La pobreza

que enriquece

— sobre la virtud de la humildad.

Obispo Alejandro (Mileant)

Traducido por Dr. Elena Ancibor

Contenido:

Introducción.

La naturaleza de la humildad.

El "agujero negro" del orgullo.

El orgullo de la gente religiosa.

Frutos de la humildad.

Conclusión.

Relatos y citas sobre el tema del orgullo.

 

 

Introducción.

Un Cuento: Juan crecía como un niño tímido y miedoso. En la escuela primaria estudiaba mal. Para ayudarle a vencer su inseguridad sus padres comenzaron a inducirle: "Hijito tienes que saber que eres el más inteligente y dotado, que lo puedes todo, solo cree en ti mismo y todo lo cumplirás."

"Consejo perfecto"! Juan comenzó a estudiar bien, recibía las mejores notas. Con el tiempo se transformó en el mejor alumno de la escuela. La timidez e inseguridad anteriores se transformaron en la seguridad en si mismo. Sus éxitos lo siguieron no sólo en la escuela media, sino también en la universidad. En todas partes era el alma de la sociedad. Los jefes lo ponían como ejemplo, los amigos le pedían consejo. Paulatinamente a Juan le gustó ser el primero en la sociedad y consejero de sus compañeros. En cuanto tuvo su diploma, le propusieron trabajo en una prestigiosa empresa química. Trabajaba en la sección de la investigación y a causa de la competencia con otras personas, se le exigía publicar los resultados de sus trabajos en revistas científicas. Su nombre se hacia famoso entre los científicos.

Al sentir la presión de constante publicación de algo nuevo, comenzó, de a poco, a tomar préstamo de trabajos ajenos, poco conocidos, o sea, "plagiar." Sus superiores estaban contentos con su capacidad laboral y lo elevaban en el escalafón. Una vez más, terminando uno de sus artículos decidió usar los resultados de una poco conocida tesis, los publicó en su trabajo, no mencionando la fuente. Cuando el artículo salió publicado, el autor de la tesis reconoció su trabajo y protestó. Juan negó el plágio y afirmaba que el descubrimiento lo hizo él. Se produjo una fea confrontación.

La empresa, donde trabajaba Juan, tuvo que formar una comisión independiente, y ésta demostró el plagio. Cuando este inconveniente se aclaró se comenzó a mirar con mayor atención los trabajos de Juan y se vio que éste no era el primer caso de fraude por su parte. Surgió un gran escándalo. Juan no sólo tuvo que dejar su trabajo, sino, también, no pensar más publicar sus artículos en el futuro. En el mundo de la ciencia él quedo manchado para siempre.

El escándalo en el trabajo empeoro los problemas familiares. Su esposa, ya hace tiempo, se quejaba del carácter despótico y áspero de Juan. Tanto como antes, él era alegre y agradable — se quejaba ella — con los años se hizo cada vez más irritable y sarcástico. No aguantaba ninguna oposición. Cuando ella trataba de proponer algo, él inevitablemente la objetaba. No perdía la oportunidad de rebajarla, hasta delante de los niños. Al final se divorcio de Juan y se llevo a los hijos.

En esta forma trágica terminó la subida vertiginosa de un científico inteligente y talentoso. En el plano espiritual, la causa de su tragedia era su orgullo. El sentimiento vanidoso de auto seguridad, que le incularon sus padres, primero lo llevo, cada vez más alto, hasta que ruidosamente lo golpeó contra la tierra.

En este trabajo revelaremos las causas y el camino que lleva al orgullo. Mostraremos la ventaja de la humildad, como base de todas las virtudes. En el apéndice citaremos relatos y citas de las Sagradas Escrituras y de los Santos Padres, sobre ese tema.

 

La naturaleza de la humildad.

Según las Sagradas Escrituras la humildad es la virtud fundamental, sin la cual no se puede llegar a nada bueno. Con el llamado de la humildad Señor Jesucristo comenzó Su Sermón de Montaña diciendo: "Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos" (Mat. 5:3). Como los pobres comunes se sienten necesitados de todo, así los pobres en espíritu se sienten imperfectos y necesitados de la ayuda Divina. Este sentimiento, a su vez, atrae al hombre la benevolencia Divina que lo enriquece en todo.

Es una pena que muchos "laicos" no valóran y desprecian la virtud de humildad. Ellos piensan que predicando la humildad el cristianismo rebaja a la personalidad humana y destruye en la gente el sentido de la dignidad propia. Humildad, dicen ellos priva al hombre de la actividad vital, inhibe la iniciativa e induce en él la psicología de la complacencia servil. Este concepto erróneo de humildad nace de ignorancia espiritual.

La naturaleza de humildad, esta bien ilustrada en una serie de relatos Evangélicos. Comencemos por el ejemplo de la curación del sirviente de centurión romano.

Durante una de sus visitas de Jesucristo a Capernaúm se acerco a El un centurión romano (oficial), rogándole: "Señor! mi criado esta postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado." No negando ningún pedido, el Salvador prometió pasar por su casa y sanar a su sirviente. Cada creyente estaría contento con ésta promesa, pero el centurión reacciona de forma insólita: "Señor! no soy digno que entres bajo mi techo, solamente di la palabra, y mi criado sanará." La fe profunda y la humildad del centurión conmovieron al Señor, de manera que El no solo sano instantáneamente a su sirviente, si no que lo puso como ejemplo a otros: "ni en Israel encontré una tal fe!" (Mt. 8:6-13).

Habiendo escuchado sobre numerosas curaciones realizadas por el Salvador, el centurión se impregnó profundamente con la fe en Su fuerza omnipotente. No rebajándose él, al mismo tiempo tenia conciencia que no era digno de exigir una atención particular, mas aun porque era pagano y extranjero. Además el centurión mencionó que él, siendo un hombre común, cuando ordena a sus subalternos, éstos le obedecen sin discutir — más todavía todo esta bajo el mando de un enviado de Dios.

La aceptación, por un lado, de la omnipotencia Divina y, por otro lado, de la insuficiencia propia, son la base de lo que se llama la humildad.

Cuando el hombre, con su profunda fe toca la infinita potencia del Creador, no puede no percibír su propia pequeñez y debilidad, se ve como un ínfimo insecto al borde de un ilimitado océano. Por eso, en relación con Dios, la humildad es el sentimiento más natural. Es vanidoso y se enorgullece sólo aquel que esta lejos de Dios y se compara con seres tan ínfimos como él mismo. La fe fuerte, según las palabras del Salvador, puede hasta mover las montañas (Mat. 17:20), no porque esta convicción, por si misma, posea alguna fuerza sobrenatural, como enseñan algunas sectas, si no porque atrae a la fuerza Divina, la que hace lo imposible. Es por eso que todos los casos conocidos de una fuerte y prodigiosa fe, al mismo tiempo son ejemplos de profunda humildad: la mujer que sufría de hemorragia (Marcos 5:25-28) la madre-cananea (Mat. 15:22-28) y muchos otros casos Evangélicos. Cuanto más fuerte es la fe del hombre, tanto más humilde es él; y al revés, el orgulloso no es capaz de creer profundamente, ya que es absorto totalmente por sí mismo. Siendo débil espiritualmente, es inquieto y miedoso, aunque con todos los medios trata de esconder esto de otros.

Tanto la literatura espiritual como la láica, conoce muchos ejemplos de personalidades grandes y geniales. Muchos hombres, muy dotados tenían la conciencia que todavía no han alcanzado tal medida de perfección o conocimiento, como podrían. Esta conciencia no los hacia indolentes o tristes, todo lo contrario, los llamaba a seguir trabajando sobre si mismos y perfeccionarse. Pensar que la humildad mata en el hombre a la iniciativa y lo hace inerte o servil, significa no entender la esencia del cristianismo. La característica particular del cristianismo es que llama al hombre al perfeccionamiento por el camino de elevación sobre el estado actual, vulnerado por el pecado, hacia la semejanza a Dios, como está dicho: "Sean perfectos como es perfecto vuestro Padre Celestial" (Mt 5:48). Un orgulloso satisfecho de si, es digno de lástima porque está ciego, hasta el punto de no percibir a su propia indigencia (Apoc. 3:17).

Para no parecer arbitrarios en la afirmación que la verdadera grandeza está unida siempre a la humildad, mencionemos algunos ejemplos: El gran profeta Moisés quien aprendió toda la sabiduría egipcia, quien con solo movimiento de su báculo, realizaba magnos milagros, quien hablaba con Dios "cara a cara," como uno habla con su amigo, era, al mismo tiempo, según el testimonio de la Biblia, un hombre humilde y manso (Num. 12:3). El rey David, quien venció al gigante Goliat, y demostraba un increíble coraje en las guerras, era también muy humilde (Sal 24). El profeta Juan el Bautista, este profeta más grande de todos los tiempos, que encendía con su prédica los corazones de miles de hombres, era también muy humilde (Mc. 1:7). La Santísima Virgen María, a La que el cristianismo considera como más alta que querubines y serafines, tenia una muy modesta opinión de si misma, a pesar de ser la Madre del Salvador del Mundo (Lc. 1:48).

Finalmente, señor Jesucristo, Hijo de Dios, que bajó del Cielo, a cuya palabra obedecían la naturaleza y los espíritus de otro mundo, quien devolvía a los muertos la vida, es para todos el más grande ejemplo de humildad. El Creador de todo lo visible e invisible era el ejemplo de obediencia a sus "padres" terrenales, obedecía también a los poderes civiles, pagaba los impuestos y mansamente perdonaba a Sus enemigos. Tratando de ser humildes, imitamos a nuestro Salvador, que dijo: "Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de Mi, que soy manso y humilde de corazón y hallareis descanso para vuestras almas" (Mt. 11:29).

San Siluano escribió: "Cuando el alma por Espíritu Santo verá al Señor cuan manso y humilde es, entonces ella también será humilde. Este es un estado que nadie puede describir, porque sólo se puede conocer experimentalmente a través del Espíritu Santo."

Según las palabras del Abad Doroteo, hay dos especies de humildad: La humildad inicial consiste en considerar a su prójimo más inteligente y mejor que uno. La segunda especie de humildad consiste en atribuir sus éxitos y ventajas a Dios y no a uno mismo — esta es la perfecta humildad de los Santos. Nace naturalmente en el alma por el cumplimiento de mandamientos Divinos. Es como ramas de árboles, cuando llevan muchos frutos se bajan por el peso. En cambio, la rama sin frutos se levanta hacia arriba. Existen árboles, que no dan frutos mientras sus ramas crecen hacia arriba; si alguien baja la rama, atándole una piedra, ésta comienza a dar frutos. Así el alma, cuando se torna humilde se hace fructífera y cuando más frutos de obras buenas genera, tanto más humilde es. Esto lo vemos en el ejemplo de los Santos, cuanto más se acercan a Dios, tanto más se sienten pecadores e indignos.

Así la humildad es la virtud más preciada sin la cual es imposible avanzar en lo bueno. San Juan de Escala dice que: "Si el orgullo convirtió a algunos ángeles en demonios, sin duda la humildad puede hacer ángeles de los demonios. Así que osen los pecadores, fijando su esperanza en Dios."

 

El "agujero negro" del orgullo.

(El "agujero negro," en astronomía se llama a una estrella muy compacta que traga a todo lo que la rodea, hasta la luz, que se acerca a ella.)

Al orgullo — esta terrible enfermedad espiritual, lo precede toda una serie de enfermedades emparentadas, como: vanidad, altanería, soberbia, presunción, falsedad, jactancia... Todas ellas son resultado de una misma desviación enfermiza: una insana mirada interna, "dirigida hacia si mismo."

En el proceso de desarrollo, al orgullo le precede la presunción. La diferencia entre presunción y orgullo es como entre un joven y un adulto. Los Santos Padres llaman al orgullo "insensato," ya que el enfermo dice y hace un montón de tonterías — ante la plena seguridad de tener la razón y sabiduría. El orgullo, también puede ser semejante a alucinaciones y ceguera.

Sobre lo pernicioso de esta enfermedad, testifica su progenitor y padre — el diablo, quien de luminoso Lucifer se transformó en terrible dragón (Genes. 3:1; Apoc. 12:3-9). Cuántas veces en la historia de la humanidad, él, en su insensata lucha contra Dios, sufría derrotas, cuántas veces el encarnado Hijo de Dios le mostraba su impotencia (Mt. 12:29; 8:31). Hasta en el mismo reino "subterráneo" (el infierno), el Hijo de Dios, bajando allí, fulminó al orgulloso Satanás, lo ató y lo privó de todo poder sobre los hombres (Apoc. 20:2-3). Con la fuerza de la Cruz de Cristo, hasta niños pequeños echan a ese orgulloso, y él no quiere reconocer, que la lucha con el Creador es inútil. "Comadre, deja de cubrirte de vergüenza!" aconsejaba el autor de fábulas Krilov a la perrita que ladraba al elefante.

Así, él que era el más sabio entre los ángeles debe entender que Dios es omnipotente y él — una insignificancia, y que con sus maldades él cae cada vez más profundo en la gehena del fuego. Por otro lado, viendo la misericórdia Divina hacia los pecadores más grandes, él todavía tiene posibilidad de arrepentirse y hacer las paces con su Creador. Pero no! — se enfurece el demonio, "Rebajarme, reconocerme vencido — nunca! Que perezca por los siglos eternos pero no cederé! Y a pesar de que me quedo muy poco tiempo, podré perder a alguien más conmigo...."

Así es la "lógica" de ese orgulloso entre los orgullosos, según todas las medidas, celestiales o terrenales, es insensata! Sólo construir es difícil, en cambio, demoler puede cualquiera.

En lo único, en que él es verdaderamente "genial" es en el engaño: miente, calumnia, se retuerce, simula, envuelve y engaña a los inocentes sin parar. Y son mil veces infelices aquellos que le creen!

He aquí lo que escribe el beato Antonio el Grande sobre ese tema: "El diablo, por su orgullo, cayendo del rango celestial, con todas sus fuerzas trata de arrastrar en su caída a todos... por el mismo camino que siguió él, o sea, a través del orgullo y amor a la gloria vana...Muchos devotos grandes, quienes llevaron la vida justa, pero por ser irrazonables después se han perdido.

Esto puede pasar y con ustedes, si por ejemplo enfriándose en la hazaña, van a pensar que ya poseen las virtudes. Esto significa que ya cayeron en la enfermedad diabólica (la vanidad), piensan que están cerca de Dios y se encuentran en la luz, cuando, en realidad están en las tinieblas. Que hizo a nuestro Señor Jesucristo a quitarse su vestidura, tomar la toalla y lavar los pies de aquellos que eran más bajos que El, si no es enseñar la humildad? Si — la humildad, que El mostró con Su ejemplo.

Cómo se enferma el hombre del orgullo?

El hombre, naturalmente, ama el bien. Los ejemplos de virtud, las manifestaciones de amor, en todos producen la aprobación. Al niño le agrada cuando su padre lo alaba por un éxito y con más dedicación trata de hacer lo correcto. El estímulo siempre constituía un importante medio educativo. Pero, como mucho en nuestra naturaleza vulnerada se desvía de la meta marcada por el Creador, así también la sed de alabanzas, por alabanzas mismas, pueden sacarnos del camino correcto. Procurando las alabanzas el hombre puede realizar grandes obras, no por las obras buenas mismas, sino, como se dice "para exportación." O en forma interesada, por la impresión que causan en la gente. Tal comportamiento lleva a la falsedad e hipocresía. El sentimiento que empuja al hombre de parecer mejor de lo que es en realidad, se llama la vanidad.

"El sol brilla para todos sin excepción y la vanidad se alegra de todas las virtudes, —escribe San Juan de la Escala, — y cuando tenemos más éxitos, hay más alimento para la vanidad. Yo me envanezco cuando ayuno; si mantengo en secreto mi hazaña de ayuno, me envanezco de mi mérito. Cuando me visto bien, me envanezco con mi imagen, y cuando me visto pobremente- me, envanezco con mi humildad imaginaria. Comienzo a hablar — me envanezco; me mantengo callado — también. Es una espina, tírala como quieras, siempre cae con una de las puntas hacia arriba."

Según San Juan Casiano el Romano, existen dos tipos de orgullo: uno es él que ataca a los hombres de alta vida espiritual; el otro, ataca a los principiantes y carnales. Ambos tipos causan un nocivo enaltecimiento ante Dios y los hombres, pero el primero, se levanta, directamente contra Dios, y el segundo, se refiere más a los hombres.

Además como dicen los Santos Padres, cada uno que peca conscientemente no es humilde, ya que pone su voluntad mas alto que la voluntad Divina.

Como ya se dijo, el orgullo nace de la confianza en si mismo y un excesivo interés con todo lo que es "mío," rechazando lo que es "no mío." Es la fuente de mentira, falsedad, irritación, enemistad, ira, crueldad y muchos crímenes. Orgullo — es la negación de la ayuda Divina a pesar de que precisamente el orgulloso necesita una especial ayuda del Salvador, ya que su enfermedad espiritual nadie puede curar sin la intervención Divina.

Tratemos de seguir en detalle los síntomas y desarrollo de esta enfermedad, que ya en parte mostramos en el caso de Juan. Cuando el hombre presumido participa en algo, siempre trata de hacer ver su superioridad.

Tiene suerte el hombre inclinado a la vanidad, cuando causas externas lo obligan a pensar en otra gente. Su novia, su familia, o cuando lo aquejan los inconvenientes de la vida. O cuando toma contacto con gente espiritual que lo lleven por el camino de religión, y él, atraído por las bellezas de las virtudes, vera su indigencia espiritual y deseara la ayuda de la Gracia Divina. Si esto no pasa, su vanidad seguirá creciendo.

La vanidad hará nacer en él la pasión de enseñar y mandar. El trata de dominar la voluntad ajena, administrar el tiempo, la atención y las fuerzas de otros; se tornará terco sin ceder. El trabajo de él es importante, el de otros — sin importancia. El se mete en todo, se inmiscuye en la tarea de otros. Al mismo tiempo es alma de la sociedad, alegre, buen relator, ingenioso, bromista.

San Juan Casiano el Romano menciona los siguientes síntomas de orgullo: "en conversación — gritería, en el silencio — despecho; en la alegría — una risa ruidosa, en tristeza — excesiva melancolía, en respuestas — filoso; en conversación demuestra ligereza porque las palabras dice sin pensar, sin la intervención de corazón. El orgullo carnal no conoce la paciencia, es ajeno al amor, tiene coraje para insulto; es cobarde para sufrir ofensas; pesado en obediencia, si no se trata de su propia voluntad o deseo; inflexible ante el consejo; incapaz de dejar caprichos, muy terco para obedecer a otros; siempre apoya su resolución — incapaz de ceder... De manera que es incapaz de acepar consejos salvadores, el orgullo carnal cree en su propia opinión mas que en el consejo de personas experimentadas."

Paulatinamente el humor del vanidoso se deteriora. Ocupado de todo, menos de su enmienda interior, no ve sus faltas o les encuentra justificación. Exagera mucho sus conocimientos, experiencia y capacidades. Desea el reconocimiento de su superioridad, y reacciona dolorosamente, a toda oposición o crítica. En discusiones, a toda opinión contraria toma como un reto a él. En su agresividad, naturalmente recibe la repulsa; crece la irritabilidad y la terquedad. Está convencido que otros lo molestan por envidia. Choques con la gente aumentan; el vanidoso, cada vez se encierra más en si mismo. Pero todavía toma en cuanta a las autoridades superiores y obedece a Dios.

En los últimos estadios de la enfermedad, el alma se torna cada vez más oscura y fría, en ella habitan el desprecio y la ira. Se oscurece la mente, la diferencia entre el bien y el mal se embota y es sustituido por la diferencia entre lo "mío" y lo "no mío." Cada vez le pesa más la estupidez de sus jefes. Se le dificulta la aceptación de la autoridad. Le es necesario mantener su superioridad. Por eso lo enoja que alguien otro tiene razón. Cualquier éxito ajeno lo toma como una ofensa personal. A veces, esta fuerza de afirmación propia es dirigida sobre logros materiales, carrera, actividad social y política; a veces, si hay talento — la creación artística y aquí, gracias a su fuerza y orgullo, puede tener algunas victorias. Pero estas victorias no traen bien a otros, sino, discordia y destrucción. Cuando a un hombre le parece que nadie lo valora, que todos lo persiguen y le quieren hacer mal, es ya el síntoma de la manía de persecución. Esta manía, al igual que la manía de grandeza, son pesadas dolencias espirituales (y síquicas) nacidas de la vanidad.

Finalmente, en el último peldaño, el orgullo rompe con Dios. Si antes pecaba por debilidad, ahora encuentra la justificación de su pasión y declara el pecado permitido para él. Siendo sinceramente convencido de su superioridad, esta seguro que su vida se puede organizar sin ayuda ajena. Pero en la profundidad de su corazón se entronizan tinieblas completas y el sentido de total soledad. El se hundió en el "agujero negro," del cual nadie lo puede sacar. Dios lo puede salvar, pero el orgulloso se dio vuelta de El.

 

El orgullo de la gente religiosa.

Cuando el orgullo hiere el alma de un hombre religioso, él se atreve a ponerse como juez de la fe y de la Iglesia. "En esto no creo, y esto no lo acepto, esto encuentro superfluo e innecesario y aquello — raro y ridículo..." Además, el orgullo de gente religiosa se manifiesta en la pasión de acusar y enseñar a otros. En cambio, a las enseñanzas de otros, el orgulloso considera ineptas y aburridas reiteraciones.

Escuchando sobre los Santos Padres de Dios, el satisfecho de si mismo, miembro de sectas, manifiesta; "Para que voy a rogar a ellos? Son gente como todos, es suficiente dirigirse solo a Dios." Olvida que el Señor Jesucristo muchas veces ayudaba a la gente por los pedidos de sus parientes y amigos (Juan 4:46-53; Mateo 15:21-28; 8:5-13; Marcos 9:7-27; 2:2-12;1 Juan 5:14). Con esto El fomentaba amor y preocupación de unos por los otros. Los Santos son nuestros "hermanos mayores" que ante el trono de Dios piden por nosotros (Apocalipsis 5:8).

El orgullo del hombre religioso se manifiesta también en no sentir sus pecados y su enaltecimiento fariseo. Es interesante hacer notar que este tipo de orgullo, puede tomar formas muy variadas, que podrían hasta parecer contradictorias, como por ejemplo:

San Juan Casian resume así la acción destructora del orgullo: "No hay otra pasión que aniquila tan destructivamente a las virtudes y priva al hombre de la justicia, como el orgullo. Esta pasión, como una infección ataca a todo el ser, como un desorden mortal y atenta a precipitar en la perdición, hasta a los hombres que lograron llegar a la cima de la virtud. Las restantes pasiones, tienen sus limites y cada una ataca principalmente a una de las virtudes. Así la gula vulnera la severidad de contención, la lujuria mancha a la pureza, la ira ahuyenta a la paciencia. De manera que hasta vencido por alguna de las pasiones, no es totalmente ajeno a otras virtudes.

En cambio, esta pasión cuando se apodera del alma, priva al hombre de la defensa de la humildad y entonces toda la "ciudad del alma" se destruye, hasta los cimientos, nivelando y mezclando con la tierra los muros altos de la santidad. El alma es privada de todo vestigio de libertad y cuanto mas el orgullo esclaviza a un alma dotada, tanto mas la somete al yugo de su esclavitud, desnudándola de todas virtudes en un cruel pillaje.

ΏCómo luchar contra el orgullo y cómo evitarlo cuando entra tan fácil en el corazón? La respuesta sale de la pregunta misma — con humildad y obediencia. Obediencia a la gente amada y apreciada, cercana, a la verdad objetiva, a todo lo bueno en nosotros y fuera de nosotros; obediencia a la ley Divina, a la Iglesia y sus leyes, sus mandamientos, su influencia misteriosa.

Para felicidad nuestra, hay tantas causas que cotidianamente nos convencen de nuestra pobreza y limitaciones que no hay verdaderas causas para estar orgullosos. Así, si en nuestro organismo entra cualquier ínfimo virus, nos enfermamos y estamos cerca de la muerte. Si poseemos algunos dones mas que otros, con quienes nos contactamos, siempre hay gente mas perfecta que nosotros en los mismos parámetros. Teniendo éxito en alguna cosa, nos atrasamos y debilitamos en otra.

 

Frutos de la humildad.

La humildad, siendo una sana organización del alma, pone al hombre en una relación justa con Dios, con uno mismo y con los prójimos. Por eso lleva a la paz entre la gente, hacia el bien de la familia y la sociedad. Efectivamente:

1. Una persona humilde es consciente de sus faltas y pecados y en lugar de perseverar en ellos, como lo hacen los orgullosos, hace penitencia y trata de mejorar. Al mismo tiempo, consciente de la grandeza Divina, el humilde, siente veneración ante Su voluntad y por eso teme no cumplir sus mandamientos. Si toda la gente seria humilde, viviríamos en una sociedad mas feliz, ya que no habría ni asaltantes, ni violentos, ni embusteros, ni ofensores... Seria un paraíso en la tierra.

2. Como un obediente y cariñoso niño en relación a sus padres, así es el humilde en relación a su Padre Celestial. Por eso Dios ama a los humildes y en todo les ayuda, tal como El mismo dijo "Yo habito en la altura y la santidad, y con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados" (Isaías 57:15) y un antiguo sabio notó que "hay muchos altos y gloriosos, pero los misterios se abren para humildes (Sir. 3:19-20). "Cercano está el Señor a los afligidos de corazón; y salva a los contritos de espíritu" (Sal 34:18).

Por el contrario Dios se aleja de los seguros de si y orgullosos, como esta dicho: "Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes" (Jac 4:6). Si el Mismo Omnipotente esta en contra de los orgullosos, entonces, todos sus esfuerzos son vanos. Santos Padres asemejan el orgullo a un muro de cobre que creció entre el orgulloso y Dios: no deja pasar ni la luz, ni la Gracia Divina, ni ninguna ayuda de arriba. Por eso el orgulloso es un desdichado entres los desdichados.

3. La humildad da al hombre una correcta visión de sus fuerzas y posibilidades. Mientras que un presuntuoso, a menudo, comienza algo que sobrepasa sus fuerzas y por eso sufre derrota; el humilde, llamando a Dios en su ayuda, recibe de Él el discernimiento y fuerzas y por eso, sin ruido inútil, hace mas de lo que podría hacer en condiciones distintas.

4. La humildad, afirmando la paz, ayuda a eliminar la enemistad y las querellas, "Llevad Mi yugo sobre vosotros y aprended de Mi, que soy manso y humilde de corazón y hallareis descanso para vuestras almas" (Mt. 11:29). San Juan de Kronstadt enseña: "No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal" (Rom. 12:21). Cuando te traten en forma grosera, te irritan, te demuestran desprecio y maldad, no pagues con lo mismo, seas calmo, manso y dulce, atento y amante hacia aquellos que se portan indignamente contigo. En cambio, si te confundes y comienzas a replicar con brusquedad, hablar groseramente y despectivamente, significará que estas vencido por el mal, y se te debe aplicar lo dicho: "Médico, cúrate a ti mismo," o, "Por que miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que esta en tu propio ojo?... Saca primero la viga de tu propio ojo..." (Lc. 4:23; Mt. 7:3-5). Ten lástima del que ofende, ya que lo vencen sus pasiones y está enfermo del alma. Cuan más grosero e irritado, tanto más muéstrale mansedumbre y amor! Así seguro que lo vencerás.

El bien siempre es mas fuerte que el mal y por eso siempre sale victorioso. Por eso sea manso y condescendiente hacia aquellos que pecan contra ti. Tu también estas enfermo, igual que tu hermano. Perdona las deudas a tus deudores para que tu Padre Celestial te perdone tus deudas.

5. La humildad predispone al hombre a la modestia, tranquilidad y benevolencia hacia la gente. En realidad, si el hombre es consciente que todas las perfecciones de la personalidad humana son relativas, no tendría base para tratar a la gente en forma exigente e inamistosa. Porque Dios prefirió al publicano arrepentido al "virtuoso" fariseo, como nos muestra la parábola evangélica (Lc. 18:14). Mientras el orgulloso trata de demostrar a todos su superioridad y por eso es inquieto y agresivo, el humilde es inclinado a tratar a todos con comprensión y benevolencia. Esto, a su vez, fomenta la afirmación en la familia y la sociedad de relaciones pacificas y amistosas.

6. La humildad, dirigiéndonos a Dios, resulta una condición imprescindible para el crecimiento espiritual del hombre, porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se himilla, será enaltecido (Lc. 14:11). San Isaac el Siríaco escribía: "En calidad de contraposición al fino sentimiento de enaltecimiento, confesa al Señor en la oración tu debilidad e ignorancia, para no quedar abandonado por Dios y no estar tentado por deseos malos."

7. Según el testimonio unánime de Santos Padres, no tanto la santidad de los hombres, como su humildad, hace milagros (se conoce el relato sobre una prostituta, quien, con su oración humilde resucito a un niño muerto).

En la tabla siguiente se resumen las cualidades diferenciales de humildad y orgullo y también estados espirituales semejantes o emparentados a ellos.

Dos direcciones de la voluntad

Humildad

Orgullo

Virtudes emparentadas:

Modestia, mansedumbre, mucha paciencia, conmiseración, comprensión, saber ceder y perdonar, sensibilidad, generosidad, coraje en reconocimiento de faltas propias, esperanza en Dios, deseo de ser mejor, respeto de opinión ajena, respeto a cada persona...

Deformaciones de humildad:

Servilismo, complacencia, adulación, indecisión, carácter sombrío plañidero, indolencia, cobardía, poco espiritu, varios miedos y fobias.

Virtudes simuladas:

Naturaleza voluntariosa y fuerte, el "héroe de Bayron," dirección a la meta, posesión de ideología, nacido para dirigir y mandar, valiente, que conoce su precio, recto, decidido... Así parece, pero observado con atención se ven otras cualidades, que ponemos más abajo...

Naturaleza del orgullo:

Alta opinión de si mismo, vanidoso, falso, obstinado, caprichoso, ingobernable, suspicaz, inquieto, minucioso, tratándose de su persona — quisquilloso, egoísta, enamorado de si mismo, fácil de ofender, insolente, es rebuscado, enojadizo, inclinado a criticar y condenar, ambicioso, envidioso, arrogante, irreconciliable, rencoroso, cruel, ofensivo, satírico, patologicamente activo, rebelde a toda autoridad.

Espíritu revolucionario, nihilista. Satanás — siendo el primer revolucionario, glorifica a toda rebeldía, como lucha por la libertad.

 

Conclusión.

Así es una breve característica del sentimiento de humildad, que encontramos en la literatura eclesiástica. Como vemos, no tiene nada en común con el concepto vulgar, cuando la verdadera humildad, por error, es sustituida por una servil auto-humillación. El hombre humilde es consciente de su imperfección y por eso, en todo, se dirige a Dios, por la ayuda. Reconociendo a Dios como al Altísimo Legislador y Juez, el hombre humilde, le obedece en todo a El, se somete a Su voluntad y trata de no pecar. Estando preocupado por corregirse, no nota los defectos de otros y con gusto perdona los errores de éstos. El tiene sed de ser mejor, de acercarse a Dios, y la gloria del Creador, es lo más preciado para él.

Nadie esta asegurado del peligro de pensar exageradamente sobre si mismo. Deseo de elogio, tendencia a subrayar sus éxitos, pasión de enseñar y mandar — son cualidades negativas con las cuales hay que luchar. Llevan a la presunción y orgullo, que hacen al hombre desagradable para la sociedad y repelente ante Dios.

La organización humilde de espíritu es lo mas sano y correcto. Cuando el hombre se acerca a Dios, por el camino de pensamientos piadosos, o en la oración tiene contacto con Su omnipotente Gracia, percibe claramente su propia pequeñez e imperfección. El orgullo es el resultado de la opinión exagerada sobre si mismo y sobre sus capacidades. Viene de ceguera espiritual, cuando el hombre se encierra en si mismo y deja de sentir a Dios.

La fe cristiana nos llama a ser modestos y humildes percibiendo que todo lo bueno en nosotros, no es nuestro, sino del Señor. En realidad, todo proviene de Dios: nuestra vida, y ese hermoso mundo y nuestra salud, diferentes talentos y ventajas en la vida. Por nuestra fe, el perdón de numerosos pecados, la salvación de peligros desconocidos, para nosotros los dones de Gracia, los invisibles caminos de Su Providencia, por los cuales nos lleva hacia el Reino Celestial, por todo eso y mucho otro, debemos agradecer siempre a nuestro Padre Celestial. El nos da todos los bienes por Su Hijo Unigénito, quien murió por nosotros, los muy pecadores, en la cruz. Si nosotros no interferíamos con Dios para que nos salve, estaríamos ya en el Paraíso. Lo que pierde a los hombres es su terquedad y orgullo, no hay otras causas!

Así humildad es esta preciosa indigencia, que eleva al hombre sobre la escalera de virtudes, enriquece con dones espirituales y hace llegar a la puerta del Reino Celestial.

Terminaremos a este trabajo con el elogio a la humildad de "starez" san Siluano.

El alma del humilde es como el mar, tira una piedra al mar, por un momento, alterara levemente su superficie y luego se hundirá en su profundidad.

Así se hunden las penas en el corazón del humilde, porque con él esta la fuerza del Señor.

Donde habitas, el alma humilde, y quien vive en ti, y a que puedo semejarte?

Tu ardes fuerte como el sol y no te consumes, pero con tu calor, calientas a todos.

A ti te pertenece la tierra de los mansos, según la palabra del Señor.

Te pareces a un jardín florido, en cuya profundidad hay una hermosa casa, donde ama habitar el Señor.

A ti te aman el cielo y la tierra.

A ti te aman santos Apóstoles, Profetas, santos Jerarcas y Beatos.

A ti te aman Ángeles, Serafines y Querubines.

A ti, humilde, te ama la Purísima Madre del Señor.

A ti te ama y se alegra por ti el Señor.

 

 

Apéndice.

Relatos sobre el tema del orgullo.

1. Un monje joven, que leyó relatos de las hazañas de antiguos ermitaños, quiso imitarlos. Fue al herrero del monasterio y le pidió de forjarle unos pequeños agregados a las cadenas, que algunos ascetas llevaban para moderar las exigencias de la carne. Al herrero le pareció raro este pedido y no lo hizo. Después de un corto tiempo vino de nuevo el monje con el mismo pedido. Entonces el herrero fue a preguntar al superior del monasterio: "ΏQué hago?"

Pruébalo, dijo el superior, — cuando de nuevo te pida lo mismo pégale en la cara. Si no, dice nada, cumplí con su pedido, pero si se ofende, dile que es orgulloso.

Por tercera vez vino el monje al herrero con su pedido. El herrero hizo, como si se enojaba y le golpeo la mejilla. El monje, ofendido, hizo lo mismo. Entonces el herrero dijo: "Perdóname hermano, el superior me ordeno probarte en esta forma." Entendió el monje que la causa de su pedido era la vanidad y el deseo de parecerse a los santos. Se avergonzó y se fue.

2. En un monasterio, vivía un monje a quien sus compañeros no querían. A menudo lo insultaban, le hacían bromas, lo ofendían. El monje se comportaba con gran dignidad y a todo contestaba con silencio. Viendo esto, el superior del monasterio se admiró de la mansedumbre del monje y le preguntó como llegó a esta tranquilidad y espíritu de mansedumbre. Entonces el monje le contestó: "Para que voy a discutir con estos brutos, ellos son lo mismo que perros." Escuchando esta respuesta, el superior se alejó de él. Tal orgullo él todavía no había visto.

Este caso ilustra como la vanidad puede esconderse bajo acciones buenas y santas.

3. Un anciano padre confesor, con mucha experiencia espiritual, durante la confesión, aconsejaba a su postulante de no ser orgulloso, pero éste, cegado por su mente, contestó: "Perdóname padre pero en mi no hay orgullo." Entonces el sabio anciano le dijo: "Con que, hijo mío, podrías demostrar mejor a tu orgullo, sino con esta respuesta tuya!"

4. El caído Esteban. En el convento de abad Pafnutio, vivía un hermano que se llamaba Esteban. Este cayó en un libertinaje vergonzoso. Se conocen otros casos semejantes, cuando hombres, alejándose en desierto para una vida justa, tentados, luego por pensamientos pecaminosos caían en gula, lujuria y otras pasiones terribles.

Sobre esto, el muy experimentado abad Pafnutio decía: "Todo lo que pasa con nosotros, ocurre por dos causas: o por benevolencia Divina, o porque El lo tolera. Las obras de bien, que llevan a la gloria Divina, acontecen por la benevolencia Divina; en cambio, lo que está vinculado con el daño, peligro o desgracia, pasa por Su permisión. Dios tolera y admite estas desgracias pasar a la gente por la causa de su falta de fe y de juicio, también a aquellos quienes hacen el bien con finalidad sucia, en aras de complacencia o por el orgullo de su mente. A personas así, Dios los abandona para que vuelven al arrepentimiento, y, dejados a si mismos, perciban su abandono y corrijan sus acciones viciosas.

5. Una vez el beato Antonio oraba en su celda y escucho la voz: "Antonio todavía no llegaste a la nivel del curtidor, que vive en Alejandría." Al escuchar esto, el beato Antonio se levantó temprano, tomó su báculo y presuroso fue a Alejandría. Cuando llegó al curtidor indicado, éste se extrañó mucho, reconociendo al beato. Antonio le dijo: "Cuéntame tus acciones que para eso vine aquí, dejando mi ermita." El curtidor contestó: "No conozco algo bueno que hice en mi vida, por esta causa, cada mañana, al levantarme de mi lecho y antes de comenzar a trabajar, digo a mi mismo: Todos los habitantes de esta ciudad, de grandes a chicos, entraran en el Reino de Dios, por sus virtudes, en cambio, yo iré a sufrimientos eternos por mis pecados. Estas mismas palabras repito antes de acostarme a dormir." Escuchando esto, el beato Antonio contestó: "En verdad, hijo mío, tu como un talentoso joyero, estando en tu casa, ganaste el Reino de Dios, en cambio, yo, a pesar de pasar mi vida en el desierto no logré tal inteligencia espiritual, no llegué a la altura de conciencia, que tu expresas con tus palabras.

6. En Babilonia, la hija de un pagano estaba poseída por el diablo. Un monje conocido dijo a su padre que nadie podía curar a su hija, salvo unos ermitaños que él conocía, pero ellos por humildad, no lo querrán hacer. Haremos así: cuando ellos vengan a la feria para vender sus artesanías, pasaremos por compradores. Cuando vengan ellos a la casa para cobrar, les pediremos que recen una oración, y tengo la fe, que tu hija sanará.

Fueron a la feria, allí el discípulo de uno de los ermitaños, vendía canastos. Lo invitaron con los canastos a la casa, para pagarle. Cuando el monje entró en la casa, la poseída corrió hasta él y le pego en una mejilla. Siguiendo el mandamiento del Salvador, él le presento la otra mejilla. El demonio sintió tormento y gritó: "O desgracia. El mandamiento de Jesucristo me echa!" La joven se liberó inmediatamente. Les contaron a los ermitaños todo lo sucedido. Ellos glorificaron a Dios, diciendo: "Es común para el orgullo diabólico — caer ante la humildad del mandamiento de Cristo" (92).

7. En el desierto de Nitria (70 millas al SO de Alejandría en Egipto), vivía un monje Valent, originario de Palestina. Él numerosos años se extenuaba con hazañas monásticas, de manera que muchos lo consideraban santo. Pero, tentado por el espíritu de vanidad y orgullo, él cayó en extrema altivez y se imaginó que los ángeles hablan con él y le sirven.

Una vez, a la tarde, cuando ya oscureció, tejiendo un canasto, hizo caer su lezna al suelo. Largo e inútilmente la buscó cuando de repente, por artes diabólicas, apareció la luz en su celda y Valent vio su lezna. Este "milagro" lo enalteció mas todavía, de manera que Valent comenzó a despreciar a los Santos Sacramentos de Cristo, considerando que ya no necesitaba mas de la Comunión.

Una vez, algunos monjes trajeron frutos para distribuir entre los hermanos del monasterio. El beato presbítero Macario, superior del monasterio, mandó a cada celda una porción de frutos con su bendición, entre otros también para Valent. Habiendo recibido los frutos, Valent ofendió y pego al que los trajo diciendo: "Anda y decile a Macario que yo no soy peor que él y no tiene porque mandarme su bendición." Macario entendió que Valent cayó en la tentación diabólica y fue a aconsejarlo: "Hermano Valent! Te encuentras en seducción, pensa y rogá a Dios," — previno el experimentado anciano. Pero Valent no aceptó su sabio consejo, de manera que Macario tuvo que retirarse triste por el monje caído.

El diablo, seguro que Valent se rindió completamente a él, toma la forma del Salvador y viene a visitarlo de noche con muchos demonios, que tomaron la forma de ángeles, con lámparas encendidas, y así Valent ve ante sí un circulo de fuego y en su centro parado al Salvador. Entonces, uno de los demonios, con aspecto de ángel, dice a Valent: "Con tus hazañas y vida santa tu agradaste tanto a Cristo que El se dignó a venir personalmente a ti. Por eso, rápido, ponte de rodillas y agradécele a El." No sospechando nada, Valent, con sentimiento de éxtasis, cayó y saludo a Satanás, que tomo el aspecto de Cristo,

Al otro día, Valent vino al templo y comenzó a jactarse que el mismo Cristo se le apareció. Dicho esto, comenzó a gritar y exasperarse, y a tirarse contra los hermanos. Lo tuvieron que atar con cadenas. Todo un año, la hermandad entera oraba por Valent y lo sometía a distintas humillaciones, tratando de curar el orgullo con la humildad. Y al final, con esfuerzos conjuntos, lograron una doble curación — de la locura y del orgullo satánico.

 

Sentencias sobre el tema de orgullo y humildad.

De Sagradas Escrituras:

"Antes de perdición — es la soberbia; y antes de la caída — la altivez" (Prov. 16:18). "Antes de la caída se enaltece el corazón del hombre, y humildad antecede a la gloria" (Prov. 18:12). "Cuan grande eres, tanto humíllate y hallaras la gracia del Señor" (Is. Sir. 3:17-18). "De que se enorgullecen la tierra y las cenizas?" (Is. Sir. 10:9). "El Señor saca de raíz a los pueblos y planta en lugar de ellos a lo humildes (Is. Sir. 10:8). Ver también: Is. Sir. 3:21, 4:7, 13:1, 20:11.

"Está cerca el Señor de los quebrantados de corazón y humildes de espíritu salvará" (Sal. 33:19)

El temor del Señor enseña la sabiduría y antes de la gloria hay humildad (Par. 15:33).

Antes de la caída se eleva el corazón del hombre y la humildad antecede a la gloria. (Par. 18:13)

El orgullo del hombre lo humilla, y en él de espíritu humilde reside el honor (Par. 29:23).

Porque así dice el Alto y Sublime, él que habita la eternidad y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con él quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes y para vivificar el corazón de los quebrantados (Isai. 57: 15).

Muchos son los altos y gloriosos, pero los mistérios se abren a lo humildes, porque es grande el poder del Señor, y El es glorificado por los humildes (Sir. 3: 19- 20).

Dijo Jesucristo: Llevar mi yugo sobre vosotros y aprended de Mi, que soy manso y humilde de corazón; y hallareis descanso para vuestras almas (Mat. 11:29).

Los apóstoles discutían entre sí, quién de ellos es el mayor: Jesús, llamando a un niño lo puso en medio de ellos y dijo: en verdad os digo, que si no os volviereis y fuereis como niños no entraréis en el Reino de los Cielos. Así que, cualquiera que se humillare como este niño, éste es el mayor en el Reino de los Cielos (Mat. 18:2- 4).

La oración de la Virgen María: Dios ha mirado a la humildad de Su sierva, pues de aquí, desde ahora, me dirán bienaventurada todas las generaciones (Lc. 1:48).

Jesús pregunta a sus discípulos: "Quien es mayor, el que se sienta en la mesa, o el que sirve? No es él que se sienta en la mesa? Y yo soy entre vosotros él que sirve" (Lc.22:27).

Dios rechaza a los orgullosos y a los humildes da la Gracia (Santiago 4:6).

Jóvenes obedezcan a los ancianos; y todos sumisos unos a otros... porque Dios resiste a los soberbios y da Gracia a los humildes (1Per.5:5, ver Sal 146:6).

"Sirva a otro cada uno, según el don que ha recibido, como buenos dispensadores de las diferentes gracias de Dios. Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios, si alguno ministra, ministre conforme a la virtud que Dios suministra: para que en todas las cosas sea Dios glorificado por Jesucristo al cual es gloria e imperio por los siglos de los siglos, Amén." (1Ped.4:10- 11).

"Quien es sabio y avisado entre vosotros? muestre por buena conversación sus obras en mansedumbre de sabiduría" (Sant. 3:13) "La sabiduría que es de lo alto, primeramente es pura, después pacífica, modesta, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, no juzgadora, no fingida" (Sant. 3:17)

"Os ruego pues hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros disensiones, antes seáis perfectamente unidos en una misma mente y un mismo parecer" (1Cor.1: 10).

"Por tanto, si hay alguna consolación en Cristo; si alguna alegría de amor; si alguna comunión de espíritu; si alguna conmiseraciones y misericordias. Cumplir mi gozo; que sintáis lo mismo teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por terquedad o por vanagloria; antes bien, en humildad, estimados inferiores los unos a los otros. No mirando cada uno lo propio, sino cada cual también a lo de los otros. Que haya pues en vosotros este sentir que hubo en Cristo Jesús" (Filip. 2:1- 5).

Ver también: Rom. 12:16; 1Cor. 1:26- 31; Colos. 3: 12.

De los Santos Padres:

San Macario el Grande.

El Señor, conociendo la debilidad del hombre y su tendencia a enaltecerse, lo retiene y no le deja estar en un esfuerzo continuo de perfeccionamiento. Porque si tu, logrando algo pequeño, te vanaglorias y te haces insoportable para otros, mas todavía, te harás insoportable si te saciaras, de golpe, con todos los dones espirituales. Por eso Dios, conociendo tu imperfección, según Su providencia, te manda penas para que te hagas humilde y con esfuerzo te dirijas a El.

El que ha recibido la gracia, se considera el peor de todos los pecadores. Y tal pensamiento es natural para él. Cuan más profundo conoce el hombre a Dios, tanto más se considera ignorante y cuanto más estudia, tanto más ve que no sabe nada. La gracia que le ayuda, le induce este modo de pensar, como natural.

Si ves a alguien, que se enaltece y se vanagloria con sus dones, que sepas que hasta si puede hacer milagros y levantar a los muertos... es robado por la fuerza del mal, sin que lo note. Si hasta realiza milagros — no creas en él, porque el signo de un verdadero cristiano es que cuando sea digno de dones Divinos, lo esconde de las miradas de otros. Poseyendo los tesoros del rey, el creyente los esconde como diciendo "No es mío ese tesoro, otro lo colocó aquí." Si alguien dice: "Me es suficiente lo que logré y no necesito más" — este ya no es cristiano, se encuentra en la tentación y se izo instrumento del diablo. Porque el goce con Dios es insaciable y en qué medida toma y comulga con bienes espirituales, en esta medida se hace más hambriento. Esta gente tiene un cálido e irresistible amor a Dios. Cuanto más ganan y logran, tanto más se consideran pobres.

Diádoco, el Bienaventurado.

Quien ama a si mismo, no puede plenamente amar a Dios, y quien no ama a si mismo a causa de fuerte amor a Dios, sólo éste verdaderamente ama a Dios. Este hombre nunca deseará gloria para él, sino solo para Dios....Para el alma, llena de amor a Dios, y de sentimiento Divino, es natural buscar una única gloria Divina y en relación a si mismo — gozar con humildad. Porque a Dios, por Su Grandeza, corresponde la gloria, al hombre — la humildad.

San Elías Ecdict.

Como él que piensa altamente en si, no ve sus faltas así, el humilde — no ve a sus cualidades buenas. En el primero, las faltas cubren un desconocimiento nado bueno, en el segundo, es un bueno, que agrada a Dios.

Como el mercader sin oro — no es mercader, a pesar de ser muy capaz para el comercio: así, el hombre que se esfuerza sin humildad, no verá buenos frutos de la virtud, a pesar de confiar mucho en su mente.

Distintos maestros espirituales.

Si vieran a un joven, viviendo por su voluntad y valientemente subiendo al cielo, agarralo de las piernas y bájalo a la tierra, porque tal subida, es nociva para él.

El éxito espiritual del hombre se mide con su humildad. Como se rebaja en humildad, asi se eleva en las virtudes.

Prefiero al hombre que peca y se arrepiente, a uno que no peca, ni se arrepiente (Abad. Pimen)

El hombre humilde es sabio, porque no tiene lengua, para reprochar a otro por su falta de esfuerzo y negligencia, no tiene ojos, para ver las faltas de otros; no tiene oídos, para oír como juzgan a otros...El sólo se ocupa de sus pecados (Abad Isaía).

San Juan Casiano.

La séptima lucha nos espera, con el espíritu de vanidad — esta variedad de pasión cambiante y fina, difícil de notar y de reconocer y de la cual es difícil de escapar. Otras pasiones son simples y uniformes, en cambio, ésta es multiforme y ataca al soldado de Cristo por todos lados: tanto, cuando todavía lucha, como cuando ya llega a la victoria. La vanidad atenta para herir al soldado con todos los medios: su vestimenta, su apariencia y caminar, su voz y lectura, su trabajo y vigilia, sus ayunos y oraciones, soledad y bondad. Como una roca peligrosa, escondida debajo de las olas, de repente causa el naufragio a los navegantes, cuando menos lo esperan.

Otras pasiones, a medida que las vencemos, se marchitan y debilitan cada día más, a veces, simplemente con el cambio de lugar y de condiciones de vida, se agotan y se calman. Además, gracias a su enemistad con las virtudes contrarias, nos es mas fácil de prevenir o evitarlas. Pero la pasión de vanidad, cuando parece derrotada, con una fuerza mayor todavía sigue atacando y cuando es considerada muerta, revive sana y potente. Otras pasiones son tiranas, sólo sobre sus víctimas que vencieron, mientras que ésta arremete a sus vencedores, más cruelmente y los domina con pensamientos de vanidad, justamente, a causa de la victoria sobre ella. En esta, particularmente se manifiesta la fina astucia del enemigo, ya que el soldado de Cristo se hiere con sus propias flechas.

La octava y última batalla, nos espera con el espíritu de orgullo. Esta pasión, según el orden de mención es la última, pero por su iniciación y tiempo, es primera. Orgullo es el animal mas feroz e indomable. Ataca, particularmente a los perfectos y los traga cuando ellos casi llegan a la cima de virtudes.

Así debemos tender a la perfección, para que teniendo la dedicación en ayuno, vigilia, oración, contrición de corazón y cuerpo y otras hazañas, no nos pongamos orgullosos, para que nuestros trabajos no sean vanos. Hay que recordar que con nuestros esfuerzos y hazañas, solos, no podemos llegar a la perfección y hasta las hazañas y otros ejercicios espirituales, no podemos realizar sin la ayuda de la Gracia Divina.

San Juan Clímaco.

Señor, a menudo, esconde de ojos nuestros hasta aquellas virtudes que logramos. La persona que nos alaba o mejor dicho, nos confunde con su alabanza nos abre los ojos y en cuanto éstos se abren, la riqueza de la virtud desaparece.

El orgulloso, se parece a una manzana podrida en su interior, pero externamente hermosa.

El orgulloso, no necesita de diablo-tentador: él mismo para si es diablo y tirano.

Quien se enaltece con dones naturales como ingenio, comprensión, lectura y pronunciación, rapidez mental y otras capacidades obtenidas sin esfuerzo, éste nunca obtendrá los bienes sobrenaturales, porque infiel en lo poco, es en mucho — infiel y vanidoso.

Ningún pensamiento es tan difícil de confesar, como pensamientos infames (por causa de orgullo) y por eso algunos sufren de pensamientos infames hasta la vejez. Hay que saber, que nada colabora tanto con el éxito de los demonios, como el hecho de no confesar los pensamientos malos, así, si los guardamos en nosotros, con esto fortificamos a los demonios.

Si el orgullo transformó a algunos ángeles en demonios, sin duda la humildad puede de demonios, hacer ángeles. Así, que se atrevan los caídos, esperando en Dios.

Ocurre a veces, que no sólo de los fieles, sino también de los nocreyentes se alejan todas las pasiones, dejando una sola, la cual, como el mal primario, sustituye a todas las demás y es tan nociva que puede hacer caer del cielo mismo — ésta es el orgullo.

A menudo, Dios providencialmente, deja en la gente espiritual algunas pasiones menores, para que ellos teniendo conciencia de su debilidad, se reprochen y así se enriquezcan con la sabiduría de la humildad.

Como pobres, viendo los tesoros del rey, sienten más todavía su pobreza, así el alma, leyendo los relatos sobre las grandes virtudes de los santos padres, se hace, sin querer, más humilde en sus pensamientos.

Quien es débil de cuerpo, e hizo muchos pecados pesados, que avance por el camino de la humildad y las virtudes emparentadas, porque otra salvación no podrá hallar.

Cuando el diablo de orgullo se afirma en sus servidores, entonces se les aparece en sueño, o en vigilia, en forma de un ángel o santo, y les abre ciertos misterios, como si fuera por el don de gracia, para que estos condenados se tienten, y queden privados completamente de la razón.

Maestros espirituales Barsanofio y Juan.

Vamos siempre a practicar la humildad porque el humilde está postrado y el postrado adonde puede caer? En cambio, si subimos a la altura, es fácil caer. Si nos convertimos y corregimos, estos méritos no son nuestros — es un don Divino, porque: "El Señor levanta a los caídos y da sabiduría a los ciegos."

Hay que considerarse mas pecador, que todos los pecadores, y que no hemos hecho nada bueno ante Dios reprocharnos a nosotros mismos, en todo tiempo, en todo lugar y por todo lo hecho.

La pregunta si se debe discutir con los pensamientos que nos abruman, diré: No discutan. Los enemigos sólo desean esto y viendo la discusión no dejan de atacar. Es mejor orar al Señor, abriendo ante El su debilidad, y El ayudará no sólo a ahuyentar, sino a destruir completamente estos pensamientos.

San Isaac el Sirio.

Como la oposición al fino sentimiento de vanidad, confesa sinceramente al Señor en oración tu debilidad e ignorancia, para no resultar abandonado (por Dios) y no sufrir la tentación de deseos sucios, ya que la lujuria sigue al orgullo.

La virtud es la madre de tristeza. De la tristeza nace la humildad y a la humildad se otorga la gracia. El premio que sigue, no es por las virtudes, ni por el trabajo para lograrlas, sino por la humildad que llegó a través de ellas. Si está ausente la humildad, las virtudes son vanas.

En una persona sabia, penetrada de la humildad, nunca hay presteza, apuro, confusión, pensamientos ardientes y ligeros, sino, en todo tiempo ella permanece en paz. No hay nada que pueda admirar, confundir o espantarla — porque en las tristezas no se espanta y no se pierde el ánimo, ni en la alegría se maravilla o se extasía. Pero toda su alegría y gozo están en lo que quiere su Señor.

No te apoyes en tu fuerza, para que el Señor no te deje caer en la debilidad — y entonces, por amarga experiencia conocerás a tu debilidad.

En todo, en que se vanagloria el hombre, Dios permite cambios, para que sufriendo la derrota aprenda la humildad.

Quien busca el honor, de él éste huye, y quien huye del honor, éste lo persigue de atrás.

El hombre que logró saber la medida de su debilidad logró la perfección de la humildad.

Los verdaderos justos piensan que son indignos de Dios. Su justicia se ve, justamente, porque se sienten condenados e indignos de la providencia Divina la cual reconocen secretamente, o abiertamente, siendo enseñados para eso por el Espíritu Santo para que ellos siempre estén en esfuerzo y estrechez, mientras se encuentran es esta vida. Dios, mientras, les prepara la paz en el siglo futuro. Por eso, todo aquel en quien habita el Señor, no desea vivir en paz o librarse de penas, pero, a veces, se le otorga misteriosamente, un consuelo espiritual.

Simón el Nuevo Teólogo.

"Cuando alguien es rebajado o molestado y se resiente fuertemente en su corazón, este hombre, que se sepa, lleva en sus entrañas a la antigua serpiente (el orgullo). Si, en cambio, el soporta las ofensas en silencio, hará a la serpiente débil y paralizada. Y si discutiera y hablara con amargura y arrogancia — eso agregaría fuerzas a la serpiente, para verter el veneno en su corazón y sin piedad consumir a sus entrañas.

San Juan de Kronstadt.

Cuanto puedes, se manso, humilde, simple en relación con todos, sin falsedad, considerándote el más despreciable de todos, el más pecador y débil. Di a ti mismo: "Entre los pecadores — yo primero." Del orgullo nace una fría e insincera relación con el prójimo.

Con atención observa la manifestación de orgullo; se acerca imperfectible, principalmente durante el enfado con otros, por causas ínfimas.

Si deseas ser humilde, considérate digno de todo mal y maledicencia de otros. No te ofusques, cuando te critican o calumnian. Decid: "‘Que sea Padre Santo tu voluntad!" Recuerda lo que dijo el Salvador: "El siervo no es mayor que su Señor: si el mundo os aborrece, sabed que a Mi me ha aborrecido antes que a vosotros." (Jn 13:16; 15:18).

Recordad lo que dicen las Sagradas Escrituras: "No seas vencido por el mal, sino vence al mal con el bien (Rom 12:21). "Medico cúrate a ti mismo" (Lc 4:23) "Porque ves la paja en el ojo de tu hermano y no sientes el tronco que esta en tu ojo? Saca primero el tronco de tu ojo" (Mat. 7:3-5). No te extrañes si se harán más frecuentes groseras ofensas contra ti: tus enemigos, viendo tu debilidad, comenzaran a aprovecharla. Así no seas vencido por el mal, sino vence al mal, por el bien (Rom 12:21).

Al que te ofende hazle entender que él no te ofendió a ti, sino, solo a si mismo. Muestra compasión que él esta tan fácilmente vencido por sus pasiones y enfermo de alma. Cuan más grosero y enfadado es él, tanto muestra más mansedumbre y amor. Así, seguro lo vencerás. El bien, siempre, es mas fuerte que el mal y por eso siempre es victorioso. Recuerda que todos nosotros somos débiles y fácilmente vencidos por las pasiones. Por eso seas manso y condescendiente hacia aquellos que pecan contra ti. Tu también estas enfermo, igual que tu hermano. Perdona las deudas a tus deudores, para que el Padre Celestial te perdone tus deudas.

Tu no tienes ganas de orar por la persona que desprecias, por eso ora — ya que no quieres; por eso acudí al Médico que tu mismo estas enfermo de maldad u orgullo, como lo está el despreciado por ti. Ora, para que el Señor te enseñe de no guardar maldad y tener paciencia, para que El te fortifique para amar a los enemigos y no sólo a los amigos, para que El te instruya a orar por los enemigos con la misma sinceridad como por los amigos.

Maestro espiritual Siluano, "starez."

Si tu mente quiere orar en el corazón y no puede, lee la oración con la boca, y mantén la mente en las palabras de la oración, como dice la "Escala." Con el tiempo, el Señor te dará la oración de corazón, y vas a orar fácilmente. Algunos se estropearon el corazón porque trataban de orar con la mente en el corazón y llegaron hasta la situación, que ni con la boca podían decir la oración. Sabed que en el orden de la vida espiritual: los dones se dan a un alma simple, humilde y obediente. Quien es obediente y contenido en todo: en la comida, palabra, movimientos, a ese, el Mismo Señor le da la oración, y ella fácilmente se realiza en el corazón.

La oración contínua viene de amor y se pierde por juzgar, por palabras vanas y la no continencia. Quien ama a Dios, éste puede pensar en El día y noche, porque nada le impide amar a Dios.

Aprender la humildad de Cristo —- es un gran bien, con ella vivir es fácil y alegre, y todo es agradable al corazón. Sólo a los humildes se revela el Señor por el Espíritu Santo, y si no nos humillaremos, no veremos a Dios.

La humildad es la luz, en la cual podemos ver la Luz-Dios, tal como se canta: "En Tu luz, veremos la luz."

El Señor ama a los hombres, pero les manda penas para que conozcan a su debilidad y se humillen y por su humildad reciban al Espíritu Santo y con el Espíritu Santo — todo está bien, todo alegre, todo hermoso.

Alguno sufre mucho de pobreza y enfermedades, pero no es humilde y por eso sufre sin provecho. En cambio, quien se humilla, está contento con todo destino, porque el Señor es su riqueza y alegría y todos admiran la belleza de su alma.

Tu dices: "Tengo mucha aflicción. Pero te diré, o mejor el Mismo Señor dice: hágate humilde y veras, que tus dificultades se transformaran en paz, de manera, que tu mismo extrañado dirás: Por qué antes yo sufría tanto y me apesadumbraba? Pero ahora te alegras, porque te rebajaste y llegó la gracia Divina, ahora, aunque estés solo y pobre, la alegría no te dejara, ya que en tu alma está la paz, sobre la cual el Señor dijo: "Mi paz os doy." Así a cada alma humilde el Señor le da la paz.

Hay muchos tipos de humildad. Uno es obediente en todo y en todo se reprocha — esto es la humildad. Otro hace penitencia de sus pecados y se considera indigno ante Dios — esto también es la humildad. Pero posee otra humildad aquel, quien conoció al Señor por Espíritu Santo, ese tiene otro conocimiento y otro gusto.

Cuando el alma vera al Señor por Espíritu Santo cuan manso y humilde es El, entonces ella se humilla hasta el fin y ésta es la humildad particular y nadie la puede describir y se conoce solo por Espíritu Santo. Y si los hombres conocieran por Espíritu Santo, — como es nuestro Señor, todo cambiaría: los ricos despreciarían a sus riquezas, los científicos a sus ciencias, los gobernantes a sus gloria y poder y todos se harían humildes y vivirían en gran paz y amor y en la tierra habría una gran alegría.

Maestro espiritual Paisius Eznepidis.

El maestro centraba toda la acción espiritual del cristiano en la obtención de la sabiduría de humildad. El decía: "Dios ama mucho al hombre, sabe problemas de cada uno y quiere ayudar antes que éste le pida, ya que para Dios no hay dificultades, siendo El omnipotente. En este caso el Señor encuentra la dificultad que nace de hombre no humilde! Así, la dificultad que tiene Dios es única — El no "puede" ayudar hasta que el alma del hombre se humille. Entonces, el bondadoso Dios, en cierto modo, se "aflige" porque ve que Su criatura sufre y El "no puede" ayudar porque sabe que lo que le pide el hombre será nocivo para él, por falta de tener un razonamiento humilde. Lo que pasa con el hombre, está absolutamente unido con la humildad: Vemos por ejemplo al hombre atacado y vencido por alguna pasión: Dios lo permite sólo porque al alma del enaltecido tiene un pensamiento peligroso, o sea, — tendencia hacia el orgullo. El hombre puede odiar a pasiones concretas y no desearlas y hasta verter la sangre para dejarlas, pero no tendrá éxito porque Dios no le ayuda, y no le ayudará — hasta que se haga humilde (porque, a pesar de odiar a pasiones concretas — él es esclavo del orgullo, que introduce a todas las otras pasiones).

Para progresar espiritualmente, el hombre puede pedir a Dios amor, oración, sabiduría, obediencia, y otras virtudes. Pero Dios quiere que lo sepamos muy bien — que El no nos dará nada de lo pedido, a pesar de nuestros esfuerzos — si antes no nos rebajamos. Cuando, en cambio, tenemos como único fin la humildad, Dios nos dará todo lo otro gratis.

Dios quiere que nosotros sólo una cosa — la humildad nada más. Quiere sólo ayudarnos con Su Divina Gracia, la cual, antes que hagamos algo, nos dio con Santo Bautismo. La Gracia Divina nos ayuda a amar al Señor y a conocerlo. El Señor hace todo — sólo que tengamos la humildad, para no entorpecer la Gracia Divina y permitirle actuar. Nosotros mismos lo impedimos cuando no tenemos humildad. Una sola cosa se antepone a la Gracia Divina — es el orgullo.

El maestro espiritual de Optin Barsanofio Plejankov.

Para semejarnos a Dios, hay que cumplir Sus Santos mandamientos. Pero si observamos con atención, resultará que verdaderamente no hemos cumplido a ninguno de ellos....Consideremos a todo ellos y veremos que a éste apenas lo tocamos, al otro también intentábamos a cumplir, varias veces. Así, por ejemplo, el mandamiento de amor a los enemigos ni lo tocamos. Qué queda por hacer para nosotros pecadores? Cómo salvarnos? Únicamente — a través de la humildad. "Señor, en todo pequé, no hay nada bueno en mi, espero Tu ilimitada misericordia." Somos verdaderos fracasados ante el Señor, pero por la humildad nuestra, El no nos rechazará. Y, en realidad, es mejor, siendo pecadores, considerarse grandes pecadores, que en posesión de algunas obras buenas — vanagloriarse con ellas, considerándonos justos. En el Evangelio están representados estos dos ejemplos en las personas del fariseo y el publicano.

San Teofano el Recluso.

La simplicidad es el rasgo inseparable de la humildad, porque donde no hay simplicidad, tampoco hay humildad. La simplicidad no es falsa, sospechosa, ni fácil de ofender, no ve a si misma, no da importancia a si misma, etc. Todo esto significa la humildad. El rasgo principal de la humildad — es sentir que no represento nada, y si tengo algo — todo esto es de Dios.

Ud. se queja, que el espíritu de vanidad ataca. Tenga cuidado, entonces. Es una serpiente de muchas cabezas. A veces se transforma en la humildad misma... La vanidad es fina, pero el alma la hace grosera. Y el Señor a los que indulgen a los pensamientos vanidosos les quita la gracia y los deja caer. El desastre no está lejos!

Orgullo es la pasión más nociva y tanto más mala, que de afuera parece pura. Los padres espirituales les prevenían de orgullo todavía en vuestra infancia. Esto significa que Dios quiere que se hagan humildes, y esta listo de otorgar la humildad, si la están buscando...

 

Folleto Misionero # S125

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Editor: Obispo Alejandro (Mileant)

 

(humility_pride_s.doc, 09-21-2002).

 

Edited by

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E. Anzibor, L. Betin

 

C. M.

10/30/02