Las enseñanzas

de los Santos Padres

acerca de la vida espiritual

Parte II

 

 

Contenido:

San Juan Casiano Romano. San Isigio presbítero de Jerusalén. San Nilo de Sinaí. San Efrem Siriaco. San Juan Escalerista.

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La ciencia del conocimiento propio.

El destino predeterminado del hombre — es desarrollar dentro de sí las buenas cualidades, colocadas en él por Dios. Esta, en principio agradable y entusiasmante tarea se dificulta por el hecho de que nuestra naturaleza esta dañada por el pecado. Por esta causa la inclinación hacia el mal comienza a revelarse hasta en una edad muy temprana, todavía cuando el razonamiento y la voluntad del hombre no han alcanzado su pleno desarrollo. Entregándose a distintas malas influencias que provienen de lo exterior y de lo interior, el hombre peca. Los repetidos pecados con el tiempo se vuelven malos hábitos, pasiones, las cuales cada vez mas fuertemente empujan al hombre hacia el pecado. Si el hombre no lucha con sus pasiones, ellas se convierten en vicios, que pueden esclavizarlo completamente. Pero si el hombre escucha la voz de su conciencia y con la ayuda de Dios lucha con sus malas inclinaciones, él no solamente las vencerá, sino conseguirá las buenas cualidades que se contraponen a sus defectos previos. Así se logra el crecimiento espiritual y el perfeccionamiento del hombre.

Comprender nuestra naturaleza espiritual, aprender a vencer nuestras inclinaciones al mal y las distintas tentaciones, es la ciencia mas importante. Los santos la estudiaban con atención y empeño, y por eso su experiencia personal de la lucha interior en el camino a la santidad es para nosotros especialmente importante.

En la literatura de los santos Padres las pasiones de dividen en ocho pasiones generadoras o principales. Son las siguientes: la gula, la fornicación, el amor al dinero, la ira, la tristeza, la acidia, la vanagloria y la soberbia. Los santos padres explican, que tres de estas pasiones — la gula, el amor al dinero y la vanagloria engendran las demás cinco: la fornicación, la ira, la tristeza, la acidia y la soberbia (El apóstol Juan el Teólogo denomina a las primeras tres pasiones engendradoras "los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida" (1 Juan 2:15). En esencia, en realidad todas las pasiones se engendran del pervertido y desmedido amor a sí mismo.

Además de esto, los santos padres prestan atención a las siguientes relaciones mutuas entre las pasiones. Habitualmente de la gula se engendra el espíritu de fornicación, de la vanagloria — la soberbia. De la gula, la fornicación, el amor al dinero, la vanagloria y la soberbia, cuando estas pasiones no reciben la deseada satisfacción, surge la ira, o la tristeza, — según las circunstancias y el carácter de la persona. La tristeza aparece también después de la aparición de la ira. La tristeza fortaleciéndose pasa a la acidia.

Cada pasión principal (o engendradora) engendra una multitud de otras, las cuales a su vez aparecen de las mas distintas formas. "Cuales son los pecados que provienen de las ocho principales, sobre esto diré, — dice San Juan Escalerista, — que en las desenfrenadas pasiones no hay interpretación ni orden, sino todo tipo de arbitrariedad y desorden. La risa fuera de ocasión, por ejemplo a veces nace del demonio de fornicación, a veces de la vanagloria, cuando el hombre interiormente se alaba a si mismo, y a veces la risa proviene del exceso comida... El mucho hablar proviene a veces de la saciedad de la comida, y a veces de la vanagloria. Los pensamientos blasfemos se engendran por la soberbia, pero frecuentemente provienen del condenar a los demás... El endurecimiento del corazón puede venir del exceso de comida, a veces de la insensibilidad, a veces del apasionamiento a algo."

Las pasiones — son enfermedades del alma. Por eso para entrar en el camino de la curación de las enfermedades de nuestra alma, es indispensable, en primer lugar establecer el correcto diagnóstico, o sea, verlas y comprenderlas a la luz del Evangelio o bajo la guía de un maestro experimentado. En la mayoría de los casos el mismo estilo de nuestra vida, nuestros actos y nuestras palabras nos dicen acerca de aquello que está pasando en nuestro interior. "Por sus obras los conoceréis," — dijo Cristo.

Pero algunas veces las pasiones no se exteriorizan por causa de nuestra vergüenza delante de la gente o porque las circunstancias dificultan su aparición. A veces las pasiones durante mucho tiempo se encuentran en un estado semejante a la somnolencia y se descubren solo ante una determinada confluencia de circunstancias. Otras veces las pasiones están como escondidas bajo nuestras buenas obras e intenciones, y entonces suele ser muy difícil verlas. Se puede decir con plena convicción que en cada uno de nosotros están presentes las raíces de todas las pasiones. Conseguir la completa libertad de ellas, atesorar la pureza del corazón — es un trabajo muy grande, el cual muy pocos emprenden concienzudamente. Aquí es necesario examinar continuamente nuestros mas escondidos pensamientos y sentimientos, juzgándonos severamente por todos nuestros pecados y arrepintiéndonos profundamente, confesarnos y comulgar frecuentemente. Pero también los frutos del Espíritu Santo conseguidos como resultado — son enormes.

En este folleto hemos recopilado las enseñanzas de los santos padres, quienes con especial detalle descubren la lucha interior y dan valiosos consejos, de como obtener la victoria.

 

San Juan Casiano

Romano.

San Juan Casiano nació en los años 350 en la región de la Galia (Marsella) de padres ricos y nobles y recibió una esmerada educación. Desde su juventud él amó la vida agradable a Dios, y deseando alcanzar la perfección, se dirigió al Oriente, donde entró como monje en un monasterio de Belén. Después de dos años se dirigió con su amigo a Egipto, para visitar a los maestros egipcios y aprender de ellos. Hasta el año 400 ellos vivían entre los anacoretas en distintas ermitas, celdas y monasterios, familiarizándose con la vida ascética. Después se dirigieron a Constantinopla, donde san Juan Crisóstomo consagró diácono a Casiano.

Después del arresto y el exilio de san Juan Crisóstomo, Casiano volvió a su país y allí continuó su vida ascética, que había aprendido en Egipto. Después de varios años se hizo conocido por la santidad de su vida y fue consagrado sacerdote. Sus discípulos fundaron un monasterio al estilo egipcio. Después de poco tiempo también fue fundado un monasterio para mujeres. Por el pedido del superior de un monasterio de Galia san Casiano escribió un reglamento para los monjes en 12 libros y 24 interlocuciones. Murió en el año 435. Gracias a san Juan Casiano el monaquismo se extendió muy exitosamente en el Occidente, y los libros escritos por él acerca de la vida ascética tuvieron gran influencia tanto para la iglesia de Occidente como para la de Oriente.

 

De la gracia de Dios y la libre voluntad.

1. Así como el principio de la buena predisposición se introduce en nosotros por la especial inspiración de Dios, así también Él nos ayuda para el perfeccionamiento de las virtudes. De nosotros depende, con mayor o menor predisposición someternos a la inspiración de Dios y recibir su ayuda. Nosotros merecemos el premio o el castigo, juzgando por, si perezosamente o con devota humildad y sometimiento tratamos de vivir de acuerdo con la providencia de Dios, desplegada sobre nosotros por Su buena benevolencia. Esto se reveló claramente, por ejemplo en la sanación de los ciegos en Jericó. El hecho de que el Señor pasara cerca de ellos, es acción de la Divina condescendencia. Pero el que ellos clamaran: "Apiádate de nosotros, Señor, hijo de David" (Mat. 20:31), es accionar de su fe y de su esperanza. El que ellos recuperaran la vista — es nuevamente obra de la misericordia de Dios (San Juan Cas.).

1. La voluntad de Dios siempre desea, que el hombre creado por Él no se pierda sino que viva eternamente. Dios, si nota en nuestro corazón aunque sea solo una chispa de predisposición hacia el bien, por Su misericordia no permitirá que ella se apague. Él desea que todos se salven y que lleguen al verdadero entendimiento, y colaborará de todas las maneras posibles, para que esta chispa se convierta en llama. La Gracia de Dios es cercana a todos. Ella llama a todos sin excepción a la salvación y al conocimiento de la verdad, por cuanto el Señor dice: "Venid a mi todos los que estáis trabajados y cargados, y Yo os haré descansar" (Mt. 11:28 ; San Juan Cas.).

2. La gracia de Dios siempre dirige nuestra voluntad hacia el lado bueno, de manera, sin embargo, que de nosotros el Señor espera los esfuerzos correspondientes. Para no dar Sus dones a los indolentes, Él busca la oportunidad, para despertarnos de la fría indolencia. Para que Su generosa comunicación de los dones no aparente ser sin causa, el Señor nos los alcanza después de nuestro deseo y nuestro trabajo. Sin embargo, la gracia siempre se entrega gratuitamente, porque por nuestros pequeños esfuerzos el Señor nos da con enorme generosidad. Por esto no importa cuan grandes fueran los trabajos del hombre, ellos de ninguna manera debilitan el significado de la gracia, como don (regalo). El Apóstol Pablo, si bien dice, que él "trabajó mas que los demás apóstoles," enseguida explica, que estos trabajos no le pertenecen a él, sino a la gracia de Dios, que está con él (1 Cor. 15:10). De esta manera, con la palabra trabajado él expresa los esfuerzos de su voluntad. Con las palabras: no yo, sino la gracia de Dios — la colaboración Divina, y con la palabra: conmigo muestra, que la gracia colaboraba con él no cuando estaba ocioso, sino cuando trabajaba (San Juan Cas.).

La oración del Padre nuestro.

6. Algunos comparan nuestra mente con una plumilla muy pequeña, la cual gracias a su poco peso, cuando está seca, ante el soplo mas débil del viento fácilmente se eleva a una gran altura. Pero si ella está cargada por alguna humedad, no puede levantarse, sino que por su peso cae y se pega a la tierra. Así también nuestra mente si no está cargada por las pasiones y las ocupaciones mundanas, y dañada por la humedad de los deseos que conducen a la perdición, siendo liviana, por la fuerza de nuestra natural pureza ante el mas débil soplo del pensamiento espiritual se eleva hacia lo alto, y dejando detrás suyo todo lo terrenal, alcanza lo celestial. Es por esto, propiamente, que nos enseña el Señor: "Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería, y de embriaguez, y de los afanes de esta vida" (Luc. 21:34). Así, si queremos que nuestra oración penetre no solo hasta el cielo, sino todavía mas alto que el cielo, trataremos de llevar nuestra mente hacia su natural pureza, limpiándola de cualquier vicio y de la humedad de las pasiones mundanas, para que su oración, sin la carga de cualquier impedimento extraño, fácilmente se eleve a Dios (San Juan Cas.).

6. Nos dirigimos a Dios con las palabras: "Padre nuestro!" Y con esto lo confesamos a Él — Señor del universo — como nuestro Padre, porque Él, liberándonos de la esclavitud de las pasiones, nos prohijó para si. Diciendo mas adelante: "Que estás en el Cielo," — expresamos nuestra disposición de alejar de nosotros cualquier apego a esta temporal vida terrenal, que largamente nos aleja de lo celestial, y en adelante con empeño tender hacia allí, donde habita nuestro Padre. Una predisposición así nos obliga a no desear ya mas nada que no se corresponda con la elevada denominación de hijos de Dios y lo que puede privarnos de la paternal herencia y someternos al severo juicio de Dios (San Juan Cas.).

Habiendo sido dignos de un nombramiento tan alto como el de hijos de Dios, debemos arder de amor filial hacia Dios y buscar ya no nuestro provecho, sino solo la gloria de Él — nuestro Padre, diciéndole: "Santificado sea Tu Nombre." Con estas palabras testificamos que todos nuestros deseos y toda nuestra alegría se concentra en la gloria de nuestro Padre, — sea desde ahora glorificado por todos y se honre devotamente el glorioso nombre de nuestro Padre.

La segunda petición de nuestra mente purificada es: "Venga a nosotros Tu Reino." Aquí se habla de dos reinos. Uno — es el reino de Cristo en el interior de los santos, cuando después de haber desalojado las pasiones de nuestros corazones Dios comienza a dirigir dentro nuestro con el aroma de las virtudes. El segundo reino, el cual se abrirá en el tiempo predeterminado, es prometido a todos los hijos de Dios, cuando Cristo les diga: "Venid, benditos de mi Padre, heredad el Reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo" (Mat. 25:34).

La tercera petición es propia de los hijos: "Hágase Tu voluntad, así en el cielo, como en la tierra," lo que significa: sean los hombres semejantes a los Ángeles. Asi como ellos cumplen la voluntad de Dios en el Cielo, que todos los vivientes sobre la tierra cumplan no la voluntad de cada uno, sino la de Él. Esto significa también: que todo en nuestra vida sea según Tu voluntad, a Ti te damos nuestra suerte y destino, teniendo fe, en que todo: lo afortunado y lo desafortunado — Tu lo construyes para nuestro bien, y te ocupas de nuestra salvación, mas que nosotros mismos.

Sigue: "El pan nuestro de cada día dánoslo hoy." Este es el Pan de superior esencia; es el pan que bajó del Cielo — es La Comunión. La palabra "hoy" nos enseña que el haber comido ayer de este Pan no es suficiente, si este Pan no nos es ofrecido también hoy. Esto nos convence a derramar diariamente esta oración, porque no hay día, en el cual no hubiera necesidad de fortalecer el corazón de nuestro hombre interior con la ingestión de este Pan.

"Y perdónanos nuestros pecados, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores." El misericordioso Señor nos promete el perdón de nuestros pecados, si nosotros mismos mostraremos el ejemplo del perdón a nuestros hermanos: perdónanos, así como nosotros perdonamos. Evidentemente, con esperanza y decisión puede pedir perdón para sí solo aquel que él mismo perdonó a los demás. Quien de todo su corazón no perdonó a su hermano que pecó contra él, ese con esta oración pide para si condena en lugar de perdón. Porque si esta oración fuera escuchada, entonces en correspondencia con el ejemplo expuesto no puede seguir otra cosa que la ira implacable y el castigo predeterminado. Pues esta dicho: "Juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia" (Sant. 2:13).

"Y no nos hagas caer en la tentación." Teniendo en cuenta lo dicho por el apóstol Jacobo (Santiago): "Bienaventurado el hombre, que soporta las tentaciones" (Sant. 1:12); — las palabras de esta oración deben ser comprendidas no en el sentido: "no permitas que seamos sometidos alguna vez a las tentaciones (seamos examinados)," sino en el sentido: "no permitas que seamos derrotados ante la tentación." Fue tentado Job, pero no caído en la tentación, porque con la ayuda de Dios él no pronunció nada injurioso acerca de Dios (Job 1:22) y no profanó sus labios con murmuración blasfema, hacia lo cual lo quería inclinar su tentador. Fueron tentados Abraham y José, pero ni el uno ni el otro cayeron en la tentación, porque no cumplieron la voluntad del tentador.

"Mas líbranos del maligno," o sea: no permitas al diablo tentarnos mas allá de nuestras fuerzas sino ante la tentación envíanos alivio, para que podamos permanecer firmes (1 Cor. 10:13).

 

Tres cosas que incitan al perfeccionamiento.

11. Tres son las virtudes que incitan a la gente a vencer sus pasiones: el temor de los sufrimientos en el infierno, el deseo de recibir el Reino de los Cielos y el amor a las virtudes. De aquello, que el temor de Dios aparta del pecado, está escrito en los Proverbios: "El temor de Dios — es odiar el mal" (Prov. 8:13). De aquello, que la esperanza asimismo resguarda del apego a las pasiones, está dicho: "Ninguno de los que confían en Él se perderá." Del amor está dicho que le es extraño el sentir miedo y que "el nunca se interrumpe" (1 Juan 4:18 y 1 Cor. 13:8). Por eso el Apóstol concentró la obra de la salvación en conseguir estas tres virtudes, diciendo: "Ahora permanecen estas tres: la fe, la esperanza y el amor" (1 Cor. 13:13). La fe, incitando el temor del próximo juicio y los suplicios subsiguientes, nos aparta de las pasiones; la esperanza, que desprende la mente de lo temporal, incita a despreciar todos los goces corporales; el amor, encendiendo dentro nuestro el amor a Cristo y al progreso en las virtudes, incita a negarse decididamente de todo aquello que es contrario a ellas. Y aunque estas tres virtudes impulsan a abstenerse de todo lo que no está permitido, por los niveles de su dignidad ellas se distinguen entre sí. Las dos primeras son propias de la gente que, tendiendo al progreso, todavía no alcanzaron el amar el bien en forma completa; la tercera pertenece exclusivamente a Dios, y de Él fue transmitida a los hombres, quienes restablecieron en ellos la imagen y la semejanza a Dios. Porque solo Dios hace todo lo bueno no por temor o por el deseo a la recompensa, sino solo por la única causa del amor al bien. Por su bondad Él generosamente derrama los bienes tanto para los dignos, como para los indignos. Él no puede ser amargado por las ofensas, ni exasperado por las transgresiones de la gente, porque es eternamente perfecto y por naturaleza de inmutable bondad (San Juan Cas.).

11. Distingue claramente las cosas y los actos, y sabe, que no hay verdadero bien, sino solo la virtud que procede del temor de Dios y del amor a Él, y que no hay verdadero mal, excepto uno solo — el pecado y el distanciamiento de Dios. Veamos ahora atentamente, si ha sucedido alguna vez, que Dios (sea Él personalmente o a través de algún otro) provocara el mal a alguno de Sus santos. Esto, sin ninguna duda, no lo encontraremos en ninguna parte. Porque nunca ha sucedido, que alguien pudiera obligar a otro a pecar, cuando este no estaba de acuerdo y se oponía. Y si sucedía que lograba obligarlo, era solo a aquel que por si mismo se inclinaba a este pecado por la embriaguez de su corazón y su pervertida voluntad. Así, por ejemplo cuando el diablo quería inducir al pecado al justo Job, dirigió contra él todas las intrigas de su maldad, privando a Job de todas sus riquezas, matando a sus hijos y cubriéndolo a él mismo de llagas de los pies a la cabeza. Sin embargo no pudo manchar con el pecado a Job, porque en todos estos sucesos Job permaneció firme y no pronunció ninguna palabra irrazonable contra Dios (San Juan Cas.).

 

Visión de la lucha espiritual.

12. Todas las ciencias y artes tienen sus objetivos, razón por los cuales los hombres de ciencia y de las artes gustosamente llevan muchos trabajos y soportan gastos y costos. Así, por ejemplo el que labra la tierra se esfuerza incansablemente sobre ella, soportando ya sea el calor o el frío, teniendo por objetivo hacerla fructífera. Y él sabe, que de otra manera no recibirá la cosecha deseada. Así el ascetismo tiene su objetivo, por el cual el hombre que busca la perfección, animadamente e incansablemente lleva distintos esfuerzo y por causa de esta meta él no se cansa con los frecuentes ayunos, se goza en la vigilia, permanentemente lee las Santas Escrituras y no se atemoriza ni por los esfuerzos ni las privaciones (San Juan Cas.).

12. La meta de nuestra vida ascética es el Reino de Dios, el cual se alcanza solo con la pureza del corazón. Hacia este objetivo debe estar dirigido inmutablemente nuestra mirada, y hacia allí debemos dirigir todas nuestras obras, y si nuestro pensamiento se desvía aunque sea solo un poco, es indispensable volver la mirada mental hacia esta meta (San Juan Cas.).

12. En nuestros miembros hay una lucha ininterrumpida, como podemos leer al apóstol: "Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis" (Gal. 5:17). Por el providencial establecimiento de Dios esta lucha está como introducida en el núcleo de nuestra naturaleza. ΏY acaso puede ser considerada como alguna otra cosa, que no sea una natural propiedad de nuestra naturaleza, dañada por la caída del primer hombre, cuando la experimenta toda la gente sin excepción? Corresponde sin embargo creer, que esta guerra sucede en nosotros por la voluntad de Dios para nuestro bien, y no para mal. Ella es dejada dentro nuestro para incitarnos en nuestro empeño hacia el perfeccionamiento (San Juan Cas.).

12. La palabra carne en las epístolas apostólicas deben ser comprendidas no en el sentido de la persona, como ser existente, sino en el sentido de la voluntad corporal, o bien de los malos deseos; asimismo bajo la palabra espíritu se debe entender no algún tipo de ser existente, sino los buenos y santos deseos del alma. Este sentido lo estableció el mismo Apóstol, diciendo: "Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne" (Gal. 5:16). Así como estos y los otros deseos se encuentran en el mismo hombre, entonces dentro nuestro se lleva una mutua e ininterrumpida lucha. Al mismo tiempo que los deseos de la carne, la cual busca la satisfacción, tienden principalmente hacia lo pecaminoso, el espíritu, por el contrario, desea apegarse enteramente a los objetos espirituales, despreciando hasta las mas indispensables necesidades de la carne (San Juan Cas.).

12. La gracia de Dios, viniendo a nosotros, será la energía de nuestro espíritu y restablece dentro nuestro las mas elevadas tendencias, que nos apartan de lo terrenal. Encontrándonos bajo el accionar de la gracia, la voluntad ya no puede permanecer indiferente y tibia, sino que se inflama de empeño hacia lo superior y le trae en ofrenda todo lo inferior. Entretanto, la tendencia a la anterior tranquilidad permanece en la carne, y ella es capaz de bajar nuevamente a ella. Para que esto no suceda, en la carne queda un movimiento, enemigo de las tendencias elevadas, del cual la voluntad, habiendo saboreado los mas elevados bienes, no se puede compadecer, y con solo sentirlo, inmediatamente se enciende de empeño y dedicación y valientemente defiende los bienes superiores (San Juan Cas.).

 

Descripción general de las pasiones y la lucha con ellas.

21. Las pasiones suelen ser de dos géneros: naturales, que nacen de necesidades naturales, como por ejemplo la gula y la fornicación, y las no naturales, o sea las que no se enraízan en la naturaleza, como por ejemplo el amor al dinero. El accionar de las pasiones se revela de las siguientes maneras: algunas accionan solo en el cuerpo y a través del cuerpo, como la gula y la fornicación, — pero algunas se revelan aun sin la participación del cuerpo, como la vanidad y la soberbia. Siguiendo, algunas se excitan desde afuera, como el amor al dinero y la ira, — y otras provienen de causas interiores, como la tristeza y la acidia. Tal género de descubrimiento del accionar de las pasiones deja motivo, para conceder en ellas otros dos géneros mas, dividiéndolas en corporales y espirituales. Las corporales se generan en el cuerpo y a él alimentan y satisfacen; y las espirituales provienen de las inclinaciones espirituales y alimentan el alma, sobre el cuerpo frecuentemente accionan destructivamente. Estas ultimas se medican por la vía interior — la corrección del corazón, y las corporales se medican con medicina doble: tanto exterior, como interior (San Juan Cas.).

21. Estas ocho pasiones tienen distinto origen y distinto accionar. Sin embargo seis de ellas — la gula, la fornicación, la avaricia, la ira, la tristeza y la acidia — están ligadas entre sí por un cierto parentesco especial, por el cual el exceso de la precedente da comienzo a la siguiente. Así, por ejemplo, de la gula naturalmente llega el deseo de fornicación, de la fornicación — el amor al dinero, del amor al dinero la ira, de la ira — la tristeza, de la tristeza — la acidia. Por eso debemos luchar con ellas en ese mismo orden, pasando a la lucha de la precedente a la siguiente. Así por ejemplo: para vencer la acidia, primero debemos derrotar la tristeza; para echar la tristeza, antes es necesario vencer la ira; para apagar la ira debemos pisotear el amor al dinero; para destronar el amor al dinero, debemos estrechar el deseo de fornicación; para aplastar el deseo de fornicación debemos refrenar la gula. Las ultimas dos pasiones — la vanidad y la soberbia — también se unen entre sí, o sea el fortalecimiento de la primera da principio a la otra, de la vanagloria nace la soberbia, y para aniquilar la soberbia, debemos aplastar la vanagloria. Entretanto, la vanagloria y la soberbia no están unidas con lazos de parentesco con las primeras seis pasiones, porque nosotros especialmente caemos bajo ellas (vanagloria y soberbia) después del triunfo sobre las demás pasiones. Las ocho pasiones señaladas actúan en pareja de la siguiente manera: la pasión de fornicación tiene una especial unión con la gula, la ira con el amor al dinero, la tristeza con la acidia, la soberbia con la vanagloria (San Juan Cas.).

21. Cada una de las pasiones no se revela en un solo aspecto. Así, la gula suele ser de tres aspectos: o excita el deseo de comer antes de la hora establecido, o incita a comer excesivamente, sin distinguir la calidad de los alimentos, o bien exige alimentos deliciosos. De aquí la desordenada voracidad y voluptuosidad, de las cuales proceden distintas enfermedades espirituales y físicas (San Juan Cas.).

21. El espíritu de fornicación tiene tres aspectos. El primero se concreta ante la unión de dos personas de distinto sexo; el segundo se produce sin la participación de mujer, por lo cual del Señor fue abatido Onan y lo que en las Escrituras se llama impureza; el tercero se realiza en la mente y en el corazón, de esto dijo el Señor: "Cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón" (Mat. 5: 28). Estos tres tipos el santo Apóstol los señaló en el siguiente versículo: "Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos" (Col. 3:5; San Juan Cas.).

21. Existen tres tipos de ira. El primero arde interiormente. El segundo en las palabras y los actos; el tercero — arde durante largo tiempo en el interior y se llama rencor (San Juan Cas.).

21. La tristeza tiene dos clases. El primero — nos visita después de un arrebato de ira o es provocado cuando soportamos alguna pérdida, disminución o un deseo no cumplido; el segundo — proviene del miedo por nuestra suerte o destino, o bien por la excesiva cantidad de preocupaciones (San Juan Cas.).

21. La acidia tiene dos aspectos. Uno nos inclina hacia el sueño, y el otro busca las distracciones (San Juan Cas.).

21. La vanagloria aunque es multiforme, sin embargo tiene dos tipos principales. El primero — cuando nos enaltecemos con nuestras superioridades físicas y distintas cosas; el segundo — cuando nos encendemos de sed por la gloria mundana por causa de nuestras superioridades espirituales (San Juan Cas.).

21. La soberbia tiene dos aspectos. El primero — el corporal, el segundo — espiritual. El tipo espiritual es mas peligroso que el corporal. Él tienta especialmente a aquellos, quienes progresaron en algunas de las virtudes (San Juan Cas.).

21. Aunque estas ocho pasiones tientan a todos los hombres, no caen de igual manera sobre todos. Así, por ejemplo: sobre uno domina el espíritu (pasión) de fornicación, en otro — la iracundia, en el tercero — la vanagloria, y en otro gobierna la soberbia (San Juan Cas.).

21. Entendiendo, cual es la pasión que mas especialmente nos daña, debemos concentrar nuestra lucha precisamente contra ella, utilizando toda la ocupación y todos los esfuerzos para observarla y derrotarla, dirigiendo en cada minuto contra ella las flechas de los gemidos y suspiros de nuestro corazón, y derramando ininterrumpidamente lágrimas en la oración a Dios para que se apague la pasión que nos turba. Porque nadie puede triunfar sobre ninguna pasión hasta que no se convence que con su solo esfuerzo él no puede derrotarla (San Juan Cas.).

 

La lucha con las ocho principales pasiones.

24. La gula. Acerca de la continencia en la alimentación no se puede establecer una regla uniforme para todos, porque la fortaleza corporal no es igual para todos. La virtud del ayuno se guarda no solo con la fuerza del alma, sino debe ser medida también conforme a la fortaleza del cuerpo. La regla para la continencia en la alimentación que nos establecieron los santos Padres, es la siguiente: el que tome un alimento cualquiera, deberá detenerse cuando aún tiene apetito, sin esperar la saciedad. Guiándonos por esta regla, hasta el mas débil de cuerpo puede practicar la virtud de la continencia al mismo nivel que el fuerte y sano, si con la fuerza de su voluntad refrena el deseo de alimentos, cuando esto no es requerido por la debilidad física. Porque también el Apóstol Pablo dice: "Y no proveáis para los deseos de la carne" (Rom. 13:14; San Juan Cas.).

25. EL Espíritu de la Fornicación. Nuestra segunda lucha es contra el espíritu de fornicación y de la concupiscencia de la carne, — la cual es la mas prolongada, permanente y para pocos terminada en victoria. Esta pasión comienza a manifestarse en el hombre desde la mas temprana madurez y no se detiene, hasta que él no vence sus otras pasiones. Por cuanto el surgimiento de esta pasión es doble (en el cuerpo y en el alma), entonces también hay que enfrentarla con doble arma de oración y ayuno. No es suficiente solo el ayuno para conseguir la perfecta castidad. Es necesario añadir tanto una quebrantada penitencia del espíritu como una oración perseverante contra este repugnante espíritu (pasión de fornicación). Además de esto, es necesario continuamente leer las Sagradas Escrituras, ocuparse en la meditación acerca de Dios, y alternar esto con el trabajo físico y artesanal, los cuales previenen a los pensamientos de vagar errantes hacia aquí y hacia allá. Por encima de todo hay que tener una profunda humildad, sin la cual no se puede conseguir la victoria sobre ninguna pasión (San Juan Casiano Romano.).

25. La victoria sobre esta pasión se condiciona con la limpieza completa del corazón, del cual, según la palabra del Señor surge el veneno de esta enfermedad. "Del corazón, — dice Él — salen los malos pensamientos... los adulterios, las fornicaciones, y otros (Mat. 15:19; San Juan Cas.).

25. Efectivamente, si todo logro y virtud es acción de la gracia del Señor, y la derrota de las distintas pasiones es Su victoria, entonces el atesorar la pureza y vencer la pasión de fornicación es obra de especial gracia de Dios, acerca de lo cual testimonian los santos padres, experimentados en la limpieza de esta pasión. Porque, permaneciendo en la carne, no sentir su sed es semejante en cierto aspecto a su salida ella. Y por esto es imposible para el hombre volar, por así decirlo, sobre sus propias alas hacia la celestial altura de la perfección, si la Gracia del Señor no lo saca del terrenal cieno. Porque la gente con ninguna virtud tan cercanamente se asemejan a los ángeles, como con el atesoramiento de la gracia de la pureza (San Juan Casiano).

25. La demostración de la pureza y del perfeccionamiento alcanzado es, que en el descanso o en el agradable sueño al hombre no le sobreviene ninguna imagen tentadora, o bien surgida, esta imagen no despierta en él ningún deseo carnal. Si embargo el deseo involuntario, aunque no es considerado como pecado, dice acerca de que el alma aun no ha alcanzado la perfección, y las raíces de la pasión aun no han sido arrancadas (San Juan Cas.).

25. Por cuanto es tan alta la dignidad de la castidad, también son tan fuertes los embates del enemigo, enfrentándose a ella. Por eso nosotros debemos con toda aplicación no solo contenernos en todo, sino continuamente quebrantarnos en nuestro corazón con oración penitente, para que El Espíritu Santo con el rocío de Su Gracia, penetrando en el corazón, refresque y apague el horno de nuestra carne, que el rey de babilonia (el diablo) continuamente trata de encender.(San Juan Cas.)

26. El Amor por el Dinero. La tercera batalla es contra el espíritu del amor por el dinero — pasión que es extraña y no propia de nuestra naturaleza. Esta pasión tiene su origen en la cobardía, la indolencia espiritual y la ausencia de amor a Dios. Las otras pasiones, es como si estuvieran implantadas en la naturaleza del hombre y por esto motivo son vencidas después de mucho tiempo y trabajo. Sin embargo, el mal del amor por el dinero viene posteriormente y desde lo externo se sobrecarga sobre el alma, y puede ser eliminado fácilmente si estamos atentos y solícitos. Pero si se lo descuida, se convierte en una pasión más letal que las otras, y entonces se hará difícil de librarse de ella. Habiéndose implantado, el amor al dinero es, como dice el Apóstol, la "raíz de todos los males" (1 Tim. 6:10), porque él despierta y excita las otras pasiones (San Juan Cas.).

26. Es posible aun sin tener dinero estar enfermo de esta pasión. Y estando en ese estado ni siquiera la pobreza voluntaria le traerá algún provecho a aquel que se goza imaginariamente acerca de la posesión de riquezas. Porque así como a otros, no manchados en su cuerpo, la palabra del Evangelio los declara de corazón impuro (Mat. 5:28), así también los hombres, que no están cargados por la posesión de una gran riqueza, pueden ser condenados al mismo nivel que los amantes del dinero, porque ellos son así por su corazón y su mente. La única diferencia es que a ellos no se les presentó la oportunidad de acumular riquezas, y no la voluntad, la cual a los ojos de Dios siempre tiene mas peso, que la indispensabilidad. Por eso debemos ocuparnos de todas las formas posibles, para que los frutos de nuestros trabajos no se pierdan inútilmente. Pues es realmente digno de compasión, cuando los pobres pierden los frutos de la pobreza por causa del deseo pecaminoso (San Juan Cas.).

27. La Ira. En nuestra cuarta lucha es necesario que eliminemos desde lo más profundo de nuestra alma el veneno mortífero del espíritu de la ira. Porque mientras se encuentre anidado en nuestro corazón y enceguezca los ojos de nuestra mente con tenebrosas tinieblas, no podremos ni adquirir el correcto discernimiento entre el bien y el mal, ni la claridad de consciencia, ni poseer la madurez del consejo, ni convertirnos en partícipes de la verdadera vida, ni permanecer inquebrantablemente en la verdad. Y no seremos capaces de recibir la luz espiritual. Pues está escrito: Mi ojo fue alterado por el furor (Sal 6:7). Ni tampoco podemos participar de la divina sabiduría, pues: El enojo reside en el corazón de los necios (Ecl. 7:9). Y no podremos alcanzar la vida eterna, aunque fuésemos considerados por todos personas prudentes, ya que se ha escrito: La ira pierde también a los prudentes (Pr. 15:1). Y no podremos siempre sostener como corresponde la balanza de la verdad según las indicaciones del corazón, pues: La ira del hombre no obra la justicia de Dios (Sant. 1:20). No podremos considerarnos honrados, aunque fuéramos de noble ascendencia, pues está escrito: El hombre colérico está privado de decoro (Pr. 11:25). No podremos poseer la madurez del consejo, aunque poseamos muchos conocimientos, porque "el iracundo puede cometer una tontería" (Pr. 14:17). No podremos estar tranquilos de las inquietudes y las turbaciones, ni aunque nadie nos inquiete, porque el hombre colérico inicia las peleas y el irascible mucho peca (Pr. 29:22; San Juan Cas.)

29. La Tristeza y la acidia. En la quinta batalla se nos presenta enfrentar las flechas del voraz espíritu de la tristeza, la cual, si se apodera de nosotros no nos permitirá ninguna contemplación espiritual, derrocará el alma de la altura de la buena predisposición, nos debilitará y nos derrotará. Este espíritu no nos permite cumplir nuestras oraciones con buena disposición de ánimo ni perseverar en el provecho que traen las sagradas lecturas (este medio de sanación espiritual), ni trabajar diligentemente, ni permite que el hombre sea humilde y tierno hacia sus hermanos. La tristeza nos hará impacientes y murmuradores, quitándonos todos los saludables razonamientos, y enturbiará el corazón haciendo que nuestra alma sea como estúpida y obnubilada, vencida por el pensamiento de la desesperación (San Juan Cas.).

29. A veces esta enfermedad es generada por alguna otra pasión, como ser: la ira, la concupiscencia o el deseo de enriquecerse, pero a veces sin ninguna otra causa exterior por el accionar del maligno enemigo repentinamente somos poseídos de tal pesar, que perdemos la predisposición hasta hacia la gente mas querida, de manera que, cualquier cosa que nos digan, la consideramos fuera de lugar, y sobrante y no podemos contestar amablemente, teniendo el corazón lleno de amargura (San Juan Cas.).

29. Existe otro tipo aun mas terrorífico del espíritu de tristeza que empuja al alma del que ha pecado no a la determinación de corregirse y purificarse de las pasiones, sino a la destructora desesperación. Porque es éste el espíritu que no ha permitido a Caín arrepentirse después del asesinato de su hermano, y a Judas después de la traición al Señor lo obligó a ahorcarse (San Juan Cas.).

29. La tristeza mundana es extremadamente murmuradora, impaciente, cruel, terca y conduce a la destructora desesperación. Apoderándose del hombre, ella lo desordena, lo distrae de la oración, de cualquier ocupación salvadora y del esfuerzo penitente (San Juan Cas.).

29. Podemos vencer la destructora tristeza, si tratamos de vivificar nuestra alma con la contemplación de la futura felicidad. Por este medio podremos vencer los distintos aspectos de la tristeza: de la que procede de la ira, de la provocada por pérdidas, de la debida a ofensas soportadas, de la causada por desorden espiritual, y de aquella, que conduce a la desesperación. Porque estando gozosos y alegres por la contemplación de los futuros bienes y permaneciendo firmes en tal predisposición, no caeremos en espíritu ante situaciones desafortunadas, ni nos exaltaremos en las afortunadas, viéndolas como insignificantes y pasajeras (San Juan Cas.).

29. Nuestra sexta lucha es contra el espíritu de la acidia o melancolía (tedio). La acidia es pariente del espíritu de la tristeza y con él colabora, es soportada principalmente por los que se esfuerzan en soledad. Especialmente inquieta al que se esfuerza en la hora del mediodía. Algunos ancianos lo llaman "demonio del mediodía," de lo cual se menciona en el salmo 90 (San Juan Cas.).

30. La Vanagloria. Nuestra séptima lucha es contra el espíritu de la vanagloria — esta multiforme, cambiante y sutil pasión, que es muy difícil de notar y reconocer y de la que es muy difícil guardarse. En efecto, las otras pasiones son mucho más simples y uniformes pero esta, es multiforme, y de todos los lados ataca al soldado de Cristo; ya sea cuando él todavía esta luchando, y también cuando él ya está alcanzando la victoria. La vanagloria intenta herir al guerrero de todas las maneras posibles: en el vestido, en su apostura, en la forma de caminar, en la voz, en la lectura, en el trabajo o en la vigilia, en los ayunos o en la oración, en el aislamiento, en el conocimiento, en el estudio, y en el silencio, en la obediencia, en la paciencia y la humildad, y en la bondad y la generosidad. Ella, a semejanza de una peligrosa roca, que se oculta bajo las olas, repentinamente provoca el calamitoso naufragio a los navegantes, cuando ellos menos se lo esperan (San Juan Cas.).

30. Otras pasiones en la medida que las sobrepujamos y las vencemos, se marchitan y se debilitan con cada día, y algunas veces simplemente por el cambio de lugar o de condiciones de vida ellas se agotan y se aquietan. Además de esto, por causa de su disidencia con las virtudes que les son contrarias, suele sernos mas aliviado precavernos de ellas y evitarlas. Pero la pasión de vanagloria, siendo derrotada, con aun mayor ferocidad continúa guerreando, y cuando se la considera muerta, a través de su misma muerte revive, se vuelve sana y poderosa. Las otras pasiones tiranizan solo sobre aquellos, sobre los que ellas vencieron, pero esta aprieta a sus vencedores aun mas despiadadamente y los derrota con vanagloriosos pensamientos acerca del éxito sobre sí mismos. En esto especialmente se revela la refinada astucia del enemigo, que el soldado de Cristo se hiere a sí mismo con sus propias flechas (San Juan Cas.).

30. La Soberbia. La octava y ultima lucha es contra el espíritu de la soberbia. Esta pasión, si bien por el orden de exposición se sitúa ultima, pero por principio y por tiempo es la primera. La soberbia — es una fiera feroz e implacable que ataca especialmente a los perfectos y los devora cuando ya casi han alcanzado la cumbre de la virtud (San Juan Cas.).

30. Existen dos aspectos de la soberbia: el primero es aquel que ataca a las personas de elevada vida espiritual, y el otro vence a los principiantes y a la gente de vida corporal. Y aunque estos dos géneros de soberbia producen un destructor enzalsamiento ante Dios y delante de los hombres, sin embargo el primer genero se refiere directamente a Dios, y el segundo concierne propiamente a la gente (San Juan Cas.).

30. No hay otra pasión, que de tal forma aniquile todas las virtudes y prive al hombre de la justicia, como la soberbia. Esta pasión, como si fuera una infección, destruye toda la existencia con letal desorden e intenta echar a la perdición hasta a los hombres que han alcanzado la cumbre de las virtudes. Las otras pasiones tienen sus limites y cada una de ellas combate principalmente contra una de las virtudes. Así, por ejemplo, la gula quebranta la severidad en la continencia, la concupiscencia profana la pureza, la ira aleja la paciencia. Así el vencido por alguna de las pasiones no suele ser completamente ajeno a las otras virtudes. En cambio esta pasión, cuando se apodera del alma, priva al hombre de la defensa de la humildad, y entonces destruye la ciudad espiritual hasta en sus cimientos. Nivelando y mezclando con la tierra de los vicios los altos muros de la santidad, ella priva al alma de cualquier atisbo de libertad. Y cuanto mas ella esclaviza el alma rica, tanto mas la somete al pesado yugo de servidumbre, desnudándola de cualquier adorno de virtud, despojándola cruel e implacablemente de las virtudes (San Juan Cas.).

30. Así, debemos de tal forma tender hacia la perfección, para que teniendo diligencia hacia el ayuno, la vigilia, la oración, el quebrantamiento del corazón y otros esfuerzos, no nos enorgullezcamos, para que nuestros trabajos no sean inútiles. Es necesario recordar, que solo con nuestro esfuerzo y trabajo nosotros no solo no podemos alcanzar la perfección, sino que los mismos esfuerzos y otros ejercicios espirituales no los podemos realizar sin la ayuda de la gracia de Dios (San Juan Cas.).

30. Estos son los síntomas de la soberbia corporal: en las conversaciones ser gritón, en el silencio, el disgusto o el despecho, en la alegría — la risa estrepitosa, en la tristeza — demasiada sombriedad, en la contestación — la mordacidad, en la conversación seria la liviandad de pensamientos, cuando las palabras se pronuncian sin pensarlo mucho, sin la participación del corazón. La soberbia corporal no es vecina con la paciencia, es extraña al amor, es audaz en infligir ofensas, es pusilánime en soportarlas, pesada en la obediencia, si no la precede la propia voluntad y deseo, inquebrantable en la reconvención, incapaz de negarse sus propios deseos, extremadamente obstinada a subordinarse a otros, siempre tiende a permanecer en sus decisiones, no conforme en ceder a otro. De esta manera, haciéndose incapaz de recibir consejos salvadores, la soberbia espiritual cree mas a sus propias opiniones, que a los consejos de experimentados maestros (San Juan Cas.).

30. Sin una profunda y sincera humildad no se puede vencer ninguna pasión. Y con nada se puede alcanzarla perfección y la pureza, sino solo con la verdadera humildad (San Juan Cas.).

 

 

San Isigio

presbítero de Jerusalén.

San Isigio, nativo de la ciudad de Jerusalén fue discípulo de san Gregorio el Teólogo. Después de la muerte de su maestro se esforzó en uno de los desiertos de Palestina. En el año 412 san Isigio fue consagrado presbítero por el arzobispo de Jerusalén. Siendo sacerdote él se hizo conocido por sus inspirados sermones. San Isigio murió en el año 433

31. De sus enseñanzas. A muchos les parece demasiado estricto el refrenar la agitación de los pensamientos. Y efectivamente, esto no es para nada fácil, porque no solo a los no iniciados en los secretos espirituales — es difícil hasta lo doloroso detener lo incorporal en una casa corporal, sino también para aquellos, quienes alcanzaron experiencia en la inmaterial lucha interior (San Isigio).

31. Muchos no saben, que frecuentemente nuestros pensamientos no son otra cosa, que ilusivas figuraciones de sensitivos temas mundanos. Cuando nosotros permanecemos mas prolongadamente en la oración vigilante, entonces la mente se libera de imágenes materiales extrañas, comienza a comprender las astucias de los supostatos — (las intrigas de los demonios, que siembran en la mente pensamientos vanos) y sentir el provecho de la oración y los pensamientos acerca de Dios (San Isigio).

 

 

San Nilo de Sinaí.

San Nilo era natural de Antioquía. Su procedencia noble y sus cualidades personales lo promovieron al cargo de prefecto de la capital, pero la tendencia de su espíritu no se combinaba con las ocupaciones dignatarias y el orden de vida de la capital. Por eso, poniéndose de acuerdo con su cónyuge, de la que tenía dos hijos, él dejó el mundo para seguir el camino de la salvación en aislamiento. Tomó consigo a su hijo Teódulo y en el año 390 se estableció en el Sinaí, y su esposa y su hija encontraron cobijo en uno de los monasterios para mujeres de Egipto.

San Nilo vivía en el desierto de Sinaí en estricta severidad: con su hijo ellos con sus manos cavaron para si una gruta, y viviendo en ella, se alimentaban ya no de pan, sino de plantas silvestres de la montaña. Todo su tiempo lo pasaban en la oración, el estudio de las Escrituras, la meditación en Dios y en trabajos.

Cierta vez los bárbaros cayeron sobre Sinaí y tomaron cautivo a su hijo Teódulo. Por suerte, su prueba duró poco, pues Teódulo junto con otros cautivos fueron vendidos en la ciudad de Elus, donde había muchos cristianos. El obispo de esa ciudad recompró a Teódulo, y él volvió a su amado desierto de Sinaí. San Nilo murió cerca del año 450, habiendo vivido en el desierto cerca de 60 años.

Entre otras, le pertenecen obras tales como: "Acerca de la oración," "Pensamientos, que apartan de lo corruptible," "Acerca de los ocho espíritus del mal." Esta ultima obra, en forma consecutiva, revela los indicios de las ocho pasiones fundamentales, con las cuales esta infectado el espíritu de cada uno de nosotros: la gula, la fornicación, la avaricia, la ira, la tristeza, la acidia, la vanagloria y la soberbia. Conociendo la fisonomía de una u otra pasión es mas fácil reconocerla dentro de uno mismo y en consecuencia, comenzar a enfrentarla.

 

Como rezar.

6. No reces para que todo sea según tus deseos, ya que ellos no siempre concuerdan del todo con la voluntad de Dios. Sino mejor reza diciendo: Hágase tu voluntad (Mt. 9:10). Y en toda situación pide siempre así, porque Él siempre quiere el bien y lo que beneficia a tu alma (San Nilo Sin.).

6. A menudo, rezando, pedí que Dios me diera una u otra cosa, insensatamente ejerciendo presión sobre la voluntad de Dios, en lugar de permitir que Él me administrara lo que era bueno para mí. Y después de haber obtenido lo que yo pedía, tuve que sobrellevar lo recibido con mucha pena, porque en efecto, lo que me sucedió, no fue como yo lo hube pensado (San Nilo Sin.).

6. Por esto no te sientas dolorido si no recibes enseguida de Dios lo que le pides. Él te quiere hacer un bien aun más grande, mientras te obliga a perseverar en permanecer junto a Él en la oración. Pues, Ώqué puede haber más alto que conversar con Dios y estar en Su compañía? (San Nilo Sin.).

6. El Espíritu Santo, que se compadece de nuestra debilidad, viene a visitarnos incluso cuando todavía no hemos sido purificados, y si encuentra nuestro intelecto que le ruega sinceramente, baja sobre él y hace desaparecer la falange de razonamientos y de pensamientos que lo asedian, predisponiéndolo hacia la limpia oración (San Nilo Sin.).

6. Cuando rezas, no des forma alguna a la divinidad, ni permitas que tu mente reciba la impresión de una forma cualesquiera, sino acércate inmaterialmente a lo Inmaterial, — y te encontrarás con Él.(San Nilo Sin.).

6. Guárdate de las redes de los adversarios, ya que sucede que cuando tú rezas con pureza y sin turbación repentinamente se presenta ante ti una forma desconocida y extraña. Esto lo hace el enemigo para inducirte a la presunción, diciéndote como que la Divinidad se te ha presentado. No pienses, que la divinidad ocupa lugar, tiene dimensiones o tiene forma, porque ella no tiene ni cantidad ni aspecto (San Nilo Sin.).

6. Debes saber, que los ángeles nos inspiran hacia la oración y nos asisten, alegrándose con nosotros y rezando por nosotros. Pero si somos negligentes y acogemos pensamientos pecaminosos, los amargamos mucho. Justamente porque ellos luchan tanto por nosotros y nosotros somos perezosos hasta para implorar a Dios por nosotros mismos. Y todavía peor: sino que despreciarnos su servicio y, abandonando a su Soberano y Dios, llevamos mentalmente conversaciones con los demonios impuros (San Nilo Sin.).

 

La lucha con las pasiones.

24. La gula El principio de la fructificación — es el florecimiento, y el principio de la vida activa — es la continencia. Una cantidad suficiente de algo siempre llena el recipiente, pero el vientre ni aun reventando, dirá: es suficiente. El cuerpo alimentado frugalmente, — es como un caballo bien entrenado, que nunca desmontará de sobre sí a su jinete. Así como el enemigo muerto no incita al temor, así el cuerpo mortificado con el ayuno no turbará tu alma (San Nilo Sin.).

24. La tierra que no es trabajada durante mucho tiempo hace crecer los pastos inútiles y la mente del goloso genera pensamientos vergonzosos. La mucha cantidad de leña hace que el fuego sea muy grande, y la mucha cantidad de comida alimenta la concupiscencia. Las llamas desaparecen cuando se termina el material combustible, y la frugalidad en la alimentación seca la concupiscencia.

24. No tengas lástima de tu cuerpo, cuando él comience a quejarse de agotamiento, y no lo satisfagas a su voluntad con comida agradable para él, porque si toma fuerzas nuevamente, se levantará contra tuyo con guerra sin cuartel (San Nilo Sin.).

24. De la gula, como de la raíz de los tallos recién nacidos, darán brotes las otras pasiones, y en corto tiempo, siendo ya fuerte árbol, al mismo nivel de la gula se ramifican en vicios las otras pasiones (San Nilo Sin.).

24. Es muy bueno quedarse dentro de los limites de la necesidad y tratar con todas nuestras fuerzas no traspasar las fronteras de lo indispensable. Si la concupiscencia arrastra aunque sea solo un poco hacia el lado de las delicias corporales, entonces después ya ninguna enseñanza o consejo podrá detenerlo. Porque a aquello que es por demás de lo necesario, no se le pueden encontrar límites, sino que una incesante ocupación y afán multiplicarán sin medida el trabajo para satisfacer los deseos, a semejanza de la hoguera, que arde cada vez mas intensamente cuando le agregamos leña (San Nilo Sin.).

24. Que tu esfuerzo corporal se concrete con un objetivo moral, para que tu aprendas a dolerte en el corazón por tus pecados (San Nilo Sin.).

24. El vientre enflaquecido colabora con la vigilia en la oración, pero el vientre lleno atrae el sueño. Es imposible encontrar un aroma en la supuración, ni en el goloso la aromática contemplación. El quemar incienso llena el aire de buen perfume, y la oración del que se contiene, el aroma de Dios (San Nilo Sin.).

26. El amor al dinero. El amor al dinero — es la raíz de todos los males. Como las malas ramas, él alimenta muchas otras pasiones (la amargura, la ira, la envidia, el engaño, la hipocresía, la vanidad, y otros). Por eso el hombre, deseoso de aniquilar otras pasiones, debe primero arrancar su raíz (San Nilo Sin.).

26. El mar no se desborda, recibiendo dentro suyo las aguas de gran cantidad de ríos, y el deseo del amante del dinero no se satisface con el patrimonio conseguido. Duplicó sus riquezas, y nuevamente desea duplicar lo duplicado, y nunca cesará de multiplicar sus propiedades, hasta que la muerte inesperada no detenga este trabajo inútil (San Nilo Sin.).

26. El que es sin codicia vive sin preocupaciones, pero en el codicioso las preocupaciones acerca de las riquezas — son una enfermedad incurable. Cuando no entregues el corazón a las preocupaciones acerca de lo material, entonces llevarás a la prisión una multitud de pensamientos. Cuando reniegues del deseo de acumular, entonces también podrás llevar la cruz sin distracciones (San Nilo Sin.).

26. La pasión por acumular te predice la vejez y la enfermedad, para que la confianza en Dios tú la cambies por la confianza en lo que posees. La fe — esta es un inquebrantable convencimiento en la posesión de una perfecta y paciente confianza en la ayuda de Dios. Cuando renuncies de todas las cosas, estate atento: pensamientos tenebrosos comenzarán a reprocharte por tu empobrecimiento, prediciéndote la indigencia en todo, la miseria y la deshonra, — para hacer vacilar en ti la tendencia hacia las virtudes. Pero si te compenetras en la razonabilidad del esforzamiento, verás que por lo mismo que ellos te reprochan, se te está confeccionando una corona (San Nilo Sin.).

26. Dejemos las cosas y ocupaciones mundanas y volvámonos hacia los bienes espirituales. ΏCuánto tiempo mas nos quedaremos en juegos infantiles, sin conseguir ni siquiera un poco de madurez en nuestra forma de pensar? Que extraño es ver, cuando un hombre adulto está sentado sobre un montón de ceniza y traza sobre ella dibujos infantiles, así también es mas extraño, cuando la gente, predeterminada para el goce de los bienes eternos, pululan en el polvo de las obras terrenales. La causa de tal desacuerdo es que nosotros no nos imaginamos nada más importante que lo visible, no reconocemos la insignificancia de los bienes actuales y la superioridad de aquellos bienes, y enceguecidos por el brillo de lo que hay aquí, nos apegamos a esto con todo nuestro deseo (San Nilo Sin.).

26. Estando poseídos, por las ocupaciones mundanas, tiraremos por la borda la carga, para salvar al timonel — nuestra mente. Si los que viajan en un barco en tiempo de tormenta con sus propias manos tiran por la borda hasta las cosas más valiosas, para salvar sus vidas, entonces Ώporque nosotros por causa de mejor vida no despreciamos aquello, que atrae nuestra alma hacia la profundidad? ΏPorque en nosotros no es tan fuerte el temor de Dios, como lo es el temor de aquellos al mar? Por eso, les pido a ustedes, que renunciemos de todo lo terrenal (San Nilo Sin.).

26. Los luchadores no entran a la lucha vestidos elegantemente, porque las reglas de la lucha exigen de ellos entrar en la arena desnudos. Sea en tiempo de calor, o en tiempo frío o helado — así salen ellos, dejando sus vestidos tras de sí. Si alguno de ellos se niega a sacarse su ropa, entonces debe renunciar a la lucha (San Nilo Sin.).

26. No ocuparse de lo terrenal es propio del alma perfecta, pero cargarse a sí misma con preocupaciones — del alma apasionada. Nosotros llamamos el no codiciar no a la miseria común, que viene por el aflujo de las circunstancias y someten al pesar al empobrecido, sino la voluntaria decisión de conformarse con poco (San Nilo Sin.).

26. Los antiguos santos eran hasta tal punto sin codicia, que voluntariamente escogían para si una vida sin casa y sin cobijo, se alimentaban con lo que les daba la naturaleza, pernoctaban, donde y como se encontraban. Ellos no tenían ni techo, ni comida establecida, y como vestimenta usaban cueros de oveja. En toda su exactitud ellos celosamente seguían el consejo del Señor: "Mirad a las aves del cielo..." (Mat. 6:26). Ellos sinceramente creían, que lo indispensable para el cuerpo vendrá por si mismo, cuando el hombre agrada a Dios y se ocupa principalmente de conseguir el Reino de los Cielos (San Nilo Sin.).

27. La ira, la tristeza y la soberbia. Cristo inclina su cabeza al alma que es muy paciente, y el espíritu pacificado se vuelve habitación de la Santísima Trinidad (San Nilo Sin.).

27. El que ama este mundo tiene muchas tristezas, pero el que está por encima de lo mundano — siempre está alegre (San Nilo Sin.).

30. La soberbia eleva al soberbio a una gran altura, y desde allí lo arroja a la profundidad del abismo. El fruto podrido no es útil para el que labra la tierra, y la virtud del soberbio no es útil para Dios (San Nilo Sin.).

42. La no condenación. No es virtuoso aquel, que hace misericordia a muchos, sino aquel, que no ofende a nadie (San Nilo Sin.).

San Efrem Siriaco.

San Efrem nació en Nisibia (Mesopotamia) a principios del siglo cuarto de padres ricos, quienes lo educaron en el temor de Dios. Por su juventud, él creía que en la vida todo sucede por casualidad, pero el siguiente desafortunado suceso lo convenció del error de tal forma de pensar. Cierta vez el joven Efrem fue culpado de robar ovejas. Aunque Efrem era completamente inocente de este delito, el juez lo encerró en la cárcel. Durante el encierro, mientras él estaba doliéndose por lo que le había sucedido, vio un sueño acerca de que se lo estaba castigando por otros pecados completamente distintos, que él realmente si había cometido. Cuando después de un tiempo el juez supo de la inocencia de Efrem y lo sacó de la cárcel, Efrem comprendió que la vida de los hombres no es dirigida por los ciegos sucesos, sino por Dios. Después de esto Efrem dejó el mundo y se alejó a las montañas a los ermitaños, donde se hizo discípulo de san Jacobo Nisbio. Bajo su guía Efrem cambió, se hizo manso, arrepentido y entregado a Dios.

Jacobo, siendo designado obispo, hizo de Efrem su ayudante. Después san Efrem se dirigió a Edessa y de allí se alejó a las montañas. Allí se esforzó como monje y estudiaba empeñosamente la palabra de Dios. Dios le dotó con el don de enseñar, y él se hizo famoso por sus inspirados sermones. También trabajó no poco en la interpretación de las Santas Escrituras, y en la exposición de las enseñanzas ortodoxas. En el final de su vida visitó a los grandes maestros del monte Nitrios (en Egipto), y también la Cesárea de Capadocia, donde conoció a Basilio el Grande. Vuelto a Edessa, enfermó y murió en paz en el año 373. Sus restos sin corrupción fueron trasladados al templo.

 

El camino de la vida espiritu.

23. Preséntate, pecador, ante el buen médico, y sánate sin esfuerzo. Quita de sobre ti el peso de los pecados, trae tu oración y humedece con lágrimas tus úlceras supurantes. Porque este celestial Medico con lágrimas y con suspiros cura las úlceras. Preséntate entonces y trae lágrimas — esta es la mejor medicina. Porque esto es lo agradable al celestial Medico, que cada uno con sus propias lágrimas se medique y con esto se salve (San Efrem Sir.).

6. ΏDeseas acaso rezar sin distracción? Trata de que tu oración provenga desde la profundidad del alma. Como el árbol, que ha echado profundas raíces, ante la presión de fuertes vientos no se rompe, así la oración, que sale de la misma profundidad del alma, se eleva al cielo, y ningún pensamiento colateral podrá pervertirla. Por eso el profeta dice: "Desde la profundidad clamé a ti, Señor" (Sal. 129:1; San Efrem Sir.).

6. No desprecies el servicio (la misa) en la iglesia con la excusa de alguna obra. Como la lluvia alimenta y hace crecer la semilla, así los servicios en la iglesia fortalecen el alma en las virtudes (San Efrem Sir.).

11. Así como el niño no queda niño para siempre, sino diariamente crece según las leyes de la naturaleza, hasta que alcanza la madurez, así el cristiano, nacido desde lo alto por el agua y el Espíritu, no debe quedarse en la niñez espiritual. Sino, perseverando en el esfuerzo, el trabajo y la mucha paciencia, debe progresar permanentemente y crecer hasta la plenitud de la madurez espiritual, "En varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo," como enseña el apóstol (Efes. 4:13; San Efrem Sir.).

11. Si quieres heredar el Reino futuro, entonces encuentra todavía aquí la benevolencia del Rey. Y en la medida que tú lo sigas, en esa medida Él te elevará; en cuanto tú lo sirvas aquí, en tanto Él te honrara allí, según está escrito: "Yo glorifico a los que me glorifican, y los que me deshonran serán avergonzados" (1 Reino 2:30). Hónralo con toda tu alma, para que él te digne la honra de los santos. A la pregunta: "ΏCómo conseguir Su benevolencia?" — contestaré: Tráele oro y plata a través de la ayuda a los necesitados. Si tu no tienes nada para dar, tráele en ofrenda la fe, el amor, la continencia, paciencia, grandeza de alma, sabia humildad... Refrénate del condenar, guarda tu vista, para no mirar la vanidad, refrena tus manos de las obras injustas, desvía tus pies del mal camino; consuela a los desanimados, sé compasivo con los débiles, alcánzale al sediento un jarro de agua, alimenta al hambriento. En una palabra, todo, lo que tienes y que es con lo que Dios te ha dotado, tráelo a Él, porque Cristo no despreció ni las dos cintas de la viuda (San Efrem Sir.).

31. Alguno de los santos dijo: "Piensa acerca de lo bueno, para no pensar en lo malo, porque la mente no puede quedarse en inactividad." Por eso emplearemos nuestra mente en el aprendizaje de la palabra de Dios, en las oraciones y en las buenas obras. Así como los pensamientos vanos generan obras vanas, así los buenos razonamientos buenas obras (San Efrem Sir.).

31. No abras tus pensamientos a cualquier persona, sino solo a aquellos, de quienes tu sabes, que son espirituales, porque son muchas las redes del diablo. De los hombres espirituales no ocultes nada, para que el enemigo, encontrando para sí un lugarcito, no se anide dentro tuyo. Con la gente corporal no entres en consejo (San Efrem Sir.).

40. Toda buena obra que emprendiéremos que se realice para la gloria de Dios, y entonces ella lo llevará también para nuestra gloria. El cumplimiento de los mandamientos es santo y puro solo cuando se realiza en el recuerdo del Señor, con temor de Dios y por el amor a Él. El enemigo del genero humano (el diablo) de muchas maneras trata de distraernos de tal predisposición con distintos señuelos y atractivos, para que en lugar del verdadero bien — el amor a Dios — nos apeguemos con el corazón a los pretendidos bienes mundanos. Y en general todo, lo que el hombre hace de bueno, el maligno trata de enturbiar y profanar, mezclando al cumplimiento de los mandamientos las semillas de la vanagloria, o la duda, o la murmuración, o bien algo semejante, para que nuestra buena obra deje de ser buena. La buena obra se vuelve verdaderamente buena solo cuando ella se realiza para Dios con humildad y diligencia. Y ante tal predisposición todos los mandatos de los mandamientos se vuelven fáciles para nosotros, porque el amor a Dios aleja cualquier dificultad en el cumplimiento de los mandamientos (San Efrem Sir.).

42. Tengamos grandeza de alma y llevemos las cargas el uno por el otro, tratando de levantar a los caídos y de liberar a los caídos en prisión del enemigo. ΏQue soldado, viendo que su compañero es tomado prisionero, no entra en lucha con el enemigo, para liberarlo? Y si resulta que por su falta de fuerzas no pudiera liberarlo, se pesará y llorará, recordando a su amigo. ΏNo debemos nosotros mucho mas aun poner nuestras almas el uno por el otro? Porque nuestro Señor y Salvador Jesucristo dijo: "Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos" (Juan 15:13; San Efrem Sir.).

42. Siendo en relación el uno con el otro miembros de un solo cuerpo espiritual, estamos obligados a ayudarnos uno a otro. Como los miembros del cuerpo, dirigidos por el alma, complementan uno al otro, también nosotros, siendo dirigidos por el Espíritu de Dios, debemos sin envidia servir uno al otro. Ante una predisposición así en todos, lo sobrante de los que se ejercitan en la oración completará la insuficiencia en la oración de los que llevan la obediencia, y por el contrario, el sobrante en los trabajos de la gente que lleva la obediencia, completará la insuficiencia de obras en la gente, que permanece en la oración, para que, por la palabra del apóstol, en todo haya igualdad (2 Cor. 8:14). Solo que se afirme entre los hermanos la simpleza, el amor, la sabia humildad y la ausencia de envidia. Entonces en la medida que cada uno cree, ama y trabaja, en esa medida progresando diariamente, se hará digno del Reino. He aquí la verdadera vida angelical: cuando nos unimos uno con otro sin envidia, con simpleza y amor, con paz y alegría, cuando el éxito del prójimo lo consideramos como nuestra propia ganancia y sus debilidades, defectos y pesares los consideramos nuestra pérdida. Pues está dicho: "No mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros" (Filip. 2:4; San Efrem Sir.).

 

Las virtudes y las pasiones.

13. Las virtudes del alma y del cuerpo. Existen cuatro principales (generadoras) virtudes: la valentía, la buena inteligencia, la castidad y la justicia. De ellas nacen las siguientes virtudes del alma: la fe, la esperanza, el amor, el don de oración, la humildad, la mansedumbre, la grandeza de alma, la paciencia, la bondad, el conocimiento de Dios, la ausencia de irritabilidad, la simpleza, la no turbación, el amor a la verdad, la libertad, el no condenar, la ausencia de vanagloria, envidia o hipocresía, el no amar el dinero, la compasión, la misericordia, la generosidad, el honrar a los demás, la devoción y piedad, el ansia hacia los futuros eternos bienes, el deseo del Reino de Dios y el prohijamiento (filiación) a Dios (San Efrem Sir.).

13. Las virtudes corporales, cuando en ellas están ausentes cualquier hipocresía y deseo de agradar a los hombres, promueven al hombre al progreso en la humildad y el desapasionamiento. A ellos se refieren: la continencia, el ayuno, el hambre y la sed, la vigilia, las genuflexiones, el vestir la ropa más simple y el comer los alimentos más simples, el dormir sobre la tierra desnuda, la pobreza, la no acumulación, el agotamiento, la soledad, el silencio, la sobriedad, el contentarse con poco, el poco hablar, los trabajos manuales, cualquier sufrimiento voluntario y cualquier acto de valentía corporal. Todos ellos ante la buena salud corporal o ante la agitación de las pasiones corporales son muy necesarias y provechosas. Cuando, en cambio el cuerpo esta enfermo o débil, o cuando el hombre con la ayuda de Dios venció sus pasiones, las virtudes corporales no son tan indispensables, porque todo lo compensa la humildad y el agradecimiento a Dios (San Efrem Sir.).

21. Las pasiones del alma y las físicas. Las pasiones del alma son las siguientes: el olvido de Dios, la pereza y la ignorancia (de la fe cristiana). Estas tres pasiones enturbian la vista espiritual — la inteligencia, y el hombre cae bajo el gobierno de las otras pasiones, que son precisamente: el deshonor, la herejía, la blasfemia, la irritabilidad, la ira, el disgusto, la irascibilidad, el odio, el rencor, la calumnia, el condenar, la tristeza irrazonable, el temor, el miedo, la discordia, los celos, la envidia, la vanagloria, la soberbia, la hipocresía, la mentira, el descreimiento, la ausencia de buena razonabilidad, el no discernimiento, la ausencia de larga visión, la insaciabilidad, el amor a la acumulación, la pereza, la pretenciosidad, el apego a lo terrenal, la acidia, el desánimo, el desagradecimiento, la murmuración, la altivez, la fatuidad, el arrebato, la altanería, el amor al poder, el deseo de agradar a los hombres, la cobardía, la desvergüenza, la insensibilidad, el acostumbramiento a la molicie, el encubrimiento, la burla, la duplicidad de alma, la permisividad al pecado, el continuo pensar en cosas pecaminosas, los pensamientos errantes, el amor a sí mismo (que es la madre de todo lo malo), el amor al dinero (raíz de todos los vicios y pasiones), la mala moral y la malignidad (San Efrem Sir.).

21. Las pasiones corporales son las siguientes: el agradar al vientre, el demasiado comer, el derroche, la ebriedad, distintos tipos de voluptuosidad, la fornicación, el adulterio, el libertinaje, la impureza, el incesto, la depravación, los malos deseos, todas las pasiones antinaturales y vergonzosas, el robar, el sacrilegio, el bandidaje, el homicidio, toda tranquilización corporal, el satisfacer de los caprichos del cuerpo, especialmente cuando el cuerpo está sano, la hechicería, los sortilegios, los encantamientos, la adivinación, el pronosticar, la vistosidad, la liviandad de pensamientos, el deleite, el apasionamiento a los adornos, el apego a la cosmética, el apasionamiento a los juegos de azar, el apego las satisfacciones mundanas, la vida encaminada a agradar a la carne, que obtusa la mente y la hace semejante a los animales, y que no permite elevar la vista hacia Dios y a las virtudes. La raíz de todos estos males y causa principal son la voluptuosidad, el amor a la gloria y el amor al dinero, de los cuales nace todo lo malo (San Efrem Sir.).

La lucha con las ocho principales pasiones.

25. El espíritu de fornicación. No permitas a tus ojos vagar de aquí para allá, y no mires la belleza ajena, para que tu enemigo no te derrote con la ayuda de tus ojos (San Efrem Sir.).

25. Si te molesta el demonio de fornicación, repréndelo, diciéndole: "El Señor te destruya hediondo diablo impuro" ya que conocemos al que dijo: "Los designios de la carne — son enemistad contra Dios" (Rom. 8:7; San Efrem Siríaco).

25. Ante el ardor de los deseos medita acerca del fuego inapagable y el gusano que nunca muere y al momento se apagará el ardor en tus miembros. De otra manera, debilitándote, serás vencido y te acostumbrarás al pecado, aunque te arrepientas.

Por eso desde el mismo comienzo sé estricto hacia cualquier deseo semejante, para que no seas vencido y para que no te acostumbres a ceder la victoria al enemigo. Porque la costumbre — es una segunda naturaleza. Quien se acostumbra a ceder la victoria al deseo pecaminoso, ese continuamente será reprendido por su conciencia; y aunque delante de otros él muestre un rostro alegre, en su interior estará amargado por causa de la reprensión de la conciencia. Porque es propiedad del deseo transmitir una dolorosa congoja a los que lo practican. Por eso presta atención a tu alma, siempre teniendo a Dios dentro de ti (San Efrem el Siríaco).

25. Si se levanta dentro tuyo la lucha de la carne, no temas y que no decaiga tu espíritu. De otra manera tu agregarás audacia al enemigo (el diablo), y él comenzará a sugerirte pensamientos tentadores: "No cesará tu ardor, hasta que no satisfagas tu deseo." Pero soportando, soporta al Señor, con llanto derrama tu oración delante de Su bondad, y Él te oirá, y te librará del pozo de las pasiones (pensamientos impuros) y del lodo del cieno (deseos vergonzosos), y pondrá tus pies sobre la piedra de la pureza (Salmo 39:1-3). Entonces verás Su ayuda venida a ti. Soporta solamente, no te debilites con el pensamiento, no llegues al agotamiento, baldeando inútilmente el agua del bote, porque el puerto de la vida está cercano. Entonces tu exclamarás y Él dirá: "Aquí estoy" (Is. 58:9). Pero Él espera, para ver tu esfuerzo: si es cierto que hasta la muerte estás dispuesto a luchar contra el pecado. Así, no caigas de espíritu: Dios no te dejará. Dios mira tu esfuerzo, lo ven también las huestes de ángeles, y la turba de demonios. Los ángeles están dispuestos a entregar la corona al vencedor, y los demonios — a cubrirlo con la vergüenza del vencido. Permanece atento, para no entristecer a los tuyos (los ángeles) y para no alegrar a los extraños (los demonios; San Efrem el Siríaco)

25. Cuando el demonio comienza a dibujar en tu imaginación tentadoras visiones y representa en tu mente la hermosura de una mujer, alguna vez vista por ti, introduce dentro tuyo el temor de Dios y recuerda acerca de los muertos en el pecado, piensa en el día, cuando tu alma va a despedirse de tu cuerpo, imagínate la voz de Dios, la cual con temblor, oirán los negligentes acerca de una vida justa y los que no han guardado los mandamientos de Cristo: "Apartaos de mi, malditos, al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles" (Mat. 25:41). También imagínate al gusano que nunca muere y el tormento ininterrumpido. Piensa sobre esto, y se disolverá la sed de placer, así como se derrite la cera delante del fuego, porque los demonios no pueden permanecer ni siquiera un solo instante contra el temor de Dios ( San Efrem el Siríaco).

27. La tristeza y la ira. ΏNo puedes tu soportar las ofensas? Guarda silencio — y te aquietarás. No pienses, que tu sufres mas que los demás. Así como al que vive sobre la tierra le es imposible escapar del aire, así también el hombre que vive en este mundo le es imposible no ser tentado por los pesares y las enfermedades. Los que se ocupan de lo terrenal también de lo terrenal experimentan pesares, y los que tienden a lo espiritual de esto se duelen en su alma. Sin embargo los últimos serán felices, porque su fruto es colmado en el Señor (San Efrem Sir.).

28. Si vino el pesar, esperaremos también el acercamiento de la alegría. Tomemos por ejemplo los que navegan en el mar. Cuando se levanta la tormenta, ellos luchan contra las olas, esperando que el mar se calme; y cuando viene el tiempo de calma, ellos se preparan para la tormenta. Ellos siempre están vigilantes, para que el viento, soplando repentinamente no los encuentre sin estar preparados, y no naufrague el barco. Así debemos obrar nosotros cuando nos suceda un pesar o estemos en situaciones difíciles, esperemos el alivio y la ayuda de Dios, para que no nos oprima el pensamiento, como que ya no tenemos esperanza en nuestra salvación (San Efrem Sir.).

28. Todo viene de Dios — tanto lo bueno, como lo pesaroso. Pero lo primero por benevolencia, y lo otro por planeamiento o por permiso. Por benevolencia, — cuando vivimos virtuosamente, porque esto es agradable a Dios, para que los que viven virtuosamente se hermoseen con las coronas de la paciencia; por planeamiento, — cuando pecando, somos reconvenidos; por permiso, — cuando siendo reconvenidos no nos convertimos. Dios providencialmente nos castiga cuando pecamos, para que no seamos condenados con el mundo, como dice el apóstol: "Siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo" (1 Cor. 11:32; San Efrem Sir.).

30. La vanidad y la soberbia. No debemos hacer nada para ser exhibido, sino todo debe ser de limpio corazón, porque Dios conoce lo atesorado y lo escondido, y solo de Él nosotros esperamos recibir recompensa (San Efrem Sir.).

30. El soberbio no soporta la superioridad sobre sí mismo, — y encontrándola, o bien la envidia, o rivaliza. La rivalidad y la envidia permanecen una junto a la otra, y quien posee una de estas pasiones, posee las dos (San Efrem Sir.).

30. El impuro espíritu de presunción es astuto y multiforme y emplea todos los esfuerzos para apoderarse de la gente: al sabio lo atrapa con la sabiduría, al fuerte con la fortaleza, al rico con la riqueza, al hermoso con la hermosura, al artista con la habilidad (San Efrem Sir.).

30. El principiante que no tiene humildad, no tiene tampoco armas contra el enemigo (el diablo), y así soportará una gran derrota (San Efrem Sir.).

30. El principio de la sabia humildad — es la obediencia. Sea en ti la sabia humildad el fundamento y la vestimenta de la contestación; tu hablar que sea simple y amable. El presumido no se subordina; es desobediente, indómito, se guía por sus propias conjeturas. Pero la sabia humildad es obediente, se somete al bien, es sobria, da honra a los pequeños y a los grandes (San Efrem Sir.).

51. Las intrigas de los demonios. El astuto enemigo con distintos ardides introdujo dentro nuestro sus venenos en cada uno de nosotros y con distintas intrigas tienta a cada uno. Alguno guarda los ayunos, pero se entrega al poder de la rivalidad y de la envidia. Otro se contiene de los deseos de fornicación, pero está ligado a la vanagloria. Otro progresa en el trabajo, pero se enredó en las redes del condenar a los demás. Otro evita el condenar a los demás pero es terco y discute. Otro se contiene en la comida, pero se ahoga en la soberbia y la altanería. Otro es incansable en la oración, pero es irritable y colérico. Otro alcanzó en algo pequeño y ya se enaltece sobre aquellos que son mas indolentes que él. De esta manera, cada persona de una u otra forma está encadenada por el pecado, pero la gente esto no lo ve (San Efrem Sir.).

 

 

San Juan Escalerista.

Los datos sobre el mas temprano periodo de la vida de san Juan Escalerista (de la palabra escalera) no se han conservado. De sus obras se puede ver que él recibió una buena educación y por una tendencia interior entró al monasterio de Sinaí a la edad de 16 años. Durante los primeros cuatro años fue guiado por el anciano Makario, quien asimismo lo hizo monje. Habiendo vivido bajo su guía durante 19 años, después de su muerte san Juan comenzó a vivir solitariamente. Ocultando su vida ascética de la gente, él volvía al monasterio los domingos, allí comulgaba los Santos Sacramentos y después conversaba con los santos maestros, para revisar su estado espiritual. Habiendo vivido en soledad durante cuarenta años, san Juan fue elegido superior del monasterio de Sinaí. Sin embargo después de 4 años volvió a su aislamiento y terminó sus días a la edad de 80 años, en el año 563. San Juan escribió su obra "Escalera espiritual." En este libro, consistente de 30 capítulos, él trazó los escalones del ascenso hacia la perfección espiritual.

 

El conocimiento de Dios, el ardor espiritual.

8. Todos, los que quieren conocer la voluntad de Dios, deben primeramente aniquilar dentro suyo la voluntad propia. Después de rezar a Dios con fe y con simpleza, deben preguntar a los padres y hermanos con humildad de corazón y sin ninguna duda en el pensamiento. Y deben recibir sus consejos, como provenientes de los labios de Dios, aunque contradijeran su propio entendimiento del hecho. Están llenos de la sabia humildad aquellos que se guían por esta regla, y Dios no permite que ellos caigan en el engaño de la seducción (San Juan Esc.).

8. Algunos averiguaban la voluntad de Dios de la siguiente manera. Ellos alejaban de sí cualquier inclinación hacia uno u otro lado — todas las conclusiones a favor o en contra del hecho dado. Desnudando de esta manera su mente de su propia voluntad, ellos

presentaban a Dios su cuestión con ardiente oración durante el transcurso de una cierta cantidad de días. Así averiguaban ellos Su voluntad, — o bien porque la superior Inteligencia le hablaba a su razonamiento, o bien porque una de las posibles decisiones perdía para ellos su significado completamente (San Juan Esc.).

8. Quien por la iluminación desde lo alto atesoraba dentro de sí a Dios, ese pronto recibe respuesta acerca de la santa voluntad de Dios, tanto en las obras, que exigen rapidez, como en las que permiten demora (San Juan Esc.).

11. En todos los casos debemos examinar nuestra intención: porque el Señor mira sobre ella en todos nuestros actos. Todo, lo que es extraño al apasionamiento y a cualquier impureza y se hace exclusivamente para Dios, y no por causa de alguna otra cosa, se nos considerara como bueno, aunque no fuera completamente perfecto (San Juan Esc.).

11. Existen almas valientes, quienes por su fuerte amor a Dios (ante la humildad de corazón) se atreven a obras, que superan sus fuerzas. Existen también corazones soberbios, los cuales se envalentonan a tales obras por instigación de nuestros enemigos (los demonios). Porque nuestros enemigos con frecuencia astutamente nos incitan a obras, que superan nuestras posibilidades, para que nosotros, al no alcanzar el éxito, caigamos en la acidia y dejemos hasta aquellas obras, que son compatibles con nuestras fuerzas (San Juan Esc.).

11. He visto yo a personas débiles de alma y de cuerpo, las cuales por causa de la gran cantidad de pecados cometidos se pusieron a hacer esfuerzos que estaban por encima de sus fuerzas. Y yo les dije, que Dios juzga el arrepentimiento no por la medida de los trabajos, sino por la medida de la humildad, que se acompaña con el llanto, quebrantamiento y aversión al pecado (San Juan Esc.).

11. Los pecados y las pasiones no son propias de la naturaleza del hombre, porque no es Dios el creador de las pasiones. Pero Él colocó en nuestra naturaleza muchas virtudes, entre las cuales podemos mencionar las siguientes: la misericordia (pues hasta los paganos son compasivos), el amor (porque sucede que hasta los animales derraman lágrimas ante la pérdida de un compañero), la fe (porque ella es propia de toda la gente), la esperanza (porque cuando damos en préstamo, cuando sembramos o trabajamos, esperamos recibir ganancia de esto, y cuando viajamos, — esperamos alcanzar la meta). Así, si el amor y las virtudes son inherentes a nuestra naturaleza, y el amor es el cumplimiento de la ley, entonces es claro que las virtudes no son extrañas a nuestra naturaleza. Y que se avergüencen aquellos que quieren justificar su indolencia con la falta de fuerzas (San Juan Esc.).

 

La lucha con las ocho principales pasiones.

21. Quien destronó a las primeras tres pasiones principales — la vanagloria, el amor al dinero y la gula, — ese podrá destronar también las restantes cinco: la fornicación, la ira, la tristeza, la acidia y la soberbia. Pero quien no trata de vencer a las primeras, no podrá vencer ninguna (San Juan Esc.).

21. Algunas personas son por naturaleza inclinadas a la continencia, o al silencio, o a la pureza, o a la sobriedad, o a la fortaleza, o al enternecimiento. Y hay quienes tienen una naturaleza casi completamente opuesta a esas buenas cualidades, pero por la fuerza se obligan a sí mismos hacia ellas, y aunque a veces caen, sin embargo, como triunfadores sobre su naturaleza, yo los alabo mas que a los primeros (San Juan Esc.).

21. ΏCuales son los pecados que provienen de los ocho pensamientos apasionados, y cual de los tres principales es padre de cada uno de los otros cinco? — La madre de la fornicación es el mucho comer; la madre de la acidia — la vanagloria, la tristeza y la ira nacen de todas las tres principales pasiones; y la vanagloria es madre de la soberbia. ΏCuales son los pecados que provienen de los ocho principales? a esto contestaré, que en las desaforadas pasiones no hay interpretación, lógica ni orden, sino todo tipo de exceso, arbitrariedad y desorden (San Juan Esc.).

21. Así como sacando agua de la fuente con un balde se puede sin quererlo junto con el agua extraer también un sapo, así haciendo lo virtuoso, a veces sin notarlo ejecutamos las pasiones que están entretejidas con ellas. Así con la hospitalidad se entreteje la gula; con el amor — la fornicación o el juzgar a los demás; con el razonamiento — la excesiva severidad. Con la buena inteligencia — la malignidad; con la mansedumbre — la sospecha, la demora en los actos, la pereza, la discusión, la arbitrariedad y la desobediencia; con callar — el deseo de enseñar, con la alegría — la fatuidad; con la esperanza — la pereza; con el silencio — la acidia y la indolencia; con la pureza — la amargura; con la sabia humildad — el atrevimiento sin medida; después de todas estas como un veneno general sigue la vanagloria (San Juan Esc.).

21. Continuamente remarca dentro tuyo la aparición de los movimientos apasionados y verás que dentro tuyo se anidan muchas pasiones. Estas diversas enfermedades del alma frecuentemente no podemos descubrirlas — o bien por causa de nuestra debilidad, o por causa de un hábito pecaminoso profundamente enraizado (San Juan Esc.).

27. La ira y la tristeza. La ira, a semejanza del rápido movimiento de una piedra de moler, en un instante puede borrar y aniquilar los frutos del alma mas, que alguna otra cosa en todo el día. Por eso corresponde prestar atención concienzudamente a uno mismo. La ira, como una llama, extendida por un fuerte viento, con rapidez quema y pierde la cosecha espiritual (San Juan Esc.).

27. Nada tan fuera de lugar para el que está arrepintiéndose, que la cólera encendida, porque la conversión a Dios exige una gran humildad, y la irritabilidad es síntoma de una elevada opinión sobre uno mismo (San Juan Esc.).

27. Si el Espíritu Santo es la paz del alma, y la ira es la turbación del corazón, entonces nada pone mas dificultad a Su permanencia dentro nuestro, que la cólera inflamada (San Juan Esc.).

27. Miremos atentamente, y veremos, que muchos de los iracundos hacen vigilia empeñosamente, ayunan, practican el silencio, y el enemigo no les pone dificultades en esto. Porque él sabe esconder las raíces de esta pasión aun bajo los actos de arrepentimiento y llanto (San Juan Esc.).

27. Teniendo rencor, tenlo sobre los demonios, y teniendo enemistad, tenlo siempre sobre tu cuerpo. El cuerpo — es un amigo desagradecido y cobarde, y cuanto mas lo agradamos, él nos daña aun mas (San Juan Esc.).

27. El rencor — es un torcido interprete de las Escrituras, que explica alegóricamente las palabras del Espíritu para provecho propio. Pero que lo avergüence la oración que nos dio nuestro Señor Jesucristo: .".. y perdónanos nuestros pecados, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores," — la cual no nos debemos atrever a pronunciar estando enojados contra alguien (San Juan Esc.).

27. Si después de haber trabajado mucho sobre tu corrección, tu no puedes desalojar esta espina de tu corazón, entonces ve y penitentemente pacifícate ante aquel, contra quien tienes enemistad, aunque sea en las palabras. Siendo así, de esta manera, avergonzado por tu prolongada hipocresía ante él, tú al fin conseguirás amor hacia él (San Juan Esc.).

28. Nuestro bondadoso Señor, viendo que alguien es extremadamente indolente hacia el esfuerzo, humilla su cuerpo con la enfermedad, como un esfuerzo menos difícil, y así purifica el alma de malignos pensamientos y pasiones (San Juan Esc.).

28. Como un pequeño fuego ablanda mucha cera, así un pequeño deshonor ablanda nuestro corazón, lo endulza y aniquila toda su ferocidad, toda insensibilidad y crueldad (San Juan Esc.).

30. La vanagloria. El Señor frecuentemente oculta de delante nuestro las virtudes, conseguidas por nosotros. Pero el hombre, que nos alaba o intenta seducirnos, nos abre los ojos sobre ellas, y entonces la riqueza de las virtudes desaparece (San Juan Esc.).

30. No es sabiamente humilde el que se juzga a sí mismo (Ώporque quien no soportará la reconvención de sí mismo?), sino aquel, que siendo reconvenido por otra persona, no diminuye el amor hacia él (San Juan Esc.).

30. La vanagloria se implanta en una forma extremadamente cómoda a los dones naturales, y a través de ellos frecuentemente desbarranca a la perdición a sus desgraciados siervos (San Juan Esc.).

30. Una vez yo he visto, como el demonio de vanagloria echó a su hermano — el demonio de la cólera. Un monje se enojó contra otro, pero vinieron gente del mundo de visita, y el colérico inmediatamente se aquietó, entregándose al demonio de vanagloria, porque él no podía simultáneamente trabajar para estos dos señores (San Juan Esc.).

30. Quien se hizo siervo de la vanagloria, este lleva una doble vida: una en la superficie, y otra — por el estilo de los pensamientos y sentimientos, una para solo consigo mismo, y otra — para la gente (San Juan Esc.).

30. El hombre, que ha saboreado la gloria celestial naturalmente desprecia cualquier gloria terrenal. Y yo me sorprendería mucho si alguien, no habiendo probado la primera, despreciara la última (San Juan Esc.).

30. Yo he visto como algunos comenzaban sus trabajos espirituales por vanagloria, y después, cambiando su predisposición, el mal comienzo lo coronaron con elogiable final (San Juan Esc.).

30. Quien se enaltece con sus dones naturales, como ser: agudeza mental, comprensión, una privilegiada lectura y dicción, rapidez mental y otras capacidades similares, que ha recibido sin esfuerzo, — ese nunca se hará digno de los dones sobrenaturales, porque "el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto" (Luc. 16:10; San Juan Esc.).

30. Quien pide a Dios dones por sus trabajos, ese se afirma sobre un peligroso fundamento. Y el que, por el contrario, se ve a sí mismo como un eterno deudor ante Dios, este por encima de sus expectativas resultará enriquecido con los dones celestiales (San Juan Esc.).

30. No escuches al pensamiento, cuando este te propone revelar tus virtudes por causa de provecho a los que te escuchan, porque "Ώcual es el provecho para el hombre, si él consigue todo el mundo, pero daña su alma?" (Mat. 16:26). Nada trae mas provecho para el prójimo, que una moral humilde y sin fingimiento, y una palabra igual. De esta manera nosotros también influiremos sobre otros, para que ellos no se enaltezcan. ΏY que otra cosa puede haber mas provechosa que la humildad? (San Juan Esc.).

30. La soberbia. Con frecuencia sucede, que el gusano, alcanzando su completa madurez, recibe alas y se eleva hacia las alturas. Así la vanagloria, fortaleciéndose, engendra la soberbia, iniciadora y completadora de todos los males (San Juan Esc.).

30. Donde ocurrió la caída en el pecado, allí antes se estableció la soberbia, porque la soberbia es precursora de la caída (San Juan Esc.).

30. No confíes en tus virtudes, hasta que no escuches acerca de ti la ultima palabra del Juez, porque en el Evangelio vemos, que hasta el que ya estaba en la boda fue atado de pies y manos y echado a las profundas tinieblas (San Juan Esc.).

30. La soberbia es la indigencia del alma, la cual piensa de si misma, que es rica, y encontrándose en las tinieblas, piensa, que tiene la luz (San Juan Esc.).

30. El soberbio es semejante a una manzana, que esta podrida por dentro, y por fuera brilla con hermosura (San Juan Esc.).

30. El soberbio no tiene necesidad en el demonio tentador: él se hace para si mismo demonio y supostato (San Juan Esc.).

30. Quien está bajo el dominio de la soberbia, ese necesita la enorme ayuda de Dios para su liberación, porque los medios humanos para su salvación son ineficaces (San Juan Esc.).

30. Ningún otro pensamiento es tan difícil de confesar, que el pensamiento blasfemo (por causa de la soberbia), y por ello algunas personas sufren de los pensamientos blasfemos hasta su vejez. Debemos saber, que nada colabora tanto para el éxito de los demonios, que el hecho de que no confesamos nuestros malos pensamientos, sino que los guardamos en secreto dentro nuestro y con eso los fortalecemos (San Juan Esc.).

30. Si la soberbia convirtió a varios de los ángeles en demonios, entonces es sin ninguna duda que la humildad puede convertir en ángeles hasta a los demonios. Y así, que tomen ánimo los caídos, confiando en Dios (San Juan Esc.).

30. El alma soberbia se hace esclava del temor. Teniendo esperanza en si misma, ella tiene miedo hasta del mas mínimo sonido, y hasta de las sombras (San Juan Esc.).

30. Sucede a veces, que no solo de los creyentes, sin también de los incrédulos se apartan todas las pasiones, dejando solo una, la cual como mal principal, reemplaza a todas las demás y es tan dañina, que es capaz de hacer caer hasta desde el mismo cielo — esta es la soberbia (San Juan Esc.).

30. No es raro que Dios providencialmente deje en la gente espiritual algunas pequeñas pasiones para que ellos, reconociendo sus debilidades, se reconvengan a sí mismos y así se enriquezcan en la sabia humildad (San Juan Esc.).

30. Como los pobres, viendo los tesoros del rey, son aun mas conscientes de su pobreza, así también el alma, leyendo los relatos acerca de las grandes virtudes de los santos padres, involuntariamente se humilla aun mas en su forma de pensar (San Juan Esc.).

30. Quien es débil de cuerpo y ha cometido muchos pesados pecados, que siga por el camino de la humildad y las virtudes emparentadas con ella, porque otra salvación no la podrá encontrar (San Juan Esc.).

 

El amor al prójimo.

44. No seas severo juez de aquellos, que con las palabras enseñan acerca de las grandes virtudes, pero son perezosos cuando se trata de hacer en los hechos las buenas obras. Porque la insuficiencia en obras frecuentemente se completa con el provecho de esta enseñanza. No todos hemos recibido en igual medida: algunos tienen superioridad mas en la palabra, que en las obras, y en otros, por el contrario, la obra es mas fuerte que la palabra (San Juan Esc.).

44. Uno de los caminos mas cortos para recibir el perdón de los pecados consiste en no condenar a nadie, porque está dicho: "No juzguéis y no seréis juzgados" (Luc. 6:37; San Juan Esc.).

44. Los severos y rápidos verdugos de los defectos del prójimo sufren de esta enfermedad porque no recuerdan y no lamentan acerca de sus propios pecados. Porque si el hombre sin la cobertura del amor a sí mismo revisa atentamente sus actos, entonces ya no podrá ocuparse de ninguna otra cosa, que no sea el arrepentimiento, porque comprenderá, que para llorar sus pecados no le alcanzará el resto de su vida, aunque él viviera muchos años y derramara un río de lágrimas (San Juan Esc.).

 

Las propiedades de la perfección.

35. Como el viento, en tiempo calmo mueve solo la superficie del agua, pero en tiempo de tormenta hace que se mueva hasta la misma profundidad del mar, así accionan los vientos de las tinieblas — los demonios. En la gente apasionada ellos sacuden la misma profundidad del corazón, pero en los que han progresado — solo tocan la superficie de la mente. Por eso estos últimos mas rápidamente restablecen dentro suyo la paz interior, que ha quedado intacta (San Juan Esc.).

38. Algunos aprecian mas que nada el don de milagros y otros dones espirituales exteriores, no sabiendo, que hay muchos excelentes dones, que son atesorados en secreto y por eso son seguros, sin riesgo de provocar la caída (San Juan Esc.).

38. Nosotros nunca dejaremos de progresar en las virtudes y el amor: ni en este siglo, ni en el siguiente, — siendo iluminados siempre por la luz desde lo alto. Pues hasta los ángeles, estos inteligentes seres, no quedan sin progreso, sino siempre añaden gloria a la gloria e inteligencia a la inteligencia (San Juan Esc.).

38. Es desapasionado aquel, que hizo a su cuerpo no agitable por las pasiones, elevó la mente por encima de todo lo terrenal, todos los sentimientos los sometió a la mente, presentó su alma al rostro del Señor, siempre extendiéndose hacia Él, hasta cuando esto era por encima de sus fuerzas (San Juan Esc.).

38. Algunos dicen también, que el desapasionamiento es la resurrección del alma antes de la resurrección del cuerpo, y otros que ello es el conocimiento de Dios (San Juan Esc.).

38. Muchos de los que se arrepintieron, rápidamente recibieron el perdón de sus pecados, pero nadie consiguió rápidamente el desapasionamiento, porque para conseguirlo se necesita largo tiempo, trabajo diario en el amor y la ayuda de Dios (San Juan Esc.).

51. Las intrigas de los demonios. Entre los espíritus impuros hay tales, que son mas malignos que otros. Ellos no se contentan con solo hacernos caer en el pecado, sino que nos incitan a hacer a otros copartícipes del mal, para atraer sobre nosotros los más crueles tormentos. Yo he visto un hombre que transmitió a otro su hábito pecaminoso. Después, volviendo en si, él comenzó a arrepentirse y se alejó del pecado. Pero como el que había sido enseñado por él no dejaba de pecar, su arrepentimiento no era efectivo (San Juan Esc.).

51. Entre los espíritus impuros hay también tales, que en el comienzo de nuestra vida espiritual nos interpretan las Divinas Escrituras. Ellos habitualmente hacen esto en los corazones de los vanagloriosos, y aun mas en los enseñados en las ciencias mundanas, para que seduciéndolos de a poco, hacerlos caer, por fin, en la herejía y la blasfemia. Podemos reconocer esta demoníaca "teología" por la turbación, por la alegría desordenada, escandalosa y arbitraria que suele estar presente en el alma durante estas interpretaciones (San Juan Esc.).

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Folleto misionero número

Misión Ortodoxa de la Santísima Trinidad

Copyright 2001, Holy Trinity Orthodox Mission

466 Foothill Blvd, Box 397, La Canada, CA 91011, USA

Redactor: Obispo Alexander (Mileant)

(santos_padres_2.doc 4-12-2002)