Relatos del

Nuevo Testamento

Parte I

 

Arcipreste Serafín Slobodskoy

Traducido por Diacono Kiril Joltkevitch / Yulia Korotkova

 

 


Contenido: La Natividad de la Virgen María. Introducción de la Virgen María al Templo. La Virgen María y José. La anunciación del Ángel sobre el nacimiento del Precursor. Anunciación a la Virgen María. Visita de la Virgen María a la honorable Elizabeth. Nacimiento de Juan el Bautista. El nacimiento de Cristo. La reverencia de los magos. El bautizo de Jesucristo. Jesucristo en el desierto. La aparición de Jesucristo a la gente. El primer milagro. La expulsión de los mercaderes. La conversación con Nicodemo. La conversación con la Samaritana.. La sanación del hijo de un oficial. La sanación del paralítico. La sanación del hombre con la mano seca. La selección de los Apóstoles. El Sermón de la Montaña.


 

La Natividad de la Virgen María

Cuando se acercó el tiempo para que naciera el Salvador del Mundo, en el pueblo Galileo de Nazaret vivía un descendiente del Rey David, Joaquín, con su esposa Ana. Ambos eran personas muy honorables y eran conocidos no por su origen real sino por su humildad y misericordia. Toda su vida estaba llena de amor hacia Dios y hacia el prójimo.

Joaquín y Ana vivieron hasta una edad muy avanzada pero no tenían hijos. Esto los apesadumbraba mucho. Sin embargo, y a pesar de su edad, ellos no dejaban de pedirle a Dios que les mandase un hijo e hicieron la promesa de que lo consagrarían al servicio de Dios. Todo hebreo, en aquella época, esperaba a través de su descendencia ser copartícipe en el reino del Mesías, es decir, del Cristo Salvador. Por eso, aquél hebreo que no tenía hijos era despreciado por los demás, porque esto se consideraba como un gran castigo de Dios por los pecados.

Esto, sobre todo, era muy difícil para Joaquín, como descendiente del Rey David, porque en su línea tenía que nacer el Cristo. Por la paciencia, gran fe y amor a Dios y amor mutuo, el Señor les envió a Joaquín y Ana una gran alegría. Al final de su vida les nació una hija. Por indicación del Ángel de Dios le fue dado el nombre de María que, en hebreo, significa SEÑORA - ESPERANZA.

El nacimiento de María trajo mucha alegría no sólo a sus padres, sino también a toda la humanidad porque Ella estaba predestinada por Dios a ser la Madre del Hijo de Dios, el Salvador del Mundo.

El nacimiento de la Santísima Virgen María se celebró en la Iglesia Ortodoxa como una de las grandes festividades, el día 21 de septiembre en el calendario nuevo.

Tropario

Tu natividad, Virgen Madre de Dios, anunció la felicidad a todo el Universo, porque de ti resplandeció el Sol de la verdad, Cristo Dios nuestro y, destruyendo el juramento, Él concedió la bendición y suprimió la muerte. Nos obsequió la vida eterna.

Tropario - oración principal corta en honor a la festividad. Concedió - regaló, otorgó, dio.

 

Introducción de la

Virgen María al Templo

Cuando la Virgen María cumplió los tres años, sus honorables padres se prepararon para cumplir con su promesa.

Ellos llamaron a los parientes e invitaron a las amigas contemporáneas de su hija. La vistieron con las mejores vestimentas y, acompañados de la gente que cantaba canciones religiosas, la llevaron al templo de Jerusalén para su consagración a Dios. Sus amigas, damas de honor, al igual que la propia María, llevaban velas prendidas en las manos.

A su encuentro al templo de Dios les salieron cantando los sacerdotes, encabezados por el sumo sacerdote.

Joaquín y Anna, con fervientes oraciones, colocaron a María en el primer escalón de la escalera que conducía al Templo. Esta escalera tenía quince grandes escalones, por el número de salmos que los sacerdotes cantaban a la entrada al templo de Dios.

Y así, la propia María, de tan sólo tres años de edad y por si misma, subió por los altos escalones.

Allí, el Sumo Sacerdote la recibió y la bendijo como lo hacía con todos los consagrados a Dios. Seguidamente y por inspiración del Santo Espíritu, la condujo al Lugar Santísimo. Este era el lugar más sagrado del Templo, donde no podía entrar nadie más sino el Sumo Sacerdote y este podía hacerlo solamente una vez al año.

El Santo Espíritu inspiró al Sumo Sacerdote que María, la joven seleccionada, es digna entrar en el lugar más sagrado. Era Ella la predestinada por Dios a convertirse en la Madre del Hijo de Dios, quien abriría a la humanidad las puertas del Reino del Cielo.

Joaquín y Anna, luego de haber cumplido su promesa, regresaron a su casa y María se quedó viviendo en el Templo. Allí María, junto con otras doncellas, aprendía la Ley de Dios y manualidades; rezaba mucho, leía las Santas Escrituras y cumplía estrictamente con el ayuno. La Santísima Virgen vivió cerca de once años en el Templo y creció muy virtuosa, obediente a Dios en todo, muy humilde y trabajadora.

La Santísima María decidió dedicar toda su vida solamente a Dios. Para ello, hizo una promesa: nunca casarse, es decir, quedarse virgen por siempre. El Espíritu Santo y los Santos Ángeles cuidaban a la Infanta de Dios.

La introducción de la Santísima Virgen María al Templo se celebra en la Iglesia Ortodoxa el día 21 de noviembre (4 de diciembre en el calendario nuevo). Este día se celebra como una gran festividad que, en los cantos religiosos, se llama "anunciación de la buena voluntad de Dios a la humanidad." A partir de esta festividad se comienza a cantar en la Iglesia en los maitines "CRISTO NACE..."

Tropario

Hoy la anunciación de la buena voluntad de Dios y el sermón de la salvación de la gente. Claramente llega la Virgen al Templo de Dios y a todos preavisa a Cristo, y nosotros le exclamaremos vociferando: "Alégrate por nuestro cumplimiento de la voluntad de nuestro Creador."

Buena voluntad - misericordia. Creador - Dios

 

 

3. La Virgen María y José

Cuando la Virgen María cumplió los catorce años de edad, por la ley hebrea ya no podía permanecer en le Templo. Había que devolverla a los padres o casarla. Joaquín y Ana, para esa época, ya habían muerto. Los sacerdotes querían casarla pero María les notificó su promesa hecha a Dios de quedar por siempre virgen. Entonces los sacerdotes, por inspiración divina, la casaron con su pariente lejano, el anciano de ochenta años, José, para que él se preocupara y cuidara de ella y de su virginidad. José vivía en la ciudad de Nazaret. Él también era descendiente del Rey David, pero era una persona no rica y de oficio carpintero. La Santísima Virgen María llevaba la misma forma de vida humilde y apartada en la casa de José como la había llevado en el Templo y, en sus ratos libres, leía las Sagradas Escrituras y rezaba a Dios.

Observación: Lo escrito aquí en forma resumida, sobre el nacimiento de la Madre de Dios y su infancia, está sustentado en las Sagradas Escrituras, sagradamente conservado por la Iglesia Ortodoxa.

Lo relacionado con el Sagrado Testamento puede verse en el No. IV "Sobre la fe y vida cristiana "en la Sección "Sobre la sobrenatural confesión divina sobre la Sagrada Escritura y Sagrado Testamento."

La Anunciación del Ángel sobre

el Nacimiento del Precursor

Dios, a través del profeta Miqueas, anunció que muy poco tiempo antes de la propia venida al mundo del Salvador-Cristo vendría el Precursor, es decir el antecesor del Salvador.

El Precursor sería un gran profeta, quien anunciaría a la gente la cercana aparición de Cristo y los prepararía para el recibimiento del Cristo Salvador.

Para el nacimiento del Precursor, Dios seleccionó unos padres respetables, parientes de la Santísima Virgen María: el sacerdote Zacarías y su mujer, Elizabeth.

Ellos eran viejos, pero no tenían hijos. Rezaban arduamente a Dios para que los liberara de tan grande desgracia. Un día, Zacarías estaba realizando una ceremonia religiosa en el Templo de Jerusalén. Al entrar en el Santuario para quemar el incienso, se le apareció un Ángel del Señor del lado derecho del altar sobre el cual se estaba quemando el incienso.

Zacarías se cohibió y el miedo lo invadió. El Ángel le dijo: "No tengas miedo Zacarías, ya que tu oración ha sido escuchada. Tu mujer, Elizabeth, te dará un hijo y le pondrás el nombre de Juan. Este nacimiento le traerá alegría a muchos. Él será grande delante del Señor, tendrá dotes del Espíritu Santo desde su propio nacimiento y volverá a mucha gente hacia el Señor - Dios. Él antevendrá, es decir, será el antecesor del Señor - Salvador, con el espíritu y la fuerza como Elías y preparará a la gente para el recibimiento del Salvador."

Zacarías, por la alegría, no creyó de inmediato y dijo: "¿Cómo asegurarme que esto se cumplirá? ¡Si mi mujer y yo ya somos muy viejos!" El Ángel le contestó: "Yo, Arcángel Gabriel, comparecido delante de Dios y fui mandado por Él para hablar contigo. Por no creer en mis palabras, quedarás mudo y no podrás hablar hasta ese día en el cual se cumpla lo que te digo."

Mientras tanto, la gente que rezaba estaba esperando a Zacarías y se sorprendieron de que se hubiese detenido en el Santuario del Templo. Zacarías, al salir de allí, no podía hablar con el pueblo y se explicaba con señas. Entonces todos entendieron que Zacarías había tenido una visitación en el Santuario. Al finalizar los días de su servicio en el Templo, Zacarías regresó a su casa y, cuando Elizabeth supo de la misericordia de Dios con ellos, escondió con modestia su alegría a la gente y humildemente le daba gracias al Señor.

Observación: El Apóstol y Evangelista Lucas describió este sagrado evento en el Santo Evangelio Lucas 1:5-25.

 

Anunciación a la Virgen María

Al sexto mes luego de la aparición del Ángel a Zacarías, Dios mandó a ese mismo Arcángel Gabriel a María, en la ciudad de Nazaret, con un alegre anuncio: "Que el Señor la escogía a ella para ser la Madre del Salvador del Mundo."

El Ángel llegó a la casa del venerable José cuando María leía las Sagradas Escrituras y, entrando donde estaba ella, dijo: "¡Salve, muy favorecida! (es decir, llena de gracia de Dios, de los dones del Espíritu Santo). El Señor esta contigo. Bendita eres entre las mujeres!"

María se turbó ante las palabras del Ángel y pensó ¿qué significa esta salutación? El Ángel seguía diciéndole: "No temas, Maria, ya que has hallado la gracia ante Dios. Y ahora concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo y le nombraras Jesús. El será grande y se llamara el Hijo del Altísimo. Y no habrá fin en su Reino."

Sorprendida, María le preguntó al Ángel: "¿Cómo será esto pues no conozco el hombre?" El Ángel le respondió que todo esto ocurrirá por la fuerza del Dios Todopoderoso: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te iluminará por lo que el Santo Ser que nacerá será llamado Hijo de Dios. He aquí tu pariente Elizabeth, quien no tuvo hijos hasta avanzada vejez, pronto dará a luz un hijo porque para Dios no quedará sin fuerza ninguna palabra."

Entonces María, con humildad, dijo: "Yo soy la sierva del Señor. Hágase en mí conforme a sus palabras" y el Arcángel Gabriel se alejó de Ella.

La Anunciación de la Santísima Virgen María se celebra en la Iglesia Ortodoxa el 7 de abril por el calendario nuevo. La festividad de la Anunciación es una de las más grandes festividades. La palabra Anunciación significa bueno, alegre noticia, noticia de aquello que comenzó con la liberación de la humanidad del pecado y de la muerte eterna.

Tropiario

Hoy es el comienzo de nuestra salvación y llegada del sacramento desde la eternidad. El Hijo de Dios se convierte en Hijo de la virgen y Gabriel anuncia el favorecimiento. Por eso y nosotros con Él exclamemos a la Madre de Dios. Salve muy favorecida. El Señor es contigo.

Observación: Ver el Evangelio de Lucas 1:26-38

 

Visita de la Virgen Maria a la Elizabeth

La Santísima Virgen María, al saber del Ángel que su pariente Elizabeth, mujer del sacerdote Zacarías, pronto concebiría un hijo, se apresuró a visitarla.

Entró a la casa y la saludó. Elizabeth, al escuchar la salutación, se llenó del Espíritu Santo y reconoció que María había sido favorecida para ser la Madre de Dios y, en voz alta, exclamó: "Bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de Tu vientre! ¿Y por que tan gran alegría que la Madre de mi Señor venga a mí?"

La Santísima Virgen María, en respuesta a las palabras de Elizabeth, alabo a Dios y dijo: "Engrandece (proclama) mi alma al Señor y mi espíritu se regocija en Dios, mi Salvador, porque Él ha mirado la humildad de su paciente sierva. Pues he aquí que ahora todas las generaciones me llamaran Bienaventurada. Así me ha engrandecido el Todopoderoso. Santo es Su nombre y Su misericordia para los que le temen es de generación en generación."

Cerca de tres meses estuvo la Virgen en casa de Elizabeth y después regresó a su casa en Nazaret.

Dios también avisó al honorable anciano José del pronto nacimiento del Salvador, de la Santísima Virgen María. El Ángel de Dios le apareció a José en un sueño y le descubrió que María traería al mundo un hijo por obra y gracia del Espíritu Santo, como anuncio de eso el Señor Dios a través del profeta Isaías (7:14) "Y lo llamarás Jesús (Salvador). Porque Él salvará a la gente de sus pecados",- dijo el Ángel a José

Observación: Ver el Evangelio de Lucas 1:39-56 y el Evangelio de Matías 1:18-25.

Nacimiento de Juan el Bautista

De los honorables Zacarías y Elizabeth, pronto después de la visita de la Madre de Dios, nació un hijo. Los parientes cercanos de Elizabeth se alegraron junto con ella por tal misericordia del Señor para con ella.

Al octavo día, por las leyes de los judíos, correspondía darle nombre al niño. Reunidos los parientes y amistades, querían ponerle el nombre de Zacarías, por el padre. A esto Elizabeth dijo: "No, lo llamaremos Juan."

Todos comenzaron a hablar: "En tu familia no hay nadie que tenga este nombre" y empezaron a preguntar con señas al padre, cómo deseaba llamar al hijo. Zacarías pidió una tablilla y escribió: "Juan es el nombre para él." Todos se sorprendieron.

De inmediato se abrieron los labios de Zacarías y él comenzó a hablar de Dios y a predicar, por inspiración del Espíritu Santo, de la pronta venida del Salvador y que Juan sería su Predecesor quien prepararía al pueblo para la recepción del Salvador.

Todos los que escucharon de este maravilloso hecho hablaron de Juan con temor y sorpresa. "¿Qué será de este niño?"

El Señor protegía al niño y éste creció y se fortaleció en espíritu. Luego, Juan el Predecesor vivió en los desiertos hasta el día de la aparición a su gente.

El nacimiento del santo y venerable Profeta y Predecesor de Cristo, Juan, se celebra el 7 de julio, según el calendario nuevo.

Observación: Ver el Evangelio de Lucas 1:57-80.

 

El Nacimiento de Cristo

Durante el reinado de Herodes, en Judea, que estaba bajo el dominio de Roma, el emperador romano Augusto editó un mandato de levantar un censo a todos sus súbditos en la tierra de Judea. Cada judío debía inscribirse en el lugar donde vivieron sus ancestros.

José y la Virgen María, quienes provenían de la familia de David, se dirigieron a Belén, la ciudad de David, en Nazaret.

Una vez llegados a Belén, ellos no podían encontrar albergue en una casa, ni en una posada, por lo que se quedaron en las afueras de la ciudad, en la gruta, donde los pastores llevaban a su ganado durante el mal tiempo.

Fue en esta gruta que, de noche, la Santísima Virgen María dio a luz al Niño - Hijo de Dios, Cristo, El Salvador del mundo. María protegió al Niño Dios con frazadas y lo acostó en el pesebre, lugar donde se le ponía la comida al ganado.

Los pastores de Belén fueron los primeros en saber del nacimiento del Salvador. Esa noche, sus ganados pastaban en el campo cuando, de repente, apareció ante ellos el Ángel de Dios, y la luz del Señor los iluminó. Los pastores se asustaron.

El Ángel les dijo: "¡No tengan miedo! Yo les anuncio a ustedes una gran alegría, la cual no solamente será para ustedes sino para todo el mundo: Ha nacido hoy en la ciudad de David (Belén) el Salvador, el Cristo - nuestro Señor. He aquí la señal para ustedes: encontrarán al Niño abrigado con mantas, acostado en el pesebre."

Al anunciar esto el Ángel a los pastores, repentinamente aparecieron junto él otros Ángeles que alababan a Dios y cantaban: "¡Gloria al Dios supremo, y en la tierra paz, a los hombres la buena voluntad!"

Cuando desaparecieron los Ángeles, los pastores se dijeron: "Vamos a Belén y veremos qué ocurre ahí, de qué nos avisó el Señor."

Ellos, apresurados, llegaron a la gruta y descubrieron allí a María, José y al Niño, acostado en el pesebre. Los pastores reverenciaron al Niño y contaron de lo que vieron y escucharon de los Ángeles. María conservó en su corazón todas sus palabras.

Después de esto los pastores regresaron a sus manadas, y alabaron y agradecieron a Dios por todo lo que escucharon y vieron.

Al octavo día luego del nacimiento del Salvador, la Madre del Niño y José, de acuerdo con la ley, le dieron el nombre de Jesús, que había sido indicado por el Señor a través del Ángel.

Observación: Ver el Evangelio según Lucas 1:1-21.

 

La Reverencia de los Magos

José y la Santísima Madre de Dios con el Niño Jesús se quedaron todavía en Belén, cuando de un lejano país de oriente (de Persia o de Babilonia) llegaron a Jerusalén los Magos.

Magos, o Sabios, se les llamaba a la gente muy letrada. Ellos se encargaban de observar y estudiar las estrellas. En aquella época la gente creía que, con el nacimiento de un gran hombre, aparecía en el cielo una nueva estrella. Muchos paganos, enseñados por los judíos esparcidos, sabían del advenimiento al mundo del Mesías - gran Rey de Israel, quien vencería a todo el mundo. Por tal motivo esperaban la aparición de una nueva estrella en el cielo, con el nacimiento de este Rey.

Estos Magos eran personas muy honorables y el Señor, por Su misericordia, les dio esta señal. En el cielo apareció una extraordinaria nueva estrella. Habiendo visto esta estrella, los Magos de inmediato entendieron que el tan esperado Rey ya había nacido.

Los Magos se prepararon para el camino y fueron a Jerusalén, la capital del reino judío, para saber allí dónde había nacido ese Rey y así poder reverenciarlo. En Jerusalén los Magos preguntaron: "¿Dónde nació el Rey judío? Porque nosotros vimos su estrella en el oriente y vinimos para reverenciarlo."

El rey Herodes, quien escuchó esto, se alarmó: él era un hombre muy cruel y muy suspicaz. Por una sospecha mandó a matar a sus propios hijos y, especialmente ahora, se asustó, temiendo que le quitaran el poder y le entregaran el trono al nuevo rey que había nacido. Y todos los habitantes de Jerusalén se alarmaron al saber de esta noticia. Herodes reunió consigo a todos los sacerdotes y eruditos, es decir la gente que estudiaba los libros de las Santas Escrituras, y les preguntó: "¿Dónde debía nacer Jesús?" Ellos respondieron: "En La ciudad judía de Belén, porque así está escrito por el profeta Mejías."

Herodes entonces secretamente mandó a llamar a los Magos y averiguo de ellos el tiempo de la aparición de la estrella. Luego los mandó a Belén y les dijo: "Vayan y allí averigüen bien todo sobre el Niño y vuelvan para decirme para que yo pueda ir a reverenciarlo."En verdad Herodes pensaba matar al Rey nacido.

Los Magos, luego de escuchar a Herodes, fueron a Belén. Y de nuevo les apareció la misma estrella que ellos habían visto anteriormente en el oriente. Apareció en el cielo, y moviéndose iba delante de ellos, señalándoles el camino. En Belén la estrella se detuvo sobre aquel sitio donde se encontraba nacido el niño Jesús.

En ese tiempo, el viejo José y la Santísima Virgen María vivían con el Niño en la ciudad, en la casa (posada) donde ellos se habían trasladado desde la gruta porque la gente, luego del censo, había comenzado a esparcirse. Los Magos entraron en la casa y vieron al niño Jesús con su Madre. Le reverenciaron hasta el suelo y le entregaron al Niño los presentes (regalos): oro, incienso y mirra (preciado aceite aromático). Con estos regalos Los Magos mostraron, que el niño Jesús nacido era El Rey, Dios y el hombre. El oro lo habían traído para un Rey, como dote, o impuesto; el incienso a Dios, porque el incienso se utiliza durante los servicios religiosos; y la mirra al hombre, que debe morir, porque a los muertos los untaban y los ungían con aceites aromáticos.

Después de esto, los Magos quisieron regresar donde Herodes, en Jerusalén, pero recibieron de Dios, durante el sueño, el mandato de no regresar con él. Los Magos entonces, fueron por otro camino directo a sus tierras.

Las Santas Escrituras conservan los nombres de los Magos, quienes después fueron cristianos, y los mismos son: Melchor, Gaspar y Baltasar. La Santa Iglesia celebra su memoria el día del Nacimiento de Cristo.

El Nacimiento nuestro Señor, Jesucristo, se celebra el 25 de diciembre en la Iglesia Ortodoxa (7 de enero en el calendario nuevo). Para esta gran festividad nos preparamos con un ayuno de cuarenta días, llamado el "ayuno de Navidad." La víspera del nacimiento de Cristo se llama "Noche Buena" (sochelnic) pues en este día, por reglamento de al Iglesia, está ordenado comer sochuba, una especie de trigo hervido con miel y esto solamente al atardecer, luego de haber aparecido la primera estrella.

Observación: Ver el Evangelio de Mateo, 2:1-12.

Tropario

Tu nacimiento, Cristo Dios nuestro, que resplandeces al mundo la luz de tu sabiduría. A las estrellas le sirven, a la estrella enseñándote a Ti reverenciar, al Sol de la verdad, y a Ti conocer de las alturas, el Oriente, Señor. ¡Gloria a Ti!

Bajo las estrellas sirviendo: se entiende aquí a los magos, es decir los sabios, quienes estudiaban las estrellas y le reverenciaron.

Sol de la verdad y el Oriente de las alturas: se llama a Jesucristo quien iluminaba a la gente con su enseñanza.

Kondakio

La Virgen hoy da a luz al primer existente y la tierra da la gente al inaccesible. Los ángeles, con los pastores, alaban; los magos con la estrella viajan; por nosotros ha nacido el niño, el eterno Dios.

Kondaquio = pequeña canción que contiene la historia de los hechos de la festividad.

Primer existente = existente antes de todos los siglos, es decir siempre.

Gruta = cueva

Alabar = cantar, glorificar a Dios

 

El Bautizo de Jesucristo

En aquel tiempo, cuando Juan el Bautista predicaba a orillas del Jordán y bautizaba a la gente, Jesucristo cumplió treinta años de edad. Él fue igualmente de Nazaret, al río Jordán donde estaba Juan, para recibir de él el bautizo.

Juan no se consideró digno para bautizar a Jesucristo y lo detuvo diciendo: "A mí me correspondería ser bautizado por Ti y tú vienes a mí?"

Pero Jesús, en respuesta, le dijo: "Deja ahora", no me detengas ahora, "porque así tenemos que cumplir cualquier verdad", cumplir toda la Ley de Dios y dar el ejemplo a la gente.

Juan entonces obedeció y bautizó a Jesucristo. Luego de hacerlo, cuando Jesucristo salía del agua, de repente se abrieron sobre Él los cielos y Juan vio al Espíritu Santo que, en forma de una paloma, descendía sobre Jesús. Y del cielo se escuchó la voz de Dios Padre: "Éste es mi Hijo amado; en Él está mi buena voluntad."

Entonces Juan se convenció definitivamente de que Jesús era el Mesías esperado, el Hijo de Dios, el Salvador del Mundo.

Observación: Ver el Evangelio de Mateo 3:13-17; el Evangelio de Marco 1:9-11; el Evangelio de Lucas, 3:21-22; el Evangelio de Juan 1:32-34.

El bautizo de nuestro Señor, Jesucristo, se celebra en la Santa Iglesia Ortodoxa el 19 de enero según el calendario nuevo como una de las mayores festividades. La festividad del bautizo del Señor se llama igualmente Epifanía pues en el momento del bautizo de Dios se le mostró al mundo que Él es la Santísima Trinidad, es decir que es Dios Padre, hablando del cielo; dentro del hombre que el Dios hijo que había sido bautizado; y el Espíritu Santo bajado en forma de paloma.

Así mismo, durante el bautizo, las primeras personas pudieron ver que en la cara de Jesucristo aparecía no solamente el hombre sino también Dios.

El día anterior a la festividad se debe, por ley, ayunar. Este día se llama Noche Buena en memoria de cuando el Salvador, con su bautizo, bendijo el agua. Durante esta festividad se acostumbra bendecir el agua. El agua en el templo se bendice en la víspera y, el mismo día de la festividad, se bendice el agua del río u otro sitio donde la gente toma agua. La ida a la bendición del agua se llama "la Procesión al Jordán."

Tropario

En Jordán, bautizándote Tú, Señor, vino la aparición de la Santísima Trinidad. La voz del Padre, testimoniándote, te nombró su Amado Hijo, y el Espíritu Santo, en forma de paloma, testificó las palabras anunciadas. ¡Ven Cristo Dios e ilumina el Mundo, Gloria a Ti, Señor!

 

Jesucristo en el Desierto

Después de su bautizo, el Señor Jesucristo se retiro al desierto para allí, en la soledad, oración y ayuno, poder prepararse para el cumplimiento de su gran labor para la cual había venido a la tierra. Cuarenta días y cuarenta noches Él estuvo en el salvaje desierto con los animales y sin probar comida. Allí el diablo le llegó a Cristo e intentó, con astutas artimañas y preguntas, tentarle hacia el pecado como a cualquier hombre.

El diablo le dijo a Jesucristo: (En vano tú te atormentas con el hambre) "Si tú eres el Hijo de Dios, has que las piedras se conviertan en panes."

El Salvador le contestó: "En la Santa Escritura (en la Biblia) dice: no sólo del pan depende la vida del hombre, sino también de toda la palabra pronunciada por los labios de Dios." (Deuteronomio 8:3).

El diablo entonces condujo a Jesucristo a Jerusalén, le colocó sobre el techo del templo y le dijo: "Si Tú eres el hijo de Dios, lánzate hacia abajo desde aquí (peligro para ti no hay), porque en las Escrituras está dicho que mandará a sus ángeles a protegerte y en manos te llevarán y no tropezará tu pie con la piedra" (Salmo 91:11-12).

Pero Jesucristo le contestó: "Así mismo, dice en las Escrituras que no tientes a Tu Señor Dios," es decir, no exijas cuando no es necesario y no esperes milagros (Deuteronomio 6:16).

Después de esto, el diablo nuevamente llevó a Jesucristo y lo elevó a una alta montaña y allí, en un parpadear de ojos, le enseñó todos los reinos del mundo en todo su esplendor y majestuosidad, y dijo: "Todo esto de lo daré, así como el poder sobre ello fue entregado a mí, y yo a quién quiero se lo doy y así, si tu te arrodillas y me reverencias, todo será tuyo."

Jesucristo le contestó: "Aléjate de mí, Satanás, porque está dicho en las Escrituras que a tu Señor Dios reverenciarás y a Él solamente servirás" (Deuteronomio 6:13).

Entonces el diablo, ridiculizado, se alejó de Jesucristo por un tiempo y, de inmediato, los ángeles de Dios vinieron y comenzaron a servirle a Cristo. Así el Salvador venció la tentación del diablo, enseñando con esto que Él vino para liberar a la gente del poder del diablo sin darle ninguna concesión al mal.

Observación: Ver el Evangelio de Mateo 4:1-11; el Evangelio de Marco 1:12-13; el Evangelio de Lucas 4:1-13.

 

La Aparición de Jesucristo a la gente

Al regresar del desierto Jesucristo nuevamente fue a las orillas del Jordán, donde bautizaba Juan, éste, al verle, le dijo a la gente: "He allí el Cordero de Dios, El que tomara sobre si los pecados del mundo" lo que quiere decir que Jesucristo, el verdadero Cordero de dios que durante tantos siglos fue representado en los sacrificios. Él, al igual que los inocentes becerritos y corderos, sacrificados para ser totalmente quemados, humildemente tomará sobre Sí el sufrimiento y la muerte, y derramará su sangre por los pecados del mundo para salvar a la gente de la muerte eterna.

Y continuó Juan atestiguando: "Yo vi al Espíritu, que bajaba del cielo como una paloma, posarse sobre Él y atestiguar que Éste es el Hijo de Dios."

Al día siguiente, Juan de nuevo vio a Jesucristo caminar y le dijo a sus dos discípulos que estaban a su lado: "He allí al cordero de Dios."

Habiendo escuchado de Juan estas palabras, los dos alumnos siguieron a Jesús. Uno de ellos fue Andrés, que por esto se llama El Primer Llamado, como el primero que siguiera a Cristo. El otro fue Juan, también llamado el Teólogo. Después Andrés llevó con Jesucristo a su hermano Simón. El Salvador, percibiendo su profunda fe, le dijo: "Tú, Simón, el hijo de Jonás, tú te llamarás Pedro" que significa piedra.

Al día siguiente, el Salvador llamó hacia sí a Felipe, y Felipe trajo con él a Bartolomé.

Después de esto, Jesucristo fue por las ciudades y pueblos de la tierra hebrea predicando a la gente el Evangelio, es decir, la alegría, la buena nueva acerca de que Él era el Salvador prometido venido a la tierra para salvar al mundo del poder del diablo, del pecado y la muerte eterna, y darle a la gente la salvación eterna - el Reino de Dios.

Jesucristo con frecuencia la expuso la enseñanza del Reino de Dios en parábolas, o sea en formas parecidas y comparaciones con ejemplos de nuestra vida cotidiana, para exponer su enseñanza más fácil y completamente. El mundo visible e invisible son hechos por Dios. Entre aquél y el otro mundo existe una maravillosa unión o semejanza. Por esto, el mundo visible nos dice de las leyes del mundo invisible, del mundo celestial. Toda nuestra vida terrenal, con toda la vida visible del mundo, es una majestuosa parábola de Dios sobre las leyes de la vida venidera en el Reino del Cielo.

Para convencer a la gente de que Él era el Salvador prometido e Hijo de Dios, Jesucristo hacía muchos milagros, hechos tan inusuales que no se pueden hacer con las fuerzas normales del hombre y que solamente pueden ser realizadas con la fuerza divina de Dios.

Muchos de los hebreos creyeron en Jesucristo y, en aglomeraciones, fueron tras Él escuchando Su enseñanza de Dios.

Otros, especialmente los jefes del pueblo hebreo, fariseos, saduceos, ancianos y sacerdotes, queriendo gobernar y tener poder sobre la gente, poseyendo malos corazones, no querían recibir de Él la verdadera enseñanza y creer que Él era el Salvador, por lo que se convirtieron en enemigos de Cristo.

Observación: Ver el Evangelio de Juan 1:29-51; el Evangelio de Marco 4:17, 5:23-25, 11:4-6, 13:34-35, 21:45-46 y 26:3-4; así como el Evangelio de Marcos 1:22 y 4:3-34.

 

El primer milagro

Pronto después del llamado del Salvador a sus primeros discípulos, hubo un matrimonio en Canaá, no lejos de Nazaret, al cual Jesucristo había sido invitado junto con su Santísima Madre y sus discípulos.

El vino se terminó durante el banquete matrimonial. La Madre de Dios se dio cuenta de esto y le dijo a Jesucristo: "Ellos no tienen vino." Pero Jesús contestó: "Todavía no ha llegado mi hora." De esta respuesta María entendió que todavía no había llegado el tiempo para que Él manifestase su fuerza divina. Pero ella sabía del amor de su hijo hacia la gente y estaba segura de que Él con seguridad ayudara al necesitado y, por esto, le dijo a los sirvientes: "Haced todo lo que Él os diga."

En esa casa se encontraban seis grandes tinajas de piedra en las cuales se guardaba el agua para las ceremonias de purificación. Jesucristo mandó llenar estos recipientes con agua y, cuando estaban completamente llenos, les dijo a los sirvientes: "Sacad ahora un poco y llevadlo al encargado del banquete."

Los sirvientes sacaron un poco y se lo llevaron al encargado. Éste lo probó y vio que se trataba del mejor vino. Entonces llamó al novio y le dijo: "Cualquier hombre sirve primero el mejor vino y después el vino corriente. Tú guardaste el mejor vino hasta ahora." Así habló el encargado porque todavía no sabía de dónde era ese vino. Sabían solamente los sirvientes quienes llevaban agua.

Así el Salvador puso el comenzó a sus milagros y mostró su fama, y creyeron en Él sus discípulos.

El primer milagro lo realizó Jesucristo por la preocupación de su Santa Madre. De esto podemos ver que Sus oraciones por nosotros tienen una gran fuerza.

Observación: Ver el Evangelio de Juan 2:1-12.

 

La expulsión de los mercaderes

Se acercaba la festividad de la Pascua y Jesucristo vino a la festividad en Jerusalén. Al entrar al templo vio en él un gran desorden; allí vendían bueyes, ovejas y palomas y estaban sentados a las mesas los cambiadores de dinero.

El mugido de los bueyes, berrido de las ovejas y las palomas, en las mesas se sentaban los canjeadores,

Las voces de los animales, la conversación de la gente, las discusiones del precio, sonido de las monedas... todo esto hacía que el templo pareciese más a un bazar que a la casa de Dios.

Jesucristo hizo un látigo de unas cuerdas y expulsó del templo a todos los mercaderes con sus animales. Volteó las mesas con el dinero de los cambiadores y regó sobre el piso su dinero.

Y les dijo a los vendedores de las palomas: "¡Sacad esto de aquí! ¡No hagáis un mercado de la casa de mi Padre!"

Nadie se atrevió a desobedecer a Jesús. Visto esto, los jefes del templo entraron en ira. Ellos se acercaron al Salvador y dijeron: "¿Con qué prueba tú nos demostrarás que tienes autoridad para actuar así?"

Jesucristo les contestó: "Destruyan este templo y yo, en tres días, lo levantaré." Con la palabra "templo" Él sobreentendía Su cuerpo y, con estas palabras, predijo que, cuando Lo maten, Él resucitara al tercer día.

Pero los judíos no le entendieron y dijeron: "Se necesitaron cuarenta y seis años para construir este templo. ¿Cómo es que tú, en tres días, lo levantarás?"

Cuando después resucitó Cristo de entre los muertos, sus discípulos se acordaron que Él había dicho esto y creyeron en las palabras de Jesús.

Durante la estadía de Jesucristo en Jerusalén, en ocasión de la festividad de Pascua, muchos, viendo los milagros que Él hacía, creyeron en Él.

Observación: Ver el Evangelio de Juan 2:13-25.

 

La conversación con Nicodemo

Entre la gente sorprendida por los milagros de Jesucristo y creyentes en Él, había un fariseo llamado Nicodemo, uno de los jefes de los judíos. El vino hacia Jesucristo en la noche, a escondidas de todos, para que no supieran de esto los fariseos ni los jefes judíos, quienes no querían a Jesucristo.

Nicodemo quería saber si Jesucristo era realmente el Salvador esperado del mundo y a quien le recibiría en Su Reino, que tenia que hacer el hombre para entrar en Su Reino. Y le dijo al Salvador: "¡Rabí (Maestro)! Nosotros sabemos que Tú - Maestro, has venido de Dios. Porque los milagros que Tú haces nadie puede realizar si no está Dios con el.."

El Salvador, durante la conversación con Nicodemo, le dijo: "En verdad te digo: quien no nacera de nuevo, aquél no podrá estar en el Reino de Dios."

Nicodemo se sorprendió muchísimo, como puede el hombre nacer de nuevo. Pero el Salvador no le hablaba sobre el usual nacimiento material, sino del nacimiento espiritual, o sea, que al hombre le es indispensable cambiar, convertirse en otro en su alma, completamente piadoso y misericordioso. Y que tal cambio en el hombre sólo puede ocurrir por la fuerza de Dios.

El Salvador le dijo a Nicodemo: "En verdad, en verdad te digo: que aquél que no nazca del agua (a través del bautizo) y del Espíritu (que desciende sobre el hombre durante el bautizo), no podrá entrar en el Reino de Dios."

El Salvador le explica a Nicodemo que el hombre nacido solamente de padres terrenales se queda de igual pecado como ellos (significa que no es digno del Reino del Cielo). Pero el nacido del Espíritu Santo se limpia de los pecados; es santo.

¿Cómo se realiza este cambio en el alma del hombre? Estos hechos de Dios NO son entendibles a los hombres.

Más adelante, el Salvador le dijo a Nicodemo que él había venido a la tierra para sufrir y morir por la gente, no para subir al trono del rey sino a la cruz: "Como Moisés levantó la serpiente en el desierto (es decir, colgó en el asta una serpiente de bronce, para salvar de la muerte a los hebreos mordidos por culebras venenosas) así debe ascender el Hijo de la humanidad (es decir, al igual que debe ser levantado Cristo, el hijo de la humanidad, a la cruz de madera) para que cualquiera (cada uno) que crea en Él no se pierda pero que tenga la vida eterna.

Tanto Dios quiere al mundo, que para su salvación, entregó a Su Hijo (para el sufrimiento y la muerte) y lo mandó no para juzgar a la gente sino para salvarla. Nicodemo, a partir de entonces, se convirtió en discípulo secreto de Jesucristo.

Observación: Ver el Evangelio de Juan 3:1-21.

 

La conversación de Jesucristo

con la Samaritana

Al regresar Jesucristo y sus discípulos a Galilea desde Judea, cruzaron del país de Samaria, del lado de la ciudad de Sicar (antiguamente llamada Siguem). En el lado sur, a la entrada de la ciudad, había un pozo de agua que, según la Escrituras, había excavado el patriarca Jacob.

Jesucristo, cansado del viaje, se sentó al lado del pozo para descansar. Era de mediodía y sus discípulos fueron a la ciudad para comprar allí la comida.

En este momento de la ciudad llegó una mujer samaritana en búsqueda de agua.

Jesucristo le pidió: "Dame un poco de agua."

Estas palabras del Salvador sorprendieron mucho a la samaritana. Ella le dijo: "¿Cómo es que tú, judío, me pides agua siendo yo una samaritana? Como es bien sabido, los judíos con los samaritanos no tienen trato alguno."

El Señor le dijo: "Si tu supieras el presente de Dios (la gran misericordia de Dios que le manda en este encuentro) y Quién te está pidiendo el agua, entonces tú misma le estarías pidiendo a Él y Él te dio agua viva."

Con el nombre de agua viva El Salvador llamó a la Divina enseñanza. Ya que como el agua, salva al sediento hombre de la muerte. Así la Divina enseñanza lo salva de la muerte eterna y lo lleva a la eterna bienaventurada vida. La samaritana pensó que Él hablaba acerca del agua común de manantial, a la cual ellos le llamaban agua "viva".

La mujer, sorprendida, le preguntó: "Señor, ni siquiera tienes con qué sacar el agua y el pozo es muy hondo. ¿De dónde tú tienes agua viva? ¿Acaso tú eres más grande que nuestro Jacob, quien nos dio (excavó) este pozo y él mismo tomó de él, y sus hijos y su ganado?"

Jesucristo le dijo en respuesta: "Cualquiera que tome de esta agua tendrá sed de nuevo, pero aquél que beba del agua que Yo doy, aquél nunca más tendrá sed. Porque el agua que Yo doy se convertirá dentro de él en un manantial que se precipita hacia la vida eterna."

Pero la samaritana no entendió estas palabras del Salvador y dijo: "Señor. Dame esta agua para que no tenga más sed y no tenga la necesidad de venir acá para buscar agua."

Jesucristo deseando que la samaritana entendiera lo que Él hablaba, la mandó traer ante Él a su marido y le dijo: "Ve y llama a tu marido y vuelve aquí."

La mujer le contestó: "Yo no tengo marido." Entonces Jesucristo le dijo: "Has dicho la verdad, que no tienes marido. Porque tuviste cinco maridos y aquél que tienes actualmente no es marido para ti. Esto lo has dicho sinceramente."

La samaritana, sorprendida por el absoluto conocimiento del Salvador, quien había descubierto toda su vida pecaminosa, entendió ahora que no hablaba con un hombre común. De inmediato se dirigió hacia Él en busca de una respuesta a la antigua disputa entre los samaritanos y los judíos: ¿cuál fe es más correcta y qué adoración es más aceptada por Dios? "Señor, veo que tú eres profeta" dijo ella, "nuestros padres adoraban en este monte (al decir esto indicó el monte de Gerizin, donde se veían las ruinas del templo destruido de los samaritanos) pero ustedes dicen que el sitio donde se debe adorar a Dios se encuentra en Jerusalén."

Jesucristo le contestó: "Créeme que se acerca el tiempo cuando ni sobre este monte ni en Jerusalén adorarán al Padre (Celestial). Ustedes no saben qué adoran, pero nosotros si sabemos a que adoramos porque la salvación proviene de los judíos, (es decir, que hasta aquella fecha solamente los judíos tenían la fe verdadera. Ellos eran los únicos que realizaban los oficios correctamente y eran aceptados por Dios). Pero llegará el tiempo y ya llego cuando los verdaderos devotos adorarán al Padre en el Espíritu y en la Verdad. Porque a estos fieles el Padre busca para Él. Dios es Espíritu (invisible, sin cuerpo) y el que lo venere Lo tiene que adorar en el espíritu y en la verdad."

Es decir, la verdadera adoración aceptada por Dios es aquella cuando la gente ama al Padre Celestial no solamente con el cuerpo y no solamente con manifestaciones externas y palabras, pero con todo su ser; con todo el alma; de verdad creen en Dios, quieren y Lo respetan y con sus buenos actos y misericordia hacia el prójimo cumplen con la voluntad de Dios.

Habiendo escuchado la nueva enseñanza, la samaritana le dijo a Jesucristo: "Sé que vendrá el Mesías, es decir, el Cristo. Cuando Él venga nos anunciará todo, nos enseñará todo." Entonces Jesucristo le dijo: "Mesías - ese soy Yo, El que habla contigo."

En ese momento regresaron los discípulos del Salvador y se sorprendieron que Él estuviese conversando con la samaritana. Pero ninguno de ellos le preguntó al Salvador de qué conversó con ella.

La samaritana dejó su cántaro y, apresuradamente, fue a la ciudad. Allí ella comenzó a decirle a la gente: "Vayan y miren al hombre que me dijo todo lo que he hecho. ¿No será Él el Cristo?" Con esto, la gente salió de la ciudad y fue hacia el pozo donde estaba Jesús. Mientras tanto, los discípulos le pidieron al Salvador: "Rabí, come."

Pero el Salvador les contestó. "Yo tengo alimento que ustedes no conocen." Los discípulos comenzaron a preguntarse entre ellos: "¿Acaso algo le han traído para comer?"

Entonces el Salvador les explicó: "Mi alimento es realizar la voluntad de mi mandatario (el Padre) y realizar su designio. ¿No dicen ustedes que todavía faltan cuatro meses para la cosecha? Pero yo les digo a ustedes: dirijan (eleven) sus ojos y miren a los campos (y el Señor les señaló a los samaritanos, los habitantes de la ciudad, que en ese momento iban hacia Él). ¿Cómo ellos padecieron y maduraron para la cosecha (es decir, cómo esa gente quiere ver al Salvador Cristo, con qué ganas lo quieren escuchar y recibir)? El cosechador recibe su recompensa y recoge el fruto para la vida eterna. Así mismo, el sembrador y el cosechador, juntos, van a alegrarse. Porque en esta ocasión es justo el proverbio: Uno siembra y el otro cosecha. Yo los mandé a cosechar aquello sobre lo cual ustedes no trabajaron. Otros trabajaron pero ustedes entraron en su trabajo."

Los samaritanos llegados de la ciudad, entre los cuales muchos creían en Él por las palabras de la mujer, le pidieron al Salvador quedarse un tiempo con ellos. Él fue con ellos y estuvo allí dos días, enseñándoles.

Durante este tiempo, gran cantidad de los samaritanos creyeron en Él. Ellos después le decían a aquella mujer: "Ya no por tus palabras creemos sino porque nosotros mismos oímos y vimos que Él es el verdadero Salvador del Mundo. El Cristo."

Observación: Ver el Evangelio de Juan 4:1-42.

 

La sanación del Hijo de un oficial

Los galileos recibieron a Jesucristo con fe cuando vino a Galilea porque muchos de ellos habían visto los milagros que Él había realizado en Jerusalén durante el tiempo de la festividad de la Pascua.

Cristo vino a Canaá, donde anteriormente había convertido el agua en vino. Allí le llegó, procedente de Capernaum, un oficial real que trabajaba en el palacio real, y le pidió al Salvador venir a su casa y sanar a su hijo, quien estaba cerca de la muerte.

Jesucristo le dijo: "Regresa, que tu hijo está sano." El oficial real creyó en las palabras del Salvador y se fue de regreso a su casa, a Capernaum. Por el camino se encontró a sus sirvientes quienes le dijeron que su hijo estaba sano.

El oficial real les preguntó: "¿A qué hora sintió la mejoría?" Los sirvientes le contestaron: "Ayer, a las siete horas, la fiebre lo dejó."

A esa hora exacta el Salvador le había dicho: "Tu hijo está sano." El oficial real y toda su casa creyeron en Jesucristo.

De Canaán, Jesucristo fue por las ciudades y poblados de Galilea para predicar en todas partes Su enseñanza. Divulgando, Él sanaba enfermos y cualquier necesidad de la gente. Su fama se regó por toda la tierra y de todas partes le llevaban enfermos, poseídos, lunáticos, paralíticos y Él los sanaba. Él no le negó a ninguno su ayuda y todos encontraban en Él sosiego.

Con el ejemplo de su vida, el Salvador nos enseñó que, cualquiera que quisiese estar en el reino de Dios, debe ser misericordioso, hacer el bien a todos y ayudar a todos, de acuerdo a las fuerzas de cada cual.

Observación: Ver el Evangelio de Juan 4 :43-54.

 

 

La sanación del paralítico

De Galilea, de nuevo, Jesucristo regresó a Jerusalén para la festividad judía. Cerca del templo, a las puertas de las ovejas, a través de las cuales conducían las ovejas al sacrificio, había un estanque con cinco entradas cubiertas, o galerías. Este estanque con las galerías se llamaba Betseda, lo que significa casa de la misericordia. En las galerías, al lado del estanque, estaban acostados muchos enfermos, ciegos, cojos, paralíticos. Todos ellos esperaban el movimiento del agua, porque el ángel del Señor bajaba de tiempo en tiempo a la bañera y agitaba el agua. El primero en entrar al agua luego del movimiento de la misma, se sanaría, sea cual fuese la enfermedad que padeciera.

Jesucristo visitó esta casa de la misericordia. Allí vio a un paralítico, enfermo ya por 38 años. Jesucristo le preguntó: "¿Quieres estar sano?" Y el hombre contestó: "Si, Señor, pero yo no tengo al hombre que me baje al estanque cuando se agita el agua. Cuando yo me acerco ya otro se me adelanta."

Jesucristo le dijo: "Levántate, toma tu cama y camina." El enfermo inmediatamente sanó, tomó la cama y caminó. Esto ocurrió el Sábado.

Por esto los judíos le dijeron al hombre: "Hoy es Sábado. No debes cargar la cama." El les contestó: "Aquél que me sanó me mandó a tomar la cama y caminar." "¿Quién te dijo eso?" le preguntaron. El sanado no les pudo contestar, porque no conocía a Jesucristo. Cristo, al curarlo, se confundió entre la gente.

Poco después de esto, el Señor se encontró a este hombre en el Templo y le dijo: "Ya estás sano. No peques más para que no te ocurra nada peor."

Entonces este hombre fue y les dijo a los judíos que lo había sanado Jesús. Los ancianos (los jefes) de los judíos comenzaron a correr a Jesucristo y buscaban la ocasión para matarlo, ya que Él hacía tales cosas los Sábados. Los ancianos enseñaban que era pecaminoso incluso hacer buenas obras este día.

Jesús les dijo a ellos: "Mi padre, hasta ahora, hace bien y yo lo hago. De verdad, de verdad os digo: El hijo no puede crear nada sólo por sí solo, si no ve al Padre creando. Porque lo que Él crea (el Dios Padre), aquello también lo crea el Hijo (de Dios). Como el Padre resucita a los muertos y les da vida, así el Hijo le da vida a quien quiera. El que no respete al Hijo, no respeta al Padre que Lo mandó. Investiguen las Sagradas Escrituras porque ustedes creen que, a través de ellas, recibirán la vida eterna. Pero ellas atestiguan de Mí."

Después de esto, los judíos se pusieron aún más en contra de Él y más perseveraban en encontrar la ocasión para matarlo. Porque Él no solamente no cumplió con el Sábado sino también por llamar Dios a su padre, igualándose a sí mismo con Dios.

Observación: Ver el Evangelio de Juan 5:1-16.

 

La sanación del hombre

con la mano seca

Un día Sábado, Jesucristo entró en una sinagoga (casa de reunión y oración). Allí estaba un hombre con la mano derecha seca. Los fariseos, deseando encontrar un motivo para culpar al Salvador, lo vigilaban para ver si Él sanaba al enfermo el día Sábado.

El Salvador, sabiendo de sus pensamientos, le dijo al hombre con la mano seca: "Párate y sal al centro."

Luego, dirigiéndose a los fariseos, les dijo: "Les voy a preguntar, ¿qué hay que hacer el día Sábado? ¿Lo bueno o lo malo? ¿Salvar la vida o destruirla?" es decir, dejarla que se pierda?

Ellos callaron. Jesús miró a todos y les dijo: "¿Quién de ustedes, teniendo una oveja, si ella se cae en un hoyo en día sábado no la saca de allí? ¿Cuánto es mejor el hombre que la oveja? Y así, se puede hacer el bien un Sábado."

Luego, el Salvador se dirigió al hombre de la mano seca y le dijo: "Extiende tu mano." El hombre la extendió y esta sanó, y quedó igual como la otra. Los fariseos entraron en rabia y, salidos de la sinagoga, debatieron entre sí cómo destruir a Jesús.

Jesús, con sus discípulos, salió de allí y siguió su camino. A Él le siguió una gran multitud y Él predicaba y sanaba a todos los enfermos.

Observación: Ver el Evangelio de Matías 12:9-14; el Evangelio de Marcos 3:1-6; el Evangelio de Lucas 6:6-11.

 

La selección de los Apóstoles

Poco a poco, el número de discípulos de Jesucristo aumentó. Una vez, estando en Galilea, Jesucristo subió a un monte para rezar y pasó toda la noche en oración. Cuando llegó el día, Él llamó a sus discípulos y escogió de entre ellos a doce y les llamó apóstoles, es decir, mensajeros, porque Él los mandaba a predicar su enseñanza.

Los nombres de los doce apóstoles son:

1 Simón - al cual el Salvador llamó Pedro

2 Andrés - hermano de Simón-Pedro, llamado el Primer Llamado

3 Jacobo Zebedeo - llamado también Santiago

4 Juan Zebedeo - hermano de Jacobo, llamado el Teólogo.

A estos dos hermanos, Jacobo y Juan, por su flamante celo, el Salvador les llamó Boanerges (que significa "hijos del trueno")

5 Felipe

6 Natanael - hijo de Tolomeo, y por eso llamado Bartolomé

7 Tomás - llamado también Didimam, que significa gemelo

8 Mateo - o también Sevi, antiguo cobrador

9 Jacobo - hijo de Alfeo, (también llamado Cleopa) llamado el menor para diferenciarlo de Jacobo Zebedeo

10 Simón - por el apodo de canaanita, o también Zelote, que significa celoso

11 Judas Jacobino - quien también llevaba otros nombres: Jebeo y Tadeo

12 Judas Iscariote - (de la ciudad de Cariota) que después entregó a Jesucristo.

El Señor le dio a los apóstoles el poder de sanar a los enfermos, expulsar a los demonios y resucitar a los muertos.

Además de estos doce apóstoles principales, Jesucristo más tarde seleccionó también a otros setenta apóstoles: a Marco, Lucas, Cleopa y otros y también los envió a predicar.

Cuando los setenta apóstoles regresaron de predicar, con alegría le decían a Jesucristo: "¡Señor! ¡Y los demonios nos obedecen en tu nombre!"

Jesús les dijo: "No os alegréis porque los espíritus os obedezcan, pero alegraos de que sus nombres están escritos en el cielo" es decir, no se alegren por los milagros, que les fueron dados para predicar, sino porque ustedes recibieron la bienaventuranza y vida eterna con Dios, en el Reino Celestial.

Además de los discípulos, siempre acompañaban a Jesucristo en sus viajes algunas mujeres sanadas por Él, quienes le servían a Él con sus bienes y, entre ellas, estuvieron: María Magdalena (de la ciudad de Magdala), de la cual Jesús expulsó siete demonios; Juana, la esposa de Cuzo, el administrador de Herodes; Susana y muchas otras.

Observación: Ver el Evangelio de Mateo 10:2-14; el Evangelio de Marco 3:13-19; el Evangelio de Lucas 6:12-16 y 8:1-3.

 

El Sermón de la Montaña

Luego de escoger a sus apóstoles, Jesucristo bajó con ellos desde la altura de la montaña a un sitio plano. Allí le esperaba la gran multitud de sus discípulos y una gran cantidad de personas congregada de todas partes de la tierra hebrea y de lugares vecinos a ella. Habían venido para escucharle y recibir de Él la sanación a sus enfermedades.

Todos trataban de tocar al Salvador, porque de Él emanaba una fuerza que sabana a todos. Viendo delante de sí a tanta gente, Jesucristo, rodeado de sus discípulos, subió a una elevación al pie de la montaña y se sentó para enseñarle a la gente.

Primero el Señor señaló cuáles debían ser sus seguidores, es decir, todos los cristianos. Cómo debían cumplir con la ley de Dios para recibir la vendicion, es decir, una alegría y felicidad en grado superlativo, de la vida eterna en el Reino Celestial. Para esto, Jesús dio nueve mandamientos de bienaventuranza. Después, el Señor dio la enseñanza sobre los designios de Dios, sobre el no juzgar al prójimo, sobre la fuerza de la oración, sobre la misericordia y sobre muchos otros temas. Este sermón de Jesucristo se llama el Sermón de la Montaña.

Así, en un día claro de primavera y bajo una tranquila brisa desde el Lago de Galilea, en las pendientes de la montaña cubierta de verdor y de flores, el Salvador dio a la gente la ley del amor del Nuevo Testamento.

En el Antiguo Testamento el Señor dio la ley en un árido desierto, en la montaña de Sinaí. Entonces, una nube oscura y tenebrosa cubría el pico de la montaña, se oían los truenos, centellaron los relámpagos y resonaba el ruido de las trompetas. Nadie se atrevía a acercarse a la montaña excepto el profeta Moisés, a quien el Señor entregó los diez mandamientos de Ley.

En cambio ahora, el Señor estaba rodeado de una nutrida aglomeración de personas. Todos trataron de acercarse lo más posible a Él y tocar aunque fuese solamente el borde de su vestimenta, para así recibir de Él la fuerza bendita. Y nadie se fue de Él sin recibir sosiego.

La ley del Antiguo Testamento es una ley de la estricta verdad, pero la ley del Nuevo Testamento, la ley de Cristo, es una ley de amor y de bendición de Dios, la cual le da a la gente la fuerza para cumplir con la ley de dios.

El mismo Jesucristo dijo: "Yo vine no para desobedecer la ley, sino para cumplirla."

Observación: Ver el Evangelio de Mateo capitulos 5-7.

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Missionary Leaflet # SZ03

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Editor: Bishop Alexander (Mileant)

(nuevo_testamento_1.doc, 06-11-2000)