Zar-mártir

Nicolás II

Traducido del ruso por Taisa Morosoff

 

 

Contenido:

Como Prólogo,

La Palabra del Jerarca Juan de San-Francisco, dichas por la muerte del Zar-Mártir Nicolás II.

El perfil interior del Zar Nicolás II.

A la memoria del último Zar.

Por Archimandrita Konstantin (Profesor Cirilo Zaitsev, 1887-1975)

Catástrofe.

Milagros de los Mártires de la familia real.

Conclusión

"Nuevos pasionarios."

Anexo 1.

Oración.

Anexo 2.

Ultimo Rayo,

Por Protopresbitero León Lebedev.

 

 

 

Como Prólogo,

La Palabra del Jerarca Juan de San-Francisco,

dichas por la muerte del Zar-Mártir Nicolás II.

"La voz de la sangre de tu hermano clama desde la tierra a mi.

Ahora pues, maldito seas tú de la tierra. que abrió su boca

para recibir de tu mano la sangre de tu hermano" (Génesis 4:10-11)

De este modo habló Dios a Caín después de haber dado muerte a Abel. El benigno y manso Abel yacía en la tierra sin respirar y sin hablar. Más su voz clamaba al cielo ¿por qué clamaba ella? Clamaba la tierra, clamaba la naturaleza, pidiendo a Dios por justicia. Pedía, clamaba, porque no podía callar, estremecida por el crimen sucedido. Hay hechos que estremecen hasta a las naturalezas inanimadas. El Mismo Dios ejerce el juicio sobre ellos. Así fue el primer crimen de Caín. Y así muchos otros crímenes[ pesados] penosos. Así fue la acción aterradora del regicidio en Ekaterinburgo. ¿Por qué fue perseguido, calumniado y muerto el Zar Nicolás II? Porque era el Zar, el Zar por la Misericordia de Dios. El era el portador de la ideología ortodoxa, el Zar era el servidor de Dios, era el Ungido por Dios al Cual él debía rendir cuentas por el pueblo a él otorgado, por todas sus actitudes y hechos, no solo personales, sino como Gobernador.

Así creía el pueblo ortodoxo ruso, así enseñaba la Iglesia Rusa, así lo entendía y sentía el Zar Nicolás. Estaba totalmente impregnado con este concepto. La posesión de la tiara del Emperador la sentía como un servicio a Dios. Lo tenía en cuenta en todas sus decisiones importantes, ante todos los problemas responsables surgidos. Por eso era tan firme e inquebrantable en lo que consideraba que era la voluntad Divina y apoyaba firmemente aquello que era necesario para el Reino por él encabezado.

Cuando vió la imposibilidad de cumplir a conciencia su función gubernamental, quitó su corona imperial, a semejanza del príncipe San Boris, para no ser la causa de discordias y derramamientos de sangre para Rusia. El sacrificio personal del Zar no trajo ningún provecho para Rusia, sino que dió una mayor oportunidad para realizar impunemente crímenes, trajo un inconmensurable pesar y sufrimientos. En ellos él demostró su grandeza de corazón, semejante al justo Job. A pesar de ello la maldad del enemigo no disminuía. El Zar representaba un peligro para ellos, porque era el portador de la conciencia, del poder superior que tenía que ser obediente a Dios; de El recibir la bendición y fuerza, y seguir los mandamientos de Dios. El Zar era la viva encarnación de la Providencia Divina, que actuaba en los designios de los imperios y pueblos y guiaba a los gobernantes fieles a Dios hacia hechos benévolos y provechosos. Por eso, él era intolerable con los enemigos de la fe, y con los que pretendian poner la mente humana y las fuerzas ante todo... el Zar Nicolás Segundo era un servidor de Dios por su concepto del mundo, por su convicción y sus actos, así era él ante la vista de todo el pueblo ortodoxo. La lucha contra él estaba internamente ligada a la lucha contra Dios y la fe. En esencia él se hizo mártir, permaneciendo fiel al Rey Celestial, y aceptó la muerte como la aceptaban los mártires.

El virtuoso Job gran sufriente fue el primer ejemplo de la imagen del Gran Mártir por nuestros pecados, el Salvador del mundo. Semejante a Job poseedor de grandes fortunas se volvió mendigo, el Hijo de Dios abandonó Su trono Celestial y en la "indigencia" no tuvo donde proteger Su cabeza. Como Job sufrió los reproches de sus amigos, así Jesucristo sufrió la difamación y calumnia de sus coterráneos y la traición de Judas. Como San Job fue agraciado nuevamente con fama y riqueza, del mismo modo, el Hijo de Dios resucitó de entre los muertos y ascendió a Su Trono Celestial, glorificado por Ángeles y acogido con honras por todo el mundo.

El vivo recuerdo de los padecimientos de Jesucristo vivió el Zar Nicolás en los días de su martirio. Todos sus allegados lo abandonaron y como los amigos de Job lo acusaron de crímenes no cometidos. Multitudes, que lo aclamaban hacía poco tiempo, lo recibían ahora con deshonra y: decían ¡crucifícalo! por doquier. Los amigos callaban por "temor judío." El Zar con su alma intrépida sobrellevaba todo sin rencor y con perdón. Con esto tenía más gloria en el mundo, que si hubiera hecho actos gloriosos en su reinado. Sobresaliendo desde la niñez por su devoción el Soberano trató en su vida de semejarse al santo Job y al jerarca Nicolás. "Nací el día del gran sufriente Job y estoy destinado a sufrir, " decía él mucho antes de sus días penosos. El Zar bebió hasta el fondo el cáliz de sus padecimientos. ¡Mas quien con Cristo padece, con El se glorifica! Sobre el Zar resplandece la corona de Gran Mártir, que siguió con su cruz al Hijo de Dios.

¡Por la pecadora y sufridora Rusia actual

necesitamos una gran oración del Zar-Mártir!

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El perfil interior del Zar Nicolás II.

El emperador Nicolás Segundo, zar mártir, nació el 6 de mayo (calendario antiguo) — el día del múltiple-mártir Job. Lo recordaba a menudo ésto el zar viendo en ello una señal o indicio. Su martirio fue el 4 de julio, el día de san Andrés de Creta, el que invocó a los creyentes de todos los tiempos a la penitencia, en su oración de la gran cuaresma "¡Todopoderoso y Señor de mi vida...!"

El dos de marzo del año 1917 el ungido por Dios, cediendo, por la fuerza y siendo traicionado por sus principales generales pérfidos, que con engaño lo obligaron de abdicar al trono, y contra su voluntad, a alejarse de dirigir Rusia. Los días siguientes fueron el inicio de una rápida e irremediable caída del país hacia un ilimitado periodo de grandes martirios. Un jerarca ruso en el exilio escribía:" ¿No ha finalizado aún la gran vituperación del Bien y del Mal que requiere de Rusia tantas víctimas inocentes? y el nombre del caído Soberano aún permanece ante nosotros como una "señal profética." Todas los artificios de los homicidas de denigrar su honorable imagen fueron vanas. Lágrimas enternecidas repetidamente serán vertidas ante la hazaña de los grandes mártires nuevos en la familia real. El tiempo hace, que diariamente se revelen las engañosas calumnias, mostrando las imágenes de los fallecidos en la verdadera luz. Actualmente nadie se atreve a culpar al emperador Nicolás II por todas las desgracias y horrores en las que fue inmersa nuestra Patria..."

Por más que esto parezca monstruoso, parece increíble, de que ya se volvió histórico: el símbolo de la Gran Rusia— ¡el trono de Rusia! — se encontró roído por termitas de ficción, calumnias, malvadas intrigas futiles, y negra traición. ¿Desde dónde? Del derredor cercano al Zar, de sus generales, de quienes tenían que ser los primeros en defenderlo... El mejor biógrafo del Zar-mártir, S. Oldenburg dice:

"Apartándose de todas las verdaderas informaciones acerca del Zar y su familia, con obstinada idea preconcebida, la clase intelectual rusa asimilaba y recordaba todo lo que se publicaba acerca del Zar en los panfletos revolucionarios, captaba el susurro de los chismes de cortesanos, e insinuaciones de los dignatarios caídos en desgracia. Y todo ello fluía por Rusia como torrente "de manantiales verídicos, " envenenando y corrompiendo al pueblo"

 

Así en vez de su famosa "débil voluntad, " ante nosotros tenemos un Zar quién empecinadamente iba por el camino de sus propias buenas intenciones.

El general Gurko recalca solo un caso de "capitulación" del Zar ante una la opinión ajena: es ante el manifiesto del l7 de octubre del año 1905 "por reconocimiento de un inevitable hecho histórico" cuando los enemigos exteriores e interiores de Rusia la llevaron al este, a la guerra con Japón, y las revueltas del oeste, la dejaron en un callejón sin salida. El Zar después del obligado manifiesto, que dejoó a Rusia en manos de los partidos políticos, buscaba una salida, y era consciente de la caída del país por causa de la Duma del Estado. Y ésta salida valerosa ya se vislumbraba la primavera del año 1917 en la devastación del enemigo — de Alemania en campos de batalla.

El presidente de Francia Lube decía: "Generalmente ven en el emperador Nicolás II a un hombre bueno, magnánimo, pero débil. Esto es una gran equivocación. El tiene de antemano planificados los planes, cuyo cumplimiento va realizando paulatinamente. Bajo su aparente timidez, tiene el Zar un alma fuerte y valerosa con un corazón fiel , de firmeza sólida. El sabe hacia donde va, y lo que quiere.

Un cercano al Zar A. Mordvinov niega categóricamente en sus "Recuerdos" ("Crónicas Rusas del año 1923) la influencia de la emperatriz o de cualquier otra persona en las decisiones del Zar, trayendo ejemplos interesantes y convincentes. Muestra la verdad acerca de la conocida leyenda sobre Rasputin. Mordvinov escribe:

En ocasiones el Zar no estaba conforme con algunos personajes gubernamentales no era porque no simpatizaban con Rasputin, sino porque permitían creer y difundir la creencia de cierta fuerza de Rasputin en hechos del estado. A los ojos del Zar sólo ésta suposición ya era ofensiva y rebajaba su dignidad. He aquí la causa "de saltacabrillas ministeriales" con lo cual no cesaban de envenenar el poder del Zar.

La influencia de Rasputin sobre los hechos gubernamentales — es una de las más infames leyendas diabólicas del que agrandó la figura de Rasputin hasta ser la "causa de la perdición de Rusia."

Rasputin muy raramente era recibido en la Corte. Zhilar, el educador del príncipe, que vivía en la Corte, así como el médico de la corte Botkin (perecido en Ekaterimburgo con la familia) que frecuentaba el palacio a diario, aseguran, que en varios años vieron a Rasputin solamente una vez. Ambos aseguran que la venida de Rasputin a palacio era por enfermedad del heredero. El general Resin, sin permiso de quién ni un alma podía ingresar al palacio, en siete meses no vio ninguna vez a Rasputin allí. El mismo Mordvinov encontrándose permanentemente en palacio desde el año 1912 y siempre acompañando al Zar en tiempos de guerras, a lo largo de cinco años nunca vio a Rasputin, nunca había oído sobre él en la familia real con quienes estaba muy cercano y era amigo de las grandes princesas.

Se difundían chismes cómo ¿quién no sabe en Rusia que Rasputin día y noche pasaba en el palacio del Zar?! Pero, nadie de los oficiantes superiores, habiendo negado la entrada a Rasputin, tuvo problema por nada... A menudo benefactores inoportunos, inducidos en error y contagiados por propaganda hostil, hacían al Zar como a una persona "tozuda, " porque el Zar, aconsejado por ellos, no quería alejar a Rasputin. ¿Más de dónde debía alejarlo? ¿Y en qué se ocuparía entonces el tropel de los "rasputinsev" (partidarios de Rasputin), enloquecidos totalmente con la idea de hacer una revuelta en el palacio?

La sociedad liberal de Rusia estuvo en "diferencias con el Zar" porque ella por si misma estaba en total divergencia con el pueblo y sus ideales. Ella no sólo malgastó la santidad de la ortodoxia sino también el principio religioso con el que vivía la gente. Ella malgastó el destino histórico de toda su patria y fantaseó sin cesar con las "necesidades históricas del pueblo"... El pueblo instintivamente entendía los errores más grandes de la "sociedad adelantada." El Zar estaba en todo con el pueblo y para el pueblo. Siendo un cristiano muy religioso sentía el camino histórico en la Rusia ortodoxa, su originalidad y espíritu, y constantemente sin clamor y ruidos, ni querellas con la Duma, iba mejorando la vida del pueblo. El Zar amaba a los campesinos con un amor paternal puro. El emperador Nicolás Segundo permanentemente repartía a los indigentes grandes sumas de dinero de la caja de su escritorio hasta casi el total vaciamiento de ella.

La malévola calumnia de los social marxistas lo llamaban "Nicolás el sangriento." Sabrían algunos aún hoy que el Zar Nicolás II en los 22 años de reinado no firmó ninguna sentencia de muerte y a menudo denegó resoluciones judiciales a veces hasta de juicios militares.

Sorprendente modo de vida de familia sencilla rusa aplicaba en su familia. Se esforzaba por todos los medios de fusionarse con el pueblo .Siempre sencillo, muy prudente, amante y cariñoso. Sus inolvidables ojos a menudo mostraban su interior espiritual. Moderado y cuidadoso era sólo con los ministros y dignatarios (y no siempre) ya que allí terminaba su vida personal dando lugar a su responsabilidad ante Rusia.

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La comisión nombrada por el gobierno temporario y teniendo preconcepto en relación al Zar llegó a la conclusión que el Zar era inocente, limpio. Mordvinov atestigua: "Siendo los dos, el Zar y la Zarina cristianos muy fieles, eran rusos y ortodoxos por sobre todo. Desde este aspecto es de donde fluía su nacional patriotismo y su tendencia de dejar todo en manos de Dios. De aquí su aversión a todo ateísmo, al materialismo. Con este punto de vista religioso se iluminaba su convencimiento en la necesidad de un absoluto monarca para Rusia, a esta conclusión llegaban también los historiadores famosos rusos como N. M. Karamzin, M. Solovief, V.S. Solovief, F.M. Dostoievski y otros."

La imagen espiritual del Zar mártir Nicolás Alexandrovich se resaltó aún más durante los trágicos sucesos acaecidos después de su abdicación. Pocos conocen con todos los detalles sus martirios y los de su familia en el exilio. Siempre reservada, simple, siempre benévola toda la familia, encabezada por el Zar, perdonaba y soportaba los insultos, canciones ultrajantes y odio animal..."

Las trágicas palabras de: "en derredor todo es traición, cobardía y engaño" se pueden tomar como los últimos proferidos por el Zar para Rusia, ¡su testamento!: "no hay una ofrenda, que no hubiera ofrecido en nombre del verdadero bien y para salvación de la querida madre-Rusia — y el testamento fue cumplido. La familia imperial toda fue víctima inocente para la redención de la seducida Rusia.

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A la memoria del último Zar,

Por el Archimandrita Constantin (Profesor Cirilo Zaitsev, 1887-1975).

La tragedia moral condicionada por la total incapacidad de la sociedad instruida rusa de comprender la belleza espiritual y la alta moralidad de su Zar fue expresada por sobremanera por el obispo Juan de Shanghai antes del oficio religioso fúnebre por las almas de la familia imperial. No menos enérgico fue lo expresado por el obispo acerca del gran pecado de regicidio, que recayó sobre el pueblo ruso por haber dejado matar al Zar…

"El Zar mártir — decía el obispo — era muy parecido al zar Alexei Mijailovich Tishaishi (muy manso), lo superaba en su inconmensurable mansedumbre... Su imagen interior espiritual y moral era tan rica que aun los bolcheviques queriéndolo degradar pudieron sólo acusarlo de una cosa — de ser devoto.

"Es sabido, que él siempre comenzaba y finalizaba su día con la oración. En todas las festividades eclesiásticas comulgaba, mezclándose entre la gente que se acercaba al gran Sacramento, como sucedió en la apertura de las reliquias del beato Serafín. El era una imagen de castidad y ejemplar cabeza de familia ortodoxa, educó a sus hijos preparados para servir al pueblo ruso y severamente los preparó para el futuro trabajo y hazañas. Era muy cuidadoso con las necesidades de sus súbditos y quería conocer de cerca con precisión y certeza sus trabajos y servicios. Un caso conocido por todos, cuando caminó varias millas con el total equipamiento de un soldado, para conocer más de cerca las condiciones del trabajo de un soldado. Andaba siempre sólo, no acompañado, y con ello quedan totalmente sin efecto las calumnias de que temía por su vida. Decían que era confiado... Mas el gran padre de la iglesia San Gregorio el Teólogo decía: cuánto más limpio sea el corazón más confiado será."

¿Con qué le pagó Rusia a su Soberano de corazón pulcro, que amaba a su Patria, más que a su propia vida?

Ella le pagó con calumnias. El era de una alta moralidad — hablaron de su corrupción. El quería a Rusia — lo acusaban de traición. Hasta los más cercanos repitieran estas calumnias, contando uno a otro, chismes y habladurías. Por influencia de malos pensamientos de unos, indisciplina de otros, las calumnias se agrandaban y comenzó a enfriarse la estima por el Zar. Luego comenzaron a hablar de los peligros para Rusia y comentar métodos de liberación de este inexistente peligro y en nombre de la "salvación" de Rusia comenzaron a decir que era necesario destituir al Zar. La maldad calculada hizo su trabajo: ella alejó de Rusia a su Zar y en un momento terrible en Pskov él se encontró solo... Aterrador abandono del Zar... Pero él no abandona a Rusia, Rusia lo abandona, a él, que la quería más que a su vida. Viendo esto en la esperanza de que con su achicamiento amansará y calmará las pasiones enardecidas del pueblo, el soberano abdicó al trono... Comenzó el júbilo de los que querían la caída del soberano. Los demás callaban. Siguió con el arresto del soberano y los sucesos posteriores fueron inminentes... El soberano fue muerto, Rusia callaba...

Grande el pecado — alzarse contra el Ungido por Dios... No queda vengada ni la más mínima participación a tal pecado. Con gran pesar decimos: "su sangre está sobre nosotros y sobre nuestros hijos." Pero recordemos que esta malignidad fue realizada el día de San Andrés de Creta, llamándonos a una profunda penitencia... Nuestra penitencia debe ser total, profunda, sin ningún tipo de autodisculpa, sin pretextos, condenado todos los hechos malos desde su comienzo..."

Si, toda Rusia contemporánea al crimen, es culpable por la muerte del Zar: Los que no fueron cómplices del asesinato, ¡lo fueron por tolerarlo! Asusta más que la aceptación de la culpabilidad de toda Rusia en esta perversidad, es la constatación de cuán insignificante fue la repercusión del hecho en la sociedad rusa de la matanza de Ekaterimburgo.

Todos acusan a los bolcheviques. En esto estamos de acuerdo. ¿Es este el hecho? ¡Acerca de los bolcheviques todo esta claro! Pero ellos sólo pronunciaron la última letra del terrible abecedario, no inventado por ellos. Reflexionemos... Donde comenzó éste cruel e ignominioso alfabeto, pocos reflexionan. Es asombroso con qué lentitud y con cuánto esfuerzo se abren los ojos de los que "recuperaron la vista" sobre la imagen del Zar. Con qué dificultad se va borrando de la sociedad instruida rusa el mirar con altivez al manso Ungido. Y así escribe la mejor biografía del Zar S. S. Oldenburg acerca de esta ignominiosa acción de la sociedad rusa:

"Rechazando la realidad sobre la verdadera vida del Zar y su familia, con obstinada idea preconcebida, la clase intelectual rusa sólo aceptaba y recordaba lo que se imprimía acerca del Zar en pasquines revolucionarios ilegales, a menudo sacando pizcas de chismes de palacio, insinuaciones de dignatarios desgraciados. El dictamen acerca del Zar como de una persona ignorante, limitada, estrecha — algunos hasta decían "débil mental" — persona sin voluntad, además de ser perverso y astuto — eso era lo que se escuchaba en los círculos intelectuales. Hasta su rango militar —en el cual quedó, porque su padre falleció cuando él tenia 26 años — era causa de reproche, tildándolo de el "pequeño coronel" por el nivel —como de "coronel de armas, " etc.

No hay que pensar que semejante actitud hacia el Zar era solamente de personas mal pensadas y mal intencionadas, indiferentes o hasta hostiles a la monarquía. Las personas con ideas monárquicas y simpatizantes con el soberano a menudo veían en su figura algo lamentable. ¡Con qué malicia fue tomada por la clase liberal la idea de que el Zar es el doble del zar Feodor (hijo de Ivan IV), ridiculizándolo especialmente en escena, estilizado como manso pero indigente "simplón"!

Así repetían con tristeza, pesadez en el corazón, con desconsuelo meneaban sus cabezas los auténticos monárquicos que no encontraban en el Zar lo que querían ver, y no percibían su mano dura en el manejo del timón gubernamental.

Se puede entender, y hasta parcialmente disculpar a aquellos que en "aquellos momentos" pensaban así pues la perspectiva estaba alterada. ¿Ahora "después" de todo lo sucedido? ¿Es posible permanecer en los antiguos estereotipos en tanto el Zar permanecía incomprendido aun después de su martirizada muerte, como también incomprendida permanecía, desde el punto de vista objetivo, su relación con la sociedad. ¡Así de profundo era el alejamiento espiritual y psicológico del círculo cultural ruso de la base de la Santa Rusia, y del entendimiento de la esencia de la autoridad del poder Autocrático en Rusia!

Demostrativo de esto es el particular e inteligente libro de V. I. Gurko "El Zar y la Zarina." Su autor es uno de los mejores hijos de la Rusia pasada, uno de los pilares de su organización gubernamental. Persona inteligente como pocos y de exclusiva educación era el adorno de la digna burocracia rusa. Su nombre permanecerá sin olvido como el precursor de la reforma de Stolipin. Siendo víctima de intrigas, debió permanecer inactivo, más no tuvo rencor ni se colocó en la oposición. Permaneciendo en contacto con lo que se hacia en la superioridad pudo apreciar y valorar lo que sucedía en las mas "altas esferas" aún porque no pertenecía a ningún partido, no estaba con los de derecha, ni con los de izquierda, pero por convicción era conservador y monárquico. El es la persona más apta para la "rehabilitación" del Zar ante la mira de la sociedad.

Y verdaderamente el libro de Gurko, otorgando lo debido al Zar, derrumba totalmente ciertos puntos de vista sobre él, los que envenenaban la conciencia de la inteligencia rusa. Ante nosotros encontramos a una persona irreprochable en el ambiente familiar — "brillante y exclusivo entre el carácter de moralidad que se había formado en los círculos altos." —Y con ello ejemplo de abnegación en el cumplimiento de lo que él consideraba Asunto del Zar. Valorando con altura la imagen del Zar, Gurko no encuentra la llave para el entendimiento de su personalidad... En el aspecto gubernamental el Zar, también para Gurko — " era una persona de tamaño pequeño, " y no estando a la altura de los acontecimientos! Según el concepto de Gurko, el Zar no veía el cuadro total, percibía solo los detalles y no diferenciaba lo general de la gobernación de los disposiciones particulares, lo cual lo llevaba a demasiada defensa de su poder de atentados inexistentes. Gurko da a entender una común tozudez en la gente débil para hacer cumplir su voluntad en insignificancias. Sin embargo Gurko acepta que el Zar seguía firme en el camino de sus intenciones — con sólo una excepción: la capitulación del 17 de octubre, por sugestión y por impertinentes ideas ajenas como "históricamente necesarias."

Sin detenerse en pensar en que medida esta excepción sirve para abrir el enigma de la personalidad del soberano Nicolás II, Gurko no toca el tema, pasa de largo. Hablando sobre la orientación mental del Zar, Gurko cita el testimonio de Polovtsov del diario de 12 de abril del año 1902: "Todo lo maneja Dios, por Quién es Ungido el Zar, quién no debe ser aconsejado por nadie sino, que tiene que seguir exclusivamente la intuición Divina." Gurko se inclina a buscar en esta imagen de mentalidad la raíz de algunos actos realizados por el Soberano (en parte por la influencia de la Emperatriz) irrumpiendo en el circulo de la normal fluidez de los hechos gubernamentales y eclesiásticos.

Se debería ahondar más en este tema — y ahí mismo encontrar la llave común para entender el comportamiento del Zar, al parecer de Gurko, a veces muy enigmático. El hecho es que el Zar con todo respeto por el orden y la forma, no contaba que la voluntad del Zar debía estar formalmente atada a algo. Por eso, cuando él insistía en el cumplimiento de algo, dejando de lado lo formal, significaba que a esto lo inducían serios fundamentos. La causa de estas actitudes no hay que buscarlas en la tozudez del Zar ni en pequeñeces, sino en algún otro lugar. El material que Gurko nos da, de ningún modo se asocia con su propia valoración de los actos del Zar. Gurko nota un ilimitado dominio propio en el Soberano, producido por un apoyo interior. Nunca lo vieron con gran cólera, ni con gran alegría, ni siquiera con una gran excitación. Su cólera se insinuaba cuando sus ojos se volvían vacíos—como si se hubiera alejado, sin sentir ni ver nada. Permanecía totalmente calmo también en momentos de peligro. Ello, por consideraciones de Gurko, él sobrellevaba muy fuerte cuando lo sentía como un golpe sobre Rusia. La derrota en Solday no le salió barato. "Comienzo a sentir mi corazón viejo — le escribía a la Emperatriz el 12 de junio del año 1915 — por primera vez, recuerdas, fue en agosto del año pasado después de la catástrofe de Samson y ahora nuevamente." ¡Gurko hace notar también que el soberano utilizaba con insistencia su voluntad en ciertas "menudencias, " sin violar él nunca una ley en asuntos de índole gubernamental...!

¿Como, teniendo estos datos, se podría acusar al Zar de mezquindad, de terquedad? Detrás de los trazos de carácter traídos por Gurko se siente una sorprendente voluntad disciplinada, se siente una fuerte responsabilidad moral y se percibe un gran alma. La propiedad de mezquindad y obstinación se descubren, cuando un hombre, creyendo ser un gran personaje, en realidad¡ no lo es! Cuando ésta persona se desprende de su postura, aquí aparece su carácter mezquino. ¡Pero el Zar no posaba! Si el insistía en algo era porque a su entender eso no era menudencia, y lo insistía por algo esencialmente moral y de fundamento justificado...

Para entender con más precisión la verdadera y propia moral del Soberano, enraizada en una alta disciplina de su alma, traeremos algunos datos acerca del Soberano, dados por otra persona, también de gran confianza, del ministro Sazonov:

"Observándolo en los oficios religiosos, durante los cuales nunca movía la cabeza, no podía separarme de la idea de que así rezan personas, que perdieron confianza en la ayuda humana, esperando encontrar poco en sus propias fuerzas, y sedientos de indicaciones y ayuda solamente de Arriba."..

"Pasare lo que pasare en el alma del Soberano, él nunca cambiaba sus actitudes en relación a los que lo rodeaban. Tuve oportunidad de verlo de cerca en momentos de turbación por la vida de su único hijo, en quién se concentraba toda su ternura, y además de cierta silenciosidad y una mayor reserva, en él no se traslucía ningún tipo de sobrevividos sufrimientos... (Spala, ano 1912)."

"Al tercer día de mi estancia en Spala supe de los médicos, que trataban al Heredero, que había pocas esperanzas en la curación del enfermo. Yo tenía que volver a Peterburgo. Saludando al Soberano antes de partir pregunté por el estado del Heredero. Me contestó con voz baja pero tranquila: "esperanzados en Dios." En estas palabras no había ni sombras de dudas ni falsedad. Sonaban sencillas y sinceras."

¡He aquí un pequeño pero muy característico trazo de las relaciones del Soberano con la gente, en momentos evidentemente desagradables! Una vez salió a luz una conversación acerca de un ex ministro a quien Sazonov no menciona, pero en quien fácilmente vislumbramos a Vitte. Entre él y el Soberano no sólo había un precipicio de incomprensión sino algo más. El Soberano no estimaba a Vitte, quién le devolvía con una enfurecida antipatía, la cual a menudo se traslucía en sus expresiones recubiertos con subrayada "estimación" a la memoria de Alejandro III. El Soberano era conocedor de estos sentimientos hacia él de Vitte. Grande era la extrañeza de Sazonov cuando él en expresiones del Zar sobre Vitte no vio ningún tinte de irritación. Sazonov no ocultó su extrañeza ante el Zar. El Soberano le contestó con las palabras siguientes:" Esta cuerda de mi propia irritación llegué hacer callar hace ya mucho tiempo. Con la irritación no mejoras nada, además una palabra fuerte, dicha por mi, sonaría más ofensiva que de cualquier otra persona."

Citemos la opinión de una persona más lejana al Zar y a Rusia, pero capaz de ver mucho en el carácter del Zar. Nos referimos al presidente de la república francesa Lub:

"Comúnmente ven en el Soberano Nicolás II a un hombre bueno, magnánimo pero algo débil, indefenso ante influencias y presiones. Esto era— un gran error. El se dedicaba a sus ideas, defendiéndolas con paciencia y empeño; teniendo planes previstos de antemano, cuya realización obtenía de manera paulatina... Bajo visible timidez, algo femenina, el Zar tiene un gran alma firme y corazón valiente, inquebrantablemente fiel. Sabe adonde va y que quiere."

No vamos a seguir las valoraciones y testimonios, que caracterizan las cualidades exclusivamente morales del Zar y la firmeza de su voluntad. No mencionaremos tampoco algunas menciones que recalcan por sobremanera la gran fuerza de la inteligencia del Zar. Derivamos al lector al conocido libro S.S. Oldenburg. Conociéndolo, el lector se convencerá por si mismo de cualidades sobresalientes del Soberano, como persona y gobernante.

Queda aún el enigma de la persistente leyenda que hacia ver de manera diferente al Zar, como también, el abismo de incomprensión que dividía a la sociedad del Zar, y la que fue la base favorable para esta leyenda. No hay que limitarse a indicar las maliciosas calumnias y actividades de las fuerzas oscuras, así como la diferencia de opiniones y sentimientos entre el Zar y la sociedad.

Es importante destacar aquí dos hechos que dan luz sobre la naturaleza de esta divergencia, teniendo raíces no sólo en el espíritu de la sociedad, sino en cierta ordenación de la conciencia del mismo Zar, lo que imposibilitaba el idioma común entre él y sus contemporáneos. Una causa se ve — en la diversidad del entendimiento del Zar y de la sociedad rusa sobre el instituto de del poder del Zar.

El Soberano, como persona fiel de Iglesia, reconocía que era Ungido y Zar en el mas elevado sentido de estas palabras, que son inherentes a las enseñanzas de la Iglesia. La sociedad instruida, hasta la de derecha, se ocupaban de la aclaración del problema "del absolutismo" y de las limitaciones "constitucionales" de ese absolutismo. Con esto quedaba agotado el entendimiento de la relación de los subordinados con el Zar. Estos "problemas" a los ojos del Soberano no existían. No existían tampoco a los ojos de un verdadero ruso religioso y hasta de cualquier persona que no sabia exactamente las enseñanzas de la Iglesia, pero el que tenía claro el entendimiento del concepto ruso histórico, jurídico del hecho. El Zar ruso no era y no podía ser monarca "absoluto" en el entendimiento del Oeste. El era Zar autocrático — por la naturaleza de su poder, que no era sometido a ninguna limitación formal desde ningún sector. Sin embargo de ninguna forma esto significaba que él debía buscar solamente en su voluntad los limites de lo permitido. La naturaleza religiosa del poder Soberano en Rusia es demostrada en el articulo de Jorge Grabbe: "La Santa Rusia en la historia de Rusia":

"De manera clara se ve la esencia de la religiosidad del poder monárquico ruso en el grado de la coronación y la unción. En el inicio de este rango el Soberano, al entrar en la catedral y colocarse en el lugar indicado, por ejemplo, como los antiguos monarcas cristianos, en voz alta y ante sus súbditos contesta a la pregunta del obispo principal de: "¿Como crees?" —y lee el Santo Símbolo-Credo de la fe ortodoxa. Luego de lo cual comienza el oficio religioso. Todas las reliquias se reciben por el Zar en nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo." Se leen oraciones de hondo contenido religioso, con la confesión de que el reinado en la tierra es confiado al Soberano por el Todopoderoso, y con el pedido de que el Todopoderoso le siembre en su corazón el temor de Dios, lo mantenga en casta fe como guardián de la Santa Iglesia, "y juzgue él a las gentes de Dios en verdades y a los indigentes en meditación, salve a hijos de pobres y sea heredero del Reino de los Cielos"... pero el momento más solemne y sensible — es la lectura de oraciones por el Zar hincado de rodillas, pleno de humildad, docilidad y agradecimiento a Dios. "Tu Señor y Dios mío, instrúyeme en la obra que me Has asignado; Hazme comprender y dirígeme en esta sublime acción... Que mi corazón esté en Tu mano para realizar todo en bien de las gentes, confiadas a mi, y en Tu honor, para que el día de Tu Juicio sin temor Te diga la palabra"...

Katkov decía que en este juramento está nuestra constitución, en la cual tenemos más que poderes políticos —obligaciones políticas. En cierta parte esto es verdad, pero en el fondo la verdadera constitución era la Santa Coronación. Allí se confesaba la indisolubilidad de nuestro poder zarista con la Iglesia Ortodoxa, allí el Monarca autócrata solemnemente declaraba que él estaba delimitado por la Ley de Dios, que él era siervo de Dios. Durante las oraciones de este maravilloso rango, profundizado ya en el periodo imperial, pero muy corto al principio era la más profunda declaración de la esencia del poder superior ruso y sus principales problemas. Aquí los principios gubernamentales de la Santa Rusia aparecían en su esplendor y en su más profunda expresión."

Sin esta conciencia religiosa del poder Imperial en Rusia no se puede concebir su esencia. El que no entienda lo que es la Ortodoxia, no puede entender lo que es un Zar Ruso. El poder del Zar, separado de su origen ortodoxo-religioso que lleva dentro de si profundas "limitaciones, " pierde su máximo sentido, elaborado durante una historia de mil años. Esto lo entendió perfectamente el conocido historiador ruso de derecho Sergeievich, quien reconoció la específica peculiaridad jurídica de la autocracia rusa, y por ello rechazó su aplicación en la noción del absolutismo en el oeste.

Esto no era entendido por la sociedad cultural. Ella ya no tenia la perspicacia del jurista histórico ni podía pensar ni sentir lo que ordenaba la Iglesia Ortodoxa, y el sentido de la autocracia rusa para ese círculo se había evaporado. He aquí la raíz de un callejón sin salida de la sociedad, de no entender al Zar.

El Zar, quedando como Zar ruso, no podía ser limitado por una constitución occidental, pero no porque se agarrara al poder, sino porque ese, su poder en su sustancia no se doblegaba ante limitaciones. Limitarla —significaba que había que modificarla y al modificarla significaba traicionarla. Aquí recordemos una situación más, aun más significativa si es para una persona de religiosidad eclesiástica: el Zar ruso no es solo un Zar — Ungido, a quién se le entregó por Designio Divino la suerte de un gran pueblo. El — es, el único Zar en la tierra a quién le fue entregado por Dios la acción de defender y proteger la Santa Iglesia y continuar con esa obediencia hasta la segunda venida de Nuestro Señor Jesucristo. El Zar ruso — es el nominado por Dios, portador del poder sobre la tierra, y por cuya acción se reprimía por un tiempo la fuerza del enemigo. En esto y sólo en esto está el sentido de la sucesión del poder del Zar Ruso de Bizancio...

Hay que notar esto para entender, la tragedia que vivió el Soberano Nicolás II, cuando lo forzaron con el manifiesto del 17 de octubre, y finalmente le arrancaron como él decía, "la aterradora resolución" que asumió — haciéndose la señal de la cruz, no viendo otra salida para salvar al país.

Formando una representación popular, el Zar adoptó la nueva disposición como un cambio en el mecanismo de gobierno superior. Siendo persona de gran lealtad y sin pasiones personales y sin arrebatos, con inusual meticulosidad cumplía la ley relacionada a la Duma Gubernamental — también lo cumplía en otras oportunidades. Mas este mecanismo igualmente le era interiormente ajeno, como no había tenido precedentes en el pasado ruso.

Acerca de esto claramente lo testifica lo publicado durante el gobierno soviético sobre la correspondencia del Zar con el ministro de relaciones interiores Maklakov. Incitando al Zar en contra de la Duma, Maklakov en el año 1913 pidió permiso al Zar para disolverla en caso de no poder orientarla hacia "el camino de la ley." De los proyectos de Maklakov no resultó nada ya que encontró en el Consejo de ministros una firme y compacta oposición. Es interesante que el Zar en su correspondencia expresó su total antipatía a lo que se había establecido por el orden gubernamental. El escribía: "Entiendo también imprescindible y de buena intención deliberar en el Consejo de ministros mi antigua idea de cambios en los capítulos en el organismo de la Duma Gubernamental, cuya fuerza es tal que si la Duma no acepta los cambios hechos por el Consejo Gubernamental, el proyecto de ley se anula. Esto — al no tener nosotros una constitución es un absurdo total. Presentado para elección y aprobación a juicio del monarca y de la opinión de la mayoría, y minoría, sería un buen retorno al pacífico pasado de trabajo reglamentado y además en el espíritu ruso.

Así era la particular opinión del Zar en la cual, él por supuesto no insistió ya que él era una persona sin mezquindad ni obstinaciones, lo cual porfiadamente le hechan en cara. Al contrario, él con el empeño encubría una magnifica y particular "constitución" rusa, expresada en las principales leyes del 23 de Abril bajo su alta protección. Mas esto no significaba que él siempre y ante cualquier circunstancia se sentía obligado a someterse a lo que se decía en los capítulos constitucionales reglamentarios. ¡El era el único, que continuaba con las reglas de las "principales leyes" la responsabilidad ante Dios por la suerte del pueblo ruso! Ningún poder en la tierra era capaz de quitarle el derecho al Zar y quitarle la obligación de sentirse y creerse superior arbitro en resoluciones requeridas en circunstancias extremas. Cuando el soberano alemán le ofreció delegar a la Duma la ratificación del acuerdo de Portmouth, el Zar contestó que la responsabilidad por sus decisiones ante Dios y la historia las llevaba él...

Un arbitraje en el que no pueden haber apelaciones, así se consideraba el Soberano hasta en la política civil interna. El acto del 3 de junio de 1907 donde fue violada la palabra de la "constitución, " pero por la cual Rusia fue sacada del callejón sin salida por la incapacidad de trabajo de la Duma, — fue fruto de orientación de ideas del Zar. "Del Señor Dios hemos recibido el poder sobre nuestro pueblo, ante Su Altar daremos respuesta por el destino de la soberanía rusa" — leemos en el manifiesto del 3 de junio!

Tomaba bajo su conciencia el Zar hasta la resolución de problemas eclesiásticos sin estar directamente ligado a las resoluciones del Santo Sínodo. Informado GyevajoZhevajov dice: que el Zar solo en tres ocasiones exteriorizó su poder autoritario en relación con el Sínodo. El primero — en la canonización del santo Iosafo de Belgorod en el año 1910. Con ansiedad y esperando la nominación de la fecha para el festejo de la glorificación, el Zar no se consideraba con el derecho de apurar al Sínodo. Pero, cuando el Sínodo consideró necesario postergar esta festividad, el Zar no consintiendo con los argumentos del procurador general ni del Sínodo fijó él mismo la fecha. Por segunda vez su voluntad fue manifestada en la obra de la glorificación de San Juan, metropolitano de Tobolsk. Finalmente el tercer caso sucede al nombramiento del metropolitano Pitirim para la cátedra en San Petersburgo y en el traslado del metropolitano Vladimir a Kiev... Gurko trae un ejemplo de anulación por el Zar de trasladar por el Sínodo el hieromonje Iliodor, lo que impresionó desfavorablemente al metropolitano Antonio. Estos dos últimos casos, relativos a personalidades como siempre en estos casos pueden tener diferentes opiniones y valoraciones contrarias.

En lo que se refiere al role del Zar en la glorificación de los santos, hay que decir que en el plano espiritual, él iba antes que el Sínodo, que se encontraba bajo la influencia de su época indiferente y con escepticismo en las cosas de la fe. En parte el aplazamiento de la canonización del metropolitano Juan, el Sínodo lo motivaba por problemas políticos — ¡En ellos el Zar de cualquier modo se podía considerar más competente que el Sínodo! El significado de la figura del Zar en la canonización de los santos durante su reinado el metropolitano Antonio Jrapovitsky lo caracterizaba en el año 1930 así:

"El reinado del Emperador Nicolás II se caracterizó en Rusia por la apertura de reliquias de santos beatos y su glorificación. Por más que este hecho en los últimos tiempos era muy difícil se ve que después de la apertura de las reliquias de Tijon Zadonsky en el año 1861, acompañados por el entusiasmo del pueblo y con muchos milagros, por Rusia se corrió la voz de que el emperador Alejandro II dijo, que esto seria el ultimo santo en Rusia. Yo no creo que el emperador pudo haber dicho esta frase, más el hecho de la difusión de tal noticia fué suficiente para caracterizar los humores de la opinión publica. En el reinado del Zar Nicolás II fueron abiertas las reliquias de Teodosio de Chernigov (año 1896), del beato Serafín de Sarov (año 1903), de San Iosafo de Belgorod (año 1911), de Juan de Tobolsk, Ana Kashinskaia, Pitirim Tambovsky. Yo recuerdo como en una de las reuniones en el Santo Sínodo, un jerarca comentó que no se puede infinitamente seguir canonizando santos. Las miradas de los presentes se dirigieron hacia mi y yo contesté: "Si creemos en Dios tenemos que alegrarnos por la glorificación de los Santos." De esto vemos, termina el Obispo, cuán elevada era la devoción del Soberano, quién fue casi el primero en esta decisión."

Del tema tratado aclara suficientemente el origen de divergencia de opiniones y sentimientos entre el Zar y la sociedad rusa, por cuanto aquí el tema estaba en el diferente entendimiento y valoración sustancial del poder del Zar y su prerrogativa en Rusia. Pero con esto no hemos resuelto el tema en su totalidad. ¡Lo más esencial todavía no esta dicho! Como lo sabemos esta diferencia de opinión con el Zar no sólo se veía entre la gente indiferente hacia la Iglesia (sin hablar de los enemigos) sino entre la gente cercana a la Iglesia, zaristas fieles, a veces ¡hasta la ultima gota de sangre!

Ahora nos encontramos ante un enigma, que encuentra su respuesta en hechos posteriores, invisibles ante la vista de los contemporáneos de la época del último reinado. Del mismo modo llegamos hasta los hechos, sobre los cuales, las personas cercanas a la Iglesia ponen rótulos como "místicos y de humor místico" etc. Si, el Zar, sin duda, estuvo en poder de estos humores, es decir que él era capaz de ver y saber lo que no podían ver y saber personas poco espirituales y menos dotados. Es precisamente ese orientación que maduraba en el Soberano en su "místico subconsciente, " que lo hacia relativamente insensible a todo brillo cultural, económico y político, que tanto adornó su reinado y para utilidad del cual con tal empeño trabajaban sus allegados, sus funcionarios, y ante todos Stolipin.

Hay que decir también que Stolipin no era extraño al sentimiento "místico" del precipicio, que amenazaba tragar a Rusia. Este sentimiento en un sentido o en otro, pertenecía casi a todos los sobresalientes conservadores rusos de los más diferentes niveles intelectuales. Se basaba en el discernimiento de los resultados positivos del desarrollo social del país, mostrado claramente por Pobedonoszev y Leontiev. Ello en diferentes dosis lo tenían los que iban detrás de estos pilares de la "reacción." El temor lo sentían a menudo instintivamente sin poder entender y encontrándose a veces en contradicciones con su posición política.

Del mismo modo sucedió con Stolipin. Con su gran alma intuitivamente percibía las contrariedades que pendían sobre Rusia, más como persona de hechos prácticos y lucha, no se detenía ante estos presentimientos, los eludía y continuaba febrilmente en el trabajo político. Y aquí por cierto, él no estaba totalmente de acuerdo con el Soberano...

La posición de Stolipin era clara. Rusia estaba madurando para una majestuosa prosperidad y gloria — verdaderamente hasta podríamos decir ya "estaba madurando para el total ingreso a la nueva fase brillante de su existencia en el mundo"... ¿Que es lo que necesitaba para ello? En cierta medida un pequeño período de tiempo necesario para su reeducación política. Esta reeducación en tiempo de Stolipin, visiblemente se realizaba y se terminaba. Rusia por un lado se hacía un país de pequeños propietarios, se liberaba de la lepra de la comunidad campestre y se impregnaba con un sano sentido de individualismo económico y de derechos. Por otro lado Rusia en la composición de su clase acomodada, se adecuaba y aprendía una vida consciente ciudadana, apoyada sobre la base de una libertad razonable. La Duma gubernamental con todos sus defectos en este sentido ante los ojos de Stolipin era una ejemplar escuela dando muy buenos frutos y controlando la burocracia. Stolipin estaba convencido que los excesos, que envenenaban las actividades de la Duma, poco a poco se iban a nivelar, como demostración de una enfermedad infantil. El ya veía el lado positivo obtenido después del acto del 3 de junio. Poco antes de su muerte él solo soñaba que Dios le diera a Rusia paz por unos años más...

Este programa de Stolipin — en el plano libre de la "mística" — era realmente correcto y totalmente convincente. Lo apasionaba de tal modo que consumía todas sus fuerzas. Era el ideal con el cual se formaría en Rusia una nueva ideología política. Sobre esta ideología crecería una cierta nueva Rusia de "Stolipin." El antiguo Zar ruso ocuparía ahí un lugar nuevo.

Formalmente el Zar seguiría en el centro de todo. No solamente ninguna ley podría tener fuerza sin su consentimiento, sino que todo el aparato gubernamental quedaba en sus manos. Las gestiones más importantes de la vida ciudadana permanecían totalmente bajo su único control, con el alejamiento de las instituciones representativas. La Iglesia y el ejercito permanecían en el mismo estado que antes de la primera revolución. Pero la ligación interna que unía al Zar con Rusia, paulatinamente iba perdiendo fuerza, quedando en cero. Rusia con evidencia salía bajo del poder del Zar, cada vez más lo sentía como una carga. Y cuanto mas cuidadoso y menos pretensioso era el peso de este poder sobre la sociedad, mas la enfurecía su acción.

Aquí nos acercamos a un problema en cuya resolución se abre un vergonzoso y duro hecho. Mientras Rusia vivió consciente en sus antiguas obligaciones de dependencia, sumida al servicio y servidumbre, ella era fuerte interiormente. En la medida que ella recibía el fruto de la libertad ciudadana, se iba consumiendo su fuerza interior y se hacia víctima de voluntariedad, anarquía y rebelión. ¡Un gran cosa la libertad ciudadana! Pero ella presupone la capacidad y la prestancia de una libre sumisión. Los zares rusos de un reinado a otro ricamente regalaban a Rusia bienes de libertad social. Con inusual seguimiento, insistencia y amor, mucho antes de Alejandro II, con autoridad la imponían en su país, apoyados en la fuerza de la verdadera obediencia, que la Rusia de Moscú heredó de la Rusia de San Peterburgo. Poco a poco lograron grandes resultados. Rusia crecía como con levadura. Ya hemos hablado de las grandes conquistas ciudadanas. Llegó el momento en que los últimos vestigios del servilismo fueron abolidos. Era este el resultado de la reforma de Stolipin, que no era solamente reforma agraria de la tierra, sino que significaba la segunda y consecuente liberación de los campesinos de sus vínculos con el servilismo, y con su inclusión como ciudadanos iguales, que vivían con el derecho general igualitario y como propietarios libres. Mas lo trágico era que a los ojos de la Rusia "libre" el Zar no lo apreciaba tan necesario. En verdad ya anteriormente dejó de ser necesario para la masa oscura de la comunidad campesina, quienes permanecían, a pesar de la lógica, bajo los principios de la envejecida comunidad esclavista.

La reforma de Stolipin se ponía como meta crear un campesino nuevo y propietario en vez de un repartidor de la tierra comunal, quien esperaba de la revolución un nuevo repartimiento negro, el cual no ocurrió y perdió la esperanza el Zar.

Mas repetimos, ese era el problema, la vergüenza y las tinieblas que fueron descubiertos en el enigma histórico de Rusia. El inicio de la libertad ciudadana rusa no era viable en el quehacer ruso con la antigua Iglesia eslava y la conciencia del derecho. La tragedia rusa estaba en que el amanecer ciudadano se compraba al precio del alejamiento del hombre ruso del Zar y de la Iglesia. ¡La Gran Rusia libre no quería quedarse como la Santa Rusia! La libertad en el cerebro y en el alma del hombre ruso se traducía en la liberalización de la disciplina espiritual, en el enfriamiento hacia la Iglesia, en la desobediencia hacia el Zar...

Con el florecimiento ciudadano de Rusia el Zar se convertía espiritualmente y psicológicamente en algo innecesario. Para la Rusia libre se volvía inútil. Ya no había una necesidad interna en él y no había una unión con él. Y cuanto mas cerca del trono y mas alto por la escalera de la cultura o bienestar y desarrollo humano — tanto más profundo se veía el abismo espiritual abierto entre el Zar y sus súbditos. Sólo de este modo podemos interpretar el hecho de tal terrible vacío que se formó en derredor del Zar desde la revolución. No olvidemos que el acto del 17 de octubre fue literalmente violentado al Soberano, el hecho de la abdicación fue arrancado de él. Con toda su mansedumbre y bondad, como antes a lo que se refería a la "sedición" estaba pronto para demostrar la indispensable brusquedad. Pero le ataron las manos. Peor: simplemente lo abandonaron. En vez de ayuda encontró no solo cobardía y traición como escribía amargamente a sus cercanos, pero algo peor. No por cobardía y traición gen. Alexeiev y al gran príncipe Nicolás Nikolaievich lo convencían que era indispensable su abdicación. Era el agudo sentir psicológico, de lo innecesario de tener un Zar, que abrazaba a Rusia. Cada uno tenía su entender sobre aquello que era necesario para la salvación y la prosperidad de Rusia. Aquí podía haber habido mucha inteligencia y hasta sabiduría gubernamental pero no había nada del místico temblor ante la autoridad del Zar, y ante la seguridad religiosa de que el Ungido — Zar lleva consigo la benevolencia Divina a la cual no se puede ladear ni sustituir por conjeturas propias. Con esto se explican los anteriores entredichos surgidos a raíz de la decisión del Zar de personalmente encabezar la armada. ¡Todos pensaban que lo hacían mejor ellos mismos que el gobierno del Zar! Esto hay que decirlo no solo de "zemstvo" (administraciones locales) incomodados por la pequeña ayuda del ministerio de asuntos internos, no solo de los cadetes que sonaban obtener los portafolios ministeriales, sino hasta de ciertos gestores de derecha que integraban el bloque progresivo. Lo mismo se puede decir de los ministros del Zar quienes con ligereza sacaban conclusión que ellos podían hacer todo mejor que el Zar.

Estamos hablando ahora de los últimos días de Rusia. Cuando aun no se vislumbraban en el horizonte la futura tragedia, sus componentes estaban a la vista. De un lado se encontraba el "progreso" de Rusia— grandioso, no sólo material y cultural, sino cívico. Esta última circunstancia desfiguraba por sobremanera las perspectivas. Stolipin evidentemente dominaba la revolución!.. ¡No sólo en el campo social sino también en el campo político! Rusia crecía, maduraba, se engrandecía en su nuevo campo ciudadano.

Quitando el lado "místico" de la vida, se podía asegurar lo siguiente: den a Rusia 25 años de pacifico vivir, y se hará invencible, ya que convertirá a un país asegurado contra el veneno revolucionario con propietarios fuertes y conservadores... En el plano político social eso era cierto.

Algo diferente se presentaba ante los ojos capaces de ver lo "espiritual." En esta perspectiva mística el progreso político social era secundario. Todos los logros conseguidos en este sentido durante el reinado del Emperador Nicolás II, eran las últimas salpicaduras de una gran ola, que estaba en decadencia espiritual. Esta misma ola en su momento levantó de la nada a la tierra rusa, dándole una grandeza y fama inéditas, — ahora se disolvía en frágil espuma. Este vaciamiento espiritual de Rusia sentía y palpaba con su sentido espiritual el Soberano. El mismo totalmente era el hijo espiritual de Rusia. En ella tenia puesto todo su interés. Pero este interés ya se habían hecho extraños, indescifrables o poco entendibles hasta para sus ayudantes más cercanos. Para el Soberano por ejemplo el tema de la canonización de San Juan de Tobolsk era tema de mucha importancia, pero para el inteligente, honesto y derecho Gurko, al principal autor de la reforma de Stolipin — esto era una insignificancia donde se revelaba la pequeñez de la voluntariedad del Zar. Según el concepto de Gurko era una determinación arbitraria, que hizo venir una justa indignación de la sociedad como de los jerarcas de la iglesia.

Si, el Zar ya no era actual en Rusia. En verdad el Zar tenia igual espíritu que el zar Teodoro Ioanovich, a quien los cercanos coterráneos estaban prontos para beatificar como a un santo. Sin embargo a diferencia del hijo débil de Ivan el Terrible, el Soberano era un brillante profesional de la obra de un Zar, digno sucesor de sus grandes antepasados reales y fiel seguidor de sus tradiciones. Mas el sentido de su vida no estaba en la "profesión" del mando superior del estado, sino algo más grande y más elevado: su participación en la Iglesia y su conciencia de las obligaciones que de ahí surgían. Esto era lo que lo emparentaba con el último de los Rurik.

Este sentimiento vivo de la total pertenencia a la Iglesia hacía que su profesión fuera mas pesada aun porque la sociedad se alejaba de la Iglesia. ¡Con cuanta facilidad hubiera renunciado a esta "profesión"! Parecería que a veces hubiera soñado con ello. Pero este sentimiento de pertenencia a la Iglesia lo excluía de la posibilidad no solo de deserción, sino de una simple infidelidad a su alto cargo. El Zar no sólo con inteligencia y sabiduría cumplía con sus obligaciones de Zar, sino que cumplía como "obediencia" de su condición. Cuanto mas difícil era esta obediencia, tanto mas claro veía él las manos, extendidas hacia su corona, y mas se demostraba la imposibilidad de la sociedad rusa de volver a reflexionar, y dejar la idea de presunción cívica, y hacía indiferente la cuestión del cuidado del cetro imperial de esas manos profanas.

El primer encuentro con el pueblo cuando se hizo evidente que el Zar estaba solo, que el pueblo lo había abandonado, sucedió en momentos de la primer junta de la Duma. Digamos lo que digamos — el pueblo envió sus representantes a la Duma y ella representaba la opinión y el humor del pueblo. De este modo se describe el gran recibimiento en el Palacio de Invierno (el 27 de abril del año 1906) al ciudadano Olsufiev representante del pueblo:

"El soberano me asombró con su aspecto: el color de su rostro era descomunal, de cierto color amarillo, los ojos clavados hacia delante y algo hacia arriba; se veía que sufría interiormente. Un largo oficio religioso de a poco entibió a los miembros de la Duma. Comenzaron a rezar. Durante el canto de longevidad, un profundo sentimiento se apoderó de muchos.

A la finalización del oficio religioso el Zar y la Zarina besaron el crucifijo. El clero y la familia real pasaron al frente y se colocaron en los lugares indicados cerca del trono. Entre todo el movimiento no se dieron cuenta donde estaba el Soberano quién permaneció en el anterior lugar entre las tablas. Cuando se hubieron colocado todos ante el trono, las miradas del salón se dirigieron hacia él, parado solo. La tensión nerviosa llegó al máximo. Cerca de medio minuto permaneció inmóvil, pálido, como antes, penosamente concentrado. Finalmente, a paso lento caminó por los escalones, se colocó de frente a los presentes, y con solemnidad, subrayaba con la lentitud de los movimientos y el significado simbólico de lo que estaba sucediendo, "tomó su lugar en el trono." Se mantuvo en silencio cierto tiempo, apenas apoyado sobre el brazo del sillón. El salón enmudeció a la espera... El ministro de la corte se acercó al Soberano y le alcanzó un papel. El Soberano se incorporó y comenzó a leer...

El Soberano leía pausadamente sin dejar vislumbrar sus sentimientos. Con cierta elevación de su voz fueron subrayadas las palabras "las mejores gentes, " voy a defender sin pausa las instituciones dadas a mí, "a campesinos muy queridos por mi corazón." Por sobre todo quedó en mi mente la cita del joven Heredero... Finalmente, se oyeron las últimas palabras, pronunciadas entre silencios: —Dios sea ayuda para Mí y para ustedes.

"La solemnidad terminó con un fuerte hurra, llenando la sala con sones del himno popular cantado y orquestado. El Soberano, acompañado de la familia Real y la Corte, retornaron contestando con leves inclinaciones de cabeza hacia la derecha y... izquierda."

Durante la revolución del año 1917 ya no hubo un encuentro del Zar con el pueblo. ¡Ya en ese tiempo el Zar se encontró solo hasta ante la vista de los compañeros correligionarios! Es difícil imaginar algo más trágico que la posición del Zar ante la revolución y durante sus primeros días. Cuando el Soberano dejó de ser Zar, y se volvió solo "cristiano" podía sufrir solo por groserías, desacierto por los que lo rodeaban, más su alma ya estaba serena: ahora llevaba una nueva cruz, impuesta por Dios sobre él. Más es suficiente recordar su profundo entendimiento de la potestad soberana, para entender todo el horror que él sobrevivió antes de dejar su puesto ante la presión de la revolución...

Se puede estar seguro: que si los revolucionarios hubieran hablado con él sin intermediarios, no hubiera habido abdicación y no habría habido una revolución rusa "exangüe." Al Zar le quitaron el cetro no los revolucionarios, sino los generales, los dignatarios, grandes príncipes, que se rindieron ante el camino revolucionario de la Duma. (Por casi toda la Duma y no solo por su ala radical). Miliukov estaba en lo cierto al titular el primer capitulo de su "Historia de la revolución rusa" de este modo: "La cuarta Duma gubernamental destituye a la monarquía."

"Horrible, lo que me horrorizaba, me sucedió; y a lo que temía vino hacia mi!"

He aquí cuando el Zar pudo comprender el significado de las palabras de San Job, tantas veces repetidas por él durante su vida, en penas de pesados presagios. Hay que valorar con que dominio, con que disciplina y con que inteligencia actuó aquí el Zar. Nunca ni siquiera antes, el separaba sus intereses de los del país. El estaba pronto aún ahora a ser el "burro de carga" para la salvación de Rusia. ¡Esta cruz él la percibía desde los años anteriores, durante la vida próspera! Con fuerza y tranquilidad lo sobrellevó. Todo estaba por él calculado desde el punto de vista de los intereses de Rusia, en momentos de su abdicación. Todos en derredor enloquecieron, todo se hacia aprisa; a carrera abierta. Solo el Zar estaba cuerdo, concentrado, razonable.

Catástrofe.

"Mi padre cayó en la brecha, pero para él, el golpe hirió la sociedad cristiana. Ella perecerá si las fuerzas sociales no se unen y la salvan."

De este modo escribía el Emperador Alejandro III al emperador Francisco José en el año 1881, bajo la fresca impresión del 1 de marzo. El reinado del Emperador Alejandro III era el tiempo de paz interna temporal interna; la revolución se aquietó. Rusia se fortalecía, llenándose con jugos, pero esto solo era una paz ante la tormenta. No se habían unificado las fuerzas sociales en derredor del Zar para salvar a la sociedad cristiana rusa.

La tormenta se reanudó con fuerzas nuevas ante el hijo del Emperador Alejandro. No hay que pensar que eran tan poderosos los grupos revolucionarios en la época del Emperador Nicolás II: eran insignificantes, comparando con el poderío de la fuerza gubernamental rusa. El problema era que con gran velocidad disminuía en la población la posibilidad de contrarrestar el veneno destructor revolucionario. Rusia estaba enferma, la sociedad había perdido la voluntad de luchar en contra. ¿La enfermedad sería mortal? ¡Pues! ¡Los mecanismos más fuertes no eran eficaces! No produjo[ nada salvador, ni la gran sacudida del año 1905. "La gente se convirtió en animales embravecidos, indolentes, contra quienes no había nada más que el arma como defensa. Y así sonaron los cañones, ametralladoras... En los antiguos templos de la ciudad rusa rezábamos ante el sonar de estos estallidos, como en una ciudad sitiada..."— escribía, recibiendo el nuevo año 1906 el arzobispo Nicon en las páginas de los folletos de Troitsk.

"Así finalizó este lúgubre, ignominioso año — año de grandes penas y cólera de Dios... ¿Cuánto ha sobrevivido el pobre corazón ruso? ¿Cuánto ha sufrido el martirizado, en verdad, corazón-mártir de nuestro bondadoso, manso, lleno de amor, Zar? ¿No eran acaso las aflicciones de su corazón más penosas que las penas del gran mártir del Antiguo Testamento Job?

"¡Señor!" ¿Hasta cuándo esto? Ya corren ríos de sangre, mares de lágrimas ascienden al cielo, gemidos de viudas y pequeños huérfanos: por esta sangre, por estas lágrimas, por estos lamentos, apiádate, Señor, por nuestra muy pecadora Rusia!... No recuerdes nuestras injusticias, baja Tu mano castigante, pon Tu cuchilla en la vaina, recuerda Tus benevolencias pasadas y apiádate por nuestra desgraciada Patria!

¡Realza Tu fuerza y ven para salvarnos! "Así sobrellevaba la turbación de los años 1905-06 un buen hijo de la Iglesia. Mas la sociedad rusa no tomó de la misma forma esta terrible lección. ¡ No entendió ella la señal de la ira de Dios! Y poco pensaba ella en Dios.

Comenzó un nuevo periodo de bienestar, aun más brillante que el del periodo del Soberano Alejandro III. Pero esta misericordia Divina no llevó hacia la salvación, y los dones de la Gracia Divina no hicieron recapacitar a la sociedad rusa. Ella no recuperó la vista, no recapacitó después de la devastación revolucionaria, no aprendió nada. En este ultimo momento no se formó un frente protector alrededor del poder gobernante. Con toda su fuerza quedó vigente el "nosotros" y "ellos." Una inmensa ola de oposición desbordaba, a "los mejores hombres " queera estaban listos para ir lejos con la Revolución — solamente para no estar del lado de gobierno del Zar.

En los días de febrero Rusia sufrió un fuerte golpe de fuerza revolucionaria. Desórdenes acaecidos en Petersburgo no eran por sí solos nada peligrosos y fácilmente podían haber sido reprimidos. Pequeños inconvenientes en el abastecimiento de alimentos fueron agrandados en la inflamada imaginación de la sociedad, permitiendo aparentemente de "salir a la calle" exigiendo pan. A la vista objetiva, esta situación no correspondía a disturbios por hambre. En toda Rusia y aún en Petersburgo se vivía no peor o quizás mejor que antes de la guerra. Un administrador con experiencia y con una valoración certera de la situación fácilmente encontraría las medidas necesarias para mantener el gobierno. Pero Rusia ya había llegado a tal punto que el instinto de autoprotección no funcionaba. No encontrándose ni una humilde fuerza policíaco-militar capaz de vencer un golpe en su inicio, cuando Rusia estaba como nunca cercana de un éxito militar favorable. En un enfermizo éxtasis de tumulto, de repente Rusia quedó sin cerebro, y en un instante el traicionero, repugnante motín a los ojos de la sociedad se cubrió con una aureola "Revolucionaria," ante la cuál sin fuerzas se doblegó la policía y la fuerza militar.

La única persona en quién no se enturbió el discernimiento nacional era el Zar. Su salud espiritual de ningún modo fue trabada por ningún movimiento perjudicial de la época. Continuaba mirando las cosas con sencillez y sobriedad. En la capital, durante los picos más altos de la Gran guerra, de cuya salida dependía el destino de todo el mundo¡surgió un motín callejero! había que sofocarlo en el mismo momento lo cual traería un gasto mínimo de sangre. El Zar tenía claro, como había sucedido anteriormente con la opinión de las ideas de la sociedad, que en momentos de guerra y casi al vencer al enemigo, no se podían hacer reformas internas para no debilitar al poder gubernamental.

El Zar estuvo en el frente de batalla como jefe de la armada que le fue siempre fiel. Parecería ¡que hubiera sido tan fácil terminar con el motín! Pero para ello era necesario que lo que sucedió en la ciudad fuera interpretado por las fuerzas sociales y gubernamentales como solo un motín interno. El enemigo interno, en la figura del populacho revoltoso, amenazaba a la misma existencia de Rusia. Y se involucraron en este disturbio personas no casuales, sino una coalición de las más diferentes clases de personas, reunidas en una idea maliciosa de cómo "salvar" al país del Zar y su familia.

¿Qué era lo que el Zar debía hacer? Moralmente el Zar no podía abrir un frente interior de batalla, desviando el rumbo del frente exterior. ¿Ir a la ciudad con tropas leales y avasallar el motín, apoyándose en la fuerza militar? Pero romper con la "mejor gente" del país e ir en abierta guerra contra la capital, que ahora se había vuelto el centro de la oposición a él — el Zar no podía.

El Soberano repentinamente se encontró "sin manos, " percibió en derredor suyo un vacío. En vez de honrados y justos cumplidores de sus tareas aparecieron "consejeros y aconsejadores" ante los ojos de quienes él estaba molestando para salvar a Rusia! Realmente le arrebataron el ministerio de relaciones sociales. "Con anterioridad el Zar con amargura había escuchado estos consejos, que a veces se los comunicaban en forma de ultimátum. El embajador ingles le aconsejó al Zar eliminar la "barrera" que lo separaba del pueblo.— Y con ello volvería a tener él su confianza.

¿Cree Ud. — con dignidad le contestó el Zar—que yo debo merecer la confianza de mi pueblo o que él debe merecer mi confianza?

Semejantes diálogos le tocó escuchar al Zar cierta vez hasta del presidente de la Duma gubernamental Rodzianko. Su insistencia lo llevó al Zar hasta a tapar la cara con las manos y decir:

¡Será posible que yo hubiera estado 22 años tratando de que todo fuera para mejorar y que hubiera estado 22 años equivocándome?

— Si, Su Grandeza—se escuchó una respuesta segura — 22 años usted estuvo en un camino equivocado...

Y este señor poco inteligente, ahora en calidad de representante de la Revolución vencedora, con autoridad y de su nombre, comenzó a dictar al Zar como debía proceder mientras no era tarde para tomar al fin el camino correcto. Rodzianko ingenuamente creía que el gobierno "responsable ante la Duma, " iba a ser capaz de detener la revolución y apuraba al Zar con este medio. Acerca de la represión del motín por la fuerza a su entender no se podía ni hablar. Lo sucedido en Petersburgo no fue un "motín" ¡era la "Revolución!" ¡había que apoyarla cediendo con prontas acciones momentáneas, posibles de detener su creciente apetito. Rodzianko, se quejaba por teléfono porque el Zar no reaccionaba con la suficiente rapidez a sus exigencias de ceder. Desgraciadamente no había gente capaz de detener discursos infructuosos. En el Cuartel General, en los ojos de los generales que rodeaban al Zar, la "Revolución" era ya no solo una fuerza exterior enemiga, — ella era una autoridad. Esta autoridad presionaba su conciencia, su voluntad. El Zar absoluto era algo ya caduco, anticuado. El "futuro" venía para reemplazarlo — ¿cual? Nadie entendía ni sabía, pero de cualquier modo alejado de las costumbres y tradiciones del pasado. Ante los ojos de esta sociedad de generales, el destino de Rusia irremediablemente se alejó del destino autócrata. ¡Pero el Zar no lo entendía!

¡Si! El Zar esto no entendía. Estaba pronto para restablecer el orden con las medidas mas severas — y con ello salvar a Rusia.

—Yo no protegía al poder autócrata, — dijo él a un viejo amigo de su familia Frederics — sino a Rusia. Con esta creencia él se encontró solo. Los cercanos que lo rodeaban estuvieron del lado del motín y hacia allí se orientaron, apoyándolo.

El apoyo sicológico en este asunto estaba en convencimiento, en la idea importuna de que el Zar, y más precisamente la Zarina ¡eran trabas para el normal curso de la guerra! Con esto, la traición al Zar revestía un velo patriótico. Sacar al Zar y a la Zarina — en esta decisión coincidían los amotinados y los patriotas. ¿Que debía hacer el Zar?

Quedaba solo una esperanza para salvar a Rusia, reconocer, que por una extraña causa, él y la Zarina son eran los impedimentos para la pacificación de Rusia. Irse, y dejar el lugar en el Trono para otro y con ello meter en vereda a Rusia. Ante esta decisión se inclinaba el Zar, como ante una necesidad, definida por circunstancias inevitables. ¡Hacia éste camino lo inducía solo la insistencia directa de Petersburgo, y también el ejercito! No otro, sino el general Alexeiev le sugirió al Soberano enviar a los comandantes generales demandas acerca de la abdicación al trono. La forma de la demanda con intención mostraba, que la persona más cercana al Soberano buscaba en sus ayudantes apoyoen con su consejo. En la demanda se decía claramente: "la situación, parecería, no permite otra opción." Las respuestas fueron unánimes. No fue una excepción ni la respuesta del gran príncipe Nicolás Nicolaievich. El ex Supremo telegrafiaba:

"Considero necesario, en deber de mi juramento, de rodillas pedirle a Su Majestad salvar a Rusia y a Su Heredero. Persígnese y ¡déjele a él vuestra herencia. No hay otra salida!"

Los comunicados y las respuestas databan del 2 de marzo del año 1917. Ese mismo día el Soberano le telegrafió al Presidente de la Duma Gubernamental: "No hay sacrificio que yo no haga en nombre del real bienestar y por la salvación de Rusia. Por lo cual estoypronto para abdicar en beneficio de mi hijo, ante la tutela de mi hermano Miguel."

El destino de Rusia estaba decidido. Desde este momento no había salvación para ella. El general Alexeiev fue casi el primero en despabilarse — pero ya era tarde. Ya el tres de marzo desconsolado decía: "Nunca me perdonaré el haber creído en la sinceridad de algunas personas, por su consejo envié los telegramas a los comandantes en jefe por el asunto de la abdicación del Soberano al trono."

El Zar solo modificó su decisión en una cosa: él abdicó hasta por su hijo. Se puede pensar que en esto influyó el estado de salud de su Heredero. Ciertamente hubo consideraciones gubernamentales también ya que la abdicación era por la negativa actitud del "pueblo" hacia la personalidad del Zar y la Zarina. ¿No seria mejor dejar el poder a una persona mayor y no a un adolescente inseparable de sus padres? En general es sorprendente el pensamiento y la actitud, que exteriorizó el Soberano al abdicar: hizo todo lo necesario para aliviar la situación de sus sucesores en el poder.

El príncipe D.D. Obolenski dice así en el trozo, dedicado a la abdicación del Soberano: "El hizo todo lo que de él dependía para asegurar a sus sucesores éxito en la lucha con el enemigo externo y los desórdenes internos. Entendiendo perfectamente que el que rigiera no iba a tener la misma autoridad que el Soberano, que las personas revolucionarias, siempre iban a temer a las represalias del hijo del depuesto Monarca, el Monarca cambió la primera idea de abdicar en favor del hijo y abdicó en favor del hermano. Indicó al hermano el punto de unión con el representante del pueblo (juramento a la constitución, gabinete responsable). Le dió el mandato a la Armada y Marina de luchar hasta el final por Rusia en unión con los aliados y permanecer fiel al Gobierno Provisional. Antes de abdicar pudo nombrar comandante general al Gran príncipe Nicolás Nicolaievich y como presidente del Consejo de Ministros — al príncipe Lvov, a quien la Duma Gubernamental pensaba dar este puesto. Lo nombró específicamente para que los que quedaran fieles al Soberano pudieran con la conciencia tranquila someterse a aquellos a quienes era fiel el mismo Soberano. Todo fue pensado y sopesado."..

El Monarca al dejar el Trono, estaba con su pensamiento en el frente de batalla. La guerra estaba en el centro de su vida. "Y solo pensar – dijo él con tristeza a uno de los oficiales de la corte — y ahora cuando yo ya no soy Soberano no me permitirán ni siquiera luchar por mi patria." ¡Con qué dolor en el corazón se separaba del ejercito su Guía Soberano, con que penosa preocupación: ¿seguirán preocupándose así de las necesidades de los valientes defensores de Rusia, cuando ya no esté su ojo vigilante?

El general Tijmenev, el encargado de las comunicaciones militares, entregó sus memorias acerca de la despedida del Soberano con sus colaboradores en el Cuartel General y sus palabras de despedida a él, y a su intendente general de campo general Egoriev. ¡Cómo lo caracterizaban estas palabras! Dando la mano a los dos y pensativo por un segundo, el Soberano levantó la vista hacia Tijmenev y mirándolo fijamente dijo: "Recuerde Tijmenev lo que le decía, especialmente lleve todo lo que sea necesario para el ejército." Y dirigiéndose a Egoriev: "Y usted sin falta, ¡consígalo ahora! esto es mas importante que en cualquier otro momento. Yo les digo: yo no puedo dormir, pensando que el ejército pasa hambre."

¿Y l la despedida dirigida por el Zar al Ejército? No se lo puede leer sin emoción. ¡Qué sacrificio ilimitado hay en él, qué fidelidad a la obra de la defensa del país! Qué terrible reproche debía sonar este saludo de despedida del Zar para los que luchaban con el Zar, lo derrocaron y ocuparon su lugar. Con esto se explica el porque, la palabra de despedida del Zar, publicada por el general Alexeiev el para el ejército, fue prohibida por el Gobierno Provisorio?.. He aquí este documento histórico:

"Por última vez me dirijo a ustedes con ardor, amado ejército mío. Después de la abdicación al trono de Rusia por mi y mi hijo, el poder fue cedido al Gobierno Provisional, surgido por mandato de la Duma Gubernamental. Que Dios le ayude a llevar a Rusia por el camino de la gloria y del bienestar. Que Dios les ayude a ustedes, valiente ejército, a defender a nuestra patria del enemigo dañino... Esta guerra sin precedentes debe ser llevada hasta la total victoria.

"Ahora quién piensa en la paz, quién lo desea — es un renegado de la Patria, su traidor. Sé, que cada soldado honrado piensa así. Cumplan con vuestro deber, defiendan valientemente su Gran Patria, sean obedientes al nuevo Gobierno Provisional, obedezcan a sus superiores, recuerden que cualquier flaqueza en el orden del servicio es favorable al enemigo.

"Creo firmemente que no se ha apagado en sus corazones el inmenso amor a nuestra Gran Patria. Que el Señor Dios los bendiga, y el Gran mártir san Jorge el Victorioso los lleve a la victoria."

8 de marzo del año 1917, Cuartel General"

Para el Zar en dimisión, las meditaciones sobre Rusia eran inseparables con la confesión de la fe ortodoxa: ¡Solo bajo el estandarte del san Jorge, el gran mártir, pensaba él en una victoria! Más Rusia ya no pensaba ni sentía así. Habiéndose despedido del Zar, Rusia se despedía y de la fe de sus antepasados.

En tiempos de la Gran Guerra, el arzobispo de Londres les escribía a sus compatriotas y correligionarios la impresión real, que sentía cada pensante y sensible extranjero, allegado a Rusia:

"Rusia nunca será vencida, y ésto no por su extenso territorio, sino debido al alma de su pueblo, que va a arder y sufrir, sufrir y arder. Los rusos pueden perderlo todo, pero conservarán su alma." Y así fue.

Ahora con la dimisión del Zar, Rusia denegó hasta de su alma.

"Recuerda, Rusia — exclamaba a mediados del siglo 19 en la cima de las grandes reformas, el famoso sermoneador ortodoxo, obispo Juan de Smolensk — el día que atentes contra tu fe, atentarás contra tu vida."

Ese día llegó, con el forzado alejamiento del Zar, con la abdicación de él por el pueblo ruso. Es ahora que el pueblo ruso podía exclamar, inmerso en lágrimas: "Perecemos, perecemos... se extinguió el Sol en la Tierra Rusa." Ciertamente se extinguió.

Olvidando al Zar, Rusia se olvidó de la guerra, de la Patria, de Dios. Verdaderamente ella dejó de existir como una entidad conciliar. Quedó solo un derruído templo en el cual no había nada suficientemente sólido para defender al Zar, a Dios y a la Patria. En el caos sucedido el destino del Zar y su familia estaba decidido de antemano. Con velocidad vertiginosa se encontró él arrestado bajo vigilancia. A pesar que la calumnia cesó! Cuando se abrió la posibilidad de la verificación conen los hechos: el Zar y su familia eran inocentes y limpios tanto en lo político como en las relaciones sociales y familiares. ¿Qué importancia tenía esto ahora? Ya casi nadie pensaba en la familia del Zar: todos pensaban en si mismos, en sus necesidades diarias y enfermedades, que se iban haciendo cada vez mayores...

Abandonada por completo, aislada del mundo exterior, sometida por un régimen que vibraba, de un arresto domiciliario hasta una cárcel política, la familia del Zar encontró una inusual fuerza en el espíritu cristiano. Un resplandor emanaba de estas personas, llenas de amor y humildad. Realmente había que estar privado de la misma imágen humana, para aquél que, acercándose a ellos, no se impregnara con simpatía y respeto. Me ha llegado un relato de un periodista conocido acerca de la impresión imborrable que se llevó cierto antiguo revolucionario, designado por un tiempo para observación cercana del comportamiento de la familia del Zar: no podía hablar de ellos más que con un sentimiento de gran enternecimiento.

Es suficiente leer los libros de general Ditrijs o de Sokolof para experimentar en si mismo ese encanto de pureza y santidad. ¿Y las poesías—oraciones de la Gran Princesa Olga? Tendrían que conocerlas los niños rusos...

Con la providencial mano el Señor amorosamente hizo crecer Su cultivo. Y así llegó el día cuando los Angeles tomaron en sus abrazos, las luminosas almas del Zar y su Familia... Como una fatal cadena rodaron los acontecimientos hasta el crimen de Ekaterimburgo. Con la sangre del Zar se ensangrentó Rusia. Con una muerte de mártir finalizó la vida el último Zar ruso.

Llama la atención la inusual coincidencia: que el "día de tristeza, " día de la muerte del último Zar, coincidió con el día de la memoria del príncipe san Andrés Bogoliubski, quien realmente fue el primer Zar ruso. Andrés Bogoliubski pereció por muerte mártir, y esto porque iba casi cuatrocientos años delante de su siglo. Y así ese mismo día, cuando la Iglesia rememora el benemérito recuerdo del Santo Monarca-mártir, siendo el preceptor de la idea del Reino Ruso Ortodoxo, cae víctima por causa de esa misma idea — el último zar de Rusia...

¡Se cerró la cadena del tiempo! Y lo que es curioso: ¡La caída del trono del Zar y de la misma Soberanía Rusa se realizó al mismo momento que Rusia estaba cerca a la meta de su actividad vital, como un Reinado Ortodoxo! La caída del Zar arrancó de las armas rusas el victorioso final de la Guerra Grande. Entre tanto, ¿qué le prometía a Rusia un final triunfal de la guerra? La respuesta a esta pregunta nos la da la palabra admirable del metropolitano Antonio durante la Semana de la Ortodoxia en Moscú el año 1918."

El famoso prelado indicó primeramente, que a diferencia de la antigua costumbre de celebrar la festividad de la Ortodoxia en la antigua catedral de la Dormición, ahora se celebraba en la catedral de Jesucristo Salvador. ¿Por qué? ¡Está bloqueado el camino al Santo Kremlin! ¡A los pastores y a sus ovejas no permiten penetrar en la milagrosa iglesia de la Dormición!¿ Sería eso lo que esperaban los fieles el año pasado durante la Celebración?

"Entonces nuestros valientes ejércitos se agrupaban como pared contra el enemigo y aumentados, por cuatro, en su número y en la cantidad de sus armas, tendrían como torrente vencedora pasar por territorio enemigo hasta Viena y Berlín y lograr las metas con las cuales el pueblo ruso había empezado tal santa y abnegada guerra, es decir — liberar los serbios ortodoxos de incursiones subyugantes de los herejes; tender una mano de relación hermana a los que imploraban en aquél momento a Rusia, consanguíneos de la Pequeña Rusia y de Galicia y liberar su patria del yugo extranjero, — nuestra patria, parte de nuestra herencia del apostólico Vladimir, la Galicia rusa, y lo más importante, dárselo a sus hijos y a nuestros hermanos darles la oportunidad de volver al seno de la santa Iglesia, de la herejía uniata hacia donde los arrastraban forzosamente los subyugadores y astutos jesuitas.

"Si, hace un año atrás nosotros, todos los rusos, confiábamos en que el festejo de la Ortodoxia ya la íbamos a festejar juntos, y para ese día, como se había dicho, no habría una Rusia sojuzgada, sino una sola Rusia libre y ortodoxa.

"Nuestros deseos no se detenían aquí. Ya se tenía el formato de la cruz para instalar en la cúpula de Sofía de Constantinopla; estábamos cerca del cumplimiento de lo prometido por el Zar Alexei Mijailovich, dado a él en nombre de su descendencia y de todo el pueblo ruso a los Patriarcas del Este — con la promesa de liberar a los pueblos ortodoxos del yugo de los musulmanes infieles y devolver a los cristianos todos los antiguos templos convertidos en mezquitas musulmanas.

"Rusia debía ocupar los estrechos del mar Negro, pero no someter a la santa ciudad de Bizancio, sino reconstruir ese pueblo santo de nuestros padres y maestros en la fe salvadora de Cristo, como a griegos y así conseguir la paternidad de todos los verdaderos cristianos como la Tierra Santa, Jerusalén el Santo Sepulcro uniéndolo todo con una franja ancha de tierra con la parte Sur del Cáucaso, colonizar estos santos lugares con voluntarios pobladores rusos quienes fluirían hacia allí en cantidades tales que en unos años convertirían a Palestina y Siria en algún estado, como Vladimir o Jarkov, conservando todos los derechos del medio millón de cristianos y a sus pastores quienes aún existen a pesar de las invasiones turcas.

"No tan solo, una población ortodoxa, vivió con estas esperanzas y por ellas daría cientos de miles de sus vidas en la pesada hazaña; con éstas esperanzas vivían, con ellas respiraban, con ellas apaciguarían sus pesares todos los pueblos ortodoxos del mundo actual, toda la santa, conciliar y Apostólica Iglesia. Toda ella esperaba que al comienzo del 1918 seguiría tal festejo brillante de la Ortodoxia, como ni siquiera en el año del verano del 842, cuando en recuerdo de la conquista espiritual sobre los herejes — iconoclastas fue instituido un verdadero festejo.

"¿Y qué pasó? En vez de liberación de población ortodoxa, la misma Iglesia rusa cayó en una situación de tanta esclavitud como no soportaron nuestros pueblos bajo el mandato de musulmanes, ni por el mandato de los herejes del oeste, ni nuestros antepasados bajo el yugo de los tártaros."

"Ante éste triste cuadro el predicador no queda deprimido. Recuerda con amargura la sombra oscura, que ensombrecía a la Iglesia del Sínodo, dándose un sentimiento de alegría ante la reforma de nuestra Iglesia sobre la base de los principios Patriarcales. Ahora la encabeza el muy esperado novio de la iglesia local, y ella está en nuestro destrozado estado, rodeada por malvados enemigos de nuestra salvadora fe, glorifica y bendice a Dios por haberle mandado consuelo en las penas, y lo que le estaba quitado durante los años de bienestar exterior y seguridad. " Se puede alegrar por esto porque tenemos otra causa de alegría: la conser- vación de lo sagrado, que se había engrandecido en los años anteriores de la vida de la iglesia rusa. Y es el especial cuidado hacia la vida y la fe de los pastores de la iglesia rusa y sus ovejas.

"Pero se puede alegrar solo, conservando lo bueno que ha crecido en la vida anterior eclesiástica. Es el trato especial, que tienen los pastores rusos y la gente hacia la fe y la vida. El Oeste mira a nuestra vida temporal, como un placer, y a la religión como uno de los medios para mantener este bienestar. Al contrario, la gente rusa aún los no muy fuertes en la religión, entienden la vida como una hazaña, la finalidad de la vida la ven en el perfeccionamiento espiritual en la lucha contra las pasiones, en la asimilación de la virtud — en una palabra, lo que los europeos ni siquiera entenderán si hablamos sobre estos temas.

"El predicador está convencido de que los alejados de Dios no son la mayoría del pueblo ruso... "El espíritu heroico, entendimiento de la vida como una hazaña, sólo se conserva en la Iglesia, y como ello se preserva en la mayoría de sus hijos hasta nuestros días, la fiesta de la Ortodoxia se realiza hoy según la ley, y seguirá realizándose como en años anteriores cuando la Iglesia se nominaba como soberana." Pero el predicador no cierra los ojos a otra perspectiva más trágica que puede suceder en Rusia. "¡Si! ello continuará también en el caso que el Estado caiga bajo el poder total de enemigos, aún en caso de que se estableciera una persecución contra los ortodoxos. La Iglesia va a festejar su eterna salvación, pues sus hijos van hacia Jesucristo, como El lo predicó: "Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan y cuando os aparten de si, y os vituperen, y desechen vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre. Gozaos en aquel día, y alegraos, porque he aquí vuestro galardón es grande en los cielos. Amen."

Esta triste conclusión solo atenúa el inusual optimismo con el cual está llena esta prédica, dicha por un perspicaz jerarca ruso ante el ya ocupado Kremlin por¡ el triunfal marxismo! A los ojos del metropolitano Antonio, la Rusia ocupada por los bolcheviques es aún — ¡la Santa Rusia! Según su impresión el período imperial estaba cubierto por la sombra del Sínodo, como un indicio malo, que sustituyó al patriarca en la vida de la Iglesia. Lentamente, muy lentamente se introducía en el entendimiento de las personas rusas el concepto real de la abdicación en Rusia de su Zar, en su "mística esencia." Cada uno de nosotros, mirándonos a nosotros mismos, nos podemos hacer muchos reproches.

Un escritor inteligente francés hizo una observación correcta y dice: cuando miras hacia atrás, lo pasado parece un camino llano por el cual paulatinamente van los acontecimientos, pero cuando tratas de mirar al futuro, se levanta una roca acantilada contra la que inútilmente nos rompemos la cabeza, tratando de saber en cual rajadura de su pared se va a precipitar el torrente de acontecimientos y cómo se convertirá esto en un ancho pasaje....

¡Los políticos y pensadores rusos esperaban la salvación de Rusia de lugares inesperados! Pero lo único que se necesitaba para la salud moral de Rusia no lo percibían en su espíritu: confesar el gran pecado del regicidio, lo cual era al mismo tiempo la retirada de la Fe.

¡Pobre es nuestro monarquismo, al no poder salir del razonamiento utilitario político! Es ineficaz ante el hecho del derrumbe espiritual de Rusia. La reinstalación de la monarquía rusa no es un problema político. Puede que sea paradójico, pero actualmente un político real sólo puede ser aquel, que es capaz de penetrar en la mística esencia de las cosas y los hechos. Sólo el renacer espiritual de Rusia la puede devolver al mundo. Si empezamos a buscar lecciones, señales, guías espirituales para construir el futuro, nuestro pensamiento debe orientarse no hacia guías políticos y sus méritos. ¿En qué nos puede ayudar Pedro el Grande, Alejandro II, Stolipin o la búsqueda de la antigua Moscú? Estas lecciones aprovecharon los potentados marxistas. Como lo vio claramente Struve, ellos crearon un gobierno universal de servidumbre, ateo y sin alma, que por la organización era cercana a la experiencia de Moscú antigua... solamente con el signo espiritual invertido.

Hay solo un guía capaz de devolvernos a Rusia — el que puso su principio en la imágen de la Santa Rusia consolidando la soberanía: ¡San Vladimir! Hay que bautizar a Rusia. Solo nuevamente bautizada Rusia puede de nuevo hacerse un Reinado Ortodoxo.

¿Es posible este nuevo bautismo espiritual? En esto está la cuestión de la existencia de Rusia como una Personalidad Histórica, la cual conocemos de la historia, y la que terminó su vida estatal con la caída del Trono de los Zares. Otro camino de la reconstrucción de la Rusia Histórica no hay. Y esto — no es un problema solo nuestro ruso. Esto es un problema mundial, universal. Pues por una u otra decisión, depende el destino del mundo, mas precisamente diciendo, depende de la duración del mundo, y de la cercanía de la venida del Octavo Día.

Archimandrita Constantin

*** *** ***

Milagros de los Mártires de la familia real.

¿Porqué no me piden ayuda?

Relato de V. Sulkin, pintor de iconos de la ciudad de Moscú.

Preparándome para tomar la comunión, en la noche leí la regla establecida para ello, y luego de medianoche me fui a dormir. Inesperadamente en un leve sueño la luz del candil ante el icono de la Santísima Virgen resplandeció más y más. Vi al Zar mártir Nicolás Alexandrovich. El Soberano estaba con uniforme de campo de oficial del ejército ruso de color pastel; en la guerrera hombrera de coronel, sobre la cabeza una gorra con copa relativamente alta. Quitándose la gorra, el Soberano me invitó a sentar a la mesa. Lo que sentí, es muy difícil de explicar. Yo perdí a mi padre cuando sólo tenía cuatro años. Mi padre era aviador de caza, participante de la guerra de Finlandia y la segunda Grande. Al ver al Soberano, sentí su profundo sentimiento paternal hacia mí. Mi corazón se llenó de amor filial hacia el Soberano. Yo sentí que el amor paternal del Soberano estaba dirigido no sólo hacia mi, sino hacia todos los que se dirigen a él. Yo era consciente, que durante la vida terrenal el Soberano tenía este mismo sentimiento hacia todos sus súbditos.

Los claros ojos azules del Soberano irradiaban una paternal benevolencia y preocupación. Semejantes ojos no tuve la oportunidad de encontrar en ningún hombre. Fui honrado por una larga conversación con él, la mayor parte de la cual actualmente está oculta de mi. Recuerdo claramente las palabras del Zar mártir: "Házlo saber a todos: ¿Porqué no me piden ayuda? Yo recuerdo mi pregunta a él: ¿Es muy penoso y aterrador perecer cuando delante de ti matan a tus hijos? El Soberano me contestó que todo había sucedido más trágicamente de lo que nos imaginamos. Más todo fue sólo un instante y todos ellos juntos comparecieron ante Jesucristo. Una inusual pena y compasión me llenó el corazón y me recuperé sobre la almohada mojada abundantemente por lágrimas, y las lágrimas continuaban fluyendo de mis ojos. Me hinqué y durante largo tiempo recé por los santos mártires y pasionarios de la familia real.

Al día siguiente le dije a mi hermana y a todos mis conocidos que todas las habladurías acerca del Soberano eran falsas. Yo he encontrado en la vida muchas personas excelentes, ¡más el Soberano los supera por su belleza espiritual y nobleza! Una conocida L. dudó de mi aseveración de que tales ojos poco comunes, de belleza celestial, no había encontrado en nadie sobre la tierra. Ella no dijo nada a nadie y al día siguiente fue a la Liturgia del monasterio Donskoi. Durante el sermón el anciano abad Daniel, sin ningún motivo evidente comenzó a hablar acerca del Zar—mártir y pronunció lo siguiente: "¡Sus ojos eran tales como no los tiene nadie en la tierra! Y mirando fijamente a L. agregó: ¡Si, si! Nadie en la tierra los tiene!

Victor Saulkin [l, pag. 35]

Sanación por oraciones hacia la Soberana y Grandes Princesas.

Mi madre — una persona anciana, enferma con muchas dolencias crónicas y úlcera estomacal. A fines de mayo del año 1997 tubvo una gran hemorragia de estómago... Yo sabía que sólo podía salvarla una operación de urgencia, pero mi madre no se podía operar... La situación parecía no tener esperanzas. De pronto recordé el libro "Milagros de los Mártires de la familia real." Me arrodillé y pensé: la Soberana y las Grandes Princesas eran célebres por las obras de beneficencia. Comencé a invocarlas acaloradamente con mis palabras, implorando por ayuda inmediata. Y casi en seguida sucedió el milagro — cesó la hemorragia, la enferma mejoró y dentro de las 24 horas su salud se volvió totalmente buena.

Valery Dorojov [1, pag. 45]

Gran Princesa María.

Todos los años me enfermaba por problemas pulmonares y así durante l0 años seguidos. Enfermé otra vez... estaba totalmente sola e inútil y ni siquiera podía levantarme de la cama. Me había puesto terriblemente mal. Tenía fiebre y tenía sed, estaba debilitada moralmente y me sentía rendida. Era el 19 de mayo, el día del nacimiento del Soberano nuevo-Mártir.

De mañana desperté, casi sin fiebre. En la habitación había aroma a lilas, detrás de la ventana cantaban los pajaritos. ¡Encima de la frazada tenía puestao un antiguo capote de oficial...con cóndores! ¿De dónde es esto, Señor? En el sillón había una niña de unos 17 años, leyendo con voz suave el akafisto al beato Nicolás en un cuaderno, al que reconocí en seguida: a pedido de mi abuela lo había copiado siendo una niña de 7 años. Este akafisto era para una señora enferma. "¡Estoy delirando!" — me asusté. Yo no conozco a esta niña y aquí nadie sabría leer este akafisto en voz alta y hasta con la entonación y la dicción como en Peterburgo.

Pregunté: —¿De dónde es esta vieja capota? —De papá—contestó ella.

¿Y tú quien eres?

— María.

—¿Qué María?

— La enfermera.

Tenía algo digno y dulce en la mirada, ojos grandes, grises. El vestido sencillo, celeste claro. Y una rama de lila fresca en un florero. — Dame algo para beber, dije. Se me acercó con una taza de leche tibia. Le pregunté:

¿Es un delirio mío?

Dostoievsky dijo: que no hay delirio ni locura. Sino que simplemente a veces en circunstancias extremas las personas ven el otro mundo. Papá dijo — hoy sanarás definitivamente. Hoy es su día de nacimiento y pasado mañana el día de su santo. ¿Quieres que lea el oficio religioso aún?

No, lee algo alegre y luego el oficio religioso...

Una voz hermosa me leyó un cuento chistoso... luego la niña se hincó ante los iconos de mi abuela, me hinqué yo también en la cama: "Señor Jesucristo, Hijo de Dios, salva y ten piedad de nosotros pecadores. ¡Santísima Virgen María, Sálvanos! "

Me dormí y desperté sana y fresca. En el cuarto estaba sola, mas la rama de lila, que antes de mi enfermedad no estaba, lo perfumaba todo. La lamparilla estaba encendida, aunque yo no la había encendido. Pero lo más increíble, valioso y demostrativo es que yo pecadora fui congratulada con la visita de algo del más allá, ¡ era el rosario de mi abuela, que pendía del icono del Salvador! Y era el mismo rosario con el cual mi abuela fue enterrada. La borla de la cruz estaba deteriorada, pero¡ las mismas cuentas! no se dispersaron. Desde ese entonces no me separo del rosario. Creo santamente que era por las oraciones de mi abuela que fui sanada con ese milagro. Ella honraba siempre a San Nicolás Milagroso y a los zares mártires y dos veces fuimos como peregrinas a la casa de Ypatiev.

Nina Kartashova [l, pag. 68]

Acerca del archivo del Zar.

En el archivo Gubernamental de la Federación de Rusia se conservan los libros diarios, cartas, fotografías, objetos personales, documentos pertenecientes al Soberano Nicolás Alexandrovich y miembros de su Familia. Los funcionarios del archivo vieron en varias oportunidades entre los mostradores figuras en movimiento, vestidas con ropas de monjas o como hermanas de caridad: la parte superior blanca y la inferior oscura. Para estudiar el tema con apoyo espiritual, fueron invitados dos sacerdotes para bendecir la habitación con las reliquias de los Soberanos. Decidieron realizar un oficio de acción de gracias con bendición de las aguas, pero en forma tal como si esto fuera el itinerario de una excursión (tiempo soviético) la que con anterioridad había sido autorizada. El 6 de febrero, el día de la conmemoración de Santa Xenia de San Peterburgo, se reunieron ocho personas conocidas entre si.

Ascendiendo por las escaleras, a la altura del segundo piso sentimos un leve aroma a incienso, mientras más nos elevábamos más intenso era el aroma. El archivo del Soberano estaba en el cuarto piso. En las mesas estaban colocados los diarios de la Familia Real. Todos apreciamos un increíble aroma y en silencio comenzamos a mirarnos. La encargada pidió que por ningún motivo durante el oficio religioso se encendiera el incensario y no se encendieran cirios porque en el archivo esto era rigurosamente prohibido.

El sacerdote comenzó la lectura de las oraciones iniciales. Nos impresionó el aroma a incienso, que comenzó a esparcirse por todas las habitaciones... sin el habitual inciensar, ¡ el Señor por acción milagrosa, lo hizo por obra angelical! Acercándonos al sector con los archivos de la Emperatriz, y rociar con agua bendita, percibí el inconfundible aroma de la mirra. Pregunté por esto a los que me rodeaban. — ¡Si, realmente! ... me contestaron. Milagrosamente, el Señor nos comprueba que aquí yace santidad, y por tanto este lugar es — especial. A la estantería del Soberano, al rociarlo con agua bendita, sucedió lo mismo: su contenido comenzó a exhalar una fragancia. Nos quedaba claro que los santos mártires Reales invisiblemente estaban presentes aquí y su herencia espiritual era una invalorable reliquia. No fuimos nosotros a bendecir la habitación, sino que el Soberano nos santificabaó a través de estas grandes reliquias...

Este increíble milagro en el archivo Real, en conjunto con otros innumerables milagros es la viva demostración de la santidad de la Familia Real. Nos muestra que no sólo la vida terrena de los mártires Reales es un ejemplo de fidelidad a nuestro Señor, aún hoy y

con su santidad iluminan nuestro angosto sendero hacia El, exclamando con regocijo: "Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento. Porque para Dios somos grato olor de Cristo..." (2 Cor. 2: 14-l5)

Diacono Alejandro Murmikov [l, pag. 21]

Visión de una mujer creyente durante la época del poder soviético.

Cierta vez, en épocas de tensión, en los últimos años del dominio comunista, una creyente durante el tiempo del ayuno rezaba en la iglesia de San Nicolás por la salvación de Rusia. Y en cierto momento delante de sus ojos, en una niebla se le aparecieron dos imágenes. Delante iba San Nicolás, llevando de la mano al Soberano Nicolás Alexandrovich. Acercándose a la que estaba en oración, San Nicolás dijo:¿ Porqué es que me pides a mi? —Y enseñando al Soberano agregó: "He aquí el nuevo San Nicolás, el venerado Zar-mártir, el santo orador por Rusia y el pueblo ruso."[4].

Relato A.

Sucedió durante la Gran Cuaresma. Me acerqué hacia la religión recientemente, y como neófito tenia "celo con poco juicio." Por orgullo mío, ayuné demasiado, sin tomar en cuenta mis fuerzas físicas ni espirituales. En medio de la Cuaresma me abatí, lo cual fue en aumento. Antes de la confesión fui más estricto en el ayuno, lo cual se tradujo en resultados negativos en mí: comencé a no querer confesarme, comulgar y en general el concurrir a la iglesia. Ahora sabía, ¡que pasaría lejos de los templos de Dios! Me vino un pensamiento: ahora que he comprendido que la vida sin Cristo y sin Iglesia no tiene sentido y es vacía, ¿que es lo que me queda por hacer? Mi conclusión es: que tal vida no me sirve para nada. Comencé a planear un suicidio. Mi esposa de esto no sabia nada, pero se había dado cuenta de que me pasaba algo. Ella me convenció de que era necesario rezar y me prometió hacerlo ella también...

El viernes, habiendo quedado solo, recordé mi intención, los demonios no me dejaban en paz, y comencé a inclinarme hacia mi macabra decisión. Sin embargo por consejo de mi señora me hinqué y comencé a rezar con genuflexiones a la Madre de Dios y al beato Serafín, pidiendo ayuda... Entonces me pareció escuchar una voz: "¡Es poco! ¡No me reces a Mi! Miré hacia el rincón de los iconos, mi mirada fue atraída por el icono del Zar-mártir y su Familia, los otros iconos no me decían nada a mi corazón. Comencé a rezar al Zar Nicolás Alexandrovich, a quién recientemente comencé a honrar, gracias a las difusiones de " Radonez." Rezaba con palabras propias algo confusas, pero con calidez. Y sucedió un real milagro... Sin haber pasado cinco minutos, volví a mi estado normal y me horroricé por mis intenciones anteriores. De pronto comprendí todo — como si hubiera visto de un lado, la causa de la enfermedad, y la continuación de la enfermedad, y sus posibles consecuencias y el remedio que me curó. El domingo me confesé felizmente y tomé la comunión. Desde ese momento mi relación con los mártires Reales fueron de más veneración. Los invoco en mis oraciones como a intercesores ante el Señor por nosotros pecadores.

A. [l. pag. 176]

Relato del párroco del templo de San Jorge el Vencedor.

Nuestro templo fue abierto hace pocos años atrás en los suburbios de Moscú, en el territorio de OPO. La relación con su director era buena y veíamos hasta cierta ayuda en él, en la restauración del templo. Luego el director cambió radicalmente su conducta hacia la parroquia, comenzando con una gran presión financiera. La calefacción fue cancelada, en invierno rezábamos con frío (-l, -2 grados). Las facturas aumentaban, no sólo las de la calefacción sino hasta por la energía eléctrica ya desconectada. Llegó una comisión de control desde Moscú, pero no hubo cambios... Faltaban diez días para la Pascua. El vencimiento de las facturas millonarias era dentro de los diez días.

En nuestra biblioteca eclesiástica se encontró un libro "Milagros de los mártires imperiales." Yo, como paárroco del templo, fui impresionado por los milagros relatados; ¡en mi alma engrandecía la fe en la fuerza de sus oraciones ante Dios! Maduró en mí la decisión de ir al templo y ofrecer un oficio religioso fúnebre en honor de la Familia Real. Esa tarde, tardíamente, comenzó un temporal de tal fuerza que arrancó del techo del templo, dos listones de chapas de hierro. En el alma tenía miedo y sensación terrible, con pensamientos del maligno: ¡No vayas al templo! Más con la ayuda de Dios venciendo todos los temores entré en el templo y realicé el oficio religioso. El viento aminoró, en mi alma había gozo y esperanza en la ayuda de los mártires Reales. Los oficios se realizaron durante tres días seguidos...

Y así el Jueves Santo, entró en el templo un hombre relativamente joven y se presentó como: "¡Yo soy vuestro nuevo director!" Resultó ser una persona creyente, lo cual no es común encontrar entre el personal superior. ¡Su apellido es Nicolaiev! He aquí la respuesta a mi pedido en oración. ¡Este año tuvimos una Real Pascua! ¡Había alegría y gozo! Todas las cuentas inmediatamente fueron anuladas. El nuevo director pidió perdón ante la Iglesia y la gente por lo actuado por su antecesor. Con la ayuda de Dios reorganizó la administración en decadencia, se ocupó de la remodelación del templo y de la vida de la parroquia. Luego de este milagro, los feligreses de nuestro templo creyeron en el fuerte apoyo de los mártires Reales hacia nosotros pecadores...

Demetrio Kireiev y parroquianos. [2, pag.47]

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Conclusión.

“Nuevos pasionarios.”

Palabra dicha por el arzobispo san Juan de Shanghai.

Los primeros santos glorificados en Rusia fueron los mártires Boris y Gleb. Fieles a la voluntad de Dios, sin maldad en relación a sus asesinos, y toda la vida anterior atrajeron los corazones de todos, más las señales y milagros con los cuales Dios los glorificó, han hecho ver su fuerza y honra celestial.

Acudían a ellos en las necesidades, los honraban y homenajeaban por toda Rusia varias veces al año. Su aparición en el río Neva de noche, en vísperas de fecha de la muerte del Gran príncipe Vladimiro, padre de ellos, inspiró fuerzas al gran príncipe Alejandro para conseguir ese día la victoria sobre los suecos, que fue el inicio de la glorificación del mismo Gran príncipe Vladimir. Junto a los otros dos santos mártires se unió, luego de siglo y medio, el gran príncipe Igor, que tomo los hábitos con el nombre de Gabriel, y fueron muertos por la gente de Kiev, quienes querían tener otro príncipe.

Toda Rusia glorifica al Santo gran-príncipe Miguel Tverski, luego de muchos martirios muerto en Horda por culpa del príncipe Iuri de Moscú: desde ese entonces hasta nuestros días se homenajean las reliquias de los santos de Tver y Moscú, a ellos recurrían en sus penas y necesidades los habitantes de las provincias cercanas. De allí extraían fuerzas para la construcción del Reino ruso los Soberanos de Rusia.

Fuente no sólo de sanación de males corporales, sino de fuerzas espirituales, en el tiempo de Disturbios muerto en Uglich el niño mártir, heredero san Demetrio. Resplandecen luminosos desde la profundidad de los siglos sus nombres esparciendo Gracia Divina a todos los que los veneran. Ellos y otros santos beatos de la tierra rusa interceden ante Dios por ella.

Hoy a ellos se unió el Zar Mártir con su Familia. El Señor les da fuerza a las oraciones de Sus Santos y los glorifica en la tierra, cuando eso es necesario y provechoso para la Iglesia terrena. Cuanto más potente e intensa sea nuestra oración hacia los Mártires Reales, más los glorifiquemos, el Señor los hará intercesores por la Tierra Rusa a quienes ya hizo dignos de la Gloria Celestial.

Si nuestra fe y oraciones son intensas el Señor Todopoderoso, le dará fuerza a las oraciones del Zar Mártir, de zarevich Alexis y a las Mártires de la familia Real, y brillarán ellos como aurora luminosa sobre nuestra Patria, lavada con lágrimas de arrepentimiento y sangre de mártires.

Anexo 1.

Troparion (Voz quinta): Despojados del reinado terrenal, con mansedumbre diversos lazos y martirios soportasteis, glorificando a Jesucristo hasta la muerte por los ateos; gran pasionario santo Ungido Zar Nicolás, el Señor Jesucristo con la corona de mártir en el cielo te ha unido con la Zarina e hijos y tus sirvientes, ruega a El se apiade de la nación Rusa y salve nuestras almas.

Kondakion: (Voz sexta): ¡Oh! Admirable y glorioso pasionario Zar Nicolás, mira tu reino terrenal con tus gentes, perplejos por sus pecados, ruega al Todopoderoso, que no nos sentencie, sino nos permita incesantes cantares : Aleluya.

 

Oración.

¡O Santo-pasionario, Zar Mártir Nicolás! el Señor te eligió como Su Ungido, con misericordia y justicia juzga a tus gentes, guardián del reino ortodoxo.

Ejerciste este servicio imperial por nuestras almas con temor de Dios. Probándote como oro en hornillo, aflicciones duras el Señor te permitió, como a Job el muy sufriente, después, privándote del trono real a la muerte mártir te envió. Todo esto con benignidad soportaste como verdadero siervo de Jesucristo, gozando ahora las glorias superiores ante el trono del Zar de todos, fuente de santos mártires: santa reina Alejandra, zarevich adolescente santo Alexis, santas princesas: Olga, Tatiana, María y Anastasia junto a tus fieles servidores y con la santa mártir gran princesa Elizabeth y con todos los mártires de familia real y la santa mártir Bárbara.

Teniendo audacia ante Cristo Zar, por causa de El fuiste martirizado, reza con ellos para que el Señor perdone el pecado del pueblo, al no impedir tu muerte de Zar y Ungido de Dios, que libere el Señor a la muy sufriente Tierra Rusa de los crueles ateos, por culpa de nuestros pecados y transgresiones por Dios tolerados, y reinstale el trono de los zares ortodoxos, otorgándonos y dándonos el perdón de nuestros pecados, orientándonos hacia toda caridad, humildad y amor, y como estos mártires hacernos merecedores del Reino de los Cielos, junto a Tí y todos los santos nuevos mártires y pasionarios de Rusia, glorifiquemos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

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Anexo 2.

Ultimo Rayo,

Por el Protopresbitero León Lebedev.

Finalmente y definitivamente cayeron los velos sucios tendidos delante de nosotros por la malvada propaganda comunista, que ocultando la imágen espiritual del Zar Mártir Nicolás, su benemérita esposa Alejandra y sus maravillosos hijos — príncipe Alexei, princesas Olga, Tatiana, María y Anastasia. ¡Ahora nada se interpone para ver con el ojo espiritual puro y observar a nuestros pasionarios reales y ver cuán maravillosa y apacible luz irradian! Al leer sus biografías, sus cartas, a la observación de sus fotografías, más ahora ante sus iconos...nos vienen a la mente las palabras "luz", "luminosidad."

No es casual esto. Las tinieblas de este siglo en nuestros días espesaron y tan sólidamente nos cubrieron, que al contacto con la luz, el corazón se estremece, se ilumina como vela apagada, de vela encendida. Comenzamos a comprender, lo que era la vida rusa antes de la revolución ya que ella pudo engendrar tal milagro, como la familia Real del Soberano Nicolás Alexandrovich!

En esta familia el uso de las palabras "solcito, lucecita, rayo de luz" eran usadas cotidianamente para relacionarse entre todos los miembros de la familia. ¡No sólo para el más pequeño heredero! Y no eran palabras vacías. Todos ellos, de uno para el otro eran rayos solares. En una carta la Emperatriz, estando recluida, escribía acerca de sus hijos; que todos ellos — son como una persona. Toda la Familia Real era como una persona, tal era el afecto entre ellos. Este afecto superaba todas las innumerables tentaciones que por lo común se encuentran en familias, y más aún relacionados a su participación en el orden real. Estaban ante la vista de todos. Y lo que llevaban en sus corazones involuntariamente se esparcía por toda la nación hacia todo el pueblo. Eran la luz del verdadero amor Evangélico.

"Amo a mi patria — escribía la Zarina acerca de Rusia, — me siento madre de esta nación y sufro por ella como por un hijo mío." Acerca de su patria terrenal — Alemania, ella decía: "¡Mi primer patria!" La segunda y última para ella fue Rusia. ¿Porqué? Porque no formalmente, sino con toda el alma la Zarina adoptó la Santa Ortodoxia. Y para los rusos siempre fue — el que es verdadero ortodoxo, entonces es de los nuestros, es como un pariente, entonces es ruso. Sin tomar en cuenta donde había nacido la persona y cual era su nacionalidad anterior. Todos los miembros de la Familia Real se sentían rusos. Si juzgamos por la sangre, ellos no la tenían, pero fueron educados de tal manera que ellos en todo eran más rusos que muchos de los de rusos étnicos.

¡Santa Ortodoxia! ¡Qué luz, qué fuerza transfiguradora! ¡Qué luminosa resplandecía en Rusia, en la Iglesia Ortodoxa, como lo era antes! Esta luz de Cristo iluminaba a todo hombre, que la adoptaba de corazón. Tales había decenas de millones. En general la casi totalidad del pueblo ruso. Es por eso que los comunistas debieron eliminar a sus enemigos por decenas de millones. Todos ellos eran personas que no podían "ser reeducados, " al negar su fe y adoptar ideas nuevas. Aunque ellos no lucharon contra el poder soviético, este debía eliminarlos físicamente, pues de otro modo no hubieran obtenido nada. Por cálculos aproximados en el año 14 en Rusia había 90 millones entre las diferentes etnias—también ortodoxos. Cerca del año 45 fueron aniquilados muchos millones en la Rusia Grande. Mientras estaban vivos formaban la parte principal del gran pueblo, y la ley de Cristo a través de la fe ortodoxa llenaba sus corazones con amor hacia su Zar ortodoxo y a su Familia. Increíble era esta unión espiritual del Zar con el pueblo en las vísperas de la revolución.

Por ello cuando hablan del alejamiento de la fe y del Zar en Rusia, antes y en el periodo de la revolución del año 17, tenemos que imaginarnos con certeza ¿dónde, en quién, y en qué capas de la población, esto tenía lugar? Ello era sólo en una fina capa intermedia entre el Zar y el pueblo — en "la sociedad instruida" y en la capa de obreros alejados de la iglesia y la el hampa de las ciudades. Todo esto junto representaba el 5-7% de la población de l80 millones, solo l0-l2 millones de personas. Mas 170 millones estaban desarmados y no estaban organizados, y los l0-l2 estaban organizados, compactados y muchos armados. De esto se ve que la catástrofe en Rusia sucedió no como generalmente la presentan, acusando a todo el pueblo, sino diferente. Sus víctimas fueron el Zar y el pueblo conjuntamente.

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Antiguamente, en épocas de los Zares, Rusia se apoyaba en el amor, sinceridad hacia Dios, Jesucristo y prójimos. ¿Quién es capaz ahora, como entonces el Zar de abrazar con su amor paternal a todo el pueblo, toda la nación y con total entrega servirle? Nadie, porque nadie más que el Zar legal, puede ser el Padre "Padrecito" para todo el pueblo. Los presidentes — siempre son personas temporales; personas ascendidas de la sociedad (partido) e y subidos al poder por orgullo y ambición, y no, siendo llamados por Dios.

El Zar ruso no tenía ansias de mando en su espíritu, sino sólo amor. El poder lo tomaba como una cruz, una hazaña. En su unción para la Soberanía, se le otorgaba por Dios desde los Cielos un especial don de amor a los súbditos, capacidad para entender, qué y cómo es necesario proceder para con ellos.

Como últimao rayo de Luz Divina iluminó la tierra rusa el reinado del Zar Soberano Nicolás Alexandrovich. En su personalidad se conjugaba una amplia cultura social, local y general y artística, con una profunda enseñanza espiritual, sincera fe, y oración verdadera. Ante él florecieron todos los ámbitos de la vida rusa — la cultura, el arte, la ciencia, la industria, la agricultura, la economía general. La valoración de los expertos de occidente le pronosticaban a Rusia para los años 50 sobrepasar a todas las naciones más desarrolladas del oeste. En el año l905 el obispo Antonio Jrapovitski exclamó: "¡Pueblo ruso! ¡Aprende de tu Zar, la fe, el enternecimiento y la oración!"

En este admirable y último reinado se exteriorizó la indisoluble unión entre la Ortodoxia y autocracia, entre la Iglesia y el imperio. El Reinado Ortodoxo Ruso en toda su historia demostró a toda la humanidad que se puede vivir siempre como lo enseña Jesucristo y su Santa Iglesia, y no como lo enseña el ateo comunismo. Prácticamente esto significa, — que en condiciones del reino terrenal, actuando juntamente, ayudándose los unos a los otros —hay que tender siempre al Reino Celestial y al "Nuevo Jerusalén."

Bibliografía.

1 Zar glorificado por Dios, Moscú ano 1997, casa "Libro Nuevo, " tomo 3

2 Nuevos milagros de los mártires reales, Moscú ano 1996, casa "Libro Nuevo."

3 Archimandrita Constantin (Zaitsev), Memorias del Ultimo Zar, tipo. Job de

Pochaiev, Holy Trinity Monastery, Jordanville, N.Y. USA. 1963

4 Rusia Ortodoxa. No. 11, pag. 4.

 

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Editor: Obispo Alejandro (Mileant)

 

(nicolai_ii_s.doc, 07-28-2004).

 

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