Casos Contemporáneos de

Ayuda Milagrosa

Traducido del ruso por Taisa Morosoff

 

 

Contenido:

Introducción. Milagros y la realidad. Proceder con respecto al milagro. "Pedid y les será dado."

Relatos acerca de la ayuda Divina.

Curación de eczemas: "No tomes nunca." "Hay que tener confianza en la Ayuda Divina." ¡Dios Ruso, ayúdame! "Mantén la dirección sudoeste." Transformación milagrosa. Oso. Imagen del Salvador en el Cielo. "¡Padre Alexis, Sálvame! "¡Padre Nuestro....!" "Segundo juramento." "¡Ven, Hija!" "Dios me rescató debajo del hielo..." Un Angel orientó a un moribundo. Acerca de la importancia de la Proscomidia.* Apertura de una "paricula" de la Realidad Superior. Una mirada sanó milagrosamente mi alma. "Como salvé la vida de mi hijo a través del Bautismo." "¿Como llegué hacia Dios? " "Nunca decimos la Verdad." "Cuando clamas por Dios." Curación de la ceguera. "No puedo beber!" "Dios nos salvó." Amenazante indicio. Fuerza de la oración. Aviso a los padres. Voces. Niña con Retardo Mental. ¿Quieres venir Conmigo? Ayuda de Dios a un ateo. Milagro con el Paracaídas. Milagro del Fuego Sagrado.

Alegría de apenados, Protectora de los ofendidos.

Alegría Inesperada. "Levántate y levanta." Ayuda del icono de la Madre de Dios de Vladimir. Conversión de un oficial. Encuentro. Tía Polia. "Si no fuera por Ella... " En el la maleza de Belovegi. "Conviértete, estas perdida." Pronta ayuda. Aparición sobre el cielo de Stalingrado. ¿Quién ayuda a los Rusos? La Reina Celestial no nos va a abandonar. Educadora Celestial de las hijas. "Te pido así por primera vez... " Una muda empezó a hablar. La Madre de Dios vino con nosotros!" Icono de Tijvin de la Madre de Dios. "No Le voy a pedir nada..." Milagros sobre el sendero. Protectora diligente. "Santísima Madre de Dios: ¡Sálvame!" "Madre querida, todavía me duele."

Los Santos Devotos de Dios vienen en nuestra ayuda.

Jerarca San Nicolás. "En vez de ti, está san Nicolás" el Jerarca. "Rápido para ayudar." "¿Adónde vas, muchacha?" "Pronta ayuda al los infortunados." "¿Porqué duermes?" "¿Y tu miras eso?" "¡San Nicolás, ayúdame, padre!" Salvación de una madre con el niño. "¡Ahora necesito ayuda!" "Bajó del icono, como por escalera." "¿Serás acaso un ángel de Dios?" Joven petrificada. Beato Serafín de Sarov. Mina. Milagrosa conversión de un joven. "El agua está helada..." "Tulupchik" (gabán de piel de oveja). "Toma agua de mi manantial... " "Permanece bien parado, no te caigas..." "¿Quién es ese anciano?" Libro. Pan. "¡No va a doler más!" Panecillo duro. "Ve hacia la Reina Celestial."

Milagros de Santos Diversos.

Santo y justo Juan de Kronstadt. "Agradece al padre." "Pronto te casarás." Oración incomprensible. Curación. Padre Teodoro. Jerarca Ioasaf Belgorodsky. Hierarca Antonio de Voronez. San Juan el Bautista. Gran Mártir Panteleon. Curación Milagrosa. Renovación del icono de San Panteleon. Santa Beata Ksenia. Apariciones de fallecidos. "La muerte es renacimiento para la vida." "Hay, hay, hay!" Relato del padre Jorge. Niña con vestido rosado. Ateo avergonzado. "Mama, si usted ha fallecido." "¡Pequeña, Dios existe!" En la Noche de Pascuas. "¡Trepate aquí con nosotros!" Ejemplos de grandeza de espíritu cristiano. Anciano Heraclio. "Tómenme como rehén..." Conclusión. Agregado Beato Isaac el Sirio sobre milagros y enseñas (relato). Obispo Ignacio (Brianchaninov) acerca de milagros y aflicciones.

 

Introducción.

Relatos acerca de las milagrosas ayudas de Dios, compiladas aquí, se refieren al siglo XX y son una mínima parte de todo lo sabido, transmitido oralmente y escrito en otros libros. La recopilación de estos relatos comenzó después del encuentro con Lidia Caleda — esposa del extraordinario sacerdote padre Gleb Caleda. Ella nos mostró un prolijo conjunto de múltiples escritos a máquina con el nombre, "Relatos no imaginados" los que encontró revisando los archivos del padre Gleb. Nos llamó la atención la simpleza de los relatos, la mayoría de los cuales fueron documentados durante el poderío Soviético, cuando por un trabajo semejante se podía perder la libertad, en lugares "no muy alejados."

Todos nuestros relatores son serios y equilibrados oradores, quienes de ninguna manera pueden ser tildados de anormales o con alucinaciones. Además son personas de gran fe y para ellos sería inconcebible y pecaminoso inventar tales historias. Consideramos imprescindible introducir el libro con la palabra de un sacerdote, enseñando el correcto relacionamiento ortodoxo para con los milagros, ayudando de esta manera a distinguir el milagro verdadero del falso.

El tema de los milagros de Dios se complica porque ello se relaciona con el concepto de cada persona y su relación con Dios y con lo sobrenatural. Los materialistas radicalizados en principio no reconocen nada en el más allá, a pesar de que estas apariciones abundan.

Entre las personas que se consideran cristianas, pero no practicantes espiritualmente, encontramos posiciones contrarias en relación a situaciones inexplicables: ellos son capaces de convertir en milagro algo que no se puede explicar. En nuestros tiempos se observa mucho interés por lo desconocido y lo del más allá, todos recordamos el agiotaje acerca de los tamborileros, comunicadores con voces "del cosmos, " voluntad de tener relación con espíritus, etc.

Este tipo de superficialidad es peligrosa, porque hace que se difundan temas por personas no preparadas (charlatanes) y lo que es peor, nos introducen en la región de influencia de espíritus bajos, que son muy astutos y peligrosos. Por eso, aceptando en principio a los milagros como una manifestación de la benigna voluntad Divina, la Iglesia insiste siempre en proceder con sumo juicio hacia las misteriosas manifestaciones e investigar si proceden de Dios, o del enemigo del género humano. Esta recopilación se edita especialmente para ayudar a comprender mejor este tema.

Milagros y la realidad.

¿Qué es el milagro y como proceder ante él?

Trataremos de citar milagros determinados desde el punto de vista científico.

La ciencia se basa en hechos y teorías, para explicarlos. Hecho — es toda acción que puede repetir cualquier otra persona, en cualquier lugar, dentro de ciertas condiciones específicas. Es importante que la persona tenga cierto nivel de preparación pero no tiene ninguna importancia su rectitud moral, o no, ser egoísta o altruista, creyente o no. Además este hecho debe ser apoyado por nuestros sentimientos. El milagro es real — pero no es un hecho cotidiano, que puede ser incitado o repetido voluntariamente.

Existe en verdad un milagro el cual siempre se cumple durante la liturgia — es el milagro de la Eucaristía, pero no se percibe a través de los órganos de los sentidos y solo se experimenta a través del alma creyente.

Hay también un milagro común que es el descenso del fuego de Gracia Divina sobre el Santo Sepulcro, el que se repite anualmente en Jerusalén en la noche de la Pascua ortodoxa. Observan este milagro todos, los reunidos en derredor del Santo Sepulcro cuando desciende el fuego, en ese momento cada uno puede tocar el fuego con sus manos, el cual durante cierto tiempo no quema y lo cual comprueban miles de personas reunidas para la ocasión. Una vela encendida con él arde y se puede colocar la mano o hasta la barba sobre ella sin ningún daño, y esto lo puede experimentar cualquier persona. Desde el punto de vista científico es un — hecho, conocido en todo el mundo. ¿y acaso — todo el mundo resolvió profesar la ortodoxia? — nada de eso se observa. ¿y porqué ¿— porque un solo hecho no es suficiente para la conscientisación — se necesitan teorías para explicar este hecho.

Teorías pueden haber muchas y cada una de ellas lo explica de una manera distinta. ¿a cuál de las teorías hay que seguir? — cada persona tiene que escoger por sí sola. El problema es que entre una teoría y otra no hay una relación lógica. En el inicio de cualquier teoría hay axiomas (al principio aceptadas sin pruebas), después, y por ley todo tiene su causa.. Lo posterior ya depende no de quién, sino de qué. Qué — es la materia, tornillos de un mecanismo: ellos guían los posteriores pasos del procedimiento. Sin embargo, el juego de tornillos que se han de usar depende de quién, y no de qué. Este mismo quién es el que hace la elección. En los oficios ortodoxos este "quién" tiene el nombre de persona (en griego — hipóstasis). La persona hace este primer paso ilógico, y luego — todo va según la lógica. Como resultado, ¿qué teoría seguir? — eliges tú!

En la ciencia se sigue la teoría que aclarando los hechos anteriores se puede predecir los hechos posteriores o decir cómo y donde se puede encontrar hasta ahora un hecho desconocido. Mientras esta teoría sea posible se la utiliza. Dentro de los límites en los cuales ella "trabaja, " podemos ciertamente seguir usándola hasta sabiendo de antemano que no es muy precisa. Por esta razón en la ciencia pueden haber teorías muy primitivas con una lógica como: si no es muy necesario para algo grande (importante), hechos que no son explicados por esta teoría pueden no ser tomados en cuenta. — ¿para qué romperse la cabeza con ellos?

Lo mismo pasa cuando se toma posición en nuestra vida espiritual. Claro, el fuego sagrado no quema — ¿y qué me importa ello? ¿ustedes dicen que su Dios es el más poderoso? El me castigará si yo no estoy con El, me mandará a eternos martirios? más me opondré a El. Su Dios está demostrando su fuerza: yo, pues podré caminar sobre el agua, y tú — no, yo podré hacer de una piedra pan, y tú perecerás en el desierto sin mí. Bien, y pereceré — ¡yo no me someteré! yo soy libre — y no seré esclavo.

He, aquí donde se pueden traer hechos indiscutibles. Pueden no convencer a una persona firme y libre, pero puede surgir una discusión. El hecho — es algo indiscutible, negarlo es — imposible, pero se puede luchar contra él. Pueden perecer pero no doblegarse ante la fuerza — esto es nuestro derecho. El hecho — es una imposición conocida y obligatoria. Cualquier teoría se puede negar, suplantar por otra, más coherente, usando nuestro particular pensamiento, pero ante el hecho se puede luchar o sumirse a él — no hay una tercera posición. Por ello Dios no hace milagros como hechos cotidianos de nuestra vida, pues ello — obliga a la persona a elegir.

El milagro del fuego sagrado, aunque se repite año a año —se refiere a temas que son vistos. El es enviado por Dios, como alegría celestial, como conscientización, como recordación paternal y como apoyo a los ambiguos.

Para cada persona en particular de una manera u otra el que tiene contacto con el milagro, percibe la fuerza de un hecho real, y por tanto en cierta medida es algo relacionado con la fe, con un cambio de la vida común muy radical. Aquí surge la contradicción: Dios — es Amor indecible e inmenso, infinita Misericordia, y el milagro — es la manifestación del Amor y Benevolencia de Dios hacia el hombre que en ese momento se encuentra martirizado, desesperado. Y el único don que el hombre agradecido puede darle a Dios, — es un reconocimiento amoroso como hijo.

Pero el amor solo se puede dar y recibir con libertad. Si nosotros entendemos esto, el Señor — más aún. Por ello El no nos obliga a amarlo, no produce violencia espiritual en nosotros. Pero El nos dijo: Pidan, y se les dará, busquen y encontrarán; golpeen y se les abrirá (Mat. 7:7). Por ello se otorga ayuda milagrosa sobrenatural a aquellos, quienes están dispuestos a pedir, y quiénes son capaces de pedir, ya están cerca del amor.

Algunos dicen: "¿muéstrenme un milagro — entonces creeré? ¡Incrédulos!, ¿nunca han leído el Evangelio? — y no son sabedores que el Señor, tentado por el diablo en el desierto, rechazó al milagro como panacéa para conquistar al hombre. El Señor no engendra milagros para que crean en El. El Señor no necesita que tengan fe en El, — El necesita que Lo quieran, y no -- porque El no pueda existir sin el amor humano, sino porque el hombre de otra manera nunca se va a elevar de la tierra, nunca alcanzará la vida eterna, sin haber aprendido a amar — amar a su Creador y al prójimo, a su hermano--, porque el amor — es el único caudal para la vida eterna.

Por ello la persona creyente y amante de Dios está rodeada de milagros, y ellos son para El — una realidad igual al mundo físico. Si el hombre lee o hasta ve que el beato camina sobre el mar, como sobre una superficie, — recibe en sus manos un icono maravilloso y milagroso, para él eso es un hecho tan real como cuando está parado por ejemplo en un camino cualquiera y no se hunde.

Ciertamente cada milagro es un hecho cuya secreta apertura al alma humana no siempre considera necesario y útil comunicarlo al prójimo temiendo ser incomprendido, ridiculizado. Pero el Señor por él, contraviene las leyes del mundo material, siendo condescendiente con su pena o debilidad. La transmisión de la experiencia de la alegría de vivir un milagro, puede ser útil e importante que se difunda no solo en la familia, iglesia, sino en un campo más amplio. Dios a veces conscientiza grandes masas de personas si se infringe la Providencia Divina. Así como ejemplo tenemos el intimidante milagro de la aparición de la Santísima Virgen Vladimirskaia a Tamerlan en el día de la recordación de la presentación de Jesús en el templo en Moscú.

Desde el punto de vista de las leyes físicas, la retirada de Tamerlan y su séquito de Moscú, — que iba a ser defendida por unas fuerzas poco numerosas— era un absurdo. Valorar este hecho histórico de otra manera que no sea un milagro solo es hacer injusticia.

Semejantes milagros en nuestra historia no faltan. Un reciente milagro — derrumbe del gobierno soviético. Para el conocedor del sistema organizado de seguridad del gobierno, es un milagro incuestionable. Por cierto Dios, tiene Su destino predeterminado para nuestra Patria.

De esta manera para el ortodoxo el milagro es una real manifestación de la vida, como todas las demás manifestaciones. Todo esto Dios nos entrega con Su Providencia. Alguien de nosotros necesita ayuda material, alguien alivio en padecimientos físicos, alguien necesita una aclaración, hacer despertar y reconsiderar su actuación en esta vida — pues delante de su vista comienza un icono a emanar mirra. Cada milagro Divino tiene un fin benévolo concreto. Por ello un hombre ortodoxo fiel cree pecado buscar el milagro por el milagro, —solo para satisfacer su curiosidad.

Si en nuestra vida aparece algo sobrenatural — por ejemplo aparición de una luz, o de un ángel durante la oración — el ortodoxo, venerando sinceramente a Dios, razona de la siguiente manera: "Dios comprende que yo lo amo, pero el amor no depende de las dádivas, si no es generado por una real necesidad. Por lo tanto es alguien que bajo la imagen de Dios quiere demostrarme su "amor." Dios no pisa en falso. Quiere decir que seguramente, alguien quiere embaucarme. Cuál es el motivo para demostrarme aquello que yo ya sé, si eso no es necesario para cumplir u obedecer a Dios. Tales hechos milagrosos "vacíos "seguramente son exteriorizaciones del mundo agresivo a Dios, y por ello no vamos a prestarle atención Si estoy rezando a Dios la aparición ante mi de un ángel es para distraerme de la oración. Si es un ángel Divino no hará esto, por lo tanto no es de Dios. Y con algo no divino es peligroso tener relación, yo no estoy lo suficientemente fuerte para ello."

Esta actitud es la correcta del ortodoxo ante tan "ruidoso" y seductor "milagro." Felizmente no todos los milagros son así, es importante saber diferenciarlos. En este asunto el único criterio para separar el grano del esputo — es la voz de la Iglesia, como órgano vivo dirigido por caminos conocidos por Dios, la Iglesia elimina de su superficie todo lo vacío y falso, dejando solo aquello que conduce a sus súbditos hacia Dios y la vida eterna.

Sacerdote Savva Scherbin.

 

Proceder con respecto al milagro.

Hechos diferenciables en los verdaderos milagros Divinos son su benevolente resultado. Si la persona después de sucederle a él o en derredor un milagro respondió con arrepentimiento y con fe en Dios, si comenzó a rectificarse y vivir más benevolente — es muy seguro que estamos ante un auténtico milagro. En caso de que la persona en contacto con el milagro comience a enorgullecerse, diciendo: "yo no soy como todos...yo soy el elegido" — esto es seducción. Justamente la seguridad de su elección y la fuerza de su carácter son usados por los sanadores y extrasensores.

A estos enorgullecedores milagros se refieren las palabras del Salvador: Muchos Me dirán en aquél día, (Juicio final):" ¡Señor! ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios?... Y entonces les declarare: Nunca os conocí, aléjense de mí, hacedores del mal... "No todo el que me dice: ¡Señor, Señor! entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos" (Mt. 7:21-23). Y la voluntad del Padre — es la creación y la renovación del hombre para la vida eterna, y no enaltecimiento del egoísmo y vanagloria. La pregunta más común: ¿qué beneficios se obtiene de los dones obtenidos por la persona? — de algún modo en ciertas circunstancias se abre — por voluntad consciente o no, — la puerta hacia otra realidad. La historia de la Iglesia ortodoxa conoce muchos santos ascetas, quienes en vida ya realizaban milagros y ninguno de ellos ponía precio a sus ayudas.... Aún más las ofrendas voluntarias que el pueblo les ofrecía lo distribuían entre los pobres.

El maligno siempre incita... a un insano nerviosismo, exhaltación, perdida del sentido real, — es decir a una normal valoración de la realidad circundante. El hombre tiene que acercarse a los hechos sucedidos( ante un milagro ) con moderación. El uso de su moderación tiene que ser cuidadosa, porque el hombre habiendo tomado contacto con las bellezas del maligno, sea cual fuere lo que le dijeren va a aparentar que está de acuerdo y en su pensamiento va a decir: "di lo que te plazca pero tú eres un novato y yo — sé." Esta vocecita interior — es del maligno, el separa al hombre de Dios y de los humanos. La persona se vuelve inaccesible e impenetrable, con la lanza del orgullo se separa de todos y no escucha a nadie.

Por ello si en su vida ha sucedido algún milagro, es importante que se lo confiesen a un sacerdote, para tener una opinión objetiva de lo sucedido. En ningún caso hay que consultar con algún hechicero, adivino, brujo, porque ello puede revertirse en contra de su salvación.

En nuestro tiempo la salud física se considera como el mayor valor de la persona. Sin embargo hay que considerar que a veces el hombre por su "curación" paga demasiado caro — si consiguió su curación a través de un hechicero o un extrasensor. Cuando la curación no viene de Dios, la persona pierde indefectiblemente algo espiritual: palidece en él la fe en Dios, pierde la voluntad de rezar o leer la palabra de Dios. A veces después de haber obtenido la curación de algún órgano, o de alguna enfermedad, aparece otra enfermedad oculta, más peligrosa que de la que fue curado. Por ello hay que recordar las palabras del Señor: "Si alguien quiere venir en pos de Mi, niéguese a si mismo, y tome su cruz, y sígame, porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de Mí, la hallará. Porque ¿que aprovechará el hombre, si ganara todo el mundo, y perdiere su alma? ¿o qué recompensa dará el hombre por su alma? Porque vendrá el Hijo del Hombre en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras." (Mt.16:24 — 27)

Por ello la posición más verdadera — es no buscar obtener un milagro. El verdadero milagro de Dios sucede comúnmente cuando el alma humana está pronta para recibirlo, está pronta para creerle y seguirle. Entonces en ayuda del esperanzado espíritu Dios envía un milagro — como protección contra el peligro, ayuda en situación difícil o curación. En todos los casos corresponde humildemente recibir de Dios todo y no reclamar a El nada para obtener lo pedido con nuestra voluntad. Lo correcto es decirle: "Señor, si consideras necesario, dadme según Tu benevolencia, si tienes programado algo diferente para mí, que se cumpla en todo Tu voluntad!"

Esta es la posición del hombre creyente que se encuentra ante un milagro.

Sacerdote Alejandro Soiusov

 

"Pedid y les será dado."

Relatos acerca de la ayuda Divina.

 

Curación de eczemas:

Mi abuela tenía una hermana un año y medio mayor que ella, Ludmila. Sus manos desde la temprana niñez estaban cubiertas de eczema en cuanto lugar había, — todo era inútil. Permanentemente había que vendarle las manos. Cerca del pueblo había una vertiente que se consideraba bendita. De todos los distritos confluían gentes hasta esta vertiente de agua. Anualmente de la iglesia cercana se la veneraba con una procesión, con cánticos, estandartes e iconos.

¿Porqué anteriormente no utilizaron este método para curar a la niña, no sé? (en esos años la abuela tenía 5 o 6 años y recuerda todo perfectamente) toda la familia acompañaba la procesión hacia la vertiente. Al frente de la procesión — iba el cura párroco de la iglesia de la zona, padre Gabriel, el abuelo de mi abuela y sus hermanas.

Se acercaron a la vertiente. El padre Gabriel se acercó a la nieta y tomándola en sus brazos la puso dentro del agua. Mi abuela con su hermana se acercó para ver todo. Comenzaron a leer el Evangelio, oraciones. Durante el rezo de las oraciones, por indicación del padre Gabriel, había que introducir las manos de la niña en el agua y dejarlas así. — Luda, rezaba mientras tanto, reza mucho, " dijo el padre Gabriel....así lo hizo. Luego de esto vendaron sus manos como siempre y regresaron a su casa.

De tarde quitaron las vendas para cambiarlas y con sorpresa vieron que las manos estaban limpias y rosadas. Ni rastros del eczema, ni cicatrices. La enfermedad no se repitió.

"No tomes nunca."

Conocí una honorable familia: marido, esposa e hija adolescente. Sucedió que su marido volvió a su casa alcoholizado, antes de Navidad. Apenados, su esposa e hija lo acostaron sobre la cama, el cual enseguida se durmió. Prontamente se despertó con gran agitación y alarma, totalmente sobrio, y queriendo ir a la iglesia. Ante la pregunta de la hija de ¿que le había sucedido? (la esposa ya se había ido al templo), él respondió:

— Acabo de ver en sueños al Señor, — El me dijo: "recuerda la festividad, recuerda a tus padres, nunca bebas ni fumes."

"Hay que tener confianza en la Ayuda Divina."

Me casé joven, tenía fe en Dios, pero con el trabajo, las tareas diarias dejaron a la fe en segundo plano. Yo vivía sin dirigirme a Dios en las oraciones, sin observar los días de abstinencia, mejor dicho: me he enfriado en la fe. Ni se me ocurría que el Señor pudiera escuchar mi oración si me dirigiera a El.

Vivía con mi esposo y mis hijos en Sterlitamak. Repentinamente en enero se enfermó mi hijo menor, (niño de 5 años). Llamamos al médico. Revisó al niño y dijo que era difteria aguda, le dio el tratamiento. Esperábamos su mejoría pero no la hubo.

El niño perdió muchas fuerzas. No nos reconocía. Medicamentos no podía recibir. Del pecho salían ronquidos que se oían por toda la habitación. Lo vieron dos médicos, tristemente miraron al enfermo, preocupados intercambiaron unas palabras. Estaba claro el niño no sobreviviría la noche. Yo no pensaba en nada, mecánicamente hacía todo lo necesario para atender al niño. Mi esposo no se alejaba de la cama, temiendo perder su ultimo suspiro. Todo estaba en silencio, en la casa solo se oía el ruido, proveniente de los pulmones del niño. Sonaron las campanas de la iglesia para el comienzo de la vigilia. Casi inconscientemente me vestí y le dije a mi marido: — voy a ir a pedir que realicen un oficio religioso por la salud de nuestro hijo.

Entro en la iglesia. A mi encuentro viene el padre Esteban. — Padre, — le digo — mi hijo se muere de difteria. Si no tiene miedo, ¿puede rezar en casa un "molieben?"(rezo de petición).

— Nosotros, estamos obligados a orientar y apoyar a todo moribundo y vamos sin temor donde sea. Ahora iré con usted!"

Regresé a casa. El ronquido se derramaba por la habitación, la carita estaba azulada, los ojitos, girados hacia atras. Toqué sus piesecitos estaban fríos. Se me paralizó el corazón. ¿Estaba llorando? no recuerdo. He llorado tanto en estos lúgubres días, creo que he llorado todas mis lágrimas. Encendí el candil de aceite ante el icono y preparé todo lo necesario.

Vino el padre Esteban, comenzó con el oficio religioso de petición. Con cuidado tomé al niño en brazos conjuntamente con el edredón de pluma y la almohada y lo llevé a la sala. Me era muy pesado permanecer parada y mantener el peso del niño....me recliné sobre un sofá. El oficio religioso continuaba. El padre Esteban abrió el santo Evangelio... Con dificultad me incorporé....y sucedió el milagro....el niño levantó la cabecita para escuchar la palabra de Dios. El padre Esteban terminó de leer....me acerqué al Evangelio, lo besé... Y el niño también. Me abrazó el cuello y así continuó hasta que el oficio religioso hubo terminado. Tenía miedo de respirar. El padre Esteban levantó la santa cruz, bendijo con ella al niño — se acercó y dijo: "¡Sánate!"

Acosté al niño en la camita, y acompañé al sacerdote. Cuando el padre Esteban se fue, me apuré a ir al dormitorio, extrañándome al no oír el común ronquido, mortificante. El niño dormía plácidamente. La respiración era suave y tranquila. Con abnegación me hinqué para agradecer al misericordioso Dios, quedándome dormida en esa posición: estaba extenuada..

A la mañana siguiente sonaron las campanas del oficio matinal, mi niño se levantó y con voz clara y sonora dijo:

— ¿Mamá porque estoy todavía acostado? ¡estoy aburrido de estar en la cama!

Es imposible describir con qué alegría palpitó mi corazón. Calentamos leche, el niño con gusto la bebió. A las 9 horas entró el médico miró en el rincón, y al no ver la mesa con el cuerpito frío, me llamó. Con voz alegre le respondí: ya voy.

— ¡Está mejor! — Con asombro exclamó el doctor.

— Sí, ¡Dios hizo este milagro!

El 18 de febrero el padre Esteban realizó el oficio religioso de agradecimiento. Mi niño completamente sano, rezaba con devoción. Al finalizar el oficio el padre Esteban dijo:

— Sería oportuno relatar este hecho.

De todo corazón deseo que, quién haya leído este párrafo sea una madre o no, en momentos de sufrimiento no cayera en desesperación, sino que con fe confiara en la benevolencia de los caminos que nos conducen a la Providencia Divina.

¡Dios Ruso, ayúdame!

Llamaban, Sara a una niña, hija de potentados hebreos. Además de ella había cinco hijos más. La familia vivía en el interior del país. El padre era de carácter severo, y los hijos le tenían mucho miedo así como también su esposa.

Cierta vez el padre salió de la casa por un asunto muy importante. Recordando algo puso la mano dentro del bolsillo y sacó un papel doblado en cuatro.

— ¡Oh, ! no quiero regresar — dijo él, Sara toma este documento, el es muy importante para mí, llévalo a mi escritorio....llamó a su hija que pasaba corriendo — ponlo sobre el escritorio y sujétalo con un libro... no lo vayas a perder! o te rompo la cabeza — le gritó él alcanzándola.

Sara colocó el papelito en el bolsillo del vestido y apenas se orientó hacia el escritorio, la llamó la hermana mayor para mostrarle el sombrero que le había regalado su novio. Luego Sara vio por la ventana que en el jardín se habían reunido los hijos de los vecinos para jugar a algo muy entretenido. Olvidándose de todo se unió al juego.

El papel estaba en el bolsillo y ella saltó y jugó hasta finalizar la tarde. Se sacó el vestido y la empleada lo llevó a lavar a la mañana siguiente le trajo otro.

Tomando asiento para tomar el te, el padre con interés preguntó: ah, ¿donde está el papel que yo te di ayer? Recién en ese momento la niña se acordó de él

Comenzaron las búsquedas pero Sara sabía que eran inútiles: el papel estaba en su vestido y ella no lo había sacado de allí, y luego el vestido fue llevado a lavar. Indiscutiblemente el papel fue tirado.

Temblando de temor, le contó todo al padre. El la miró y rudamente dijo: — era una letra de cambio por 10.000 rublos. Dentro de dos semanas la tenía que cobrar. No me importa que no esté, tiene que aparecer! consíguelo de donde quieras — o....

Sara cerró con espanto los ojos. El padre nunca atemorizaba en vano. Comenzaron las búsquedas sin sentido. Al comienzo todos los de la casa estaban ocupados en la búsqueda pero comprendiendo su inutilidad la suspendieron. Sara perdió el sueño y el apetito. Dejó de jugar con loa niños, se escondía por los rincones del gran jardín. Permanecía más cómoda, alejada, donde su jardín lindaba con el de una señora rusa. Ella vivía sola, en una choza, no tenía nada en la hacienda, solo la recorría un gato de varios colores, y se veía el verde huerto. Tres manzanos hamacaban sus ramas, y tres arbustos de grosella cubrían la tierra.

En verano la señora estaba siempre ocupada en su sencilla huerta, pero a menudo dejaba el trabajo y se incorporaba para rezar. Su bondadosa cara durante la oración se volvía más bondadosa aún, a menudo lágrimas caían de sus ojos, ella no las percibía y se hacía la señal de la cruz. Sara la observaba por una rendija del cerco, y cuando la señora rezaba, Sara se sentía aliviada y alegre. El temor hacia el padre disminuía. Pero la señora cesaba de orar y terroríficos pensamientos envolvían a Sara, iba al arroyo, desesperada, para buscar un lugar propicio para tirarse al agua.

Cierta vez cuando estaba muy apenada, Sara fue al conocido rincón del jardín y repitiendo los movimientos de la señora, trató de rezar sola. No sabía como se procedía para ello, y sin saber se persignaba y repetía: — ¡Dios ruso, ayúdame!

Luego comenzó a quejarse a El de su desgracia, pidiéndole ayuda. Así hacía todos los días, a pesar de lo cual no dejaba de ir al arroyo, donde tenía pensado terminar sus días ya que el castigo del padre era peor que la muerte.

Pasaron dos semanas... En la mañana del fatal día... Sara no había dormido ni un minuto y apenas amaneció se vistió, miró a las hermanas dormidas alrededor de ella y silenciosamente salió de la casa. Estaba amaneciendo... No había nadie en el jardín.

Miró por ultima vez su casa paterna, su jardín, su gran huerta colmada de muchas construcciones añejas y se fue hacia el portón. Abriendo la tranca, tomó con decisión la agarradera... ¿pero qué es esto? en la agarradera estaba el papel arrollado doblado en cuatro.

Sara lo tomó y maquinalmente lo desenrrolló... La letra de cambio... ¿será verdaderamente el que el padre le dio dos semanas atrás? pero aquella letra de cambio se mojó en el bolsillo del vestido y la tiraron. ¿cómo podía haber llegado aquí?

Olvidándose el temor al padre, olvidando todo en el mundo, Sara gritando irrumpió en el dormitorio de los padres. Asustado y todavía no bien despierto el padre le arrancó el papel de sus manos.

— ¡Letra de cambio — !gritó a toda voz....¿de donde la conseguiste?

Temblando, Sara le relató todo. El padre volvió a observar el documento. Todo estaba en orden, no había nada anormal, pero algo intangible lo diferenciaba del desaparecido — como si fuera otro papel, otra caligrafía.

Todos en la casa se despertaron y se reunieron en el dormitorio, alegres y excitados... Pero Sara tenía un sentimiento de algo grandioso y desconocido que llenaba su alma. Nuevamente se fue a su rincón en el jardín.

— Esto lo hiciste Tú — Dios ruso — susurraba ella....no tenía voluntad de regresar a su casa....sino que quería permanecer allí y en silencio meditar acerca del insólito Dios, Quién le tuvo compasión y realizó el milagro.

"Mantén la dirección sudoeste."

Hay muchas, muchas cosas inexplicables hoy en día... Suceden milagros....en nuestro siglo incrédulo — dijo nuestro dueño, marino retirado, caminando hacia delante y hacia atrás por el comedor. Nos invitó a pasar con él una tarde lluviosa de otoño ante un vaso de te, reuniéndonos en una acogedora habitación en derredor de un "samovar" (recipiente, usado en Rusia, donde se calienta y se mantiene el te caliente) nuestro dueño relata magistralmente y nosotros ansiosos escuchamos el interesante relato de sus innumerables aconteceres marinos.

— Si, recuerdo perfectamente este caso, — continuaba él restregando sus canosos bigotes — impresionante caso. Yo recién era alférez, joven, alegre lleno de rosadas esperanzas y añoranzas. Nuestra navegación era en ese entonces muy difícil y peligrosa. Comenzaron los días otoñales. El cielo estaba cubierto como con un sombrero de acero. Soplaba un viento frío. Avanzábamos lentamente siguiendo el curso del viaje. El océano rugía tristemente. Recuerdo perfectamente esa tarde. Nosotros, los jóvenes habiendo terminado las obligaciones diurnas, nos reunimos en el camarote para hablar de parientes y amigos.

De pronto sentimos presurosos pasos del capitán y sacamos en conclusión, que estaba excitado por algo.

— Señores — dijo habiéndose parado en la puerta del camarote — ¿quién se permitió entrar en mi camarote? ¡contesten!

Nosotros enmudecidos, extrañados, nos mirábamos...

¿Quién? ¿quién estuvo allí ahora? — amenazante repetía, viendo nuestras miradas atónitas.... bruscamente dio vuelta y regresó hacia arriba. Allí fuertemente resonó su voz, inmediatamente nos fue ordenado subir. Allí se reunió todo el personal. Los dos contramaestres estaban malhumorados y excitados.

— ¿Quién estuvo en mi camarote? ¿quién se permitió hacer esta broma grosera? enfurecido gritaba el capitán. Silencio total y extrañeza, fueron las respuestas.

El capitán luego nos contó que apenas se había acostado en el camarote escuchó voces susurrantes....toma hacia el sudoeste por la salvación de las vidas humanas. La velocidad de viaje debe ser no menos de tres metros por segundo. Apúrate mientras no es tarde. Escuchamos el relato del capitán asombrados. El capitán entristeció, estábamos sorprendidos y preocupados. ¿como procederá el capitán? ir hacia el sudoeste significaba cambiar de rumbo e ir hacia el lado contrario. Hasta la madrugada nadie pudo dormir. Supimos que estuvieron conversando con el anciano contramaestre, muy avezado, practico marino, el capitán decidió seguir los consejos de la misteriosa voz. En verdad el cambio de dirección no era tan importante y el tiempo perdido no era mucho.

— ¡Tomen hacia el sudoeste y coloquen un buen centinela en el mástil! — escuchamos el mandato del capitán al contramaestre.. Los corazones latían con nerviosismo. ¿qué va a suceder? ¿será una broma o chiste? ¿pero quien habría podido bromear de esa manera? desde temprano en la mañana cada uno estuvo como siempre en sus lugares permaneciendo en el puente. El timonero silencioso nos mostró a lo lejos un objeto negro. Navegamos toda la noche, la mañana era gris con llovizna, por la niebla no se veía nada a lo lejos. El capitán observaba detenidamente, se acerca al contramaestre y le dice algo en secreto. Cuando el capitán se volvió a nosotros palideció. A la hora y media divisamos que el objeto negro era algo como una balsa en la cual había dos personas acostadas. Bajamos la lancha. El contramaestre fue en busca de los náufragos. Las olas inundaban la balsa... dentro de poco sería ya tarde. ¿estarían vivas las personas en la balsa? después de una lucha de media hora contra viento y olas, lograron traer a los náufragos. Era un joven marinero y un niño, ambos inconscientes, con caras petrificadas y enfriadas, casi muertos.

¡Gran alboroto en el barco! todos desde el capitán hasta el ultimo marinero, tratábamos de hacer algo por los náufragos. Su misteriosa salvación nos consternó a todos; nos parecieron enviados por la Providencia.

El capitán como la más tierna madre se preocupaba por el niño. Solo después de dos horas el marinero volvió en sí y lloró de alegría como un niño. El niño dormía profundamente abrigado y caliente.

— ¡Dios, Te agradezco! — exclamó el marinero, sencillo y simpático joven, — verdaderamente la oración de mi madre llegó a Dios.

Lo rodeamos y él nos relató la triste historia del navío, destrozado por rocas subacuáticas y su hundimiento. No había muchos pasajeros y algunos lograron salvarse en botes... Los demás perecieron. El se había salvado por milagro en algunos trozos del navío flotantes. El niño era ajeno, pero se agarró a él en el momento del peligro y se salvaron ambos.

— ¡Mi madre, se ve, que reza por mí! — decía el marinero, con veneración haciendo la señal de la cruz y elevando su vista al cielo — su rezo me salvó. — Me asusté mientras tenía conocimiento y el niño se prendió a mí — no lo iba a dejar; con frío, congelado y el agua nos hundía.... El niño lloraba....comencé a rezar.... Y luego lo ultimo que recuerdo, vino la muerte y grité....¡Madre querida, reza por mí! reza al Señor!" se ve que rezó ardorosamente por mí. En el bolsillo tengo su carta... Gracias querida mía.

Sacó la carta escrita con mano débil sencilla, de una mujer iletrada. Leímos y releímos la carta varias veces, la cual nos impresionó mucho. Las ultimas frases las recuerdo ahora: "gracias, hijo, por tu recuerdo, tu cariño, porque no olvidas a tu anciana madre. ¡Dios no te abandonará! rezo día y noche por ti, hijo, y el rezo de una madre llega a Dios. Reza tú también hijo y no olvides a tu anciana madre quién reza por ti. Mi corazón está siempre contigo, siento tus penas y dolores y rezo por ti. ¡Dios te bendiga y te salve y te proteja para mi!

El marinero se ve que quería mucho a su madre y permanentemente la recordaba. El niño de siete años salvado, se encariñó con el capitán, persona sin hijos, quién decidió dejarlo para sí.

¡Benditos los caminos de la Providencia! ¡Grandiosa la fuerza de la oración materna! Hay muchos misterios en este mundo, inexplicable, incomprensible ante la mente débil.

Transformación milagrosa.

A A la abuela le sucedió lo siguiente. Su religión la ocultaba de los superiores en el trabajo. Cierta vez pasaba con su amiga atea en frente a una iglesia. En ella había oficio religioso, la gente rezaba. La amiga resolvió burlarse de los fieles. Entró en el templo y durante los cantos de las oraciones, gritó a viva voz: ¿porqué rezar a Aquél que no existe? la abuela trató de alejarla diciéndole: "no hagas esto, vamos, "están rezando, que recen." Pero la amiga dijo para que todos la oyeran: "si Dios existe que me caiga y no me levante."

Y realmente cayó y no se pudo levantar. La llevaron afuera, pidió agua, y ahí mismo compró un icono. Luego de ello, contaba la abuela, se volvió muy creyente, pero su enfermedad la acompañó hasta el fin de sus días.

Oso.

Al metropolitano Kiril (Smirnov) de Kazán llevándolo al campo de trabajos forzados. en una noche mórbida fue arrojado del tren a toda marcha. Era un invierno muy nevado. El metropolitano Kiril cayó en un mocetón de nieve como sobre un edredón de plumas y no se lastimó. Con dificultad salió de él, miró en derredor..., bosque, nieve — y ningún signo habitable. Largamente caminó por la zona nevada, y perdiendo las fuerzas, se sentó en un tronco. El frío penetraba hasta los huesos a través de la gastada sotana. Sintiendo que se estaba congelando, el metropolitano comenzó a rezar la oración de los agonizantes. De pronto ve....que se le acerca algo grande y oscuro, lo examinó — un oso.

"¿Me comerá " — se le pasó esta idea por la mente, pero correr no tenía fuerzas, y a donde? El oso se acercó, lo olió, y se acostó tranquilamente a sus pies. Algo tibio fluyó desde el gran animal y una total benevolencia. Se acomodó y se ubicó con la panza hacia el obispo. Se estiró en su total longitud y se durmió roncando. Largo rato pasó el obispo observando al dormido oso, luego no soportó el frío congelante, y se acostó a su lado apretándose contra su caliente panza, y acomodándose más cerca del animal con un costado y con el otro para calentarse más. El oso respiraba profundamente en sus sueños y lo rociaba con sus calientes respiros. Cuando comenzó a amanecer el metropolitano oyó el lejano canto de gallos, "¡Oh! cerca hay habitantes" — pasó por su mente un bello pensamiento, y con cautela para no despertar al oso, se incorporó. Pero el oso se levantó y perezosamente se dirigió al bosque. Habiendo reposado el obispo, juntó fuerzas para llegar a la aldea vecina.

Golpeando en la casilla más próxima, explicó quién era y pidió asilo. Le permitieron entrar y medio año vivió en ese pueblo. Escribió a su hermana, la cual lo venía a visitar. Luego vinieron en busca del obispo y se lo llevaron.

Imagen del Salvador en el Cielo.

Estuve en el frente de guerra en el 1941, a los 22 años. Era una misión que participaba en la defensa de Petrogrado. Los alemanes trataban de entrar en la ciudad, que estaba rodeada. Tratando por cualquier medio de conquistar la ciudad, los alemanes nos taparon con fuego. Perecieron uno tras otro valientes amigos y conocidos. Y en un bombardeo cuando el fuego arrasó a la aldea y cuando parecía que venía el fin del mundo, sucedió un verdadero milagro. El cielo nocturno se iluminó con una luz rosada y sobre él apareció la imagen del Salvador. Se sorprendieron los que estaban en batalla y, sin discusiones, se arrodillaron y comenzaron a persignarse.... La imagen del Señor desapareció. El cielo se volvió como de costumbre, pero el infierno existente finalizó....no pudimos volver en sí por largo rato....Desde ese entonces yo comencé a tener fe en Dios. Con esta fe pasé toda la guerra y luego de la conquista regresé a casa, sin ninguna herida. La imagen de Cristo quedó en mi mente por siempre.

"¡Padre Alexis, Sálvame!

Al comienzo de la segunda guerra mundial fui tomado prisionero por los alemanes. Nos encerraron en una iglesia y comenzaron a llevarnos en grupos para fusilarnos. Me llevaron a mí junto con otros. Me acordé del padre Alexey Mechev. Desesperado recé: "Padre Alexey, sálvame! Me hice la señal de la cruz. Los alemanes a nuestro cargo comenzaron a conversar, me separaron de los demás y me dejaron.

Fusilaron a todos y yo quedé salvo. Desde ese entonces en cualquier pena y ante cualquier dificultad, clamaba en oración al padre Alexey.

 

"¡Padre Nuestro....!"

Un marinero, luchando en el mar Báltico contra los fascistas, se encontró en aguas heladas. Nadaba con todas sus fuerzas... Olas heladas le cubrían la cabeza... La ropa mojada....las manos y pies congelados por lo tanto no los dominaba. ¿nadar... hacia donde? ¿dónde está el norte? ¿dónde está el sur? niebla impenetrable como pared, el corazón late al máximo.

Había hecho explotar barcos enemigos, ahora hicieron lo mismo con el suyo. No quedó nadie. Perecerá y él. Hay que mirar con la cara al frente: están quedando las ultimas fuerzas. Aunque algún barco pase por las cercanías no me verán: la niebla es espesa. Queda lejos la orilla. ¿pues y donde está? el frío penetra. El respirar se vuelve cada vez más dificultoso. No hay esperanza de nada. Solamente un milagro. Pero toda su vida el consideró — y le enseñaron en la universidad de Moscú, profesores eruditos — que milagros no existían, y que Dios no existe, todo son mentiras e inventos de atontados analfabetos o estafadores.

En esos momentos recordó a su querida abuela quien en su infancia le decía lo contrario: "solamente di: Padre nuestro. Nombra a Dios tu Padre. ¿y un padre abandonará a un hijo en desgracia?"

Y el marinero, recordando con dificultad las palabras de la oración, con sus últimos suspiros susurraba: "Padre nuestro, que estás en los cielos! santificado sea Tu nombre... "

No terminó aún la oración, cuando la niebla que ocultaba todo como con una sábana, inesperadamente se apartó, y apareció un barco soviético, por circunstancia encontrándose en esa región... Viendo al marinero lo rescataron. Y esta suspensión de una muerte segura, después de haber rezado la oración, le pareció tan milagroso que el marino creyó en Dios....

"Segundo juramento."

Llamado por la Patria durante la primera semana de la guerra, fui al frente. Tuve que participar en enfrentamientos agresivos cerca de Kursk.

Es un recuerdo para toda la vida, 23 de noviembre del año 1941. Estábamos rodeados, los alemanes nos bañaron con fuego. La tierra temblaba y humeaba por las armas de artillería y bombas aéreas. El aire estaba colmado de ignición, el cielo cubierto por el humo de lo incendiado.

Rugir de los bombarderos y destructores, explosión de bombas y municiones, trillar de cañones — todo como en el infierno, además caía una lluviecita, de tarde — nevó. Muchos de mis compañeros rociaron con su sangre la legendaria tierra de Kursk y otros encontraron en ella la eterna paz.

Los que se mantenían con vida, perdidos, moralmente aniquilados, guiados por el instinto de auto-protección, trataban de encontrar refugio y salvación en sombríos bosques. Ese día, y en la misma situación, nos encontramos con otro grupo en una quebrada del bosque... Martirizados, sucios, hambrientos, mojados hasta el ultimo hilo, nos reunimos 13 personas.

Entre nosotros había un comandante de Novosibirsk. Nos agrupamos cerca de él, esperando una resolución. Al anochecer el frío fue más duro, nosotros no encendimos ni siquiera fuego para no denotar nuestra presencia. Parecía que nuestra perdición era inminente: si no por una bala enemiga, de frío y hambre. De pronto el comandante sin nada de ironía nos dirige la palabra: "¿hermanos quien sabe rezar?" — "yo sé " — contesté, yo — Nicolás Melnikov" — "y a mí me llaman Jorge, "quiere decir que tenemos con nosotros dos ángeles guardianes, milagrosos.

Recemos, pidiendo ayuda Divina. Y el primero comenzó a decir la oración y yo fuertemente la repetía. Los demás algunos repetían en voz baja, algunos estaban de rodillas, se persignaban, realizaban genuflexiones.

Habiendo terminado las oraciones, ya había oscurecido totalmente. De pronto hacia la derecha detrás de unos abetos, a pocos metros de nosotros apareció cierta luz. Nos dirigimos hacia ese lado y vimos una cabaña de campo, dentro ardía una lámpara a querosén. Golpeamos la puerta. En el porche nos recibió un anciano canoso. Sin hacer preguntas curiosas, todos lo tomamos por el guardián del bosque. El dueño de la bien calentada choza nos advirtió: "no me juzguen por el modesto habitáculo, — puedo convidarlos a todos con agua hirviendo y tostadas. Pueden dormir encima del heno."

Nos calentamos y nos acostamos encima de edredones de heno, juntos uno cerca del otro, y dormimos hasta la mañana. Y al despertar nos encontramos en el mismo lugar... En la quebrada del bosque... donde pasamos penurias la noche anterior. La cabaña desapareció... El comandante agradeció a Dios por la milagrosa noche pasada y haciendo tres genuflexiones en dirección del sol naciente, dijo: Hermanos desde hoy en adelante no sean Juanes cualquiera, no conocedores de sus antepasados. No olviden a Dios, protejan la Iglesia de Cristo, recuerden y recen el uno por el otro hasta el fin de vuestros días.

Esta recomendación la tomamos como un segundo juramento militar. Extendiendo el plano y habiéndonos orientado, comenzamos a caminar... Unos 15 kilómetros bajo el resonar de las explosiones nos dirigimos hacia Poltava, atravesando montes y quebradas. Los 13 nos reunimos con los demás compañeros.

"¡Ven, Hija!"

La tía Shura nació y creció en la aldea. Vino a Moscú siendo una joven, comenzó a trabajar en una fábrica. Le dieron un cuarto en la vivienda comunitaria que tuvo que dividir entre otras trabajadoras. ¡Se puede imaginar cual era la manera de vivir! Yo era de vida liviana... decía ella. Vivaz, de lengua muy atrevida, gustaba cantar, bailar, reír, Shura comenzó a ser la guía de la juventud de la fábrica. De Dios ni se acordaba. A veces iba a la iglesia en ocasión de las grandes festividades, en las recordaciones de sus padres, los sábados iba — ya que así se acostumbraba. El tiempo pasaba. Sin marido tuvo un hijo. Con el niño logró conseguir un cuarto para los dos en las habitaciones comunitarias. Así pasaba el tiempo: en el trabajo, en alegres compañías, con admiradores.

Cuando Shura cumplió 40 años, sucedió un descomunal hecho que removió su vida. Era verano. Por algún motivo vino temprano de su trabajo y se acostó a dormir, por un cansancio mayúsculo. Y soñó que iba caminando por el campo, y que veía mucha, mucha, gente que se dirigía por el valle de una montaña. "No quiero ir bajo la montaña" —dijo la tía Shura y se alejó de los demás. Pero hay quienes van en otra dirección, ella se unió a ellos. Después de cierto tiempo, se acercaron a una iglesia en cuya puerta había Alguien. Mira la tía Shura y no cree lo que ve — ¡si es el mismo Señor Jesucristo! Vestido de blanco igual que en los iconos... Bendiciendo a todos... Ella se acercó para tomar Su bendición. El Señor colocó una mano sobre su cabeza, diciendo: "Ve, hija Mía" y la orientó hacia la puerta de la iglesia. Aquí Shura despertó, "¿Qué es lo que me sucedió... No sé?" Me acosté a dormir siendo una persona, y desperté — otra, " — contaba ella después.

A la mañana siguiente pidió en el trabajo varios días libres — gracias que tenía días libres sin tomar.....para ir por todo Moscú a buscar la iglesia que vio en sueños. Algo le decía que estaba obligada a realizarlo así. Viajó cambiando de un transporte a otro, y caminando por calles y callejuelas — es largo de contar, pero digo que la búsqueda fue infructuosa.

El ultimo día libre, Shura llegó a un antiguo barrio de Moscú. El tranvía iba por una calle silenciosa, cuando en el año 63 todavía no abundaban los autos, las ramas de árboles añejos rozaban susurrando y recordando la guerra y revolución en un cielo azulado de julio, cubierto con nubes.

Shura mirando a través de las ventanas pensaba: necesitaré unos días más, aunque sean de la licencia anual. De pronto detrás de la esquina... apareció una iglesia blanca. En su derredor había una plaza muy limpia. "¡He aquí! ¡Aquí!" — gritó Shura, llamando la atención de los pasajeros, y se dirigió hacia la salida. Desde ese día comenzó a trabajar allí. Treinta años la tía Shura se encuentra acá, en nuestro templo.

"Dios me rescató debajo del hielo... "

"¡Efectivamente, Dios existe!" — a menudo decía a viva voz el canoso anciano alto, con facciones expresivas. Se llamaba Fedor Majov. En aquel entonces, en todos los institutos y colegios enseñaban que Dios no existe, y a los creyentes consideraban como atrasados o sin sano juicio. Reconoció Fedor Majov la existencia de Dios después que fue salvado del agua.

Cierta vez iba a su casa atravesando por el hielo el arroyo de Pejork, esto está en los alrededores de Moscú. Era tarde de noche, en invierno oscurece temprano. No se veía camino alguno. En cierto lugar en medio del arroyo, cayó al agua por el agujero en el hielo. El río en aquel lugar era hondo. Bajo el hielo había una oscuridad completa. Trataba de nadar, pero no encontraba la salida y se golpeó la cabeza contra el hielo. Entonces empezó realmente a hundirse, porque no se orientaba hacia donde tenía que dirigirse para salir....Mientras se iba hundiendo, de todas su fuerzas clamó por el Señor:

— ¡Dios si tú existes, sálvame, ayúdame! El pedía sin palabras... mentalmente....(no había aire) con todo su interior gritaba. En ese instante el agua debajo del hielo se iluminó.

— Yo no vi a nadie solamente una luz, como en la mañana — luego explicaba él — la Luz se acercó a mí y una fuerza sobrenatural me tomó del cabello y me arrastró hacia arriba... No sé como, pero me llevó hacia el borde del hielo. Alguien me ayudó a salir.....Dios o Su Angel me alcanzó desde debajo del hielo... Primeramente me arrastré, luego me incorporé y comencé a caminar. El sobretodo pesado, helado. No tuve tiempo de enfriarme y llegué a casa...

Sí, digan lo que digan, pero Dios sí, existe. Si esto no fuera así yo no existiría ya....

Un Angel orientó a un moribundo.

En un lugar montañoso en Asia Central había una iglesia donde oficiaban misa dos sacerdotes. Cierta vez vino de un poblado un peregrino con el pedido de darle los Santos Sacramentos a un moribundo. Uno de los sacerdotes estaba enfermo y el otro se negó a ello por cierta causa.

Triste regresaba el familiar del moribundo, pensando que no podía cumplir su ultimo petitorio. Cuando regresó al domicilio se encontró con una feliz e iluminada situación.

— ¡Como te agradezco el que te hayas preocupado en llamar al sacerdote! tuve la alegría de confesarme y tomar los santos Dones!

Extrañado el recién regresado comprendió que al moribundo en vez del sacerdote lo confesó y le dio la Comunión el Angel de Dios.

Acerca de la importancia de la Proscomidia.*

(*Parte preparatoria de la Liturgia con la ofrenda de pan para conmemorar el oficio — prosfora).

Cierto famoso gran erudito, médico, enfermó gravemente. Los médicos invitados, sus amigos, consideraron, que su situación era tal que había muy pocas esperanzas por su recuperación. El profesor vivía solo con su hermana anciana. El era muy poco creyente, y no le interesaban los temas religiosos, no iba a la iglesia aunque vivía en las cercanías de una de ellas.

Después de tal diagnóstico médico, la hermana quedó muy triste, sin saber como ayudar al hermano. Y recordó que al lado — había una iglesia donde se podía en la proscomidia pedir por su muy enfermo hermano por medio de una ofrenda.

Temprano en la mañana sin decir nada al hermano, se preparó para el oficio de la mañana, le relató al sacerdote su pena, y pidió sacar una parte de la prosfora por la salud de su hermano (en el momento de la proscomidia). Al mismo tiempo, su hermano tuvo una visión: como que la pared de su cuarto hubiera desaparecido... y se abrió el interior del templo, el altar y vio a su hermana, hablando de algo con el sacerdote. El sacerdote se acercó al ofertorio, quitó una parte de la prosfora, la que cayó resonando sobre el "discos"(patena). En ese momento el enfermo sintió una fuerza que penetró en su cuerpo. Se levantó de la cama, lo cual hacía mucho tiempo que no había podido hacer. De regreso su hermana, no tuvo límites para su asombro.

— ¿Donde estuviste? — exclamó el ex enfermo — Yo vi todo, vi como hablaste con el sacerdote y como ofreció por mi salud una prosfora.

Aquí con lágrimas agradecieron a Dios por la milagrosa recuperación. El profesor vivió largos años después de esto, ya no olvidando la misericordia Divina hacia él, pecador.

Apertura de una "paricula" de la Realidad Superior.

Durante las vacaciones de verano, con la familia decidimos recorrer en nuestro nuevo automóvil el "Anillo dorado "(circuito de excursión, visitando diferentes iglesias) la ultima ciudad de nuestro itinerario era Vladimir. En Vladimir nos detuvimos de mañana para reunirnos a las 19 horas. Recorrí el centro de la ciudad y me acerqué a la Iglesia de la Dormicion de la Virgen. Entré en ella......

Recordando a mi mismo años atrás — yo aquél de 21 años — se que entré en la iglesia siendo para nada bueno, ateo, en una palabra, un estudiante "normal" soviético.

Recuerdo que me sorprendió lo siguiente: ví delante de mi todo cubierto por una brillante luz dorada, ¡algo pasa !— un movimiento no se hacia donde... Cantaba el coro de tal manera, como nunca antes lo había oído — (yo era aficionado a la música "rock"). Había olvidado todo... Me olvidé de mí mismo, de mis penas, planes... Estaba parado... llorando sin cesar. Recuerdo que nada me importunó y en el pecho sentí gran calidez y alivio que a través de lágrimas con dulce placidez y alegría llenó mi alma.

Cuanto duró esto, no sé. Luego recordé que tenía que reunirme a las 19. Miré el reloj, ya tenía que retirarme...

¿Alguna vez han tenido que retirarse de un lugar cálido... acogedor... a un lugar de humedad de perros,espantosamente húmedo? así me retiré yo de la iglesia a la calle... Y eso sentí a pesar de estar en una cálida tarde de verano. Salí hacia la extraña ajena realidad, con algo no terrenal en el alma, con sentimiento extraño.

Cerca de la iglesia por supuesto había una discoteca (era en los años 70). Caminé unos pasos hacia ella y sentí náuseas de la música. No exteriormente, pero en mi interior, en el alma. Con todo mi ser sentí lo fría que es, lo hiriente y ajena. Toda esa música, y toda nuestra existencia, y todo lo que nos rodea. Todo es muy sucio, muy ingrato y hasta como burlesco hacia nosotros... En comparación con aquello que había en la iglesia...

Mas tarde me encontré con mis familiares. Durante conversaciones y hechos ESTO se ausentó, y casi se olvidó. Pero aquello está conmigo — esa pequeña porción de la apertura de la Realidad Superior.

Luego de 12 años me bauticé, ya en relación a otros hechos ocurridos... Pero AQUELLO fue lo primero...

Una mirada sanó milagrosamente mi alma.

En nuestra familia había pocas alegrías. Yo era sola con mis padres. Crecí sola, mis padres ocupados en el trabajo, nos reuníamos en la cocina a la cena. Mamá, papá a menudo reñían. Sus voces enojadas y palabras hirientes se incrustaban en mi corazón. Yo era una niña fea, osca, sin cualidades salientes. No tenía con nadie amistad aunque lo ansiaba. En el alma vivíamos una permanente soledad y tristeza.

Recuerdo un día especialmente frío, con tristeza en el alma, no quería leer ni vivir. Salí a caminar por la ciudad hacia donde me orientaba la mirada y vi un aviso, que en el museo hay una exposición de libros e iconos antiguos.

Llegué no había nadie... casi nadie. Recuerdo estaba en un estado muy especial: "de encuentro conmigo misma y paz." El alma se iluminó y alivió. Estuve más de una hora entre un libro y otro, de un icono a otro. Ansiaba permanecer largo, largo rato... al lado de cada icono. Sentí que de los iconos fluía algo cálido hacia mi. Mi alma lentamente se entibió.

Y bien, yo recuerdo esto, como si hubiera sucedido ahora — estaba ante el icono pintado por el antiguo artista Andrés Rublov, "Salvador Nerukotvorni" (imagen no hecha por mano alguna). Apenas miré Ese Rostro — y sucedió algo inexplicable: como si todo en derredor desapareciera, y al mismo tiempo dejara de existir... En mi alma penetró Su mirada (del Salvador)... Esta mirada era de tal fuerza que...yo...dejé de existir ante Ella, y toda mi vida se abrió hacia Ella. No había ningún obstáculo para Esa mirada: Ella sabía de mi todo, todo. Y había en Ella tal amor, tal encanto, tal tibieza y alegría como nunca hube percibido antes. Por siempre quedó en mi alma el sentimiento de que nunca ningún amor humano en alguna medida pudo compararse con el amor que me invadió en ese momento.

Esto continuó, a mi parecer, toda una eternidad, y cuando me sobrepuse, delante de mi había un icono — maravilloso, del cual no me pude separar por mucho, mucho, tiempo... Yo..., ya era otra. Un áureo fluido calentó en mí lo eterno frío, que yacía en lo profundo de mi corazón. Aquella mirada sanó mi alma... Como si la hubiera recogido. Ahora tenía porqué vivir. Sentía alegría, benevolencia, porqué me sentí necesario y querido por El. ¿Para Quién? No entendía ciertamente. No sabía nada acerca de El. Lo que sabía es que El es infinitamente más maravilloso que todos los hombres, que El puede perdonar todo, que EL es inconmensurablemente cálido, que puede enviar al alma un océano con olas doradas de alegría, y entibiar y avivar el alma. Esto fue un choque... Pero un choque no traumático, sino salvador... El recuerdo de esta mirada fue la guía de mi vida, oculta de la gente, y me ayudó a sobrellevar todos los contratiempos hasta que EL me trajo a Su Iglesia para el Santo Bautismo.

"Como salvé la vida de mi hijo a través del Bautismo."

Cuando mi hijo tenía tres meses, enfermó de bronco-neumonía estreptocócica aguda. Lo internaron. Estaba cada vez peor. A los pocos días el encargado de la sala lo trasladó a otra sala y dijo que a mi chiquito le quedaba poca vida. Mi pena no tenía límites. Telefonee a mi mamá: ¿El bebe está falleciendo sin ser bautizado, qué hacer? Enseguida, mi madre fue a la iglesia en busca del sacerdote. El le dio agua bendita de la festividad del Bautismo del Señor y le indicó las oraciones que debía decir en momentos del bautismo. Dijo que en casos extremos cuando la persona está por morir, el Bautismo, puede realizarlo una persona que no sea el sacerdote. Mi madre trajo el agua bendita y el texto con las oraciones.

En la sala las puertas eran de vidrio, y por el corredor pasaban a menudo las enfermeras por lo que supe que tuvieron una reunión. La enfermera me indicó vigilar el estado de mi hijo, mientras ella estuviera en la reunión. Sin apuros bauticé a mi hijo... Enseguida de lo cual, el bebe se recuperó.

Terminada la reunión entró el médico y se extrañó: "¿Qué es lo que le ha sucedido? Respondí: "¡Dios me ayudó! Dentro de pocos días nos dieron el alta del sanatorio y prontamente traje a mi hijo a la iglesia y el sacerdote completó el Bautismo con la santa Unción..

"¿Como llegué hacia Dios? "

Crecí en una familia atea, lejana a la iglesia y a Dios. En el 1972 cumplí 16 años y fui a bautizarme a la iglesia de la "Resurrección" en Sokolniki. Tengo que decir que a una iglesia habilitada para oficios era la primera vez que concurría. Ahora puedo decir que Dios me llamó, pero entonces no tenia ninguna explicación: de repente, sin ninguna causa, fui. Pasaron 20 años, yo seguia tan atea como mis padres. Como si eso fuera poco, ridiculizaba a quienes iban a la iglesia. Yo mismo por supuesto no la frecuentaba y no usaba el crucifijo. Hice muchos errores en mi vida... Viví un gran drama personal. Y llegó el día negro... Hasta ese día, y durante un año quise comprender como llegué a esa hecatombe total. Entender esto no pude de ninguna manera.

Cierta vez en el trabajo comencé a hablar con una mujer anciana... Ella citó algo acerca de la Iglesia. Yo le pregunté ¿si en realidad creía en Dios? Hasta ahora recuerdo su sonrisa y respuesta con dignidad, seguridad y alegría: "¡Sí, yo creo en Dios!" Algo como que se movió dentro de mí. Al otro día ella me trajo unos folletos. Ellos algo me emocionaron, aunque poco entendí leyéndolos.

Y llegó el día en que sentí con mucha realidad la nulidad de mi vida, la soledad. Es muy difícil expresar todo esto. Voy a decir que como una llamarada iluminó mi alma, entendí la raíz de mis males — egoísmo, orgullo, y de aquí la falta de interés por los demás, cólera, falta de sensibilidad, etc. De donde surgió la respuesta a mi pregunta interior — en solo una palabra: Dios.

La sensación de alivio que sentí es indescriptible. Mi felicidad no tenía limites. Ahora yo también puedo decir que creo en Dios. Describo esto muy detalladamente pero sucedió todo muy rápido. Con el tiempo esto no se puede medir. Creo firmemente que el Sacramento del Bautismo, realizado hace 20 años, me salvó. Me alegro cuando se que bautizan niños pues esto los deja protegidos con una magnífica y maravillosa defensa..

"Nunca decimos la Verdad."

Una señora conocida, ya no joven, comenzó a tener coloquios con ciertas "voces." Las "voces" le trasmitían noticias de todos los familiares y aún de otros planetas. Parte de lo que le comunicaban era falso o no se cumplía. Pero mi conocida no consideraba ello lo suficientemente convincente y continuaba creyéndoles. Pasaba el tiempo, comenzó a sentirse mal. Se ve que la duda entró en su alma y directamente les preguntó a las "voces": "¿Cual es le razón de que a menudo digan mentiras?" "Nosotros nunca decimos la verdad! " — respondieron las voces y comenzaron a reír. Mi conocida se horrorizó. Fue a la iglesia, se confesó y nunca más se ocupó de estas falsedades.

"Cuando clamas por Dios."

La monja Ksenia relató acerca de su sobrino lo siguiente. Su sobrino — joven de 25 años, deportista, cazador de osos, conocedor de karate de un instituto Moscovita...en términos generales, un hombre joven contemporáneo. Durante cierto tiempo se ocupó de religiones orientales, luego comenzó a comunicarse con "voces del cosmos." Tanto la "matushca" (monja) Ksenia, como también su hermana trataron de convencerlo de que dejara estos quehaceres, pero él, persistía en lo suyo. Por alguna razón no fue bautizado en la niñez y ahora no quería hacerlo. Entonces, (esto sucedió en los años 1990-1991) — las "voces" le concertaron una entrevista en uno de los anillos de las estaciones del subterráneo. A las 18:00 tenía que subir al tercer vagón del tren. Los familiares trataron de disuadirlo, pero él no hizo caso. Justo a las 18:00 tomó el tercer vagón y enseguida vio la persona que él necesitaba. Lo comprendió a través de algo como una fuerza descomunal que se despedía de él, aunque el hombre aparentemente era como todos.

El joven se sentó frente al desconocido y de pronto lo colmó el pánico. Luego él contaba que aún yendo de caza, y frente por frente con un oso, nunca experimentó tal terror. El desconocido callado lo miraba. El tren terminaba de dar la tercera vuelta del anillo, de pronto el joven recordó que cuando estamos en peligro se dice: "Señor, Ten piedad de mi"! y comenzó a repetir para sus adentros esta oración. Al fin se levantó se acercó al desconocido y le preguntó: "¿Para que me has llamado?" — ¿Que puedo decirte yo, si tu estas llamando a Dios?" contestó el otro.

El tren paró y el joven saltó del vagón. Al otro día se bautizó.

Curación de la ceguera.

En el momento de la bendición de las aguas se pronuncia una maravillosa oración en la cual se pide fuerza curativa milagrosa para el que la usare. En los objetos bendecidos se encuentran propiedades espirituales, no presentes en objetos comunes. La manifestación de estas cualidades son semejantes a los milagros y testifica la relación del espíritu humano con Dios. Por eso, el conocer de hechos, que demuestran estas cualidades, es muy útil para las personas, sobre todo cuando estamos en tentaciones o dudas de la fe, dudas sobre la unión espiritual del hombre con Dios.

Esto es muy importante actualmente porque está muy difundida la engañosa idea, que este tipo de relación no existe y ello está comprobado por la ciencia.

Pero la ciencia trabaja con hechos, y no se puede negar los hechos solamente porque ellos no coinciden con el esquema dado, — esto no es un método científico.

Para las innumerables manifestaciones de las curaciones con el agua bendita se puede agregar un caso muy cierto, ocurrido a fines del invierno 1960-61.

Una anciana maestra pensionista A. tenía los ojos enfermos. Se estaba tratando en un dispensario oftalmológico, pero a pesar de los esfuerzos de los médicos, quedó ciega. Era una persona creyente. Cuando sucedió esta desgracia, ella permaneció durante varios días, con oraciones, colocando algodón, mojado en agua bendita, sobre los ojos. Para extrañeza de los médicos en una mañana maravillosa comenzó a ver normalmente.

Es sabido que ante un glaucoma estas mejorías, con tratamientos comunes, no suceden y en la curación de la ceguera de A. corresponde dar la razón a una de las características de la curación, producida por el agua bendita.

Lamentablemente, no todos los milagros se dan a conocer y se anotan, aún muchos ni siquiera los conocemos. El milagro al cual yo me referí, es conocido por poca gente, pero nosotros, bienaventurados por conocerlo gracias a la misericordia Divina, daremos agradecimiento y gloria a Dios por ello.

 

"No puedo beber!"

En un manual psiquiátrico del siglo XX, su autor, el profesor escribe, que él divide a los enfermos del espíritu en poseídos (o endemoniados), y enfermos con alteraciones físicas de los órganos del sistema nervioso.

Los primeros los definía de una manera muy fácil, les ofrecia de beber agua bendita: nadie podrá obligar a un poseído de tomar agua bendita!

He aquí un caso ocurrido, apoyando esto.

Nuestra conocida visitó a la "matushka" E., una anciana monja de gran fuerza espiritual. A ella llegaba gente de todas partes del país en busca de ayuda espiritual. La matushka solo atendía en las mañanas. Escuchaba las preguntas rezaba y respondía (cuando ello era necesario), y les daba agua bendita. Con esta agua se curaban hasta de enfermedades incurables, según testimonio de muchos.

Como cuenta nuestra conocida, ella con otras personas llegó cuando la anciana monja ya había terminado las visitas. La ayudante de ella dijo:

— Busquen en la aldea donde pasar la noche, la matushka los atenderá mañana.

— Yo conozco una anciana que permite pasar la noche — dijo una de las que había venido a ver a "matushka."

— ¿Y usted no va a ir con nosotros? — le preguntamos.

— La anciana no me va a permitir, — con certeza dijo la señora.

Nosotros no creímos y la convencimos para ir con nosotros, a la mañana siguiente la matushka nos recibió cortésmente y aceptó que entráramos, pero cuando se dio cuenta de la presencia de la persona que venía con nosotros, agitando las manos dijo:

— Tú vete, vete, — yo no te dejo entrar.

Sin saber la causa, comenzamos a convencerla de que dejara entrar a la otra persona también.

— Ustedes no la conocen — dijo la anciana — ella nunca quiere tomar agua bendita, sino que la tira en el bosque.

Para que creyéramos en esto sacó un frasco que estaba colocado debajo de los iconos, echó agua en un vaso y se lo dio a la mujer a quien no permitía la entrada.

— Toma, bebe, y yo te dejaré entrar.

La mujer tomó en sus manos el vaso, lo mantuvo un tiempo en las manos... En su cara se veía, que alguna lucha estaba sucediendo en su alma. Devolvió el vaso sin haber tratado de probar un trago.

— No lo puedo tomar — dijo ella.

"Dios nos salvó."

La mayoría, hemos participado en las organizaciones ateas de la juventud (pioneros y comsomol), rechazadores de Dios. Y no todos se encuentran con fe para creer en Dios. En la vida cotidiana acostumbrábamos a pronunciar el nombre del Señor: "Dios proveerá, " "Dios ayude, " "Dios ve, " "por Dios." etc., totalmente sin tener consciencia de lo que decíamos.

Muchos no creen que Jesucristo es Dios, y no creen en los milagros hechos por El. Presentale al hombre un milagro y además que lo vea con sus propios ojos, — entonces él quizás comience a creer en Dios. Generalmente procedemos como el dicho: Hasta que el trueno no suene, el campesino no se persignará."

Así vivía yo. Aunque fui bautizado de niño, la cruz con la cadenita me la puse recién hace 5 años. A la iglesia iba cada 6 meses, me confesaba más raramente todavía. En mi automóvil sobre el panel delantero coloqué un icono de la Santísima Virgen. Con el tiempo, saliendo de viaje, comencé a recitar oraciones mías, sin saber las correspondientes a Dios y a la Virgen María.

Y cierta vez en la cima del verano, a mediados de julio del 1995, "me resonó el trueno."

Me acercaba a una curva cerrada en dirección de Volokolamsk. La velocidad — menos de 40 kilómetros por hora. Asfalto mojado por la lluvia. Un auto de frente en una vuelta imprevista, giró hacia mi lado— y nos golpeamos de frente. De mi auto solo quedaron sanas las ruedas de atrás y la puerta trasera derecha.

Reaccioné cuando ya me habían sacado del coche, habiendo roto lo que restaba de la puerta. Después de ver en que estado estaba el asiento del conductor, me extrañó — ¿en qué posición pude haber quedado allí yo? Me salve solo con unos golpes, y en mi mano, no sé como, tenía apretado el icono de la Santísima Virgen.

¿Como no creer aquí? ¡Dios me salvó!

Amenazante indicio.

He aquí lo que relató un sacerdote. En el primer día de la festividad del Bautismo de Nuestro Señor Jesucristo, estaba el sacerdote en la iglesia, llenando los recipientes de los fieles con agua santificada recientemente Al acercarse una mujer y le alcanza una botella. Apenas empezó el sacerdote a llenarla explotó y se dispersó en muchos fragmentos chiquitos. Asombrado el sacerdote le pregunta:

— ¿Que clase de botella es esa? ¿Había algo en ella?

— Confundida, la mujer contestó:

— Padre, yo quería que un cierto joven se casara con mi hija. Para atraerlo, yo conseguí de una vieja agua hechizada, pero temía darsela a mi hija. Para seguridad quería que le agregara agua santificada.

Fuerza de la oración.

En el año 1994 me tocó trabajar, desgraciadamente poco tiempo, en la iglesia de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo. Esta iglesia es una de las más antiguas y bellas de Moscú. Allí pasaban muchas cosas increíbles. Yo fui testigo de varios hechos milagrosos. Eh aquí uno de ellos.

Finalizó el oficio religioso. Yo estaba parada en la puerta. Se me acercó una señora, sollozando y llorando, me pidió que le mostrara las imagenas santas de la iglesia y donde estaban? Su marido estaba falleciendo, ella venía del hospital. El marido de Valentina (así llamaban a la señora) Alexey, tenía una grave enfermedad renal, que se inició de golpe. Así pasamos de un icono a otro, colocando una vela ante cada icono. Yo le relataba acerca de los Santos que se representaban en los iconos, tratando de serenarla. ¡Como lloraba esta señora! pedía a Dios ayuda para su marido, perdón por su mal carácter, por todo lo que hizo de malo en su vida! Para ella no existía nada en derredor: solo Dios, la Santísima Virgen Madre de Dios y los Santos. ¡Semejante situación es imposible de olvidar! Nunca vi nada semejante.

Cuando se estaba retirando no se porque causa le pedí el numero de teléfono. De noche, algo me hizo que yo la llamara. Me responde su voz — alegre. Ella me relató lo siguiente.

Acababa de telefonearme un pariente lejano, quién casualmente había encontrado un profesor urólogo, este profesor se especializaba en este tipo de dolencia. Inmediatamente aceptó el profesor, por pedido dealguien, revisar al enfermo, se comunicó con el hospital militar donde había lo necesario para tal tipo de enfermedad, y con el hospital donde estaba Alexey, para trasladarlo al hospital militar.

Las conversaciones con el hospital y con el profesor coincidieron con el momento en que Valentina estuvo en la iglesia. Apareció una esperanza. El profesor examinó a Alexey, y ahí mismo, indicó el tratamiento a seguir. Era un tratamiento complicado. Valentina permanecía en el sanatorio las 24 horas del día... Alexey revivió.

Nos hemos estado comunicando por teléfono y yo sé que está sano y bien Cada cierto tiempo se le repite el tratamiento. Se siente bien y hasta hace ciertos trabajos livianos en su casa, preparándose para volver a trabajar. ¿Pero acaso no tenía solo nos días de vida, no era que los riñones casi no le funcionaban.?

Aviso a los padres.

En la iglesia de Zósima y Sabatio oficiaba el sacerdote Juan. El decía que nosotros los adultos, que no llevamos una vida cristiana, estamos en manos de satanás y a través de nosotros los espíritus se apoderan de nuestros hijos, porque ellos no están protegidos.

Somos testigos de lo visto, que prueba la verdad de estas palabras.

Trajeron un niño para bautizar de unos 4 o 5 años. Niño pequeño bonito pero en su cara pequeña había maldad. A desvestirlo, comenzaron gritos, chillidos, gruñidos, se retorcía trataba de evadirse. Seis adultos apenas lo pudieron dominar. La fuerza que tenía ese niño no era humana, ni la voz con la cual gritaba. Recién después que lo introdujeron en el agua bendita, se calmó y su carita resplandeció.

Voces.

Una mujer de unos 45 años mantenía conversaciones con ciertas "voces "que la llevaron hasta un desequilibrio mental. Cuando le aconsejaron bautizarse, "las voces" comenzaron a intuirle, que ella va a perecer en el camino... Después de su Bautismo mejoró, pero se normalizó totalmente después de la Comunión de los Santos Dones de nuestro Señor Jesucristo..

Niña con Retardo Mental.

A la iglesia traían en silla de ruedas, los domingos y días festivos, a una niña con retardo mental: no asimilaba nada y su cara no mostraba interés por nada. La niña se transfiguraba cuando la llevaban al templo. Observaba en derredor y cuando tomaba la Comunión su cara comenzaba a resplandecer.

¿Quieres venir Conmigo?

Esto sucedió en el 6º hospital de la ciudad de Moscú, en la sección de neuropatología de columna vertebral. Nosotros, un grupo de personas de la catedral de Elojovsco — concurríamos a este hospital y le ayudábamos al sacerdote y a los enfermos en lo que podíamos. Recuerdo haber entrado en una sala y ver a un hombre joven, quien, creo, era el enfermo más grave de toda la sala. Permanecía acostado sobre la espalda sin moverse. Yo me acerqué a él empezamos a conversar. He aquí lo que me relató.

Cierto día después del trabajo regresaba a su casa,acercándose a su entrada, que estaba a oscuras, lo atacaron un grupo de desconocidos, quienes comenzaron a golpearlo. A causa de los golpes perdió el conocimiento.

Y lo primero que vio — fue al Señor, Quién estaba a su lado — ¡tan cariñoso! — El Señor le pregunta: "¿Qué deseas... Ir Conmigo o quedarte sobre la tierra?" El le respondió: "¿Y como quedarán mi hija y mi señora sobre la tierra sin mi? El Señor sin contestar nada, le sonrió cariñosamente — y todo desapareció...

Después de esta visión este señor volvió a la vida. Este señor inmóvil y el más grave de la sala, ahora tenía una entrañable expresión en la cara, era alegre y afable (aunque esto era difícil por los dolores que tenía que soportar) tenía la mirada muy limpia.

Ayuda de Dios a un ateo.

Este caso le sucedió a mi hermano mayor. El es 10 años mayor que yo. Apto en los negocios, un negociante actual típico. Tiene familia: esposa y dos hijos. Cierto día se exigió demasiado y tuvo un ataque cardíaco, con fuertes dolores. Vino la "emergencia "lo llevaron al hospital. Cierto tiempo estuvo en cuidados de reanimacion, luego lo ubicaron en una pieza para dos personas. El hospital era bueno, equipado según las ultimas técnicas. En la parte superior de cada cama — había un panel con timbres para llamar a la enfermera, interruptores, etc.

A la noche siguiente al paciente de la cama vecina lo llevaron a la sala de cuidados intensivos porque su estado había empeorado. Mi hermano quedó en la pieza solo. No podía dormir. A altas horas de la noche, acostado sobre la espalda, de pronto sintió que de los extremos de los dedos de las manos y pies comenzaba a subir algo frío. Mi hermano apretó varias veces el timbre llamando a la enfermera, pero nadie vino a la habitación... Se habrá retirado, o se durmió la enfermera..? El frío venía subiendo más y más, más aún y más cerca del corazón. Y mi hermano tenía la certeza de que cuando el frío llegara al corazón —iba a morir."!

Hay que decir que mi hermano — es una persona completamente incrédula, atea. Y más aún negaba la Iglesia. Toda idea positiva acerca de la Iglesia tenía en él una reacción adversa.

Pero el frío continuó elevándose hacia arriba. Y entonces mi hermano gritó: "Dios, sálvame!" — ¿Y qué pasó? El flujo frío se detuvo, enmudeció y comenzó lentamente a retroceder.

Muy pronto a mi hermano le dieron el alta.

Milagro con el Paracaídas.

Yo no creía en Dios. Cuando llegó el momento de presentarse en al ejército, mi madre, asidua concurrente a la iglesia que rezaba siempre por mi, me dio un papelito donde había una oración escrita, y me dijo: "Hijo mío, que siempre la tengas contigo!" Mas tarde supe, que en el papelito estaba escrito el salmo 90. Me tocó ejercer en el sector de paracaídas. En el ejército no permitían tener nada en los bolsillos, por lo tanto cosí la oración en la campera debajo del forro, cerca del hombro izquierdo.

Mi primer salto en paracaídas...

No me voy a olvidar nunca el instante cuando habiéndome hundido en las profundidades del espacio aéreo, tiré de la argolla — y... el paracaídas no se abrió.

La tierra se me acercaba vertiginosamente.

Tiré de la argolla del paracaídas de repuesto — tampoco se abrió.

En esos escasos segundos por cierto, no pude llegar a la campera y alcanzar la oración de mamá... y leerla. Por eso solo golpeé en aquel lugar donde estaba cosida y grité: "¡Dios, sálvame! "

En respuesta tuve el resonar del paracaídas abriéndose.

Luego llegó el final: preguntas de las autoridades y amigos, la alegría de mi madre y sus lágrimas... Pero antes de haber tocado tierra... me hice la promesa de anotarme en el seminario.

En conclusión, terminado el seminario, me recluí en un monasterio... Ahora soy monje sacerdote.

Milagro del Fuego Sagrado.

Este caso fue relatado por una monja habitante de Gornensky monasterio ( "Elevado " )cerca de Jerusalén. La trasladaron allí desde otro monasterio.

Con alegría y satisfacción pisó el suelo de Tierra Santa.

... He aquí la primera Pascua en Tierra Santa. Casi 24 horas antes, ella ocupó un lugar cercano al Santo Sepulcro para poder verlo todo.

Llegó el mediodía del Sábado Santo.

En la iglesia del Sepulcro de Nuestro Señor están apagadas todas las luces. Decenas de miles de personas esperan el Milagro.

Dentro del Santo Sepulcro aparecieron destellos de luz. El Patriarca sacó del Sepulcro (Kuvuklia) dos manojos de velas encendidas para entregárselas a los fieles.

Mirando debajo de la cúpula del templo — se ve como la atraviesan rayos celestes...

Nuestra monja esta vez no vio los rayos. Y la luz de las velas le pareció común...

Pasó el Sábado Santo. ¿Qué sintió la hermana? Hubo como un desconsuelo, pero luego reconoció, que no era merecedora de ver el Milagro...

Pasó un año. Nuevamente vino el Sábado Santo. Esta vez la hermana ocupó el lugar más humilde en el templo, la Kuvuklia casi no se distinguía. Bajó la vista y decidió no levantarla: "No soy digna de ver un Milagro."

Pasaron las horas, en espera... Nuevamente gritos de alegría estremecieron el templo. La monja no levantó la cabeza.

De pronto, como que alguien la hubiera forzado a mirar, su mirada se fijó en un ángulo de la Kuvuklia, en un orificio especial por donde se alcanzan las velas encendidas desde el Santo Sepulcro hacia el exterior. Pues bien de este orificio se separó una clara, chispeante pequeña nube — e inmediatamente el manojo de las 33 velas en su mano se encendieron por si solas.

Lágrimas de alegría brotaron de sus ojos! ¡Qué agradecimiento a Dios!

... Y vio esta vez los rayos debajo de la cúpula principal.

 

Alegría de apenados,

Protectora de los ofendidos.

Alegría Inesperada.

Año 1921. Constantinopla. Mi amiga Esperanza y yo vivíamos en un cuarto oscuro cuya ventana daba al baño. Nosotras — éramos inmigrantes, desde Rusia. Esperanza — tenía un hijo pequeño, a quién logró ubicar en un asilo, yo no tenía a nadie: mi esposo fue muerto en un tren militar, y yo estaba sola en el mundo.

Todas las pertenencias fueron vendidas, aunque como yo no las tenía, vivía bajo el total peculio de Esperanza, pero ahora a ella no le quedaba nada y hacía tres días que no comíamos. Poníamos el dedo en la sal — lo chupábamos — y nos acostábamos sobre la cama ancha que teníamos en común.

¿Qué hacer? Esperanza encontraba trabajo porque conocía varios idiomas extranjeros, yo no sabía nada, y nadie me tomaba para trabajar. Sin embargo, como muchos nos querían comprar para trabajar en la calle, estábamos tan asustadas por la impertinencia de los que nos rodeaban, que teníamos miedo de todos, hasta convencimos a la dueña de casa, una anciana turca muy gorda, que no permitiera el acceso de nadie para nosotras.

No dejábamos nuestra dirección a nadie — tan asustadas estábamos. Hace poco casi nos vendieron a una casa de prostitutas nuestros compatriotas. Pero, por casualidad, nos salvó un oficial francés.

¡Cómo quisiera morir!

Esperanza cree en Dios y dice que nuestra vida va a mejorar. Yo también creo en Dios, pero El se olvidó de nosotras... Estoy aburrida de estar tanto acostada, me dan asco estas paredes sucias y aunque temo a todo en Constantinopla, me levanto y poniéndome el único traje salgo a la calle. Voy caminando tambaleándome de debilidad por las calles, pero al aire libre revivo. De pronto alguien me toma de la mano. Nicolás — amigo de mi marido del tren del ejército.

Nos saludamos, intercambiamos todas nuestras penas, él se ofrece a llevarme a la casa de un conocido comerciante N., que abrió un restorán para inmigrantes y pedirle que me dé trabajo.

— Pero hasta que aparezca el trabajo nosotras con Esperanza nos vamos a morir de hambre — ya hace tres días que no comemos nada, — se me escapó decir esto.

— ¡María! ¿Y usted calla eso? ¡Tome ! nervioso, Nicolás me alcanzó una moneda.

¿Tienes mas? Le pregunté.

— Nicolás queda indeciso. Puede ser, que no.!

— Entonces no voy a tomarla.

Conversamos durante largo rato y al fin decidimos hacer lo siguiente: compramos pan con todo el dinero, una tercera parte lo toma para sí y con las otras dos terceras partes corro hacia casa.

— ¡Esperanza — grito desde la puerta — ¡pan!

Y comemos el blando trozo de pan, con el cual no pudimos saciarnos.

— ¡Pan angelical! — agrega Esperanza, llenándose la boca con él.

Ella está contenta y llena de fuerza, pero yo tengo una pesadez en el alma, — no quiero ir al comerciante amigo de Nicolás: yo tengo tanta mala suerte en la vida que esta vez también me va a ir mal.

A pesar de todo Esperanza me convence y voy a lo de N., pero recibo de él una negativa fría.

— Todos los puestos están ocupados.

— ¡Oh! para qué valió tanta humillación — digo acostada y llorando. Esperanza tuvo otra vez suerte de encontrar trabajo, más yo nuevamente debo seguir bajo su peculio. ¿Por cuanto tiempo más puede durar esta manera de subsistir? Basta ¡con esto,! terminantemente ya tengo solo una salida — el Bósforo. En su fondo ya hay muchas como yo...

Esa noche dormí muy profundamente y hacia la madrugada tuve un sueño: la habitación a oscuras, en un rincón la imagen resplandeciente de la Reina Celestial, escucho Su voz:

— Este viernes ve a la iglesia...

Me despierto — siento alegría en el alma, algo santo...

Largo rato rememoro lo vivido— luego me dedico a despertar a Esperanza.

— Escucha, que sueño incomparable tuve. ¡Despierta! te lo pido!

Ella se restriega los ojos y no entiende nada. Pero mi relato prontamente la despierta.

— ¡Qué sueño maravilloso! — Con regocijo susurra ella — es la Reina Celestial que te augura algo bueno. No habrá alguna festividad este viernes?

Ella toma el único libro traído desde casa — "Vida de la Santísima Virgen "y comienza a pasar las hojas.

— Hoy es martes, quiere decir que el viernes va a haber una festividad en honor del icono "Alegría Inesperada," primero de mayo (calendario juliano).

Durante todo ese día pasó esperanzada y a la noche comenzó la nostalgia. ¿Que significó mi sueño? y se puede creer en él? Solo para no afligir a Esperanza el viernes voy a ir a la iglesia de nuesta Embajada.

Finalizó la Liturgia... ¿Donde está el milagro? No hubo milagro.

Vuelvo a casa y no veo nada a causa de las lágrimas. De pronto en el oído la voz de Nicolás:

— María, la estoy buscando por toda la ciudad. ¿Qué clase de proceder es este — de no dar a nadie absolutamente a nadie su dirección? Yo le he preguntado a todos los rusos, me he trastabillado, pero hoy vine por casualidad por aquí pensando: a lo mejor está en la iglesia? Vayamos rápidamente a lo de N... él la mandó llamar!

— Nuevamente a lo del gordo? Por nada del mundo!

— El tuvo unos cambios, por sí solo vino hacia mí casa, pidiéndome que la encuentre.

Al final me convenció, aunque yo sabía que de ello no iba a salir nada.

Fuimos y nos recibió como a los más preciados amigos, nos invitó a pasar, nos presentó a su señora y nos dijo:

— Escúcheme apreciada María, y luego juzgue como quiera... Yo la rehusé porque todos los puestos de servidores estaban ocupados, y otro trabajo no tenía. Se lo negué, y me quedé tranquilo, tenía razón efectivamente. Llegó la noche y tuve un sueño, como que tenía ante mí la imagen de la Reina Celestial. Una voz procedía de Ella, tan amenazante, que me estremecí todo. "¡Tu! — no le diste trabajo a la señora que vino, ella puede perecer y tu tendrás la culpa de ello." Desperté, ni vivo ni muerto. La misma Reina Celestial se presentó para protegerla a usted.! Apenas logré aguantar hasta la madrugada, me dirigí a Nicolás y le rogué: por favor traerme a su conocida María. Pero él se negó, no sabía cómo ni dónde encontrarla. Estábamos tan nerviosos con mi señora, no se lo puedo explicar! Gracias a Dios, usted vino. Yo ya planifiqué que las mesas se pueden acercar una a la otra y agregar una más, y dos las llevaremos a la calle y las colocaremos a la entrada, de modo que trabajo va a aparecer, y mucho le pido: que mañana comience con él, la voy a tomar en calidad de encargada.

Yo estoy escuchando, pero poco entiendo, y mi alma se llena de algo gozoso, grandioso, incomprensible para mi mente — "Alegría Inesperada."

"Levántate y levanta."

Mi bisabuela vivía en su hacienda en la provincia de Yaroslav. Más de diez años permaneció en la cama sin moverse — tenía paralizadas las piernas. En un rincón, a su cabecera estaba suspendido un icono de la Madre de Dios de Vladimir, a la cual se dirigía frecuentemente en sus oraciones.

Cierta vez oye un ruido como si se hubiera caído algo y luego una voz: "Levántate y levanta, " miró en derredor — no había nadie. "Me habrá parecido" — pensó ella.

Nuevamente oye las palabras: "Levántate y levanta." Se horrorizó y se inquietó: "¿Cómo voy a levantarme si hace ya tantos años que permanezco inmóvil?"

Por tercera vez oye la voz, firme como una orden:" Te digo levántate y levanta."

He aquí que sintió una fuerza dentro de sí, bajó las piernas al piso y se dirigió hacia aquel rincón desde donde oyó la voz. ¿Y qué es lo que ve? La Imagen de Virgen María, muy bien pintada sobre madera (como si estuviera viva), caída en el suelo, partida en dos partes.

Asustada, se inclinó, levantó las dos partes y les aproximó, y el icono quedó unido. Pero como no las juntó correctamente, la Imagen tenía una mitad de la cara más alta que la otra.

Desde ese entonces la abuela mejoró en su salud. El icono fue llevado a la iglesia y comenzaron a realizarse milagros.

Ayuda del icono de la Madre de Dios de Vladimir.

Mi madre era una piadosa mujer y daba hospitalidad a distintos peregrinos. Recuerdo a un anciano padre, con largos y canosos cabellos, vestido con una sotana de lienzo blanco. En su espalda llevaba una pesada bolsa, como llena de arena, y en su mano un bastón de metal, tan pesado, que nosotros, niños, no lo podíamos levantar.

Falleció nuestro padre, dejando a mi madre con seis niños pequeños. Mi madre decidió abrir un taller de costura para poder con ello mantener a la familia.

Pidió dinero prestado, compró materiales, tomó personal, en la puerta principal colocó un cartel de madera, que se reciben trabajos. Comenzó a esperar a los clientes, pero ellos no aparecieron. Al finalizar el mes, había que pagar al personal, pero no había dinero. Mi madre comenzó a desesperarse. De pronto llega el mismo anciano padre de antes. Mamá con lágrimas en los ojos le cuenta su pena, "no te apenes, Ulita — dice el peregrino — yo te voy a dar una gran Ayudanta, no vas a poder cumplir con los encargues — manda a alguien conmigo para que me ayude.

Mamá envió a la niñera y trajeron un gran icono de la Madre de Dios de Vladimir, de la celda del viajero. El vivía poco en su celda, ya que visitaba los Santos Lugares a menudo..

El peregrino ordenó que el icono fuera colocado en el taller y que tuviera prendida siempre una lamparilla ante él.

Cuando colgaron el icono y prendieron la lamparilla, mamá reunió a todos los hijos. El padre peregrino leía oraciones, y todos orabamos largamente. Mamá rezaba con lágrimas en los ojos, luego el padre nos bendijo, le pidió a mamá que no desesperara, y se fue.

De pronto comenzaron los pedidos de los clientes uno tras otro. Antes del almuerzo tomamos doce pedidos. Al día siguiente detuvimos la recepción de los pedidos pues ya los teníamos para un mes adelantado. Tuvimos que agrandar el taller.

Conversión de un oficial.

Conocí una familia donde había una madre devota y un joven hijo militar. El, en su trabajo, se olvidó de Dios y comenzó a hacer una vida desordenada. Todo esfuerzo de la madre fue inútil para hacerlo cambiar. Entonces... comenzó a rezar ardorosamente a la Madre de Dios, por la salvación del alma de su hijo.

Al morir llamó a su hijo y le pidió que el le diera la palabra de ir a la iglesia después del entierro y de postrarse ante la imagen de la Reina Celestial.

Como un estruendo sorprendió este pedido de la moribunda madre. Por el tipo de vida desordenada que llevaba, y la disposición de su alma, le pareció este pedido algo imposible de cumplir, como su fe no se había apagado del todo, entendía lo era un sacrilegio.

La madre falleció. A pesar del bajón moral, y temor ante la Santa Imagen, el hijo consideró que no podía dejar de cumplir el pedido de su madre y se obligó a ir a la iglesia.

Como una tormenta llenó su alma, cuanto más se acercaba a la iglesia, más dificultad tenía para caminar. Pero el sentido del deber a cumplir lo obligó a llegar hasta la iglesia. Vio el icono de la Madre Celestial delante de la cual debía postrarse. La traspiración cubrió su cara y no pudo moverse del lugar. Dio un paso adelante con mucha dificultad y nuevamente se detuvo. La distancia hasta el icono era unos pasos, lo pudo superar solo en una hora, y cuando al fin reuniendo las fuerzas restantes, llegó al icono y se postró — cayó sin sentido....

Cuando se recuperó, era ya otra persona. Como si una cubierta cayera de sus ojos. Vio la profundidad de su caída y la amargura que le había dado a su madre.

Cambió su vida completamente, comenzó a frecuentar la iglesia y rezar cálidamente por el perdón de sus pecados, y por el alma de su madre a través de cuyas oraciones fue salvada su alma.

Encuentro.

En una de las iglesias de Moscú oficiaba un sacerdote. En su familia vivía en calidad de persona cercana una devota mujer, llamada María, venida de una aldea a Moscú en el año l936.

En los años 30 el sacerdote y su "matushka" debieron dejar Moscú por unos años. Primeramente regresó sólo "matushka" con la nena. Hubo que comenzar a trabajar duro, pero a la niña no había con quien dejar.

Poco antes de ello, María llegó a Moscú y fue a trabajar como criada. Tenía intenciones de encontrar una familia piadosa donde trabajar hasta el final de sus días.

Durante mucho tiempo no lo pudo lograr. Cierta vez llegando a una iglesia de Moscú se postró ante el icono de la Madre Celestial Milagrosa y comenzó a implorarle con lágrimas en los ojos encontrar una familia devota. A la salida de la iglesia, una señora desconocida la detuvo. Su aspecto impresionó a María....

La señora le dijo: ve mañana a la iglesia y acércate al sacerdote cuando presente la cruz para besar. "pídele, que te ayude a encontrar trabajo," y de lo demás me ocuparé yo.

La señora desapareció y María comprendió que delante de ella había estado la Misma Madre de Dios.

Al día siguiente a la misma iglesia llegó también "matushka" — la esposa del sacerdote. Al finalizar la ceremonia religiosa, acercándose al sacerdote cuando presentaba la cruz para besar, ella le pidió ayuda para encontrar una empleada para el cuidado de su hija menor de edad durante su ausencia. El sacerdote contestó que el no tenía en vista nada por ahora, y ella se alejó para postrarse ante el icono de la Madre Celestial.

Luego se acerca María para pedirle si podía encontrar trabajo en una familia piadosa. Extrañado por tal coincidencia, el sacerdote le dijo: "acércate a esta señora que está junto al icono, ella casualmente busca una empleada para su casa."

De este modo unió por décadas, la misma Madre de Dios, para una vida en común a María y la familia del sacerdote.

Tía Polia.

La iglesia de Selenski cerca de Klin fue cerrada antes de la guerra y la tía Polia permanecía en ella como cuidadora de la iglesia. En épocas de la guerra las autoridades quisieron transformar la iglesia en un depósito, pero ella no entregaba las llaves entonces las autoridades de la época, consideraron que la iglesia no producía beneficios y los feligreses debían pagar los impuestos por ella.

¿Qué hacía la tía Polia? Ella tenía una vaca. Criaba y engordaba a los terneros y los vendía y el dinero obtenido entregaba para los pagos de impuestos por la iglesia.

Cierta vez vendió un torito; con el dinero iba pagar el impuesto. Durante la noche la invadieron los ladrones, atacándola y tratando de ahogarla. Comenzó a rezar: "¡Madre de Dios, ayúdame, ayúdame"! De pronto en algún lugar de la casa cayeron unos baldes. Hubo gran ruido. Ella pensó: a lo mejor es el gato que saltó del altillo... Pero ella no tenía gatos!... Los ladrones asustados huyeron, dejando todo... Y el impuesto lo pudo pagar.

Le sucedió aún el siguiente caso. Tenía un torito, pero como en aquellos tiempos había que declarar todos los vacunos si no los confiscaban y no se sabia a donde los llevaban. No estando ella en casa, el torito se soltó y se fue con la tropa. Ella lloró largamente: "Ahora no tengo con qué pagar por la iglesia." Hasta sus botas tenía gastadas y la puerta de casa tenía rendijas. En invierno pasaba frío. "Y yo, — decía — llego a casa, golpeo con una varita mis pies helados y los pies se calientan. Así lloró unos días. De pronto — se oyeron golpes en la ventana. Se acercó y vio que una mano desconocida dejó un rollo, y una voz desconocida dijo: "tómalo, hija del Señor." Y todo desapareció. Desenrolló el paquete y allí — había dinero. La justa cantidad — para pagar el impuesto.

"Si no fuera por Ella..."

Transcurría el segundo mes de la guerra. Las noticias del frente daban angustia, empezaban a evacuar la fábrica y yo comencé a preparar para ello el laboratorio a cuyo cargo estaba.

A fines de agosto me llamó el director.

— Jorge, los alemanes violaron la línea del frente y rápidamente se desplazan en nuestra dirección. La fábrica va a ser evacuada de noche, y ahora tenemos que llevarnos a los niños. Usted está nombrado para efectuar la evacuación de la guardería y su personal. Niños — hay l02. Van a viajar en dos camiones, y en un tercero irán los productos alimenticios y lo más necesario. Los mejores choferes conducirán las unidades — Miguel y Constantino. Y en el tercer camión Svetlana. Saldrán de inmediato! Sin alargarlo! Pues, buen viaje!

En el predio de la fábrica estaban los camiones cubiertos con lonas, miré — niños hacinados, asustados, inciertos, algunos llorando.

Fui hacia el primer camión, lo iba a conducir Miguel, hombre corpulento y fuerte, con mirada serena y firme. Nos conocemos desde hace mucho. Salté a la cabina y arrancamos. Detrás de los camiones corrían padres, madres, abuelos. Los niños lloraban... les estiraban las manos!

Los camiones salieron de la ciudad y tomaron la ruta. En seguida un avión alemán nos sobrevoló. La primera munición cayó cerca nuestro en el lado lateral del camino.

— Escapar deberemos con nuestra carga — dijo Miguel y tomó la dirección hacia un monte cercano a la ruta.

Paramos cierto tiempo en el bosque hasta haber terminado los disparos y luego continuamos nuestro camino, pero no alcanzo a pasar una hora, cuando un avión alemán de nuevo comenzó el asedio, en los alrededores se veían bosques y tuvimos tiempo de ocultarnos en ellos.

Comprendiendo toda la gravedad de nuestra posición, comencé a conversar con los choferes y la encargada de la guardería — hacia donde dirigirnos.

— Yo pienso así: mientras el camino va bordeando el bosque viajemos hasta la muralla Koja, allí esperaremos la noche porque más allá hay 90 km. de campo abierto. De noche los alemanes no nos van a ver, — viajaremos de noche — propuso Miguel.

— ¿Y cómo viajar en la oscuridad sin focos, no es peligroso? — pregunté yo.

— Si la noche no esta nublada es muy fácil, y si hay nubes — vagaremos por allí — sonrió Constantino. Cuando oscureció comenzamos a viajar.

— ¿Ud. Conoce bien este camino? — pregunté a Miguel.

— No, por aquí no he tenido oportunidad de viajar. Pero usted no se preocupe, la ruta llega mismo hasta Vetvichky, a la mañana lo pasaremos, y luego el camino va por tal maleza, donde ningún alemán podrá vernos.

La lluvia caía sigilosamente. Estaba mortalmente cansado. El susurro de la lluvia me adormecía, los ojos se me cerraban, la cabeza se me caía sobre el pecho y yo me dormí. Desperté porque el motor paró.

— ¿Qué sucedió?

— Viajamos atravesando el campo, nos salimos del camino — con enojo contestó Miguel. — Hay oscuridad total, orientémonos con la brújula! Pues no vamos a permanecer en el mismo lugar.

Apenas hubimos arrancado me dormí nuevamente. Fuerte golpe del motor y grandes gritos me despertaron:

— ¿Pues adónde va esta persona? ¿Debajo de las ruedas? ¡No entiende nada! ¿Qué busca?

Miré a través de la ventana. A pasos de nosotros, blanqueando en la noche oscura, había una figura femenina con los brazos abiertos delante nuestro.

— ¡Ciudadana, qué necesita!

La mujer no hablaba. El chofer salió de la cabina, pero al minuto regresó.

— ¡No hay nadie, me alucinó algo!

— No, aquí había una mujer parada — dije yo.

— Alta, vestida de blanco.

— Quiere decir que se escondió. Justo este momento para hacer bromas, por ella hasta me estremecí todo — nerviosamente dijo Miguel.

Arrancó nuevamente, pero las ruedas no tuvieron tiempo de dar la segunda vuelta, cuando la figura blanca apareció nuevamente y sentí un miedo terrible, alcanzando un nivel de muerte, sobretodo — por sus brazos extendidos.

— Miguel, deténgase! — desesperado grité yo.

Salimos de la cabina y se nos acercó Constantino.

— ¿Qué sucedió?

Sin esperarnos Migel se abalanzó sobre la mujer parada delante y al segundo los dos desaparecieron de mi vista.

— ¡Rápido hacia mí! — de pronto oímos sus gritos cercanos. Nosotros corrimos hacia la voz.

— Con cuidado, esperen! — con voz apagada susurró el, mostrando algo al lado nuestro. Miramos — y retrocedimos, vimos un precipicio. Estábamos en su borde, cascotes caían hacia abajo apenas hacíamos algún movimiento.

— ¿Porqué estamos detenidos? — se nos acercó Svetlana.

— Por esto — dijo Constantino, mostrando el precipicio.

Svetlana exclamó: Ah! agitando las manos.

— Si no fuera por Ella — dijo Miguel, quitándose el sombrero — todos estaríamos en el fondo del barranco.

Su voz temblaba y apenas se sostenía sobre sus pies.

— ¿Tío Miguel, pero quién es Ella? — asustado preguntó Constantino.

— ¿Quién eres, tonto, o no tienes inteligencia? ¿No entiendes? ¡Quién más podría ser sino la Madre de Dios!

— ¿Dónde estaba Ella? — tímidamente susurró Svetlana.

— ¡Aquí, ahora! susurró Constantino y también se quitó el sombrero.

En la maleza de Belovegi.

Durante la guerra sucedió un acontecimiento extraño en la maleza de Belovegi. El 27 de setiembre del año l942, en el bosque, cerco del distrito de Brest, bajaron los paracaidistas soviéticos. Esto fue conocido por los alemanes, quienes comenzaron a rastrear el monte. En el tiroteo perecieron dos soldados alemanes, pero los paracaidistas desaparecieron.

Agraviados, los fascistas resolvieron tomar como rehén al pueblo, por cada soldado alemán, ejecutar cien habitantes civiles.

En la noche del 27 al 28 de setiembre los soldados alemanes rodearon al pueblo no dejando salir a nadie. Ordenaron a todos los habitantes que en un plazo de 2 horas se reunieran con carros y pertenencias al borde del pueblo. Se eligieron l6 personas para cavar un foso de 2 metros de ancho por 20 metros de largo y 2 de profundidad. Los jóvenes de más de l6 años fueron separados para remitirlos a Alemania. Los habitantes restantes los colocaron en fila y los acercaban al foso.

Los alemanes colocaron a las personas a los lados del foso y alrededor de ellos colocaron las ametralladoras. La gente se hincó y comenzó a llorar y a rezar.

De pronto comenzó a sobrevolar un avión alemán, el que prontamente aterrizó cerca del foso. Los oficiales actuantes corrieron hacia el avión. Del avión salió un oficial de alto rango. Dijo que tenía que volver a levantar vuelo, y si dentro de las 2 horas siguientes no volvía, tenían que fusilar a todos los rehenes.

Justo a las 2 horas el avión volvió y aterrizó en el mismo lugar. Del avión bajó el mismo oficial. A la gente les dijeron, que todos ellos tenían que ser fusiladas y el pueblo quemado, pero gracias al oficial recién llegado, todos serían liberados, niños, animales y pertenencias, lo que fue confiscado será devuelto. El foso se dispuso que no se tapara por un año. Si en ese tiempo sucediera algo, todos serían fusilados. Luego de eso dejaron que todos regresaran a sus casas.

A las dos semanas al pueblo llegó el mismo oficial, trayendo el icono de la Madre de Dios con el Niño en brazos recortado sobre madera. En aquel entonces nuestra iglesia no estaba totalmente reconstruida, aunque se efectuaban servicios religiosos. El oficial relató: "Cuando el avión sobrevolaba el campo apareció la Virgen indicando hacia abajo con la mano. Guarden este icono — es vuestra Salvadora!"

Nuestro pueblo, este día, 28 de setiembre — festeja calidamente. En la iglesia se ofician misas.

"Conviértete, estás perdida."

Trabajaba con Natalia en una fábrica de costura desde el año 1922. Ella no solo era atea, sino que se burlaba de los creyentes, aunque por su carácter era bondadosa y ayudaba al prójimo. Desde el año 1927 no nos habíamos visto, ya que la habían trasladado a otra fábrica. Nuevamente me encontré con ella en el año 1947. Me saludó cariñosamente y me relató lo siguiente:

— En el año 1942 yo trabajaba en un taller. Tenía que viajar lejos y el momento era difícil — estábamos en guerra. Tuve que pasar de todo; hambre, frío. Cierta vez iba a trabajar, salí del subte a las 6 de la mañana, era otoño ya entrado. Comenzaron las heladas, las calles estaban oscuras y solitarias. Al cruzar la plaza me caí en un charco. Traté de levantarme — no pude, me levanté— y caí otra vez, como si alguien me empujara. Se me terminaron las fuerzas, comencé a llorar y dije: —

"Dios, si Tú existes, ayúdame!" De pronto veo como que del cielo baja un icono de grandes dimensiones y se detiene delante de mí. Era la imagen de la Madre de Dios "Znamenie" (Aparición )Yo estaba hincada en medio del charco gritando: "Madre de Dios, ayúdame!"

Ella se dirige hacia mí y me dice: "Natalia, estas perdida, dirígete a mi Hijo!"

Con estas palabras la imagen comenzó a elevarse y todo el tiempo hasta que hubo desaparecido de mi vista se sentía la voz: "Dirígete a Dios, estás perdida!"

En seguida me rodearon varias personas tratando de levantarme. Pregunto: ¿Vieron la Imagen que bajaba del cielo? Pero nadie más que yo la vio.

Llegué al trabajo toda sucia, mojada y con llanto pedí que me permitieran dejar el trabajo que ya no estaba en condiciones de trabajar. Me permitieron irme. Llegué a casa e inmediatamente fui a la iglesia del monasterio de Novo-Diveevo. Allí encontré el icono de la Madre de Dios, "Znamenie, " prendí una vela y la coloqué delante de él y lloré, sin percibir nada en mi derredor.

Luego me confesé y tomé la comunión.

"Feliz de ti — me dijo el sacerdote — se ve que tienes un alma buena."

Ahora acostumbro a ir a la iglesia a menudo y a mi hija y a mis nietos bauticé, tomo la comunión más a menudo y mi vida comenzó a ser más fácil y feliz y no sé cómo agradecer a Dios por Su misericordia.

Pronta ayuda.

Fuera de la ciudad vivían dos hermanas conocidas mías — mujeres muy piadosas y aplicadas en la oración. Muchos milagros tuvieron en sus vidas. Una vez, en tiempos de guerra, habían conseguido papas a cambio de algo, las cargaron en un trineo chico — era invierno — y se pusieran a arrastrar. El camino era largo, estaban cansadas y hambrientas, estaban agotadas. Implorando exclamaron:" Santísima Madre de Dios, ayúdanos."

Estaban agotadas, y ven que se les acerca una Mujer de lindo aspecto, y les dice: "Están muy cansadas, denme les ayudo a llevar la papas." Y junto con ellas comenzó a arrastrar la carga. Se sintieron muy livianas con Ella, se maravillaban mirándola, pero tenían temor de preguntarle, ¿quién era Ella? Una vez llegadas con la papas a la casa, La perdieron de vista.

Entendieron entonces ellas, que Ella era la Misma "Pronta-ayuda" — Santísima Madre de Dios.

Aparición sobre el cielo de Stalingrado.

En la historia mundial hay hechos que se guardan en las mentes humanas, constituyen el acerbo dorado de la historia de los pueblos y gobiernos. A esos hechos se suma la brillante victoria de nuestro pueblo en la batalla de Stalingrado en la cual por su fuerza, orientación y consecuencias superó todos los encuentros armados de tiempos pasados. Verdaderamente la batalla de Stalingrado fue la crisis de la Segunda Guerra Mundial.

Los investigadores analizaron principalmente la coordinación de la técnica de las reservas humanas, preparación para la lucha y el nivel moral tanto del ejército soviético como hitlerista. Sin embargo en el marco de los estudios científicos se habla de una acción del conocimiento humano y por ello sigilosamente está guardado en carpetas secretas de archivistas especializados de archivos gubernamentales.

Trabajando yo en el archivo del gobierno de la Federación Rusa llegó a mis manos un documento único: el informe del encargado del Consejo de los hechos de la Iglesia Ortodoxa Rusa en la URSS de un tal Jodchenko para el presidente de este Consejo Karpov. En él, un titular ateo, luchador contra la religión, denunciaba a la superioridad lo que directamente divergía con sus propias ideas y convicciones. Relataba ni más ni menos de un Milagro, testigo del cual era toda una división del ejército, llegada a Ucrania de Stalingrado...

Luego del demoledor encuentro cerca de Moscú, los comandos alemanes programaban dar el principal golpe en la parte sur, para emerger por Rostov hacia Stalingrado y la parte Norte del Cáucaso y de allí hacia el Mar Caspio y el norte a lo largo del río Volga. Por ello la defensa de Stalingrado representaba para los dirigentes soviéticos un problema estratégico muy importante. A mediados de julio de l942 hacia la zona de la ciudad estaba dirigido el 64 cuerpo de ejército del General Chuykov sobre el cual cayó el peso de la lucha con el enemigo, cuyas fuerzas se calculaban en 26 divisiones.

En septiembre del año 1942 los fascistas se preparaban para el último "general" asalto de la fortaleza sobre Volga. En estos momentos en sus manos estaba ya la gran parte de la ciudad. A lo largo de un mes continuaron las luchas por cada cuadra, casa, por cada metro de tierra. El 11 de noviembre los nazis se prepararon para asaltar la ciudad. Nuestro ejército quedó dividido en tres partes. Pero en el momento más crítico de la lucha, los guerreros de una división del poderoso ejército vieron algo que los hizo estremecerse, sobre el cielo nocturno otoñal de Stalingrado surgió una Visión, que hacia ver la salvación de la ciudad, del ejército y la pronta victoria de las fuerzas rusas.

Desgraciadamente en el reportaje del encargado no se dice que es lo que vieron los militantes en el cielo de Stalingrado. Se puede deducir solamente que la Visión de Stalingrado y la aparición del icono la Madre de Dios de Kasan en Stalingrado (el milagroso icono se encontraba en nuestro ejercito en la parte derecha del Volga, y ante él permanentemente se realizaban oficios religiosos de acción de Gracias y servicios fúnebres). Sea como fuere, la Visión de Stalingrado demuestra que la ayuda de Dios no deja al pueblo ruso en los momentos más críticos de su historia. La evolución de los acontecimientos posteriores — el rodear al enemigo y el contra ataque del ejército ruso — fue una brillante confirmación de ello.

Luego de lo sucedido, al legendario comandante mariscal Chuykov se podía ver en las iglesias ortodoxas. El héroe de la batalla de Stalingrado frecuentaba la iglesia, colocaba velas ante los iconos... Seguramente rememoraba la noche de la batalla y el maravilloso Rostro de la Madre de Dios, aparecido en el clarificado cielo otoñal!

¿Quién ayuda a los Rusos?

En el año 1941 reclutaron a Basilio Kazanin para ir al frente de batalla. Lucho cerca de Smolensk, participó en las ofensivas de Veliki Luki. Permanentemente iba indagando secretos, fue herido cinco veces, una bala lo atravesó de lado a lado unos centímetros abajo del corazón. Estaba liberando Koenigsberg. Los alemanes se mantenían escondidos. Los proyectiles, como pelotillas, eran repelidos de los bastiones de piedra. Los nuestros tenían enormes bajas.

Después de traído el icono de Kazan de la Madre de Dios. Los sacerdotes realizaron oficio de Pedido de Gracias y en procesión marcharon con la Cruz al frente. Del lado alemán había disparos De repente pararon, el adversario parecía como paralizado. Nuestras fuerzas comenzaron un ataque total a Koenigsberg. Saliendo de sus escondites miles de alemanes se rindieron. Mas tarde ellos relataron — que sus armas dejaron de funcionar, y en el cielo apareció la Purísima Virgen. Allí entendieron — ¡Quien ayuda a los Rusos!

Después de la guerra Basilio, por llamado de su alma ingresó en el monasterio Pskovo-Pechersk y realizaba las tareas de monje con el nombre de Irinarco.

La Reina Celestial no nos va a abandonar.

Comenzó el horrendo año 1937. El padre Sergio en ese año cumplió 44 años. Con su señora tenía cuatro hijos, esperando la venida del quinto. El padre Sergio quería mucho a sus hijos y cuando hablaba de ellos su cara se iluminaba con cierta sonrisa benévola. Cierta vez el estaba con nosotros y mi mamá le preguntó:

— ¿Padre Sergio, cómo teniendo esa familia tan grande, resolvió hacerse sacerdote? Y si arrestan y deportan, ¿quién va a estar a cargo de sus hijos?

El padre Sergio se estremeció, y con ojos límpidos miró a mi madre y contestó:

— ¡A la Reina Celestial! Si yo perezco, por Su Hijo — será posible que tengan ese pensamiento: que Ella va a abandonar a mis hijos? Nunca. ¡Ella los salvará y defenderá!

A los dos meses arrestaron al padre Sergio y ahí pereció. ¿Y los niños?

En el año 1956 me encontré con su hija Tania e hijo Alejo. Ellos me relataron que su hermano mayor era oficial y sin ninguna herida pasó toda la guerra. La hermana Vera terminó el instituto y consiguió trabajo de responsabilidad en una fábrica de los montes Ural. Hacia allí llevó a la madre. Tania terminó el instituto de Poligráfia y se quedó a vivir en Moscú, en la casa de su tío, que no tiene hijos. Alejo se destacó al terminar el Instituto Superior de Enseñanza. El tercer hijo del padre Sergio, nacido después de su muerte, fue llamado en su honor Sergio. Según cuenta Alejo es un joven muy bien dotado, que en ese entonces pasó al noveno grado.

La suerte seguida posteriormente de los hijos del padre Sergio no la conozco ya que no tuve la oportunidad de encontrarme con ninguno de ellos, pero creo firmemente que hasta su muerte quedarán bajo la Protección de la Reina Celestial.

Educadora Celestial de las hijas.

El marido de una mujer fue muerto en la Gran Guerra Mundial cuando sus dos hijas tenían 5 y 6 años. La viuda tuvo que trabajar y dejando a las niñas solas durante todo el día. Por la situación negativa del medio que las rodeaba empezaron a robar.

Pero la viuda era piadosa. Viendo la falta de fuerza para educar a sus hijas, las trajo a la iglesia, las hizo hincar delante el icono de la Madre Celestial e hincándose ella también se dirigió a la Madre Celestial con amargas lágrimas y ardoroso pedido:

— ¡Madre de Dios, Tú ves mi pena y mi imposibilidad de educar a mis hijas en honradez y fe. Yo no puedo hacer nada con ellas. Te las encomiendo. Haz lo que Tu quieras. Si quieres, ¡que mueran ¡pero si permanecen vivas, edúcalas Tú a ellas!

Las encontré unos 15 años después. Todos los que las conocían las alababan por su amor al trabajo, buen comportamiento y honradez. ¿Y cómo las pudo su madre educar así? — siempre se escuchaba decir eso a los que las rodeaban..

"Te pido así por primera vez..."

Como resultado de duros padecimientos de mi vida, mi salud se resquebrajó totalmente. Comencé a padecer un desarreglo intestinal crónico. Pero más peligroso era el estado de deterioro nervioso. Perdí la facultad de conversar o de leer por más de 10 minutos. Comencé a tener fuertes dolores de cabeza. Los médicos me dijeron que la situación era seria y necesitaba un tratamiento largo: reposo completo y descanso dentro del límite de sanatorio. Ni lo uno, ni lo otro tenía posibilidades de cumplir. Me asustaba la situación de incapacidad (a los 30 años) a la que estaba destinado.

Yo vivía en ese entonces en la ciudad de Murom. En una de las grandes festividades dedicadas a la Santísima Virgen, estaba yo presente durante la Vigilia. Por primera vez en la vida me dirigí con ardorosa oración a la Madre de Dios: "Puedo soportar el dolor permanente del estómago, si es voluntad de Dios mandarme esa cruz, pero vivir sin trabajar, sin poder leer las Santas Escrituras y libros espirituales, sin posibilidad de relacionarme con personas — eso no puedo. Santísima Madre de Dios, Te pido por primera vez — dame la posibilidad de trabajar, leer y relacionarme con gente.

Cuando me acerqué al sacerdote, besé el icono de la Madre de Dios, recibí la santa unción con óleo y probé el Pan Bendito, entonces sentí que algo extraordinario me sucedía: los pensamientos se me aclararon en la cabeza como si alguna fuerza se hubiera posesionado de mí. Desde ese momento solo el dolor en el estómago me quedó, pero lo supero con paciencia recordando, las palabras del Señor en la epístola de Apóstol Pablo: — "Mi fuerza se perfecciona en la debilidad" (2 Cor.12:9).

 

Una muda empezó a hablar.

En el pueblo vivía una familia cristiana piadosa — marido, mujer y una hija sordomuda, la cual solamente podía " mugir." Tenían una vaca. Durante un invierno riguroso la vaca tenía que tener cría, pero el establo estaba muy frío. Temiendo que el ternero pereciera de frío si nacía de noche, el esposo se propuso cuidar la vaca durante la noche, pero la esposa lo disuadió iciendo: espera, todavía hay tiempo para vigilarla!

Durante la noche oyen la voz de la hija desde donde dormía: "!Vayan rápidamente al establo!" Se levantaron y corrieron al establo sin prestar atención de que la hija había hablado.

En el establo encontraron al ternero recién nacido, lo trajeron a la casa y recién entonces pensaron: ¿Como es que habló su hija, y quién le dijo lo del ternero?

La hija les relató que se le había aparecido la Misma Virgen María y ordenó, que los despertara y los enviara al establo. Desde ese entonces la muda empezó a hablar libremente.

 

La Madre de Dios vino con nosotros!"

Nieve, nieve, nieve... Entorpece la vista, pero yo corro con todas las fuerzas por la calle del pueblo. Tengo 16 años, soy el secretario del grupo comsomol (joven comunista ) de la escuela. Nuestro grupo hoy organiza un espectáculo en el club de la fábrica y yo tengo el papel principal. El papel lo aprendí de memoria, pero el traje no esta listo, por lo cual hay que apurarse.

En casa no hay nadie, mi padre fue enviado en una misión especial, y mamá, seguramente, debe estar en lo de la abuela.

Abro el baúl, del cual saco una pollera de demasiado grandes dimensiones para el teatro. Hay que agregarle un volado y un pasa cinta ¡oh! ¡sí si Katia viniera a ayudarme! De todas mis amigas, Katia — la más querida, ella — es hija de un sacerdote. Pero yo nunca creí en Dios, y como se puede creer, si la religión es un engaño. Katia también actúa en el teatro, pero no tiene suerte: quiere tomar parte en papeles importantes, y le tocan los más insignificantes. Y tomó la decisión, de estudiar los roles que le gustan y los representa para sí misma. Se ríen de ella, pero a ella nada le importa. Pero hay que seguir cosiendo más de prisa, ya que pronto las chicas y chicos me pasarán a buscar para ir juntos al club. ¿Por qué será que la cabeza me duele tanto y tengo tanto calor? ¡Qué volado interminable! La cabeza me duele de tal manera que ya ni los dedos me hacen caso.

No, no puedo coser más, me voy a acostar pues me siento cada vez peor...

Detrás de la puerta se oyen pasos e irrumpen en la habitación un batallón de actores del espectáculo. Viéndome acostada, rodearon desorientados la cama. Alguien me colocó un termómetro, alguien me quita las botas de los pies, las que no pude quitarme antes, y me cubren con una frazada.

— Basilio — oigo la voz de Kim — corre por un médico. Maia busca a la mamá de Lucy. Katia retira el termómetro. ¿Cuánto? 41! "Que horror!"

Vino la madre. Me siento tan mal que no puedo decirle nada. Kim me coloca un comprimido en la boca:

— Trágalo, la enfermera lo mandó de la policlínica, el médico ya se fue: hoy es sábado.

Con desagrado escupo el amargo medicamento, lloro de dolor y de peso en todo el cuerpo, tengo una angustia aplastante.

Todos se van al club. Katia se demora y le dice a mi madre — N.A. Una vez terminado el espectáculo, yo vuelvo corriendo y me quedo con Lucía, así que Ud. puede con tranquilidad ir al trabajo nocturno.

Sí, Katia hoy tendrá que hacer su papel, y el mío.

En los oídos resuena..... ¡qué mal me siento! Puede ser que me esté muriendo... Mamá me coloca sobre la frente una toalla mojada pero yo la retiro y doy vueltas en la cama.

Las sábanas me queman el cuerpo, la almohada también esta ardiendo de calor. ¡Si hubiera aunque sea un poco de fresco!

— ¿Y de dónde proviene esa luz en el cuarto? Brillante pero suave y cálida. ¿Qué es eso? En el centro de la luz — la imagen del icono de la Madre de Dios de Kazan. Yo la conozco muy bien, está colgada en lo de mi abuela. Pero esta no es una imagen, sino la Virgen Santa en vivo, y ondas de alegría vienen hacia mí!.

— Mamá — inesperadamente digo yo — la Madre de Dios vino hacia nosotros.

Mamá se acerca y llora:

— Hijita, esta es una visión tuya antes de tu muerte — estás muriendo.

El resplandor era cada vez más magnificente, más esplendoroso y sobre la luz a la derecha de la Madre de Dios yo veo la imagen de Cristo. El esta como pintado sobre la toalla, yo veo hasta los dorados racimos en el borde de la toalla. Y a la vez siento que la imagen está viva y me mira dulcemente con ojos inusuales.

— Mamá, el mismo Dios esta aquí, — susurro yo, pero a lo lejos oigo sus sollozos y lamentos.

Gran alegría me colma mi ser. Pierdo el sentido del tiempo, de donde estoy, quiero nada más que una cosa: que esto no termine nunca. Dos imágenes en un resplandor no terrenal y yo... Y no se precisa nada más...

Pero la luz se apagó tan inesperadamente como se prendió. Estoy acostada y no me muevo. Algo nuevo entró dentro de mí — yo como tomando una jarra rebosando sus bordes...

Acerco las manos al pecho y me levanto, pero que es esto....yo estaba muy enferma, muriéndome y ahora ¿estoy completamente sana? Mamá asustada se acerca a mí:

— Lucía, qué te pasa, acostáte querida.

— No, mamita, ya se me pasó todo, tócame: las manos y cabeza frías, y no me duele nada. ¡Yo te ayudaré a recoger tus cosas y ve a la fábrica, llegarás tarde. No te preocupes, yo estoy completamente sana.

Mamá se va y yo espero a Katia. Solo a ella puedo relatar lo que me sucedió, a nadie más. Oh! ¡Que llegue lo antes posible!

Crujir de nieve debajo de la ventana, pisoteo rápido de los pies de Katia — he aquí, ella misma en el umbral. Sobre el pañuelo y el tapado de piel — copos de nieve, sobre la cara el maquillaje, y sus ojos interrogantes me miran.

Katia, Katia, sabes lo que me sucedió — yo grito — ¡escúchame!

Pasamos toda la noche comentando lo sucedido y de mañana temprano Katia me llevó a su padre cura. Confesándome y comulgando por primera vez en mi vida...

Así comenzó mi nueva vida.

Icono de Tijvin de la Madre de Dios.

En mi juventud fui atea, mis padres — creyentes. Poco antes de la muerte de mi padre vi un sueño, como si estuviera de rodillas ante el icono de la Madre de Dios, rezando.

Habiendo sido avisado por medio de un telegrama, que mi padre estaba moribundo, no llegué a tiempo. Mi madre me contó acerca de los últimos días de mi padre. Decía que se mortificaba porque su hijo Kostia vivía sin Dios... Pero unas horas antes de su muerte, alegremente dijo: "ahora muero tranquilo, soñé que ambos, Kostia y yo, rezábamos arrodillados ante la imagen de la Madre de Dios. Quiere decir que mi hijo abrazará la fe de Dios." Habiendo escuchado esto yo relaté a mi madre el sueño y desde entonces con la ayuda de la Reina Celestial me hice creyente. Pero esto no es todo. A los pocos meses tuve que visitar un monasterio de hombres a 7 k. de la abadía de San Sergio. Habiendo entrado a la iglesia, del lado derecho de una columna, vi la misma imagen de la Madre de Dios que había visto en sueños. Me arrodillé ante la Reina Celestial, que vi en sueños y largamente lloré ante Ella. Era el icono de Tijvin de la Madre de Dios.

"No Le voy a pedir nada... "

Comenzaba a tener una seria dolencia en mi garganta, que me inhabilitaría por diez días,

Llegó la fiesta de la Natividad de la Virgen. Presenciaba yo el oficio Vespertino en la iglesia de Sokolniki, donde se encuentra el icono de la Madre de Dios de Iveria (llamada Protectora de Moscú). En ese entonces yo conmemoraba especialmente esa festividad y pensaba: "Si nosotros festejamos tan solemnemente los onomásticos de nuestros familiares, cuán más solemne debe ser el Día del Nacimiento de la Virgen María — Madre del Mismo Dios, Hijo del Dios, Salvador y Redentor del género humano!" Deseaba inclinarme ante la Madre de Dios, glorificarla con toda la iglesia, y pedir aceptar solamente mi veneración sin palabras, como imagen de Inigualable belleza, y Grandeza espiritual con nada comparado. Aunque me sentía seriamente enferma, decidí este día no pedirle nada a Ella.

Luego de una veneración (beso) al icono, unción con óleo y probar el pan Bendito, sentí de repente, que la garganta dejó de dolerme.

Al principio no le di fe a mi curación, pero ni esa tarde ni a la mañana ni al otro día tenía rastros de mi enfermedad.

Milagros sobre el sendero.

Una joven, amiga mía, me relató el siguiente caso acerca de ella.. Estudiaba y trabajaba en Moscú, y vivía fuera de la ciudad, bastante lejos. Regresaba a la casa tarde, tenía que tomar un camino desolado y atravesar un monte. Lo mas peligroso era que allí, algunos maleantes a veces desvestían, robaban y hasta violaban a los transeúntes.

La joven veneraba a la Reina Celestial y por sobremanera a Su icono "Alegría Inesperada." y durante sus penas rezaba ante este icono.

Cierta vez en invierno ella llegaba tarde a su casa. Iba sola, se internó en el monte, apurada iba por el sendero estrecho, formado por pisadas sobre la nieve. De repente se enfrentó a un hombre. La noche era de luna clara, y se veía que el se reía, alargando las manos como para agarrarla. Sintió temor y espanto.

— Reina Celestial, Alegría Inesperada, sálvame! — susurró, ella y algo sereno la colmó, y del susto ni rastro quedó.

El hombre se iba acercando y con extrañeza vió, pero no a la joven, sino a alguien que estaba detrás de ella. De pronto cambió de rumbo, y fue hacia la nieve, alejándose rapidamente....

La joven no se atrevió a mirar para atrás, pero sentía detrás de sí a su acompañante. Al salir del bosque, se dio vuelta — no había nadie, solo a lo lejos la sombra de una persona, que se alejaba y que la había amenazado.

Protectora diligente.

Mi abuela era creyente y yo, siendo niña, la observaba rezar ante los iconos. Rezaba sin palabras, ¿que oraciones pronunciaba? — ¡no sé!— y en aquel entonces no me interesaba mucho por ello (eran los años 60). Cuando mi abuela murió los iconos desaparecieron, no sé a dónde.

Pasaron unos diez años, vino un hermano mío de Moscú y comenzó a hacer algo en el galpón, entrando mi madre allá, lo encontró con un icono en sus manos sacándole el polvo pues ese icono era de mucho valor por lo cual se podía vender bien, mamá dijo que lo dejara en el mismo lugar, pues obtener dinero por iconos — es un pecado muy grande. El obedeció.

Pasaron unos cinco años más. Me enfermé, y me vino a la mente la idea de que habría que colgar los iconos en las paredes. Encontré en el galpón aquel icono — era un icono de la Santísima Virgen de Kazan — y otra — del Salvador. Los dos iconos traje a mi casa y les recé, rogando ayuda en mi dolencia. La enfermedad retrocedió.

Pasó un tiempo. Un conocido observó mi icono y me ofreció llevarlo a Moscú y venderlo. Yo se lo di. Se fue y se lo llevó. A las dos semanas regresó con el icono. Yo no reconocí mi icono, estaba "pintado" sobre madera y en tonos marrón oscuro. Pero ahora tenía yo solo una pequeña tabla amarillo clara con algunos contornos apenas visibles en ella. Mi conocido dijo que el icono no valía nada. Pero en mi interior me alegré, aunque no tenía mucha fe todavía y rezaba a Dios solo cuando me enfermaba. Pasaron tres años mas, aquella persona que había llevado el icono a Moscú fue encarcelada, yo enfermé, me sentí muy mal y en la noche hacia 2.30 de la mañana me agravé Escuché una voz: "despierta a los niños, estás muriendo!" Todo tembló dentro de mí, dejé de sentir mi cuerpo. Tenía 2 hijos, el mayor en aquel entonces tenía 14 años, el menor 8.. Mamá salió corriendo a llamar la ambulancia, vino una mujer médico, me dio una inyección y se fue. La medicación no produjo efecto, y cada vez me sentía peor. Entonces por algún motivo(ahora sé por cuál) me vino un pensamiento a la cabeza. Le dije al hijo mayor que tomara velas y las encendiera ante el icono de la Santísima Virgen de Kazan. Aquella antigua Imagen por la cual querían ganar dinero. Les dije a los niños que de rodillas pidieran piedad por mí a la Madre de Dios. Con lágrimas en los ojos rezaban a la Santísima Madre de Dios. Sentí que mi cuerpo reblandecía y se elevaba sobre el piso (yo estaba parada). Grité: ¡"Hijos, ténganme"! Ellos me sostuvieron fuertemente, y oraron con más fuerza a la Madre de Dios. Mi madre nuevamente corrió por la ambulancia. Más yo recapacité y me dí cuenta que lo que me pasaba era porque quise vender a la Madre de Dios, nuestra Protectora, nuestra Madre, por dinero. Eran las cinco — de la madrugada, en mi alma se produjo un verdadero arrepentimiento y fluyó la oración, — una voz interna me indujo serenidad y sentí que iba a mejorar !. Yo comprendí, que por mis oraciones y arrepentimiento, y más aún por las de mis hijos, fui perdonada, Comencé a renacer lentamente. Orando ante el icono de la Santísima Madre de Dios de Kazan noté que la imagen comenzaba a tener nuevos contornos, y al mes retomó su aspecto anterior. El icono del Niño Salvador — sencillamente se tornó maravilloso.

Pasaron tres años, muchos cambios hubo en mi vida. El Señor me envió un experimentado guía espiritual y recientemente (como aquella vez un 4 de noviembre) la tarde antes de la celebración del día del icono de la Madre de Dios de Kazan, envolví el icono con esmero y lo llevé al templo. Ahora Ella se encuentra allí... Comprendí que Tal santidad no podía estar en mi casa — sino en el templo para que todos rezasen y supiesen cuán misericordioso y bondadoso es el Señor con nosotros pecadores.

"Santísima Madre de Dios: ¡Sálvame!"

Relató esto una joven señorita vendedora de una librería. Rara vez concurría a la iglesia, sabía rezar algo.. Cierta vez de noche se acostó a dormir. En el cuarto estaba ella sola. Escuchó extraños pasos detrás de la puerta de su cuarto, como arrastrados. Se puso alerta. Chirrió la puerta. Y ella quedó como encadenada. Hasta no tenía fuerzas para darse vuelta y mirar. Y los pasos se sentían cada vez mas cerca de su cama. Después algo pesado, oscuro, pegajoso, se le pegó a las espaldas y comenzó a ahorcarla. Empezó a faltarle el aire y comprendió que ahora iba a perecer. Pero he aquí que recordó una oración y comenzó rezar a la Madre de Dios: "Santísima Madre de Dios, sálvame," susurraba la oración repitiéndola cada vez más y mas. Y de pronto algo que la ahogaba con tal odio y maldad, se elevó y comenzó a alejarse. Cuando se asomó a la puerta, los pasos cesaron...

"Madre querida, todavía me duele."

Tengo una hermana menor del año 1949. Nació con una lesión en el corazón, y en su vida tuvo muchas dolencias Se casó y tuvo un hijo. Con la edad, el corazón le molestaba más y más. Se le diagnosticó la obstrucción de una válvula del corazón, lo cual produjo una dilatación de la ahorta produciéndole diferentes trastornos de salud.Cada vez con más frecuencia tenía dolores de cabeza para lo cual tomaba medicación cada hora. Le aconsejaron internarla para su estudio. El estudio computadorizado mostró que tenía un tumor en el cerebro, en el cerebelo y tres en la espina dorsal del cuello. Un profesor de Moscú dijo que no se podía operar a este tipo de pacientes. Era lunes, y para el jueves los médicos le darían el alta. Mas aún, le dijeron que tenía tres meses de vida.

En esos tiempos me encontré con una "matushka" que me aconsejó llevar de la tumba de la beata Matrona arenilla, y dijo: — " al rezar al Señor, y a la Santísima Madre de Dios y a la beata Matrona, tiene que curarse." Yo hice lo que me aconsejaron que hiciera.

No éramos muy creyentes, mi hermana no era una persona de la iglesia, pero aceptó tomar agua santificada y rezar.

Y con mis hermanas comenzamos a rezar a nuestro Señor Jesucristo, a la Santísima Virgen (ante su icono de Kazan) y a San Nicolás. Leíamos akáfistos, rezábamos. A los tres días el profesor les dijo que habían tenido una reunión y decidieron operarla a la semana. Comenzamos a rezar con más devoción. La operación fue postergáda tres veces, y la hicieron solo dentro de un mes. Demoraron 6 horas y media con anestesia local por el estado débil del corazón. Mi hermana sintió todo y oyó todo. Cuando la sacaron de la sala de operaciones, sonreía. El profesor dijo que la operación fue única en su género.

Con mi otra hermana nos turnábamos para cuidarla durante las 24 horas. Pasaron 4 semanas después de la operación, no le habían quitado las suturas, estaba acostada sobre un costado, tomaba muchos medicamentos.

Cada dos horas le daban inyecciones, todo lo soportaba y solo decía: "voy a aguantar todo, pero quiero quedarme viva." Tratábamos de orar a su lado cada momento libre.

Cierta vez durante mi presencia a las dos de la madrugada comenzó a llorar y decir: "me duele el hígado; es tal el dolor que no puedo resistir." Yo — llamé a la enfermera, ella dice: "no puedo darle otra inyección, pasó sólo media hora." Comencé a leer el akáfisto a la Madre de Dios (a su icono de Kazan), y a mi hermana le dije: "reza 'Santa María Madre de Dios' cuando puedas. Reza y pide a la Protectora, que te ayude un poquito."

Comenzó a rezar esa oración para sus adentros. Y de pronto dice: "Matushka querida, todavía tengo dolor." Luego abre los ojos y dice: "Tu crees que yo estoy consciente?" Yo digo: claro que creo. Ella dice: "ahora voy a dormir, pero mañana a la mañana te voy a contar algo muy importante." Al rato vino la enfermera y extrañada me preguntó: ¿Qué le diste? Yo le contesté: "nada." Pero las enfermeras sabían que estábamos rezando y teníamos en la pared sobre la cama iconos.

A las seis de la mañana despertó, sonrió y dijo: "tú puedes crees que la Madre de Dios vino hacia mí. Cuando yo rezaba, no vi, pero claramente sentí, que se me acercó una Mujer de Belleza Celestial, colocó Su manecilla sobre mi costado, la apoyó y la deslizó hacia abajo. El dolor siguió Su manecilla, pero todavía no cedió del todo. Entonces yo le dije: "Matushka, todavía me duele," para que veas que estoy consciente y esto es verdad. Nuevamente ella se apoyó y deslizó por abajo Su manecilla — y el dolor cedió. Ella me dijo: "Duerme" y yo me quedé dormida. Mi sueño fue como el de una persona sana.

 

Los Santos Devotos de Dios

vienen en nuestra ayuda.

Jerarca San Nicolás.

"En vez de ti, está san Nicolás" el Jerarca.

Era durante los años difíciles de la guerra civil. V.P. — en aquél entonces joven señorita estaba parada en el jardín de su casa, un campesino le apuntaba con su rifle (en aquél entonces los campesinos de Rusia se vengaban, matando a los terratenientes). La joven, temblando, apretó las manos contra el pecho y con gran fe y esperanza repetía:

— Padre, Beato de Cristo, Nicolás, protégeme, ayúdame.

¿Y qué pasó? El campesino tira el rifle a un costado y dice:

— Inmediatamente vete a donde quieras y no te hagas ver más.

La joven entró en la casa, tomó algunas cosas, corrió hasta la estación y viajó a Moscú. Allí sus familiares le encontraron un trabajo.

Pasaron varios años.

Cierta vez — timbre en la puerta de entrada. Los vecinos abren — hay un hombre delgado, harapiento, campesino, estaba temblando... Pregunta: ¿aquí vive V.P? le contestan que en verdad vive aquí, lo invitan a pasar y van en busca de ella.

Cuando salió V.P., este campesino se arrojó a sus pies y llorando comenzó a pedirle perdón. Sorprendida ella no sabía que hacer... Trató de levantarlo diciéndole que no lo conocía.

— Matushka, V.P....¿Tú no me reconoces? Yo soy el que te quiso matar, levanté el rifle... apunté... estaba por tirar — pero vi, que en vez de ti estaba san Nicolás... A él no tuve valor para disparar.

Nuevamente cayó a sus pies.

— Hace mucho tiempo que estoy enfermo y decidí encontrarte, a pie vine desde la aldea.

Ella lo hizo entrar en su cuarto, lo serenó, le dijo que le perdonó todo, le dió de comer, lo vistió con ropas limpias...

Y dijo, que ahora podía morir en paz.

Repentinamente perdió fuerzas y quedó postrado. Ella llamó a un sacerdote. El campesino se confesó, comulgó... Luego de varios días, en paz se fue con Dios.

¡Cómo lloró ella ante él...!

"Rápido para ayudar."

En nuestra familia durante muchos años vivió una empleada doméstica — mujer muy devota. Sus tareas fueron convenidas con contrato y pagábamos por ella los impuestos correspondientes.

Cuando la señora envejeció, se fue a vivir a casa de sus parientes. Cuando se aprobó una nueva ley de pensiones, la anciana vino para obtener los documentos necesarios para solicitar la pensión.

Yo guardaba celosamente estos documentos, pero cuando comencé a buscarlos no los pude encontrar. Busqué durante tres días, revolví todos los cajones, los roperos — pero no estaban en esos lugares. Volvió a venir la anciana, con pena le relaté mi infructuosa búsqueda, se apenó ella, pero dijo con humildad: "recémosle al Beato Nicolás para que él nos ayude, y si después tampoco lo encontramos se ve que tengo que conformarme y olvidar la pensión."

De noche recé al Beato Nicolás con mucho celo, y esa misma noche debajo de la mesa, cerca de la pared percibí un envoltorio de papel. Eran los mismos documentos que yo estaba buscando.

Resultó que los documentos estaban detrás del cajón del escritorio, y cayeron al suelo recién después de haber yo rezado cálidamente al Beato Nicolás.

Todo se arregló y la anciana comenzó a cobrar la pensión.

De este modo vino en nuestra ayuda el Santo Nicolás, oyendo nuestras oraciones y acudiendo rápidamente en nuestra ayuda.

"¿Adónde vas, muchacha?"

Una conocida mía, Elena, ahora anciana, pensionista, me contó lo siguiente. Siendo joven integraba un grupo de exploración geológica, que estudiaba las islas Solovezki. Esto sucedió ya entrado el otoño, cuando el mar comenzaba a cubrirse de hielo. Ella esperaba tener tiempo suficiente para volver a su base de operaciones y se dirigió sola a una de las islas para realizar la labor indicada, pensando volver al anochecer.

De regreso a la noche, vio que había tanto hielo en el mar, que era imposible regresar en lancha, el viento y hielo se llevaron su lancha y al día siguiente amaneció en una orilla desconocida. Elena era creyente de niña y permaneció orando sin parar al Santo Nicolás, pidiendo que la salve. Decidió caminar a lo largo de la orilla esperanzada en encontrar algún habitáculo.

Encontró a un anciano quien le preguntó:

— ¿Hacia dónde te diriges jovencita?

— Voy a lo largo de la orilla, para encontrar alguna morada.

— No camines a lo largo de la orilla, querida, en cientos de millas a la redonda no vas a encontrar a nadie, pero ves allí un cerro, sube y verás desde allí hacia donde tienes que seguir caminando.

Miró Elena la montaña, se dio vuelta hacia al anciano, pero él ya no estaba allí... Elena se dio cuenta que el mismo San Nicolás le mostró el camino... Y se dirigió hacia la montaña... Desde allí vio humo a lo lejos y fue en ese sentido, encontrando el refugio de un pescador.

Se extrañó el pescador ante su presencia en este lugar inhabitado, confirmó que realmente en cientos de kilómetros, yendo por la orilla, era imposible haber encontrado morada alguna, y que hubiera perecido de hambre y frío.

De este modo San Nicolás protegió a la descuidada, pero piadosa joven.

"Pronta ayuda al los infortunados."

Conocí una devota familia de un obrero, consistente en un esposo, esposa y siete hijos. Ellos vivian en las afueras de Moscú. Esto sucedió al comienzo de la segunda guerra mundial, cuando el pan se distribuía por medio de cupones y en cantidades muy moderadas. Los cupones mensuales no se renovaban una vez perdidos.

En busca de pan en esta familia concurría el mayor de los hijos, Kolia, de 13 años. En invierno el día de San Nicolás se levantó más temprano y fue en busca de pan, el cual alcanzaba sólo para los primeros compradores.

Fue el primero en llegar y se colocó en la puerta del negocio. Vio, que se le acercaban cuatro sujetos, directamente a él. Como un rayo se le iluminó el pensamiento: "ahora me van a quitar los cupones, y esto significaba la muerte de hambre para toda la familia. Horrorizado, mentalmente exclamó: "¡Santísimo Nicolás, sálvame"!

De pronto apareció junto a él un anciano quien acercándose dijo: "ven conmigo." Lo toma a Kolia del brazo a la vista de los estupefactos, asombrados y extrañados jóvenes, lo acerca a la casa y allí desaparece.

San Nicolás permanece siempre como "pronta ayuda de los infortunados."

"¿Porqué duermes?"

He aquí lo que le relató a un sacerdote un participante de la segunda guerra mundial, de nombre Nicolás.

— Tuve la suerte de poder escapar del cautiverio aleman. Caminaba através de Ucrania ocupada en horarios nocturnos, durante el día me escondía en algún lugar. Una vez, después de haber vagado toda la noche, me dormí de madrugada entre plantaciones de centeno, de pronto alguien me despierta, veo ante mi a un anciano en ropas sacerdotales. El anciano dice:

— ¿Porqué duermes? Están viniendo para aquí los alemanes.

Me asusté y pregunté:

— ¿Hacia dónde podría huir?

El sacerdote contesta:

— Ves allá unos arbustos, corre rápido hacia ellos.

Me di vuelta para correr, pero en el mismo instante me di cuenta que no había agradecido a mi salvador, miré hacia atrás... pero él no estaba allí. Comprendí que el mismo San Nicolás — mi Santo — era mi salvador.

Con todas mis fuerzas comencé a correr hacia los arbustos pero delante de ellos había un río no muy ancho. Salté al agua, emergí en la otra orilla y me resguardé entre los arbustos. Miro desde los arbustos y veo a los alemanes con un perro, avanzando por el centeno. El perro los dirigió justamente hacia el lugar donde yo estuve durmiendo. Dio unas vueltas por allí y se dirigió hacia el río. Despacio entre los arbustos comencé a alejarme más y más.

El río borró mis rastros para el perro y felizmente me salvé de los perseguidores.

"¿Y tu miras eso?"

Mi abuela me contaba como el Beato Nicolás salvó nuestra familia en Moscú en tiempo de la guerra del año 1943.

Habiendo quedado sola con tres niños, ya hinchados de hambre, sin tener dinero para comprar alimentos ni siquiera a través de los cupones. Desesperada, vio en la cocina la imagen del Beato Nicolás, oscurecida por el tiempo. Desesperada se dirigió hacia él y dijo: "¿Y tú ves esto?"

Luego de esto, corrió hacia la escalera, decidiendo no volver mas a la casa. Apenas llegó a la puerta principal, vio dos papeles de 10 rublos. Estaban colocados en forma de cruz. Ese dinero salvó en ese entonces la vida de tres chiquitos, uno de las cuales era mi mamá.

"¡San Nicolás, ayúdame, padre!"

María comenzó a creer en Dios, sobre todo en la ayuda de San Nicolás, después de lo sucedido en una ocasión.

Se había preparado para ir a una aldea a visitar a su prima. No la había frecuentado anteriormente, pero en julio su hija con el yerno se mudaron para Criméa, los dos nietos se fueron en un viaje turístico y, quedando sola en la habitación, María comenzó a aburrirse y dijo: "me voy a juntar con los míos en la aldea." Compró dulces y envió un telegrama para que al día siguiente la esperaran en la estación.

Llegó a la estación de Lushky, miró en derredor, pero no había nadie para recibirla. ¿Qué hacer?

— ¡Deja querida tus bolsas en depósito! — Le aconsejó la cuidadora de la estación — y ve caminando derecho por este camino unos ocho kilómetros, o diez, hasta llegar a una hilera de abetos, al lado de la cual en una colina, separando hay dos pinos, gira hacia allí y verás un sendero detrás de ella — un camino de fajina, lo cruzas y nuevamente toma el sendero, el te llevará a un bosquecito. Caminas un poquito entre los abetos, y enfila directo hacia la aldea que tu necesitas ir.

— ¿Y tienen lobos por acá? — preguntó María algo con miedo.

— Hay, mi querida, hay! No te lo voy a ocultar. Pero mientras está claro, no te van a tocar, pero al anochecer te podrían molestar, pero tal vez podrás escapar.

Y se fue María. Pero durante los 20 años de vida en la ciudad, perdió la costumbre de caminar mucho y se cansó en seguida. Caminó, caminó, no diez, sino ya 15 kilómetros caminó, pero ni los dos pinos, ni la fila de abetos, no se veía.

El sol se escondió detrás del monte, el frío roció a María, ¡Si apareciera algún humano vivo siquiera! " — pensó María. ¡Nadie! Estaba temerosa: ¿Y si apareciera un lobo? A lo mejor ya rebasó los dos pinos, a lo mejor está lejos aún...

Oscureció del todo... ¿Qué hacer? ¿Regresar? Llegaría a la estación recién al amanecer. ¡Qué problema!

— San Nicolás mira lo que me esta pasando, ayúdame, padre, los lobos me comerán en el camino — exclamó María. Y del miedo comenzó a llorar. Silencio en derredor, ni un alma, sólo las estrellas la iluminaban desde el oscurecido cielo... De pronto de algún rincón se oyó el rodar de ruedas.

— Padre Nicolás, pero es por el camino de fajina que alguien viene — razonó María. Y se dirigió hacia el resonar. Va corriendo y ve que a la derecha hay dos pinos — y luego vio un sendero y el camino de fajina ¡qué suerte!

Por el camino de fajina resuena un carro de dos ruedas con un caballo y en el carro sentado va un anciano!. Solo veo su espalda y cabeza — blanquilla como una semilla de diente de león, pero en derredor — una aureola...

— ¡San Nicolás, eres tú mismo! — gritó María. Sin mirar el sendero corrió hacia el carro para alcanzarlo, pero el ya se perdió en el monte.

— Corre María, con todas sus fuerzas y solo grita: — ¡Deténte! Pero el carro ya no se veía.. Salió María de entre los arboles, delante de ella — chozas... En la orilla hay ancianos sentados, fumando, ella se dirige a ellos: — ¿Acaba de pasar delante de ustedes un abuelo canoso en un carro?

— No, querida, no pasó nadie, nosotros ya hace una hora que estamos sentados.

María perdió el equilibrio — se sentó en el suelo, callada, solo su corazón latía en el pecho y lágrimas afloraban a sus ojos. Permaneció sentada, preguntó donde estaba la choza de su hermana y lentamente caminó hacia ella.

Salvación de una madre con el niño.

A lo largo de todo el pueblo donde vivía mi abuela, lo recorre el río Veletma. Ahora el río esta angosto y poco profundo, los lugares mas profundos le llegan a los niños hasta la rodilla. Antiguamente, Veletma era profundo, con mucho caudal de agua y las márgenes eran pantanosas, se hundían. Pero sucedió esto — su hijo de tres años resbaló del tronco directamente a este pantano ante los ojos de la madre, hundiéndose totalmente. Se abalanzó Elizabeth, saltó al pantano, agarró al hijo, pero no sabía nadar... se dio cuenta de ello tarde... ambos comenzaron a hundirse.

Imploró a san Nicolás el de los Milagros el salvador de las almas pecadoras... y sucedió el milagro.

Como una ola, levantó con fuerza a la madre con el niño y los depositó sobre un árbol seco caído, que cruzaba el pantano como un puente. Mi tío Vania que vive actualmente, y tiene más de setenta años relató esto.

"¡Ahora necesito ayuda!"

Cuando se estaba reconstruyendo la iglesia de San Nicolás en Zelenograd, llegó para los trabajos de reconstrucción una anciana de setenta años, diciendo que vino a ayudar. Se extrañaron de ello: "¿Cómo puedes ayudar tú?" pero dijo "Denme algún trabajo físico."

Se rieron, pero luego vieron: que ella estaba verdaderamente llevando algo y se ponía en lugares donde había posibilidades de realizar un esfuerzo Le preguntaron ¿qué es lo que la llevó a hacer esto?

Ella relató que en estos días llegó a su casa un anciano y dijo: "escucha, me has pedido en reiteradas ocasiones ayuda, ahora yo necesito ayuda, yo necesito tu ayuda..." Ella se extrañó, luego recordó que la puerta de su cuarto había estado cerrada. Conociendo los iconos, reconoció en el anciano a San Nicolás y comprendió, que era él quien había llegado hasta ella para pedirle ayuda. Como sabía que estaban reconstruyendo la iglesia de San Nicolás concurrió allí para cumplir el pedido de San Nicolás.

"Bajó del icono, como por escalera."

Nuestra amiga Ala tenía una bisabuela muy creyente. Tenía muchos libros grandes e iconos antiguos. Sin embargo su hija creció después de la revolución completamente atea.

Cuando tenía cincuenta y tantos años le apareció una úlcera, que perforaba el estómago. Estaba grave, podía morir.

La operaron, le dieron el alta prontamente. Los médicos le previnieron que comiera si no, iba a morir. A pesar de lo cual ella no comía nada: no podía y no quería. De ese modo perdía las fuerzas cada vez más y más.

En el rincón donde estaba su cama, había unas santas imágenes —-entre las cuales estaba el icono de San Nicolás.

Cierta vez ve como del icono desciende como por escalera el mismo San Nicolás, de talla chica como se representa en los iconos. Acercándose a ella comenzó a consolarla y aconsejarla: "mi querida, hay que comer, si no se puede perecer," luego de lo cual volvió a su lugar en el icono.

Ese mismo día ella pidió comer después de lo cual comenzó a mejorar. Vivió hasta los ochenta y siete años y dejó este mundo como una verdadera cristiana.

"¿Serás acaso un ángel de Dios?"

Una feligresa de nuestra iglesia, Catalina, relató un caso que le sucedió en el año 1991. Ella era de la ciudad de Solnechnogorsk. Cierta vez en un invierno, paseando por la orilla del lago Senez decidió descansar, sentándose en un banco para admirar el lago. En este mismo banco había una abuela sentada... Comenzó una conversación entre ellas. Hablaban acerca de cosas de la vida. Esta anciana le contó, que su hijo no la quería, la nuera la maltrataba, y no la dejaba vivir.

Catalina — era una mujer piadosa, ortodoxa, y por cierto la conversación versó sobre la ayuda Divina, la fe, sobre la ortodoxia, sobre la vida en la Ley de Dios. Catalina dijo que hay que recurrir a la ayuda de Dios y en El buscar el apoyo y la protección. La abuela contestó que nunca había entrado en una iglesia y desconocía las oraciones. Pero Catalina, sin saber porqué, había colocado un libro de Oraciones en su cartera. Recordando esto, tomó el libro y se lo regaló a la abuela, quien extrañada la miró y dijo: "¡Oh! pero tú querida, no vas a desaparecer ahora!" — ¿Porqué dice esto? — preguntó Catalina. ¿Acaso serás un ángel de Dios? — dijo la asustada anciana y le relató lo que le había sucedido la semana anterior.

En la casa se estableció una situación por la cual ella se sintió completamente inútil y había decidido segar su vida. Llegando al lago tomó asiento en el banco antes de tirarse a lo profundo. Se le acercó un anciano de aspecto muy benévolo, canoso, de cabellos ondulados, con una facies muy bondadosa y preguntóle: "¿Qué es lo que te propones hacer? ¿Tirarte? ¿Sabes cuán terrible se esta allí hacia donde te diriges? Allí la vida es miles de veces más horrible, que la que tienes ahora." Después de un silencio nuevamente preguntó: "¿Porqué no concurres a la iglesia, porqué no rezas a Dios?" Ella contestó que nunca había entrado en una iglesia y nadie le enseñó a rezar. El anciano le preguntó: "¿Y tienes pecados?" Ella le respondió: "¿Y qué pecados tengo? No tengo grandes y específicos pecados." Y el anciano comenzó a enumerar los pecados, malas acciones, nombrando aun aquellos que ella había olvidado ya, los que solamente ella conocía. Solo podía extrañarse y horrorizarse. Al fin preguntó: "¿Cómo voy a rezar, si no conozco ninguna oración?" El anciano contestó: "Ven a este mismo lugar dentro de una semana y tendrás las oraciones: concurre a la iglesia y reza." La anciana preguntó: "¿Y cómo se llama Usted?" El contestó: "Ustedes me llaman Nicolás." Cuando giré la cabeza por algo y volví a la posición anterior — no tenía a nadie al lado mío.

Joven petrificada.

Esta historia sucedió en una sencilla y común familia soviética en la ciudad Kuibishev, ahora Samara, al finalizar los años cincuenta. Madre e hija se aprontaban para recibir el año nuevo. La hija Zoia convidó a sus amigas y jóvenes para una fiesta con baile. Transcurrían los días de abstinencia y ayuno anteriores a la Navidad y su madre creyente le rogó a Zoia no organizar la fiesta, pero la hija mantuvo su decisión. De tarde la madre fue a la iglesia para rezar.

Los invitados se reunieron, pero el novio de Zoia de nombre Nicolás no había venido aún. Sin esperar su llegada comenzaron el baile. Formaron parejas quedando Zoia sola. Del disgusto, tomó el icono de San Nicolás milagroso y dijo: voy a tomar a este Nicolás y me voy a bailar con él! — sin escuchar a sus amigas que le aconsejaron no cometer tal sacrilegio. "Si Dios existe, me castigará" — dijo ella.

Comenzaron el baile dando unas dos vueltas, cuando repentinamente en la habitación se oyó un tremendo ruido, turbulento viento, y resplandeció una luz deslumbradora.

La alegría se tornó en tragedia. Todos asustados corrieron fuera de la habitación, solo Zoia permaneció en la habitación con el icono apretado contra su pecho — petrificada, fría, como mármol. Los esfuerzos de los médicos que acudieron fueron vanos para volverla en sí. Las agujas de los inyectables se doblaban y quebraban, como si encontraran algún obstáculo pedregoso. Al querer tomarla para trasladarla a un nosocomio y estudiarla mejor, no la pudieron mover del lugar: sus pies estaban como clavados en el piso. Pero su corazón latía — Zoia estaba viva. Desde ese momento no pudo ni beber ni comer.

Cuando regresó la madre y vio lo sucedido, perdió el conocimiento y fue trasladada al hospital del cual regresó en unos cuantos días: la fe en la benevolencia Divina, ardorosas oraciones por el restablecimiento de su hija, le devolvieron la fuerza. Volvió en sí y con lágrimas en los ojos rezaba por perdón y ayuda.

Los primeros días la casa estaba rodeada por una multitud de gente, que llegaba desde lejos, eran creyentes, médicos, sacerdotes y sencillamente curiosos. Pero prontamente la habitación fue cerrada para visitantes. La cuidaban dos vigilantes durante ocho horas cada uno. Algunos vigilantes jóvenes aún (28-30 años) encanecieron de susto, cuando gritaba a medianoche Zoia Durante la noche su madre rezaba al lado de ella.

Antes de la festividad de la Anunciación (aquél año fue el sábado durante la tercera semana de la Gran Cuaresma) vino un anciano bien parecido, pidiéndole permiso llegar hasta Zoia. Pero los milicianos de turno no se lo permitieron. El reiteró su venida al otro día, pero nuevamente fue negada su entrada por otros vigilantes.

Por tercera vez, el mismo día de la Anunciación, los vigilantes lo dejaron pasar y escucharon como le dijo a Zoia cariñosamente: "¿y te cansaste de estar parada?"

Pasó cierto tiempo, y cuando los guardias quisieron dejar salir al anciano, él no se encontraba allí. Todos fueron conscientes que él era el mismo Jerarca Nicolás.

De este modo Zoia permaneció parada cuatro meses (128 días) hasta la Pascua, la cual aquel año fue el 23 de abril (6 de mayo calendario gregoriano). Después de Pascua Zoia renació. Su musculatura se normalizó y se vivificó. La acostaron en la cama, pero ella permaneció clamando a todos que rezaran por ella.

Todo lo sucedido impresionó de tal manera a los habitantes de Kuibishev y sus alrededores, que muchos viendo estos milagros se convirtieron a la fe, acudiendo a la iglesia con arrepentimiento para la confesión. Los no bautizados, se bautizaron, los que no portaban crucifijo, se lo pusieron, y fueron tantos los pedidos que en las iglesias se agotaron los crucifijos.

Al tercer día después de Pascua, Zoia partió hacia Dios, habiendo transitado por un camino pesado — 128 días estuvo parada ante Dios para la remisión de sus pecados. El Espíritu Santo cuidó la vida del alma, resucitándola de los actos pecaminosos, para que en el futuro día de la Resurrección de los vivos y muertos pudiera resucitar en cuerpo para la vida eterna. Es que aún su mismo nombre Zoia, significa "vida."

Comentario. La prensa soviética no pudo acallar este acontecimiento: contestando las cartas a la redacción, cierto científico atestiguó, que realmente la noticia de lo acontecido con Zoia no era una invención, sin embargo se asemejaba a un caso de cierto tétanos, todavía no estudiado por la ciencia.

Ante un tétanos, no tenemos agresividad ósea y los médicos siempre pueden inyectar algo al enfermo, en segundo lugar en caso de un tétanos se puede trasladar al paciente de un lado a otro permaneciendo acostado, pero Zoia estuvo parada durante tanto tiempo que sería imposible permanecer sana y sin moverse del lugar; y en tercer lugar, el tétano por sí sólo no orienta hacia Dios desde lo altoAnte este hecho miles de personas se convirtieron a la fe y demostraron su fe con obras, se bautizaron y comenzaron una verdadera vida cristiana. Es evidente que la causa de aquello no era un tétano, sino el poder del Mismo Dios, Quien con milagros confirmó la fe para redimir a los hombres de los pecados y el castigo.

 

Beato Serafín de Sarov.

Mina.

¡Padre! — dije yo — siempre quisimos saber por qué camino Dios lo llamó y llevó para servirle, como monje, pero no nos atrevíamos a preguntarle eso..

Todos nosotros sabíamos por supuesto, que el padre Nicolás había sido marinero, comandante de una embarcación de guerra de la flota Rusa, tenía un porvenir floreciente, era personalmente conocido por el Zar. Su tío — Akimov — era el presidente del Consejo de Estado. Cierta causa desconocida, pero realmente muy valedera y seria, obligó al padre Nicolás a orientar su vida como monje.

Sinceramente esta circunstancia nos interesaba sobremanera.

El padre demoró en contestar.

— Ciertamente yo me eduqué en una familia cristiana, pero de la Iglesia y sus enseñanzas estaba muy alejado. La vida mundana con sus permanentes tentaciones y nimiedades opacaba lo poco que había conservado de los años de la niñez.

En ocasión de la primera navegación alrededor del mundo tuve muchos encuentros nuevos. En ese entonces tuve contacto con los conocimientos ocultos orientales esotéricos. No voy a relatar cómo y dónde sucedió esto, sólo voy a decir que desde este momento mi vida comenzó a seguir un curso muy diferente. En mi camino comenzaron a aparecer personas tales, en quienes yo creía sin discusión como portadores de grandes verdades, y cuyas palabras eran para mi una ley absoluta. Es decir, se cumplía uno de los parámetros del esoterismo. "Cuando el alumno esta pronto, el profesor estará allí."

Con toda el alma y sinceridad, traté de ser un conductor hacia el bien, como me parecía en ese entonces, era un avezado servidor. Y Dios —, yo muy pecador, viendo mi sinceridad y no deseando la perdición de mi alma, milagrosamente me salvó. Y sucedió de esta manera.

Cierta vez recibo un aviso inesperado, urgente, del ministerio Marítimo.

La conversación fue corta.

— Sobre usted — me dijeron, — esta cargada una muy responsable mision. Estamos obligados específicamente hacer llegar a uno de los lejanos puertos del este, un cargamento de minas. La carga es secreta. Están todas las medidas aplicadas para que las potencias interesadas, sobre todo Inglaterra, no tenga conocimiento de ello. En esta oportunidad usted comandará el buque carga, enmascarando la carga tendrá un cargamento de madera. Acerca de la ruta y puertos que pueda acceder para reabastecerse de carbón lo sabrá al salir a la mar. Usted comprende como se lo valora, y haga las consecuentes deducciones.

A las dos semanas, todo estuvo pronto para el viaje. Mis preparativos personales fueron muy cortos.

Lo más importante fue colocado y solamente pedí a mi anciana nodriza empaquetar los libros que había seleccionado para mi, principalmente sobre temas que en aquel entonces me interesaban.

Ya estamos a la mar, venturosamente atravesamos el Báltico y salimos al ancho espacio oceánico. He aquí, que comenzó todo...

En este lugar del relato la voz del padre Nicolás tembló y se sintió su nerviosismo difícil de retener, involuntariamente transmitido a nosotros.

— Océano — continuó su relato el padre — nos recibió con una tormenta, como no era frecuente vivir ni siquiera a los marinos. Durante 48 horas luchamos con las calamidades naturales, aguzando todas nuestras fuerzas en esta lucha, pero la tormenta no cedía.

Martirizado bajé a mi camarote, para calentarme aunque sea con un vaso de té caliente. En el camarote había gran desorden, ya que por el balanceo hasta los libros cayeron al suelo y con ritmo caótico se movían sobre él.

Con dificultad haciendo equilibrio con los pies maquinalmente tomé el primer libro tirado a mis pies, lo abrí — me saltó a la vista un retrato de cierto anciano en ropas de monje con el título: "Relato de la vida y obra del Beato del desierto de Sarov, hieromonje Serafín." De dónde y por qué medio vino este libro a mí, en ese momento no pensaba en nada. La visión del encorvado anciano atrajo mi atención. Nunca antes se me había presentado el nombre del hieromonje Serafín y en general sabía poco o nada acerca de nuestros devotos.

Con dificultad, sosteniéndome en la litera, comencé a leer. Ante mí se abrió un mundo nuevo, hasta ahora completamente desconocido, un mundo espiritual.

Cálida luz y paz espiritual que tan afanosamente había buscado hasta ese momento sin encontrarlo, ahora con inexplicable dulzura y sin saber como, se adueñó de mi alma.

Acabé de leer, otra vez miré el retrato del Beato, e inconscientemente acerqué mis labios a su imagen. Por primera vez en años, mis ojos vertieron lágrimas...

La tormenta parecía que comenzaba a ceder. Dormité, cuando de pronto alguien comenzó a despertarme. Era mi ayudante. Pálido y estremecido, me susurró:" estamos en una gran desgracia, el torpedo se soltó y esta rodando por la bodega. Corrimos hacia abajo. Ante cada movimiento del barco, se oía un golpe sordo por el movimiento del torpedo al golpear el borde, después de haberse salido de su nido por la fuerza de las olas.

Una explosión se podría haber producido en cualquier momento y aniquilar el barco con su temible carga, y la muerte de la tripulación, que no tenia conocimiento del peligro que nos acechaba. ¿Cómo proceder? El barco estaba cargado con madera, llegar hasta la bodega, y en condiciones atmosféricas adversas era imposible. Si por milagro el barco no se hundiera, habría que ir de inmediato al puerto más cercano, que sería un puerto inglés, donde categóricamente estaba prohibido entrar por el mandato secreto. Tomé la única resolución posible — infringir el mandato e ir al puerto, tratando de salvar las vidas. Los padecimientos propios aun ahora me pesa recordarlos... y lo que fue aquello!

El único rayo vivificante era el padre Serafín. Yo sabía muy bien que eventualidades en este mundo no hay, que Dios en este instante por un camino desconocido me envió a Su Ángel Celestial en la imagen del padre Serafín. Toda la fuerza de mi endeble oración entregué, pidiendo al Beato de Dios para que nos salvara de una muerte segura.

Un gran milagro indiscutible se realizó. Llegamos exitosamente a un cercano puerto inglés y nuevamente aquí la Bondad Divina y las oraciones del Santo Serafín milagrosamente nos protegieron.

A pesar de la inspección minuciosa de nuestro barco por las autoridades del puerto, no se encontró nada. Nada más que decir, que después de la revisión, apartamos la madera encima de la carga mortífera, donde visualmente comprobé cuán grande era nuestro peligro y que nuestra vida estaba sostenida por un pelo. No estaría relatándoles esto yo ahora sin la ayuda del Gran Beato Serafín.

Milagrosa conversión de un joven.

El hijo de un sacerdote llamado Nicolás, quien luego de ingresar a la universidad comenzó a perder la fe, dejó las oraciones y la concurrencia a los oficios religiosos. Comenzó la Cuaresma de la Navidad.

— Kolia (diminutivo de Nicolás) podríamos concurrir al oficio vespertino — mañana es una gran festividad — le dijo su madre — ¡qué felices nos harías a tu padre y a mí si fueras a la iglesia!

Irritado contestó:

— Ya les dije muchas veces, yo no tengo nada que hacer allí... ¿qué puedo recibir en un amontonamiento de gente con falta de aire?

— Mira, Kolia, que no te castigue Dios por esas palabras — afligida dijo la madre.

Esa misma tarde al hijo le sucedió lo siguiente: extendió la mano para alcanzar algo de un estante y gritó de dolor. No podía mover la mano por el dolor bajo la axila.

El dolor iba en aumento y debajo de la axila comenzó a crecer un tumor.

En la mañana el médico constató una gran inflamación, denominada "mastitis." El médico le dijo que hay que esperar a que lo inflamado madure y entonces se operará.

Comenzaron para Kolia grandes momentos de dolor y noches sin poder dormir. Pero Kolia no se había olvidado, que su enfermedad había comenzado desde cuando su madre le previno, que tendría castigo Divino, y como su fe no se había muerto del todo, su conciencia se despertó.

Observó que su madre tenía un nuevo icono de San Serafín recientemente santificado. De tarde le pidió a la madre: — dame para pasar la noche el icono de San Serafín.

En la noche a la madre la despertó el grito de Kolia. Irrumpiendo en su cuarto ella vio este cuadro:

Kolia, sentado sobre la cama, y habiendo sobre ella y el pus esparcido.

Kolia estaba agitado y hablaba con confusion: —¡Acaba de venir acá el Beato Serafín ! y dijo, que si yo no me arrepiento y cambio mi vida voy a perecer. Por lo tanto, rozó mi brazo enfermo, reventó la inflamación y salió todo... Ahora tengo el brazo totalmente sano.

Lo vivido cambió la vida y el alma de Kolia. Dejó la universidad e ingresó al Seminario Religioso y luego a la Academia. Una vez finalizada tomó los hábitos con el nombre de Serafín, luego de lo cual fue nombrado obispo de Dmitrov — siendo uno de los devotos mas sobresalientes de nuestros tiempos fue el "Anciano de la Virgen" como lo llamaban por la extrema veneración a la Virgen María.

"El agua está helada..."

La difunta Lidia N., a fines de los años veinte me contaba acerca de su visita a Sarov poco después de la glorificación del beato San Serafín.

Su esposo Elías, profesor, era una persona muy creyente, falleció con el rango de presbítero. Elías veneraba a san Serafín mucho antes de su glorificación. La iniciativa de viajar a Sarov y Diveevo le pertenecía a él. Pues para Lidia el viaje era indiferente, más aún porque al esposo le esperaba una ida a Munich por razones de trabajo y estudio.

La salida para Sarov estaba programada para inicio de julio. La tarde anterior Lidia se sintió mal — dolor de cabeza e hiriente dolor en la garganta, fiebre 39, ella era predispuesta para angina y flemones, siempre enfermaba con complicaciones.

Pero Lidia decidió ocultar su estado del marido para no retrasar el viaje.

Durante el viaje Lidia empeoró: no podía tragar ni siquiera el agua y hasta le faltaba el aire. Desde la estación hasta el monasterio viajaron en un carro con caballos, con el aire fresco la respiración mejoró, pero no así el dolor de garganta, que aumentaba.

Llegaron poco antes del servicio vespertino, y se hospedaron en el hotel del monasterio. Elías conversaba con el monje del hospedaje y Lidia fue a la habitación, considerando que no iba a concurrir al oficio religioso sino que se iba a recostar.

Elías retornó y dijo que antes de ir al oficio había que ir al pozo de agua del beato y tomar un baño allí. Más adelante, — contaba Lidia, — ya no poseía mas mi voluntad, todo sucedía fuera de mi alcance.

Se dirigieron al pozo, Lidia entró a la parte que corresponde a las mujeres y lo primero que escuchó es: "el agua está tan helada, que quema." Lidia pensó "es ridículo, con temperatura alta como la mía introducirme en el agua." Pero sin embargo se desvistió, persignó y se sumergió. El agua realmente la quemó por lo fría. Lidia se vistió y rápidamente salió del lugar del baño. Elías se demoraba. Mientras tanto ella miraba en derredor. Y recién entonces percibió esta inexpresable gracia con la cual estaba empapada la zona. Elías, le dijo que iba antes al hotel, y a Lidia aconsejó ir despacio a la iglesia y esperarlo allí. Lidia llegó a la iglesia, encontró a su marido a la entrada. Entraron al templo, tomaron velas, se postraron con veneración ante las reliquias del beato y comenzó el oficio vespertino.

— Parémonos más cerca de la salida — pidió Lidia — para poder salir si me canso.

Todo transcurría para Lidia como en sueños, no recordaba el inicio del oficio religioso y se extrañó cuando en medio de la lectura de los seis salmos Elías le preguntó:

— ¿Estás cansada, quisieras ir a sentarte afuera, al aire fresco un poco?"

— No, no estoy nada cansada.

Durante la lectura del canon llegó a su conciencia, que la garganta no le dolía y sentía una gran entereza y ligereza en todo su cuerpo. "A lo mejor tengo alta temperatura, por ello no tengo flacidez, ¿pero por qué no me duele la garganta? — pensó ella.

Luego de la gran celebracion, Elías le reiteró el ofrecimiento:

— Vayamos al hotel, el oficio es largo, debes estar cansada.

— No, me siento bien, quedémonos hasta el final.

El oficio vespertino finalizó, los fieles comenzaron a salir, y salieron ellos tambien. En el hotel les sirvieron té y Lidia por primera vez desde el comienzo de su enfermedad no sólo tomó una taza de té, sino que comió también el rico pan del monasterio.

A escondidas se midió la temperatura — era normal. Durante la noche durmió como muerta. En la mañana le contó a su marido acerca de su enfermedad y curación. Ambos rezaron ardorosamente ante el sarcófago del beato. Los días pasados en Sarov fueron para Lidia colmados de una indescriptible beatitud. Como recuerdo de su sanación mantienen en su poder un pequeño icono donde el beato Serafín está representado orando sobre una piedra. El icono de san Serafin los acompañó en todos los caminos de su difícil vida.

"Tulupchik" (gabán de piel de oveja).

Cierta vez cuando visité el monasterio de Sarov, para la noche me dieron como cobertor un "tulupchik" que en vida perteneció a san Serafín, quien lo usaba.

No pude dormir en toda la noche porque se oían cantos celestiales. De mañana le dije al monje que no pude dormir, oyendo cantos celestiales extraordinarios.

El monje dijo: "Este tulupchik siempre que lo ofrecemos para cubrirse sea a quien fuere, produce el mismo efecto, que vivió usted."

"Toma agua de mi manantial... "

En los años 1950, tuve una dolencia hepática. Dos o tres veces al año tenía severas crisis por pasaje de cálculos. Sufrí sobremanera el año 1953 con crisis dolorosas diarias. Con dificultad soportaba la jornada de labor de ocho horas en un trabajo de responsabilidad.

No podía cesar de trabajar como inválida o pensionista por tener a mi cargo mi madre enferma, que vivía fuera de la ciudad. Hacía frecuentes viajes con bolsos pesados lo cual acrecentaba los dolores.

Felizmente comenzó el verano y llegaron tan deseadas vacaciones. Pero primeramente tuve días de tensión y un ataque severo que duró cinco días. Me encontré sin asistencia médica y sin ningún tipo de calmantes. Los cálculos salieron y comenzó una inflamación hepática. Estaba muy débil y apenas tenía fuerzas para ocuparme de mi enferma madre.

De noche, acostado en la cama, gustaba leer mi libro favorito: "Vida del beato Serafín de Sarov." Cierta vez, leyendo acerca de los múltiples milagros por él realizados, mentalmente me dirigí a él con estas palabras: "Sanaste a tantos, porqué no me sanas a mí, tu ves como sufro, yo tengo que trabajar para otros."

En ese momento con una visión interior vi a mi lado al padre Serafín. El colocó su crucifijo de cobre sobre mi dolorido hígado, y así dentro de mí oí su voz: "Ahora bebe agua santa de mi manantial y sanarás totalmente."

Reaccioné por lo vivido. Estaba acostumbrada a analizar todas mis experiencias espirituales para no caer en tentación, por ello pensé que todo era resultado de mi imaginación después de lo que había estado leyendo. Lo que más me impresionó fueron sus últimas palabras — "bebe agua de mi manantial." ¿De dónde voy a conseguir esa agua, encontrándome en Moscú y sabiendo que el acceso al manantial estaba prohibido?

Pero las palabras del maravilloso anciano se cumplieron al otro día: recibí un frasco con agua, traída ese día de Sarov. Ella fue "casualmente" traída para mí.

En una palabra, el milagro sucedió en mí, tomé de esa agua, desde ese entonces no siento dolores y no ceso de agradecer al querido "starez" (santo anciano) por la milagrosa curación.

"Permanece bien parado, no te caigas... "

Este relato lo escuché de la finada Olimpia quién contó lo sucedido a su hijo:

— Vania tenía siete años. Era lúcido, vivaz y muy travieso. Vivíamos en Moscú, cerca del Muro de Tierra, y el padrino de Vania vivía en frente, en una casa de cinco pisos.

Cierta noche mandé a Vania a lo del padrino para invitarlo a tomar el té. Cruzó Vania el camino, subió al tercer piso, como no alcanzaba el timbre sobre la puerta, se paró sobre el pasamanos y apenas quiso extender la mano hacia el timbre, se le resbalaron los pies y cayó en el tramo de la escalera.

Un anciano portero sentado en planta baja vio como Vania tal como una bolsa cayó sobre el piso de cemento. El anciano conocía bien nuestra familia y corrió, gritando:

— ¡Su nene se mató!

Corrimos hacia Vania, pero cuando llegamos a la casa, vimos que él por sus propios medios lentamente se iba trasladando.

— Vania, querido ¿estás vivo? — lo tomé en brazos — ¿dónde te duele?

— No me duele nada, fuí a lo del padrino y al querer tocar el timbre caí hacia abajo, no podía levantarme. Se me acercó un anciano — del que tienen el cuadro pintado en el dormitorio. El me levantó, me paró sobre los pies muy fuerte y me dijo: "Bueno, muchacho, párate bien, no te caigas, " salí caminando, pero no me acuerdo porqué me habían mandado a lo del padrino.

Luego de lo sucedido, mi Vania durmió 24 horas seguidas y cuando se levantó estaba completamente sano.

En mi dormitorio tenía un gran icono de San Serafín de Sarov.

"¿Quién es ese anciano?"

Un conocido mío me envió una carta en francés donde una persona suiza pedía se le enviara algo acerca de la Iglesia Ortodoxa Rusa: un libro de oraciones o algo semejante. En respuesta a la carta le enviaron algo y con esto el asunto terminó.

Mas tarde yo viajé a Suiza y fui para conocerla, pero ella no estaba entonces en casa — estaba en el interior del país. Conocí a su suegra, anciana de gran misericordia cristiana y corazón puro.

Me contó lo siguiente. Su familia era de una antigua familia noble suiza de creencia protestante. Hay que aclarar que en esa región Suiza de Elzas la población tiene varias creencias: la mitad son católicos, la otra — protestantes. La iglesia es una sola y los oficios se hacen por turno. Al fondo del altar — es romano, con estatuas y con todo lo que corresponde. Cuando ofician los protestantes corren una cortina para cubrir el altar católico, colocan una mesa al centro y rezan.

Recientemente en Elzas comenzó entre los protestantes una corriente a favor de la honra de santos. Esto sucedió después de conocer el libro de Sabattie acerca del san Francisco de Asís. Siendo Sabattie protestante, fue fascinado por la manera de vivir de este santo después de visitar a Asís. La familia de mis conocidos también estuvo bajo la influencia de esta lectura. Continuando en el protestantismo se consideraban insatisfechos y se inclinaron hacia la veneración de santos y hacia los Santos Dones. Durante la predica del pastor ellos pedían no cubrir el altar católico para ver al menos las estatuas de los santos. Su pensamiento buscaba la Verdadera Iglesia.

Una joven mujer cierta vez estando enferma, sentada en el jardín, leía la vida de Francisco de Asís. El jardín colmado de flores. Un silencio de campo... Leyendo el libro, quedo como adormecida. "No sé cómo sucedió eso" — relataba luego ella — "vino hacia mi el mismo Francisco y con él un encorvado anciano, todo resplandeciente, como un patriarca. Vestía todo de blanco. Me asusté, pero Francisco se acerca y me dice: "¡Hija mía, tú buscas la verdadera Iglesia — ella está allí donde está él. Ella todo lo protege, pero no le pide protección a nadie."

El anciano de blanco no hablaba, solo afirmativamente sonreía lo que Francisco decía. La visión pasó. Ella se recuperó, y en el pensamiento se dijo: "esto está relacionado con la Iglesia Rusa." Y la paz inundó su espíritu.

Después de esa visión fue escrita la carta citada anteriormente. A los dos meses yo fui a visitarlos nuevamente, y esta vez, de ella misma supe lo siguiente: ellos dieron trabajo a un obrero ruso. Deseando saber si estaba instalado en la habitación cómodamente, la dueña entró en ella y vio en un rincón un icono — reconociendo en él al anciano que había visto en un sueño liviano junto a Francisco. Extrañada y asustada preguntó:" ¿quién es este anciano?"

"El beato Serafín, nuestro Santo Ortodoxo" — le contestó el obrero. Entonces comprendió el significado de las palabras de san Francisco, que — la verdad esta en la Iglesia Ortodoxa.

Libro.

Tengo relatada la vida del beato Serafín de Sarov. Admiro ese libro. No solo yo reiteradamente lo he leído, sino que lo he prestado a amigos y conocidos. El libro quedó tan estropeado que decidí no prestarlo a nadie más.

Cierta vez vino un buen amigo mío — vio el libro en el estante — e insistentemente comenzó a pedírmelo — por lo cual se lo presté.

Se lo entrego con la condición — dije yo — de que no se lo dé a nadie, ve cuan destrozado está y de la encuadernación solo quedan restos.

El libro lo voy a leer yo solo y a nadie más se lo voy aprestar, — - aseguró mi amigo, pero... No pudo cumplir su palabra.

El libro se lo dio a su vecina que tanto se lo pidió que se lo prestara para leerlo que se lo prestó porque era su Santo querido. Pero le recomendó con severidad: — no se lo dé a ninguna persona, pues si el libro se pierde, ¿qué le voy a decir a la dueña?

La vecina y su hija con gran alegría leyeron el libro pero no se apuraron en devolverlo.

La hija de la vecina tenía como novio un ingeniero joven el que un día pidió que se casara con él, la joven gustaba de el, pero ella no lo aceptó:

— Yo soy creyente, y tú ni siquiera estas bautizado. No vas a casarte por iglesia, no me vas a permitir concurrir a ella y cuando nazcan los hijos no me vas a permitir educarlos como me educó mi mamá. No me voy a casar contigo, tenemos los conceptos muy distintos.

Con esta negativa el joven varios meses trató de convencerla. Mientras ella estaba en el trabajo, llegó hasta la casa de la joven y le pidió a la madre que convenciera a la hija.

La madre recibió al visitante cortésmente pero no quiso convencer a la hija. Viendo la desazón del joven, lo convidó con una taza de té y para ello se retiró a la cocina para preparar todo lo necesario. Estando ella en sus preparativos — él sentado a la mesa hojeaba el libro de la vida del Beato. Cuando la dueña se sentó a la mesa, él comenzó a rogarle, que le prestara ese libro para leerlo. Ningún argumento valió para disuadirlo, entonces, agradeciendo el té y tomando el libro salió fuera corriendo, prometiendo devolverlo.

Pobre señora temía aparecer ante los ojos de mi amigo sin libro, ya que los días pasaban, el joven no aparecía. Al fin ella le confesó a su hija lo que había sucedido y ambas apenadas pensaron como proceder.

Pasó un mes, otro, comenzó la quinta semana de la Gran Cuaresma. Inesperadamente el joven apareció en la casa de la chica querida.

Mis queridas — alegremente clamó él — yo soy de ustedes, ayer me bauticé, pero todo lo hizo el beato Serafín. Estando en su casa comencé a hojear este libro y me interesó de tal manera que no pude alejarme de él. Luego quise saber algo más de la fe, de Cristo. Comencé a leer y a creer y al final me bauticé. El libro está entero, eh aquí.!

Lo colocó sobre la mesa, estaba totalmente reconstruido y encima adornado con material bueno y caro. En este estado impecable fue devuelto el a mí. Resolví regalárselo al novio y a la novia.

Pan.

Una anciana monja del monasterio de Serafíno-Diveevo relató este hecho.

No tenemos medios de transporte y en invierno nadie llega hacia nosotros. A veces en invierno pasan meses sin haber ningún tránsito por el camino todo queda cubierto por la nieve. Hace días que se nos terminó el pan, comemos solo el pan duro, hace ya mucho que lo estamos comiendo. Yo le digo al padre (al beato Serafín le dicen "padre," o "padre Serafín"): "Padre Serafín, si nos mandases un poco de pan, pues las jóvenes están aburridas de galletas secas" — (en este monasterio casi todas son muchachas muy jóvenes)

Dentro de un par de horas llega un vehículo, lleno de pan y sale de él una persona desconocida de Diveevo — y directamente se dirige a la monja:

¡Recibe, matushck el pan!

El joven estaba nervioso y relató lo siguiente: — Vengo de Diveevo, llevando el pan a... (nombra otro monasterio). De pronto una voz... "llévalo a... (nombra este monasterio). Yo le pregunto al chofer: "¿Escuchó algo?" El dice: "No." Dentro de cierto tiempo la voz repitió lo mismo pero mas severamente. Nuevamente le pregunté al chofer: "¿cómo es eso, yo oigo y tú no?"

Pasó un poco de tiempo. El padre Serafín ya muy seriamente le recalcó que cambiáramos de rumbo y nos dirigiéramos hacia aquí!

"¡No va a doler más!"

No hace mucho una niña (en el monasterio Serafino-Diveevo donde hay niñas de diez a doce años) tuvo mucho dolor de muelas, la mejilla se le hinchó. Su obligación como obediencia era ordenar en la iglesia. Barriendo la iglesia — no habia nadie en ella, y la muela le dolía tanto que se le partía la cabeza, la mejilla se le hinchó. Del dolor se sentó y comenzó a llorar. De pronto sale del altar un anciano como el del icono, pero sus ropas eran blancas y el mismo todo resplandeciente. Se acercó y le dijo: "¿Porqué lloras?" Ella le responde: "Me duele una muela! Le acarició la mejilla y le dijo: " ya no te va a doler más" y nuevamente se retiró al altar entrecerrando la puerta tras de sí. El dolor cesó, como si nunca hubiera existido. La niña relató lo acontecido.

Es interesante que la puerta que el anciano entornó, se movía fácilmente, se abría sola con el viento, para que luego de ese incidente no supieran como abrirla, apenas la pudieron correr un poquito aunque nada la entorpecía.

Panecillo duro.

Quiero contarles un milagro reciente que me sucedió hace poco. Al despertar sentí un gran dolor en el costado derecho, pensé que nuevamente estaba con inflamación del ciático. Me friccioné con crema, coloqué la venda como correspondía, pero a la noche el dolor aumentó. Hacía frotaciones, vendajes —mas no me ayudaba nada. Me ofrecieron internar en seguida, pero yo lo desechaba. Decidí aguantar. Pero día tras día el dolor aumentaba de manera que me era imposible estar acostada, o caminar, o estar sentada. No tenía voluntad de comer o tomar. Pero aún aguantaba, de mañana y de noche rezaba como era costumbre. La segunda semana de noche el dolor se volvió tan fuerte, que no me quedaron fuerzas para soportarlo. Y exclamé: "¡Señor! No tengo más fuerzas, ayúdame!"

Recordé el panecillo duro de Diveevo, bendecído en la marmita del beato Serafín de Sarov. Este caldero se guarda celosamente en el altar de la iglesia de Diveevo. El padre Serafín en vida como bendición repartía panecillos secos a todos. Ellos tenían calidades milagrosas. Y actualmente las monjas ponen panecillos duros en el caldero repartiéndolos a los peregrinos. La que los trajo era una señora fiel, que dio dos panecillos a mi vecina, quien luego me dio uno a mí.

Apenas lo recordé, me levanté con dificultad, encontré el panecillo, encontré la oración de San Serafín, me hinqué, la repetí tres veces y le pedí al padre que me ayudara, el panecillo lo partí a la mitad y comí una parte. Me acosté y esperé — qué iba a pasar.

He aquí que sucedió el milagro. Comencé a sentir que estaba suspendida a diez centímetros de la cama no sintiendo el peso de la frazada, no sintiendo dolor. Se cubrieron mis ojos como con una sombra oscura y me dormí.

Desperté por el timbre de la puerta. Me levanté, fui, abrí la puerta y volví — y recién comprendí que no tenía casi dolor. A la semana el dolor desapareció como si no hubiera existido. Desapareció también el dolor de la cadera al talón de la pierna izquierda. Por la oración al padre Serafín de Sarov me curé. En nuestra Iglesia de la Dolorosa tenemos su icono e inmediatamente fui a agradecer al padre Serafín y al Señor.

"Ve hacia la Reina Celestial."

Sucedió esto en un viaje a Diveevo. En aquel entonces yo padecía de grandes dolores de cabeza. Visité la tumba de N.M. Motovilov, de la monja Marta, Helena Manturov y la primera abadesa — matushka Alejandra. Nos postramos por turno ante los crucifijos de todos. Y por último me acerqué a la tumba de la monja Elena. En los oficios fúnebres siempre la recuerdo, me quedó ella en el recuerdo cuando leí los anales del monasterio Serafíno-Diveevo. Cuando besé la cruz, me pareció abrazar a un familiar, permanecí parada llorando. Cuando me sacié de llorar, sentí alivio. Nos alejamos un poco. A nuestro encuentro vino una monja, que nos saludó diciendo: "¡Cristo Resucitó!" Era la quinta semana de la Gran Cuaresma, nos extrañamos: era Cuaresma aún — pero este saludo?( es el saludo Pascual) La monja nos explicó que el padre Serafín saludaba a todos de este modo. Nos preguntó cómo nos llamábamos, le contestamos. De pronto me dice: "Pues, Elena, en Moscú, hay una iglesia "De Todos Los Santos," allí hay un icono "Vsezaritza" (Reina de todo), traída del Monte Atos. Ella cura toda enfermedad, hasta el cáncer. Ve allí y compra un icono, un Akafisto, y en lo posible rézalo todos los días y vas a mejorar tu salud.

Yo rezaba al padre Serafín para que él me curara, lloraba y me quejaba a él.

Durante mucho tiempo no pude ir hasta el icono llamado "Toda Reina," recién a los cuatro meses llegué, estaban rezando un Akafisto. Hice todo lo que la matushka me había ordenado: compré el icono y el Akafisto (oración especial). Ese día no había oficio religioso por lo cual me entristecí, pero la monja que arreglaba la iglesia, viendo que estaba llorosa, me dijo: "No se conmueva de esa manera, pida un oficio de acción de gracias para mañana y ahora rece sola un akafist." Nos postramos ante el icono "Toda Reina" y en ese momento algo me estremeció y algo inesperado me sucedió.

Luego rezamos el akafist pero no lo leímos sino, que sin saber cómo, lo comenzamos a cantar.

Con nosotros viajó mi sobrina Svetlana. Antes del viaje ella no podía hablar con normalidad — había perdido la voz, durante el camino solo susurraba, nos reíamos de ella por eso. Durante el akafist cantó con todos, pero no nos dimos cuenta de ello — no era el momento para eso.

Terminado el akafist, las monjas nos dieron aceite bendecido, agua santificada. La Reina Celestial así procedió. Habiendo salido de la iglesia, mi sobrina me dice: "¿Te das cuenta de algo?" Yo contesté: ¡No. — Mi voz! — dijo.

Me ayudó a mi también nuestra "Protectora." Desde ese entonces dejé de tener dolores fuertes como anteriormente, cuando pasaba solo con inyecciones analgésicas.

 

 

Milagros de Santos Diversos.

Santo y justo Juan de Kronstadt.

"Agradece al padre."

Mis padres tenían dos hijos: yo y mi hermana N., con la cual teníamos gran amistad, pero de caracteres éramos diferentes — a ella le gustaban los caballeros y se casó a temprana edad y yo soñaba con ir al monasterio y siempre trataba de cubrirme la cabeza con un pañuelo negro. Tenía ansias principalmente de ingresar al monasterio de Ioanovo. Era regido por el padre Juan de Kronstadt y él mismo lo frecuentaba, y yo lo veneraba y lo amaba desde la niñez.

El frecuentaba nuestra casa, a pesar de que nosotros éramos personas de lo mas sencillas — mi padre trabajaba de mensajero en un banco.

Pues así mi anhelo se hizo realidad: me aceptaron en el monasterio de Ioanovo. El se encuentra en San Petersburgo a orillas de la ciudad y de un río pequeño Karpovka, muy bonito. Lo construyeron los comerciantes en señal de su estima al padre Juan, estaba muy bien diseñado, para lo cual no mezquinaron con el dinero.

Cuando delimitaron las tierras para el monasterio, la abadesa pidió al querido padre que dieran también un lugar para cementerio de las hermanas monjas, pero el padre tristemente negó con la cabeza y dijo:

— "No les va a ser necesario."

La abadesa se extrañó pero no se animó a hacer más preguntas. Pero sucedió — que no había todavía fallecido ni una monja del monasterio, cuando se desorganizó todo el monasterio y se esparcieron las monjas por todo el mundo. Nuestro monasterio estaba en la ciudad, era rico, y nuestras obligaciones eran muchas no como las de uno de una aldea.

Llegué al monasterio sana, alegre, joven, estudiaron mis aptitudes para saber qué obligación proporcionarme. Yo dibujaba bastante bien y podía cantar. Me designaron para la clase de dibujo y al coro para cantar con voz primera. Y me resultó tan penoso ese canto que no puedo describirlo, pero tenía que cantar mucho...

Cierta vez vino el querido padre. Lo rodeamos como de costumbre y el como siempre nos escuchó con cariño.

Me vió y preguntó:

— ¿Cómo estás Barbara, como vives, no extrañas? Yo no me controlé y le dije:

— Bien, no extraño, pero cantar en el coro no me gusta para nada.

El padre Juan me miró fijamente y dijo:

— En el monasterio hay que esmerarse y sin murmurar cumplir la obediencia. El canto te va a agradar, vas a cantar aún mejor, en octava.

— ¿Qué dice? — dije — ¿como octava? Yo tengo la voz — primera.

Solamente sonrió él. Pasó el tiempo, voy cantando en el coro, sacrificándome, pero cantando. En el otoño se fue nuestro director antiguo del coro y en su lugar nombraron a otro. Era conocido en todo San Petersburgo y vino a nosotros por cariño al querido padre.

Nos escuchó cantar, a todos los integrantes, a cada una en particular y me dice:

— ¿Por qué le indicaron que cantara en voz primera?. Ud. Tiene un bajo. Y con estas palabras me indicó el tono, y comencé a cantar, tan libremente y fácilmente que de la alegría me reí, y comencé a cantar entre los bajos, luego me inicié con la octava. El director valoraba mi voz y comencé a cantar con gran entusiasmo recordando al querido padre. ¡Cómo previó mi voz de contralto!

También tuve el siguiente caso. Apareció en mi cuello un tumor. Al principio pequeño, luego comenzó a aumentar de manera que tenía dificultad para inclinar la cabeza, comencé a sentirme mal. Mostré el tumor a la madre abadesa, se preocupó mucho por ello, y dijo que me acompañaría al médico.

Habiendo pasado dos días, vino al monasterio el padre Juan. Lo recibimos alegremente y fuimos a rezar un oficio de acción de gracias — (el moleben), así se acostumbraba — apenas llegara el padre, se oficiaba un moleben.

Me dirijo hacia el coro de la iglesia, y la abadesa me detiene, me acerca al padre Juan y dice:

— Querido padre, rece por Barbara, se nos enfermó — y con estas palabras levantó mi camiseta señalando mi tumor. El padre observó detenidamente, le pasó la mano diciendo:

— No es nada, si Dios quiere pasará. Andá Barbara, ¡canta!

Una vez terminada la oración el padre habló con nosotras, mientras, me llamaron al comedor a ayudar y regresé a mi celda más tarde de lo acostumbrado. Parada, me desvisto y me saco la camiseta y por costumbre miro mi inflamación, la toqué con la mano — ¡no la tengo! me acerqué al espejo — el cuello liso. No podía creer lo que veía — si antes era del tamaño de un puño.!

Apenas pude llegar al amanecer — rápidamente fui a lo de la abadesa. Miró mi cuello, se persignó y dijo: — ¡Agradece al querido padre!

"Pronto te casarás."

En el monasterio de Ioanovo había una regla: en determinados días y horas podíamos recibir visitas de amigos y familiares. Vino cierta vez a visitar a una hermana una joven conocida. Todo su aspecto mostraba que ella no se encontraba bien: muy nerviosa y sus contestacionesno estaban de acuerdo a las preguntas. Nos extrañamos mucho con ella, pero no tuvimos la oportunidad de hacerle preguntas ya que vino el querido padre. Nos alegramos y corrimos a la escalera a recibir al querido huésped. La joven hizo lo mismo, salió con nosotras. El padre ascendió por las escaleras muy preocupado, pero saludando muy cordialmente a todas. Cuando se acercó a la joven dijo:

— Por ti vine, ¡y cómo me apuré...!

Nosotras por supuesto no entendíamos lo dicho a la joven, quien se confundió y se asustó. El continuaba diciendo:

— Vamos a rezar un oficio de acción de gracias, luego hablaré contigo, no te vayas a ir a ningún lado, ¿oyes? — lo dijo con voz de mando, y se fue a vestir las ropas sacerdotales.

Rezamos, y la joven con nosotras. Luego el padre salió, la tomó de la mano y le dijo:

— Tú, insensata, ¿qué tienes pensado? ¿He? A ver, ven acá!

Se alejaron, y él largamente le habló algo, y la joven lloraba amargamente.

Luego el padre se alegró, la bendijo y oímos que le decía:

— ¿Te calmaste?

Ella le agradeció, le besó las manos y se inclinó ante él. Saludó el padre Juan a todos y dijo:

— Hoy no tengo más obras para hacer aquí — y se fue.

Nosotras, claro, comenzamos a preguntarle a la muchacha de lo que le había hablado nuestro querido padre. Y ella relató que tuvo un novio y tenían fecha para el casamiento, pero el joven se entusiasmó con otra chica y la dejó. Afligida, decidió quitarse la vida, tirándose debajo de un tren. Pero no tuvo fuerza suficiente para hacerlo enseguida. El día que llegó a nosotras, había decidido terminar con su vida. Pero como estaba muy apenada, como último recurso decidió acercarse a nosotras antes de ir a la estación de trenes.

El querido padre percibió su pena, llegó, y comenzó a increparla por su decisión. Cuando ella le prometió no hacer lo antes pensado, él le dijo:

— Tú pronto te casarás con una persona buena y tendrán hijos.

Alegre, se fue emocionada. Luego, poco tiempo después, realmente se casó y vivió bien con su esposo, y tuvieron hijos.

Oración incomprensible.

Mi padre no creía nada de lo que decía el padre Juan de Kronstadt. Sus milagros y gran popularidad lo explicaba por hipnosis, producida en el medio de la gente inculta que lo rodeaba, y cosas similares.

Vivíamos en Moscú, mi padre se ocupaba de abogacía. En ese entonces yo tenía cuatro años, único hijo y en honor de mi padre fui llamado Sergio. Mis familiares me querían mucho. Mi padre frecuentemente por sus asuntos viajaba a San Petersburgo. Así, y en ese día, viajó para allá y se alojó en lo de su hermano Constantino.

Los encontró trastornados ya que su hija Elena enfermó. La enfermedad era grave y a pesar de que estaba ya mejor, invitaron al padre Juan a realizar una misa de acción de gracias, esperando su llegada en cualquier momento.

Mi padre se rió de ellos, y se fue al juzgado, donde se estaba estudiando el tema de un cliente suyo.

Habiendo regresado a la tarde, vió un trineo y mucha gente agolpada porque había llegado el padre Juan, mi padre con dificultad pudo acercarse a la puerta de entrada a la cual entró y luego pasó a la sala donde el padre estaba oficiando el "moleben."

Mi padre se puso a un lado y comenzó a observar al famoso sacerdote. Le extrañó mucho, que el padre Juan, después de rezar por la enferma Elena, se hincó y con gran ardor comenzó a orar por alguien muy enfermo, niño Sergio. Rezó por él durante mucho tiempo, bendijo a todos y se ausentó.

— El no es normal — indignado dijo mi padre después que el sacerdote se había ido —

lo invitaron a rezar por Elena, pero él durante todo el oficio rezaba por la salud de un nene desconocido, llamado Sergio.

— Pero Elena ya casi está sana — con cautela insinuó la cuñada, deseando proteger al honrado por la familia sacerdote. De noche mi padre regresó a Moscú.

Llegado a su casa, se extrañó por el gran desorden reinante, y viendo la cara torturada de mi madre, se asustó:

— ¿Qué les ha sucedido aquí?

— Mi querido, tu tren no había salido todavía de Moscú cuando enfermó Sergio. Con fiebre alta, convulsiones y vómitos. Yo llamé al medico, pero él no supo lo que tenía Sergio, pidiendo convocar una reunión de médicos para un ateneo. Primero quise mandarte un telegrama, pero no pude encontrar tu dirección. Sergio seguía empeorando. Tres médicos estuvieron con él toda la noche y reconocieron la situación desesperante. Nadie durmió en toda la noche. Lo que sufrí y soporté, mejor no pensar en ello.

De pronto, después de las dieciséis horas de ayer, comenzó a respirar más pausadamente, la fiebre bajó, y se durmió. Fue mejorando mas. Los médicos no lo podían entender y menos yo.

Ahora Sergio solo está débil, ya se alimenta y está ahora en su cama, jugando con su osito.

Escuchando a mi madre, mi padre cada vez bajaba más y más la cabeza: pues era éste, su hijo, el pequeño Sergio, por el cual rezaba ardorosamente ayer el padre Juan de Kronstadt!

Curación.

Este caso fue publicado en su momento por la prensa. En el sur de Rusia vivía un adinerado hebreo, comerciante y rabino de una sinagoga cercana. Su esposa enfermó de cáncer de estómago( en. la entrada del estomago ), lo que finalmente, no dejó pasar ni alimentos ni liquidos

Los médicos consultados encontraron que su situación era desesperante, yacía muy debilitada, totalmente entregada.

Asustada ante la muerte cercana la mujer, comenzó a implorar a su marido por la salvación de su vida. Viendo el gran dolor del hebreo, los que lo conocían a través de su comercio, rusos creyentes, le aconsejaron: "Envíarle un telegrama al padre Juan Serguiev — él ayuda a todos."

El rabino hizo caso y mandó el telegrama y cierta suma de dinero. Vino la respuesta; "Estoy rezando. Va a mejorar. Juan Serguiev."

Cuando el hebreo le comunicó el contenido del telegrama a su esposa, se puso nerviosa y comenzó a increpar al marido: "Tú eres rabino. Es posible que no hubieras podido rezar tú mismo? Era necesario solicitar la ayuda de un sacerdote ortodoxo?"

Viendo el estado de su esposa, el hebreo quedó perdido, y para tranquilizarla, le acercó un vaso con agua, la cual lo agarró, y olvidando, que hacía mucho tiempo que tenía dificultad para beber, lo bebió sin problemas.

Recién entonces ambos se dieron cuenta del milagro sucedido, luego sintió hambre y pidió comer. Con gran asombro del marido, comió sin ninguna dificultad.

Conocida la curación de una enferma que no tenia ninguna esperanza, los médicos tratantes estuvieron muy asombrados.

Se podría suponer, que la señora no estaba enferma de cáncer, sino de un espasmo del tubo digestivo. Pero, en este último caso nunca se pierde el pasaje del líquido por el tubo digestivo, como lo que le había pasado a la señora del rabino.

Padre Teodoro.

Vagaba yo por entonces (en el tiempo soviético) — contaba el padre Teodoro — como ladrón en la noche, sin saber donde apoyar la cabeza. Me daban albergue gente buena, pero resultó imposible seguir viviendo así, y entonces oí que cerca de San Petersburgo, en tierras de Finlandia, se conservaba con toda su fuerza nuestro antiguo monasterio ortodoxo de Valaam. Un ansia muy fuerte me hacía desear entrar en él, honrar al siervo de Dios, Sergio y Germán y pedir consejo al "staretz" (anciano monje) de allí. Había decaído espiritualmente y comencé a tener miedo para cruzar la frontera. Sabía que si me encontraban cerca de la frontera me iban a matar, en ese caso, piedad no esperes. Bien !, si te matan en el acto!, pero si te martirizan, te torturan, y se burlan antes de tu muerte? Pero, me decidí, y fui.

Tuve que adelantarme sigilosamente por un pantano, y mas adelante, cruzando el riachuelo ya estuve en la frontera.

La noche estaba oscura, la lluvia azotaba, y yo iba caminando susurrando una oración y recordando al padre Juan. Por el tiempo transcurrido ya tenía que haber llegado al riachuelo, — pero del riachuelo ni rastros. Cansado, mojado, — ¿a dónde ir? — no sé, perdí la orientación. Me cobijé debajo de un abeto y decidí descansar hasta la madrugada, y que sea lo que sea. Me adormecí,y de repente oigo el ladrido de un perro. Abrí los ojos — el ladrido cada vez más cerca. Se ve que me percibió y trató de ubicarme. Entendí que se acercaba mi fin, me hinqué, se me oprimió el corazón: estoy muriendo sin recibir la absolución. Se abalanzaron sobre mí y me llevaron no sé adónde. Pienso, ya no tengo vida en este mundo. Escucho como un "chekist" (Che-Ka, la comisión extraordinaria soviética) le dice a otro:

— Se ve que es el espía que estabamos esperando.

Me llevaron hasta su puesto de comando, me revisaron, y en ropas menores me tiraron a un sótano chico. Sobre la cabeza chirreaba un teléfono, comunicaron sobre mi presencia. A la hora, la bocina de un auto — vino la autoridad. Se abrieron las puertas y entra el "chekist": de estatura pequeña, los ojos ardientes como los de un ave de rapiña, temblando de rabia.

— Pues "pope" (en ruso, sacerdote en sentido despectivo) has cantado tu canción, pon sobre la mesa los datos que llevabas atravesando la frontera, y quien te envía?

No contesto nada. Igualmente no me van a creer, mentalmente clamo por Dios, que me envíe un final rápido. Mi silencio acabó con la paciencia del "chekist, " empuñó el arma y gritó:

— Habla, o te mato!

Yo callaba. La mano con el revolver rápidamente se acercó a mi cara, el gatillo sonó — en falso, una vez más — otra vez en falso. Con maldición me golpeó, ladeándome.

Me recuperé recién en el auto. Como supe después me llevaron a la G.P.U. (mando político del gobierno) de Leningrado para castigar — pues yo era el delincuente importante capturado.

Y así, me trajeron enfermo, herido, y me dejaron en una camara solitaria, y esto ya se sabe, es el fin: de allí no había salida a la luz del sol.

Solamente imploro: que Dios se lleve mi alma sin martirios.

Me dormí y vi al padre Juan. Como inclinado sobre mí, diciendo cariñosamente: "Tú deseabas sufrir por Cristo, por esto es lo que te manda el Señor, es lo que tu deseabas." Desperté y me sentí aliviado: el Señor está ante mí, y el padre Juan no me está abandonando.

Pasaron unos días, no recuerdo cuántos, de noche me vinieron a buscar y me llevaron a declarar. Me tomaron debajo de las axilas: estaba debilitado por el dolor, el hambre, pero solamente gritaba para mis adentros:

— Padre Juan, mientras vivía nunca me abandonabas, en esta hora de mi muerte, intercede ante el Señor, para que no teme rendir cuentas ante Él de lo que justamente he obtenido por mis graves pecados!

Me llevaron a un cuarto y me tiraron encima de un taburete. Había una ventana con rejas, bajo ella una mesa con un montón de papeles, una lámpara encendida bajo de una pantalla, tapando la cara del interrogador. Solo veo que no es muy entrado en años, inclinado pasa las hojas mirando mi caso.

Permanecimos sentados sin hablar mientras el interrogador, sin levantar la cabeza y sin mirarme, dice:

— Pues bien, viejo, habla, di toda la verdad, no mientas pues igualmente lo sabremos.

¿Qué organización te envía?

Yo no hablaba.

— Piensas que no te vamos a poder hacer hablar? ¿Sabes o no, donde caíste?

Persignándome dije:

— Sé que no me van a creer, lo único es que nadie me mandó, trataba de llegar hasta Valaam, quería ir a vivir al monasterio.

Levantó su cabeza y se detuvo ante mí, mirándome fijamente en los ojos, y yo, en los suyos, sin poder apartar la mirada, como encantado, y hasta parecía todo en derredor como envuelto en una niebla, solamente sus ojos me estaban penetrando. El tiempo que pasó no recuerdo, puede ser un minuto o una hora... Reuní mis fuerzas con gran esfuerzo y mentalmente comencé a invocar al Señor. De pronto, nuevamente oigo su voz:

— Dime, viejo, estuviste en tal año en verano en el pueblo de Troitsky.

Eso me sobresaltó. Tengo que decir, que en esos tiempos ya no ejercía mi sacerdocio y me ocultaba yendo de aldea en aldea, de pueblo en pueblo, siempre encontrando gente buena. Realizaba oficios religiosos, consolaba como podía a nuestro sufriente pueblo y lloraba con el por la perdida devoción. La gente me quería, muy voluntariosa me escondía, y me pasaban de uno a otro, y el Señor me protegió hasta ahora.

Así llegué en su momento al pueblo de Troitsky, viví casi dos semanas en casa de gente buena, preparándome para partir, cuando tarde en la noche golpearon en lo de mis dueños y se dirigieron al altillo donde yo estaba, y mi dueño muy confuso dijo:

— Padre, no sé verdaderamente como decirte. El tema no es muy común. Tenemos a una persona encargada de la escuela, un comunista muy convencido, ateo.

Su único niño esta siempre enfermo: su pierna no funciona, hace un año que supura. Lo vieron varios médicos, estuvo internado, pero nada lo mejora. Tiene la abuela, la madre de su finada esposa, mujer creyente, sin rencores, que se pasa llorando. Dice, que el Señor por los pecados del padre castiga al hijo. Ella pensó, que mientras el padre está de viaje, tu pudieras venir a rezar por el nieto. No sé cómo proceder. La escuela esta en medio del pueblo cerca del puesto de la policía y del consejo publico, temo que algún percance podría pasar.

Pocas ganas tenía de ir, pero recordé: sacerdote soy y mi gran deber era ir al llamado del que sufre.

Fuimos con la abuela que estaba llorando y me preguntaba si no tenía algo en contra de ella? Pero le quedaba solo el único nieto; hace poco había muerto su hija y ahora, tuberculosis en la pierna del nieto, con peligro de perder la pierna. ¡Qué mala suerte!

Llegamos finalmente a la escuela, vimos acostado a un joven de unos quince años, la cara muy delgada, con ojos temblorosos, brillantes, y el pie vendado, y un olor a putrefacto en derredor. Tuve tanta lástima de él, que lloré.

Saqué la estola sacerdotal, el crucifijo, mi pequeño Evangelio, mientras la abuela sacaba del baúl un icono de la Santa Reina Celestial y de San Panteleimon el Sanador. Comencé el oficio de acción de gracias, con lágrimas en los ojos implorando al Señor por la curación del muy sufriente. El mismo enfermo callaba o por momentos se quejaba gimiendo, de manera que estremecía el corazón. Habiendo rezado, le di para que besara la cruz — la besó. Le ungí la frente con óleo santo lo bendije — y nos retiramos marchando hacia la casa.

De pronto sonó la alarma temprano en la mañana. Vienen corriendo, diciendo que la policía me busca. Alguien me delató. Menos mal, que la casilla de mis dueños estaba en las afueras del pueblo. Mas tarde supe que a mis dueños los fueron a detener, y quede tan apenado, amargado, que por mi pecador, personas inocentes fueron castigadas. No los puedo olvidar, hasta ahora rezo por ellos.

Recordé todo esto de una vez cuando el interrogador me preguntó si estuve en Troitsky.

¡Señor! Será posible que tenga que delatar a personas inocentes, no permitas este terrible tormento!

— Estuve, contesté.

— Acaso ¿estuviste en la escuela? — nuevamente (fue como una herida de cuchillo), pregunta el interrogador. Veo que no puedo ocultar nada, sabe todo.

— Estuve en la escuela — contesté

— ¿Acaso rezaste allí?

— Recé!

— ¿Fuiste sólo o alguien te llamó?

— Una gran desgracia me llamó, el sufrimiento humano insoportable.

Me estremecí cuando repentinamente se levantó de la silla y comenzó a caminar hacia delante y atrás por el cuarto, como gran fiera, sólo la lumbre del cigarrillo se veía mover.

Veo que la furia se agranda y está a punto de estallar, mientras yo por la debilidad y el dolor había perdido el temor, sabía que mi vida pendía de un céntimo. Caminó de este modo y se sentó nuevamente a la mesa.

— Y recuerdas cuando ungiste al niño con óleo ¡Pues ese era yo!

Con estas palabras me sentí completamente perdido, y sólo rezaba para mis adentros.

— Muy bien, viejo, vez dónde nos encontramos. Tienes suerte que te tocó encontrarte conmigo y que te reconocí por la voz. Vas a tener permiso para salir del pueblo — e inmediatamente aléjate cuanto más rápido, y cuanto más lejos mejor. Recuerda que por segunda vez ya no te podré salvar!

He aquí por qué caminos impredecibles el Todopoderoso Señor lleva al hombre hacia el bien, solamente que no pierda la fe en El, — terminó el padre Teodoro su relato.

Jerarca Ioasaf Belgorodsky.

En aquél entonces estudiaba en la academia religiosa de San Petersburgo. Tenía muchos conocimientos, pero no tenía fe verdadera.

A la ceremonia en honor de las reliquias del jerarca Ioasaf iba sin voluntad, pensando en la multitudinaria concentración de gente, ansiando un milagro. ¿Qué milagros podemos esperar en nuestro tiempo?

Llegué — y algo se removió dentro de mí: lo que vi no me permitió permanecer inalterado. De toda Rusia acudieron enfermos, inválidos — tanto sufrimiento y dolor — difícil era soportar y mirar. Además... esperanzados general en milagros, involuntariamente se me trasmitía a mi también eso a pesar de mi sentimiento escéptico hacia lo que podía suceder.

Finalmente llegó el Emperador con su Familia para la celebración. No creía, en la ceremonia me emocioné e igual esperaba algo.

Es difícil ahora imaginarnos este espectáculo: miles y miles de enfermos encorvados, endemoniados, ciegos, inválidos acostados o parados, a ambos lados del camino por el cual iban a llevar las reliquias del Jerarca. Principalmente llamó mi atención un retorcido, no se lo podía mirar sin estremecimiento. Todas las partes del cuerpo en posiciones anormales, parecía como un ovillo de carne y huesos sobre la tierra. Yo esperaba — ¿qué le podría suceder a esta persona? ¿Qué es lo que le puede ayudar?

Pues sacaron el féretro con las reliquias del Jerarca Ioasaf. Nunca vi nada igual y creo que no volveré a verlo — casi todos los enfermos, parados o acostados a lo largo del camino sanaban: los ciegos veían, los sordos oían, los mudos comenzaban a hablar, gritar y saltar de alegría, a los inválidos se les enderezaban los miembros. Con estremecimiento, espanto y veneracion observaba todo lo que sucedía — y no perdía de vista al que estaba arrollado. Cuando el féretro con las reliquias se aproximó a él, separó las manos — se sintió el crujir de sus huesos, como si algo se resquebrajara y rompiera dentro de él, comenzando a enderezarse con esfuerzo — y se paró sobre sus piernas. ¡Qué choque era eso para mi! Corrí hacia el con lágrimas, luego tomé a un reportero de la mano, pidiéndole que lo anotara y describiera...

Regresé a San Petersburgo como otra persona — creyente.

Santa Efrosinia de Moscú.

Yo tenía en aquél entonces cerca de doce años. Vivía en Moscú y me agradaba concurrir al templo los domingos, por la mañana y tarde pero en casa no me permitían concurrir a los oficios de la noche. Entonces yo asistía al oficio temprano y tardío de la mañana e iba a las iglesias que no cerraban hasta la noche, y de tarde iba al servicio vispertino cercano a mi casa.

No tenía tiempo para comer y andaba todo el día con hambre. Mi padre a menudo se enfadaba por mi concurrencia a la iglesia. Si no regresaba a casa durante el día, daba la orden a mi madrastra para que no me diera de comer de noche. Ella me protegía, y abriéndome la puerta de tarde, susurraba: "tienes debajo de la almohada un pedazo de pan y papa hervida."

Cierta vez un domingo, habiendo asistido a dos oficios y caminado por el Kremlin, entré donde estaban las reliquias de la beata Efrosinia, gran princesa de Moscú. En la iglesia no había nadie, solo una monja, haciendo la limpieza del templo.

Me acerqué a las reliquias de la beata, me hinqué y comencé a rezar "Madre Efrosinia, ayúdame, haz que no tenga hambre." Me incorporé, recé al icono y me di vuelta.

Miré — pero no podía creer lo que veían mis ojos. Delante de mi una alta, honorable y majestuosa monja, teniendo en sus manos una prosforá (pan usado en la iglesia para conmemorar) grande como nunca había visto anteriormente. Enmudecí, abrí la boca, me quedé inmóvil, callada, absorta con la visión de la monja

Ella cariñosamente me dijo: "he aquí, chiquilla, una prosforá, tómala y cómela." La tomé sin poder pronunciar palabra, sin poder cambiar de posición y sin poder quitar la vista de la monja. Ella se volvió y con paso lento, como navegando por el aire, se dirigió hacia el altar y desapareció. Recién entonces volví a la realidad.

Fui a otra iglesia donde sabía que había agua bendita. Allí sacié mi sed y comí la prosforá regalada. Era tan sabrosa que es imposible describirlo...

Hierarca Antonio de Voronez.

Padre ¿recuerda a Ulinka? Virtuosa era ella, aunque poco se sabía de ella. Celosamente ocultaba sus virtudes de los ajenos, y raramente algo se sabía de ella pero era de una gran belleza espiritual interior.

— Sin dudas, era justa la sierva de Dios, y su oración era fuerte ante el Señor, de lo cual me convencí a mí mismo.

En Kiev apareció ella antes de la revolución, pero en ese entonces pocos la conocían. De su vida no se sabía casi nada y ante cualquier tentativa de conversar, ella empezaba a hablar incoherencias y el sentido de sus palabras era indescifrable. Sin embargo, al confesarse, ella siempre nombraba sus pecados clara y ordenadamente.

Era yo entonces prior de la iglesia y tenía muchas penas por el difícil periodo soviético que estabamos pasando, de permanentes agravios a la Iglesia de Cristo. Además se agregó un problema familiar: enfermó gravemente mi señora, peligrando su vida, la esperaba una seria operación. Absorto en mis tristes pensamientos, iba un día de invierno,, a la iglesia para el oficio religioso, hundiéndome en montones de nieve.. Mi alma estaba apenada y oprimida: perdía a la madre de mis hijos a los que solo no hubiera podido educar.

En las tinieblas de la oscuridad de la noche inesperadamente se dibujó una figura. Más adelante reconocí en ella a Ulinka. ¡Como me alegró ello en ese momento!

— Ulinka, querida, reza por mí, tengo una pena muy grande: mi esposa está muriendo, los hijos quedan huérfanos! Ulinka se estremeció, como encojiendose, pero dentro de cierto tiempo contestó razonablemente:

— Voy a rezar. Dios es bondadoso, no va a dejar huérfanos a tus hijos.

En casa me encontré con una situación más tenebrosa aún. Había estado el médico profesor, la situación de la enferma había empeorado y la decisión era operarla en la madrugada. La enferma sufría sin encontrar alivio ni siquiera con los narcóticos.

¿Usted entiende qué doloroso es perder a un ser querido? Con lágrimas en los ojos pedía piedad al Señor y liberación de esta prueba. Así caí no recuerdo como en un sueño, pero de pronto se me presentó el "staretz" Nectáreo, con cierto Jerarca, parecido al venerado arzobispo Antonio de Voronez. Sollozando me dirigí al "staretz."

— Padre, qué es lo que va a pasar — mi esposa se esta muriendo! El "staretz" me alejó suavemente con su mano: "no pasa nada, nada, no tenga miedo." Luego, acercándose a la enferma lentamente escribió con óleo una cruz en su frente

En ese momento desperté con un grito.

La enferma suspiró: "Cuán aliviada estoy, tranquilizada..." — dijo ella.

En la madrugada la operación resultó innecesaria.

Con alegría apurado fui para llegar a la iglesia y agradecer al Señor por tal evidente milagro. Acercándome a la iglesia vi como debajo de un monte de nieve emergió Ulinka y se me abalanzó:

— ¿Y cómo está la esposa?

— Milagro, Ulinka, un milagro! El Señor la sanó. ¿Has rezado tú Ulinka?

— ¡Oh, cómo podría yo, pecadora, rezar! — respondió y pronunció algo indescifrable.

San Juan el Bautista.

Joven hieromonje, por falta de sacerdotes fue ordenado como segundo sacerdote de una aldea. Pero aún no había desaparecido en su alma una cierta inclinación hacia el mundo y sus alegríasTenía tentaciones —deseos de formar familia.

Cierta vez lo invitaron a un pueblo para bautizar a un niño, nacido de una joven pareja.

Llegado a la casa fue testigo de la alegría familiar. Se afligió, se apenó el corazón del joven hieromonje y se llenó de envidia por la felicidad de la joven pareja. Su alma fue confundida en tal forma, que no se atrevió realizar el Sacramento del Bautizo en ese estado.

Con la excusa de que se olvidó el santo óleo, se negó de bautizar, prometiendo volver dentro de cierto tiempo o mandar a otro sacerdote.

Para su casa faltaban como tres kilómetros. Su alma sentía una terrible tormenta.

Imploró al Señor para que lo ayudara en esa tentación y lloró amargamente. De repente ve, que se le acerca un "staretz" con vestimentas monacales, con una severa expresión en su rostro, habiéndose acercado a él se detuvo y dijo:

— ¿Cómo osaste declinar realizar el Sacramento? No pienses que tu suciedad de pensamiento y alma puedan perjudicar el Santo Sacramento del Bautismo. Regresa ahora mismo y realiza el Sacramento.

Después de haber dicho esto, el "staretz" se hizo invisible.

El joven hieromonje percibió que era el mismo Juan el Bautista. Impresionado con lo oído y la visión, retornó para bautizar al recién nacido.

En su alma no quedó ni una sombra de pensamientos impuros y con toda devoción realizó el Sacramento de Bautismo.

Esta milagrosa aparición del san Juan Bautista y sus palabras certifican la opinión de la Iglesia: de que el que sea indigno de celebrar los oficios Divinos de ningún modo impide la realización y la gran Santidad de todos los Santos Sacramentos.

Gran Mártir Panteleimón.

Curación Milagrosa.

En el año 1920 se me enfermó la mano. Sobre la vena se formó una lesión la cual iba aumentando de tamaño. Iba al médico, me hacian una curación, me vendaban, al dia siguente me quitanban la venda — la lesión (redonda) —se hacía más grande y más profunda. Finalmente el médico dijo que no había salvación: la lesión iba a penetrar en la vena, produciendo alteraciones en el vaso. Se negó a seguir el tratamiento. ¿Qué hacer? Fui hasta Nikolskoie, a la iglesia de San Panteleimón... El monje que se encontraba allí, se acercó y con cuidado me preguntó: ¿qué pena tengo por la que lloro tanto?

— Padre, tengo enferma la mano, el médico se negó a seguir tratándome y me dijo que puedo morir pronto por la infección. Con dulzura me levantó, me calmó, tomó óleo del candil de la Madre de Dios de "Skoroposlushniza" ("Pronta ayuda") y del icono del gran mártir Panteleimón, me lo dio para beber con una cucharita e introdujo el óleo debajo de la venda sobre la lesión. Me dio para llevar un frasquito con óleo.

A la mañana siguiente quité la venda — ¡oh, milagro! En lugar de lesión putrefacta que había quedado en la servilleta, apareció una piel rosada y sana. Lágrimas de agradecimiento y emoción brotaron de mis ojos. Me caí de rodillas ante de los iconos, agradeciendo por ello a Dios.

Renovación del icono de San Panteleimón.

En el icono ya no quedaban rastros de ninguna imagen, solo en dos o tres lugares se veían rastros de pintura descascarada, prácticamente todo era ya madera, parecería del siglo XIX. El dueño decidió donarla para pintar un nuevo icono sobre ella..

Por alguna razón la pintora decidió que era el icono del gran mártir Panteleimón, probablemente tal presunción la indujeron unos restos en la parte inferior de color amarillento que podrían ser restos de la caja de remedios — elemento siempre presente en las imágenes del Curador.

Podían verse otras dos manchitas rosadas en la parte superior.

La pintora decidió pintar un nuevo icono.

Al día siguiente sucedió el milagro.

Luego que hubo secado el nuevo fondo con el que se cubrió la tabla, afloró a la superficie una clara imagen de San Panteleimón, pero sin colores, sino un contorno oscuro con sombras sobre un fondo más claro. En los restos de amarillo realmente apareció la cajita de remedios, y las marcas rosadas correspondian a las mejillas del Santo.

La pintora trajo el icono a la iglesia del profeta Elías. La santificaron.

Este descomunal acontecimiento fue la causa para el encuentro con la pintora. Ella mostró el icono renovado. A la pregunta de que si había ido a venerar las reliquias del santo mártir Panteleimón, cuando fueron traídas a Moscú, ella relató que a la semana de la última vez que fue a venerar sus reliquias, se liberó de una dolencia renal. El mismo día le trajeron esta "tabla."

Santa Beata Ksenia.

Luego de la santificación por la iglesia de la beata Ksenia de Petersburgo, a la redacción del semanario "Klin Ortodoxo" vino una mujer de nombre Ludmila, relatando la siguiente historia sobre su padre.

En 1946, teniendo catorce años, su padre entró a trabajar en una fabrica de ladrillos como chofer manejando un motor diesel. Era alto, corpulento y musculoso. Cierta vez lo enviaron en el tractor a transportar a través de un pantano, turba para la fábrica de ladrillos. La turba era cargada por prisioneros alemanes.

Lo que pasó fue que el acoplado se empantanó en el barro liquido. Al día siguiente junto con su amigo Sergio vinieron con otro tractor trayendo una amarra para enganchar el acoplado y sacarlo del pantano. Mi padre tomó la amarra, la colocó en el enganche y se paró encima, queriendo ascender a la cabina del tractor. Pero el tractorista arrancó inesperadamente, el amarre enganchó la cremallera, el pie quedó en un ojal arrastrándolo hasta la cremallera del tractor. Mi padre gritó: "Sergio, detén"! Pero el otro no oía nada. Ya cayendo mi padre golpeó con la mano la espalda de Sergio, recién entonces el tractor se detuvo y dio marcha atrás.

Sacó el pie de la bota, que estaba llena de sangre. La planta del pie deshecha. Le dijo al tractorista que si, estaba en condiciones de llegar hasta la casa por si solo, distante a seis kilómetros. Pero dió dos pasos y cayó exhausto. Arrastrándose sobre las rodillas y manos alcanzó llegar hasta el camino. Era el mes de julio y hacía calor. Ya en el camino entró en shock. Perdió el conocimiento a causa de la pérdida de sangre. Cuando volvió en sí, se sacó la camisa y con ella vendó el pie, luego usó la camiseta como venda también, y la tiró, se desmayó nuevamente, volvió en si pero,veía nublado. De pronto vio una mujer caminando en dirección al pueblo, comenzó a gritar pidiendo auxilio, a llorar, ella asustada lo bordeó y se alejó. Nuevamente se desmayó.

Reaccionó cuando le tocaron el hombro, --¡-no lo podía creer! veía todo en derredor y no tenía dolor.! Delante había una delgada, anciana mujer, de pollera larga y negra, pañuelo blanco con un morral y un palo, algo encorvada y nariz puntiaguda.

No decía nada, hacía todo calladamente. Me colocó sobre sus hombros y me llevó. El se extrañó — cómo se arregló para llevarlo? Pero al rato le indicó con un gesto que estaba cansada. Mi padre pensó: ¿será muda.? El no podía pisar con un pie, pero no tenía dolores! Entonces con gestos le dio a entender que ella tomara el palo con las dos manos y el, tomado del palo y con un pie saltando detrás de ella, la iba siguiendo. Así se iban desplazando en dirección a Klin, hasta que enfrentaron unos carros. Lo subieron a uno de ellos y aunque iban en dirección opuesta, el carro donde yo estaba cambió de dirección y fue hacia Klin, por pedido de la mujer la cual desapareció. Mi padre nunca mas la encontró. Pasaron siete horas después de haber caído en la cremallera llegaron al puesto médico, le solucionaron el problema con el material necesario lo vendaron y dejaron hospitalizado durante tres meses.

Hasta el momento actual mi padre agradece a aquella mujer que le salvó la vida, ya que sino, hubiera muerto por la pérdida de sangre. Si no lo hubiera salvado, no estaría en este mundo Ludmila. Pasaron años, cierta vez Ludmila compró el Akafist a la Santa Beata Ksenia de San Petersburgo. Mi padre vio casualmente en la tapa del akafist la imagen de la Beata Ksenia. Su extrañeza no tuvo límites. "Yo — decía — viajé por monasterios e iglesias de toda Rusia (era chofer de un ómnibus) — trasladé a gente en excursiones por lugares sagrados, ofrecía y prendía velas, rezaba a Dios, para encontrar a aquella anciana y agradecerle, pero no la pude encontrar en ningún lado. Y he aquí, en esta tapa — está ciertamente ella! Entendió mi padre quien le había ayudado. En la Navidad del año 1998 fue a la iglesia, por primera vez en su vida permaneció durante todo el oficio religioso y se acercó a besar la Cruz.

"Y a mi — continúa Ludmila — la Beata Ksenia en mi vida me ayuda mucho. Permanentemente percibo su presencia y el calor, que ella despide."

 

Apariciones de fallecidos.

"La muerte es renacimiento para la vida."

Mi tío Ivan era médico militar. Era muy apuesto y tenía una profunda fe, humildad, y mansedumbre. Durante mis estudios en el instituto me traía dulces, hablaba conmigo sobre temas importantes y en general, yo era muy regalada por él, su sobrina casi huérfana (perdí a mi padre siendo muy pequeña) me atendía paternalmente y con cariño.

En el año 1905 en época de la guerra con Japón, trabajaba en un hospital. Allí también trabajaba una joven enfermera, familiar de un general, muy bella. Se enamoró con tal pasión de mi tío que le dijo:

— Ivan, si usted no se casa conmigo, me suicido. No puedo vivir sin usted.

— Si pero yo no tengo idea de casarme — le contestó. I. A.

— Pero, al rechazarme usted definitivamente, no voy quedar con vida. Habiendo oído acerca de tan trágico final, mi tío escribió una carta a su madre, mi abuela, he aquí su contenido: "Mamita, una enfermera que trabaja en el hospital conmigo, me quiere tanto, que me dijo: si no me caso con ella se suicidará." Y yo no quiero casarme por nada. Aconséjeme como salir de situación tan embarazosa." La madre contestó al hijo de esta manera: "apiádate de ella Ivan, cásate con ella." Se realizó la boda. Pero el frente de guerra fue asolado por una epidemia. Vania fue nombrado para trabajar en el lugar con los enfermos de tifus eritematoso. Al poco tiempo se contagió y murió. Cuando esta noticia llegó a la joven esposa, que era creyente, pero no muy acostumbrada a rezar y no conociendo la Providencia Divina, cayó en la desesperación y depresión.

Sentada en la habitación, de pronto ve: que entra su querido Vania. Ella, de alegría, olvidando que había fallecido, se levantó.

Observó como él se acercó a la mesa, tomó un lápiz, pero sosteniéndolo no como nosotros,sino en forma vertical, escribió un instante — y desapareció.

La esposa tomó la hoja escrita... — si, es su amada escritura! yo lo vi. Oh, Dios, te agradezco.

Esto es lo que él escribió: "la muerte es renacimiento para la vida, tal vida donde no existe la muerte "

Aun ahora la nota escrita por su marido, aparecido después de la muerte, ella la conserva como una reliquia. Su fe entonces se fortificó y se profundizó.

"Hay, hay, hay!"

En Moscú vivían dos hermanas en época de la guerra civil Irene y Nastia además habitaba una amiga Nadiezda muy poco religiosa. Nastia enfermó de fiebre tifoidea grave, falleciendo. Cuando Irene y Nadiezda conocieron la penosa noticia, Nadiezda — pensó: si viniera Nastia y me dijera si hay algo en el otro mundo, yo tendría fe!

Esa noche Irene ve a la difunta Nastia, que le dice:

— Dile a Nadiezda: "hay-hay-hay!"

Desapareciendo luego.

Habiendo despertado Irene se preguntaba; ¿"qué significado podrían tener estas palabras?" Cuando le relató a Nadiezda el contenido de su sueño, la otra palideció: pues así ella había recibido la respuesta de Nastia a su pregunta.

A través de la sabia Providencia de Dios, Nastia se presentó no ante Nadiezda, sino ante quien no sabía los pensamientos de Nadiezda. Esto confirmó en Nadiezda que el sueño no era circunstancial, sino que era una directa contestación a sus pensamientos, no conocidos por ningún ser viviente.

Relato del padre Jorge.

En aquél entonces era yo el abad del monasterio de Mzensk. Por mis quehaceres a menudo frecuentaba Kaluga. En uno de esos viajes iba por la calle viendo cerca de una buena y grande casa una señora parada con un pañuelo abrigado, puesto sin cuidado, su cara pálida, y con tal dolor en ella, que inmediatamente me llamó la atención, ella me dice:

— Padre, mi marido esta falleciendo, no puedo alejarme de él, y es necesario preparar su alma. No se niegue, le ruego, entre por favor.

Felizmente tenía conmigo los Santos Dones. Me hizo entrar en la casa, miré a su esposo: estaba muy mal, no tiene mucha vida, pensé. Lo confesé y le di la Comunión. Estaba él consciente, me agradeció con lágrimas en los ojos, diciéndome luego:

— Tengo una pena muy grande. Soy comerciante, pero llegó un momento que tuve que hipotecar la casa, pero no la puedo rescatar y dentro de dos dias la van a rematar. Estoy muriendo y mi familia queda sin recursos.

Tuve lástima de él.

— No se apene — le dije — a lo mejor, si Dios quiere, yo podría ayudarle de algún modo.

Yo salí rápido y fui al telégrafo: pedi que viniera a verme mi hijo espiritual, también comerciante.

En la noche él ya estaba en mi habitación, entendió el problema y cuando se remató la casa, supo como poder levantar su precio a 35 000. La casa fue comprada por las autoridades de la ciudad. Del dinero obtenido, 7 000 fueron para pagar la hipoteca, y 18 000 fueron para depositar en el banco a nombre del comerciante, que estaba por morir.

Por estos trámites me demoré con la partida para el monasterio. Fui a lo del enfermo para relatarle acerca del positivo término de la operación de la casa. Estaba vivo todavía... Me agradeció el haber salvado su familia de la indigencia, y a la tarde falleció... No me quedé para el entierro, apurado con mi regreso, y con otros acontecimientos posteriores me olvidé de lo ocurrido.

Pasaron varios años. Estalló la revolución. Muchos fueron muertos por los soviéticos por tener fe y creer en Dios. Me llevaron a mí también.

Cierta noche se me acerca el sereno de la cárcel y me susurra:

— Prepárese, padre, recibí la lista de todos ustedes, esta noche los llevan...

Avisé a mis compañeros de prisión de las palabras del sereno.

¿Seria necesario contar lo que se produjo en el alma de cada uno de nosotros? No. Aunque sabíamos que estábamos condenados a la muerte, pero ella aún estaba fuera del umbral de la puerta, ahora estaba pronta para traspasarla.

No teniendo fuerzas para permanecer en la celda, vestí mi estola y me fui a un corredor sin ventanas para rezar. Recé y lloré como nunca lo había hecho en mi vida, con tantas lágrimas que mojaron toda mi estola, que se destiñó y perdió sus colores.

De pronto vi cerca mío una persona desconocida, me miraba con compasión y luego dijo:

— No llore, padre, no lo van a fusilar

— ¿y usted quién es? — me sorprendí yo.

— Usted padre, se olvidó de mi, pero nosotros aquí de las obras buenas no nos olvidamos, — contestó el hombre — yo soy el mismo comerciante, a quien usted confesó en Kaluga antes de mi muerte.

Apenas él se hubo alejado de mi vista, veo que en la pared de piedra del pasillo se hizo una abertura, por la que vi el monte, sobre el cual en el aire estaba mi finada madre. Aprobó con la cabeza, y dijo:

— Si, Jorge, no los van a fusilar, dentro de diez años nos veremos.

Finalizó la visión, nuevamente me encontré ante la pared cerrada, pero en mi alma reinaba la Pascua. Me apuré para ir hacia la celda y dije:

— Mis queridos, agradezcan a Dios, no nos van a fusilar, crean en las palabras del sacerdote (comprendí que el comerciante y mi madre habían hablado de todos nosotros).

La gran pena de nuestra celda se volvió en una alegría irresistible. Me creyeron: alguien me besaba las manos, alguien el hombro... Sabíamos que íbamos a vivir.

Pasó la noche, al amanecer nos pasaron para la cárcel de envíos.

Desde allí estuve en B. y luego, con una amnistía, me liberaron y viví mis últimos años en el monasterio de Danilov. Seis de mis compañeros se hicieron mis hijos espirituales.

Aparición de un fallecido a Michurin.

Yo vivía en la misma casa con el famoso científico Michurin, y testifico la verdad de lo relatado a continuación. Sucedió en verano en tiempos de la primera guerra mundial. YV. Vivía en una casa, rodeada de muchos árboles frutales. Era de noche, y en jardin había perros sueltos. Se sintió golpear la puerta. Michurin, extrañado, por la hora, por la visita inusual, y por que los perros lo dejaron pasar, se acercó a la puerta:

— ¿Quién es? —

— Soy yo, Teodoro, abrí por fovor.

El reconoció la voz de su conocido Teodoro quien se había ido a la guerra, y le abrió.

Delante de él estaba Teodoro con la vestimenta de soldado.

— Tengo un pedido que hacerte Y. V. Te pido que vayas a lo de mis parientes y les digas que hoy me mataron en la guerra. Yo fui allá hacia ellos, pero no me dejaron entrar. Ve, y diles que no se apenen ni me extrañen.

Luego de lo cual Teodoro no se vio más. Recobrando sus sentidos, Y.V. fue a lo de los familiares de Teodoro para contarles, pero ellos no le creyeron.

No había pasado aun una semana, cuando recibieron una notificación oficial de que su hijo Teodoro fue muerto en el frente. La fecha de su muerte citaba justo el día en que su alma vino a lo de Y.V. Michurin.

Niña con vestido rosado.

A comienzos de este siglo en Moscú vivía un profesor conocido cirujano V.N. Rosanof.

Atendía a los enfermos en su domicilio. Cuando se fue un enfermo, entro en su consultorio una niña de diez o doce años con vestido rosado y moño sobre la cabeza.

— Doctor — se dirigió a V.N. — mi madre esta muy mal, ella necesita ayuda inmediata. Mucho le pido, que vaya a verla... y dejó la niña su dirección al médico.

V.N. Estaba extrañado por el atuendo de la niña poco común y por la insistencia con la cual ella pidió inmediatamente visitar a su madre. Le aseguró ir de inmediato y la niña se alejó.

Saliendo del consultorio V.N., comunicó a los enfermos de la sala de espera, que lo esperaran, ya que con prisa tenia que ver a la madre de la niña que recién estuvo con el.

— ¿Qué niña? — se extrañaron los pacientes — nadie entro ni salió de su consultorio, y nosotros estábamos extrañados, queríamos saber con quien estaba hablando usted.

V.N. Estaba mas extrañado aun por esas palabras, se apuró a concurrir al domicilio dado por la niña. Allí el encontró mucho alboroto.

— Doctor, que bien que llegó ¿quién le aviso que lo precisábamos de urgencia? — se extrañaron los habitantes de la casa.

Lo hicieron pasar a la sala donde había una señora inconsiente, casi sin señales de vida...

En la mesa había una niña muerta — con un vestido rosado y moño en el cabello, con la cual V.N. había estado hablando en el consultorio...

Ateo avergonzado.

En tiempos de la guerra civil nos tocó con mi marido vivir mucho tiempo en Sochi. Allí conocimos muy de cerca a un medico que trabajaba con mi marido y era un ateo convencido.

Al regresar a Moscú mi marido de repente falleció. Despues de su muerte, yo recibí una carta del medico, conocido de Sochi, la que contenía la descripción del siguiente caso.

"Temprano en la mañana de cierto día y mes iba hacia mi trabajo. Habiendo tomado por el puente sobre el río vi que a mi encuentro venía su marido. Me extrañé, viéndolo y sabiendo que estaba ahora en Moscú. Y pensé, que por algo vino nuevamente a Sochi.

Me quité el sombrero y desde lejos comencé a saludarlo. Lentamente nos acercábamos... De pronto algo me distrajo y luego ya no lo vi.

Me sorprendió esta visión. Yo estaba completamente sano, sobrio, en mi sano juicio y mente. A la vez, puedo atestiguar que vi claramente a su marido. Le pido me comunique ¿"si todo esta bien con el?"

Esa mañana y fecha cuando el médico tuvo la visión, fue el día y la fecha de la muerte de mi marido!

"Mama, si usted ha fallecido."

Mi padre, doctor en medicina, nos contó, a sus hijos el siguiente caso interesante de su vida.

— Yo estudiaba en la universidad con una beca. Mi madre tenia 18 hijos. Mi padre era una persona poco practica, — vivíamos en la pobreza. Al finalizar la universidad me mandaron a la loma de los quinotos, como se dice, me hicieron trabajar, pagando la beca, en la región donde se extendía la fiebre tifoidea.

En ese entonces mi madre enfermó gravemente lo cual supe a través de un telegrama, pero no me permitieron ir a visitarla a casa.

A los pies de la cama de mi moribunda madre casi siempre estaba mi hermana Tania, quien estaba ya de novia.

Mi madre se dirigió a su hija con el siguiente pedido: Tania, entiérrame querida, con mi vestido de casamiento. El esta bendito. En él me casé en la iglesia, con el quiero ir al ataúd.

La hija comenzó a llorar:

— Mama, no mueras, yo estoy de novia y tengo tantos hermanos y hermanas menores!

— Es la voluntad de Dios, no te aflijas, el Señor te ayudará, cumple mi pedido acerca del vestido.

— Oh, ten confianza, voy a cumplir con todo lo que me pides.

A los pocos días la madre falleció. Nuevamente me enviaron un telegrama, pero por el aumento de la epidemia de tifus, nuevamente no me permitieron ir a mi casa.

Logré llegar a casa a los dos meses. Voy atravesando nuestro jardín. Es verano, el sol radiante, son las 14 horas. Caminando pienso: ¿Cómo se arreglará Tania con las tareas domésticas? ¿La obedecerán los hermanos menores? ¿Cómo estará mi padre? Tiene muchas dificultades él ahora: tiene la salud frágil y nuestra economía es deficitaria. Y en mi madre no pensaba en ese momento.

De pronto veo: que viene mi mamá, hacia mí por el camino.

¿Qué es eso — alucinación, ilusión? Me golpeé en la frente. No, está viva y se acerca a mi. Quedaba a un paso — paré asombrado y mamá comenzó a hablar: — Sergio...

— Mamá, pero usted ha fallecido...

— Eso no quiere decir nada, Sergio, ahora estoy mas viva que antes, cuando estaba con ustedes. Yo no vine a ti sin razón — el Señor me lo permitió. Tengo lástima de Tania. No cumplió con mi último deseo, a pesar de que me lo prometió cumplir: no me vistió con mi vestido de novia. Tuvo lástima de él... Dile, Sergio, que ya, en el día de hoy el vestido sea dado a un mendigo. No pienses que yo necesito ese vestido. Allá visten a cada uno de la manera que corresponda, según nuestra fe y vida justa.

— "Mama" que vestido ¿no entiendo? Usted falleció pero yo la veo como viva. Tal vez, esté loco?

— No te inquietes, Sergio, no te pongas agitado, yo estoy viva, solo murió mi cuerpo, pero eso es temporario, solo hasta la resurrección general. En cuanto al vestido, la misma Tania te contará, no olvides de contarle nuestra conversación. Dile que yo la perdono, pero que el vestido hoy mismo sea dado a los pobres.

Con cariño me miró mi madre, me persignó con una cruz grande y dijo:

— Vas a hacerte hombre, Sergio, te casarás, tendrás hijos, edúcalos en la fe cristiana, y amor a la iglesia cristiana. Para el que la Iglesia no es la madre, para ese Dios no es el padre.

Nuevamente me persignó y se hizo invisible.

Emocionado entre en la habitación y me dirigí adonde estaba Tania.

— Tania, hermana mía, acabo de ver a mamá, mamá viva, hablé con ella.

— ¿Cómo viva? ¿Cómo que hablaste? ¿Tuviste un sueño con mamita? No te pongas nervioso, yo también la vi en sueños dos veces.

— No, Tania, en realidad la vi. Recién en nuestro jardín, en el camino la encontré. Y lo que me extraña:— ella me dijo, que tú no cumpliste con su pedido — no la pusiste en el ataúd con su vestido de novia, sino que le pusiste otra ropa. ¿No me digas que esto fue así Tania?

Tania palideció y empezó a llorar:

— Si, Sergio tuve lastima de poner en el ataúd ese vestido. Es de seda, yo — estoy de novia, y nosotros — tu sabes que pobres somos. Pues yo la vestí con el nuevo vestido de satén. Y nadie, solo yo sabia que mama me pidió vestirla con el vestido de casamiento. Oh, como me sorprende que ella misma haya venido a ti del otro mundo y te haya dicho esto.

— Y no solo acerca de esto, Tania, sino, que me dijo, que está preocupada por tu alma!, porque procediste mal habiendo prometido a tu moribunda madre cumplir con su ultimo deseo pero tuviste lástima del vestido.

Tania lloro amargamente: — soy culpable, Sergio, no he cumplido.

— No llores, mama pidió que te dijera, que te perdona. Pero que su vestido de casamiento hoy mismo sea regalado a los pobres.

Ella, parece que se calmó al saber que su madre la había perdonado y con emoción dijo: — ¿Cómo es eso Sergio, de que vamos a regalar el vestido a los pobres? Ningún pobre viene hacia nosotros, todos saben cuán pobres somos. Nuestro padre está enfermo. Estamos endeudados, apenas me arreglo con la casa y con los huérfanos.

— No, Tania, si mamá así lo dispuso de que hoy se diera el vestido a los pobres, quiere decir, vendrá a nosotros algún pobre. Saca del baúl el vestido del casamiento de mamá.

Tania sacó el vestido y lo puso sobre la mesa.

No pasaron dos horas cuando se sintió un golpe en el portón del jardín. Entró un anciano y con lágrimas en los ojos dijo:

— Obsequie por Cristo, para una novia pobre algo de ropa. No tiene nada que ponerse, para el casamiento. Es mi bisnieta."

En ese instante al mendigo le fue entregado el vestido de casamiento de nuestra madre.

"¡Pequeña, Dios existe!"

Esto es lo que relató una mujer anciana: "Con mi esposo no éramos muy firmes en la fe, aunque considerábamos que Dios existe. Nos prometimos uno al otro, el que muera primero, se aparecerá al otro y le dirá, si Dios existe."

Mi marido murió primero.

Cierto día yo estaba sentada sola en mi cuarto, tenia plena conciencia; de pronto se abre la puerta y se me acerca mi finado marido.

— Pequeña (así me llamaba siempre por mi pequeña estatura) ¡Dios existe!

Y se hizo invisible.

Frecuentemente se puede oír acerca de casos semejantes, cuando en vida se promete hacerse saber algo para decirlo después de la muerte. Habitualmente esto ocurre. Se puede pensar, que el alma del fallecido se encuentra comprometida con lo que prometió durante su vida terrenal y no queda en paz hasta no poder cumplirlo. Condescendiendo a la ansiedad del alma, que dejó su cuerpo físico, el Señor Dios por su infinita misericordia le da la oportunidad de cumplir con su promesa.

En la Noche de Pascuas.

En abril de 1942 viaje a Uglich por pedido de mi padre enfermo. Mi madre estaba en Kazan. En la noche del 4 al 5 de abril asistí al oficio Pascual. Desde las ocho de la noche hasta las doce permanecí leyendo: "Hechos de los Santos Apóstoles" a todos los presentes que esperaban el oficio vespertino.

Finalmente el sacerdote pidió que todos salieran afuera para la procesión, aunque no se podía a causa de la guerra tener las velas prendidas. De igual manera todos salieron, pero yo me quede sola en la iglesia, no había nadie a mi lado.

En el atrio el sacerdote exclamó "¡Cristo Resucitó!" En el acto a mi lado la voz de mi madre dijo: "¡Cristo Resucitó!"

Yo reconocí que era su voz y miré en derredor, sin darme cuenta de lo que estaba pasando... Yo quería verla, pero no había nadie a mi lado.

A la semana regresé a Moscú y mandé reguntar a mis conocidos acerca de mi madre. Se me comunicó oficialmente desde el hospital, que mi madre había fallecido en la noche del cinco de abril de 1942, es decir, en la noche de Pascuas.

"¡Trepate aquí con nosotros!"

Un hijo de mi amiga falleció a los cuatro años. Unos días antes de morir comenzó a pedirle a la madre para ir a la iglesia. Ellas antes frecuentaban la iglesia, pero ahora no. El niño insistía por sobremanera en ello y por eso fueron varios días seguidos a la catedral Elojovsky de Moscú. Apenas llegaban, se ponía muy feliz: "¡Oh, qué bien se está aquí, que bien!," decía el niño Después de su muerte, la madre sufría sobremanera. Pasaron uno o dos meses, y su hija de tan solo dos años, de pronto empezó a repetir: "mamá, ya llegó Alejo, no llores." Cierta vez la hija con la madre estaban sentadas sobre la cama jugando, cuando de pronto la nena, interrumpiendo el juego, dijo: "Alejo, ven con nosotras, trépate aquí es mas cómodo para jugar!"

Ahora Tania y sus hijos (tuvo otro hijo mas) son asiduos concurrentes a la iglesia.

 

Ejemplos de grandeza del espíritu cristiano.

Anciano Heraclio.

......... El anciano Heraclio estaba sentado en una silla trenzada en el portón de su casa. Esta costumbre de sentarse en las tardes en el jardín de la casa y observar el mundo que lo rodeaba, recordar el pasado, comenzó durante los últimos años. Las suaves ráfagas del tibio viento hacían llegar los aromas de las hierbas otoñales y ultimas flores que cariñosamente acariciaban su rostro y movían sus canosos cabellos. Sobre el cielo claro aun aparecían las primeras estrellas. ¡Si, la vida pasó! En ella hubo de todo, y mucho. El anciano Heraclio rememoraba los días de su vida como un rosario. Quería valorar los episodios pasados, arrepintiéndose de lo malo y angustiándose por lo bueno que no había podido hacer. Agradecía, y agradecía a Dios por todo. Si, pronto, muy pronto, daría sus cuentas ante El.

Últimamente al anciano lo perseguía una idea, que no todo había hecho aun en esta vida, y, podía ser, que hubiera tiempo para hacer algo de lo no hecho. Helo aquí ahora, sentado en el umbral de su casa y observando el cielo oscurecido, en su pensamiento se dirigía hacia el Señor. Yo tuve una vida muy buena. Tuve fuerzas, salud, audacia y belleza. Tenia el razonamiento como para tratar de no obrar mal, tratar de vivir según Tus leyes. Me rodearon sinceros amigos. Crié un hermoso hijo. FuéTu obsequio para mis últimos días. Me diste un heredero cuando yo pensaba, que iba a dejar este mundo, dejando mi hogar vacío. ¡Pronto Te veré! Pero tengo la impresión de que algo importante no he hecho todavía. ¿Qué? Indícame. Quiero irme habiendo hecho todo lo que mis fuerzas me permitan."

Los pensamientos del anciano fueron interrumpidos por el sonar de cascos en el camino. Alguien corría a toda velocidad. Hete aquí que en un caballo bravo apareció un jinete. "Padre, ocúltame. Me persiguen. Voy a perecer," — sin aliento pronunció el desconocido.

El anciano escondió al recién llegado y a su caballo en el galpón detrás de su casa. No habiendo cerrado aun las puertas del galpón cuando nuevamente lo llamaron. Detrás del alambrado había varios jinetes conversando nerviosamente entre ellos. Uno de ellos se dirigió al anciano:" Padre, ¿has visto a alguien? Estamos persiguiendo a un hombre. Es malvado."

"No, " — contesto el anciano.

Los jinetes se fueron rápidamente, y nuevamente el mundo se cubrió de silencio.

Oscureció totalmente. Heraclio no tenia apuro en irse, aunque junto con la noche entrante comenzó a hacer frío. El gustaba de esas horas cuando el mundo se adormecía y comenzaba a percibirse el respirar de Dios. Pero esta tarde no pudo gozar de ese silencio.

En el camino se sintió el chirriar de ruedas, pasos de muchas personas y voces alarmantes. "¡Algo sucedió!" — pensó el anciano, y la alarma lo abrazó. Se levantó y se acercó al cerco: con todas sus fuerzas trató de abstraerse en la noche. La alarma aumentaba y el anciano salió al camino. "¿Por qué tengo esta inquietud?" Pensó él. — Debe ser que los nuestros están regresando de la fiesta." En la gran tiniebla de la noche sureña no pudo distinguir nada, pues las personas estaban lejos aun. Simplemente en el silencio los ruidos se oyen desde lejos. Pero al anciano le parecía que era la "desgracia," que hablaba con muchas voces y que tenía muchos pies también." La procesión se detuvo delante de él. Delante iba Nugsar. Años atrás en la niñez habían corrido juntos a bañarse en el río, eran los conductores de todos los niños del pueblo. Nugsar estaba tan canoso como Heraclio. Ahora era el anunciador de la "desgracia" de su amigo de la infancia. Cierta vez, juntos se fueron al frente de batalla, luchando en el mismo batallón y juntos regresaron al pueblo. Vieron muchas cosas terribles durante aquella guerra. Pero ahora era mas aterrador. Y ahora apretando las manos del amigo Nugsar, sin aliento dijo: "Heraclio, Tomás está muerto." No, no lloró el anciano Heraclio, ni gritó, ni sollozó.

Lentamente se acercó al carro y largamente miró el apacible rostro de su hijo. El lo había criado solo. La esposa había muerto cuando el niño tenia dos años. El mismo Heraclio no era ya un joven. No tenia familiares. Ellos eran las dos personas mas cercanas uno al otro. Pero ahora...

"¡Señor!," "¡Señor! " susurró el anciano y cayó abrazando el cuerpo del hijo.

Pasaron tres días como en un sueño. Se hizo el funeral, recordatorio del difunto. Los vecinos contaban, que en una reunión en el pueblo vecino, Tomas se burló del caballo de un joven de un pueblo mas lejano. Ese joven había quedado huérfano pocos años atrás y el caballo era recuerdo de su padre. El joven se retiró y, regresando armado, mató a Tomás. Al matador no lo pudieron encontrar.

Todo terminó. El anciano quedó solo en su casa. Nuevamente sentado bajo el alero de su casa y mirando el mundo en derredor....pero ahora lágrimas corrían de sus ojos. De repente se acordó de la persona en el galpón. Razonó y comprendió quien era él. Lentamente entro Heraclio y detenidamente observó los armas antiguas colgadas de la pared. Era recuerdo de su padre y abuelo. Tan lentamente como entró en la casa fue al galpón. Cuando Heraclio abrió el galpón, vio los grandes y asustados ojos del muchacho. Un delgado cuerpecito arrollado contra el rincón. Con terror y pena el niño miraba al anciano. En tres días de permanencia en el galpón, oyó música fúnebre, y llantos, y conversaciones. El entendió en la casa de quien se encontraba, y esperaba el castigo. El anciano Heraclio quedo callado, luego de lo cual dijo: "Sali." Y se fue. El muchacho salió del galpón y se acercó al anciano: "Perdona padre, soy culpable. Voy a ir a la policia y a relatar todo" dijo a Heraclio. Sin mirar al joven, el anciano lo llevó a su casa y le ofreció comer y vino en recuerdo de Tomás. Luego sin mirarlo aun, le preguntó quien era, cuantos años tenia, con quien vivía?

Resultó que el joven tenia l6 años. Hacia algunos años pereció su padre en las montañas, la madre había muerto anteriormente. El — estaba solo en el mundo. No tenía parientes, tenía a su cargo una nena, su hermana de cinco años. Trabajaba en una granja sovietica. El caballo era recuerdo de su padre a quien quería mucho, pero Tomás se burló groseramente de su caballo llamándolo matungo. Ciertamente el era culpable, iba a ir a la comisaría.

El anciano calló mucho tiempo. Por fin, lentamente, pronunciando las palabras como moviendo piedras, dijo: "va a oscurecer y tu irás a tu casa. Trata de que nadie te vea. Vas a traer a la niña aquí, y tu te vas a esconder hasta que la gente olvide todo." El anciano se calló, y despues siguió: "yo te voy a indicar donde esconderte." El anciano calló y el muchacho, teniendo miedo de moverse, estaba parado, lo miraba. "Señor, Dios, ¡ayúdame! — susurró Heraclio levantando la vista hacia el cielo estrellado y finalmente miró al delgado tembloroso joven. "Cuando todo se aplaque, vendrás con nosotros, hijito...."

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— ¿Este era el anciano Heraclio? Y la niña — era la hermana de aquel joven? Preguntábamos uno a otro — porque no avisaste para que lo fuéramos a visitar?

— A el no le gustaba que lo observaran, lo ponderaran, lo interrogaran, — contestaba el guía.

— ¿Y donde estaba aquel muchacho?

— Estudiaba en la escuela técnica, en la ciudad. A menudo visitaba a Heraclio y a su hermana.

Mis acompañantes comentaban, suspiraban, se encantaban. Yo recordaba los ojos celestes, cariñosos del anciano, su sonrisa. Y la pequeña niña que no se separaba ni un paso de él, ya en ese momento pensé: ¡que paz y placidez,! ¡que amor hay en esta familia!

Ahora pensaba en otra cosa. Cuán frecuente es que al final de nuestra vida se recuerde lo que no hemos hecho aun, como si en el cuadro de nuestra vida faltara algún trazo, pincelada. Y con que afán buscamos los colores para agregarle al ultimo trazo. Y frecuentemente sin encontrarlo nos vamos con la conciencia de no haber concluido algo. El anciano Heraclio resultó sabio. Pidió consejo al Crítico Principal de nuestras obras..

El viento de verano, lleno de aromas de hierbas y flores, el calor del sol y reflejos del cielo celeste, el cantar de los pájaros, los arrullos y suspiros del mundo, todo eso nos abrazaba por los hombros, enredaba los cabellos, acariciaba los rostros. El Pintor Principal continuaba pintando Su Grandeza pictórica.

"Tómenme como rehén..."

De tarde en el negocio de la colonia de trabajo y correccion de la ciudad de Plavsk trabajaban dos mujeres: una vendedora y otra contadora. Al finalizar el día de trabajo irrumpieron en el negocio dos presidiarios armados con cuchillos hechos por ellos, y tomaron a las dos mujeres como rehenes. Los bandidos exigian que les entregan dos armas automáticas, granadas y un ómnibus para la huida de la colonia. En caso de no cumplir con lo pedido amenazaban matar a los rehenes. Para lo cual tenían preparados cuchillos, encontrados en el negocio y además fabricaron una horca. Hablaron con las autoridades pero no tuvieron éxito. Conocido lo sucedido al lugar de los hechos llegó un sacerdote... y pidió le permitieran acercarse a los bandidos...

Para no cansar al lector, voy a decir, que al final hubo que tomar una medida de extrema fuerza: atacaron el negocio, las rehenes fueron liberadas, los bandidos aniquilados, perdidas de vidas humanas entre funcionarios y atacantes no hubieron. Y ahora el relato es otro. El sacerdote actuante en las conversaciones, padre Basilio, se ofreció como rehén en lugar de una de las mujeres que estaba embarazada...

He aquí lo que relató el mismo padre Basilio: "Traté de salvar cinco vidas a los rehenes, al no nacido todavía niño, y a los delincuentes mismos, pero logré salvar solo tres vidas. Aun ahora tengo a esos muchachos ante mi vista. En aquel momento habían malgastado todo lo humano. Nosotros con el padre Efrem-hieromonje, que llegó conmigo, tratamos de convencerlos, utilizamos todas nuestras virtudes de convencimiento, recordamos todos los ejemplos de las Sagradas Escrituras, vidas de santos, relatando como los pecadores, ladrones y homicidas le rogaban a Dios, se arrepintieran — y se volvieran hombres justos. Pero adentro de estas almas era imposible llegar. Ahora podemos solamente rezar por su salvación. ¿Y ustedes saben quien fue el que realizó esto primeramente? La mujer embarazada, Juana, de la cual se burlaron, amenazándola con matarla y obligándola a tomar vodka con ellos vino a mi iglesia, colocó velas ante los iconos, encargó un oficio funebre en memoria de sus verdugos. Luego bauticé a su hijo. Nació un niño santo. ¿Acaso no es eso un milagro? Luego de tal sufrimiento nervioso podría haber sucedido cualquier cosa. ¿No es esto una recompensa a Juana por sus oraciones, porque ella cristianamente no odió a sus enemigos? La otra mujer después de lo sucedido estuvo hospitalizada dos meses.

Cuando nos ofrecimos como rehenes, el hieromonje Efrem me dijo: "Quédese aquí, mejor voy yo solo. Usted tiene familia, una hija de tres años." Yo no acepté. No se, porque no tenia miedo. Mi señora mientras tanto, con la salmista, habían permanecido todo el tiempo, toda la noche, rezando por nosotros en la iglesia. Recuerdo solamente que en mi alma claramente resonaban las palabras: "No hay amor mas grande que el de quien deja su alma por sus amigos." Teníamos fe, que Dios nos protegería. Pero si no fuera así, estáríamos prontos para recibir la muerte...

Gracias a Dios que el padre Basilio y el padre Efrém estén vivos. Los bandidos no aceptaron sus propuestas. Hasta el día de hoy el padre no puede deshacerse del doloroso sentimiento de culpa: no pudo salvar a las almas perdidas...

 

Conclusión.

En los hechos vemos que los milagros de Dios rodean al hombre desde el nacimiento hasta la misma muerte. Se puede decir: que el hombre vive dentro del milagro Divino, cuyo nombre — es el universo creado. Rodeando al hombre el universo visible — es hermoso, armónico, el tiene todo lo necesario para la vida humana. El Señor colocó en los cimientos del mundo leyes, que lo dirigen, las cuales el hombre puede obedecer, pero no puede aniquilar o crear otras. A pesar de que los hombres permanentemente pecan, el Señor no deja de brindarles Su amor, y preocupación. La Encarnación de Cristo Salvador, Su terrible Pasión en el Gólgota, Su Resurrección al tercer día, Su gloriosa Ascensión y venida al mundo del Espíritu Santo — es un conjunto de milagros inconcebible.

El Señor fundó Su Iglesia entre la gente y estableció el Sacramento de la Eucaristía. Hace ya dos mil años todos los días se realiza para nosotros, pecadores, este Milagro de Milagros — bajo la forma de pan y vino, tomamos el Cuerpo y la Sangre de Jesucristo, nos comunicamos en la tierra al infinito Reino Celestial. Esto es un milagro — para todos y cada uno en la tierra. Solo ten fe, y con arrepentimiento vuélvete a Aquel, que te da bienes Eternos. En este bienaventurado y santo instante se unen en el hombre el mundo Superior — espiritual — y el mundo material, y el Espíritu Santo santifica, clarifica esta materia. Este es el real contenido de cada milagro — la recíproca conjunción del Espíritu invisible con la materia visible.

Grandioso milagro el de la Eucaristía se realiza místicamente, inaccesible para la comprensión de nuestros órganos de los sentidos, pero todo el que haya participado de la comunión de los Santos Dones, percibe en su alma la Gracia Divina, testificando el milagro. Y este misterio de lo mas alto de los milagros, no es casual: El Señor cuida nuestra libertad, para que no Lo sigamos como esclavos — sino por nuestra propia buena voluntad y amor de hijos de El. En momentos de ser tentado por el maligno en el desierto nuestro Señor "rechazó" el milagro, y repitió el mandamiento dado en el Antiguo Testamento: no tientes al Señor tu Dios. Sin embargo en momentos de Su vida terrena el Señor realizó innumerables milagros, por Su interminable misericordia, viniendo en ayuda de enfermos, agonizantes, poseídos por malos espíritus. Parte de ellos esta descrita en el Evangelio, otros no llegaron hasta nosotros, porque como escribe el Evangelista Juan: Y hay también otras muchas cosas que hizo Jesús, las cuales si se escribiesen una por una, pienso que ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir. (Jn. 21:25).

Ante el Amor Divino hacia el hombre sufriente retrocedieron las leyes del mundo material: los muertos resucitaron, las enfermedades incurables dejaban al ser humano, los nacidos ciegos veían, los nacidos sordos y mudos oían, los malos espíritus abandonaban al hombre en el cual habitaban martirizándolo durante años, milagrosamente se multiplicaban panes y cesaban violentos temporales. Pero lo que para nosotros significa violación de las leyes del mundo material, en realidad es del mundo espiritual, porque viviendo con la vida Divina, se establece algo armónico, "común" denominador de hechos. Por eso cada milagro de Dios —nos revela el futuro Reino de Dios. Lo que para nosotros y para los mismos Angeles, como a menudo se canta en los cánticos de la iglesia — es milagro espléndido, para Dios — es un hecho común, "cotidiano..".. Las obras que el Padre me dió para que cumpliese, son las mismas obras que yo hago, y dan testimonio de mi, y que es el Padre que me ha enviado (Jn. 5:36).

Y al Ascender el Señor al Cielo el Salvador aun ahora permanece realizando milagros — de esto tenemos miles y miles de testimonios, que nos revela la historia de la Iglesia. Mas aun, El le dio ese poder a Sus discípulos: El que en mi cree, las obras que yo hago, también él las hará; y aun mayores que estas hará... (Jn. 14:12). En el concilio grandioso de nuestros santos defensores la prioridad la tiene la Siempre Pura y Santísima Madre de Dios, la cual a través de su vida humana estaba preparada para conocer nuestras necesidades y penas, y Ella recibió una Gracia especial de interceder por el género humano. Bienaventurada ayuda de nuestra Protectora, junto a los santos de Dios, se hizo ver en nuestra Iglesia y se hace ver ahora en tanta cantidad, que ya es nuestra costumbre cotidiana. Pero en la total vida del hombre, quien por primera vez realmente se enfrenta con el milagro de la ayuda de Dios, es un gran acontecimiento. Ello afianza la fe, induce al arrepentimiento, llena al hombre de alegría y agradecimiento filial al Padre Celestial por no dejarnos abandonados durante nuestra vida terrenal. Toda noticia de milagro de Gracia, llegando al corazón del hombre no endurecido con la incredulidad, se refleja en él a través de una extrañeza de veneración y alegría en Dios, indicándole El Camino, la Verdad, y la Vida (Jn. 14:6).

Protopresbítero Boris Balashof

 

Agregado

 

Beato Isaac el Sirio sobre milagros y enseñas (relato).

El Señor — siempre es el protector cercano de los que creen en El; sin embargo sin necesidad El no ejerce Su fuerza con enseñas significativas, para que Su ayuda no se convierta en algo rutinario y para que el hombre sea reverente hacia El, sin lo cual va a fenecer

Pensando en los hombres santos, El les permite en cualquier oportunidad difícil, manifestarse de acuerdo a sus fuerzas, hacer hazañas y afanarse en la oración. Junto con ello El no deja de apoyarlos, protegerlos nunca. Cuando algún sufrimiento supera sus fuerzas y razonamientos, cuando ellos quedan exhaustos y pierden la facultad de actuar, entonces, El mismo hace todo lo necesario,-- siendo Todopoderoso--, para que como corresponda y según sea Su voluntad. se proceda.

La mayoría de las veces El ocultamente dirige a los justos, colocando en ellos la fuerza para vencer las penas. De este modo resuelve una situación engorrosa, ayudándoles a entender los caminos de Su Providencia y con esto instigándolos a las alabanzas. Cuando la situación difícil necesita de Su evidente ayuda, El la concede, y entonces los medios y los métodos de Su ayuda — son los mas sabios.

El hombre, que se atreve a clamar a Dios por la realización de algo insólito, sin que sea una necesidad extrema, deseando que el milagro y la enseña se cumplan a través de sus manos, es un vanidoso, que cayó en la tentación diabólica, teniendo su conciencia enferma.

En momentos de cualquier pena corresponde pedir ayuda al Señor, pero tentarlo sin necesidad —no es necesario. En verdad está equivocado el que busca lo sobrenatural. En la vida de los santos hay ejemplos cuando Dios, expresando Su no benevolencia, igual cumple con lo pedido. De esos ejemplos vemos, que en los milagros obtenidos sin una causa importante, el hombre pierde la protección Divina y se aleja de la verdad. Cuando el hombre busca algo extraordinario y lo obtiene, el espíritu maligno encuentra allí su camino, como a un hombre que camina sin reverencia Divina y con atrevimiento, y entonces lo hunde en grandes tentaciones. Por ello los verdaderos santos no solamente no buscan no ser milagrosos, sino, teniendo este don, ellos reniegan de él — y no lo quieren tener, no sólo ante los hombres, sino en la intimidad de su corazón.

Alguno de los santos padres, por causa de su pureza espiritual, recibieron de Dios un don de Gracia Divina de ver lo secreto en la gente que venía a verlo; pero el santo le pidió a Dios, y a sus amigos que rezaran por él, para que este don le fuera quitado. Si algunos de los santos seguían permaneciendo con el don, lo hacían por causa de una necesidad o por su extrema sencillez y, otros lo tomaron como un mandato del Espíritu Santo actuante sobre ellos y no por la voluntad propia... Los verdaderos justos son siempre conscientes, que ellos no son dignos de Dios, y por su humildad podemos deducir que ellos van por el camino correcto.

 

 

Obispo Ignacio (Brianchaninov) acerca de milagros y aflicciones.

Los milagros realizados por Nuestro Señor Jesucristo —son un don de Dios hacia la humanidad. Viéndolos, los hombres tendrían que portarse en relación al Dador del don con gran veneración y agradecimiento, porque El vino a nosotros del Cielo por la Salvación de nuestras almas. A cada persona se le da la oportunidad de conocer los milagros de Cristo, considerar su veracidad y su calidad, considerar a Su Gestor, para reconocer y valorar al Redentor libremente y positivamente, y que no sea eso una decisión ligera y superficial, como tomada por obligación.

Los milagros de Jesucristo eran totalmente definidos y palpables: eran claros para las personas mas sencillas; no tenían nada oculto; cada uno podía cómodamente observarlos y estudiarlos por alguna duda o aclaración: si esto era un milagro o no. A través de la palabra de Cristo los muertos resucitaban, las incurables enfermedades se curaban, los leprosos sanaban, los ciegos veían, los mudos comenzaban a hablar; el alimento aumentaba para los necesitados; las olas del mar y vientos se apaciguaban, las redes de los pescadores, que sin éxito luchaban toda la noche, de repente se llenaban de peces. Los milagros de Jesucristo tenían a multitudes como testigos, entre los cuales se encontraban sus enemigos. Pero aun así, si ellos no podían negar su veracidad, entonces trataban de por lo menos minimizar su valor.

En los milagros del Señor no había nada de tumulto, ninguna afectación; ningún milagro fue hecho para demostración, todos estaban cubiertos por el manto de la humildad Divina. Constituyen una cadena de beneficencias para la humanidad que sufre. Junto con ello expresaron con toda claridad el poder del Creador sobre la naturaleza y sobre los espíritus caídos, expresaron y demostraron la dignidad Divina, que roció la naturaleza humana.

Los milagros de Dios tenían una finalidad santa. Aunque ellos por si mismos eran grandes beneficios, pero en la vista de la Providencia Divina servían como testimonio de una beneficencia todavía superior. El Señor, haciéndose hombre, trajo a los hombres un don eterno, espiritual, inconmensurable: curación de los pecados, resurrección de los muertos y salvación eterna. La palabra de Dios y ejemplo de Su vida con toda claridad demostraban este don: por Su vida el Señor no tenía pecado, era Santo en todo, Su palabra estaba llena de fuerza. Pero la gente se hundió profundamente en la oscuridad de la sabiduría carnal, sus corazones y espíritus se enceguecieron..

Resultaba necesaria una condescendencia especial para la situación enfermiza en que cayeron los hombres; y hubo que darles un claro testimonio para sus sentimientos físicos. En ayuda para las enseñanzas del Salvador, a la gente, se le dieron los milagros, para que valoraran y recibieran el don del espíritu.

El pecado es la causa de todos los males del hombre — del cuerpo y del alma, es la causa de la muerte temporaria y eterna. La sabiduría carnal no ve como ella enferma el alma,ni como sobreviene la muerte eterna, en cambio las enfermedades físicas y muerte le preocupan sobremanera. El Señor, sanando con una sola palabra, sanó muchos enfermos, resucitando muertos y dominando a los espíritus caídos, demostró Su Poder Divino sobre el pecado y sobre los espíritus perdidos— lo hizo evidente para el entendimiento humano. Los hombres, viendo y sintiendo Su poder, tuvieron que lógicamente aceptar el poder del Señor sobre toda la maldad del mundo, por sobre la muerte y por la suerte del alma en el otro mundo.

El Señor podría con solo Su poderosa palabra hacer que todos los hombres fueran sanos — y algún día hará no solamente que sean sanos, sino, siempre vivos. Las enfermedades y penas permitidas por El en esta vida temporaria son en calidad de medicina para la curación de nuestra alma. La experiencia espiritual atestigua que ellas actúan sobre nuestro bienestar eterno mas efectivamente que los milagros exteriores. A menudo, muy a menudo las enfermedades en nosotros son mas beneficiosas que la curación. En las manos de la Providencia Divina la enfermedad física a veces resulta ser mas benéfica, que la curación. Sanar — seria quitarnos un bien de renovación y crecimiento espiritual.

El mendigo Lázaro, citado en el Evangelio no fue sanado de su penosa enfermedad, ni fue liberado de su indigencia, pero murió en el estado en el cual sufrió largos años. Sin embargo por su paciencia, fue llevado por los Angeles al seno de Abraham.

Las Escrituras Sagradas en toda su composición atestiguan que Dios envía diferentes penas, así como enfermedades físicas a las personas que El ama. Las Escrituras Sagradas aseguran que todos los santos sin excepción tuvieron que cumplir su deambular terrestre por un angosto y escabroso camino, conteniendo diferentes privaciones y angustias. Apoyados en este concepto sobre las penas de la vida, los verdaderos servidores de Dios tenían hacia ellos una conducta de mucha paciencia y esperanza en Dios. Las penas que los invadían, sean cuales fueren, las tomaban como inevitables, creyendo que ellas no vendrían si no fueran por permitirlo el Omnipotente Dios.

Por ello los santos lo primero que hacían ante una pena, se sugestionaban de que ella era porque lo tenían merecido. Ellos buscaban en si mismos, y encontraban en ellos mismos la causa de la pena llegada. Sin embargo, considerándose débiles, le rogaban a Dios liberarlos de ella, dejando bajo Su voluntad la aceptación, o no, de su pedido. Así el Apóstol Pablo, por tres veces se dirigió en oración al Señor, pidiendo que el ángel de satanás, quien le ponía obstáculo en la divulgación de la palabra cristiana, fuera alejado. Su oración fue oída, pero la resolución del Señor acerca de este hecho era otra, y no la del Apóstol, inspirado por Dios.

Muchos justos de Dios, cuando caían enfermos, lo tomaban como beneficencia Divina y trataban de permanecer orando en agradecimiento hacia Dios. No buscaban curación, aunque muchas curaciones milagrosas sucedían dentro del ámbito donde ellos vivían. Preferían superar pacientemente y en paz la enfermedad mandada por el Señor, creyendo, que ella era mas útil que cualquier hazaña voluntaria.

 

Del compendio de obras de Klin de la editorial de Moscú de la Iglesia Ortodoxa Rusa

"Vida Cristiana" 1998. Internet publicación WEB-Centro "Omega, " Moscú 2001

 

 

 

 

Folleto Misionero # S120

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Editor: Obispo Alejandro (Mileant)

 

(milagros_contemporaneos.doc, 07-06-2003).

 

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C. M.

11.4.02

T.M.

7-4-03