La verdadera

y la falsa mística

Traducido del ruso por Alejandro Molokanow

_________________________________________________________________________

Contenido:

Introducción.

Acerca de los escritores orientales y occidentales

Parte I.

La verdadera y la falsa mística.

La vida espiritual. Las visiones. Las revelaciones.

Acerca de la seducción en la oración.

Los síntomas de la verdadera predisposición espiritual. La ensoñación, la imaginación de retratos espirituales e imágenes.

Parte II.

Rasgos característicos de la vida y enseñanza de los santos católicos.

Francisco de Asís. Su vida hasta su conversión. Ingreso de Francisco al servicio comunitario y fundación de la orden. Las visiones de Francisco. Ignacio de Loyola.

Los santos católicos: Margarita, Gertrudis y Teresa.

"Imitación de Jesucristo" de Tomas Kempis.

_________________________________________________________________________

 

Introducción.

Acerca de los escritores orientales y occidentales.

Nadie, parece, se compenetró tanto en el Evangelio, como lo hicieron los santos habitantes del desierto; ellos trataban de realizar el Evangelio con su misma vida, con sus pensamientos y con sus sentimientos. El rasgo sobresaliente en ellos era una profunda humildad; la caída del hombre era objeto constante de sus pensamientos; su ocupación incesante era el llanto por de sus pecados.

Otra es la dirección que siguieron los ascetas de la iglesia Occidental y sus escritores que escribían acerca del ascetismo desde el tiempo de la separación de esta iglesia de la Oriental y de su caída en la mortal oscuridad de la herejía. El beato Benedicto, san Gregorio papa todavía se muestran acordes con los maestros ascéticos del Oriente, pero ya Bernardo se distingue de ellos; los siguientes se apartaron aun mas. Ellos enseguida se inclinan, e arrastran a sus lectores hacia alturas inalcanzables para el principiante, se dejan llevar y llevan a los demás con las visiones. Una sobrecalentada, frecuentemente delirante ensoñación recambia en ellos todo lo espiritual, de lo cual ellos no tienen ningún entendimiento. Esta ensoñación es reconocida por ellos como la gracia. Los santos padres de la Iglesia Oriental guían a sus lectores no en el abarcamiento del amor, no a las alturas de las visiones, — sino que lo conducen a la observación de su pecado, de su caída, hacia la confesión del Redentor, hacia el llanto acerca de sí mismo ante la misericordia del Creador. Ellos primeramente enseñan a refrenar las tendencias impuras de nuestro cuerpo, hacerlo liviano, capacitado para la actividad espiritual; después se dirigen hacia la mente, enderezan su forma de pensar, el intelecto, limpiándolo de los pensamientos, que se han arraigado a causa de nuestra caída, recambiándolos con pensamientos de renovada naturaleza humana, vivamente representada en el Evangelio. Con la corrección de la mente los santos padres se ocupan después de la corrección del corazón, del cambio de sus hábitos y forma de sentir. Purificar el corazón es mucho mas difícil, que limpiar la mente: la mente, cuando se convence de la justicia del nuevo pensamiento, fácilmente deshecha lo viejo, fácilmente asimila lo nuevo; pero cambiar una costumbre por otra, una propiedad por otra propiedad, un sentimiento por otro sentimiento, — sentimiento contrario al anterior, es — trabajoso, es esforzado, prolongado e intenso trabajo, es — una lucha increíble. Lo despiadado de esta lucha los santos padres lo expresan diciendo: "entrega la sangre y recibe el espíritu." Significa: debemos matar dentro nuestro todos los deseos pecaminosos de la carne y de la sangre, todos los movimientos del corazón y de la mente, que dependen de la carne y de la sangre. Es necesario llevar, tanto el cuerpo como la mente y el corazón, a la conducción del espíritu. La sangre y los nervios son movidos por muchas pasiones: tanto por la ira, el amor al dinero, la voluptuosidad, y la vanagloria. Las últimas dos muy especialmente inflaman la sangre de los ascetas, que se aplican erróneamente, y los hace delirantes fanáticos. La vanagloria tiende prematuramente a los estados espirituales, para los cuales el hombre es todavía incapaz por su impureza, no habiendo alcanzado la verdad — imagina visiones. Y la voluptuosidad, adjuntando su accionar al accionar de la vanagloria, provoca en el corazón seductores, falaces consuelos, deleites y encantos. Este estado es el estado de la autoseducción. Todos, los que practican el ascetismo equivocado, se encuentran en este estado. Él se desarrolla en ellos mas o menos, de acuerdo a cuanto mas ellos intensifican sus hazañas. En este estado de ensueño han sido escritos por los escritores occidentales muchos libros. Precisamente sobre ellos el mundo se lanza con voracidad, ellos son proclamados mayormente como santos y espirituales, dignos de permanecer al lado de las Sagradas Escrituras, --- por el mundo orgulloso y ciego, que se considera a si mismo instruido en alto nivel, y por eso no necesitado de permanecer fiel a las tradiciones de la Iglesia Oriental.

En los santos padres de la Iglesia Oriental de ninguna manera se observa el estado excitado de la sangre. Ellos nunca llegan al entusiasmo, el cual, siendo engendrado por la sangre, frecuentemente en el Occidente buscaba el derramamiento de sangre. De sus obras emana la abnegación, respira la fragancia del Espíritu Santo, que mata las pasiones.

 

 

Parte 1

La verdadera y la falsa mística.

Acerca de la verdadera vida espiritual, de las visiones y revelaciones.

Tomado de las obras del obispo Teofan asceta "Cartas acerca de la vida espiritual" M., año 1903 ver Págs. 12-14, 247-8, 80-83, 141-6, 230-1, 147, 70-73, 118-19.

La vida espiritual.

El misticismo y el quietismo son enfermizas engendraciones de una religiosidad falsamente dirigida. Ellos aparecieron y solo fueron posibles en el Occidente, en las comunidades cristianas separadas de la Santa Iglesia, y principalmente durante el tiempo de la fermentación de las mentes, producida por el protestantismo y la reformacion. Ellos en realidad buscaban una obra buena, — la viva relación con Dios. Pero no la buscaban por la vía correcta; sino que confiaban con sus propias esfuerzas y como por derecho poseer aquello, que correspondía esperar de la misericordia Divina, y que correspondía recibir como don de esta misericordia. En la intensidad de esta presumida actividad se inflamaba la imaginación, y se generaban ensoñadoras esperanzas, las cuales, como ardientemente deseadas, pronto aparecieron, y fueron consideradas como conseguidas, y la meta de los esfuerzos — alcanzada. Todo esto era pintado con los colores mas atrayentes y se representaba en seductoras imágenes, en ensoñadoras quiméricas contemplaciones. Sus escritos atraen, — porque hablan al corazón de cosas que le son caras, pero ellos solamente atraen, pero no dan nada. Este es el rasgo que los distingue a todos ellos.

La verdadera vida en Cristo es una vida — misteriosa, secreta (mística). El Apóstol Pablo la llama "escondida con Cristo en Dios" (Col. 3:3); el Apóstol Pedro — "el interno, el de corazón" (1 Pedro 3:4); el Salvador mismo — "El Reino de Dios está entre vosotros" (Luc. 17: 21). Pero también en su aparición ella es muy simple. Es invisible como llega el Espíritu Santo e incita al arrepentimiento. Realizado este recambio interior, Él después arma el corazón creyente para la muy trabajosa lucha contra las pasiones, lo dirige y le ayuda. Esta lucha es para todos, mas o menos prolongada y dolorosa; ella lleva a la pureza del corazón, por causa de la cual el trabajador creyente se hace digno también de alcanzar una mas clara comprensión de las verdades Divinas y un dulce sentimiento, — lo uno y lo otro en tales rasgos, los cuales están determinados exactamente en el Evangelio y en los escritos Apostólicos. Esto último se revela ya al final de prolongados esfuerzos y muchas pruebas, como corona premiante. Los místicos se aferren precisamente, directamente o principalmente, de este superior punto de perfección, y a él lo describen, como se les representa en los ensueños de su imaginación, siempre en colores falsos. La verdad solo se puede relatar por la experiencia propia, solo por inspiración de los bienes espirituales con los mismos hechos; pero los místicos con sus fantasías impiden para si mismos el verdadero camino hacia allí. Por el contrario, en los escritos de los santos padres lo que menos se habla es de estos elevados estados, pero mucho de los esfuerzos del arrepentimiento, de la lucha con las pasiones y de las diversas situaciones que suceden ante esto.

La esencia de la vida en Jesucristo, vida espiritual, consiste en la transposición de la corporalidad del alma en espiritualidad, o sea en la espiritualización del alma y del cuerpo. El momento, desde el cual comienza esta espiritualización, es la concepción en el corazón de una cálida, indeclinable oración hacia el Señor, — señal de su unión con el Señor. El corazón — es la raíz de la vida y de todas sus manifestaciones. Cuando el corazón es dirigido por el Espíritu, entonces el Espíritu a través de él naturalmente comienza a penetrar en toda el componente de nuestra naturaleza y a espiritualizarlo; entonces la mente comienza a alimentarse con la verdad Divina, compenetrándose totalmente de ella, en toda su dimensión; la voluntad con santas tendencias y predisposiciones, con todas las virtudes; el corazón, — con santos sentimientos; y juntamente con ello también el cuerpo se vuelve sobrio, amante del trabajo, vivo, jovial, casto. Donde hay todo esto, allí lo caído se revela completamente restablecido. El rasgo característico de este estado, cuando se abre el Reino de Dios dentro del hombre, o sea: cuando se enciende el permanente fuego en el corazón por la relación hacia Dios, --- es la permanencia interior. La consciencia se concentra totalmente en el corazón y permanece delante del rostro del Señor, expresando ante de Él sus sentimientos, mas que nada cayendo doliente ante Él en humildes sentimientos de arrepentimiento, con la disposición de consagrar toda su vida al servicio de Él Único. Tal disposición se establece diariamente, desde el minuto del despertar del sueño, se mantiene durante todo el día, ante todos los trabajos y ocupaciones, y no se aleja, hasta que el sueño cierra los ojos. Junto con eso se detiene todo el desorden mental, que había dentro hasta ese momento, en el período de la búsqueda, en este estado temporal de pesadumbre. La incontenible fermentación de los pensamientos desaparece, la atmósfera del alma se vuelve limpia y clara: permanece el único pensamiento y recuerdo de Dios. De aquí la claridad en todo lo interior. Todo allí es claro: todo movimiento es notado y se evalúa dignamente ante la luz inteligente, proveniente del rostro del Señor que es contemplado. En consecuencia de esto, cualquier pensamiento malo y sentimiento malo, adherido al corazón, en su mismo nacimiento encuentra resistencia — y es prescribido. Aquí se cumple aquello, que aconseja Filofeo de Sinaí: "Desde la mañana ponte a la entrada del corazón — y con el nombre del Señor derrota a los enemigos que se acercan." Este alejamiento de lo malo puede ser instantáneo, pero también puede prolongarse por horas, días, meses y años; sin embargo, la esencia del hecho es siempre la misma, y es precisamente que nada malo se permite entrar en el corazón, sino que encuentra repelencia con determinación desde el minuto de la comprensión de su malignidad, y su persecución no se detiene, hasta que no se aniquila completamente del corazón. Siguiendo a esto, cualquier cosa que sea lo que se piensa, siente, desea, habla o hace, --- se piensa, siente, desea, habla y hace, por la exacta consciencia que todo esto no ofende al permanentemente contemplado Señor, le es agradable y concordante con Su voluntad. Y si involuntariamente se escapa algo contrario, inmediatamente se confiesa humildemente al Señor y se purifica con el arrepentimiento interior o bien con la confesión exterior, de manera que la conciencia se guarda siempre pura delante del Señor. Como recompensa a todo este esfuerzo interior, se ofrece la osadía hacia Dios en la oración, la cual se guarda cálidamente siempre en el corazón. La calidez de la oración ininterrumpida es el espíritu de esta vida, así como con la detención de esta calidez se interrumpe el movimiento de la vida espiritual, así como con la detención de la respiración se detiene la vida corporal.

En estas pocas palabras está dicho todo, lo que trae consigo la instauración, dentro nuestro del Reino, o, en otras palabras, el bienaventurado fuego comienza a arder, por fin, en el corazón; con esto mismo se determina también la esencia de la verdadera vida espiritual, o sea su esencial dirección. No repentinamente, por supuesto, todo esto aparece en su natural fuerza, — suele haber tanto desviaciones, como errores, y debilitamientos; pero se tiene en cuenta precisamente esto, que desde el momento que la mente se une con el corazón, afirmándose dentro, se pone al servicio delante del rostro del Señor.

Las visiones.

En muy pocos de los santos ascetas, que escribían acerca de la vida espiritual, no se encontraran prevenciones acerca de las visiones y apariciones. No todos las experimentan. En algunos no suceden nunca; otros tienen hacia ellos una especial predisposición. Pero no es la naturaleza la culpable, sino la falta de rectitud en el accionar de los que caen en ellas.

En el orden natural o en la estructura de nuestras fuerzas, en el pasaje desde afuera hacia adentro, está la imaginación. Es necesario esquivarla, para llegar felizmente al verdadero lugar interior. Por descuido es posible hundirse en ella, y quedándonos allí, estar convencidos que entramos al interior, siendo en realidad que este es solo el portal exterior, lugar de los gentiles. Pero esto no sería nada; sino que a este estado casi siempre lo acompaña la auto-seducción, y de ella se desarrollan las falsas visiones con sus funestas consecuencias.

Trazaré este estado con las palabras de san Simeón Teólogo el Nuevo, en sus artículos acerca de las tres formas de la oración (Amor al Bien, parte 1, pág. 62. En las nuevas ediciones se debe ver no el 1-er tomo sino el 5-to — Miguel Novocelov). Es conocido, que toda la ocupación de los celosos de la vida espiritual está dirigida a colocarse en la debida relación hacia Dios. Se realiza esto y se revela en la oración. Ella es el camino de la elevación a Dios, y sus niveles son esencialmente escalones del acercamiento de nuestro espíritu hacia Dios. La mas simple ley para la oración — es no imaginarse nada, sino, concentrandonos mentalmente en el corazón, estar convencidos, que Dios está cerca: ve y presta atención; y en este convencimiento caer ante Él, temible en grandeza y cercano en Su condescendencia hacia nosotros. Sin embargo, he aquí lo que algunos hacen en el tiempo de la oración: "Permaneciendo en la oración, elevan sus ojos y su mente al cielo, e imaginan en su mente las luces Divinas, los celestiales bienes, legiones de santos ángeles y comunidades de santos, en una palabra, --- todo de lo que se habla en las Escrituras acerca de esto en imaginas, lo extraen de la memoria, lo examinan con la imaginación en el tiempo de la oración, tratando con la perplejidad de estos cuadros y de la imaginación sacudir sus sentidos, lo cual algunas veces logran, — reblandecen su corazón con deseo de lo Divino, se enternecen y lloran." Representarse los objetos Divinos bajo las imágenes descriptos en las Escrituras, no tiene nada de malo ni peligroso; nosotros ni siquiera podemos razonar de ellos de ninguna otra manera, que no sea invistiendo la comprensión en imágenes, — pero no debemos nunca pensar, que la realidad es así, como estas imágenes se presentan, y mucho menos detenernos en estas imágenes durante la oración. En el tiempo de los pensamientos devotos, o bien durante la reflexión en Dios, esto no está fuera de lugar; pero durante el momento de la oración — no es aceptable. Las imágenes mantienen la atención en lo exterior, no importa cuan santas ellas fueran, pero en el tiempo de la oración la atención debe estar dirigida hacia adentro, en el corazón: concentrar la atención en el corazon --- es el punto de partida de la debida oración. Y por cuanto la oración es el camino de la elevación hacia Dios, entonces apartar la atención del corazón es apartarse de este camino. Significa que los que emplean la señalada forma imaginativa durante la oración, ya en su comienzo crean a sí mismos obstaculos hacia la obra, la cual emprendieron con tanto celo.

Pero esta incorrección del principio es solo el comienzo del infortunio, el cual lleva hacia algo peor y mas peligroso. Así como este planeo en el aire, o vuelo de la mente en las esferas celestiales, es fácil, y por la ligazón del corazón con la imaginación, inmediatamente deja la huella de su influencia en el reblandecimiento de los sentidos, entonces el que se ocupa así inmediatamente comienza a soñar acerca del éxito de su obra y de su perfección. "Aquel, — dice san Simeón, — de a poco se le vuelve presuntuoso el corazón; porque él se imagina, que lo realizado por él, y lo que sucede en él, sucede por la Gracia Divina para su consuelo. Por lo cual también ora a Dios, que le conceda también permanecer siempre en un estado así. Pero este no es un buen estado, sino seducción." De esta manera, en él, el camino hacia el progreso se corta desde el mismo comienzo, porque lo buscado se considera encontrado, cuando en realidad su consecución ni siquiera ha comenzado. Por esto un hombre así "nunca puede entrar en razón y alcanzar las virtudes o vencer las pasiones." Después, — la presunción acalora aun mas la imaginación, y ella dibuja rápidamente nuevos cuadros, introduciendo en sus ensueños la persona del soñador y representándola siempre en un atrayente aspecto, en cercanía con Dios, los ángeles y los santos. Cuanto mas él así crea visiones, tanto mas se enraíza en él la convicción, que ciertamente ya es amigo del cielo y celestial habitante, digno del tangible acercamiento con ellos y de especiales revelaciones. En este nivel se convierte en un visionario, como una enfermedad espiritual, y aun mas: como obra del enemigo, el cual no dormita. Los místicos prácticamente todos estuvieron en este estado. Es suficiente leer solo algunas de las páginas de sus escritos, para convencerse de esto. En un estado así estuvo, por ejemplo Teresa (Ver acerca de esto en la parte segunda). "De esta manera muchos se sedujeron, viendo la luz y el brillo con ojos corporales, oliendo el perfume con su olfato, oyendo voces con sus oídos, y así siguiendo con cosas semejantes. Algunos de ellos se dañaban en su mente, y pasaban de un lugar a otro, como dementes. Otros, aceptando al demonio, que se les presentaba en forma de luminoso ángel, se afirmaban en su seducción hasta tal punto, que hasta el final se quedaban incorregibles y no recibían consejo de ningún hermano; otros, por incitación del demonio, se mataban a si mismos, se arrojaban a precipicios, se ahorcaban. ‘Y quien puede contar todos las seducciones, a las cuales los sometía el enemigo! Si no todos los que mantienen esta forma de oración soportan daño, son solo aquellos, que viven en monasterios con otros hermanos. Pero así y todo, todos ellos pasan la vida sin ningún provecho."

Es necesario no olvidar, que hay visiones — fruto de la acalorada imaginación, y hay visiones — que son seducción demoníaca. Las visiones de gracia son muy escasas y se disponen por el Espíritu Divino, con el objeto de la educación espiritual. De esta manera, también hay visiones del Espíritu Divino: pero hay que ser muy precavido en su distinción, porque no muy lejos de nosotros tenemos al tenebroso tentador, que sabe como tomar aspecto de ángel luminoso. ‘Y cuantos desprevenidos han caído por la indiscriminada confianza en las visiones!

Los experimentados saben como diferenciar las que provienen de imaginación propia y las visiones demoníacas; pero como en los hechos hay mas gente inexperimentada que experimentada, y además el hecho que el enemigo es extremadamente astuto, está estipulado como regla general — no recibir ninguna visión y no confiar en ellas. "Ten atención concienzudamente sobre ti mismo, hacendoso de la obra de Dios, — escribe otro maestro de la vida espiritual, — y realiza inteligentemente tu obra. Si vieres luz o fuego, fuera o dentro de ti, o imagen alguna, — Cristo, por ejemplo, o ángel, o algún otro, — no lo recibas, para no sufrir daño. Y no permitas a tu mente construir dentro de ti tales imágenes: esto viene del exterior y conduce a la seducción. Y si notas, que algo tira tu mente al exterior hacia tales imaginaciones, — no te entregues, sosteniéndote interiormente y realizando el acto de atención a Dios sin ningunas imágenes" San Gregorio de Sinaí. Amor al Bien).

Las revelaciones.

Las revelaciones — son la enfermedad de los místicos. En ellos toda la ocupación es acerca del lado mental, y todas las esperanzas de ellos giran para entender los secretos misterios del génesis del mundo, cuando en realidad la esencia de la vida espiritual — es el dificultoso trabajo sobre si mismo, en vista de la purificación del corazón de las pasiones. Como ejemplo señalaremos las revelaciones de Jacobo Beme (1575-1624), filosofo-místico alemán. Una vez cuando Beme tenia 25 años, él, "caminando por un campo en Herlitz, se sentó sobre la tierra, para descansar y, mirando el pasto y otros arbustos, gracias a su luz interior, comprendió su esencia, su utilidad y sus propiedades." Una de sus últimas vivencias él la describe de la siguiente manera: "En un cuarto de hora yo vi y conocí mas, que lo que me podían dar muchos años de permanencia en la universidad, porque yo vi y conocí la existencia de todas las cosas, la profundidad y el abismo, el eterno engendramiento de la Santísima Trinidad, los orígenes del Mundo y de todas las criaturas de la sabiduría Divina... Yo vi y conocí toda la creativa esencia, tanto en lo bueno, como en lo malo, el origen de estos principios y su mutua dependencia unos de otros; asimismo yo comprendí, de que manera comenzó el proceso del nacimiento en el fructífero vientre de la eternidad." Algo parecido a esto encontramos en John Fox: "Yo me encontraba, — dice él, — en aquel estado, en el cual se encontraba Adán antes de su caída. El misterio de la creación me fue abierto; y me fue dado ver, como todas las cosas recibieron su nomre según su naturaleza y a sus propiedades. Se me presentó el pensamiento, que puede ser me correspondía, para el bien de la humanidad, hacerme médico, teniendo en cuenta, que el Señor abrió tan claramente delante de mí la naturaleza y las propiedades de todas las cosas" (James, "La multiplicidad de la experiencia religiosa," Moscú, 1910, pág. 399-400). Y hasta para cuando estos elevados niveles espirituales sean alcanzados, se promete no la revelación de los misterios, sino la bienaventurada contemplación de Dios (Mat. 5:8). En la revelación de Dios nos ha sido transmitido completamente suficiente acerca de Dios, del Divino orden de las cosas y de todo lo necesario para nuestra salvación. No corresponde esperar otras revelaciones; y ellas no se dan. En la apertura dentro nuestro del Reino, ciertamente, sucede algo parecido a una revelación, solo que no es algo nuevo, sino aquello que ya estaba abierto y nos era conocido por la mente, pero no por la experiencia. Aquí sucede sentir con el corazón todas las divinas verdades, tanto teóricas, como prácticas, que constituyen la esencia del Cristianismo, o nuestra relación con Dios en el Señor Jesucristo, por la gracia del Espíritu Santo. Y antes ellas ya eran conocidas, pero de una manera totalmente diferente, de manera que los que no las conocían ahora piensan, que ellos reciben algo nuevo. Esto es parecido a cuando, leyendo acerca de un viaje, te esfuerzas para imaginar todo según la descripción, y piensas, que ya lo sabes todo; pero cuando se te presenta la ocasión de ver todo con tus propios ojos, encuentras todo completamente nuevo, como si antes nunca hubieras imaginado nada.

Tomaremos solo una idea principal. El cristianismo, o sea la fe en nuestro Señor Jesucristo y la unión con Él, es la salvación, o sea nuestra liberación de los decisivos males, que no pueden ser apartados de ninguna otra manera. Todos confiesan esto, pero solo que esta confesión es por el momento fe mental; cuando alguien entra en el estado del cual estamos hablando, entonces él comienza a llevar dentro suyo el sentimiento de salvación y liberación. Él no solo tiene fe que será salvado, sino que se siente salvo: es como si alguien se estuviera ahogando — y fuera recibido en el bote salvador. Cuando llegue este sentimiento, entonces la misma verdad de la salvación se presentará en una nueva luz y en nueva fuerza. Así como esta verdad se transforma en sentimiento, también así todas las demás verdades — tanto las grandes como las pequeñas — todas entran en el corazón y se convierten en la esencia de nuestra inteligencia y espíritu. Y cualquier recibimiento así en el corazón de la verdad se refleja en la consciencia de una nueva revelación, como si solo aquí hubiera sido reconocida. Recordad, como el prior Parfenio, antes de su conversión desde el cisma, cien veces, como dice él mismo, leía en el libro acerca de la fe, de que la Iglesia griega hasta bajo el yugo turco conservó la pureza de la fe, — y nunca comprendía realmente, que verdad era esta. Pero una vez ella entró en su corazón, y lo iluminó todo, e inmediatamente produjo en él una conversión interior. Yo pienso, que todos hemos experimentado alguna vez, cuando una cosa estaba delante de nuestros ojos, y no la veíamos, y después de repente, es como si entrara en los ojos: miramos — la vemos y dudamos, de donde salió esta cosa. Lo mismo sucede en la vida espiritual: Hoy una verdad, mañana otra verdad de la arquitectura de nuestra salvación se introduce en el corazón y comienza a ser sentida en su verdadero aspecto, pero no hay ninguna revelación nueva. Esto es precisamente, y no otra cosa, lo que significa la antigua promesa, que todos serán enseñados por Dios (Is. 54:13; Juan 6:45).

Los místicos por todas partes ven misterios, y los mas simples relatos Evangélicos los convierten en alegorías de elevadas ideas, las cuales ellos mismos trenzan. La letra no es nada para ellos, y el sentido directo no es para ellos el sentido verdadero, por el hecho de que es simple, y ellos quieren mostrar astucia. En la realidad, el sentido de la palabra tomado al pie de la letra es el sentido verdadero, proveniente del Espíritu Santo, y alejarnos de él al estudiar la Revelación se permite solo ante una extrema necesidad. Si nos apartamos de esta ley, entonces es posible desvirtuar todas las Divinas Escrituras de acuerdo a nuestro propio razonamiento, y entonces no quedará ningún criterio de la verdad: ΏQue es lo que da la iluminación desde lo alto? Ella no nos hace ver algo nuevo, dejando de lado la interpretación puntual (al pie de la letra), sino el mismo sentido, sellándolo en el corazón. Mientras nos esforzamos solo con la mente en la comprensión de las Escrituras, hasta entonces las verdades recibidas se mantienen en la cabeza para los intereses de la mente, en la mayoría de los casos infructíferos para la vida. Por su parte la iluminación desde lo alto, sellando estas verdades en el corazón y permitiéndonos saborearlas, las hace directrices de la vida, y las experiencias de la vida dan a comprender su fuerza aun más plenamente. Ante esto, así como toda verdad tiene su círculo de comprensiones, entonces la iluminación introduce en la mente a través del corazón también la contemplación de todo este círculo. Esto puede parecer la revelación de alguna cosa nueva, pero en realidad no es absolutamente nada nuevo; sigue siendo lo mismo, solo que se ve ahora mas completo y claro.

 

Acerca de la seducción en la oración.

Tomado de las obras del obispo Ignacio (Branchaninov), tomo 1. pg. 230-1; tomo 4. pág. 445. tomo 1, pg 233-6, 243-4, 250-1, 253-4

La seducción es un daño en la naturaleza humana. La seducción es el estado de todos los hombres, sin excepción, producida por la caída de nuestros primeros padres. Todos nosotros — estamos en seducción (3-a palabra del beato Simeón el Nuevo Teólogo, ed. Des. Optin, año 1852). Conocimiento de este hecho es una gran protección contra la seducción. Una enorme seducción — es creerse libre de la seducción. Todos nosotros estamos engañados, todos seducidos, todos nos encontramos en una falsa condición, necesitamos ser rescatados por la verdad. La verdad es Nuestro Señor Jesucristo... La seducción es la asimilación por el hombre de la mentira, tomada por él en calidad de verdad. La seducción actúa primeramente sobre la forma de pensar; siendo recibida, y habiendo pervertido la forma de pensar, ella inmediatamente penetra en el corazón y pervierte sus sentimientos: al dominar la esencia del hombre, ella se derrama sobre toda su actividad, envenena el mismo cuerpo, que es indivisiblemente unido por el Creador con el alma. El estado de seducción es estado de perdición, o sea de muerte eterna.

Desde el tiempo de la caída del hombre, el diablo recibió libre y constante acceso a él. Él trata de engañarnos y seducirnos, apoyándose en nuestro estado de autoseducción; nuestras pasiones (estas enfermizas atracciones) las empuja para moverse, y sus perniciosas exigencias las viste de buena apariencia, inclina a ceder para satisfacer nuestras pasiones.

El estado de la gente en la demoníaca seducción suele ser muy diverso, de acuerdo a aquel nivel, en el cual el hombre se encuentra esclavizado por la pasión. Pero todos, los caídos en la seducción demoníaca, es decir a través del desarrollo de su propia autoseducción entrados en relación con el diablo y en su esclavitud, se encuentran en seducción, siendo templos y armas de los demonios, ofrendas de muerte eterna, vida en las cárceles del infierno.

Los síntomas de la verdadera disposición espiritual.

La santa verdad se comunica al corazón con tranquilidad, con quietud, claridad, paz, con predisposición al arrepentimiento, a la profundización interna, a no tener esperanza en sus propias fuerzas, a la consoladora esperanza en Dios. La mentira, aunque se vistiera de máscara del bien, se reconoce por la turbación producida, la oscuridad, la indeterminación, la inconstancia, la distracción, la ensoñación; o bien ella seduce al corazón, — lisonjeando le trae un turbio placer. Y este gozo del corazón seducido es parecido a la fingida tranquilidad, con la cual es cubierta la superficie de un profundo, oscuro hondón, — vivienda de monstruos. El engañoso gozo se alimenta de la presunción, la cual nace de la sutilmente actuante vanagloria, que hace ciega la mente y el corazón; ella ama expresarse a sí misma, ella se permite apartarse de la precisa sumisión a la Santa Iglesia, --- se cree mas sabia que ella; ella es, como todas las demás seducciones y artimañas del diablo, como el mismo diablo y su hijo — el pecado, no soporta la fragancia del (para ellos mortal) perfume que emanan de si el arrepentimiento y su fruto — la humildad. El Salvador del mundo dijo: "bienaventurados los pobres en espíritu... bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia... bienaventurados los que lloran..., hay de vosotros, los que ahora estáis saciados..." ( Ob. Ignacio, tomo IV. pág. 445, edición 3-ra).

Todo clase de seducción demoníaca, a la cual son sujetos los devotos de la oración, surge porque en el base de la oración no esta puesto el arrepentimiento, que el arrepentimiento no es el manantial, alma, meta de la oración. "Si alguien, — dice san Gregorio de Sinaí, — con autoconfianza, fundamentada en la presunción (en el original está escrito: "Si alguien sueña con su propio juicio, o opinión, alcanzar algo elevado," aquí se ha empleado una expresión explicativa, para mostrar mas precisamente el significado de la palabra opinión — o sea vanagloria), sueña con alcanzar los elevados estados de la oración y adquirió celo, pero no verdadero, sino satánico, a ese el diablo fácilmente lo envuelve con sus redes, como a su servidor," Todo aquel, que trata de entrar en la boda del Hijo de Dios en vestiduras no limpias y luminosas, que se adquieren con el arrepentimiento, sino directo en su propia vestidura en condición de ruina, corrupción y autoengaño, sera echado afuera, en las absolutas tinieblas del infierno: en la seducción demoníaca. El arrepentimiento y todo, lo que de él se compone, como la penitencia, o dolencia del espíritu, el llanto del corazón, las lágrimas, la condenación propia, el recuerdo y el presentimiento de la muerte, el juicio de Dios y los tormentos eternos, el sentir de presencia Divina, el temor de Dios — son los dones Divinos, dones de alto valor, dones principales y básicos, garantía de los dones mas elevados y eternos. Sin haberlos recibido previamente, la entrega de los últimos dones — es imposible. "No importa cuan elevados fueran nuestros esfuerzos y hazañas, — dijo san Juan Escalerista, — pero, si nosotros no atesoramos un corazón doliente, entonces estas hazañas son mentirosas y vanas" (Escalera, palabra 7-ma). El arrepentimiento, la penitencia de espíritu, el llanto — son los síntomas, testimonios de la exactitud en la hazaña de oración; la ausencia de ellos — es síntoma de desviación falsa, síntoma de autoengaño, seducción o esterilidad. Lo uno o lo otro, o sea la seducción o la infructuosidad, son la inevitable consecuencia del incorrecto ejercicio en la oración, y el incorrecto ejercicio en la oración es inseparable con el autoengaño.

 

La ensoñación, la imaginación de retratos espirituales e imágenes.

La mas peligrosa, incorrecta forma de oración consiste en cuando, el que ora construye con la fuerza de su imaginación sueños o imágenes, tomándolas prestadas, por lo visto, de las Santas Escrituras, pero en esencia, en realidad — de su propio estado, de su caída, de su corrupción, de su propio autoengaño, — con estas cuadros lisonjea a su propia presunción, a su vanagloria, su pensar altivo, su orgullo, --- se engaña a si mismo. Es evidente, que todo inventado por la fantasía de nuestra caída naturaleza, pervertida por su caída, en realidad no existe, — son inventos y mentira, cosas que son tanto inherentes, como amadas del ángel caído. El soñador, desde el primer paso en el camino de la oración sale de la región de la verdad, entra en el dominio de la mentira, región del diablo, y se somete libremente a la influencia de satanás. San Simeón el Nuevo, Teólogo describe la oración del soñador y sus frutos así: "Él eleva al cielo las manos, los ojos y la mente, imagina en su mente, — (a semejanza de Klopshtok y Milton), — Divinas reuniones, los bienes celestiales, las ordenes de santos ángeles, las habitaciones de los santos, en una palabra, reúne en su imaginación todo, aquello que oyó en las Divinas Escrituras, lo examina durante el momento de la oración, mira el cielo, con todo esto excita su alma hacia el deseo y amor Divino, algunas veces derrama lágrimas y llora. De esta manera, de a poco, paulatinamente presume su corazón, no entendiéndolo esto su mente; él opina, que lo sucedido con él es fruto de la Gracia Divina para su consolación, y ora a Dios que le conceda permanecer siempre en este accionar. Esto es síntoma de la seducción. Tal hombre, aunque permaneciera en silencio completo, no puede evitar de caer en el delirio y la locura. Si esto no sucediera con él, igualmente le es imposible alcanzar la mente espiritual en las virtudes y ausencia de pasiones. De esta manera fueron seducidos los que vieron la luz y la irradiación con estos ojos corporales, los que olieron el perfume con su olfato, los que oyeron voces con sus oídos. Unos de ellos se endemoniaron y pasaban enajenados de un lado para otro; otros aceptaron al demonio, transfigurado en ángel luminoso, fueron seducidos y permanecieron incorregibles hasta el fin, no recibiendo consejo de ninguno de sus hermanos; otros de ellos, instruidos por el diablo, se mataron a si mismos: algunos se arrojaron en precipicios; otros se ahorcaron. ΏY quien puede hacer un recuento de todas las diversas seducciones del diablo, con las cuales engaña y las cuales son inescrutables? De lo dicho por nosotros cualquier hombre inteligente puede aprender, cuanto daño proviene de este tipo de oración. Si alguno de los que emplean este tipo de oración no es sometido a los daños dichos anteriormente es por causa de la convivencia con la hermandad, porque a tales daños se someten principalmente los anacoretas, que viven solitariamente: pero el tal pasa toda su vida inútilmente, sin obtener los frutos deseados" ("Acerca del primer tipo de atención y oración." Amor al Bien, parte I).

Todos los santos padres, que describieron el esfuerzo de la oración inteligente, prohiben no solo componer arbitrarias ideas, sino también ceder libremente y compasivo a los sueños y visiones, los cuales pueden presentársenos de repente, sin depender de nuestra voluntad. Y esto sucede en la hazaña de la oración, especialmente durante el silencio. "De ninguna manera aceptas, — dice san Gregorio Sinaita, — si vieres algo con tus ojos sensibles o con tu mente, fuera o dentro de ti, sea ello imagen de Cristo, o de ángel, o algún santo, o si se te presenta una luz... ‘Permanece atento y precavido! no te permitas a ti mismo confiar en algo, no expreses consentimiento ni compasión, no te confíes apresuradamente a la presentación, aunque ella fuera verdadera y buena; permanece frío hacia ella y extraño, conservando paulatinamente tu mente sin visiones, no presentando ninguna imaginación, y no permitas ser sellado por ninguna imagen. Habiendo visto algo en la mente o con los sentidos, aunque hubiera sido a Dios, y recibiéndolo apresuradamente, fácilmente cae en la seducción, o por lo menos, revela su inclinación y capacidad hacia la seducción, como receptor de apariciones con rapidez y livianamente. El principiante debe concentrar su atención únicamente en el comportamiento de su corazón, solo esto reconocer como no seducción, — lo demás no recibir hasta conseguir la ausencia de pasiones. Dios no se enoja sobre aquel, que precaviéndose de la seducción, observa con extrema prudencia a si mismo. Si también él no recibe algo enviado por Dios hasta no haber examinado lo enviado con todo detenimiento; por el contrario, Dios elogia a tal persona por su prudencia" (Acerca del primer tipo de atención y oración," Amor al Bien, parte II).

Gran parte de los ascetas de la Iglesia Occidental, que han sido proclamados por ella por grandes santos, — después de su apartamiento de la Iglesia Oriental y de la retirada del Espíritu Santo de ella — oraban y alcanzaban visiones, se comprende, falsas, con el método ya mencionado. Estos pretendidos santos se encontraban en la mas espantosa seducción demoníaca... La conducta de los ascetas del latinismo, envueltos en la seducción, fue siempre delirante, frenética, por causa de un descomunal material y sensual acaloramiento. En este estado se encontraban Ignacio de Loyola, fundador de la orden de los jesuitas (véase acerca de él en la segunda parte). En él la imaginación estaba tan acalorada y refinada, que, como él mismo afirmaba, le alcanzaba solo con desearlo y emplear un cierto esfuerzo, para que ya aparecieran delante de él visiones, por su deseo, el infierno o el paraíso. La aparición del paraíso o del infierno se realiza no solo con el único accionar de la imaginación humana; el solo accionar de la imaginación humana es insuficiente para esto: las apariciones se realizaban por la acción de los demonios, que adjuntaban su abundante accionar al insuficiente accionar humano, uniendo y completando el accionar con el accionar, sobre la base de la libre voluntad humana, que había elegido y asimilado la falsa dirección. Es conocido, que a los verdaderos santos de Dios las visiones les son dadas únicamente por la benevolente voluntad Divina, y no por la voluntad del hombre y no por su propio esfuerzo, — son dadas inesperadamente, muy escasamente, ante ocasiones de extrema necesidad, por la maravillosa supervisión de Dios, y no porque ocurrió así nomás (san Isaac de Siria, pal. 36).Las intensivas hazañas de los seducidos, habitualmente están junto con una profunda corrupción. La corrupción valora aquella llama, con la que están encendidos los seducidos. Se confirma esto tanto con los relatos de la historia como con los testimonios de los santos padres. "El poseído por el espíritu de la seducción, — en las apariciones que lo representan, — decía san Máximo Kapsokalivit, — muy frecuentemente se somete a la furia y a la ira; el aroma de la humildad, o de la oración, o lágrimas verdaderas no encuentran lugar en él. Por el contrario, él permanentemente se alaba de sus virtudes, se vanagloria y se entrega a malignas pasiones sin atemorizarse" (Conversaciones de san Máximo con san Gregorio Sinaita).

"La opinión-fantasía" — la substitucion de los sentimientos y estados de gracia.

El segundo tipo de seducción — precisamente "la opinión" — actúa sin presentar los cuadros de seducción; ella se contenta con la construcción de artificiales, agradables sentimientos y estados, de los cuales nace un falso, pervertido entendimiento sobre todo esfuerzo espiritual. El que se encuentra en la seducción de la "opinión" recibe una falsa, pervertida visión de todo lo que lo rodea. Él está engañado tanto en su interior, como en lo exterior. Crear fantasías es propio a los engañados por la "opinión," pero actúa exclusivamente en el dominio de lo abstracto. Ella no se ocupa, o se ocupa raramente de dibujar en la imaginación el paraíso, habitaciones celestiales, la luz celestial y su perfume, Cristo, ángeles y santos; pero ella continuamente inventa estados supuestos como espirituales, una estrecha amistad con Jesús ("Imitación," de Tomas Kempis, libro II, capitulo 8), una interior conversación con Él ("Imitación, libro III, capitulo 1), misteriosas revelaciones ("Imitación," libro III, capitulo 3), voces, gozo; basa sobre ellos una falsa comprensión de sí mismo y acerca de hazaña cristiana, crea en general un falso modo de pensar y una falsa predisposición del corazón, que lo conducen a transportes y éxtasis consigo mismo, o al acaloramiento y a la exaltación. Estos diversos sentimientos se presentan por la acción de una refinada vanagloria y voluptuosidad: por este accionar la sangre recibe un pecaminoso, seductor movimiento, que se presenta como un agraciado gozo. La vanagloria por su parte y la voluptuosidad se excitan por la presunción, este inseparable compañero de la "opinión." La espantosa soberbia, semejante al orgullo de los demonios, comprende la cualidad dominante en los que se apropiaron esta ó otra seducción. A los engañados por el primer tipo de seducción la soberbia los lleva a un estado de claro delirio y frenesí; en los seducidos por el segundo tipo ella, produce también un daño mental, llamado en las Escrituras corrupción de la mente (II Tim. 3:8), menos notable, se cubre con mascara de humildad, devoción, sabiduría, — se reconoce por sus amargos frutos. Los infectados por la "opinión" acerca de sus propios méritos, especialmente de su santidad, están dispuestos a todas las artimañas, a cualquier hipocresía, astucia y engaño, a cualquier crimen. Ellos tienen una irreconciliable enemistad contra los servidores de la verdad, y con desaforado odio se enconan contra ellos, cuando estos no reconocen en los seducidos el estado que se atribuyen ellos mismos, y tratan de presentarlos a la deshonra del mundo ciego "de la opinión-fantasía..."

La "opinión" (parecer) consiste en la apropiación de méritos entregados por Dios, y en la invención para sí mismos de méritos que no existen. Ella está unida con la confianza en sí mismo, con una fría, superficial confesión del Redentor. Dios es glorificado para la glorificación de si mismo, como era glorificado por el fariseo (Luc. 18:11). Los poseídos por la "opinión" en su mayoría se entregan a la voluptuosidad, sin tener en cuenta el hecho de que se atribuyen a sí mismos los más excelsos estados espirituales, cosas que no tienen comparación, con el correcto ascetismo ortodoxo; muy pocos de ellos se abstienen de una grosera sumisión a la voluptuosidad, — quienes se abstienen, lo hacen únicamente por prevalecer en ellos el pecado de los pecados — el orgullo.

De este tipo de seducción surgieron funestas herejías, chismas, ateísmo, blasfemia. La mas desgraciada consecuencia de la seducción es la incorrecta, mortal actividad para ellos mismos y para los que los rodean, — la maldad, a pesar de su claridad y su extensión, es poco notada y poco comprendida. Suceden con los contagiados por la "opinión," hacedores de la oración, también desgracias, evidentes para todos, pero escasamente: porque la "opinión," llevando la razón a un espantoso extravío, no lo lleva al delirio, como lo hace la desordenada imaginación. — En la isla de Balaam, en una alejada vivienda, vivía el monje-esquematico Porfirio, al cual yo también había visto. Él se esforzaba en la oración, pero de que género era su hazaña — no lo sé. Se puede adivinar de su incorrección por la lectura amada del monje: el apreciaba altamente al escritor occidental Tomas Kempis "Acerca de la Imitación a Jesucristo," por el cual se guiaba. Este libro está escrito bajo la "opinión." Una vez por la tarde Porfirio, en tiempo otoñal, visitó a los ancianos de la ermita, que se encontraba en las cercanías donde él habitaba. Cuando él se despedía con los ancianos, ellos le previnieron, diciéndole: "Ni siquiera pienses en intentar pasar por el hielo; recién se ha formado y todavía esta muy delgado." El desierto de Porfirio estaba separado de la ermita por un profundo golfo del lago Ladoga, el cual era necesario rodear. El monje contestaba con tranquilas, apacibles palabras, con aparente humildad: "Yo ya me he vuelto liviano." Y él se fue. Después de poco tiempo se escucharon gritos desesperados. Los ancianos de la ermita se agitaron, salieron. Estaba oscuro; no prontamente encontraron el lugar donde ocurrió la desgracia; no rápidamente encontraron los medios de sacar al ahogado: sacaron el cuerpo cuando ya había sido dejado por el alma.

 

Parte II.

Rasgos característicos

de la vida y enseñanza de los santos católicos.

Francisco de Asís. Su vida hasta su conversión.

Tomado, con grandes omisiones del libro de M. B. Lodiyenkov "Luz invisible" Cpb, 1912, pág. 88-132. Para la exposición de la vida de Francisco de Asís el autor empleó las siguientes publicaciones: 1. Johannes Joergensen — "Saint Francois d’ Assise. Sa vie et son oeurve." París, 1910. Esta investigación, que encierra en si misma todo mas o menos cierto que era posible reunir acerca de Francisco, salió en Francia en 1909; tuvo un enorme éxito, y ya en el año 1910 apareció la 11-ma edición de esta publicación; 2. P. Sabatie — "Vida de Francisco de Asís" Edit. en Moscú, 1895; I. Gerie — "Francisco, apóstol de la pobreza y el amor" Moscú, 1908; Emil Jhebar — "San Francisco de Asís." Traducción del francés. Biblioteca barata de Suvorin.

"Durante la oración delante de mí aparecieron dos grandes luces — una, en el cual reconocí al Creador, y la otra, en la cual me reconocí a mi mismo"

(Palabras propias de Francisco acerca de su oración).

"Los verdaderos justos siempre piensan de si mismos, que ellos son indignos de Dios" (Palabra de san Isaac Sirio).

Francisco nació en el año 1182 en Italia, en la ciudad de Asís; su familia era una de las mas ricas de la ciudad. El padre de Francisco, de nombre Bernardone, era un acaudalado comerciante en telas.

A temprana edad Francisco no se distinguía por su religiosidad, aunque por su naturaleza era un joven dado a la ensoñación. Fue educado no en el Salterio, sino en las novelas sobre caballeros de aquellos tiempos; él soñaba en la caballería, en su gloria y de grandes hazañas. El fin del siglo XII, era tiempo de entusiasmo por la caballería en la Europa Occidental. Los caballeros eran poetizados por los famosos trovadores de aquella época. Era la época de las canciones acerca del rey Arturo y de los caballeros de la mesa redonda.

No privado de capacidades prácticas, Francisco temprano comenzó a ayudar a su padre en su comercio — y no sin éxito. Pero juntamente con esto en él se notaba la tendencia al derroche: él gastaba ampliamente el dinero por el lujo y los placeres (Joergensen, ver pág. 16-17). Francisco amaba divertirse. Él frecuentaba con ganas los festines de los muchachos de su edad, se cautivaba con la música. En estos festines Francisco era elegido director, o "rey," de la fiesta, y con un cetro en sus manos acaudillaba a la juventud; el primer biógrafo de Francisco, su contemporáneo Tomas Chelano, hablando de estos festines nota, que para los partícipes de ellas, para estos compañeros de copa de Francisco, el Cristianismo era solo una palabra; las ambiciones de esa juventud estaban dirigidos, hasta de querer parecer peores de lo que realmente eran (Joergensen, pág. 15). Francisco no se quedaba atrás en este sentido de sus compañeros. Por información de los mas cercanos biógrafos de Francisco, Tomas de Chelano y tres de sus amigos (León, Ángel y Rufino), él hasta consideraba su deber superar a sus compañeros en esta vida intemperante (P. Sabatie, "Vida de Francisco de Asís," pág. 8).

Los padres de Francisco no veían nada de malo en tal estilo de vida de su hijo; ellos, según las palabras del mismo Tomas, incitaban en esto a Francisco, enorgulleciéndose de su brillo y sus éxitos mundanos.

No obstante la vida, llena de lujo y alboroto, sin importar los sueños orgullosos y ambiciosos, que se desprendían de Francisco en frases tales como: Ώ"Saben ustedes, acaso, que llegará un día, cuando todo el mundo se inclinará ante mí?" (Joergensen, pág. 27) — sin importar todo esto, le venían no comunes, asombrosos para todos, ataques de bondad y generosidad; viendo a un mendigo, que tocaba su corazón, él, si ya había repartido su dinero, no se detenía ante el quitarse la ropa y dársela al pobre. La conmiseración de Francisco hacia los pobres y los desgraciados no tenía limites.

Este mismo corazón instintivamente tendiente al bien resguardaba a Francisco de los desmedidos arrebatos, de aquellas viles caídas, a los cuales en general está tan inclinada a entregarse la juventud.

Ingreso de Francisco al servicio comunitario y fundación de la orden.

El 24 de Febrero del año 1209, durante la liturgia, en la capilla (al lado de la cual, en una carpa, vivía Francisco), él escuchó las siguientes palabras del Evangelio leídas por el sacerdote, palabras, dichas por Jesucristo a Sus discípulos, cuando Él los enviaba a predicar el Reino de los Cielos: "No toméis con vosotros ni oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos, ni alforja para el camino, ni dos vestidos, ni calzado, ni bordón..." (Mat. 10:9-10).

Después de escuchar estas palabras y después, que el sacerdote explicó detalladamente su significado, Francisco, lleno de entusiasmo, de pronto exclamó: "‘Esto es lo que me es necesario. Esto, es a lo que quiero consagrar todas mis fuerzas!"

En el hallazgo de esta revelación Francisco, como se le representaba, comprendió su verdadera vocación — vocación de convertirse en apóstol. Los verdaderos discípulos del Salvador deben convertirse en apóstoles, decidió Francisco. Liberados de todo lo vano y profundamente inspirados, ellos deben ir al mundo a anunciar a la gente nuevamente la gran palabra: "Arrepentíos, porque se ha acercado el Reino de los Cielos" (Joergensen, pág. 84). Él decidió comenzar desde el cumplimiento al pie de la letra de esta exigencia.

Saliendo de la pequeña iglesia, él se sacó sus sandalias, tiró su bordón, se sacó la capa, con la cual se defendía del frío, cambió su cinto por una soga — y vestido con harapos grises, como los que vestían los pobres labriegos lugareños, descalzo, con un capuchón sobre la cabeza, --- él se sintió como transfigurado. El cambio exterior era insignificante, — dice acerca de este hecho V. Guerie, — pero en él se encerraba, para Francisco una gran idea: seguir a Cristo (V. Guerie, pag. 26).

Él tendía a idealizar todo, lo que correspondía cumplir al asceta, tendía a idealizar hasta el mismo acto de arrepentimiento, y el acto de misericordia. Esto se ve del hecho, de como Francisco se comportaba con los míseros. En los ojos de Francisco los pobres eran seres que estaban a una elevada altura, comparando con las demás personas. Por el criterio del santo católico, el pobre se presentaba como llevador de una santa misión, siendo imagen del errante y pobre Cristo. Por eso en sus enseñanzas Francisco hasta obliga a sus discípulos a pedir limosna (V. Guerie, Francisco, pág. 129)...

El 16 de Mayo de ese año, cuando Francisco comenzó su predicación, se le adhirieron dos seguidores (este día se considera como día de la fundación de la orden Franciscana). Su número aumento con el tiempo, y, cuando ellos ya eran siete, Francisco los envió a todos a la obra de la predicación al pueblo. Por fin, en ese mismo año de 1209, Francisco y sus seguidores, ya en el número de doce, se dirigieron a Roma a ver al papa Inocencio III con la petición para la bendición de la obra emprendida por ellos. Inocencio III dio su conformidad para la fundación de la nueva orden, pero estableció como condición indefectible la completa sumisión al representante de Cristo en la tierra — el papa.

Las visiones de Francisco.

A comienzos de Agosto de 1224 Francisco ideó realizar el ayuno de otoño (antes de la Dormición) en la desértica montaña de Alverna; esta montaña fue entregada a disposición de Francisco por su admirador el conde Rolando de Cattani. Junto con Francisco se dirigieron a esa montaña cinco de sus discípulos, entre ellos el franciscano León, quien era el mas cercano de todos a Francisco por su amor y excepcional lealtad hacia él.

Una vez, acercándose quietamente a la carpa de Francisco, León escuchó la voz del santo desde la lejanía, semejante a un lejano débil eco. Era Francisco que decía sus oraciones. Caminando algunos pasos, León vio a Francisco sobre sus rodillas con la vista dirigida hacia el cielo. León se detuvo inmóvil; él distinguió las siguientes palabras de la oración de Francisco: "Señor, Ώquien soy yo delante de Ti? ‘que significo yo comparado con Tu fuerza, insignificante gusano de la tierra, insignificante servidor Tuyo!"

Y Francisco repetía estas exclamaciones continuamente, hasta que León por descuido reveló su presencia con un débil ruido.

León le pidió a Francisco que le explicara el sentido de su oración.

"‘O, pequeño cordero del pastor Jesús, — dijo Francisco, — o, amado y caro León! Cuando tu escuchabas esta oración, delante de mí aparecieron dos grandes luces. Una, en la cual yo reconocí al Creador, y la otra, en la cual me reconocí a mi mismo" (Joergensen, pág. 443)...

El 14 de Septiembre, antes del alba, Francisco rezaba cerca de su celda, levantadas las manos al cielo. "O, Señor Jesús, --- clamaba de rodillas Francisco, — yo te pido solo dos misericordias: envíamelas antes de mi muerte. La primera — es que yo, en cuanto esté al alcance de mis fuerzas, pueda con el alma y con el cuerpo soportar todos los sufrimientos, los cuales Tu, Dulcísimo Jesús, soportaste en tus tormentosas pasiones. ‘Y la segunda, de la que estoy sediento, es que — en cuanto esto sea posible, yo pueda sentir con toda mi esencia aquel ilimitado amor, con el que Tu ardías, Hijo de Dios, y que te obligó a soportar tantos tormentos por nosotros, despreciables pecadores!"

Y en ese momento, cuando Francisco oraba así durante mucho tiempo, él recibió la firme convicción, de que el Señor había prestado atención a sus pedidos, de que él saborearía tanto lo uno como lo otro, pedido por él, que lo probaría dentro de los límites, posibles para el hombre creado por Dios. Y en cuanto él comprendió que esto se cumpliría, se entregó a la contemplación de los sufrimientos del Salvador, contemplación, llevada hasta el punto mas elevado de concentración. Entonces la llama de la energía religiosa de Francisco se inflamaba en él tan fuertemente, que él, en el exceso del amor y la compasión experimentados, se sintió completamente transformado en Jesús (il se sentit changé tout á fait en Jesus). (Joergensen, pág. 446, ).

Y en ese momento, cuando Francisco estaba prosternado de rodillas delante del Señor, cuando él ardía con el fuego que lo había envuelto, de pronto en esas tempranas horas de la mañana vio, que del cielo bajaba hacia él un serafín de seis alas.

Y este serafín se acercó tanto al santo, que Francisco podía ver claramente y con detalles en el serafín la imagen del Crucificado, podía ver también, como estaban dispuestas las alas del serafín: dos de ellas se elevaban sobre la cabeza, dos estaban extendidas para el vuelo, y las últimas dos cubrían su cuerpo.

Y en cuanto Francisco vio esta aparición, se excitó en él un tembloroso temor. Junto con ello él sintió también la plenitud de la alegría, y también el sentimiento de tristeza, y el de la exaltación, porque él experimentaba en la consciencia una gran felicidad, de que el mismo Salvador lo hizo digno de Su amistosa aparición, lo hizo digno de su mirada, llena de ternura; pero al mismo tiempo la vista del Señor clavado en la cruz le provocaba a Francisco una inexpresable tristeza...

Después de algún tiempo la maravillosa aparición desapareció. Desde ese momento en el corazón de Francisco se afirmó para siempre una poderosa llama, se fortaleció el vivo amor al Salvador (en la biografía de Francisco se dice que "embriagado de amor y compasión a Cristo, Francisco a veces levantaba un pedazo de madera del suelo, y tomándolo en su mano izquierda, con la derecha maniobraba sobre él a la manera de un arco sobre un violín, cantando la canción franciscana acerca del Señor Jesucristo; terminaba este cantar con lágrimas de compadecion y profundos suspiros por los sufrimientos de Cristo, y Francisco, cayendo en el olvido, detenía sus ojos en el cielo" (V. Guerie, Francisco, pág. 156). Sobre su cuerpo esta aparición dejó la imagen y un milagroso sello de las huellas de los sufrimientos de Cristo, porque inmediatamente comenzaron a aparecer en las manos y los pies de Francisco algo así como si fueran clavos; parecía, como si los centros de las manos y de los pies estuvieran perforados por estos clavos... Sobre el costado derecho del pecho se hizo visible la huella del golpe de una lanza, semejante a una cicatriz, — huella inflamada y de la cual salía sangre, que traspasaba a través de la vestimenta.

Francisco ocultaba todo esto de los hermanos; él hasta escondía sus manos, pero caminar por la tierra con sus llagados pies se le hizo imposible. Pronto a los hermanos les fue claro, y especialmente, cuando debían lavar la ensangrentada vestidura de Francisco, que él llevaba en su pecho, en las manos y en los pies la imagen y la corporal semejanza con el Salvador (Joergensen, ver pág. 445-448).

Estas apariciones después hasta recibieron una denominación especial: "estigmatización." Propiamente las heridas sobre el cuerpo, que aparecían ante estos fenómenos, comenzaron a llamarse entre los católicos "estigmas."

Es imposible no ser asombrosa esta sorprendente complejidad de la visión de Francisco. Sobre la primer visión del serafín, que inesperadamente para él descendió del cielo, estaba como sobrepuesta, por la fuerza de la imaginación de Francisco, la imagen de la otra visión, aquella de la cual mas estaba deseoso Francisco, la imagen del Jesucristo crucificado.

Es característico también aquello, que Francisco en su representación acerca de Jesucristo percibía ante todo las impresiones de la vida terrenal del Salvador, estaba absorto por la imagen exterior de sufrimiento. Esta impresión venía sobre Francisco como desde afuera, y Francisco trataba con todas las fuerzas de su alma de asemejarse a Jesucristo. Para él Jesucristo era un objeto exterior, y, proviniendo de la imagen de Jesucristo y de Sus sufrimientos, se desarrollaba la mística de Francisco.

Es necesario decir, que esta emulación hacia Cristo llegaba en Francisco hasta a copiar directamente la vida del Salvador. Así, por ejemplo, cuando al comienzo de su actividad se le juntaron hasta 7 discípulos, él, a semejanza del Salvador, que había enviado a Sus apóstoles a la predicación, — envió a la predicación también a sus apóstoles, y les dio prácticamente las mismas directivas, diciéndoles: "Id de a dos por los distintos lugares de la tierra, predicando la paz a la gente y el arrepentimiento para la liberación de los pecados" (V. Guerie, pag. 27). Es sobre todo interesante, que tres días antes de su muerte Francisco hasta pronunció delante de sus discípulos algo semejante a la misma Última Cena. Primero él mandó traerle delante suyo el Evangelio de san Juan y leerle a partir del sitio, donde se dice, que Jesús sabía, que Su hora había llegado. Después de esto Francisco mandó traer pan, lo bendijo, mandó partirlo y a cada uno de los hermanos que había presentes allí les dio un pedacito. "Él recordó, — dice la crónica, — aquella santa cena, que el Señor festejó con Sus discípulos por última vez" (V. Guerie, v. pág. 114 y 115). "He aquí que Dios me llama, dijo el agonizante, y yo perdono a todos mis hermanos, tanto a los que están presentes, como a los que están ausentes, sus ofensas y sus errores y les perdono sus pecados, en cuanto esto está en mi poder" (Y. Sabatie, pág. 352). Finalmente, las últimas palabras de Francisco fueron: "Yo cumplí, aquello que debía cumplir. Cristo os enseñará, como debéis proceder de ahora en mas. Me despido, hijos míos... Yo regreso a Dios; que tenga Él misericordia de vosotros" (Jebar, pág. 160-161)... Después de dos años de su muerte (3 Oct. 1228) Francisco fue canonizado por la iglesia Romana.

Ignacio de Loyola.

"La conversación se cumple, cuando el hombre imagina delante suyo a Jesucristo, crucificado en la cruz." (De las enseñanzas de Loyola acerca de la contemplación).

"No construyas imaginaciones por ti mismo, y a las que se construyen por si mismas, no les prestes atención, y no permitas a tu mente sellarlas sobre ti. Porque todo esto, opinado e imaginado desde afuera, seduce el alma. La mente por si misma ya tiene fuerza natural para imaginar y puede fácilmente construir quiméricas imágenes de aquello que anhela... Entonces el que experimenta esto ya no es un asceta silencioso, sino un soñador."

(san Gregorio Sinaita, asceta del siglo XIV).

"Líbranos, Señor, de las oraciones exaltadas. Las exaltaciones, los movimientos fuertes con agitación son en esencia solo sanguíneos movimientos del alma por causa de la inflamada imaginación. Para ellos Ignacio de Loyola escribió muchos directivas. Llegan a estas exaltaciones y piensan, que ya alcanzaron grandes niveles, cuando en realidad estas son solo burbujas de jabón: la verdadera oración es quieta, tranquila y pacífica, y siempre queda así en todos los niveles."

("Letras sobre la vida espiritual" del obispo Teofano.

Ed. I y II. Ed. 2-da, 1900, Moscú, pág. 25).

"La imaginación — la capacidad y retener imágenes — es una capacidad obrera... ‘de mas bajo nivel! Y ya por eso, no corresponde permitirle aparecer con sus imágenes en la

región elevada, la cual es la oración... Si se permiten las imágenes, hay peligro de orar

a una visión imaginaria... Recuerdo una cosa, dicha acerca de un anciano, que

siempre se representaba a Dios figuradamente. Cuando le explicaron, que así no correspondía rezar, él dijo: "Ustedes me quitaron a Dios..." Pero a él no le quitaron a Dios, sino solo su fantasía" ("Compilación de letras del obispo Teofan." De. 7-ma, pág. 24-25).

Ignacio de Loyola nació en el año 1491 en España, en una familia aristocrática. Los años de su juventud los pasó en el palacio del rey de España, en su juventud se entusiasmaba, así como Francisco, con novelas históricas del siglo medio. Era ambicioso. A los 30 años participó en el combate contra los franceses en la defensa de Pamiluna, donde fue herido gravemente. Durante su dolencia comenzó a leer la vida de los santos, las valentías de los cuales — en especial de Francisco de Asís — recibieron en sus ojos el mismo valor, que antes habían tenido las valentías de los caballeros y los héroes. El ejemplo de Francisco atrajo a Loyola. La grandeza del campo de acción apostólico se dibujaba en su imaginación, y él decidió consagrar su vida a la predicación. Al principio se entregó (en una pequeña ciudad de Cataluña llamada Manresa) a la vida ascética. Él posteriormente reconocía, que ya entonces lo iluminaban distintas visiones. Después en el año 1528 se dirigió a París, para recibir educación teológica. En París fundó un círculo de amigos, a los que atrajo a la obra de la predicación. Este círculo se terminó de formar completamente en el año 1534. En el año 1537 Loyola se dirigió a Roma; allí consiguió la bendición del papa para la fundación de la orden de Jesús. El reglamento de esta orden fue afirmado en el año 1540. Loyola supo organizar en forma práctica esta institución, creando de ella una poderosa arma para la propaganda del catolicismo. Es indudable, que Loyola poseía un enorme talento para la organización. Murió en el año 1556 en Roma. Casi setenta años después la iglesia católica lo canonizó.

Ignacio de Loyola, desarrollando la mística de Francisco de Asís, dejó al mundo católico un vivo recuerdo de su mística; él escribió, dentro del número de sus obras, una excelente guía y manual para alcanzar los estados de éxtasis. Esta guía se llama "Ejercicios espirituales."

Pasando a un examen más cercano de los "Ejercicios espirituales" de Loyola, vemos que después de los primeros pasos de los ejercicios, reconocidos como sumamente importantes, mas precisamente — la ocupación del asceta en el examen de su conciencia y en el arrepentimiento de los pecados ("Manrese." Introducción 8) — los siguientes principales ejercicios se determinan en Loyola con los términos meditar y contemplar.

Bajo la denominación de "meditación" se entiende el ejercicio en las visiones abstractas (pensamiento abstracto), "cuando memoria del hombre restablece en la mente el recuerdo de alguna verdad cristiana, dogmática o moral, cuando juntamente con esto el pensamiento comienza a tender hacia la compenetración de ella, y la voluntad del asceta esta dirigida a la sumisión a la verdad, a la sugestión del deseo de ligarse a ella" (Allí mismo, Intr. 8).

Bajo la palabra contemplación se entiende la visión no de algo abstracto, sino la visión de la verdad, encarnada en la vida del Salvador, ante lo cual el alma del hombre "aprende en su imaginación a ver y a escuchar la Palabra hecha carne, se convive con el Hijo de Dios, lo contempla a Él" ("Manrese." Intr. 9).

Por fin, en Loyola, además de estos estados contemplativos, hay estados todavía mas altos — "aplicación des sens;" es — cuando, "la tensión de la imaginación laboriosa ya terminó, cuando el misterio de la vida del Salvador se presenta libremente delante del alma que contempla, cuando ella sucede delante de sus ojos y produce impresión a todos sus sentidos corporales" (Allí mismo, Intr. 9).

El método de la introducción del hombre a todas estas visiones es el siguiente: el objeto, o sujeto a ser contemplado, según Ignacio de Loyola, debe ser previsto con anterioridad y ser distribuido en dos o tres puntos, los cuales anclan la memoria y los cuales contienen en si mismos las circunstancias dignas de ser remarcadas. Después el asceta comienza los ejercicios llamados "introducción" (prelude). Él se apodera de su memoria, su imaginación y su voluntad. "La memoria le provee con los puntos previamente fijados en el cerebro. La imaginación crea de ellos algo semejante a un cuadro, el corazón ardiente en la oración pide conocimiento y amor, y todo pasa, como si se hiciera en presencia del Mismo Jesús" (Allí mismo, Intr. 8).

Según las palabras del libro católico "Manrese," Ignacio presupone con la ayuda de estos ejercicios, y previo a todo esto, con el ejercicio en el examen de su conciencia y el arrepentimiento de sus pecados, dar al hombre la posibilidad de alcanzar lo siguiente: si el que comienza su esfuerzo aunque fuera un hombre pecaminoso, pero si está armado de buena voluntad, si es razonable, si es libre para el esfuerzo (señor de su tiempo y de su futuro), entonces, de tal persona, aunque fuera "un despreciable pecador," Ignacio espera hacerlo un santo hombre, y hasta un gran santo (Allí mismo, Intr. 15).

Traeremos del libro de Ignacio de Loyola "Exercises spirituels" ejemplos de sus ejercicios contemplativos.

Dijimos mas arriba, que, por las indicaciones de Loyola, el objeto, o sujeto de la contemplación debe ser previsto anteriormente y repartido en dos o tres puntos, los cuales fijan el recuerdo y los cuales contienen en si mismos las circunstancias dignas de ser remarcadas.

Tomaremos primero ejemplos de tales puntos, a los cuales Loyola aconseja al que se ejercita grabar en su cerebro ante la contemplación del infierno. (El objetivo de esta contemplación — es llevar al asceta hacia el sincero arrepentimiento en los pecados).

El primer punto consiste, en que el que se ejercita vea con la ayuda de su imaginación las espantosas llamas del infierno. Loyola dice: "Yo veré allí, voy a mirar atentamente las almas de la gente, encerrada en sus ardientes cuerpos, como si fueran cárceles eternas."

El segundo punto consiste en que, "para asimismo con la ayuda de la imaginación escuchar los gemidos, los lamentos, los gritos que destrozan el alma, que resuenan en este lugar de perdición, escuchar las maldiciones, que continuamente se vomitan contra Jesús y Sus santos."

El tercer punto consiste en imaginar que hueles el humo, el azufre, el alquitrán, en una palabra, aquel repugnante hedor, que "debe emanar la guarida, de cualquier genero de putrefacción." El cuarto punto — "Probadlo todos, que es lo mas amargo en el mundo. Tratad de haceros de esta manera sensibles a las lágrimas, que continuamente derraman los excomunicados; tratad de ser sensibles a los remordimientos — a este gusano, que desgarra a los pecadores" ("Exercises spirituels." Premiere semaine. Cinquieme exercise, pp. 70-71).

Ahora traeremos ejemplos de ejercicios, llamados "introducción" (preludes). Las introducciones que ahora tomaremos, se refieren a la contemplación "del Primer día de la encarnación del Verbo-Dios."

El primer preludio de esta visión consiste en que, "para representarse, como si esto fuera delante de sus propios ojos, todo el curso histórico del misterio de la encarnación, mas precisamente — como los tres Divinos Seres de la Santísima Trinidad miran sobre este mundo, poblado de gente, que en tropel se precipitan hacia el infierno; como la Santísima Trinidad, tocada por la compasión, decide enviar al Verbo a encarnarse en un hombre, para salvar al género humano; como en consecuencia de esta decisión fue que en el día preestablecido el arcángel Gabriel se presentó como enviado a la bienaventurada Virgen María."

El segundo preludio consiste "con la viva imaginación representarse el lugar, como si estuviera ante sus ojos. Aquí se representan la tierra, poblada por distintas naciones, y en un rincón de este universo, en Galilea, en Nazaret — una pequeña casa, donde vive la Santa Virgen."

El tercer preludio, "es — el rezo acerca del conocimiento por mí, que estoy orando, del misterio de la encarnación del Verbo por causa mía, oración acerca de que este conocimiento inflame mas y mas mi amor hacia Él y me obligue a servirle exclusivamente." ("Exercises spirituels," Seconde semaine. Premiere meditation, pp. 95-97).

Y he aquí un ejemplo de una contemplación, traído ya en la forma de una conversación del asceta con el Cristo crucificado, al Cual él ve en su estado contemplativo.

Tomamos la descripción de esta conversación al pie de la letra, como ella está descripta en "Ejercicios espirituales." "Esta conversación se realiza cuando el hombre se imagina delante suyo a Jesucristo, crucificado en la cruz... En ese momento, cuando esta pasmosa representación se presenta delante de los ojos del hombre, él comienza a preguntarse a sí mismo, a pensar de nuevo las cosas, pensar, qué fue precisamente lo que inclinó al Creador a hacerse hombre y tomar la forma de criatura y esclavo. ΏDe qué manera sucedió aquello, de que teniendo por Su esencia naturaleza eterna, Él condescendió a descender hasta el estado mortal, hasta los verdaderos sufrimientos de la muerte?"

"Ante esto corresponde culparse a sí mismo, corresponde reprenderse en la conciencia, preguntándose: "ΏQue es lo que yo he hecho hasta ahora para Jesucristo? ΏPuedo yo acaso decir, que realmente, hice algo para Él? ΏQue es lo que haré, al menos, por adelante? ΏQue debo hacer?"

"Dirigiendo, de esta manera, la vista sobre Jesús crucificado, yo le diré a Él, lo que me dirán mi mente y mi corazón... La verdadera conversación se puede comparar con la conversación entre dos amigos o a la conversación del siervo con su señor" ("Exercises spirituels." Colloque, pp. 56-57).

 

Los santos católicos:

Margarita, Gertrudis y Teresa.

(Tomado con abreviaciones del libro de William James: "La diversidad de la experiencia espiritual." Moscú, 1910. pág. 334-7, 400-1).

"No desees ver sensualmente a los ángeles, o las fuerzas Divinas, o a Cristo, para no volverte loco, tomando al lobo, como si fuera pastor, e inclinarte a los demonios enemigos... Si deseas orar en el espíritu, no tomes nada prestado de lo corporal."

(Beato Nil de Sinaí, asceta del siglo V).

La mejor pruebas del amor de Dios hacia ella, Margarita María de Alacoc, veía en sus alucinaciones visuales, auditivas y tangibles, entre las cuales la mas importante era la visión del corazón de Jesús, "rodeado por rayos de brillo mas fuerte, que los del sol, y transparentes, como el cristal. Sobre Él claramente se veía la herida, que recibió en la cruz. Alrededor de Su Divino corazón había una corona de espinas, y encima de él una cruz."

Durante esta visión la voz de Cristo le dijo, que Su corazón estaba embargado con llamas de amor hacia la humanidad, y que Él la escogió a ella, para que le anunciara a la gente acerca de este amor. Después de esto Él tomó el corazón mortal de ella, lo colocó dentro del Suyo, lo inflamó y se lo devolvió con estas palabras: "Hasta ahora tú eras Mi sierva, desde ahora te llamarás amada discípula de Mi santo corazón."

En una visión posterior Cristo le reveló los detalles del "gran proyecto," que Él se disponía a efectuar por el intermedio de ella. "Haz, que el primer viernes sea dedicado al festejo para honrar a Mi corazón. En este día todos deben presenciar a la misa y comulgar, para compensar Mi corazón de aquellas ofensas, que él soportó. Y yo te prometo a ti que Mi corazón va a ensancharse, para derramar en abundancia raudales de amor sobre aquellos, que le hagan estos honores o a quienes induzcan a otra gente a hacer esto."

"Esta revelación. — dice Bugo, — es sin duda la mas importante de todas, las que recibió la Iglesia desde el momento de la encarnación de Cristo y de la Última Cena. Después del misterio de la Eucaristía esto es — la mas elevada intensidad de la actividad del corazón santo" (Bougaud, "Histoire de la bienheureuse Marguerite Marie," París, 1894, p. 145).

ΏCuales fueron los resultados de esta revelación para la vida de Margarita María? Sufrimientos, oraciones, desmayos, éxtasis. Ella se hizo completamente inútil para el monasterio, por cuanto el amor de Cristo hacia ella la había devorado, "el cual cada vez mas y mas se apoderaba de ella, la hacía incapaz del cumplimiento de las obligaciones del monasterio."

Entre los místicos reciben mucho consideración las "revelaciones" de santa Gertrudis, monja de la orden Benedictina, que vivió en el siglo XIII. Traeremos algo de estas "revelaciones."

"Sufriendo de dolor de cabeza, ella trataba para la gloria de Dios aliviar sus sufrimientos, teniendo en la boca ciertas sustancias aromáticas. A ella le pareció que el Señor se inclinó con benevolencia hacia ella y que Él mismo encontraba consolación en este aroma. Inspirando dentro Suyo este aroma, Él se levantó y con aspecto contento dijo a los santos: "‘Ved el nuevo regalo, que me hizo Mi novia!"

Cierta vez durante la oración en la capilla ella escuchó cantar: "‘Sanctus, sanctus, sanctus!" El Hijo de Dios se inclinó hacia ella, a semejanza del mas tierno amado, y sellando sobre su alma un dulce beso, le dijo durante el segundo Sanctus: "Ante este Sanctus, que Me glorifica, recibe en Mi beso toda la santidad de Mi Divinidad y Mi humanidad, y esto te preparará para recibir la Sagrada Comunión."

Y cuando al siguiente domingo ella agradecía a Dios por esta misericordia, el Hijo de Dios, aun más hermoso, que miles de ángeles, la tomó en sus manos, y como enorgulleciéndose de ella, la presentó al Dios Padre en aquella perfección de santidad, la cual Él le había regalado. Y al Padre le agradó tanto esta alma, presentada a Él por Su único Hijo, que no pudo contenerse, en no darle a ella — lo mismo hizo también el Espíritu Santo — toda la santidad de Su Sanctus, gracias a lo cual ella se convirtió en poseedora de toda la plenitud de la santidad, que se le había dado la Omnipotencia, Sabiduría y Amor" ("Revelations de sainte Gertrude," París, 1898, pp. 1,44,186).

Hablando acerca de las manifestaciones características de la mística de occidente, no se puede callar acerca de santa Teresa, que expuso sus vivencias místicas en su autobiografía, escrita por ella en el año 1561-62.

James, habiendo estudiado las obras de Teresa, dice, que "sus ideas de la religión se reducían, si puede expresárselo así, al infinito amoroso flirteo entre el adorador y su Divinidad" ("La diversidad de la experiencia religiosa," pág. 337).

El entusiasmo místico de Teresa excitaba su naturaleza física; ella habla acerca del sentimiento de éxtasis, como de algo, que es difícil de soportar y que casi limita con el dolor físico. De la participación, que recibe el cuerpo en los goces celestiales, ella dice, que el sentimiento de gozo "lo penetra (al cuerpo) hasta la médula de los huesos, a diferencia de los goces terrenales que actúan solo superficialmente. Esto, ciertamente, solo es una descripción aproximada, — agrega ella, — pero yo no se como expresarme mas claramente" (Allí mismo, pág. 401. — Es instructivo comparar este carácter sensual de los estados de éxtasis de Teresa con la "mística sensible de Francisco, expresada hasta en una aparición fisiológica, como la estigmatización").

"Una vez, orando, — escribe ella, — yo recibí la capacidad de comprender repentinamente, de qué manera todas las cosas pueden ser contempladas en Dios y contenerse en Él. Yo las veía no en su forma común, y sin embargo las veía con asombrosa claridad, y su aspecto quedó vivamente impreso en mi alma. Esta es una de las mas sobresalientes misericordias, que me regaló Dios... Este aspecto era hasta tal punto sutil y suave, que no se puede describirlo" (Vie, pp. 581-2).

A continuación ella relata, que la Divinidad representa en si misma un enorme brillante, asombrosamente transparente, en el cual cada uno de nuestros actos se refleja de una manera tal, que toda su corrupción se ve clara y evidente. "El Señor me dio entender, — dice ella en otro lugar, — de qué manera Dios puede ser en Tres Personas. Él me mostró esto de tal manera, que mi admiración era igual a un sentimiento de consolación que se había apoderado de mí... Y ahora, cuando yo pienso acerca de la Santísima Trinidad o cuando escucho referirse a Ella, yo comprendo, de que manera las Tres Personas componen un solo Dios, y yo experimento ante esto una indescriptible felicidad."

En una de las ultimas vivencias de Teresa le fue dado ver y entender, de qué manera la Madre de Dios fue llevada al cielo (Loc. cit., p. 574).

 

"Imitación de Jesucristo"

de Tomas Kempis.

(Tomado del I Tomo de las obras del obispo Ignacio Branchaninov, pág. 254-7, 120-1,121-2).

En el prefacio de la traducción rusa al libro "Imitación," — edición del año 1834, impreso en Moscú, — está escrito: "Un hombre de elevada ilustración — ruso, ortodoxo — decía: "Si alguien me pidiera mi opinión, ‘yo sin dudar después de las Sagradas Escrituras pondría a Kempis "Acerca de la imitación a Jesucristo"! (pág. 37).

En este, tan decidido juicio se le da a un escritor extranjero una total preferencia a todos los Santos Padres de la Iglesia Ortodoxa. Esto — ‘es un autoengaño! Esto es — ‘seducción! Es el resultado de falsa comprensión; las ideas erróneas nacieron de las incorrectas percepciones, comunicados por el libro. En el libro vive, y de él respira el aliento de un espíritu maligno, que lisonja al lector, que le da de beber el veneno de la mentira, endulzado por sutiles aderezos de autosabiduría a la mentalidad, vanagloria y voluptuosidad.

La verdad puede hablar también en el interior del hombre. ΏPero cuando pasa esto? Es cuando, según las palabras del Salvador, el hombre se inviste con poder desde lo alto (comp. Lucas 24:49): "cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad" (Juan 16:13).

Si por el contrario antes de la clara venida del Espíritu Santo, que es atributo de los santos de Dios — cualquiera que se imagina escuchar dentro suyo la verdad anunciadora, ese solo lisonja a su propio orgullo, se engaña a sí mismo; él mas bien oye la voz del que decía en el paraíso: "seréis como Dios" (Gen. 3:5). ‘Y esta voz le parece como la voz de la verdad!

Los hijos de Israel decían a su santo líder y establecedor de la ley, le hablaban según el correcto entendimiento de la grandeza de la Divinidad, del entendimiento, del cual nace en el hombre la consciencia de la insignificancia humana: "Habla tu con nosotros, y nosotros oiremos, pero no hable Dios con nosotros, para que no muramos" (Éxodo 20:19) Estas humildes y salvadoras palabras son propias de los cristianos verdaderos: les previene con esta disposición del corazón, de la muerte espiritual, la cual alcanza a los engañados por el orgullo y atrevimiento. A diferencia del verdadero cristiano, este espiritual israelita, el autoseducido clama en frenesí: "Los hijos de Israel hablaban a Moisés: habla tu con nosotros y te obedeceremos; el Señor no hable con nosotros para que no muramos. ‘No es así, Señor, no es así suplico yo! Que no me hable Moisés o algún otro de los profetas: habla Tu, Señor Dios, que diste inspiración a todos los profetas. Tu solo, sin ellos, puedes enseñarme perfectamente" ("Imitación," libro III, capitulo 2).

No es digno del Señor, no es digno de imitarlo, quien esta totalmente en ruindad e impureza, y que con un tonto, orgulloso, soñador pensamiento se cree estar en el abrazo del Purísima, Santísimo Señor, piensa Tenerlo dentro suyo y conversar con Él, como con otro cualquiera ("Imitación..." libro III, capitulo 1).

El libro "Imitación" conduce a sus lectores directamente a la unión con Dios, sin la previa purificación con arrepentimiento, — y es por eso que provoca una especial simpatía en la gente apasionada, los que no conocen el camino del arrepentimiento, los que no están prevenidos contra autoengaño y la seducción, los que no son dirigidos por las correctas enseñanzas de la vida justa de los Santos Padres de la Iglesia Ortodoxa. El libro produce un fuerte accionar sobre la sangre y los nervios, los excita, — y por eso les agrada especialmente a la gente sensual: con este libro es posible tener placeres, sin rechazar los groseros goces sensuales. El alto pensar de su inteligencia, refinada voluptuosidad y la vanidad se presentan en el libro como la acción de la Gracia Divina. Tomando parte en la perdición mas refinada, los hombres corporales llegan al máximo del goce, que se les presenta sin dificultades, sin abnegación, sin arrepentimiento, sin haber crucificado el cuerpo con las pasiones y lujuria (Ver Gal. 5:24), acariciando el estado de caída. Alegremente pasan ellos, guiados por su ceguera y orgullo, del lecho del amor bestial, al lecho del amor ya más transgresor, que domina en el prostíbulo de los espíritus rechazados. Una persona, perteneciente por su posición mundana al mas alto y educado nivel, y al parecer — a la Iglesia Ortodoxa, se expresó de la siguiente manera de una mujer luterana fallecida, que ella reconocía por santa: "Ella amaba a Dios con pasión; ella pensaba solo en Dios; ella veía solo a Dios; ella leía solo el Evangelio e "Imitación...," el cual es — un segundo Evangelio" (Este exaltado discurso fue pronunciado en francés, que es tan propicio para la escena: "Elle aimait Dieu avec passion; elle en pensait qu’á Dieu; elle en voyait que Dieu; elle en lisait que L’Evangile et l’Imitation qui est un second Evangile"). Con estas palabras está expresado precisamente aquel estado, al cual se lleva a los lectores y admiradores de "Imitación..." Es concordante, en su esencia, con esta frase el dicho de una famosa escritora francesa, madame de Sevigne acerca del famoso poeta francés Rasine el mayor. "El ama a Dios, --- se permitió decir m-me Sevigne, — como antes amaba a sus concubinas" (!!! "Il aime Dieu, comme il aimait ses maitresses"). El conocido crítico Lagain, que primero era ateo, después pasó al Cristianismo, incorrectamente comprendido y pervertido por él, aprobando la expresión de madame Sevigne, dijo: "El corazón, con el que se ama a Dios y a la creación — es uno, aunque las consecuencias se diferencian tanto una de otra, en cuanto son diferentes los sujetos" ("C'est avec le meme coeur, quón aime le Créateur, ou la créature, quoique les effets soient aussi différents, que les objets"). Rasine pasó de la depravación a la seducción, llamada "opinión." Esta seducción se expresa con toda claridad en las dos últimas tragedias escritas por el poeta: en "Ester" y "Gofolia." Los altos pensamientos cristianos y sentimientos de Rasine encontraron para sí un amplio lugar en el templo de las Musas y de Apolo (las Musas y Apolo — son divinidades de los antiguos gentiles, griegos y romanos; a estos demonios los gentiles les atribuían la protección de las exquisitas artes), en el teatro provocaron entusiasmo, aplausos, "Gofolia," reconocida como la mas alta obra de Racine, fue representada cuarenta veces seguidas. El espíritu de esta tragedia — es uno con el espíritu de "Imitación..."

Nosotros creemos, que en el corazón humano existe el deseo bestial, introducido en él por la caída, y que se encuentra en correspondencia con la concupiscencia de los espíritus caídos; creemos, que en el corazón también hay ansia, anhelo espiritual, con el cual fuimos creados, el cual ama naturalmente y correctamente Dios y el prójimo, los cuales se encuentran en armonía(en consonancia, en concordancia) con el anhelo de los santos ángeles. Para amar a Dios y en Dios al prójimo, es indispensable purificarse del ansia animal. La purificación es realizada en el hombre por el Espíritu Santo, que expresa con la vida justa su voluntad para la purificación. Es que precisamente, se llama corazón en el sentido moral, al anhelo y otras semejantes fuerzas, y no al órgano del cuerpo — el corazón. Las fuerzas están concentradas en este órgano del cuerpo, — y por ende es trasladada por el uso común la denominación del miembro corporal hacia la reunión de fuerzas.

En contraposición a la sentido de la gente corporal, los hombres espirituales, habiendo olido el hedor del mal, que se finge ser bueno, inmediatamente sienten repulsión del libro, que emana de sí este hedor. Al "staretz" Isaías, monje que guardaba silencio en la reclusión de Nikiphor, que llegó a la oración inteligente y que recibió un bienaventurado esclarecimiento, le fue leído una parte de "Imitación..." El staretz se compenetró inmediatamente del significado del libro. Él se rió y exclamó: "‘O! esto está escrito bajo "la opinión." ‘Aquí no hay nada verdadero! ‘Aquí — todo es inventado! Así como se le figuraban a Tomás los estados espirituales, y así como él pensaba de ellos, no habiéndolos conocidos por experiencia, así él los describió." La seducción, siendo una desgracia, se presenta muy triste; y siendo también absurda — ella provoca risa. El archimandrito del monasterio de Cirilo-Novoezerky, Teophan, conocido por su estricta vida ascética, quien se había ocupado, en la simpleza de su corazón, casi exclusivamente del esfuerzo corporal, y que acerca del esfuerzo espiritual tenía solo la más modesta comprensión, al principio proponía a las personas, que buscaban su consejo y a los que estaban bajo su guía, la lectura del libro "Imitación;" pero pocos años antes de su muerte él comenzó a prohibir la lectura de ese libro, diciendo con santa simpleza: Antes reconocía yo a este libro como provechoso para el alma, pero Dios me abrió que su lectura es dañina para el alma. De la misma opinión era el sacerdote monje esquemático Leonid, conocido por su gran experiencia monacal, quien estableció el principio de la buena organización moral del desierto de Optin, de la diócesis de Kaluga. Todos lo ascetas mencionados eran personas conocidas personalmente por mí. Un terrateniente, educado en el espíritu Ortodoxo, que conocía muy bien el "gran mundo", o sea el mundo en sus más elevados niveles, cierta vez vio el libro "Imitación..." en las manos de su hija. Él le prohibió la lectura de ese libro, diciéndole: "Yo no quiero que tú sigas la moda, y coquetees ante Dios." La mas cierta apreciación del libro.

_________________________________________________________________________

Folleto misionero número S119

Misión Ortodoxa de la Santísima Trinidad

Copyright 2000, Holy Trinity Orthodox Mission

466 Foothill Blvd, Box 397, La Canada, CA 91011, USA

Redactor: Obispo Alexander (Mileant)

Mistika_s.doc 11/1/2002