no planteados forzada o mecánicamente por Dios. Son resultados de aquella renovación espiritual voluntaria que deben atraerse los miembros de este Reino. El proceso de la renovación espiritual comienza desde el propio momento de advenimiento de Mesías, pero se termina recién en los días posteriores del mundo.

Por eso las visiones proféticas del Reino de gracia de Mesías dentro de un cuadro grandioso abarca numerosos siglos de su existencia, las épocas cercanas a los profetas y el advenimiento del Mesías, y al mismo tiempo las épocas lejanas, pertenecientes a la era de la vida nueva y el fin del mundo. Esta yuxtaposición de lo cercano y lejano dentro de un solo cuadro es muy característica para las visiones proféticas, y recordándola el lector comprenderá mejor las profecías referentes al Reino Mesiánico.

En la siguiente profecía, Isaías describe las alegres condiciones de vida en el Reino Mesiánico:

"Saldrá una vara del tronco de Isaí, y un vástago retoñará de sus raíces. Y reposará sobre él el espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová. Y harále entender diligente en el temor de Jehová. No juzgará según la vista de sus ojos, ni argüirá por lo que oyeren sus oídos; Si no que juzgará con justicia á los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de la tierra: y herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios matará al impío. Y será la justicia cinto de sus lomos, y la fidelidad ceñidor de sus riñones. Morará el lobo con el cordero, y el tigre con el cabrito se acostará: el becerro y el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará. La vaca y la osa pacerán, sus crías se echarán juntas; y el león como el buey comerá paja. Y el niño de teta se entretendrá sobre la cueva del áspid, y el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna del basilisco. No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte; porque la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como cubren la mar las aguas. Y acontecerá en aquel tiempo que la raíz de Isaí, la cual estará puesta por pendón á los pueblos, será buscada de las gentes; y su holganza será gloria" (Is. 11:1-10; Rom. 15:12).

Aquí bajo el término "tirano herido" (muerto) por el Mesías, hay que comprender al máximo profanador - el anticristo. He aquí otras dos profecías grandes que pertenecen a la misma época.

El Profeta Jeremías: "He aquí que vienen los días, dice Jehová, y despertaré á David renuevo justo, y reinará Rey, el cual será dichoso, y hará juicio y justicia en la tierra... En aquellos días Judá será salvo, y Jerusalén habitará seguramente, y esto es lo que la llamarán: Jehová, justicia nuestra" (Jer. 23:5 y 33:16).

El Profeta Ezequiel: "Mi siervo David será rey sobre ellos, y á todos ellos será un pastor: y andarán en mis derechos, y mis ordenanzas guardarán, y las pondrán por obra" (Ezq. 37:24).

En el caso de los profetas del Antiguo Testamento el venidero Reino del Mesías se termina con la esperanza de la superación del mal supremo, la muerte. La resurrección de los muertos y la vida eterna es la última victoria del Mesías sobre el mal. Los capítulos 25 a 27 del libro del profeta Isaías incluyen el canto laudativo de la Iglesia a Dios al triunfar sobre la muerte:

"Por esto te dará gloria el pueblo fuerte, te temerá la ciudad de gentes robustas. Porque fuiste fortaleza al pobre, fortaleza al menesteroso en su aflicción, amparo contra el turbión, sombra contra el calor: porque el ímpetu de los violentos es como turbión contra frontispicio. Como el calor en lugar seco, así humillarás el orgullo de los extraños; y como calor debajo de nube, harás marchitar el pimpollo de los robustos. Y Jehová de los ejércitos hará en este monte á todos los pueblos convite de engordados, convite de purificados, de gruesos tuétanos, de purificados líquidos. Y deshará en este monte la máscara de la cobertura con que están cubiertos todos los pueblos, y la cubierta que está extendida sobre todas las gentes. Destruirá á la muerte para siempre; y enjugará el Señor toda lágrima de todos los rostros: y quitará la afrenta de su pueblo de toda la tierra: porque Jehová lo ha dicho. Y se dirá en aquel día: He aquí este es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará; éste es Jehová á quien hemos esperado, nos gozaremos y nos alegraremos en su salud. Porque la mano de Jehová reposará en este monte, y Moab será trillado debajo de él, como es trillada la paja en el muladar ... Abrid las puertas, y entrará la gente justa, guardadora de verdades. Tú le guardarás en completa paz, cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti se ha confiado... Alcanzará piedad el impío, y no aprenderá justicia; en tierra de rectitud hará iniquidad, y no mirará á la majestad de Jehová" (Is. 25:3-10; 26:2-10).

Acerca de la victoria sobre la muerte escribía también el profeta Oseas: "De la mano del sepulcro los redimiré, librarélos de la muerte. Oh muerte, yo seré tu muerte; y seré tu destrucción, oh sepulcro; arrepentimiento será escondido de mis ojos" (Hos. 13:14).

También expresó su esperanza el antiguo recto Job en palabras siguientes: "Yo sé que mi Redentor vive, Y al fin se levantará sobre el polvo: Y después de deshecha esta mi piel, Aun he de ver en mi carne á Dios; Al cual yo tengo de ver por mí, Y mis ojos lo verán, y no otro, Aunque mis riñones se consuman dentro de mí" (Job 19:25-27).

Finalmente, vamos a presentar la siguiente profecía que se refiere al segundo advenimiento del Mesías: "Miraba yo en la visión de la noche, y he aquí en las nubes del cielo como un hijo de hombre que venía, y llegó hasta el Anciano de grande edad, é hiciéronle llegar delante de él. Y fuéle dado señorío, y gloria, y reino; y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron; su señorío, señorío eterno, que no será transitorio, y su reino que no se corromperá" (Dan. 7:13-14; ver también Mat. 24:30).

Al resumir aquí estas profecías observamos que todas ellas hablan de los procesos espirituales: acerca de la necesidad de la fe, la absolución de los pecados, la purificación de los dones de gracia sobre los fieles, el conocimiento de Dios y de Su ley, acerca de la alianza eterna con Dios y de la victoria sobre el diablo y las fuerzas del mal. En cuanto a los beneficios exteriores, tales como la victoria sobre la muerte, la renovación del mundo, la reinstalación de la justicia y, finalmente, la eterna bienaventuranza, llegarán como recompensa de la virtud.

Si los profetas al interpretar la futura bienaventuranza empleaban los términos terrenales que expresaban la riqueza, abundancia y otros conceptos, lo hacían porque en la lengua humana no existen apropiadas palabras para describir el bienaventurado estado del mundo espiritual. Precisamente estas palabras relacionadas con los bienes materiales, comprendidas en sentido rústicamente material, sirvieron de motivo para introducir numerosas desfiguraciones en la idea del Reino Mesiánico terrenal.

Se ha de notar que no solamente los hebreos de los tiempos de Cristo comprendían erróneamente la época mesiánica en sentido de bienestar terrenal. Los sueños de esta índole siguen suscitando hasta hoy día en medio de los sectarios, como p. e. con la doctrina del reino milenario de Cristo sobre la tierra (quiliasmo). Los profetas, Jesucristo y los apóstoles predicaban la transformación del mundo físico, a continuación de la cual se llevará a cabo la realización de la completa verdad de Dios, la inmortalidad y la paradisiaca bienaventuranza. Estos beneficios, esperados por todos, tendrán lugar recién después de que el mundo material, contaminado por el pecado, se trasformara, por el divino poder, en el "nuevo cielo y la nueva tierra, donde habita la verdad." Así comenzará la nueva vida eterna.

Los que esperan heredar este transfigurado Reino del Mesías deberán caminar hacia esta vida nueva por la senda angosta de la autocorrección, como nos ha enseñado Jesucristo. No existe ningún otro camino.

Relación entre las Pascuas

del Antiguo y el Nuevo Testamentos

Indudablemente el mas importante acontecimiento en la vida del pueblo hebreo fue su éxodo de Egipto y la obtención de la Tierra de Promisión. El Señor salvó al pueblo hebreo de la inaguantable esclavitud, lo convirtió en el pueblo escogido, le entregó Su Divina ley en el monte Sinaí, concertó con el mismo Su alianza y lo admitió en la tierra prometida a sus antecesores. Estos sucesos primordiales de la vida del pueblo elegido se han conservado en el festín de la Pascua. Con esta fiesta los hebreos celebraban anualmente los innumerables beneficios que ha recibido de Dios el pueblo hebreo.

Ahora vamos a cotejar la pascua hebrea del Antiguo Testamento con el máximo acontecimiento del Nuevo Testamento. El Señor Jesucristo soportó la Pasión, murió sobre la cruz y resucitó de entre los muertos precisamente en los días de la Pascua judía. Esta coincidencia de los mayores acontecimientos, la formación del Israel del A. T. y la fundación de la Iglesia Novotestamentaria, no puede ser una casualidad. Indica que entre los sucesos de pascua de los Testamentos Antiguo y Nuevo existe una profunda relación interna, es decir que los acontecimientos principales de la vida del pueblo hebreo eran los prototipos de los sucesos novotestamentarios. Para comprender este enlazamiento espiritual vamos a comparar ambos acontecimientos.

Pascua del Antiguo Testamento

Pascua del Nuevo Testamento

Sacrificio del cordero inmaculado, con cuya sangre se salvan los primogénitos israelitas.

Sacrificio del Cordero de Dios sobre la cruz, con cuya sangre son redimidos los nuevos primogénitos, los cristianos.

Los hebreos se salvan de la esclavitud cruzando el Mar Rojo.

El bautismo libera al hombre de la esclavitud del pecado.

Alianza de Dios en el 50vo. Día después de la partida de Egipto y la obtención de la ley de Dios.

Descenso del Espíritu Santo al 50vo. Día después de la Pascua (el principio del Nuevo Testamento).

Erección de la serpiente de metal, que al mirarla salvaba a los hebreos de las picaduras de las víboras.

La cruz de Cristo, que miran los creyentes para liberarse de las astucias del diablo.

Alimentación en el desierto de los hebreos con el maná, enviado desde el cielo por Dios.

Alimentación de los fieles con el "Pan celestial," cuerpo y sangre de Cristo.

Entrada en la tierra de promisión.

Obtención del Reino de los Cielos por los fieles.

En efecto, la semejanza es sorprendente. La existencia de este paralelismo entre los sucesos del Antiguo y el Nuevo Testamentos relacionados con la Pascua fueron indicados por el propio Señor Jesucristo al igual que Sus apóstoles. De suerte que observamos que no solamente los profetas escribían acerca del Mesías, y de los tiempos novotestamentarios, sino que toda la vida religiosa del pueblo israelita en la época del A. T. tenía relación íntima con el Mesías. Este hecho nos confirma la completa unidad espiritual entre la Iglesia novotestamentaria y el Israel del A.T. Por consiguiente, todas las profecías, en las cuales se mencionan los nombres de Israel, Jerusalén, Sión, etc. tienen su completa relación en la Iglesia cristiana de gracia.

Profecías referentes a la conversión

del pueblo judío a Cristo antes del fin del mundo

La mayoría de los judíos Contemporáneos de Cristo no reconocieron en Él al prometido Mesías y Lo rechazaron. Querían tener en la persona del Mesías a un poderoso rey conquistador, que les traería a ellos gloria y riquezas. Mientras tanto Cristo predicaba la voluntaria pobreza, mansedumbre, amor a los enemigos y otras virtudes inaceptables para muchos. Con el correr de los años la disposición religiosa del pueblo judío ha cambiado muy poco, de modo que los modernos judíos siguen sin reconocer a Cristo. Sin embargo, el santo apóstol Pablo profetizó con claridad que en los últimos tiempos tendrá lugar la conversión en masa de los judíos a Cristo. Este reconocimiento de Cristo y la fe en Él como Salvador para muchos coincidirá con un enfriamiento de la fe entre pueblos cristianos, acompañado por numerosas apostasías. La mencionada profecía del Ap. Pablo está contenida en la epístola a los Romanos, capítulos 10 y 11. Ambos capítulos están impregnados con indecible tristeza motivada por el endurecimiento espiritual de los judíos, sus contemporáneos.

Vamos a presentar las ideas principales del apóstol Pablo: "Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio, para que no seáis acerca de vosotros mismos arrogantes: que el endurecimiento en parte ha acontecido en Israel, hasta que haya entrado la plenitud de los Gentiles; Y luego todo Israel será salvo; como está escrito: Vendrá de Sión el Libertador, Que quitará de Jacob la impiedad" (Rom. 11:25-26). Quien será este "Libertador" el apóstol no aclara: si será el propio Cristo, o el profeta Elías, que deberá venir antes del fin del mundo para denunciar, conforme con la tradición, la falsedad del anticristo, o alguien perteneciente al pueblo judío?

Durante los últimos 30-40 años aparecieron indicios del renacimiento de la fe en Cristo en medio de los judíos. En una serie de ciudades grandes de los E.U.A., aparecieron centros de misioneros de los judíos cristianos, donde se predica a sus hermanos de sangre la fe en el Señor Jesucristo. Sería muy interesante y útil conocer sus folletos y libros dedicados a los temas religiosos. Se nota que sus autores comprenden perfectamente bien la Sagrada Escritura y la religión hebrea del A. T. Profetizan clara y convincentemente acerca de lo predicho por los profetas del Mesías y de Su Reino. Los interesados pueden solicitar esta literatura en idioma ingles a la siguiente dirección: Veth Sar Shalom Rublisation, W. 57 Str. N. Y., New York 10023

También existen sucursales de esta organización misionera en otras ciudades grandes de los E.E.U.U. Ver Return of the Remnant, Dr. Michael Schiffman, Lederer Publication, Baltimore, Maryland, 1992 è â Messianic Jews, John Fieldsend, Marc Olive Press, Monarch Publications 1993. Y tambien publicaciones de Jews for Jesus, 60 Haight St, San Francisco, CA 94102, òåë: (415) 864-2600.

Rogamos a Dios para que ayude a los hebreos a encontrar a su Salvador y que comiencen a servirle con tanto entusiasmo como Le servían sus gloriosos antepasados.

La enumeración de las profecías mesiánicas

a) según el contenido

Los profetas escribían que el Mesías tendrá dos naturalezas: la humana (Gen.3:15, 22:18; Is. 7:14; Sal. 40:7; Dan. 7:13) y la Divina (Sal. 2, 45, 110; Is. 9:6, Jer. 23:5; Bar. 3:36-38; Miq. 5:2; Mal. 3:1); que El será un grandísimo Profeta (Deut. 18:18); Rey (Gen. 49:10, 2 Sam. 7:13; Sal. 2, 132:11; Ezq. 37:24; Dan. 7:13); sumo Sacerdote (Sal. 110; Zac. 6:12); Ungido por Dios Padre para este desempeño (Sal. 2; 45, Is. 42; 61:1-4; Dan. 9:24-27) y también El será el Buen Pastor (Ezq. 34:23-24, 37:24; Miq. 5:3).

Las profecías también testimoniaban que la misión trascendental del Mesías incluirá la derrota del diablo y de sus fuerzas: (Gen. 3:15, Núm. 24:17), la redención de los hombres de sus pecados y la curación de sus dolencias físicas y espirituales (Sal. 40, Is. 35:507; 42:1-12; 50:4, 53; 61:1-4, Zac. 3:8-9) y la reconciliación con Dios (Gen. 49:16, Jer. 23:5, 31:34, Ezq. 36:24-27, Dan. 9:24-27, Zac. 13;1); que Él santificará a los creyentes (Zac.6:12); establecerá el Nuevo Testamento en lugar del Antiguo (Is. 42:2; 55:3; 59:20-21, Dan. 9:24-27) y que el mismo será eterno (Jer. 31:31, Is. 55:3). Los profetas vaticinan también la llamada de los gentiles para el Reino del Mesías (Sal. 72:10, Is. 11:1-11, 29:6, 65;1-3) acerca de la propagación de la fe, comenzando con Jerusalén (Is. 2:2), acerca del hecho de que Sus beneficios espirituales se extenderán sobre la humanidad entera (Gen. 22:18; Sal. 132:11; Is. 11:1; 42:1-12; 54:1-5; Ezq. 34:23 y 37; 24; Am. 9:11-12; Ag. 2:6; Sof. 3:9; Zac. 9:9-11) y de la alegría espiritual de los creyentes (Is. 12:3).

Los profetas han revelado también numerosos pormenores relacionados con la llegada del Mesías, a saber: que Este descenderá de Abraham (gen. 22:18) de la tribu de Judá (Gen. 49:9), de la estirpe de David el rey (2 Sam. 7:13); que nacerá de una Virgen (Is. 7:14) en la ciudad de Belén (Miq. 5:2); difundirá la luz espiritual (Is. 9:1-2), sanará a los enfermos (Is. 35:5-6); padecerá, será traspasado, morirá, será sepultado en un nuevo sepulcro y luego resucitará (Gen. 49:9-11; Sal. 40:7-10; Is. 50:5-7; 53; Zac. 12:10, Sal. 16:9-11) y sacará del infierno las almas humanas (Zac. 9:11). Asimismo profetizaron que no todos Le reconocerán como Mesías (Is. 6:9), sino que algunos demostrarán enemistad contra Él, aunque vanamente (Num. 24:17, Deut. 18:18, Sal. 2; 95:6-8; 110:1-4; Is. 50:8-9; 65:1-3) Acerca de la mansedumbre del Mesías escribió Isaías (42:1-12).

El fruto de Su redención será la renovación espiritual de los creyentes y el derrame del Espíritu Santo sobre ellos (Is. 44:3; 59:20-21; Zac. 12:10; Joel 2;28; Ezq. 36;25) En cuanto a la necesidad de la fe (Is. 28:16 y Ab. 3:11).

Los profetas determinaron que el tiempo de Su advenimiento coincidirá con la pérdida de la independencia política por la tribu de Judá (Gen. 49:10), lo que tendrá lugar no mas tarde que dentro de "setenta semanas" de Daniel (490 años) contando a partir del edicto de la reedificación de Jerusalén (Dan. 9:24-27), o sea, no mas tarde de la destrucción del segundo templo de Israel (Ag. 2:6); Mal. 3:1). El resultado final de Su actividad será la obtención de la justicia, paz y alegría (Is. 11:1-10; Jer. 23:5).

También son dignas de mencionar las numerosas características referentes a la vida del Mesías que habían predicho los profetas, como p. e. acerca de la matanza de los niños en la zona de Belén (Jer. 31:15), o de las predicas de Jesús en Galilea (Is. 9:11); o la entrada triunfal sobre una burra a Jerusalén (Zac. 9:9); Gen. 49:11); o la traición de Judas (Sal. 41:10; 55:14; 109:5); o acerca de treinta monedas de plata y la compra del terreno de un alfarero (Zac. 11:12); de los insultos y escupidas (Is. 50:4-11), los detalles de la crucifixión (salmo 22), acerca del asunto de incluir al Mesías entre los impíos y Su sepultura en la huerta de un hombre rico (Is. 53); y acerca del arrepentimiento del pueblo (Zac. 12:10-13).

Acerca de la naturaleza y grandeza del Mesías atestiguan también los nombres que Le conferían los profetas, llamándolo: el Retoño, Dios Fuerte, Emmanuel, Consejero, Padre del futuro siglo, Reconciliador, la Estrella, Simiente de la Mujer, Profeta, Hijo de Dios, Rey, el Ungido (Mesías), Redentor, Libertador, Dios, Señor, Siervo de Dios, el Justo, Hijo del Hombre y Santo de los Santos.

Las profecías referentes al Reino del Mesías comprenden: la purificación de los pecados (Is. 59:20-21; Jer. 31:31-34; Ezq. 36; 24-27; Dan. 9:24-27; Zac. 6:12, 13:1); participación de los hombres de la santidad y del corazón puro(Jer 31:31;Ezq. 36:27; Zac. 6:12, 13:1); el concertado del Nuevo Testamento (Is. 55:3, 59:20-21; Jer. 31:31-34; Dan. 9:24; la abundancia de la Gracia (Is. 35:5; 44:1-12; 55:3; 59:20-21; Joel 2:28-32; Zac. 12:10-13); el llamado de los gentiles (Sal. 22:28; 71:10-17; Is. 2:2; 11:1-10; 42:1-12; 49:6; 54:12-14; 65:1-3; Dan. 7:13-14; Ag. 2:6-7); la propagación de la Iglesia por toda la tierra (Is. 42:1-12; 54:12-14); la firmeza y la invencible resistencia (Is. 2:2-3; Dan. 2:44; 7:13; Zac. 9:9-11); la afirmación de la alegría (Is. 42:1-12; 54:12-14; 60:1-5, 61:1-4); la aniquilación del mal y de los sufrimientos (Num. 24:17; Is. 11:1-10); la resurrección de la carne (Job. 19:25); la aniquilación de la muerte (Is. 26; 42:1-12; 61:1-4; Zac. 9:9-11; Os. 13:14); el conocimiento de Dios (Is. 2:2-3; 11:1-10; Jer. 31:31-34); el triunfo de la verdad y equidad (Sal. 72:10-17; 109:1-4; Is. 9:6-7; 11:1-10; 26; Jer. 23:5); la gloria de la triunfante Iglesia (Is. 26 y 27). Comparación del Reino del Mesías con una montaña: Sal. 2; Is. 2:2-3; 11:1-10; 26; Dan. 2:34.

b) Las profecías dispuestas según el orden cronológico

Ubicación en la escritura

Génesis

3:15 Simiente de la Mujer aplastará la cabeza de la serpiente

22:18 Acerca de la bendición y el Descendiente de Abraham

49:10 Reconciliador de la tribu de Judas

Números

4:17 La estrella de Jacob

Deuteronomio

8:18-1 El Profeta comparable con Moisés

Job

19:25-27 Acerca del Redentor que resucitará

II Samuel

7:13 Eternidad del Reino Mesiánico

Salmos

2 El Mesías es Hijo de Dios

16 Su carne no verá corrupción

22 Padecimientos en la cruz del Mesías

30 El Mesías vino para cumplir la voluntad de Dios

45 El Mesías es Dios

72 Descripción de la gloria del Mesías

95 Acerca de la incredulidad

110 Sumo Sacerdote eterno según el orden de Melquisedec

118 Él es la piedra rechazada por los edificadores

Profeta Isaías

2:2-3 El Reino del Mesías se asemeja a una montaña

6;9-10 Incredulidad de los judíos

7:14 Natividad de la Virgen

9:1-2 Predicación del Mesías en Galilea

9:6-7 Mesías es Dios firme y Padre de la Eternidad

11:1-10 Sobre Él está el Espíritu del Señor y acerca de la Iglesia

12:3 Acerca de la alegría y la gracia

28:16 Él es la piedra angular

35:5-7 Curará diferentes enfermedades

42:1-4 Acerca de la mansedumbre del mancebo del Señor

44:3 Derrame de la gracia del Espíritu Santo

49:6 El Mesías es la luz de los Pueblos

50:4-11 Acerca de la vejación de Mesías

53 Padecimientos y resurrección del Mesías

54:1-5 Acerca del llamado de los gentiles al Reino

55:3 Acerca de la eterna alianza - Nueva Jerusalén

61:1-2 Obras de misericordia de Mesías

Profeta Joel

2:28-32 Acerca de los dones Espíritu Santo

Profeta Oseas

1:9; 2:23 Llamada de los gentiles

6:1-2 Resurrección al tercer día

13:14 Aniquilación de la muerte

Profeta Amos

8:9 Acerca de la reconstrucción del tabernáculo de David. Oscurecimiento del sol

Profeta Miqueas

5:2 Acerca del nacimiento del Mesías en Belén

Profeta Jeremías

23:5 El Mesías es el Rey justo

31:15 Matanza de los criaturas en Belén

31:31-34 Institución del Nuevo Testamento

Profeta Baruj

3:36-38 Acerca de la venida de Dios a la tierra

Profeta Ezequiel

34:23-24 El Mesías es el Pastor

36:24-27 La luz de Dios está escrita en los corazones

37:23 El Mesías es el Rey y el buen Pastor

Profeta Daniel

2:34-44 El Reino Mesiánico se asemeja a una montaña

7:13-14 Visión del Hijo del Hombre

9:24-27 Profecía acerca de "setenta semanas"

Profeta Ageo

2:6-7 El Mesías visita el Templo

Profeta Habacuc

3:11 Acerca de la fe

Profeta Zacarías

3:8-9 En un solo día se borran los pecados humanos

6:12 Mesías es el Sacerdote

9:9-11 Entrada del Mesías al Jerusalén

11:12 Acerca de las 30 monedas de plata

12:10 Acerca de la crucifixión de Mesías

13:1 Acerca del Espíritu Santo

14:5-9 Tinieblas durante la crucificaron, y acerca de la gracia

Profeta Malaquias

3:1 Pronto vendrá el Angel de Alianza


Missionary Leaflet # S16
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2049 Argyle Ave. Los Angeles, California 90068
Editor: Bishop Alexander (Mileant)

(Antiguo_Testamento.doc, 04-11-20).