Hacia el conocimiento de la Biblia

Parte 8ª

Las Epístolas

de Apóstol Pablo

 

Obispo Alejandro (Mileant).

Traducido por Dra. Elena Ancibor./ Kira Koldomasov

Correctores en español Gabriel Blanco/ Débora Bettebdorff.

 

 

 

Contenido: Introducción. El vínculo entre las enseñanzas del Apóstol Pablo con su vida. La vida y las obras del Apóstol Pablo. Lista de las Epístolas del Apóstol Pablo. Resumen de las enseñanzas del Apóstol Pablo. Selección de textos de las Epístolas del Apóstol Pablo. La importancia de las Epístolas del Apóstol Pablo.

 

 

Introducción

De todos los escritores del Nuevo Testamento, el que más trabajó en la explicación de las enseñanzas cristianas fue el apóstol Pablo — el cual escribió catorce epístolas. Por la importancia de sus contenidos, estas, con justicia, se llaman "El Segundo Evangelio" y siempre atraían la atención, tanto de los pensadores — filósofos, como de los simples creyentes.

Los mismos apóstoles prestaban atención a estas obras edificantes de su "amado hermano," menor en el tiempo de su conversión a Cristo, pero igual a ellos por el espíritu de su enseñanza y los dones de Gracia (2 Pe. 3:15-16).

Siendo importante e imprescindible el agregado a las enseñanzas evangélicas, las epístolas del apóstol Pablo, deben ser estudiadas diligente y atentamente por toda persona que desea conocer más profundamente la fe cristiana. Estas epístolas se distinguen por una particular altura del pensamiento religioso, que reflejan un amplio conocimiento y preparación científica de las Escrituras del Viejo Testamento por parte del autor y asimismo una profunda comprensión de la enseñanza del Nuevo Testamento de Cristo.

A veces, no encontrando en el idioma griego contemporáneo las palabras adecuadas, el apóstol Pablo se vio obligado a acuñar nuevas formas lingüísticas, para expresar más exactamente sus pensamientos. Estas nuevas palabras y términos, entraron luego ampliamente en el vocabulario de los escritores cristianos. A estas expresiones pertenecen: "co-resurrección;" "co-sepultarse con Cristo;" "revestirse de Cristo;" "despojarse del hombre caduco, o viejo;" "salvarse con el baño de la eternidad;" "la ley del espíritu de la vida;" "la ley de mis miembros, que lucha contra la ley de la mente;" etc.

 

El vínculo entre las enseñanzas

del Apóstol Pablo con su vida

Las epístolas del apóstol Pablo son frutos de su dedicación apostólica en la revelación de la enseñanza de Cristo. Son notables por el hecho que el apóstol muestra en ellas la enseñanza cristiana no en forma abstracta, sino, estrechamente vinculada con el desarrollo de su obra apostólica y sus sentimientos personales en las iglesias por él fundadas.

Como la enseñanza expuesta en sus epístolas se entreteje con su personalidad, el conocimiento de su vida, ayuda a la comprensión de las mismas. Por eso, aquí, le haremos conocer, al lector, los hechos de la vida del apóstol Pablo que sirvieron, según la indicación del mismo, de fuente para resolver los problemas de las enseñanzas cristianas sobre la fe y la moral. "Porque yo soy el más pequeño de los apóstoles, que no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la Iglesia de Dios. Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y Su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo" (1 Cor. 15:9-10). Así, se caracteriza a sí mismo el gran "apóstol de los gentiles," y quien es recordado en los anales de la Iglesia Cristiana como el "apóstol de los paganos."

Siendo, por naturaleza muy inteligente, fue educado y enseñado en las severas leyes fariseas y, según sus propias palabras, aventajaba a muchos de sus compañeros siendo, en su juventud, un seguidor exagerado de las tradiciones paternas (Gal. 1:14). Así, en el momento cuando el Señor, que lo había elegido desde el seno materno, lo llamó al servicio apostólico, él dedicó toda la fuerza y la energía de su gran espíritu a la prédica del nombre de Cristo entre los paganos. Haciendo eso, él sufrió muchos dolores de los enceguecidos por la falta de fe y exacerbados contra el Cristo.

Estudiando la vida y obra de san Pablo, en el libro de los "Hechos de los Apóstoles," en verdad, uno no puede frenar su admiración al observar la inagotable energía de este gran apóstol de los gentiles. Es difícil imaginar como este hombre, que no poseía una gran salud y fuerza, (Gal. 4:13-14), pudo soportar tantas dificultades y peligros, como lo hizo el apóstol Pablo por la gloria del nombre de Cristo. Y lo particularmente extraordinario, es que a medida que estos peligros y dificultades se multiplicaban, el celo encendido y la energía no flaqueaban, sino que ardían más y se fortificaban.

Forzado a acordarse de sus hazañas, para la enseñanza a los Corintios, él hablaba así de ellas: "¿Son ministros de Cristo? (Como si estuviera loco hablo). Estuve más en trabajos; aún más en azotes sin número; en cárceles; muchas veces en peligro de muerte. De los judíos, cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; muchas veces estuve en los caminos; en peligros en los ríos; peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligro en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez" (2 Cor. 11:23-27).

Comparándose con los otros apóstoles y por su humildad, llamándose a sí mismo "el menor" de ellos, san Pablo con toda justicia declara: "Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo" (1 Cor. 15:10).

Y realmente, sin la Gracia Divina, un hombre común no podría realizar tanto trabajo y cumplir tantas hazañas. En la misma medida, como estaba lleno de coraje, recto e inamovible en sus convicciones ante reyes y gobernantes, el apóstol Pablo, así de decidido y sincero era en sus relaciones con los hermanos apóstoles. Una vez él no titubeó en acusar al mismo apóstol Pedro cuándo este dio lugar a las quejas de los gentiles en la capital de Asia Menor, Antioquía (Gal. 2:11-14).

Este hecho, es importante entre otros, ya que habla contra la afirmación falsa de los católicos romanos, que el apóstol Pedro fue designado por el Señor "Príncipe sobre los otros apóstoles." O sea, como un reemplazante del mismo Señor (en base a esto, los papas de Roma se apropian del título "representante del hijo de Dios"). ¿Podría san Pablo, perseguidor de la Iglesia de Cristo y luego llamado al servicio apostólico, acusar al "representante del Señor Jesucristo"? Es completamente imposible de imaginarlo. El apóstol Pablo acusó al apóstol Pedro como su igual, como un hermano a otro hermano.

 

La vida y las obras

del Apóstol Pablo

San Pablo, que originalmente llevaba el nombre hebreo de Saulo, pertenecía a la tribu de Benjamín. Él nació en Tarso, capital de Cilicia (Asia Menor), que se destacaba, en aquel tiempo, por su academia griega y la cultura de sus habitantes. Siendo nativo de esta ciudad y descendiente de judíos liberados de la esclavitud romana, Pablo tenía los derechos del ciudadano romano. En Tarso, recibió su primera educación y allí mismo conoció la cultura pagana, ya que en sus prédicas y epístolas se hayan en claro el signo de haber conocido a los escritores paganos (Hch. 17:28; 1 Cor. 15:33; Tit. 1:12).

Su instrucción final la recibió en Jerusalén, en la famosa academia rabínica del renombrado maestro Gamaliel (Hch. 22:3) que era considerado un gran conocedor de la Ley a pesar de pertenecer a la fracción farisea. Era un librepensador (Hch. 5:34) y admirador de la sabiduría griega.

Aquí mismo, según la costumbre hebrea, el joven Saulo aprendió a construir carpas, lo que le ayudó más adelante, a ganarse el sustento con su propio trabajo (Hch. 18:3; 2 Cor. 11:8; 2 Tes. 3:8). Aparentemente, el joven Saulo se preparaba para ser rabino, ya que inmediatamente después de terminar su educación, se mostró celoso de las tradiciones fariseas y perseguidor de la fe cristiana. Posiblemente por la designación del Sanedrín, él fue testigo de la muerte del primer mártir Esteban (Hch. 7:57 -8:1) y luego recibió el poder oficial para perseguir a los cristianos hasta fuera de los límites de la Palestina y Damasco (Hch. 9:1-2).

El Señor, viendo en él al "cáliz para Sí mismo elegido," en el camino a Damasco, y de una manera milagrosa, lo llamó al servicio apostólico. Durante ese viaje una luz intensa iluminó a Saulo y él cayó ciego a la tierra.

De la luz se escuchó una voz: "¿Saulo, Saulo, porque me persigues?" A la cual Saulo pregunta: "¿Quién eres?" El Señor respondió: "Yo soy Jesús, a quién tu persigues."

El Señor le indicó ir a Damasco, dónde se le indicaría que hacer. Los acompañantes de Saulo escucharon la voz de Cristo, pero no vieron la luz. Llevándole de la mano a Damasco, el ciego Saulo fue instruido en la fe y al tercer día bautizado por Ananías. En el momento de sumergirse en el agua, Saulo volvió a ver. Desde ese tiempo él se hizo un esforzado predicador de la enseñanza, que anteriormente perseguía. Durante un tiempo fue a Arabia y luego volvió a Damasco para predicar acerca de Cristo.

El furor de los judíos indignados por su conversión a Cristo lo obligó a huir a Jerusalén (Hch. 9:23) en el año 38 d.C., donde se unió a la sociedad de los creyentes y conoció a los apóstoles. Por el atentado a su vida por los griegos, se fue a su ciudad natal, Tarso. De allí, cerca del año 43 d.C., él fue llamado por Bernabé para la prédica en Antioquía, y luego viajaron juntos a Jerusalén, trayendo ayuda a los indigentes (Hch. 11:30).

Poco después de su vuelta a Jerusalén, por mandato del Espíritu Santo, Saulo junto con Bernabé, comenzó su primer viaje apostólico, que duró desde el año 45 al 51 d.C., atravesando toda la Isla de Chipre. Al mismo tiempo convierte a la fe al procónsul Sergio Pablo y, desde ese tiempo, comienza a llamarse Pablo.

Durante el viaje misionero de Pablo y Bernabé fueron fundadas las comunidades cristianas en las ciudades de Asia menor: Pisidia; Antioquía; Iconio; Listra y Derbe. En el año 51 d.C., san Pablo participó del Concilio Apostólico en Jerusalén, donde se había rebelado fogosamente contra la obligatoriedad de los cristianos convertidos de los paganos de conservar las costumbres mosaicas.

Al volver a Antioquía, san Pablo, junto con Silas, hizo el segundo viaje apostólico. Primero visitó las iglesias de Asia Menor, previamente fundadas por él, luego pasó a Macedonia, donde fundó las comunidades de Filipos, Tesalónica y Berea. En Listra, san Pablo encontró a su discípulo predilecto Timoteo, y desde Troas continuó su viaje junto a él, el apóstol Lucas.

De Macedonia san Pablo pasó a Grecia donde predicó en Atenas y Corinto, permaneciendo en la última, un año y medio. Desde allí envió dos epístolas a los Tesalonicenses. El segundo viaje duró del año 51 al 54 d.C.

En el año 55 d.C., san Pablo fue a Jerusalén, visitando en el camino a Efeso y Cesarea, y desde Jerusalén llegó a Antioquía (Hch. cap. 17 y 18).

Después de una breve estadía en Antioquía san Pablo comenzó su tercer viaje apostólico (56-58 d.C.), visitando primero como era su costumbre, a las iglesias fundadas previamente, luego se quedó en Efeso, donde durante dos años predicó cada día en la escuela de Tyranno.

De allí escribió su epístola a los Gálatas (a causa de la exacerbación de la fracción judaica) y su primera epístola a los Corintios (a causa de los desordenes surgidos allí y en respuesta a la carta de los Corintios a él). Una insurrección popular contra el apóstol Pablo, dirigida por el orfebre Demetrio, obligó al apóstol a dejar Efeso e irse a Macedonia (Hch. 19). En el camino él recibió la carta de Tito sobre el estado de la iglesia de Corinto y la influencia benéfica de su epístola. Por esta razón mandó a los Corintios la segunda epístola desde Macedonia por intermedio de Tito. En poco tiempo, él llegó personalmente a Corinto y escribió desde allí su epístola a los Romanos, haciendo planes de ir a Jerusalén, pasando por Roma.

Después de despedirse en Melita de los presbíteros de Efeso, san Pablo llegó a Jerusalén, donde, a causa de un levantamiento popular contra él, fue arrestado por los romanos y puesto en prisión, primero por el procónsul Félix y luego por su sucesor Festo. Esto aconteció en el año 59 d.C.

En el año 61 d.C., san Pablo, como ciudadano romano y por su pedido, fue enviado a Roma para que lo juzgue el César. Tuvo un naufragio cerca de la Isla de Malta y llegó a Roma recién en el verano del 62 d.C. Los gobernantes romanos le tenían una gran consideración y pudo predicar libremente. Con esto termina el relato de su vida en el libro de los Hechos de los Apóstoles (Hch. Cap. 27 y 28). Desde Roma san Pablo escribió sus epístolas a los Filipenses (con el agradecimiento por la ayuda monetaria enviada a él por Epafrodito), a los Colosenses, a los Efesios y a Filemón, habitante de Colosas (a causa de un esclavo fugitivo Onésimo). Estas cuatro epístolas fueron escritas en el año 63 d.C. y enviadas con Tichíco. También desde Roma en el año 64 ha sido escrita la epístola a los hebreos de Palestina.

Los destinos subsiguientes del apóstol Pablo no se conocen con exactitud. Algunos consideran que permaneció en Roma, y que por orden de Nerón, fue muerto como mártir en el año 64 d.C. Pero hay bases para pensar que luego de los dos años en prisión, le fue otorgada la libertad e hizo su cuarto viaje apostólico.

Esto indican las epístolas pastorales a Timoteo y Tito. Después de su defensa ante el Senado y el Emperador, san Pablo fue liberado y viajó al Oriente. Quedando largo tiempo en la isla de Creta, dejó allí a su discípulo Tito, para la consagración de los presbíteros en todas las ciudades (Tit. 1:5), lo que testifica asimismo, que él consagró a Tito como obispo de la iglesia de Creta.

Más tarde, en su epístola a Tito, el apóstol Pablo le instruye cómo cumplir las obligaciones de obispo. De esta epístola, se ve también, que él pensaba pasar el invierno del 64 d.C. en Nicópolis, cerca de Tarso (Tit. 3:12).

Durante la primavera del 65 d.C., visitó a las restantes iglesias de Asia Menor y en Mileto dejó a Trófimo enfermo. A causa de éste, se produjo el levantamiento de Jerusalén contra el apóstol, seguido de su primer arresto (2 Tim. 4:20). No se sabe si pasó por Efeso, ya que dijo que los presbíteros de Efeso no verán más su cara (Hch. 20:25). Pero aparentemente en este tiempo, consagró a Timoteo como obispo para Efeso.

Luego el apóstol pasó por Troas, donde en casa de Carpo, dejó su vestimenta sacerdotal y los libros religiosos (2 Tim. 4:13). Seguidamente, fue a Macedonia, allí se enteró de la intensificación de las herejías en Efeso y escribió su primera epístola a Timoteo. Permaneció algún tiempo en Corinto (2 Tim. 4:20) y encontrando por el camino a Pedro, juntos prosiguieron el camino por Dalmacia (Tim. 4:10) e Italia llegando hasta Roma, donde dejó a Pedro, continuando, ya en el 66 d C., más hacia Occidente y llegando posiblemente a España.

Después de volver a Roma, fue encarcelado por segunda vez y allí quedó hasta su muerte. Hay una leyenda que dice, que en Roma, él predicó hasta en la corte de Nerón y convirtió a la fe de Cristo, a la concubina preferida del Emperador. Por eso fue juzgado. Por la Gracia de Dios, como dice él mismo, se salvó de las mandíbulas de los leones, o sea, de ser devorado por las fieras en el circo, pero fue encarcelado (1 Tim. 4:16-17).

Durante su segundo encarcelamiento él escribió de Efeso la segunda epístola a Timoteo, invitándolo a Roma, para despedirse, ya que presentía su muerte cercana. La leyenda no dice, si tuvo tiempo Timoteo de ver a su maestro con vida, pero relata que el apóstol no esperó mucho tiempo su corona de mártir. Después de nueve meses de encarcelamiento, él fue muerto cerca de Roma por la espada — como ciudadano romano. Esto aconteció en el año 67 d.C. y en el duodécimo año del reinado de Nerón.

Observando la vida del apóstol Pablo en general, se ve que se divide abruptamente en dos partes. Una antes de su conversión a Cristo, siendo san Pablo en ese momento Saulo, un riguroso fariseo, cumplidor de la Ley de Moisés y de las tradiciones paternas. Pensaba justificarse por las obras de la ley y el celo hacia la fe de sus padres, la cual llegaba hasta el fanatismo. Después de su conversión, segundo momento, se hizo apóstol de Cristo, dedicado enteramente a la obra de la prédica evangélica. Feliz de su llamado, pero consiente de su debilidad para el cumplimiento de tan alto servicio y atribuyéndole todas sus obras y méritos a la bendición Divina.

Su vida antes de la conversión, sostenía el apóstol con profunda convicción, era un error y vivía en el pecado, lo cual no lo llevaba a la justificación, sino a la condenación y sólo la Gracia Divina lo sacó de esa profunda perdición.

Desde ese tiempo, el apóstol Pablo trata sólo de ser digno de la Gracia Divina y no faltar a su llamado. Por eso no hay y no puede haber discusión acerca de algunos méritos, todo es obra de Dios.

Siendo un fiel reflejo de su vida, toda la enseñanza de san Pablo, revelada en sus epístolas, sigue una idea básica: el hombre se justifica por la fe, independientemente de las obras de la ley (Rom. 3:28). Pero, no se debe sacar la conclusión como si el apóstol negara la importancia de las obras de bien (ver por ej. Gal. 6:4; Ef. 2:10; 1 Tim. 2:10 y otros).

Por las "obras de la Ley," en sus epístolas, no se entienden las obras de bien en general, sino los actos ceremoniales de la Ley de Moisés. Hay que recordar que el apóstol Pablo tuvo que luchar mucho, durante su prédica, con los judíos y los cristianos judaizantes. Muchos de lo judíos, hasta después de su conversión al cristianismo, mantenían la idea, que para los cristianos es imprescindible un cuidadoso cumplimiento de las prescripciones ceremoniales de la Ley de Moisés. Ellos se seducían a sí mismos con la idea de que Cristo vino a la tierra para salvar sólo a los judíos. Por eso, los paganos que deseaban salvarse, debían aceptar la circuncisión y cumplir con todas las ceremonias judías.

Este error impedía tan fuertemente la difusión del cristianismo entre los paganos (gentiles), que los apóstoles tuvieron que llamar en el año 51 d.C. al Concilio de Jerusalén, que anuló la obligatoriedad ceremonial de los dictados de la Ley de Moisés para los cristianos. Pero hasta después del Concilio, muchos cristianos judaizantes, tercamente mantenían sus puntos de vista y luego, hasta se separaron de la Iglesia, formando una sociedad herética propia. Estos herejes actuaban contra el apóstol Pablo e introducían discordias en la vida de la Iglesia, aprovechando la ausencia del apóstol en tal o cual iglesia. Por eso, san Pablo tenía que subrayar continuamente, que Cristo es el Salvador de toda la humanidad — tanto judíos como gentiles, y que el hombre se salva no por el cumplimiento de las ceremonias de la ley, sino sólo con la fe en Cristo.

Desgraciadamente, esta idea Paulina fue tergiversada por Lutero y sus seguidores, los protestantes. Ellos afirmaban que el apóstol Pablo niega, en general, la importancia de las obras de bien para la salvación. Si esto fuese así, san Pablo no diría en la 1ª epístola a los Corintios que: "Y si tuviese profecías, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy" (1 Cor. 13:2), ya que el amor, se muestra, justamente, en las obras de bien.

 

Lista de las Epístolas

del Apóstol Pablo

La Iglesia considera, basándose en testimonios fidedignos, que el apóstol Pablo es el autor de catorce epístolas, que se disponen en la Biblia en el siguiente orden:

  1. A los Romanos
  2. 1ª a los Corintios
  3. 2ª a los Corintios
  4. A los Gálatas
  5. A los Efesios
  6. A los Filipenses
  7. A los Colosenses
  8. 1ª a los Tesalonicenses
  9. 2ª a los Tesalonicenses
  10. 1ª a Timoteo
  11. 2ª a Timoteo
  12. A Tito
  13. A Filemón
  14. A los Hebreos

Este orden no es cronológico, sino indica la importancia y la amplitud de las epístolas, según el valor de las iglesias o personas a quienes fueron dirigidas. Después de las epístolas a las siete iglesias siguen las dirigidas a tres personas, y la epístola a los Hebreos esta ubicada última, ya que fue reconocida su autenticidad, más tarde que las otras.

Las epístolas, habitualmente se dividen en dos grupos desiguales: epístolas pancristianas y epístolas pastorales. A estas últimas pertenecen las dos epístolas a Timoteo y una a Tito. En ellas están indicadas las reglas a seguir para un buen pastor.

Algunas partes de las epístolas Paulinas, por ej: (1 Cor. 5:9 y Col. 4:16), permitirían pensar que han existido otras epístolas de san Pablo que no llegaron a nosotros. La correspondencia entre el apóstol Pablo y un desconocido filósofo Séneca, hermano del procónsul Galión — mencionado en Hechos 18:12, no fue considerada fidedigna.

 

Resumen de las

Enseñanzas del Apóstol Pablo

Las epístolas de san Pablo apóstol, dentro del Nuevo Testamento, tienen una enorme importancia ya que en ellas encontramos una exposición profunda y multilateral de las verdades y enseñanzas evangélicas, como por ej.: la importancia de la ley del Viejo Testamento en relación con el Nuevo Testamento y lo vulnerable de la naturaleza humana y del único medio de justificación ante Dios a través de la fe en Jesucristo. Prácticamente no existe ningún punto en todo el dogma cristiano que no sea reforzado y argumentado en las epístolas de san Pablo.

La mayoría de las epístolas están construidas sobre un mismo plano. a) Comienzan con los saludos a los destinatarios y agradecimiento a Dios por su Providencia hacia el lugar que es dirigida la epístola. b) Luego, la epístola generalmente se divide en dos partes: dogmática (la enseñanza de la fe) y moral. c) En la conclusión el apóstol habla de los hechos personales, enseña, habla de su situación, expresa buenos deseos y manda saludos de paz y amor.

Su lenguaje es vivo y colorido, recuerda el lenguaje de los profetas del Viejo Testamento y testimonia un profundo conocimiento de las Escrituras del Viejo Testamento.

 

Selección de Textos de las

Epístolas del Apóstol Pablo

No disponiendo de la posibilidad de iluminar más detalladamente las distintas facetas de la enseñanza cristiana del apóstol Pablo, nos limitaremos aquí a las citas de sus epístolas de carácter eminentemente moral.

En estas, como veremos, el apóstol aclara en qué consiste una verdadera vida espiritual y hacia donde debe dirigirse el cristiano. Para la comodidad del lector, las agruparemos por temas para que pueda encontrar fácilmente la parte deseada en la enseñanza del apóstol.

La Gracia Divina y dones espirituales: "Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios" (Rom. 8:14-16). "Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo... Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe, por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas. Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como El quiere" (1 Cor. 12:4-11). "Por la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro Gran Dios y Salvador Jesucristo (Tit. 2:11-13). Ver también: Rom. 5:2; 1 Cor. 12:1-11; 2 Cor. 3:5; 2 Cor. 4:7; 2 Cor. 6:1-2; 2 Cor. 8:9; Gal. 3:5; Ef. 4:7-12; Fil. 2:13; Heb. 4:16; Heb. 12:15.

Sobre la riqueza: "Sean vuestras costumbres sin avaricia: contentos con lo que tenéis ahora; porque, Él (Dios) dijo: No te desampararé, ni te dejaré" (Heb. 13:5). Ver también: 1 Tim. 6:9-11.

La vida – combate espiritual: "Vestios de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo... Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la Verdad, y vestidos con el corazón de Justicia, y calzados los pies con el apresto del Evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la Fe, conque podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la Salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios" (Ef. 6:11-17). Ver también: 1 Tes. 5:4-8; 2 Cor. 10:3-5; Col. 2:14-15.

La Fe y su importancia: "Por quien también tenemos entrada por la fe a esta Gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la Gloria de Dios (Rom. 5:2). "Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación" (Rom. 10:10). "Porque por fe andamos, no por vista" (2 Cor. 5:7). "Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale algo, ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor" (Gal. 5:6). "Porque por Gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios" (Ef. 2:8). "Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan" (Heb. 11:6). Ver también: Rom. 3:28-30; Rom. 14:23; 2 Cor. 13:5; Gal. 2:16; Gal. 3:26; Ef. 6:16; Heb. 11:1.

Sobre la resurrección de los muertos: Ver: 1 Cor. 15:12-57; 2 Cor. 5:1-10; 1 Tes. 4:13-18; Fil. 3:10-11; Fil. 3:20-21; Heb. 2:14-15; Heb. 4:1-11.

Sobre la segunda venida de Cristo: Ver: 1 Tes. 5:1-3; 2 Tes. 1:6-10.

Sobre la virginidad y matrimonio: Ver: 1 Cor. 7:1-17.

Sobre las obras de bien: "No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de familia de la fe:" (Gal. 6:9-10). "Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios" (1 Cor. 10:31). "Porque somos hechura Suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas" (Ef. 2:10). "Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada a Dios" (Heb. 13:16). Ver también: Ef. 6:8; Fil. 2:4; Col. 3:23; Col. 4:17; Tes. 5:15; Tit. 3:14; Heb. 13:1-3.

Sobre el agradecimiento a Dios: "Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podemos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con eso. Porque los que quieren enriquecerse caen en la tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores" (1 Tim. 6:6-10). "A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos; atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna" (1 Tim. 6:17-19).

Renovación espiritual y la vida cristiana: "De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas" (2 Cor. 5:17). "Porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo, ni libre; ni varón ni mujer; porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús. Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa. … Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne" (Gal. 3:27-29; 5:16). "Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mirada en las cosas de arriba, no a las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste, entonces vosotros también seréis manifestados con El en gloria. Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia, en las cuales vosotros también anduvisteis en otro tiempo cuando vivíais en ellas. Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca. No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos, y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno, donde no hay griego ni judío, circuncisión e incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos. Vestios, como elegidos de Dios, santos y armados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos o otros si alguno tuviera queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestios de amor, que es el vínculo perfecto. Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo Cuerpo; y sed agradecidos. La Palabra de Cristo mora en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales. Y todo lo que hacéis sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias por medio de El" (Col. 3:1-17). "Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos! Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad. Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; el Dios de la paz estará con vosotros" (Fil. 4:4-9). "También os rogamos, hermanos, a que amonestéis a los ociosos, que alentéis a los de poco ánimo, que sostengáis a los débiles, que seáis pacientes para con todos. Mirad que ninguno pague a otro mal por mal; antes seguid siempre lo bueno uno para con otros, y para con todos. Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús. No apaguéis al Espíritu. Examinadlo todo; retened lo bueno. Absteneos de toda especie de mal" (1 Tes. 5:14-22).

El Bautismo – muerte para el pecado: "Ahora, pues ninguna condenación hay para los que están en el Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. Porque la ley del espíritu de vida en Cristo Jesús me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte" (Rom. 8:1-2). "Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de El. Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu a causa de la justicia" (Rom. 8:5-10). Ver también: (Rom. 8:1; 1 Cor. 5:7-8; 2 Cor. 5:17; Gal. 3:27-29; Gal. 5:16-26; Gal. 6:8; Gal. 6:15; Ef. 2:1-6; Ef. 2:14-15; Ef. 3:16-17; Ef. 4:22; Ef. 5:11; Ef. 5:14; Col. 3:1-17; Col. 3:23-24; Fil. 2:14-15; Fil. 3:8-15; Fil. 3:17; Fil. 3:20-21; Fil. 4:4-9; Fil. 4:11-13; 1 Tes. 5:14-22). Ver además sobre la muerte para el pecado y el bautismo: Rom. 6:1-7; Rom. 8:1-17 y 8:32-34; Gal. 2:19-20 y Gal. 3:27; Col. 2:11-14; 2 Tim. 2:11-13.

La unidad de los creyentes: "Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer" (1 Cor. 1:10). "Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comunión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia, completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a El mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús" (Fil. 2:1-5). "Pero si os mordéis y os coméis unos a otros, mirad que también no os consumáis unos a otros" (Gal. 5:15). "Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres" (Rom. 12:18). Ver también: Ef. 4:1-5; Ef. 4:13; Fil. 1:27.

Las obras de la ley no redimen al hombre: Rom. 3:19-5:2 y la epístola a los Gálatas.

La vida y la muerte: Fil. 1:21-24.

La Redención a través de Cristo y sobre la Cruz: 1 Cor. 1:18-24; 1 Cor. 2:2; Gal. 6:14; Fil. 3:18-19; Rom. 5:10; Col. 1:20-23; Heb. 5:1-9; 2 Cor. 5:19-21; Gal. 3:13-14; Ef. 1:7; Ef. 2:16; Tit. 2:14; Heb. 9:11-28; Heb. 10:5; Heb. 10:14-22.

Las cualidades y los deberes de los servidores de Dios: Obispo (1 Tim. 3:1-7); Presbítero (Tit. 1:5-9) y Diácono (1 Tim. 3:8-13).

La mansedumbre y el perdón: "No os vengáis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios… si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber… No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal" (Rom. 12:19-21). "Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca" (Fil. 4:5). Ver también: Gal. 6:1; Col. 3:12; 2 Tim. 2:25.

El amor hacia Dios: "¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de Ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de matadero. (Sal. 44:23) Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro" (Rom. 8:35-39).

El amor hacia el prójimo: "Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviera profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve. El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará" (1 Cor. 13:1-8). "Porque toda la ley en esta sola palabra se cumple: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Gal. 5:14).

Ver también: 1 Tes. 4:9; 1 Tim. 1:5-6.

La oración: "Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias" (Col. 4:2). Ver también: Rom. 8:26-27; Ef. 5:19-20; Ef. 6:18; 1 Tim. 2:1-3; 1 Tim. 2:8; Heb. 13:15.

La Sabiduría de Dios en la salvación del hombre: 1 Cor. 2:4-16; 1 Cor. 3:18-21; Ef. 1:17-19; Ef. 3:18-19; Ef. 5:15-17; Col. 1:9; Col. 2:3; Col 3:16.

Sobre el coraje: "Y en nada intimidados por los que se oponen, que para ellos ciertamente es indicio de perdición, mas para vosotros de salvación; y esto de Dios" (Fil. 1:28). Ver también: 1 Cor. 16:13.

Sobre la inutilidad de los que viven con pereza: Heb. 6:4-8; Heb. 10:16-31.

Premio por la virtud: Rom. 2:6-17.

Justificación por la fe y la gracia: Gal. 2:16-21; Gal. 3:18-26; Tit. 3:4-7.

La responsabilidad: Rom. 2:6-17.

Cristo y Sus dos naturalezas: Col. 1:15-20; Col. 2:9; Fil. 2:5-11; Heb. 1:1-4; Heb. 2:7-11.

Los últimos tiempos y el anticristo: 2 Tes. 2:1-12; 1 Tim. 4:1-2; 2 Tim. 3:1-5.

Pureza espiritual, ayuno y mortificación del cuerpo pecador: "Así que, hermanos, os ruego por la misericordia de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, par que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta" (Rom. 12:1-2). "¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado" (1 Cor. 9:24-27). "Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos" (Gal. 5:24).

Las Sagradas Escrituras inspiradas por Dios: 2 Tim. 3:15-16; Heb. 4:12).

El conocimiento de Dios: Rom. 1:19-32.

Sobre la ayuda a los necesitados: "Por eso digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, , a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra. Como está escrito: Repartió, dio a los pobres; su justicia permanece para siempre (Sal. 112:9). Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia, para que estéis enriquecidos en todo para toda libertad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios. Porque la ministración de este servicio no solamente suple lo que a los santos falta, sino que también abunda en muchas acciones de gracias a Dios" (2 Cor. 9:6-12). Ver También: 1 Cor. 16:1-4; 2 Cor. 8:11-15.

Ejemplos de fe de rectos padres anteriores: Heb. 11:1-12:3.

La comunión del cuerpo y de la sangre de Cristo: 1 Cor. 10:16-17; 1 Cor. 11:23-32.

Sobre la alegría: "Porque el Reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo" (Rom. 14:17)."Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe" (Gal. 5:22). "Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!" (Fil. 4:4; 3:1; 1 Tes. 5:16).

La libertad cristiana: "Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de la esclavitud… Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servios por amor los unos a los otros" (Gal. 5:1; Gal. 5:13). "Pero mirad que esta libertad vuestra no venga a ser tropezadero para los débiles (1 Cor. 8:9). Ver también: Rom. 14:13.

La Santidad: "¿Y qué acuerdo hay ente el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo de Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán Mi pueblo (Lv. 26:12). Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré (Is. 52:11). Y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso (Jer. 3:19; Os. 1:10). Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios" (2 Cor. 6:16-7:1). "Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación; que cada uno de vosotros sepa tener su propia esposa en santidad y honor" (1 Tes. 4:3-4). Ver también: 1 Cor. 6:15-20; Ef. 1:4; Col. 1:22-23; Heb. 10:10; Heb. 10:14; Heb. 12:14-15.

La familia y las obligaciones de sus miembros: Ef. 5:22-32; Ef. 6:1-4; Col. 3:18-21; 1 Tim. 2:9-15.

Las tribulaciones y tentaciones: "Por quién también tenemos entrada por fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza" (Rom. 5:2-4). "Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar. Porque aún no habéis resistido hasta la sangre, combatiendo contra el pecado; y habéis ya olvidado la exhortación que como a hijos se os dirige, diciendo: Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor; ni desmayes cuando eres reprendido por El; porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijos (Prov.. 3:11-12). Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿ qué hijo es aquel a quien el padre no disciplina? Pero si se os deja sin disciplina, de la cual todos han sido participantes, entonces sois bastardos, y no hijos. Por otra parte, tuvimos a nuestros padres terrenales que nos disciplinaban, y los venerábamos. ¿ Por qué no obedecemos mucho mejor al Padre de los espíritus, y viviremos? Y aquellos, ciertamente por pocos días nos disciplinaban como a ellos les parecía, pero éste para lo que nos es provechoso, para que participemos de Su Santidad. Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados. Por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas; y haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado" (Heb. 12:3-13). Ver también: Rom. 5:2-4; 2 Cor. 4:8-18; 2 Cor. 1:3-6; 2 Cor. 7:10; 2 Cor. 12:10; 1 Tes. 3:3-4; 2 Tes. 1:6-7; 2 Tim. 3:12; Heb. 2:18; Heb. 4:15; Heb. 13:12-14.

La humildad: "Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores El mismo" (Fil.2:3). Ver también: Rom. 12:16; 1 Cor. 1:26-31; Col. 3:12.

La indulgencia y ayuda mutua: "Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo" (Gal. 6:1-2).

La conciencia: "Este mandamiento, hijo Timoteo, te encargo, para que conforme a las profecías que se hicieron antes en cuanto a ti, milites por ellas la buena milicia, manteniendo la fe y buena conciencia, desechando la cual naufragaron en cuanto a la fe algunos" (1 Tim. 1:18-19). Ver también: Heb. 9:14; Heb. 10:22.

No hay que pleitear ni enemistarse: 1 Cor. 6:1-7.

Laboriosidad (del amor al trabajo): "Ni comimos de balde el pan de nadie, sino que trabajamos con afán y fatiga día y noche, para no ser gravosos a ninguno de vosotros; no porque no tuviésemos derecho, sino por darnos nosotros mismos un ejemplo para que nos imitaseis. Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma. Porque oímos que algunos de entre vosotros andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino entreteniéndose en lo ajeno. A los tales mandamientos y exhortamos por nuestro Señor Jesucristo, que trabajando sosegadamente, coman su propio pan" (2 Tes. 3:8-12). Ver también: 1 Tes. 4:10-12; 1 Tim. 5:8.

Los cristianos – hijos de Dios: Gal. 4:7; Ef. 2:18.

La paciencia: "Y vosotros, hermanos, no os canséis de hacer el bien" (2 Tes. 3:13). "Más tú, oh hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre" (1 Tim. 6:11). "Porque os es necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa" (Heb. 10:36). Ver también: Heb. 12:1; Rom. 5:3.

 

La Importancia de las

Epístolas del Apóstol Pablo

Las epístolas del apóstol Pablo constituyen una fuente riquísima de sabiduría e inspiración espiritual. Aparentemente no existe ninguna verdad religiosa, que no sea iluminada y explicada en sus obras. Además, estas verdades están expresadas por el apóstol, no como conceptos religiosos abstractos, sino como hechos de la fe, que inspiran al hombre para la vida recta.

Haciéndose eco de los problemas concretos, como los que se topaban los cristianos del primer siglo, las epístolas sirven como un valioso agregado a los Evangelios. Ellas explican, cómo prácticamente, se pueden vencer las inevitables pruebas de la vida; cómo realizar los altos ideales cristianos y en qué consiste la hazaña de ser cristiano. Ellas, con un lenguaje vivo, describen la vida y las proezas de los primeros cristianos, la formación de las comunidades cristianas y dan una imagen completa de la Iglesia de Cristo de los tiempos apostólicos.

No menos valiosas son las epístolas del apóstol Pablo por sus comentarios autobiográficos. De ellas vemos como el apóstol aplicaba a su propia vida los altos principios que predicaba; que fue lo que le ayudaba en su crecimiento espiritual y a su actividad misionera y de donde él sacaba sus fuerzas espirituales. El primer factor de éxito de su actividad misionera, era su poder de concentrar todas las capacidades físicas y espirituales en una sola meta: "servir a Cristo." El segundo factor fue la plena entrega de sí mismo a ser dirigido por la Gracia de Cristo, que le daba fuerzas y lo inspiraba para vencer a las condiciones adversas externas y sus propias dolencias. La Gracia Divina le ayudó a convertir a Cristo a una parte importante del Imperio Romano.

¡Por las oraciones del apóstol Pablo, que el Señor nos ilumine y perdone!

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Folleto Misionero # S42

Copyright © 2001 Holy Trinity Orthodox Mission

466 Foothill Blvd, Box 397, La Canadá, Ca 901011

Editor: Obispo Alejandro (Mileant).

(biblia8_s.doc, 05-12-2001).